Thor estaba sentado en la pequeña embarcación mientras navegaban bajo un cielo que oscurecía y con unas nubes que crecían, miraba a los demás y se sorprendía de lo mucho que las cosas habían cambiado. A parte de su grupo de caras conocidas- Reece y Selese, Elden e Indra, O’Connor y Matus- ahora estaba sentada junto a ellos una nueva cara, mirando fijamente, llena de vida: Angel. Para Thor era impactante verla allí sentada con ellos, tener un nuevo miembro en su grupo- una niña, nada menos, que estaba allí sentada sonriendo, muy llena de vida y alegría. Esto contrastaba obviamente con las caras de los demás solemnes y endurecidas.
Thor estaba sentado justo a su lado, no intentaba guardar distancia con su enfermedad- y estaba orgulloso de ver que los demás tampoco lo hacían. Todos la trataban como uno de ellos, como si siempre hubiera formado parte de su grupo, como si no tuviera una enfermedad contagiosa. El mismo Thor estaba lleno de alegría de tenerla aquí. Su felicidad y su alegría por la vida, a pesar de todo lo que había sufrido, le inspiraban. Era un modelo a seguir para él. Vivía como si no tuviera una enfermedad, como si no le pasara nada malo y la inindaba una sensación de libertad., claramente eufórica por dejar la isla. Thor empezaba a ver el mundo a través de sus ojos y todo empezaba a parecerle nuevo también.
Mientras se balanceaban con las olas en el mar y la corriente los llevaba hacia un horizonte que ennegrecía, Thor no podía evitar tener una sensación de falta de rumbo; por primera vez, no tenía ni idea de a dónde iban. Siempre había tenido un claro propósito, sabía exactamente a dónde iba para encontrar a Guwayne. había tenido la seguridad de que lo encontraría en aquella isla. ¿Cómo podía haberse equivocado tanto? ¿Le empezaban a fallar los sentidos?
Pero ahora, sin Guwayne a la vista y sin pistas claras, Thor no tenía ni idea de a dónde mirar. Mientras iban sin rumbo, sentía como si estuvieran al antojo de Dios, a donde fuera que los quisiera llevar. Y empezó a tener un presentimiento de que nunca volvería a encontrar a Guwayne.
Thor vio las caras de sus hermanos, desolados, traumatizados, todos ellos habiendo pasado mucho y claramente parecía que no tenía ni idea de a dónde quería ir a continuación. Su gente estaba lejos, en un Imperio hostil, si es que aún estaban vivos. Thor pensó en Gwendolyn y sintió un dolor en el estómago. Quería volver a ella, ayudarla- pero estaba en la otra punta del mundo y todavía no había encontrado a Guwayne.
Thor miró hacia arriba, al cielo, en busca de Lycoples, preguntándose si ella podría ayudar. Pero lo único que vio fueron nubes cada vez más gruesas y ninguna señal del dragón a la vista. El único sonido que oyó fue el aullido cada vez más alto del viento.
“¡Un pez!” gritó Angel encantada y se puso de pie, observando el agua, mientras aplaudía y señalaba con el dedo.
Thor siguió su mirada y vio uno de los muchos peces comunes blancos y azules que habían visto siguiendo la barca durante todos sus viajes, rozando la superficie y después desapareciendo bajo las olas. Thor se maravillaba al ver que aquello le producía tanto placer pero después se dio cuenta de que, al no haber estado jamás lejos de aquella isla, todo debía ser nuevo y emocionante para ella.
Angel examinaba el océano encantada.
“Siempre he deseado ir a cualquier otro lugar”, dijo ella. “A donde fuera. No me importa a donde vayamos, siempre y cuando no volvamos a pisar aquella isla otra vez. Todos ellos, están solo esperando morir”.
“Bueno, puede que nosotros no lo estemos esperando”, dijo Elden, mirando hacia el horizonte, “puede que muramos bastante pronto”.
Todos se dieron la vuelta y siguieron su mirada y el estómago de Thor dio un vuelco al ver lo que les esperaba más adelante. El cielo, soleado por encima de ellos, era completamente negro y espumoso en la distancia. Vio como una sólida pared de agua venía directa a ellos, increíblemente rápida. Era un diluvio, una tormenta enorme y, por momentos, Thor sentía que el viento cada vez era más fuerte y la barca y sacudía la barca con más violencia.
“Necesitamos una barca más grande”, observó Reece.
Thor sabía que debían navegar lejos de aquella tormenta, salir de su camino. Con urgencia, se puso de pie de un salto y empezó a manejar las velas y los demás se unieron a él, algunos subían y bajaban las velas, otros giraban el timón y otros remaban. Todos trabajaban tan duro como podían y consiguieron girar la barca y coger el viento en la dirección opuesta, intentando alejarse de la tormenta. Ya no les importaba en que dirección fueran- siempre y cuando no fuera hacia la oscuridad.
El viento remontó, navegaban más rápido que nunca, la barca se inclinaba mientras blancos chapuzones iban a su alrededor. E incluso, a pesar de lo rápido que iban, cuando Thor se dio la vuelta y se fijó en el horizonte, vio que la tormenta se les echaba encima. Era un esfuerzo inútil. Las nubes se acercaban a ellos, como un guepardo corriendo hacia ellos.
Thor divisó un mar hostil dirigiéndose hacia ellos, aún más ominoso, olas enormes, suficientemente grandes para aplastar su barca diez veces.
Thor tragó saliva, aquello le producía una mala sensación y miró hacia delante, esperando ver alguna señal de refugio, quizás otra isla y vio hacia donde los llevaba el viento: el destino que tenían delante era incluso más ominoso que el que dejaban detrás. La Espina del Dragón. Estaba justo en su camino y el viento los llevaba directo hacia allí, con el mar espumoso y agitado.
Atrapado entre dos lugares mortíferos, Thor no sabía cuál era peor. Cualquiera podía hacer pedazos su barca fácilmente. Los demás también parecían estar paralizados por la indecisión, todos ellos asombrados por el poder de la naturaleza.
El viento se levantó tan fuerte que Thor apenas podía pensar y sabía que lo inevitable estaba a punto de suceder. Estaban atrapados en algo más grande que ellos y, simplemente, no había nada que pudieran hacer. La suya solo era una pequeña embaración, pensada como embarcación auxiliar de la barca más grnde Gwendolyn- que no estaba pensada para atravesar los mares y, desde luego, no estaba pensada para una tormenta como esta. En efecto, eran afortunados de haber llegado hasta aquí en aquella pequeña embarcación sin encontrarse con una tormenta como aquella antes. Thor se dio cuenta que esta era su primera tormenta verdadera.
Thor observaba cómo la furiosa tormenta estrechaba el espacio, a tan solo cien metros escasos. Más viento y más lluvia empezaron a bombardearles y las aguas empezaban a subir y a caer, olas de siete metros, después de treinta, creciendo cada vez más y después cayendo con la misma velocidad. Thor sentía como si su estómago se desplomara.
El viento se volvió incluso más voliento, rasgando su vela y Thor observó cómo se elevaba hacia el aire y desaparecía. Entendió que debía prepararse para el impacto.
“¡Agachaos!” exclamó Thor. “¡Tumbaos en cubierta! ¡Agarraos a algo y no lo soltéis!”
Todos siguieron su orden, todos se tumbaron de un salto en cubierta. Solo Angel continuaba de pie, mirando fijamente hacia fuera, fascinada por el cielo, la menos temerosa de todos ellos. Mientras las olas chocaban contra ella, Thor vio cómo empezaba a resbalar y supo que estaba a punto de caer por la borda.
Thor pegó un salto, yendo a parar encima de ella justo cuando una ola impactó contra el borde de la barca. La sujetó contra el suelo, sin soltarla, mientras la ola los llevaba de un lado al otro de la barca.
“¡Sujétate a mí!” exclamó él por encima del viento.
Thor la agarró con todas sus fuerzas, pasando un brazo por encima de su brazo con lepra, sin importarle. Con su otra mano agarraba un palo de madera que estaba asegurado en cubierta.
Después de que esta eúltima ola impactara, su expresión cambió a una de miedo.
“Estoy asustada”, dijo, temblando, mientras otra ola caía sobre ellos.
“No te asustes”, dijo. “Todo va a salir bien. Te tengo. Nada te pasará que no me pase a mí primero. Te lo juro. Te lo juro por todos los dioses”, dijo, hablando más en serio de lo que nunca había hablado en su vida.
Ella le agarró por la cintura, clavándole las uñas en la piel y, al hacerlo, gritó cunado una enorme ola fue a chocar contra ellos. Parecía que su peso iba a aplastarle las costllas a Thor.
Thor de repente sintió que los dos estaban bajo el agua, dando vueltas y más vueltas, muy por debajo de las olas. Vio las caras de todos sus hermanos de armas dando vueltas del revés, una y otra vez, en el agua, mientras él sentía como caía en picado, más y más hacia abajo, incapaz de salir a la superficie.
No podía pensar en nada en todo aquel caos, mientras el agua llenaba sus ojos, sus orejas y su nariz, mientras la presión lo empujaba hacia abajo, en nada más, salvo una cosa: sujetar a Angel. Pasara lo que pasara, sujetarla.