CAPÍTULO QUINCE

 

Gwendolyn estaba sentada en la cueva con los demás, delante de una hoguera, mirando hacia las llamas aquí en su nuevo hogar, sintiéndose vacía. Era tarde por la noche, la mayoría de los demás dormían profundamente, las paredes de la cueva arañadas por sus ronquidos y por el chisporroteo de las llamas. Por allí cerca estaban sentados sus hermanos Kendrick y Godfrey, con la espalda apoyada en la pared, junto a Steffen, la mujer con la que se acababa de casar, Arliss, Brandt, Atme, Aberthol, Illepra -todavía con la bebé rescatada en brazos- y otra media docena. A los pies de Gwen estaba Krohn, con la cabeza acurrucada en su regazo, durmiendo profundamente. Le había dado de comer bien durante toda la noche, durante todas las festividades, y parecía que podía dormir durante un millón de años. Incluso él estaba roncando.

A lo largo de la interminable cueva, adentrándose en la ladera de la montaña, había centenares de personas, lo que quedaba del Anillo, todos esparcidos, todos finalmente saciados por la comida y el vino. Todos habían venido hasta aquí, guiados por los mayores de la aldea, después de la larga noche de festividades, y les habían mostrado su nuevo hogar. Se alejaba mucho de lo que estaba acostumbrada en la Corte del Rey, pero aún así, Gwendolyn estaba agradecida. Por lo menos estaban vivos, tenían un sitio en el que alojarse, descansar y recuperarse.

Y todavía colgando por encima de ella como una oscura nube estaban aquellas palabras del vidente durante las festividades de la noche, resonando en sus oídos. Thorgrin, en la tierra de los muertos. Si el vidente decía la verdad, entonces aquello significaba que estaba muerto. ¿Cómo? Se preguntaba. ¿En algún lugar buscando a Guwayne? ¿Devorado por un monstruo marino? ¿Había tomado una ruta equivocada? ¿Atrapado en una tormenta? ¿Muerto de hambre, como casi había estado ella?

Las posibilidades eran interminables y cada una de ellas la angustiaban sín límite mientras reflexionaba sobre ellas. Cada una de ellas la hacían querer acurrucarse y morir. Y con Thor muerto y desaparecido, esto significaba que Guwayne también había desaparecido para ella.

Gwen miraba fijamente a las llamas y se preguntaba qué razón le quedaba para vivir. Sin Thorgrin, sin Guwayne, no tenía nada. Se odiaba a sí misma por haber dejado ir a Guwayne aquel fatídico día en las Islas Superiores; se odiaba a sí misma por las decisiones que había tomado y que habían llevado a su pueblo a aquel lugar. En el fondo, ella sabía que no tenía la culpa. Sabía que lo había hecho lo mejor que sabía para defender y salvar a su pueblo del millón de ataques que su padre le había dejado en su problemático reino. Y aún así, se culpaba a sí misma. Era difícil sentir otra cosa que no fuera dolor.

“Hermana mía”, dijo una voz.

Gwen vio a Kendrick sentado a su lado, con los brazos cruzados en las rodillas, la cara iluminada por las llamas, serio, cansado. Sus ojos estaban llenos de compasión y respeto, y tenía la mirada que siempre tenía cuando quería consolarla.

“No todos los videntes ven con claridad”, dijo. “Quizás Thorgrin vuelve a ti mientras hablamos. Y tu hijo con él”.

Gwendolyn quería creer sus palabras, pero sabía que solo estaba intentando consolarla. Las palabras del vidente todavía sonaban en su cabeza con más autoridad.

Ella negó con la cabeza.

“Ya quisiera podérmelo creer”, dijo ella. “Pero esta es la noche de los muertos. La noche en la que los espíritus cuentan la verdad”.

Gwendolyn suspiró mientras miraba fijamente a las llamas. Deseaba que sus palabras fueran ciertas. De verdad. Pero tenía la sensación de que solo eran las palabras de un hermano amable intentando consolarla.

Krohn cambió de postura en su regazo, gimoteando suavemente, como si percibiera su tristeza. Gwen le acarició la cabeza y le ofreció otra tira de ternera. Pero Krohn no la cogió. En cambio, siguió tumbado en su regazo y gimoteó otra vez.

Kendrick suspiró. Volvió a hablar, suavemente, su voz rota por el agotamiento:

“Siempre había estado orgulloso de mi linaje”, dijo. “Siempre había sabido que era el primer hijo nacido de mi padre. El primer hijo del Rey. El siguiente en línea para gobernar. No es que me importata gobernar. Aún así, estaba orgulloso de saber quién era dentro de la familia. Os miraba a todos vosotros como mis hermanos y hermanas pequeños, como todavía hago hoy en día. Todos siempre me habían dicho que era exactamente como nuestro Padre, y realmente era cierto. Pensaba que conocía mi lugar en el mundo”.

Kendrick respiró profundamente.

“Éramos jóvenes, solo unos niños, quizás de diez u once años, y un día llegué a casa de luchar con la Legión. Me encontré con Gareth, más joven que yo, pero ya buscando problemas siempre que podía encontrarlos. Estaba allí con Luanda y los dos me miraban y Gareth pronunció las palabras que cambiarían mi vida para siempre: ‘Tú no eres hijo de nuestra madre’”.

“No podía comprender de lo que estaba hablando. Creía que era otra de sus intrigas, su imaginación corriendo salvaje, otra broma cruel. Disfrutaba de la mezquindad, después de todo. Pero Luanda, que nunca mentía, asintía con la cabeza con él. ‘No perteneces a nuestra familia’, dijo ella. ‘No eres de nuestra madre’. ‘Eres hijo de una prostituta’ dijo Gareth. ‘No eres más que un bastardo’”.

“Luanda me miraba en desaprobación. Todavía hoy en día puedo ver aquella mirada en sus ojos”. ‘No quiero verte nunca más’, dijo ella. Entonces se dio la vuelta y se fue. No sé quién me hizo más daño, Gareth o Luanda”.

Kendrick suspiró y Gwen podía ver el dolor en su cara mientras miraba fijamente a las llamas, reviviendo la escena.

“Me enfrenté a nuestro Padre y admitió la verdad. En aquel momento, mi mundo dio vueltas. Todo se puso en su sitio: que nuestro Padre nunca hablara de mi como Rey después de él. Los demás distantes de mi; la manera en que el personal me miraba. Nunca encajé y, de aquel día en adelante, lo percibía en todas partes. Era como si fuera un visitante en mi propia casa. Pero no de la familia. No verdaderamente de la familia. Como si en realidad no perteneciera a ella. ¿Sabes qué es eso? ¿Sentirte un extraño en tu propia casa?”

Gwen suspiró, afligida por su historia, abrumada de compasión por él.

“Lo siento”, dijo ella. “No te lo merecías. A ti, de entre todos, siento no haber estado allí para protegerte de ello. Gareth y Luanda eran crueles de niños”.

“Como lo fueron de adultos”, añadió él. “Te vuelves más de lo que eres cuando te haces mayor”.

Gwendolyn pensó en ello y se dio cuenta que había algo de cierto.

Kendrick suspiró.

“No necesito compasión”, dijo. “No es por esto por lo que te cuento esta historia. Fue el peor día de mi vida; me dieron una noticia de la que estaba seguro que nunca me recuperaría. Y aún así aquí estoy. Me he recuperado. La vida tiene un increíble poder de recuperación”.

Gwen pensó en ello en silencio, las llamas chisporroteando.

La vida tiene un increíble poder de recuperación.

“Tú eres más fuerte de lo que crees”, añadió, estrechando su mano. “Has superado cosas tremendas. Y puedes superar cualquier cosa. Incluso esto. Incluso cualquier cosa que les haya sucedido a Thorgrin y a Guwayne”.

Gwen lo miró, las lágrimas le caían por las mejillas.

“Eres un verdadero hermano”, dijo ella, y desvió la vista, demasiado emocionada para decir algo más. Ella le apretó la mano y, en silencio, le envió su gratitud.

“Existe una ironía”, dijo ella finalmente. “Tú hubieras sido el más gran gobernador de todos. Un gobernador más grande de lo que yo he sido”.

Kendrick negó con la cabeza.

“Yo no podría liderar de la manera que tú lo has hecho”, dijo él. “Yo no podría haber sobrevivido a lo que tú has sobrevivido. Puede que sea un gran guerrero, pero tú eres una gran líder. Esto es algo totalmente diferente. Echa un vistazo al fruto de tu trabajo”.

Gwen se dio la vuelta y siguió su mirada y vio a la bebé en los brazos de Illepra por allí cerca, la niña que había rescatado de las Islas Superiores.

“Rescataste a esta niña de las llamas de los dragones”, dijo Kendrick. “Nunca olvidaré lo valiente que fuiste. Tú, la única de todos nosotros dispuesta a abandonar su escondite bajo tierra, para salir corriendo hacia fuera y salvar a aquella niña. Está viva gracias a ti. Gracias a tu valentía”.

“No estaba en mi sano juicio”, dijo Gwen.

“Oh, sí que lo estabas”, dijo él. “Es precisamente en momentos de crisis cuando sale verdaderamente quién somos. Y tú eres así”.

Gwen, emocionada por las palabras de Kendrick, miró hacia el bebé que dormía y pensó.

“¿Quién crees que eran sus padres?” preguntó ella.

Kendrick negó con la cabeza.

“Tú eres sus padres ahora”, dijo él. “Tú eres todo su mundo. Para empezar, tú has salvado a esta niña. Tú has salvado esta vida. Esto es más de lo que mucha gente hace en toda su vida”.

Gwen miraba fijamente a las llamas, reflexionando. Quizás tenía razón. Quizás no tendría que ser tan dura con ella misma. Después de todo, otra reina se hubiera rendido hace tiempo. Ella, por lo menos, había conseguido rescatar a algunos de los suyos, había conseguido continuar. Sobrevivir.

Gwen pensaba en su padre, en lo que él hubiera hecho, en lo que él hubiera querido. Era un hombre difícil de conocer. ¿Estaría orgulloso de ella? ¿Hubiera hecho las cosas de manera diferente?

Esto la hizo pensar en sus antepasados y levantó el antiguo y pesado libro encuadernado en cuero que estaba a su lado y lo puso en su regazo. Era tan grueso como diez libros y tres veces su tamaño, su peso la desarmaba. Estaba sorprendida de cómo Aberthol había conseguido recuperarlo de la Casa de los Sabios y traerlo hasta aquí. Lo quería por esto. Lo recordaba con cariño de sus años de estudio y tenerlo aquí con ella ahora era como reencontrarse con un viejo amigo.

“¿Qué es esto?” preguntó Kendrick, echándole un vistazo.

Ella, luchando con el peso del libro, lo colocó en el regazo de él. Él lo miró maravillado.

La Historia del Imperio, en siete partes”, dijo ella. “Es uno de los pocos libros que recuperamos, uno de los pocos artefactos preciosos que quedan de nuestra tierra”.

Él la miró perplejo.

“¿Lo has leído todo?” preguntó él.

“No todo”, admitió ella. “Y fue cuando era más joven”.

Gwen se dio la vuelta y gritó: ¡Aberthol!”

Aberthol, somnoliento, abrió los ojos, con la espada apoyada en la pared de la cueva.

“Ven aquí”, dijo.

Él se levantó perezosamente, quejándose, y se dirigió hacia la hoguera, sentándose en medio de los dos, uniéndose a ellos.

“¿Sí, mi señora?” preguntó él.

“Cuéntanos”, dijo ella. “Todo lo que dicen del Segundo Anillo…¿es cierto?”

Sus ojos siguieron a los de ella y se iluminaron al ver el volumen que estaba en el regazo de Kendrick.

Él suspiró.

“Muchas veces se hace referencia a él, seguro” dijo lentamente, aclarando la garganta, con voz áspera. “Si es cierto o no es otra cosa totalmente diferente. Para comprenderlo, hay que ponerlo en contexto. Era un tiempo diferente, antes del tiempo de nuestro padre. Un tiempo en el que el Anillo y el Imperio eran uno Incluso antes que el Cañón. Un sitio así existió; se ha insinuado durante siglos. Si es así, seguro que estará bien escondido, en las profundidades del Imperio. ¿Y quién sabe si alguna vez existió, si todavía sobrevive a día de hoy? Puede que sea solo una ruina, un fantasma del pasado”.

La llegada de Aberthol llamó la atención de los otros, que, ahora se daba cuenta Gwen, habían estado despiertos, como ella, sin poder dormir. Todos parecían recibir encantados una distracción y todos se levantaron y fueron andando hacia allí, Steffen, Brandt, Atme y Godfrey, que parecía un poco bebido. Todos se les unieron al lado de la hoguera, Godfrey con un saco de licores a mano, tomando un largo trago.

“No podemos ir persiguiendo fantasmas del pasado, mi señora”, dijo Aberthol. “Debemos encontrar una manera de regresar a nuestra tierra, al Anillo”.

“El Anillo ya no existe, viejo amigo”, dijo Brandt.

“Volver allí es volver a la muerte”, dijo Atme. “Aunque lo reconstruyéramos, aunque pudiéramos empezar de nuevo, ¿habéis olvidado al millón de hombres de Rómulo?”

“Si nos quedamos aquí, nos encontrarán”, dijo Steffen. “No podemos quedarnos en esta cueva para siempre. Esto no es un hogar”.

“No”, dijo Gwendolyn. “Pero aquí nos podemos recuperar. Mirad a vuestro alrededor: la gente todavía está débil, algunos aún están enfermos. Necesitan un tiempo de luto. Tiempo para comer, beber y dormir. esta cueva ya está bien para nosotros ahora”.

“¿Y después qué, mi señora?” preguntó Godfrey.

Gwen miró fijamente a las llamas, aquella misma preguntaba nadaba en su cabeza. ¿Y después qué? Vio todos sus ojos mirándola esperanzados, como si ella fuera su dios, algún mesías perdido hace tiempo dirigiendo a su pueblo hacia la salvación. Quería darles la respuesta correcta desesperadamente, una respuesta definitiva, segura que los tranquilizara a todos.

Pero no la conocía. Lo único que sabía era que deseaba deseperadamente tener a Thorgrin y Guwayne a su lado. Quería volver a casa, al Anillo. Quería que volviera su padre, aquí con ella, como estaba en tiempos dorados.

Pero ella sabía que todo esto había desaparecido. Aquella era su antigua vida. Y necesitaba imaginar una nueva.

“No lo sé”, contestó finalmente, con sinceridad. “El tiempo, y solo el tiempo, lo dirá”.