26

 

Cuando me planteaba quedar con un hombre al que había conocido a través de una página de contactos, por regla general procuraba mantener primero una conversación telefónica con él. Podía extraer muchas conclusiones de la voz de esa persona, incluidas algunas que dejaban claro que no me convenía conocerla cara a cara. (Muchas otras cosas, en cambio, me pasaban desapercibidas, de ahí que tantas de mis citas a ciegas fueran un fracaso).

Pero cuando escribí a Elliot tras recibir su primera nota, me propuso que nos saltáramos la llamada telefónica de rigor y que pasáramos directamente a la cena. Me tranquilizó que me dijera que esa noche estaba ocupado (había empezado a temer que se tratara de un chiflado obsesivo. A fin de cuentas, él mismo había reconocido que se había pasado toda la tarde mirando mi fotografía a intervalos regulares). Yo quería un hombre que tuviera amigos.

Mañana también estoy liado, escribía, aunque preferiría cenar contigo. Así que, ¿qué te parece si lo dejamos para el viernes?

Los viernes por la noche yo solía cenar con Ava y Swift, así que estuve dudando, pero por fin me obligué a parar. Sabía que era un poco ridículo rechazar la invitación de un hombre razonable y no carente de atractivo que además parecía sinceramente interesado en mí, por la posibilidad de que mis amigos decidieran incluirme en sus planes en el último momento.

El viernes está bien, respondí.

Me gustaría ir a recogerte, contestó Elliot. Pero entiendo que no quieras darle tu dirección a un perfecto extraño. Así que esta vez, si te parece, podemos quedar en el restaurante.

Lo reconocí en cuanto crucé la puerta. Con frecuencia, los hombres a los que se conoce a través de páginas de contactos apenas se parecen a sus fotografías. Elliot, en cambio, era idéntico a la foto de su perfil. Se levantó cuando me acerqué. Tenía razón: estaba un poco encorvado. Pero tenía un pelo bonito y una mirada amable y bondadosa. Apartó la silla para que me sentara.

—No puedo evitarlo —dijo—. Tengo que decírtelo: he estado deseando que llegara este momento desde que vi tu foto por primera vez.

Esa noche fuimos los últimos en salir del restaurante, y cuando me acompañó al coche me agarró del brazo, pero no como aquel veterano de Vietnam que me había pedido en matrimonio. Con firmeza, pero también con ternura.

—Me gustaría besarte —dijo—. Tienes que decirme si para ti supone un problema.

—No, ninguno —contesté.

Después se quedó allí, mirándome.

—Quiero recordar este momento con toda la claridad que pueda —dijo—. Aunque es improbable que vaya a olvidarlo.

—Yo también lo he pasado bien —dije.

Normalmente, llegados a ese punto, yo ya había advertido al menos una señal de alarma que descartaba cualquier posible relación futura con esa persona. Pero lo único de extraño que había en Elliot era la sorprendente intensidad de sus sentimientos hacia mí. Era absurdo que yo surtiera ese efecto sobre un hombre. Nunca antes me había pasado.

Hubo otro elemento sorprendente en mi cita con Elliot. Por primera vez desde que había adoptado la costumbre de cenar con Swift y Ava, no me había pasado toda la velada anotando mentalmente las cosas divertidas o ridículas que podría contarles más adelante.

Elliot preguntó si me parecía prematuro que quedáramos otra vez para cenar al día siguiente.

—Podría fingir que no estoy tan ansioso —me dijo—, pero no veo razón para hacerlo.

Le dije que me parecía bien que nos viéramos al día siguiente. Había confiado en poder ir a Walnut Creek ese viernes, pero esa misma tarde Dwight me había mandado un e-mail diciéndome que los McCabe al completo iban a reunirse en Sacramento para celebrar el cumpleaños de Jared. Y que iba a llevar a Ollie, por supuesto.

—No quisiera asustarte por decirte esto —añadió Elliot—, pero ha sido la mejor cita que he tenido nunca.

—Tengo que decirte una cosa antes de que sigamos adelante —le dije, todavía en el aparcamiento.

Habíamos hablado de muchas cosas durante la cena, pero no del asunto primordial en mi vida.

—Tengo un hijo, un niño de ocho años. No vive conmigo, pero me gustaría que volviéramos a vivir juntos. Perdí su custodia hace poco más de tres años. Si eso hace que te plantees dudas sobre mí, no te lo reprocharía.

Se quedó callado un momento. Se tomó su tiempo para responder.

—Lo que deduzco de eso —dijo por fin— es que has pasado por un trance muy duro. Como casi todos, si somos sinceros. Espero que la próxima vez que nos veamos te sientas con ánimos para contármelo.

—Estoy intentando arreglar las cosas con Ollie —añadí—. Pero es una situación difícil.

—Escucha —dijo—, soy un hombre que se precia de ser sensato. Pero será mejor que te lo diga ya: voy a estar loco por ti. Seguramente ya lo estoy. Para mí la única duda es si tú podrás sentir lo mismo por mí.