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Justo antes de que mi hijo empezara su último año en el instituto, dejamos nuestro apartamento en Redwood City para instalarnos en un auténtico piso de dos habitaciones en East Bay. Quedaba un año para que mi hijo se marchara de casa, por fin podía permitirme una casa más grande y quería que Ollie tuviera de una vez su propio cuarto. Antes de que se fuera.

El día de la mudanza me asaltó una idea extraña. Solía imaginar que una noche, cuando menos me lo esperaba, oía llamar a la puerta y Elliot aparecía en el umbral. Dispuesto a intentarlo otra vez.

Si venía ahora, yo ya no estaría allí. Aunque de todos modos era muy improbable que viniera, me dije. Él jamás haría una cosa así. Era solo algo que yo deseaba, pero que nunca sucedería.