Gracias a Dorian Karchmar, el agente de Paul en William Morris Endeavor, cuyo firme apoyo y cuyo aliento le proporcionaron a Paul la confianza de que podía escribir un libro importante. Y también a Andy Ward, el editor de Paul en Random House, cuya determinación, sabiduría y talento editorial estimularon a Paul a trabajar con él, y cuyo humor y compasión hicieron que Paul quisiera, además, convertirlo en su amigo. Cuando Paul pidió a su familia —literalmente, su último deseo en el lecho de muerte— que se ocupara de publicar este libro de forma póstuma, yo pude prometerle que así lo haríamos por la confianza que teníamos en Dorian y Andy. En aquel momento, el manuscrito era sólo un archivo en su ordenador, en proceso de elaboración, pero gracias al talento y a la dedicación de ambos, creo que Paul murió sabiendo que estas palabras se abrirían camino en el mundo y que, a través de ellas, nuestra hija llegaría a conocerlo. Gracias a Abraham Verghese por un prefacio que habría entusiasmado a Paul (una sola objeción: lo que al doctor Verghese le pareció una «barba de profeta» era, en realidad, ¡una barba de «no-tengo-tiempo-ni-para-afeitarme»!). Me siento agradecida a Emily Rapp por su disposición a verme durante el duelo y a asesorarme para escribir el epílogo, mostrándome, como también hizo Paul, lo que es un escritor y por qué escriben los escritores. Gracias a todos los que han apoyado a nuestra familia, incluidos los lectores de este libro. Finalmente, a los activistas, clínicos y científicos que trabajan incansablemente a favor de la investigación y la concienciación sobre el cáncer de pulmón, con el objetivo de convertir incluso un cáncer de pulmón avanzado en una enfermedad superable.