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El embarazo: tiempo de gestación,

tiempo de prepararse

Y bueno, ya sabes, cambia todo: sigo siendo Eva, pero Eva mamá. Y donde antes decía que yo, aunque tuviera un hijo, se lo dejaría a mi madre y seguiría viajando... ahora no voy a ningún sitio sin él; Enzo es parte de mí y me acompaña a todas partes: este año hemos hecho dos montañas pequeñas y ha venido conmigo, lo he porteado y es maravilloso llegar a una cima con tu bebé, aunque no sean más que unos pocos metros.

EVA, mamá de ENZO y

montañista amateur (2012)

TIEMPO PARA EMPEZAR A QUERER

Tanto si te has planteado tener un hijo como si ya está en camino, porque sí, dentro de ti, es posible que lo hayas soñado, imaginado, cómo será, cómo lo querrás, cómo empiezas a quererlo ya... sobre todo al ir al ginecólogo y ver esas primeras ecografías en las que apenas se ve nada, pero te dicen que el puntito que late es el corazón y desde luego que se oye fuerte. No digamos ya cuando la ecografía, que pocas se niegan a hacerse, aun pagando, es tridimensional: empiezas a encontrarle parecido con su padre, contigo o con su abuela, o no sabes con quién, pero sobre todo encuentras a tu bebé guapo: a veces pensativo, otras veces chupándose la mano, pero muy guapo. Todos estos pensamientos suelen ser más frecuentes en la madre que en el padre, quizá porque así nos han educado en Occidente y tardará en cambiar.

Tanto si deseasteis el hijo o si vino sin querer o sin planear, pero lo aceptasteis como un regalo de los dioses —de vuestros amores—, el resultado va a ser similar. Un hijo querido no lo es más por planificarlo. Un hijo querido no lo es menos por no haberlo deseado en absoluto. Desconfiad de quien os diga lo contrario: hay quien vive de la culpa ajena, parece regodearse en ella y se empeña en convenceros de tal.

Es más, el embarazo viene a durar nueve meses y es mucho tiempo para poder plantearse muchas dudas en su transcurso: ¿habremos hecho bien?, ¿es el momento adecuado?, ¿estaremos preparados?, ¿para qué lo hacemos?, ¿por qué?, ¡con la crisis que hay!...; de nuevo esas dudas son normales y producto de la responsabilidad que tenéis; de nuevo suele ser la mujer la que se plantea más cuestiones —cuestión de su habitual mayor compromiso—, de nuevo es posible que leas o te digan que muy mal, que qué son esas dudas, que si a un hijo se le quiere, se le quiere y punto, que así no se puede ser buena madre, que... Si estás leyendo un libro que se atreve a criticarte y sembrarte de culpa por esas dudas razonables, lee otra cosa porque no tienen razón por muchos títulos universitarios que tengan.

Poco pudo planificar mi abuela Melchora, la madre de mi padre: medios no tenía para tal y seguro que en el transcurso de alguno de sus ocho, que yo sepa, embarazos, no solo dudó, sino que es posible que se arrepintiese más de una vez de estarlo de nuevo.

A todos los hijos parió, a todos crio, de todos se preocupó y a todos los que quedaban vivos seguía visitando ya bien mayor, en la ronda diaria que hacía hasta que murió.

Los bebés vienen al mundo con un instinto de supervivencia increíble; son capaces de desplegar tantas habilidades para seducirnos que es difícil sustraerse a ellas y suelen conseguir que sea accesorio el haberlos deseado o no. Parece que supiesen de serie aquello que del roce nace el cariño. Así que tanto si vuestro deseo es tan fuerte, que aun teniendo dificultades estáis acudiendo a especialistas para que os ayuden, como si nunca los habéis deseado, tú o tu pareja o ambos, preparaos, pues se hacen querer casi desde el primer momento.

El concepto de hijo deseado, hijo querido o hijo planificado es muy reciente, de los últimos 100 años y desde que existe, ni los seres humanos —los deseados— son más felices, ni ha disminuido la injusticia en el mundo y seguimos matándonos en guerras terribles, así que no nos armemos tanto lío: por ser modernos, deseemos y planifiquemos a nuestros hijos si nos da tiempo, pero si no, bienvenidos y bien queridos sean. Brindemos por ellos y amémoslos sin complejos ni culpas, ni normas. Rechacemos como en la canción el cómo pudo haber sido y no fue.

TIEMPO DE CONOCERLOS

Si no sois maestros de parvulitos o cuidadores en una guardería, o pediatras o enfermeras de pediatría, o los hermanos muy mayores de la familia, es posible que no estéis acostumbrados a la sensación única de estar con niños, de convivir con ellos, de ver sus alocados ritmos, su absoluta y fatigosa para los adultos vitalidad, sus rápidos cambios de humor, su picardía e inocencia, su falta de prudencia ante peligros cotidianos, lo hábiles que son para sus cosas y lo que les falta por aprender, lo ruidosos que son, lo que cansan el brazo y la columna del adulto que los sostiene...

Y no estáis acostumbrados, entre otras cosas, porque a los niños los hemos apartado en todo el orbe industrializado de nuestra vida cotidiana y más cuanto más pequeños son: les creamos un mundo aparte. No participan de reuniones de mayores, no van al teatro o al cine, y si no tienes amigos o familiares que tengan niños, apenas los ves porque, para leer el periódico, si no tienes niños, no te pones cerca del parque donde juegan y están con sus mamás y papás. Nos hemos desacostumbrado de ellos y en realidad nos molestan a fuerza de no oírlos ni verlos.

Por eso puede resultar conveniente, tanto si estáis pensando en tener hijos como si ya viene de camino, que empecéis a invitar a amigos con hijos a vuestra casa, salid con ellos, mirad cómo les dan de mamar, cómo les cambian el pañal, cómo los tranquilizan, qué hacen, de qué hablan esos amigos, qué películas ven una y otra vez (infantiles, claro), cómo hacen para ir al cine si es que van...

Id cogiendo experiencia, es la mejor manera, mucho más que la de los libros, incluido este. Cuando volváis de casa de los amigos con hijos seguid leyendo, ahora toca ir a verlos...

TIEMPO DE EMBARAZO

Si tenéis la suerte y posibilidad de tener una matrona en vuestro centro de salud que haga talleres conjuntos para madres de niños nacidos y madres embarazadas, no conozco lugar mejor donde aprender de qué va todo esto. Si no, es posible que podáis asistir en otro centro en el que sí sea posible. Y no estoy hablando de los talleres de preparación al parto, que por supuesto son fundamentales. Es algo más, son talleres de preparación a la crianza, a la lactancia, a vuestra nueva vida con vuestros hijos.

Cuando a finales del pasado siglo formé parte de la organización y del profesorado de los primeros cursos de formador de formadores en lactancia materna impulsados desde la Dirección de Salud Pública de la Conselleria de Sanitat por las doctoras Ana Fullana y Carmen Barona, los primeros cursos asistí a todas las clases teóricas y prácticas por ver cómo se desarrollaba todo y aprender del resto del profesorado. Tuve la oportunidad de conocer y quedar impresionado por el taller de Moncada de la matrona Amparo Fraile y advertí ya lo que años más tarde, acompañando a mi nuera y mi nieta, me está confirmando la asistencia al taller de Benimamet de la matrona Carmen María Pons: allí estaba la transmisión del saber, la cultura de la crianza.

Si la lactancia va a ser rescatada del mundo médico por los llamados grupos de apoyo, la crianza lo va a ser en estos talleres en los que grupos de mujeres, solidarias, guiados de la manera menos intervencionista posible por personal sanitario (la matrona), en un espacio ciudadano de libertad, se ayudan mutuamente en cuestiones muy diversas y que afectan de manera importante a sus vidas en una sociedad en la que la transmisión del saber primitivo, cotidiano, el saber de verdad, ya no tienen espacio real ni práctico en ningún otro sitio; y los libros no te lo pueden resolver todo ni mucho menos desde sus páginas de papel. Los atributos de la tribu desaparecida de nuestra sociedad hace más de un siglo renacen en estos talleres, verdaderos crisoles de transmisión de conocimiento y de terapia espontánea y eficaz de grupo.

Si estás embarazada y tienes la oportunidad, vas a ver en estos talleres mujeres que hablan con una autoridad y una dulzura inigualables y que no dicen tonterías, pues la autoridad se la da la experiencia propia y la aprendida de otras madres, cuentan lo que les pasó a ellas, cómo fueron resolviendo problemas, cada una a su modo, sin que ello quiera decir que a ti te sirva otra manera, pero ahí la tienes para que la valores. Se juntan, se apoyan, consuelan a la nueva que llega destrozada por un problema que ellas comprenden muy bien, pues ya les pasó y resolvieron... Verás que hablan de temas que tú ya te estás planteando y que ni tu ginecólogo ha sabido aclararte ni tu pediatra te podrá explicar. Es tan profundo, claro y cotidiano lo que allí se habla que a mi edad lamento no haber ido más veces antes y me parece un desperdicio que pediatras, ginecólogos y médicos de familia no pasen de forma reglada por varios de estos talleres como parte de su formación: perderían rigidez en sus planteamientos universitarios vacuos de contenido real y sentimientos y ganarían en sabiduría y comprensión para cuando estuviesen delante de una madre. Sabrían algo tan básico como qué se puede decir y qué no se debe decir a unos padres y menos a una madre. He visto cómo mujeres sin estudios de psicología ni de técnicas de comunicación acompañan el llanto de una madre en silencio, con respeto y amor sin interrumpirla, sin estropearlo todo con esa frase o similar que nos sale a los sanitarios a la primera de cambio en la consulta: «Venga, mujer, no llores que no pasa nada...» Sí que pasa, si está llorando es que pasa algo, ¡por favor!

TIEMPO DE COMPRAS, DE REGALOS

HERENCIAS Y TRUEQUES

El embarazo es un tiempo tentador para todos de conseguir el máximo de cosas para el futuro bienvenido. A veces parece un concurso a ver quién da más, los abuelos paternos no pueden ser menos que los maternos y si ellos han comprado la cuna los otros comprarán el cochecito y lo que sea necesario, faltaría más. Un sinfín de revistas y multitud de foros en Internet, muchos de ellos hábilmente propiciados por marcas comerciales de productos para bebés, bombardean a madres y padres. La tentación es fuerte, deseas ser previsora y que todo esté a punto para cuando sea preciso. Tenerlo todo para cada circunstancia, el día del parto, la estancia en el hospital, la vuelta a casa, lo preciso para dar de mamar o calentar un biberón, salir a pasear con lluvia o con sol, bañarlo, peinarlo y cortarle las uñitas...

En especial si es el primer retoño, el primer nieto, se cometen muchos excesos, que incluso comprometen el espacio físico de nuestras viviendas que hoy día no suelen ser grandes y muchas veces desprovistas de trasteros, así que o regalas lo inútil o lo devuelves o lo revendes por Internet. Y quedas escarmentado para el segundo, o no.

El bebé lo único que necesita de veras es los brazos y el pecho de su madre (aunque no le dé el pecho), y cuando esta tiene que descansar, los de su padre o pareja (el pecho también, pues les encanta estar apoyados contra pechos calentitos, con o sin pelo y sentir el bum-bum del corazón). Todo lo demás es accesorio, todo.

Hay madres muy expertas que me han dicho que cometieron menos errores y excesos cuando fueron adquiriendo los adminículos «necesarios» poco a poco, reflexionando conforme pasaba el tiempo y se hacían a la idea de cómo querían criarlo, alimentarlo, llevarlo, dormir, etc.

Es muy probable que tengáis familiares y amigos o conocidos que han tenido niños antes que vosotros y hasta serían felices de dejaros por una temporada las cosas que compraron o les regalaron y que ahora les ocupan trasteros y armarios. Comentadlo con ellos. Muchas de las cosas que gastan los recién nacidos y lactantes se emplean tan poco tiempo que están como nuevas aun después de muchos usos. Incluso en foros de madres y en talleres y grupos de apoyo como los que hemos comentado anteriormente, puedes tener garantía de disponer de objetos en buenas condiciones y prestados amablemente o adquiridos a buen precio.

Dicho lo cual, podemos hacer un repaso de cosas útiles, cosas inútiles o poco útiles y cosas a no tener ni regaladas. He preguntado a varias madres y esto es lo que me han dicho, y otras cosas yo me las sé de buena tinta.

Lo que no comprar o aceptar ni regalado:

A los papás de Adrián les habíamos advertido como a todos los que nacían en el hospital en el que era yo jefe de servicio por aquella época que el tacataca era peligroso. En una guardia me lo trajo el SAMU con 11 meses sin conocimiento tras haber caído rodando escaleras abajo cuando circulaba a toda velocidad dentro de su tacatá. Tenía un gran hematoma en la cabeza que pronosticaba una fractura de cráneo, un diente incisivo perdido y una herida ancha en el mentón. Afortunadamente en el TAC que le pedí no había hemorragia cerebral. Adrián se recuperó bien y hoy tendrá unos veinte años, pero se ganó una fractura de cráneo, la irradiación de un TAC en la cabeza, cinco puntos de sutura y el susto de estar hospitalizado y con goteros y gente extraña cuatro días.

Los padres, en urgencias, vieron un cartel que habíamos elaborado en contra del tacatá, cuyo lema era «Con el Tacatá, ¡tocotoc!», y me dijeron que lo conocían, pero que como se lo habían regalado pensaron que eso a ellos no les podría pasar, lo del descuido de dejarse abierta la puerta de la escalera... tan solo un momento, el que necesita un lactante en andador para precipitarse por ella.

Si os lo han regalado, devolvedlo o canjeadlo por cualquier otro objeto no peligroso. Son mucho más seguros los parquecitos, cerrados o no, y los asientos fijos.

Trastos no necesariamente útiles:

Cosas útiles en general:

Christine recuerda muy bien el inmenso alivio que le supuso el ponerse el sujetador que le fue a comprar mi madre al día siguiente de nacer nuestra primera hija. Yo no me di cuenta: eran cosas de mujeres.

Cosas para más adelante:

TIEMPO DE PREPARAR EL NACIMIENTO.

PÚBLICA, PRIVADA O DOMICILIO

Aún hoy hay madres que acaban en un paritorio o quirófano con temperatura fría y corrientes de aire, con luces intensas de espectro blanco, cegadoras para su bebé que viene de un mundo cálido y anaranjado, rodeadas de muchas personas (puede haber más de diez en ocasiones) vestidas de diversos colores que van del verde al blanco, de las que muchas, o ninguna, se han presentado ni dicho su nombre o cargo ni buenos días ni lo que les van a hacer o al menos planteado el porqué con ellas, soportan conversaciones del personal sanitario absolutamente impropias para el momento y cuando nace su bebé, aunque esté perfectamente, se lo apartan para llevarlo a un aparato lleno de luces y tubos que aspiran lo que quizá no hace falta y administran oxígeno frecuentemente superfluo, golpeándole sin necesidad las plantas de los pies o exprimiéndole con cierta saña el tórax hasta conseguir que llore, mientras ellas, sus madres, se preguntan llenas de angustia: «¿Qué está pasando?... ¿Qué está pasando?...»

Quizá tuviste suerte, porque lamentablemente es una lotería y nada de esto te pasó y el trato fue correctísimo (afortunadamente hay muchos profesionales excelentes y sensibles repartidos por la geografía del país), o estabas advertida y elegiste dónde ibas y nada de lo anterior ocurrió.

Quizá ya te pasó, incluso habiendo elegido lugar y personas, y te sientes mal por lo que te (os) pasó, como si fuese culpa tuya el que tus sueños para ese día se hubiesen roto. La tremenda insensibilidad de los que te atendieron no la pudiste evitar ni tú ni tu pareja, eso es todo y la culpa no es tuya, es de ellos.

Si aún no ha llegado el día soñado, estás a tiempo de planear con tino el cómo quieres que suceda el nacimiento de tu hijo. Lo más habitual es que tu matrona pueda ayudarte a ello. Muy posiblemente de su mano conocerás el hospital en el que darás a luz, que deberá ofrecer una buena comunicación contigo y aceptar discutir el plan de parto elaborado con ayuda de tu matrona. Un plan de parto es un documento en el que das a conocer al equipo de personas que va a atender tus deseos y preferencias sobre el proceso del parto y el nacimiento.

Es bueno saber que la ley ampara el derecho que tienes a tu seguridad y la de tu bebé, a ser protagonista de tu parto y al máximo respeto debido, entre otras muchas cosas: en 2010 el Ministerio de Sanidad de España publicó el trabajo encargado a un grupo de expertos entre los que nos encontrábamos además de dos pediatras, ginecólogos, matronas, anestesistas y especialistas en Salud Pública y evaluación de tecnología sanitaria, mujeres representantes de asociaciones que pretenden una atención respetuosa y de calidad para madres e hijos durante el embarazo, el parto y el posparto, en concreto la asociación El Parto es Nuestro (www.elpartoesnuestro.es). El trabajo realizado, de más de un año de duración, recoge lo que se sabe científicamente seguro que es bueno para la mujer y su recién nacido y ha sido publicado en una versión para profesionales: Guía de Práctica Clínica sobre la Atención al Parto Normal.

El ministerio también ha publicado la versión para madres: Atención al parto normal. Guía dirigida a mujeres embarazadas, a los futuros padres, así como a sus acompañantes y familiares, elaborada por cinco mujeres del mismo grupo de trabajo y magníficamente ilustrada por otra, de 35 páginas y cuya lectura es amena y absolutamente recomendable

http://www. msc. es/ organizacion/sns/planCalidadSNS/pdf/ equidad/guiaPracParMujer.pdf

Y, desde luego, elaborar un plan de parto en el que puedas expresar tus preferencias al personal que va a atenderte es un derecho que reconoce el mismo ministerio en Plan de Parto y Nacimiento

http://www. msc. es/ organizacion/sns/planCalidadSNS/pdf/ equidad/planPartoNacimiento.pdf

Tu matrona o ginecólogo pueden ayudarte a rellenarlo si hay alguna duda.

Si estás tentada de tener un parto fuera del sistema sanitario público, pensando que van a respetar más tus deseos en otro lugar, tienes dos alternativas: el parto en una clínica privada y el parto en tu propio domicilio. Antes de decantarte por una de ellas, es aconsejable agotar todas las pesquisas que puedas hacer por encontrar un hospital público en el que tus expectativas puedan cumplirse: afortunadamente va habiendo cada vez más equipos que dejan menos posibilidad al azar del equipo de guardia de turno el cómo te puedan atender. Infórmate con tu matrona y con grupos locales de El Parto es Nuestro, atrévete junto a tu pareja a solicitar entrevistas con matronas y ginecólogos de los hospitales públicos de tu región: aprecia su accesibilidad, sus actitudes ante tus preguntas o la exposición de tu plan de parto y saca tus propias conclusiones.

En un parto son fundamentales la seguridad de madre e hijo y el respeto hacia ellos. Si uno u otro fallan, el resultado es catastrófico. Es preciso tener las ideas claras y saber que no tiene nada que ver parto respetado con parto natural. El término natural, del que hablaremos en varios lugares de este libro, asimilado a inocuo puede pervertir algunas decisiones importantes en nuestras vidas: al amparo de lo natural algunos confunden ciertas intervenciones humanas como anómalas, contra natura, pensando que lo natural es bueno y lo logrado por la humanidad, no. Pues no: lo natural no es bueno ni malo, es simplemente natural, y si no, pensemos en un rayo: nada hay de más natural, pero quiera el cielo que no nos caiga encima. Y entre los logros de los humanos, no todos son perjudiciales o dañinos, aunque sí bastantes y otros, según cómo se empleen, también.

Evolutivamente sabemos que la cadera en los homínidos antecesores de humanos fue basculando, cambiando de forma, descendiendo algo entre las cabezas de los fémures (los huesos largos de nuestros muslos), consiguiendo en nuestra especie que el centro de gravedad de nuestro cuerpo se situase en un lugar más bajo, de tal manera que la posición bípeda nos fuese fácil de mantener, casi como a los tentetiesos, abandonando nuestra condición de cuadrúpedo por la bipedestación. Ese cambio, en la cadera, respecto a nuestros parientes más próximos, los simios, ha condicionado el dominio de nuestra especie en este mundo, al dejarnos las manos (patas anteriores) libres para fabricar herramientas.

Como fuere, lo que en términos adaptativos globales supone una mejora para la supervivencia de los homínidos, hace que el parto, de poca dificultad (distocia, decimos los médicos) en los primates, necesite asistencia en los humanos, convirtiéndolo en una actividad social más que en un comportamiento solitario debido a ese porcentaje de dificultades que pueden ocurrir en su transcurso y que los expertos estiman en alrededor de un 15 % de los partos (1 de cada 7 partos). Así, mientras que nunca se ha visto a ninguna vaca o chimpancé ser solícita con alguna de sus congéneres pariendo, la mujer, de tiempos inmemoriales ha pedido ayuda, generalmente a otras mujeres con experiencia, sean familiares o vecinas, o más o menos profesionalizadas, llámense parteras, matronas, comadres, comadronas, en catalán llevadores o el estupendo y certero término francés sage-femme (sabia mujer, la mujer que sabe sobre mujeres).

No debemos olvidar que el parto no asistido paga, aún hoy, un peaje terrible a expensas de muertes maternas y del bebé que lo hacen de difícil asunción en nuestro medio y que rehúso de llamar natural, pues no es natural tanto sufrimiento pudiendo evitarse: cada día mueren muchísimas mujeres en el mundo a consecuencia de partos no asistidos o asistidos en malas condiciones o por personal incompetente y mueren o quedan con terribles secuelas de por vida millares de niños recién nacidos.

Así pues, no hay que ser ingenuos y el parto, en hospital público o privado o en domicilio, debe ser asistido y por personal bien competente, que sepa lo que se hace: nos asisten miles de años de historia, miles de nacimientos, miles de ensayos y errores, para exigirnos que el profesional que nos atiende, además de ser un encanto de nuestra confianza, lo sepa todo del parto: tú y tu bebé tenéis que estar seguros. Para algo la mortalidad materna media en países en vías de desarrollo es de 440 muertes maternas por cada 100.000 nacimientos (con escalofriantes cifras de más de 1.500 por 100.000 en países como Sierra Leona, Afganistán, Níger y Angola) y de menos de 20 por 100.000 en países desarrollados (en concreto, 5 en España) y la mortalidad infantil ha bajado en los países desarrollados de más de 100 por mil nacimientos en 1900 a menos de 5 por mil en la actualidad.

En el sistema público, hoy por hoy, las garantías en España son buenas por imperativo legal: las matronas serán matronas tituladas y su formación teórica y práctica las hace muy competentes y atentas como he podido apreciar en la inmensa mayoría de las que he ido conociendo en los últimos 20 años. Los ginecólogo-obstetras, asimismo, serán obligatoriamente titulados, lo que implica seguridad en la mayoría de las ocasiones, aunque son de los especialistas médicos más lastrados por hechos sociológico-profesionales:

En el sistema privado las anteriores garantías de titulación no se dan por supuestas y los lastres descritos son igualmente posibles, es decir, es obligatorio saber si matronas y ginecólogos son titulados y cuál es su experiencia y actitudes. Es preciso preguntar claramente, informarse por conocidos y amigos y saber qué tasas de cesárea tienen. En España la tasa de cesáreas global es del 25 % en estos años, es decir que a una de cada cuatro mujeres se le practica la cesárea. En los hospitales públicos es del 20 % (una de cada cinco) y en los privados del 35 %, o sea más de una de cada tres mujeres. En algunas clínicas privadas estas cifras suben al 60 %: a más de una de cada dos mujeres se les practica la cesárea. Como está bastante claro que las mujeres que van a clínicas privadas no tienen por qué tener una pelvis diferente que haga más imposible el parto, solo nos queda pensar que hay otras razones que nada tienen que ver con la medicina ni con el sentido común y a veces con la honestidad, para justificar esas desproporcionadas cifras de cesáreas. Ni tú ni tu hijo os merecéis una cesárea innecesaria. Así pues, privado si queréis y podéis costearlo, pero sobre todo si sabéis, si conocéis.

El parto en domicilio parece una opción muy diferente, sobre todo si en las anteriores, pública o privada, no encontráis sensibilidad hacia vuestros proyectos. La gente de mi generación y hasta los años sesenta del pasado siglo nacimos mayoritariamente en casa y aquí estamos, claro, los que estamos. A partir de los ochenta y sobre todo de los noventa se generalizó el parto en medio hospitalario y en España el parto domiciliario hoy constituye una rareza.

Es la opción más cara, no está cubierta por la Seguridad Social, es la única en la que te aseguras que te va a atender una persona específicamente conocida y elegida por ti, pero es la opción en la que más hay que asegurar, valga la redundancia la seguridad, tuya y de tu hijo. En algún que otro país del entorno europeo está muy extendida, constituyendo alrededor de la tercera parte de los partos totales del país; el gran número de profesionales, matronas casi en exclusiva, que se dedican a ello y el estar cubierto por la Seguridad Social de esos países son garantías de competencia de los profesionales y buena asistencia. En nuestro país, al ser una opción minoritaria y sin control sanitario oficial, la responsabilidad es de la propia madre o pareja el asegurarse de en manos de quién ponen su seguridad y la de su hijo. Normalmente, los profesionales que se atreven a asistir a este tipo de parto están estupendamente formados, pero al igual que debemos asegurarnos de cómo y por quién se nos va a atender en el hospital público o privado, no tenemos que dar por supuestas la titulación, capacidad real de atención y respeto del profesional que elijamos y cumplir unos mínimos requisitos de prudencia: no planearlo en embarazos o partos de riesgo, ni en gemelares, prematuros, presentaciones distintas de la cefálica (cuando el bebé no viene de cabeza) y tener coche y hospital a menos de media hora de distancia, son algunos. Un reciente informe comparando más de 300.000 partos hospitalarios con más de 200.000 domiciliarios, todos ellos en países desarrollados de nuestro entorno, describía una mortalidad del recién nacido triple en los partos domiciliarios respecto a los hospitalarios, pero similar cuando el parto domiciliario había sido atendido por un profesional titulado; es decir, que no todo vale.

Como conclusión a este punto, creo que no se puede olvidar ese alrededor del 15 % de distocias (dificultades durante el parto) que existen y que nos obliga a prevenir, identificando el parto de riesgo, y prepararse para cualquier eventualidad. El perfecto conocimiento de las enfermedades maternas, del riesgo en cada embarazo y parto decidirán tanto la presencia o no de un pediatra o reanimador experto, como el lugar más adecuado para nacer: hospital, casa de parto o domicilio, así como la dotación mínima de aparataje y personal en cada caso.

TIEMPO DE HABLARLES

Tras más de treinta años de trabajos de investigación realizados sobre audición intrauterina, hoy día no queda ninguna duda de que la audición prenatal es una realidad, en especial a partir del 7.° mes de embarazo y de que las experiencias auditivas prenatales condicionan las posnatales. El oído es el sentido que se desarrolla antes en los bebés: las estructuras anatómicas ya están completas entre el 4.° y 5.° mes y la audición comienza entre la 26 y 28 semanas (de 6 meses a 6 meses y medio). Es a partir de esa edad que se han observado respuestas en los bebés dentro del útero al exponerlos a diversos estímulos sonoros: les cambia la frecuencia de los latidos del corazón, pueden mover cabeza, tronco y extremidades y parpadear según la edad de gestación, entre otros hechos comprobados y medidos. Como en otras adquisiciones del desarrollo, las niñas empiezan a responder a edades algo más tempranas que los niños.

Podríamos hablar de los elementos del entorno acústico del bebé dentro de su mamá. Así como el entorno visual es muy pobre, pues apenas perciben ocasionalmente un débil resplandor en tonos anaranjados de la luz que pueda filtrarse a través de la pared abdominal y la del útero, el acústico es muy rico. Esto explica que el adiestramiento visual comience prácticamente tras nacer, mientras que no es así con el auditivo que empieza en el período prenatal y hay una continuidad entre el aprendizaje intrauterino y el posnatal.

El ruido placentario (sí, la placenta hace un ruido como un soplo o zumbido ocasionado por la sangre que se filtra y circula a través de ella) y los ruidos de los órganos internos de la madre: latido cardiaco, respiración y digestión son el decorado acústico de fondo. De este mar de sonidos, bastante rítmico y de timbre grave, emerge de forma clara para el bebé la voz de su madre, voz que oye perfectamente. Además se ha podido demostrar que todos los sonidos cercanos a la madre con una intensidad mayor de 60 decibelios llegan al interior del útero: la música y otras voces pueden ser escuchadas por el bebé. Hay algo de distorsión y atenuación de los sonidos, sobre todo los agudos, pero tanto la prosodia (pronunciación y acentuación) de las palabras como sus características fonéticas se preservan bastante bien.

Se ha podido comprobar que la simple exposición de la madre a la música mejora las puntuaciones de la escala de evaluación del comportamiento neonatal de Brazelton (una escala ideada hace más de treinta años por este pediatra estadounidense para valorar el comportamiento de los recién nacidos y cómo se sienten) y algunos estudios indican que oír música durante el embarazo mejora el desarrollo psicomotor de los lactantes al menos durante el primer año de vida, aunque sin que esto tenga repercusiones conocidas posteriormente.

Al poco de ejercer de pediatra, una vez acabados los cuatro años de formación MIR de Pediatría, que fue muy dura e instructiva, tenía más tiempo para fijarme en los grandes detalles que me habían sido enseñados como pequeños o simplemente ignorados. Empecé a observar cómo recién nacidos a los que por entonces separábamos sistemáticamente de sus madres para «reanimarlos», es decir para molestarlos en realidad, pues no precisaban ninguna reanimación la inmensa mayoría de ellos, al volverlos con sus madres en un estado mezcla de desconsuelo y enfurecimiento, y cogerlos ellas en sus brazos y hablarles muy bajito, no tardaban ni medio minuto en tranquilizarse por completo. Tardé tiempo en comprender que era la voz de sus madres y quizá su olor y calor lo que los calmaba.

Más interesante que el intentar que nuestros hijos devengan genios a base de escuchar música dentro de su madre, hecho que queda lejos de estar probado, la utilidad que tiene todo este bagaje de conocimientos es que se sabe que hay memoria y discriminación auditiva prenatal a partir de las 30 semanas de gestación (unos 7 meses): los sonidos prenatales influenciarán las preferencias posnatales auditivas del bebé. Los recién nacidos distinguen y prefieren la voz de su madre a otras voces de mujeres u hombres y lo que es más sorprendente, prefieren escuchar el idioma en el que hablan sus padres, aun hablado por otras personas, que los sonidos de otra lengua.

Las músicas oídas durante el período prenatal y, en especial las canciones de cuna que les puede haber cantado su madre en las últimas semanas del embarazo, ayudan a mecer y dormir a los recién nacidos y lactantes. Algunos investigadores han visto que la música de Mozart es quizá la que más tranquiliza a los recién nacidos y lactantes, en especial si la han oído previamente dentro de su madre.

No obstante, no todos somos Mozart y hasta es posible que seamos algo o muy negados para la música; no importa: el amor de los hijos a estas tiernas edades es ciego, así que aunque desafinéis, seguro que le podéis cantar bonitas canciones de cuna antes del nacimiento; se sabe que eso les gusta y seguro que os resultan una buena inversión de futuro para apaciguarlo en momentos de penita que tendrá a veces tras nacer y que no se sabe por qué. Eso sí, me pregunto si hay que seguir desafinando de modo similar para que no note la diferencia...

Tú puedes cantar como quieras, pues tu bebé te va a oír perfectamente incluso a partir de 20 decibelios. Si le vais a poner música o va a cantar el papá o pareja durante el embarazo, ya habéis visto que hay bases para hacerlo a partir del final del sexto mes. Volúmenes elevados y frecuencias inadecuadas podrían ser nocivos para el desarrollo auditivo y regulación de conductas. No es preciso poner auriculares o cascos en tu barriga, aunque se puede hacer; basta con que la fuente de sonido, voz o música esté cerquita de la mamá y, en cualquier caso no sobrepase los 100 decibelios, pero tampoco que baje mucho de los 60, pues si no, no lo oirá.

Hay mamás que me han confesado, sin saberse tantas teorías, que es emocionante y placentero cantarles y hablarles durante el embarazo, que les da una imagen muy real de la criatura y lo imaginan ya en sus brazos.

Así que si te apetece, háblale, cántale, que, simplemente, es muy bonito.

SABER MÁS. REFERENCIAS

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Arsuaga, J. L., El collar de Neandertal. En busca de los primeros pensadores, Temas de Hoy, Madrid, 1999. Arya, R., Chansoria, M., Konanki, R. y Tiwari, D. K., «Maternal Music Exposure during Pregnancy Influences Neonatal Behaviour: An

Open-Label Randomized Controlled Trial», International Journal of Pediatrics, vol. 2012, art. 901812.

Chelli, D. y Chanoufi, B., «Audition Fretale. Mythe ou réalité», Journal de Gynécologie Obstétrique et Biologie de la Reproduction, vol. 37, núm. 6, París, octubre de 2008, pp. 554-558.

Donnelly, A., Snowden, H. M., Renfrew, M. J. y Woolridge, M. W., «WITHDRAWN: Commercial hospital discharge packs for breast-feeding women», Cochrane Database of SystematicReviews, vol. 18, núm. 2, julio de 2007, CD002075.

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