Con el corazón en la garganta, Kara corrió hacia el lugar donde había visto a David por última vez.
“¡David!” gritó. Olvidando todas las cosas desagradables que le había dicho, Kara salió disparada a través del parque como un leopardo salvaje. Tenía que salvarlo.
Su intuición le gritaba que algo estaba muy mal, la vida de David estaba en peligro. Había percibido sombras de criaturas oscuras y amenazantes toda su vida, incluso algunas veces hasta las había visto. Siempre parecían estar siguiéndola, pero esta noche estaban tras de David. La imagen de la figura oscura oscilaba en su mente una y otra vez, no sabía lo que iba a hacer una vez que la alcanzara. A pesar de que sólo la había visto a la distancia, ella podía calcular que tenía más de seis pies de altura. Y hasta donde ella sabía, no era exactamente una ninja ni una súper heroína, así que tendría que improvisar.
¿Dónde estaba el Sr. Patterson? Ella podría usar su ayuda… y su bate. Le parecía extraño que él no hubiera aparecido, pero ahora era David quien necesitaba su ayuda. Ella tendría que lidiar con su jefe después.
Las hojas crujían bajo sus zapatos mientras corría a través de la primera línea de árboles.
La densa oscuridad la golpeó como un muro de muerte y tropezó con una raíz, estrellándose contra el suelo y raspando sus rodillas. Maldiciendo, se levantó y esforzó su vista para ver a través de la ominosa e impenetrable oscuridad. El aire estaba caliente, rancio, y olía como si algún animal grande estuviera pudriéndose en el bosque.
Pero había algo más, como un olor a humo, o el aroma de una pequeña fogata. Kara se quedó inmóvil, escuchando. Esperó unos momentos para permitir que sus ojos se adaptaran a la oscuridad, no tenía sentido correr a ciegas, y no podría ayudar a David si se perdía o se lastimaba. El bosque era peligroso, especialmente por la noche. Necesitaba calmarse y ser inteligente.
Apenas y podía distinguir su mano delante de su cara. ¿Cómo podría encontrar así a David? Un grito atravesó el silencio.
“¡David!”
Kara se estrellaba a ciegas por el bosque mientras corría hacia el sonido de los gritos. Ramas tan afiladas como cuchillas le cortaban la piel de su cara y las manos. Gritó. Podía sentir la sangre corriendo por sus mejillas, pero no se detuvo. Esperaba estar corriendo en la dirección correcta.
Sus pulmones le quemaban cuando abría la boca para respirar, era como correr en un sauna. El aire estaba demasiado ligero, demasiado caliente… no era normal.
Tropezó otra vez pero logro estabilizarse, y luego se detuvo y escuchó. No había más sonido que el crujir de las hojas y el latido acelerado de su corazón. Ella lo había perdido. Ella estaba perdida.
"¡David! ¿Dónde estás?", bramó.
Otra vez escuchó atentamente, pero sólo el bosque susurraba detrás de ella. Las ramas se agitaban en el viento. El olor a tierra mojada y descomposición llenaba el aire a su alrededor, sofocándola, como un perfume pesado.
"¡Kara! ¡ ¡Ayúdame!" La voz de David vino desde lo más profundo en el bosque.
Kara sostuvo su aliento. No había duda en su mente de que esa era la voz de David.
Buscó a ciegas, frenéticamente, sobre el suelo, hasta que encontró una rama gruesa que igualaba la sensación y el tamaño del bate de Sr. Patterson y salió corriendo por el bosque.
Estaba cerca, muy cerca. Ella podía oír el terror y el dolor en su voz, estaba asustado, algo le estaba aterrorizando.
Con imágenes del cuerpo de David siendo desmembrado por alguna criatura demoníaca pasando por su mente, corrió a través del bosque oscuro, tropezando y chocando con los troncos de los árboles en la oscuridad.
Pero aunque Kara seguía corriendo, parecía no acercarse a él nunca. Se topó con más árboles y más oscuridad, pero no había huellas de David.
Se detuvo. Sus pulmones se le desgarraban con cada respiración. ¿Tal vez estaba corriendo al lado contrario? ¿Habría corrido demasiado y en la dirección equivocada? Peor aún, no tenía idea que dónde estaba el norte o el sur, y mucho menos por cuánto tiempo había vagado. Sabía que estaba perdida.
"¿David? No puedo encontrarte. ¡Dime dónde estás!"
Ella esperó y escuchó cuidadosamente.
No hubo ninguna respuesta. Estaba sola, en las profundidades del bosque, totalmente perdida.
Un viento fresco acarició su cabello y su cara y se sintió renovada. Vio hacia arriba, al rayo de luz plateada que se derramaba desde una abertura en la parte superior de los árboles. Aunque las nubes grises corrían rápidamente por el cielo azul oscuro, la luna aparecía como un disco blanco brillante entre ellas. Le resultaba extraño cómo había llegado de rápido la noche, pero no tan extraño como estar en medio del bosque del olvido. El aire olía demasiado a azufre, y podía sentir la electricidad en el aire mucho más que antes. Respirando pesadamente, caminó despacio y tropezó con un claro en el bosque. El suelo se sentía suave, como si caminara sobre bolas de algodón, y el aire era más fresco. Pronto pudo distinguir claramente su entorno.
Estaba parada en un claro circular. Ella tosió, el hedor de la carne podrida era más intenso ahora. Era casi como si estuviera justo al lado de un cadáver en descomposición, pero cuando ella revisó el terreno, no había nada. ...
De repente, Kara sintió una presencia detrás de ella. Con su aliento atrapado en la garganta, se dio la vuelta.
Había un hombre parado en el claro.
Kara dio un paso hacia atrás. "¿Quién, quién eres? ¿Dónde está David?”
Cuando el hombre caminó y se posó bajo la luz de la luna, Kara dejó de respirar.
Él la veía con sus grandes ojos amarillos con irises rayados, como los de un gato. Podía ver venas negras que brillaban como tatuajes bajo su delgada piel blanca. Su malvada sonrisa reveló una boca llena de afilados dientes negros que parecían haber sido afilados como agujas puntiagudas, y llevaba una túnica de cuero larga y un pantalón negro, casi como un disfraz medieval. Era alto, y su largo cabello negro caía sobre sus hombros cuadrados. Parecía descendiente de un vampiro y un zombi.
"Hola de nuevo, Kara".
Kara dio otro paso atrás y bajó un poco la rama que llevaba asida en su mano.
"Cómo… cómo…" tartamudeó, luchando para recuperar la fuerza en su voz. "¿Cómo sabes mi nombre? ¿Quién eres?"
La sonrisa del extraño se extendió. “Soy un amigo, no te asustes”.
Salía humo gris pálido de su piel, como si su cuerpo estuviera en fuego y hubiese sido rociado con agua. El humo se disipó.
Kara se sentía asqueada por su peste a carne podrida. Era muy desagradable.
Ella se tensó, los ojos de gato del extraño le penetraban el cerebro y no podía evitar su mirada. Estaba congelada, y en su miedo, había olvidado por qué estaba allí. Él la veía con entusiasmo, como si ella estuviera a punto de convertirse en su próxima comida.
Kara sacudió la cabeza. Sus monstruos siempre habían sido sombras, nunca algo tan sólido, tan real.
"Esto no puede estar pasando. Usted no puede ser real".
El hombre rio con una risa gutural, inhumana.
“Una clásica respuesta humana”, dijo en una voz como de animal.
Era como si estuviera leyendo su mente.
“No debes permitir que tu débil mente y tus emociones nublen tu capacidad de ver más allá de las capas de los planos, de ver más allá del velo. No estás imaginando cosas, mortal. Ve con los ojos. Ve el más allá”.
Ella no podía hablar. Era real. Esta cosa, este hombre, esta criatura era real. Ella podía verlo y olerlo. Estaba tan cerca que incluso podía sentir su fétido y putrefacto aliento. Se sentía como si estuviera atascada en una de sus pesadillas.
La criatura se movió lentamente hacia ella.
"No te acerques". Su voz se quebraba, y era sólo un poco más fuerte que un susurro.
"Quédate donde estás", dijo con un poco más convicción dando otro paso hacia atrás. Este ser la asustaba, y aunque ella quería desesperadamente echarse a correr, no podía dejar de mirarle. Parecía tener dominio sobre ella, había una fuerza invisible que la hacía permanecer en ese lugar.
Todo esto era demasiado extraordinaria para procesar. Los monstruos existían en el mundo, había uno frente a ella en ese mismo momento, y parecía que iba a comérsela como si fuera un filete mingón. Quería algo de ella. ¿Dónde estaba David?
Ella dio otro paso hacia atrás y sujetó su palo firmemente entre sus manos temblorosas, decidida a luchar.
La criatura la vio lascivamente, complacido al observar su miedo.
Se rio de ella otra vez. "Sí, tienes razón de sentir miedo. Pero ahora, tú y yo tenemos algunos asuntos que resolver”.
La criatura se acercó lentamente, y Kara notó que no hacía ningún sonido, era como si flotara sobre las hojas, en el suelo del bosque. Estaba tan cerca que podía sentir su respiración caliente contra sus mejillas.
"No te acerques más. ¡Quédate donde estás!"
Kara agitaba amenazadoramente su palo de madera mientras veía a su alrededor. ¿Podría huir? Sería un milagro encontrar su camino en el bosque. Y si por algún milagro lograba escapar del bosque, ¿iba esta cosa a seguirla y matarla?, ¿qué quería con ella? Requería de todo su coraje para poder ver a la bestia a los ojos. ¿Qué asuntos podrían tener ella y esta cosa en común? Claramente le estaba tomado el pelo.
"¡Mantente lejos de mí, demonio!" gritó Kara. Su mandíbula temblaba con ira.
"No soy ningún demonio", rujió la bestia "Me insultas gravemente, Kara. Pensé que sabrías, al ver lo especial que eres en nuestro mundo. Tu memoria deja mucho que desear, algo que el tiempo sin duda podrá solucionar”.
La criatura veía constantemente detrás de él, como si estuviese esperando que alguien los descubriera.
"Me temo que no tenemos tiempo para conversar. Alguien ha entrado en el bosque, alguien con quien prefiero no encontrarme". Su rostro se retorció con una sonrisa que le hizo parecer menos como un hombre y cada vez más como una bestia. "Debemos comenzar”.
Kara vio la criatura. Tenía miedo de hablar y hasta de moverse.
"Verás, Kara. Ya habíamos terminado con todo, pero ahora las cosas han cambiado. La vida es la cosa más frágil, inestable e impredecible que hay. De hecho, sólo hay una cosa en la vida de la que podemos estar seguros, y esa cosa es la muerte".
Kara ni siquiera quería intentar hablar. Vio una vía de escape a través de un hueco en los árboles a su izquierda. Si tan sólo ella pudiera distraer a la bestia de alguna manera, pero ¿cómo?
Ella se volvió frente a la criatura, haciendo su mejor intento para no ver esos horribles ojos amarillos.
“¿Dónde está mi amigo? ¿Qué le has hecho a David?"
La criatura se mofó.
"David nunca estuvo aquí. Somos sólo tú y yo", dijo levantando sus brazos, "y los pequeños bichos que habitan en este bosque.
"¡Mentiroso!" gritó Kara. “¿Dónde está él?"
Giró el palo como una espada, impresionada y sorprendida de sus propias habilidades. Tenía la extraña sensación de haber blandido un arma como esta antes, pero, ¿cómo podría ser eso?
Miró al hombre con ojos de gato. "Si le hiciste daño, te juro que voy a… voy a…"
"¿Qué harás?" rio la criatura apuntándole con un dedo. Sus uñas eran unas largas garras afiladas. "¿Vas a herirme con tu palito?"
Metió la mano dentro de los pliegues de su chaqueta y sacó una jeringa, la sostuvo en el aire y la golpeó con su dedo. El obscuro líquido del interior parecía sangre. Sus ojos se llenaron de placer, y miró a Kara como si ella fuera cierto premio esperado que estaba a punto de ganar.
"¿Qué…qué es eso?" El corazón de Kara le latía en la garganta. Dio otro paso hacia atrás y mantuvo sus ojos sobre el extraño líquido negro en la jeringa. "¿Me vas a infectar con algún virus? ¿De eso es de lo que se trata? Estás enfermo. ¡Estás demente!"
Recordó los cientos de películas de zombis que había visto, y aunque ella dudaba que se convertiría en uno, sabía instintivamente que la sustancia negra era mala.
"No vas a tocarme con esa cosa". Kara hizo pivotar su arma de madera y se balanceó sobre sí misma. "Te lo estoy advirtiendo, soy mucho más fuerte de lo que parezco. ¡No te acerques más!".
Esperaba parecer más feroz de lo que se sentía, porque estaba a punto de desmoronarse de miedo. El hombre continuaba admirando el contenido de la jeringa y la ignoró.
"Esta es el alma de mis maestros. Fueron criaturas sumamente poderosas, y lo serán una vez más, muy pronto”.
Él volvió la vista a Kara y continuó: "Ellos fueron echados de su propio mundo porque eran muy temidos. Pero se levantarán otra vez. Eso te lo prometo...”
Kara frunció el ceño, no entendía nada de lo que le decía la criatura. Claramente, estaba loco e iba a lastimarla. David siempre había dicho que los locos eran mucho más peligroso porque creían en sus delirios. Ella deseaba que David estuviera con ella...
La criatura agitó otra vez el contenido de la jeringa. "Con esto, serás más fuerte que nunca. Tus habilidades se desarrollarán y tu poder será ilimitado. Con esto serás invencible, ángel.".
La palabra ángel hizo eco en los oídos de Kara, resonando claramente y luego desapareciendo. Por un segundo sintió que la palabra tenía peso, o algún significado. Pero eso era una locura. El hombre-bestia estaba loco, y de hecho, toda esta situación era una completa locura. Iba a picarla con esa aguja y luego la mataría si no lograba escapar a tiempo.
"Nosotros, las criaturas etéreas, nos hemos visto obligados a vivir una vida de secretos, abandono y rechazo por demasiado tiempo. Nos hemos visto obligados a vivir como espectros y se nos hicieron promesas que nunca llegaron a cumplirse. La Legión nos ha mentido, nos engañó y eligió este mundo, aunque se nos había prometido. La Legión decidió favorecer a la humanidad por encima de los de su propia clase. Pero no por mucho tiempo", se mofó inicuamente.
Sus inquietantes ojos amarillos la quemaban con una mezcla de locura y odio. El corazón de Kara latía en sus oídos. La bestia estaba demente, delirante pero nada de eso importaba. Ella dio otro paso hacia atrás y tragó en seco.
Sintió la mirada de la criatura en su cuello.
"Pensaban que podrían esconderte de nosotros. Intentaron hacerte diferente para que no pudiéramos encontrarte, pero estaban equivocados. Todavía tienes la suficiente esencia para hacerte completa otra vez".
Él sostuvo la jeringa en el aire.
"Esto te hará más fuerte de lo que eras. Tienes tanto potencial, Kara. ¡Hay tanto poder en ti! Tu singularidad, tu fuerza te distinguieron siempre, y tus compañeros te rechazaban, estaban celosos de ti. Nunca perteneciste con ellos, perteneces con nosotros".
“Estás loco. ¡Estás loco!" dijo Kara.
El aire caliente y el olor putrefacto la estaban mareando. Mientras limpiaba el sudor de sus ojos, supo que tenía que escapar antes de que perdiera el conocimiento.
La criatura-hombre sonrió al ver su malestar.
"Tu mostraste un talento y un potencial increíble. Eras poderosa, pero ahora lo serás aún más, mucho más. Tu poder será inigualable, y te convertirá en una criatura de las tinieblas".
Se inclinó ligeramente hacia adelante y la observó, como un gato a punto de abalanzarse sobre un ratón.
"¡Aléjate de mí!" Las rodillas de Kara flaquearon y se esforzó para recuperar su fuerza. Cuando la mirada de la criatura se alejó de ella por un momento, gritó: "¡Sr. Patterson!"
Miró sobre el hombro de la criatura. Por tan solo una fracción de segundo, la criatura se volvió y miró hacia atrás. Era todo lo que ella necesitaba. Tiró el palo de madera y salió corriendo con todas sus fuerzas. Corrió sabiendo que su vida dependía de ello, sabía que si se asomaba sobre su hombro para ver si la bestia iba detrás, estaba muerta. Las ramas rasgaban su piel como las garras de un gato enloquecido, pero ella no aminoró su marcha.
Con su corazón martilleando en su pecho, Kara corrió a través de la espesura del bosque, exigiéndole a su cuerpo tanto como podía.
David. Tenía que volver a verlo...
Justo cuando pensaba que no podía correr más, ella irrumpió fuera del bosque y se encontró con un campo de béisbol. Esperaba que el hombre con ojos de gato apareciera detrás de ella, pero no lo hizo.
Los árboles susurraban en el viento. Kara esperó y escuchó. Nada. Tal vez se había dado por vencido, aunque eso no era nada probable. ¿Tal vez ella lo había perdió en la espesura del bosque?
La luz se derramaba desde los altos postes que rodeaban el campo y podía ver la calle más cercana. Ella se sentía más segura en el bosque. Se masajeó el calambre que tenía en el costado y pensó que era el momento perfecto para volver a casa. Con una respiración profunda Kara comenzó a caminar.
Algo le penetró la piel en la parte posterior de su cuello, como la picadura de una avispa. La quemaba.
"¡Ah!" Kara tocó la parte posterior de su cuello con su mano. Estaba mojado. Con horror, se dio la vuelta.
"Nuestros asuntos son inevitables", dijo la creatura mostrando una dentadura afilada.
"Era absurdo que creyeras que podrías escapar de mí. No puedes esconderte de tu destino, Kara. Estas destinada para esto. Ahora te convertirás en una fuerza terrible y aterradora, una tormenta más poderosa que los cimientos de la tierra. Pronto te consumirá la oscuridad, y vendrás a mí. Todos te temerán".
Él arrojó la jeringa vacía a la tierra como si fuera basura. Kara sostuvo su cuello con su mano y tembló.
"¿Qué me inyectaste?" su voz se quebraba. "¿Qué hiciste?"
Su garganta estaba seca y sentía cómo se le inflamaba, cerrándosele. Retiró la mano de su cuello y vio una mezcla de sangre y líquido negro en su palma.
Mientras veía la mancha en su mano, estupefacta, comenzó a temblar. Sentía frío, luego calor. La invadió la fiebre y su garganta se hinchó hasta que casi no pudo respirar. Luego sintió que su cuerpo ardía, como si hubiera tragado ácido y la estuviera corroyendo desde el interior. Su visión se puso borrosa, apenas y podía ver. Cayó de rodillas mientras trataba de inhalar algo de aire y el mundo giraba a su alrededor como un carrusel.
Kara sabía que iba a morir. Estaba muriendo, y ni siquiera podía clamar por ayuda. Había sido envenenada por un loco, y ahora estaba .agonizando. David. Su madre. Ella nunca volvería a verlos otra vez. Un torrente de lágrimas bañó su rostro. David...
Un estallido repentino de ira rugió desde su interior.
Quería matar al hombre, borrarle esa sonrisa malvada de su rostro para siempre, pero sus brazos cayeron sin fuerzas a su lado. Abrió la boca para succionar algo de aire.
“¿Voy… voy a morir?”
Los ojos amarillos del hombre brillaban con intensidad en la penumbra, como dos pequeños soles. La observó con atención por un momento, como un científico mirando un experimento haciendo efecto ante sus ojos por primera vez.
"No por la inyección”, dijo finalmente, "pero de esto si morirás".
Antes de que Kara pudiera reaccionar, el desconocido la apuñaló en el pecho con un rápido movimiento, con una daga de color marrón oscuro. Un dolor abrasador estalló en su pecho. Ella gritó y se fue de bruces, mientras algo húmedo se derramaba sobre su abdomen y sus piernas, chorreando hasta el suelo. Sentía cómo se vaciaba su esencia vital.
Mientras la herida drenaba su energía, se recargó sobre su espalda y parpadeó, viendo las estrellas brillantes en el cielo. Eran tan hermosas, y le parecía extraño cómo podría pensar en tal cosa justo antes de morir. Sentía los últimos vestigios de fuerza abandonando su cuerpo. Apenas y podía mantener sus ojos abiertos. Trató de girar la cabeza para ver a su asesino una vez más, pero no pudo.
"¿Por qué?" fue todo lo que pudo decir.
El hombre sacudió su obscuro cabello sobre su espalda y se inclinó sobre ella.
"Porque sí. Necesitaba inyectare... y luego necesitaba que murieras. Es necesario morir para que la transformación funcione. Tu metamorfosis no estará completa si no mueres. Las cosas deben morir para nacer de nuevo, ustedes los ángeles saben todo eso muy bien".
La bestia se acercó y limpió una lágrima de los ojos de Kara. Ella no tenía la fuerza suficiente para alejarse.
"Sólo a través de la muerte podemos levantamos con más fuerza. Como la oruga que se convirtiere en mariposa, su tu crisálida es la muerte. Tú te levantarás otra vez, Kara. Y cuando lo hagas, serás extraordinaria”.
Mientras escuchaba al loco hablar sobre los ángeles como si fueran reales, los últimos pensamientos de Kara fuero para David.
Luego sucumbió a la obscuridad y la rodeo la nada.