Capítulo 5

Metatrón

 
 
 
Kara estaba atrapada. Las puntas de sus dedos hormigueaban, llenas de energía.
El grupo de mujeres los guio hacia un pasillo oscuro. Kara sólo podía ver los altos techos y una escalera con pasamanos que llevaba a un pasaje superior. Cuando sus ojos se acostumbraron a la luz, pudo distinguir al menos cinco chimeneas ardientes y espléndidos tapices. 
En las paredes había colgadas las pinturas de Metatrón: Metatrón descansando en una chaise longue, Metatrón comiendo las uvas que le daba una mujer; Metatrón sentado en un trono de oro, comiendo más uvas que le daba otra mujer; Metatrón en una postura de ballet plié con mallines azul claro, comiendo uvas que le daba otra mujer; y la más desagradable, Metatrón parado con un aspecto de mucho orgullo, bebiendo una copa de vino y vistiendo una sola hoja de parra. 
Se sintió enferma, y ella podía ver que David estaba frunciendo el ceño. Era el aspecto que tenía cuando estaba maquinando algo. Ella sabía que estaba tratando de averiguar un plan de escape. Bajo diferentes circunstancias, él habría sido el primero en tratar de ponerla celosa al coquetear con las hermosas y voluptuosas mujeres, pero él ni siquiera estaba viéndolas
Metatrón había dicho que iba a matarlos, pero sabía que sólo se refería a ella. La iba a matar a ella. Pero ¿qué significaba eso? ¿Planeaba darle una muerte verdadera? ¿O planeaba borrarla de ambos mundos? ¿Moriría para siempre y nunca regresaría como mortal o como ángel?
La idea de no ver a su madre nunca más le hacía estremecerse. Retorció sus dedos temblorosos en puños y siguió caminando. No quería que David viera su miedo.
Metatrón se paseaba por delante de ellos con la barbilla en el aire, como si fuera dueño del mundo. Se detuvo de repente y aplastó los restos de su cigarro con sus pulidos zapatos. Sacó otro cigarro de los pliegues de su chaqueta, mordió la punta y la escupió al suelo y tronó los dedos. El ángel más cercano, una mujer con piel de color blanco lechoso y ojos grises, acercó un encendedor a su cigarro. Metatrón inhaló su puro hasta que se encendió y luego continuó caminando. 
A Kara no le gustaba la manera en la que les ordenaba las cosas a los ángeles, ni la manera en la que la veía a ella. Algo en su mirada la hacía estremecerse. Era muy diferente a los otros arcángeles. No pertenecía a su grupo.
Mientras caminaban, Kara se inclinó y le susurró a David. “¿Quién es este tipo? ¿Sabes algo acerca de él?"
"Es el nuevo comandante de la Legión", susurró David.
Kara observó la calva en la parte superior de la cabeza de Metatrón, vio como envolvió su brazo derecho alrededor de una hermosa mujer hindú atrayéndola hacia él y susurrando en su oído, demasiado cerca y por demasiado tiempo.
Él echó hacia atrás su cabeza y rio. Con su brazo izquierdo abrazó a un ángel morena y delgada con mejores piernas que cualquier modelo profesional.
El tipo era todo un espectáculo, no podía negarse, y Kara quería vomitar. 
"No puede ser", susurró, sacudiendo su cabeza. Se preguntó por qué estas mujeres, estas mujeres ángel, permitían que una criatura tan repulsiva se acercara a ellas. 
"Esto tiene que ser un error. Él es repulsivo, arrogante, y hay algo muy sospechoso acerca de él, también. ¿Cómo puede ser un arcángel? Y ¿cómo es que nunca he oído de él?"
“Todo lo que sé es que él fue rechazado por un tiempo, y ahora ha regresado”.
“¿Por qué?”
“Sus métodos eran sospechosos", dijo David. "No hacía las cosas según las reglas, él tenía su propio conjunto de reglas y hacía lo que quería, sin importar las consecuencias ni quién saliera herido. Era una verdadera amenaza". 
Kara sintió ganas de decir que ellos tampoco seguían las reglas y que también eran una amenaza para la Legión, pero permaneció callada.
"Lástima que quiere matarnos. Podría haber aprendido mucho de él, ¡sabes?" dijo David. 
Kara podía ver una mirada de admiración en su rostro, como si él creyera que Metatrón era, de algún extraño modo, un personaje interesante.
"¿Podrías?"
David observó a Metatrón. 
"Bueno, él lograba cosas, tal vez con demasiada violencia, pero al final, su método funcionaba. Creo que cada Legión o equipo necesita a alguien como él, alguien que tome la delantera y haga cosas que otros no se atreven, que empujen los límites. Sí, tal vez sus métodos eran poco heterodoxos, pero funcionaban, y conseguía resultados”.
Kara frunció el ceño cuando vio que Metatrón añadía un salto repentino a su paso, como si fuera a empezar a bailar.
"¿Como qué? ¿Qué hizo?"
 "Sé que le gusta volar cosas”.
"¿Te refieres como a bombas?”
David asintió con la cabeza. "Sí, al parecer es su especialidad. Sé que inventó algo así como una bomba atómica para demonios, pero no creo que haya sido eso por lo que fue degradado. Creo que se debió a la tortura".
 "¿La tortura?"
"He oído que ha torturado a otros ángeles para obtener información. No estoy seguro de lo que hacía exactamente, pero lo que haya sido, fue suficiente para despojarlo de sus deberes como un arcángel".
 "¿Es como un gánster, entonces? ¿Un arcángel gánster?"
Kara no podía creer lo que estaba oyendo, pero sólo ver a Metatrón podía confirmar que cada palabra que David había dicho era verdad.
 "Nunca pensé que los Arcángeles pudieran ser gánster…"
"¡Shh! dejar de hablar". Una de las mujeres empujó a Kara. 
Kara se volvió y le hizo un seño. Cuando giró, vio una pequeña sonrisa en la cara de David. Al menos él estaba disfrutando esto. Kara le frunció el ceño a él también.
Finalmente llegaron a un par de grandes puertas dobles. Kara podía oír voces amortiguadas detrás ellas, como si cientos de personas estuvieran esperando en el interior. Metatrón soltó a sus escoltas femeninas y abrió las puertas.
Kara y David le siguieron.
Los pulidos pisos de mármol gris brillaban a todo lo largo de la gran sala. Kara se movió con cautela, medio esperando ver artilugios de tortura y explosivos, pero le sorprendió lo vacía que estaba la habitación. Las paredes eran blancas, y curiosamente no había retratos de Metatrón en ningún lugar. 
La sala estaba desierta, pero absolutamente todas las paredes estaban cubiertas con televisores de pantalla plana. Estaban alineados en cuadrícula, y cada pared parecía una gran pantalla completa. Kara nunca había visto tantos televisores a la vez, ni en los almacenes donde los vendían. Parecía una sala de medios de comunicación, o una estación de televisión donde se difundían las noticias. El ruido de las conversaciones y la mezcla de música y los deportes resonaba desde los cientos de pantallas.
Había un par de escritorios con monitores colocados en el extremo opuesto de la habitación. En el centro había una plataforma con un sofá de cuero negro, sillas y una mesa llena de cientos de controles remotos. Por debajo de la plataforma había un compartimiento abierto. Parecía una jaula donde el acusado esperaría su sentencia en un juzgado. Estaba colocado estratégicamente debajo de la plataforma, para que los que estaban en ella pudieran mirar hacia abajo, a los que estaban en el interior de la jaula.
"¿Dónde estamos?" susurró Kara a David. “¿Qué es este lugar?"
"Este es el nivel seis y medio”,  respondió Metatrón. Su sonrisa le decía a Kara que probablemente había escuchado todas las conversaciones que habían tenido ella y David. 
Kara le lanzó una mirada curiosa a David. 
Él se encogió de hombros. Tampoco había escuchado sobre el nivel seis y medio antes. 
El arcángel sonrió, inhalando su cigarro, alzó las cejas y brilló con orgullo. 
"Yo la llamo, Una Habitación con Vistas. ¿Te gusta?" 
Su sonrisa se desvaneció frente a la silenciosa respuesta de Kara. El ruido de la multitud de televisores le estaba dando un dolor de cabeza.
Metatrón tronó sus dedos y señaló la jaula de hierro. "Métanse".
A regañadientes, Kara y David se dirigieron a la caja de hierro y cerraron la puerta detrás de ellos.
"Pase lo que pase, Kara", susurró David, "no hagas ningún trato con él. ¿Entiendes?"
"¿Por qué querría hacer un trato con un psicópata?"
 "Sólo prométeme que no lo harás”.
 Kara había visto a David. Él estaba furioso, pero también se veía asustado.
"Está bien, pero ¿por qué?" La voz de Kara era un susurro.
"No puedes confiar en él. Va a querer hacer un trato con nosotros, pero no aceptes nada. No debes. ¿Lo entiendes? No importa lo que te diga". 
Al asentir, Kara no se dio cuenta que estaba temblando hasta que David enredó sus dedos entre los de ella y apretó su mano con ternura.
"Pase lo que pase", dijo, "estamos en esto juntos".
Los labios de Kara se estremecieron. David era su fuerza cuando ella más lo necesitaba, y lo necesitaba ahora. 
Se preguntaba qué tipo de acuerdo intentaría hacer con ellos el arcángel.
Metatrón se acercó la plataforma y se reclinó en su sofá negro. Con su cigarro en la boca y su carnoso y grasoso estómago sobresaliendo debajo de su camisa, apoyó los pies sobre la mesa y se inclinó hacia atrás perezosamente. Seis de las mujeres ángeles de la guarda, tres a cada lado, se pararon junto a él, elevaron  las piernas al unísono y las cruzaron. A Kara le recodaron a las integrantes de las Rockettes. 
Las otras seis mujeres continuaron sujetando sus espadas de alma sin funda mientras vigilaban la jaula de metal donde estaban Kara y David. Kara odiaba el hecho de que no podía ver sus ojos. Sus gafas de sol las hacían verse frías y calculadoras, como demonios.
Algo en una de las pantallas captó su atención. 
"¿Es esa...? 
Pero incluso antes de que ella pudiera terminar su pregunta, ya sabía la respuesta. En la pantalla central, a su izquierda, Kara podía ver al arcángel Raphael examinando el contenido de un frasco de vidrio. Su largo pelo negro se derramaba sobre sus hombros como un chal. Había una jeringa grande sobre la mesa, frente a ella. Era la muestra de su esencia.
Kara apartó la mirada.  Se sintió avergonzada de inmiscuirse en la privacidad del arcángel. Escuchar y espiar, ver algo privado le parecía mal. 
Desvió la mirada una vez más.
En otra pantalla reconoció las dunas rojas y las tiendas de campaña blancas. En la pantalla, Gabriel miraba fijamente algo y por un momento miró hacia arriba y sus ojos se encontraron. Ella se estremeció, pero entonces se dio cuenta de que sus ojos no se enfocaban directamente en ella. 
Ahora se sentía avergonzada y enfadada. En otra pantalla, un grupo de oráculos en Orientación se mantenían ocupados con los grupos de los recién fallecidos, y en otra pantalla, rayos de la luz amarilla se derramaban a través de una enorme bóveda de cristal, iluminado el grupo de los siete arcángeles, el Alto Consejo. La imagen estaba tan cerca que podía ver perfectamente a Jeremiel, el Ministro de paz. Estaba justo al lado de ella, y podría oír sus comentarios e incluso el ruido de sus papeles.
Kara tenía miedo de hablar, en caso de que el Consejo pudiera escucharla. Pero entonces se dio cuenta de que este era un espionaje de una sola vía. Ella podía verlos y escucharlos, pero ellos no podían verla a ella.
Kara vio fijamente a Metatrón, incrédula. 
"¿Estás espiando a los arcángeles? ¿Al Alto Consejo?" 
Oyó a David maldecir cuando se dio cuenta de la verdad.
“Y ¿qué sucedería si lo estuviera haciendo?", contestó perezosamente Metatrón. 
"Pero... ¿por qué?, ¿acaso no tienes vergüenza?"
"No". Metatrón inhaló su cigarro. 
"Escucha, mocosa. Me gusta tener ojos y oídos en todas partes, es como hacer negocios. Así es como me entero de lo que está sucediendo antes que nadie. Quiero saber quién va y viene, quiero saber cuántos demonios hemos matado este mes, cuántos novatos tenemos y cuántos hemos perdido. Quiero saber todo lo que sucede en Horizonte".
"¿Y ellos saben que los estás espiando?" preguntó Kara. 
Ella había olvidado sus propios temores, su curiosidad había asumido el control.
Observó el rostro de piedra del arcángel. Sus ojos siempre estaban ocultos por sus gafas y no podía leer lo que estaba pensando.
"Voy a adivinar que no lo saben. ¿Qué eres, Metatrón? ¿El jefe de los espías?"
Metatrón se carcajeó sonoramente. Se volvió a las mujeres al lado de él y dijo: "¡Metatrón el jefe espía! Suena agradable, ¿no crees, Claire?" 
La mujer llamada Claire sonrió detrás de sus gafas de sol, y él continuó. "Ella me agrada. ¿Oyes el odio que siente hacia mí en su voz? Es tan puro… ¡hay tanta energía y emoción en ella! Me odia, verdadera y ferozmente".
La ira de Kara se encendió. "¿Qué quieres de nosotros?"
Él sopló una bocanada de humo con forma de espada. 
"Ahora soy el hombre a cargo, y me gusta saber lo que está sucediendo en mi dominio. No me gustan las operaciones a escondidas y detrás de mi espalda".
 "¿Quién dijo algo acerca de operaciones escondidas?" David levantó su voz por encima de la cacofonía de los televisores. "Escucha, Metatrón. Te estoy diciendo que no estábamos haciendo nada a escondidas. Ariel nos mandó llamar. Simplemente estábamos siguiendo órdenes, como buenos soldados. Y eso era exactamente lo que estábamos haciendo”.
 Metatrón sonrió mientras observaba a David, como si estuviera emocionado de sostener una conversación con él. Se agachó y rio suavemente.
 “Me caes bien, Davidcito…”
“Me llamo David”.
"Me recuerdas a mí en mis días de juventud con la Legión, pero claro, yo estaba mucho más guapo", dijo Metatrón. 
Las mujeres junto a él lanzaron una risita monótona. 
Su rostro se endureció, y sacudió la ceniza de su cigarro. "Crees que no sé... ¿crees que no puedo ver lo que planeas?"
David se rio casualmente. "Amigo, no estamos planeando nada. Es como te dije, sólo seguimos órdenes".
Metatrón masticó su cigarro y aplaudió, como si David acabara de dar un excelente espectáculo teatral. Todas las mujeres del sillón siguieron su ejemplo y aplaudieron. El dejó de aplaudir, y ellas también. 
Metatrón se inclinó hacia adelante, moviendo la cabeza en desaprobación y con una astuta sonrisa en su rostro. 
"Aplaudo tus esfuerzos, Davidcito, pero el hecho es que no puedes estafar a un estafador, chico".
 Kara le lanzó una mirada nerviosa a David, pero su atención estaba fija en el hombre grande del sillón.
"Ambos contradijeron mis órdenes", dijo Metatrón, habiendo borrado la sonrisa de su rostro. "Estaban tratando de escapar de mí. Se las arreglaron para estafar a esos dos incautos que envié a aprehenderlos, les tengo que conceder eso, pero su pequeña estafa no funciona con migo. Verán, estoy encargado de proteger a la Legión, a Horizonte, por cualquier medio que yo elija". 
Se inclinó hacia atrás y sopló el humo en forma de una calavera. 
"Haría cualquier cosa para protegernos. Cualquier cosa. Si yo digo que son traidores, entonces ustedes son traidores".
"No somos traidores", dijo Kara desafiante. 
Intentó calmar la ira apretando la curva de su cuello y endureciendo sus hombros. ¿Querría él matarlos realmente? Ella sentía que podría hacerlo, como para probar un punto o sólo para presumir delante de sus amigas.  Kara se sentía atrapada. Le temía a este arcángel más de lo que alguna vez le había temido a ningún otro. Era despiadado, peligroso, y tenía una evidente ambición de poder. Parecía obtener placer de verlos retorcerse bajo su autoridad. ¿Cómo había podido nombrar el Alto Consejo a un arcángel tan despiadado como comandante de la legión? No hacía sentido.
Metatrón estuvo silencioso por un momento. 
"Está en mi poder de decidir sus destinos y su futuro con la Legión. Puedo matarles…", dijo, tronando los dedos, "así de fácil. Y no sentiré ningún remordimiento, ninguna culpa, matando a ambos. Yo he matado muchos ángeles de la guarda durante los últimos milenios, y nunca me he arrepentido de mis decisiones. Hago lo que es mejor para la Legión, sin importar los riesgos".
La guardiana Claire se inclinó y susurró en el oído de Metatrón. Sus labios rojos rozaron el lóbulo de su oreja de manera juguetona, y para sorpresa de Kara, le entregó un par de guantes dorados. Metatrón tomó los guantes y luego besó su mejilla cariñosamente.
"Gracias, querida", dijo. "Creo que es tiempo. Y ahora, aquí viene mi parte favorita", agregó, mientras miraba a Kara.  Después de darle una gran inhalación a su cigarro, se puso sus guantes de oro y frotó sus manos con entusiasmo, como un psicópata, anticipando su próxima muerte.  Se levantó y se movió a la derecha del sillón, hacia un gran cofre de madera con estrellas talladas en los lados. Levantó la tapa y tomó una gran cadena de metal negro.
"¡Que empiecen las torturas!" 
Saltó de la plataforma y las guardianas que permanecían en el sillón aplaudieron y cruzaron sus piernas hacia el lado opuesto, al unísono.
David apretó la mano de Kara con fuerza. Ella podía sentir que él temblaba.
A medida que Metatrón se acercaba a su jaula, la masa de las pantallas de televisión se reflejaba de sus gafas y haciéndolo parecer que tenía dos enormes ojos de insecto. Esto hacía que la situación pareciera aún más espeluznante, como un mal sueño. 
Agitó su cadena negra delante de sus ojos y sus vapores tóxicos negros se enrollaron en el metal. 
Kara tenía la sensación de que haber visto esa cadena antes, pero estaba aterrada y no podía pensar correctamente.
"Esto," dijo, tensando la cadena, "esta cadena me ha dado muchas respuestas. Es una herramienta notable para extraer la verdad... y yo obtendré la verdad".
Entonces fue Kara quien apretó la mano de David. 
"Esta cadena está hecha del mismo metal que los demonios usan para hacer sus espadas de la muerte. Puedo ver por el miedo en tus ojos que ya la has visto antes. Tienes razón de estar aterrada. Es el mismo metal que puede cortar como mantequilla a través de la piel de un ángel y envenenar su esencia con una terrible y abrasadora obscuridad”.
Pauso teatralmente y luego levantó la cadena por encima de su cabeza. 
"Les presento a la cadena de la verdad, forjada en el vertedero de porquería del inframundo".
El séquito de Metatrón aplaudió, incluyendo a las seis mujeres que custodiaban la jaula de Kara y David. Eran como sus fans, aferrándose a cada palabra que decía como si fuera un Dios. Era patético.
"Estás loco", rugió Kara. "Tú no puedes hacer esto. La Legión nunca permitiría la tortura".
 "¿No?" rio Metatrón.  “¿Y cómo sabrías tu eso, pajarillo?”
Había algo extraño acerca de la manera en que había dicho eso, como si de alguna forma la Legión si le permitiera torturar ángeles, como si tuviera un permiso especial para torturar a quien quisiese. Kara se estremeció.
 Nadie sabía que ella y David estaban aquí, y nadie vendría a rescatarlos. Estaban solos en esta.
"Estás enfermo", silbó Kara. "No importa lo que digas, la Legión se equivocó. Nunca deberían haberte hecho comandante general. Deben haber estado locos cuando lo decidieron".
Metatrón sonrió como si ella le acabara de dar una gran cumplido.
"Kara Nightingale, ¿eres una traidora?" 
Levantó la cadena, amenazándola con ella.
Kara trabó la mandíbula. "No, claro que no. Yo no soy una traidora. Nunca lo he sido, y nunca lo seré".
 "¿Y cómo explicas tu apariencia de fantasma? ¿Para quién trabajas realmente?"
Al principio Kara se sorprendió por el comentario, pero se recuperó rápidamente y dijo: "Trabajo para la Legión. Exactamente ¿qué es lo que quieres implicar?" 
Ella observó la cadena negra en sus manos, se veía como una serpiente venenosa a punto de atacarle.
Metatrón la observó por un momento. "Me temo que esa no es una respuesta satisfactoria".
"Pero yo no soy una traidora…"
En un instante, él envolvió la cadena negra alrededor del cuello de David, quien clamó en agonía y cayó de rodillas. Espirales de vapor negro se enredaron alrededor de su cabeza mientras la cadena le quemaba el cuello y su pecho. Intentaba desesperadamente quitársela, pero la cadena le había fundido la piel de sus dedos, y estos se le cayeron como un par de guantes viejos. Se estremeció, gritando una y otra vez mientras la cadena negra quemaba su cuerpo. El veneno negro se estaba colando a su torrente sanguíneo como un virus. Kara sabía que le comería el alma hasta que se consumiera por completo.
Una furia incandescente ardió dentro de Kara cuando cayó de rodillas al lado de David.  Su rostro estaba pálido, su piel translúcida y fina como el papel. Temblaba mientras que el veneno de la cadena lo paralizaba. Estaba sufriendo innecesariamente, estaba sufriendo por ella. Ella quería matar a Metatrón.
"Ahora que tengo tu atención y cooperación", presionó Metatrón. "Te preguntaré otra vez. Dime, ¿por qué eres transparente? Y no trates de mentir, porque siempre sé cuando los ángeles están mintiendo. Yo mismo soy un maestro de la mentira, así que siempre sé cuando un ángel me esconde la verdad. Es uno de mis regalos especiales”.
Los labios de Kara temblaban. "Yo… yo no sé. No sé…",  dijo.  Su ira aumentó y gritó llena de rabia. "No lo recuerdo, ¡y esa es la honesta verdad! No recuerdo lo que me pasó. Raphael intentó hacer que yo recordara, pero ¡no puedo! Te estoy diciendo la verdad. Yo no soy una traidora. ¡No sé lo que me pasa! Por favor, ¡te estoy diciendo la verdad!"
Metatrón levantó las cejas y se inclinó hacia adelante. Su desagradable y rechoncha cara estaba a tan sólo unas pulgadas de ella.
"Creo que me estás diciendo la verdad", dijo Metatrón después de un momento. Su aliento era sorprendentemente dulce, como menta, y no amargo como Kara había imaginado.
"¡Gracias a Dios! ¿Así que dejarás ir a David?" Kara sintió una oleada de alivio y esperanza.
Metatrón se encogió de hombros. "No lo he decidido aún".
Kara quería gritar con toda la fuerza de sus pulmones. Deseaba agarrar una espada de alma de una de las mujeres y sacar de sus órbitas a esos odiosos ojos que se escondían detrás de las estúpidas gafas de sol. La única persona a la que amaba más que a sí misma se estaba muriendo delante de sus ojos, y Metatrón estaba decidiendo.
Kara se puso de pie, y en un momento de desesperación, saltó y agitó sus brazos frenéticamente frente a la pantalla donde veía a Raphael, en un vano intento de llamar su atención. Pronto recordó que ella no podía verla. Nadie podría hacerlo.
"Podría dejar a Davidcito aquí, para que desaparezca lentamente entre la nada”, dijo Metatrón, tomando una larga inhalación de su cigarro, "o tu y yo podemos hacer un trato". La palabra trato resonó en la cabeza de Kara. David le había dicho específicamente que no hiciera ningún trato con él, pero en este momento, ¿qué otra opción tenía? Podía sentir cómo su resolución flaqueaba.
Su voz vaciló al hablar, "Por favor detente. Voy a hacer todo lo que me pidas. No lo mates, por favor".
Kara sintió un repentino tirón en sus pantalones. David miraba para arriba, su rostro contraído por el dolor mientras el veneno circulaba por su cuerpo. 
"No..." murmuró, "Kara... no..."
"Tengo que hacerlo", respondió en un susurro.
No le importaba ella misma, sólo quería salvarlo.
Kara se dirigió a Metatrón. "¿Entonces? ¿Qué quieres de mí?"
Por un momento Metatrón vio a Kara con gran interés y luego dijo: "Un trato es un trato. Una vez que estés de acuerdo, el trato quedará sellado con tu palabra, y nunca podrá romperse”.
Su voz era impaciente, como un susurro amenazador.
Kara podía sentir como la enredaba. 
"Lo entiendo", respondió ella. 
“No… Kara… no", dijo David. Su voz se quebraba como si estuviera sufriendo de un resfriado.
Pero ya era demasiado tarde, ella había accedido, incluso antes de saber bien qué había ofrecido. "¿Qué es, entonces?"
Para su horror, Metatrón se hizo hacia adelante y agarró un puñado de su cabello, lo retorció entre su mano enguantada, se movió más cerca y susurró en su oído. 
Kara se encogió, pero no retrocedió. 
Él le había hablado de los términos.
Metatrón se inclinó hacia atrás. "¿Estás de acuerdo con estos términos?"
Las palabras resonaron en sus oídos. Les temía. Eran como el veneno de las espadas de la muerte, carcomiendo poco a poco su alma, pero aun así asintió.
"Sí".
"Está hecho", rio Metatrón.
Metió la mano dentro de la caja y retiró la cadena del cuello de David. "No era nada personal, Davidcito".
Inmediatamente, David se desplomó al suelo. Su rostro estaba demacrado, y la carne alrededor de su cuello estaba al rojo vivo. Kara podía ver su esencia de ángel escurriéndose sobre su pecho. Él gemía en agonía.
"¡Kara!" murmuró David, su voz era ronca y entrecortada, "¿qué hiciste?, ¿qué hiciste?"
Las condiciones del trato resonaron con fuerza en la mente de Kara, pero ella no podía decírselas a David. 
Metatrón se volvió y caminó hacia la plataforma. 
Se volvió a Kara con una sonrisa de superioridad y dijo: "Dale mis saludos a la encantadora Ariel".
  Y luego agregó: "Nos vemos pronto, pajarito".