“Grandioso, los imps trajeron a su mascota”, dijo Kara, y cuando se dio la vuelta, el Sr. Patterson había desaparecido.
"¡Kara! ¡Vámonos!" gritó David desde la mitad de la calle. "¡Sal ya!"
"¡No puedo dejarlo!" gritó.
Pero cuando ella buscó en la librería, no pudo encontrar al Sr. Patterson. Tal vez se había marchado por la puerta trasera. Frunciendo el ceño, Kara centró su atención en el bicho colosal.
El ciempiés gigante corrió hacia la librería. Sus ojos relucían con odio y hambre. Su cuerpo rodaba y saltaba al avanzar, dejando un residuo húmedo y viscoso por donde pasaba. La bestia se movía rápido. Ella vio lo que parecían ser correas que se entrecruzan bajo el vientre de la bestia, y fue entonces cuando se dio cuenta de que veinte imps armados con dagas curvas estaban amarrados en la parte superior.
Más imps salieron a la calle, como un ejército de hormigas. Pronto David, Jenny y Peter se ahogaron entre una ola de enemigos chillones y desalmados. ¿Podían los imps percibir la llave? La vida de Peter estaría en gran peligro si lo hacían. Tenía que ayudarles, pero tenía que proteger a su jefe también. Kara sacó una espada de alma de dentro de su chaqueta y se preparó para atacar.
Cuando se acercó la criatura, su aliento fétido la golpeó y casi la deja inconsciente. El olor rancio quemaba sus ojos y su piel, y parpadeó furiosamente para tratar de deshacerse de las imágenes borrosas. El insecto gigante se detuvo por un momento. Chorros de baba se derraman en la acera creando innumerables agujeros.
"Danos la llave, asqueroso oráculo, ¡o prepárate a morir!" retó uno de los duendecillos que viajaba bajo el ciempiés. Tenía una cicatriz grande a través de su rostro y su vientre. Los demás se mofaban y reían, pateando sus piernas contra el vientre de la criatura para dirigirla hacia ella.
Kara se trasladó al centro de la puerta y levantó su arma. "Si no quieres que mate a todos tus amigos, sugiero que vuelvas al agujero de donde saliste".
Ella dudaba que pudiera hacerle algún daño al insecto gigante con su insignificante espada, pero ella tenía la sensación de que el Sr. Patterson necesitaba tiempo para escapar. Ella le daría ese tiempo.
"Estúpido ángel", se rio el imp apuntando su arma negra y curvada hacia ella como un dedo. "Tú no importas. Obtendremos la llave del oráculo de todas formas”.
Se rio otra vez y luego se relamió.
"Y cuando liberemos a nuestros maestros, todos van a morir. Tú y todos tus amados los mortales, este mundo miserable y todo lo que está en él se quemará. ¡Libren a los dioses oscuros! ¡Obtengan la llave!"
"¡Obtengan la llave! ¡Obtengan la llave!" gritaron los otros imps.
"¡Liberen a los dioses oscuros!" coreaban.
"¡El dieciocho!" gritó otro.
Jenny tenía dos flechas en sus manos y las estaba usando como espadas, perforando a los diablillos como globos. Peter pateaba y apuñaba a los imps que llegaban a él como mosquitos gigantes. Estaba luchando bien, a pesar de que tenía miedo de sus nuevas responsabilidades.
David estaba más cerca de Kara, y pateaba, golpeaba y cortaba a los diablillos a diestra y siniestra, como pudiera. Pero era como ser atacado por un enjambre de avispas. Los diablillos estaban por todas partes. David desapareció bajo una ola de imps. Todos sus amigos estaban ahogándose entre imps.
"¡No obtendrán la llave nunca!", gritó.
Esperaba que estas criaturas no pudieran detectar que la llave estaba en el brazo de Peter, y deseaba ser una buena actora, para engañarlos y hacerles creer que el Sr. Patterson todavía la tenía con él.
El imp aulló, carcajeándose, y luego se señaló a sí mismo.
"Obtendremos la llave", dijo. "Y cuando llegue el dieciocho, este mundo y todos los otros mundos pertenecerán a nuestros maestros”.
Antes de que Kara pudiera comprender lo que el dieciocho significaba, el imp gritó un comando y la gigante bestia se lanzó hacia adelante. Kara salió de su camino justo en el momento que el gusano gigante saltaba a través de la puerta delantera y tiraba la pared frontal del edificio con el golpe.
Su grotesco cuerpo se contorsionaba y subía sobre los escombros. El edificio tembló y el techo comenzó a moverse. Se iba a desplomar.
En un momento de pánico, Kara saltó a sus pies y ensartó su espada en el torso de la bestia. Jaló la espada por todo su costado y un espeso líquido amarillo fluyó por la gran herida, quemando la tierra. El ciempiés se sacudió y aulló de ira. Lanzó a de tres de sus jinetes que se convirtieron en cenizas al ser aplastados. El insecto gigante rodó y se sacudió, tirando muros y losas de concreto en una avalancha.
Cuando Kara intentó recuperar su arma, un pedazo de concreto cayó sobre ella. Tropezó y sus piernas quedaron atrapadas bajo el bloque de hormigón.
Los jinetes gritaron triunfantes y dirigieron a la bestia hacia ella. Kara trataba de escapar, pero era inútil. Era como intentar mover un autobús. Estaba atrapada.
Miró hacia arriba, el ciempiés-escorpión se había elevado sobre sus patas traseras y su boca abierta revelaba filas de dientes. Estaba tan cerca que Kara podía ver directo entre sus fauces. Había pequeños colmillos en círculos, alrededor de su garganta y hacia abajo, hasta su estómago.
Desesperadamente, Kara buscó en el suelo cualquier cosa que le fuera útil. Sujetó un ladrillo del tamaño de una caja de zapatos y golpeó uno de los ojos de la bestia con toda su fuerza. Su ojo estalló como un tomate aplastado.
Estaba furioso y se dejó ir como una bala sobre ella.
Kara rodó hacia la izquierda pero sus mandíbulas gigantes lograron cortarle mechones de cabello y parte de su chaqueta. El pútrido aliento de la bestia quemó la parte de atrás de su cuello como un chorro de ácido. Ella volvió la cabeza. Sus babas amarillas se derramaban sobre el hormigón que la tenía aprisionada, librándola de las quemadas.
"¡El dieciocho!" aullaron los jinetes imp.
Kara jaló sus piernas, sintió que algo se rasgaba, pero no pudo liberarse.
"Oigan, chicos, ¡denme una mano con esto!" gritó, pero no vino nadie. Esto no podía estar pasando, no podía morir en las fauces de un gusano gigante.
"Desgárrala, Sentini", dijo uno de los jinetes imp. "Cómete su carne de ángel hasta que no queda nada. ¡Destrúyela!"
La bestia abrió su mandíbula y bajó su cabeza. El ojo que le quedaba brillaba con hambre; estaba lista para comérsela.
Kara se preparó para el impacto, y luego vio un destello de luz blanca. La tierra tembló y Kara parpadeó, esperando ser rasgada en pedazos, pero la criatura yacía a su lado. Se retorcía mientras chispas de electricidad blanca tronaban alrededor de su cuerpo.
“¡Vuelvan al inframundo, pequeños demonios!” El Sr. Patterson apareció en la parte superior de una pila de escombros con una brillante bola de cristal en su mano derecha.
"¡Prueben un poco de esto!" Él lanzó su cristal sobre cabeza de Kara, y se estrelló contra una bola de imps.
Hubo otro destello de luz blanca, y luego nada en absoluto. No había cenizas. Nada. Veinte imps se habían desvanecido en el aire.
"Sr. Patterson", dijo Kara cuando vio al anciano acercarse corriendo hacia ella. "Usted no debería estar aquí".
"Y tu deberías cuidarte mejor”. El Sr. Patterson pateó a un imp en el intestino, y la criatura aulló.
"Peter, ayúdame a levantar esto”.
David y Peter aparecieron detrás del Sr. Patterson y corrieron hacia Kara para ayudarla a salir de bajo el bloque de piedra. "A la de tres. Uno. Dos. ¡Tres!” Juntos levantaron la losa de hormigón y Kara deslizó sus piernas por debajo de él antes de que se viniera debajo de nuevo. Jenny le ayudó a levantarse.
"¡Váyanse de aquí!" dijo el Sr. Patterson airadamente cuando apareció una nueva ola de imps. El ciempiés gigante se agitó, como si estuviera despertando.
"No puedo dejarlo aquí con ellos. Van a matarlo", dijo Kara. "Creen que usted tiene la llave. Tiene que venir con nosotros".
"No". El Sr. Patterson la empujó. Ella podía ver que tenía otro cristal en la mano.
Él miró a Peter. "Debes asegurarte de que la llave esté a salvo, eso es lo único que importa. No deben fallar. ¡Váyanse, ahora!"
Antes de que Kara pudiera protestar, David sujetó su brazo y salieron corriendo. Kara echó una mirada sobre su hombro y vio a su jefe desaparecen bajo otra ola de imps. Ella quería matar a cada una de esas criaturas inmundas.
"¡Deténganse, deténganse!"-gritó Jenny. Ella señaló detrás de ellos. "Miren, no nos siguen a nosotros".
Era cierto. Los duendecillos no les seguían. Estaban destrozando lo que quedaba de la librería, seguramente pensaban que la llave estaba escondida allí.
"La llave es más importante para ellos que nosotros", dijo Kara. Sentía como si estuviera abandonando a su amigo. "Va a estar bien, no te preocupes", dijo David, como si hubiera leído su mente.
"Los oráculos están llenos de sorpresas. Probablemente tiene un plan B y los está llevando tras una loca cacería ahora mismo. Estoy seguro de que no va a pasarle nada.
"Espero que tengas razón". Kara observó su antiguo lugar de trabajo. Podía oír el cristal rompiéndose y el metal crujiendo bajo el ciempiés mientras éste se movía a través del edificio en ruinas. Se arrastró hacia fuera por el lado opuesto y luego volvió a través de la abertura que había hecho en el techo. Estaba buscando algo.
"Vamos a salir de aquí antes de que los imps se desesperen y descubran que yo traigo la llave", dijo Peter. "Hay muchos de ellos".
David le dio unas palmaditas en la espalda. "Estoy de acuerdo contigo en eso, amigo. Vámonos, la Legión tiene varias respuestas que darnos. Quiero saber qué diablos está pasando, ¡y necesito pedir un aumento!"
Corrieron juntos por la calle.
Pero justo cuando Kara pensó que estaban libres, un dolor ardiente explotó en su cabeza. Se tambaleó y cayó de rodillas. Un timbre agudo retumbaba en sus oídos, como el aullido de un sistema de alarma. Podía ver a David de pie, por encima de ella. Sus labios estaban moviéndose, pero ella no podía oír lo que decía. Trató de pararse, pero se le doblaron las rodillas y cayó de nuevo.
Ella podía sentir como su piel se rasgaba, y mientras lo hacía, podría sentir que estaba transformándose. Algo estaba creciendo de dentro de ella, le estaba brotando, y se movía detrás de su espalda como una capa.
Cuando finalmente logró ponerse de pie, no vio los sorprendidos rostros de sus amigos porque estaba muy ocupada mirando las dos gigantescas alas que brotaban de su espalda.