Kara caminó a través de la DCD, con David, Peter y Jenny actuando como sus guardaespaldas. Ella sabía que estaban tratando de ocultar las dos jorobas de su espalda, pero tenía la sensación que llamaría más la atención de esta manera. Y con la apretada cinta a su alrededor, sentía que estaba caminando como un pingüino.
Aun así, llegaron a la mesa de reunión sin que nadie hiciera preguntas.
Al principio Kara no había notado que todo estaba demasiado tranquilo, pero cuando se tomó el tiempo para mirar a su alrededor, vio que la mayor parte de la unidad no estaba. Había papeles cubriendo el suelo. Muchas de las sillas estaban colocadas hacia arriba, y la mayoría de las pantallas holográficas estaban apagadas. Era como si la mayor parte de la unidad se hubiera ido de prisa.
Ariel estaba sentada sola, en la gran mesa. Estaba apoyada pesadamente sobre su mano derecha y miraba la pantalla holográfica que estaba frente a ella.
Levantó la vista cuando se acercaron. Se veía aún más cansada, mucho peor que la última vez que Kara la había visto. Sus ojos avellana, generalmente brillantes, se veían irritados y rojos y tenía un par de pronunciadas ojeras.
"Qué bueno que han vuelto", Ariel frotó sus ojos con sus dedos. "Estaba empezando a preocuparme, pensaba que algo le había sucedido a mi mejor equipo".
"Como puedes ver, no nos ha pasado nada", dijo Peter, un poco precipitadamente.
David le dirigió una mirada que lo silenció, evitando que dijera cualquier otra cosa.
"Me alegra", dijo Ariel. "Tenemos mucho que hacer... quedamos tan pocos... y tenemos tan poco tiempo..."
Ella divagó. Cuando sus ojos volvieron a su pantalla había una cierta tristeza en ella que estaba empezando a hacer que Kara se sintiera incómoda.
Kara compartió una mirada con David.
Se acercó más al arcángel para poder ver mejor lo que le estaba poniendo tan sombría.
La pantalla mostraba el mapa del mundo de siempre, pero cuando lo vio más cerca, Kara pudo observar puntos rojos sobre casi todas las grandes ciudades. Y cuanto más miraba, más se multiplicaban los puntos rojos y más grande se hacía la mancha. Algunos países estaban completamente invadidos de rojo.
"Ariel, ¿qué es lo que está sucediendo? ¿Qué son todos esos puntos rojos?”
El rostro de Ariel se oscureció.
"La ira de los segadores. Los puntos rojos representan las ciudades donde han robado las almas de los mortales, y donde los cuerpos humanos se han convertido en anfitriones de los denomites. La epidemia es tan grave que hemos perdido a países completes como Argelia, Congo, e incluso México".
Ella cerró los ojos. "No sabemos cómo detenerlos. Cuanto más tratamos con nuevas técnicas, más fracasamos y más ángeles perdemos. Me siento pérdida".
Pero, “¿dónde están todos?", preguntó Kara viendo a Ariel. "¿Están todos luchando contra los segadores? ¿Están en misiones de búsqueda y rescate?"
“Nos están matando. Los segadores nos están matando". Ariel sacudió la cabeza y miró fijamente a la pantalla. "Los he enviado a la muerte... a la verdadera muerte".
Su voz se hizo un susurro. "Nunca supieron cómo defenderse de esa despiadada y vil amenaza. Yo no puedo seguir enviándolos sin más datos".
"¿Cuántos equipos enviaste?" David alzó la voz. "¿Cuántos?"
"Treinta", respondió Ariel, con voz temblorosa.
Kara y David compartieron una mirada de preocupación.
Y ¿cuántos regresaron? “Preguntó Kara, presintiendo algo horrible.
La cara de Ariel se retorció de dolor. Kara estaba segura de que si los arcángeles pudieran llorar, ella hubiera visto lágrimas rodando por sus mejillas.
"Solamente ustedes".
Kara sentía que le habían perforado el intestino. Ciento veinte guardianes habían perdido la vida. Era una gran pérdida para la Legión.
Kara contó a los guardianes que quedaban en la sala. Cincuenta. Cincuenta y cuatro si contaba a su propio equipo.
“¿Y Ashley?", preguntó.
"Ella todavía está bajo el cuidado de Raphael. Ni siquiera sé si Ashley volverá a DCD alguna vez. Su pérdida fue demasiado grande, y por lo que el curandero me ha dicho, podría no recuperarse nunca.
Si Kara hubiera perdido a su propio equipo, probablemente habría reaccionado exactamente igual que Ashley. Si perdiera a David...
"Estoy seguro que volverán más guardianes", dijo Jenny esperanzada. "Nosotros apenas logramos llegar aquí, estoy segura que habrá más. Sólo tienes que ser paciente. Hay muchos buenos guardianes por ahí".
Ariel la miró, pero sus ojos estaban desenfocados y lejanos. "Sí, y les he enviado a sus muertes", dijo con voz ronca.
Pero entonces el Arcángel pareció recuperarse un poco, y se concentró en el pequeño grupo, como si apenas acabara de verlos realmente.
"Gabriel está instruyendo a tantos nuevos reclutas como puede, pero no estoy segura de que sean igual de efectivos", dijo Ariel. "Está construyendo un nuevo ejército. Se supone que mis equipos rastrean e investigan a los segadores para encontrar la manera de destruirlos. ¿Cuál es el punto de construir un ejército si no sabemos contra qué estamos luchando?"
Ella vaciló. "Solamente hay siete segadores, y sin embargo, uno sólo puede acabar con todas mis unidades. Me temo... me temo que..."
Pero entonces, de repente, sonrió y dijo: "¿Es ese algún nuevo tipo de uniforme, Kara? ¿Una capa? Parece algo tonto si me lo preguntas a mí, algo que tal vez David se pondría". Ella se rio otra vez, pero sonaba más como un grito desesperado que como una risa.
Kara se movió incómodamente y trató de esconderse detrás de sus amigos. El arcángel estaba mirando a la joroba de sus alas. ¿Tenían los arcángeles visión de rayos x? Realmente esperaba que no.
Ariel dobló sus manos sobre la mesa. "¿Qué tienen que informarme? Por favor díganme que mi mejor equipo ha descubierto algo. ¿Tienen una debilidad?"
David puso su espada sobre la mesa, y ésta hizo eco de manera extraña en la sala casi vacía.
"Bien, sabemos que ninguna de nuestras armas funciona contra los estúpidos segadores. Es como si todo lo que les hiciéramos no tuviera ningún efecto. Ni siquiera conseguimos alentarlos o confundirlos un poco. Son como súper demonios, y nosotros somos meros principiantes”.
Ariel asintió distraídamente. "Me lo temía. ¿Qué más?"
"Y fuimos atacados por imps", dijo Peter.
"¿Imps"? Los ojos de Ariel se abrieron desmesuradamente. “¿Están seguros?”
"Sí", dijo Peter, "y trajeron con ellos un gigante…."
Kara le dio una patada en la espinilla a Peter.
"¿Un gigante qué, Peter?" exigió Ariel en un tono de autoridad.
"Un gigante dolor en el trasero", rio David. "Eso es a lo que se refiere".
Ariel aun sentía curiosidad. "Díganme más acerca de estos imps".
“Bueno”, comenzó a Kara, "no sé por qué, pero sólo aparecieron con los segadores", mintió. "Nos encargamos de los imps y fuimos capaces de controlar la situación muy fácilmente".
Kara se sentía terriblemente mal de mentirle a Ariel, pero le había hecho una promesa al Sr. Patterson y la iba a mantener, por ahora.
El arcángel observó al grupo con atención. Sabía que escondían algo.
"Imps, dices", repitió el arcángel. "Los imps no se muestran sólo así, sin ninguna razón. No son como los demonios regulares. Deben haber ido a buscar algo". Sus ojos se dirigieron a los hombros de Kara y se colocaron otra vez sobre su joroba. Pero justo cuando Kara pensó que el arcángel estaba a punto de pedirle que se quitara su capa, su computadora emitió un largo bip.
"Gabriel solicita que ustedes cuatro vayan al nivel dos inmediatamente". Ariel rozó sus dedos sobre el teclado.
"Ustedes le ayudarán a formar a los nuevos guardianes de la DCD. Tengo fe en sus habilidades y estoy segura que serán grandes entrenadores".
"Estupendo", dijo David de manera sombría y deslizó su espada de alma dentro de su bolsillo. "Justo lo que quería, entrenar más novatos”.
"No son cualquier tipo de novatos", dijo Ariel. "Son los únicos que se ofrecieron voluntariamente y que además mostraron suficientes habilidades para unirse a la DCD en tan corto plazo".
Ella empujó su silla hacia atrás y se puso de pie.
"Esta no es una solicitud. No me hagas repetírtelo, David. Muévete".
Sin otra palabra, Kara y los otros cruzaron la sala y caminaron hacia el ascensor. Kara estaba encantada de salir de la vista de Ariel. Podría haber jurado que el arcángel podía ver bajo su capa.
Mientras el ascensor descendía al nivel dos, algo seguía resonando una y otra vez en la mente de Kara. Algo le molestaba.
"Chicos", dijo Kara, rompiendo el silencio. "Los diablillos se referían una y otra vez al dieciocho. ¿Saben ustedes qué querían decir con eso? ¿Será un demonio? "
Peter meneó la cabeza. "Nunca he escuchado del dieciocho".
"Yo tampoco puedo decir que lo conozca", dijo David. "
“Yo tampoco", dijo Jenny. "¿Qué crees que sea?"
Kara se encogió de hombros y se retorció bajo la tensión que creaba la cinta alrededor de su abdomen. "No sé. Pero tengo la fuerte sensación de que el dieciochos, sea lo que sea, está vinculados a la llave de alguna manera. ¿Tal vez el dieciochos sea el archidemonio? Podría ser su número, por ejemplo, como si sólo quedaran 18 de ellos, por ejemplo. Eso tendría sentido".
Jenny se encogió de hombros. "¿Quién sabe? A lo mejor".
“Dieciocho, la edad legal para beber", dijo David, recostándose contra la parte trasera del elevador con una sonrisa chistosa.
Kara lo ignoró. "Tal vez si encontramos más información acerca de los segadores y los archidemonios, sabremos más sobre la llave y el dieciocho”.
Ella temía que el dieciocho fuera un dios oscuro, algo mucho peor que los segadores.
Las puertas se abrieron, y Kara vio fijamente las dunas rojo brillante de Operaciones. Jenny, Peter y David saltaron de la plataforma y aterrizaron en la suave arena roja.
Kara se mantuvo donde estaba.
David se dio cuenta de que Kara no estaba al lado de él. "¿Kara? No creo que sea muy inteligente hacer esperar a Gabe... sobre todo ahora. Él tiene un temperamento que coincide con su tamaño”.
Kara sacudió la cabeza. Ella podía ver que el primate de color café claro que operaba el ascensor estaba observándola. Sus dedos se crispaban ansiosamente alrededor del botón de CERRAR PUERTA.
"No voy a ir con ustedes".
Peter se estrelló en la espalda de Jenny y ambos voltearon. "¿Qué significa eso de que no vas a venir?"
David caminó hasta al ascensor. "Escuchaste a Ariel, tenemos que hacer esto".
"Lo sé”, dijo Kara, intentando rascarse un escozor entre sus alas nuevas, sin éxito. "Pero yo no voy a ir".
“¿Por qué no? Esto no hace sentido”.
"Tengo que ir a ver al el Sr. Patterson. No espero que ustedes entiendan, simplemente tengo que hacerlo. Tengo que asegurarme de que él está bien".
"Kara", dijo David, "él es un oráculo. Por supuesto que está muy bien. Probablemente esté fumando su pipa y bebiéndose una yarda de cerveza en el pub local. De hecho, desearía ser él en este momento. Confía en mí, el anciano está bien".
Pero Kara tenía la horrible sensación de que no lo estaba.
"Tengo que hacerlo", dijo después de un momento. "Realmente debo hacerlo".
David lo consideró por un segundo. "Bien, entonces iré contigo”.
Ingresó de vuelta al ascensor, pero Kara lo empujó.
"No puedes".
"Oh, sí, si puedo", presionó David. "Si tú vas, yo también voy".
"¡Nosotros también vamos!" corearon Peter y Jenny.
El operador del elevador frunció el ceño.
"No", dijo a Kara, y levantó sus manos en señal de protesta, "sobre todo tu, Peter. Tú no puedes ir allí... no después de…" Ella levantó sus cejas y miró su brazo vendado.
"De veras se los agradezco, chicos. En serio, pero tienen que permanecer aquí y hacer lo que diga Gabriel. Esperemos que él no note que estoy desaparecida…"
"Seriamente dudo que no se dé cuenta", argumentó David, y cruzó sus brazos sobre el pecho.
"Perdón", dijo el operador levantando las cejas, deseando estar en cualquier otro lugar. "Decídanse. Tengo un horario que cumplir. ¿Qué va a ser?, ¿adentro o afuera?"
David se veía tan guapo cuando estaba enojado, que Kara estuvo tentada de acercársele y darle un beso. Pero en cambio se inclinó y lo empujó fuera del ascensor.
"Afuera", dijo con una sonrisa juguetona. Y no me mires así, David. Manténganse juntos, chicos. Voy a volver antes de que se den cuenta”.
"¿Cómo esperas usar los tanques de vega sin que Ariel te vea?", inquirió David. "No es como que hubiera un montón de ángeles utilizándolos en este momento. Ella te verá fácilmente".
Kara se volvió y habló con el operador. “Nivel uno, por favor”.
Se volvió a David y le dijo: "Voy a utilizar una de las piscinas de Orientación".
Ella realmente no había pensado cómo iba a volver con el Sr. Patterson, no hasta que lo dijo en voz alta. Y cuando lo dijo, pudo sentir cómo todo tomaba forma. Se despidió de sus amigos, y las puertas se cerraron frente a la cara de David.
Ella tuvo la sensación de que iba a forzar las puertas y a sacarla a la fuerza, pero no lo hizo.
Las puertas permanecieron cerradas.
Unos minutos más tarde, Kara corría por la calle de Cedarview como un pingüino maltratado. Tener alas era una cosa, pero estar enrollado en cinta gris como una momia era algo completamente diferente. Tendría que cortar la cinta y liberarse.
Kara caminó más allá de casas, tiendas, cafeterías y los pequeños parques. El sol estaba saliendo y la calle tomó un tono naranja tibio. Sin embargo, no había los olores comunes de pan recién horneado, café o los autos corriendo apresurados a los trabajos. La devastación contaba una historia diferente. Las filas de las que alguna vez fueron pintorescas casas y tiendas perfectamente cuidadas estaban ahora destrozadas, como si un ejército de gigantes hubiese pasado sobre ellas.
Por todos lados por donde veía había paredes, techos, ventanas, y puertas cubriendo la calle y las aceras. El polvo y los escombros cubrían todo, como las cenizas de la erupción de un volcán. Por lo que ella podría ver, no había señal alguna de vida. Tampoco había ninguna señal de imps o segadores. Ella sentía que estaba caminando por el set de una película post-apocalíptica; todo era estéril y ominoso.
Kara se desplazaba tan rápido como podía, trepando sobre las rocas y el vidrio de la calle. Cuando llegó a la última cuadra redujo su velocidad. Tenía que avanzar con cuidado, no podría ver o sentir a los segadores o a los imps, pero eso no significaba que no estuvieran escondidos en algún lugar entre los escombros.
Pero sus temores no eran sólo por el Sr. Patterson. Sus temores también eran acerca de ella misma.
Podía sentir su transformación con más intensidad ahora. Parecía que su cuerpo y su alma estaban aceptando los cambios poco a poco, fueran los cambios que fueran. Pero con el cambio, con las alas, también había una oscuridad. Ella lo podía sentir. Al principio estaba encantada, porque creía que la bola de fuego que sentía en lo más profundo de su ser eran sus poderes elementales que habían regresado.
Pero poco después de haberlo sentido, supo que esto era diferente. Era algo frío.
Ella miró su mano y recordó las huellas de luz de oro que una vez habían cubierto su palma y sus dedos. Lo que estaba sucediéndole ahora no tenía que ver con su fuerza elemental. Kara pronto comenzó a sentir temor. Le temía al futuro y anhelaba que las cosas fueran como antes. ¿En qué se estaba transformando?
Finalmente se detuvo frente a lo que quedaba de la Vieja Librería de Jim. Quedaban dos paredes de ladrillo, abiertas hacia el cielo. La única evidencia de que había sido una vez una librería eran los cientos de libros que cubrían los escombros y se derramaban a la calle. Ladrillos, astillas de madera y fragmentos de yeso cubrían el piso, como si las paredes hubieran caído sobre sí mismas.
Kara caminó cuidadosamente sobre la puerta y se empinó para ver mejor. Siempre había amado la librería, y ahora se le anudaba el estómago al ver tal devastación.
"¿Sr. Patterson?" llamó, lo más silenciosamente que pudo.
Su voz se escuchaba demasiado fuerte a través de los escombros. Ella esperó y llamó otra vez.
"¿Sr. Patterson?"
Silencio. Mientras más esperaba, peor se sentía. Trató de pensar positivamente. El Sr. Patterson era un oráculo muy inteligente, capaz de cuidarse a sí mismo. ¿Pero dónde estaba? Si hubiera estado aquí, habría respondido.
La calle estaba demasiado tranquila, y eso la ponía nerviosa. ¿Lo habrían atrapado los imps? ¿Y si estaba herido y moribundo bajo una pila de rocas? ¿Estaría muerto el Sr. Patterson?
Un grito atravesó el silencio.
El pelo en los brazos de Kara se erizó.
Venía desde el edificio de junto y no era el Sr. Patterson. Era el grito desesperado y agonizante de un niño.
Kara se desplazó tan rápido como su apretado cuerpo y cortas piernas le permitieron. El edificio junto a la librería seguía en pie. Entró a través de un boquete grande en la pared y trepó entre los escombros de lo que había sido la sala de estar.
Podía oler azufre rancio. Había algo pudriéndose ahí, y no era la basura. Se paró sobre las lámparas y los cojines y se detuvo para examinar una foto que estaba tirada en el piso. Una familia con un niño rubio de alrededor de siete u ocho años de edad le sonreía a través del vidrio roto. Una escalera alfombrada de verde conducía a un segundo piso. Con cuidado, trepó sobre un sofá caído y miró hacia una cocina vacía en el otro extremo del edificio.
Mientras Kara se esforzaba por escuchar cualquier sonido, un terrible dolor le atravesó la espalda. Ella se dio cuenta de que eran sus alas las que le dolían. Probablemente no era bueno para ella, ni para sus alas, estar amarrada y apretada durante horas. Que extraño le resultaba incluso pensar en tal cosa. Ella se preguntaba si la capa las ocultaría si se quitaba la cinta. ¿Qué pensaría el Sr. Patterson cuando la viera con alas?
PLUM
El sonido provenía de arriba, como si algo pesado hubiera caído en el piso que estaba sobre su cabeza. Kara corrió por la escalera tan rápido como pudo. Casi pasa encima del cuerpo de un hombre cuyos ojos negros y vacíos la veían fijamente. Sus manos estaban desgarradas y ensangrentadas, como si hubiera luchado para protegerse a sí mismo. Era demasiado tarde para él, pero tal vez podría salvar a alguien más.
Ella escuchó un gemido y siguió el sonido. Observó a través de una puerta en una habitación. Había un niño parado contra la pared, abrazando un animal de peluche, como si de alguna manera fuera a protegerlo. Le salía sangre de un corte por encima de sus ojos azules y su rostro estaba rojo y húmedo.
Una mujer yacía a sus pies. Sus vacíos ojos negros veían fijamente hacia el techo. La expresión de dolor en su rostro le decía que había fracasado en su último intento de proteger a su hijo. Aún tenía un cuchillo de cocina en una mano, mientras la otra estaba envuelta alrededor de la pata de la cuna.
Y cuando Kara miró dentro de la cuna se le atoró un grito en la garganta.
El cuerpo sin vida de un niño yacía acostado de lado, mirándola con sus ojos negros sin alma.
De repente apareció un segador en el medio del salón. La parte superior de su cabeza rozaba el techo. Su traje largo y oscuro ondulaba y se movía como si estuviera formado de tentáculos de humo negro. Señalaba con un solo dedo putrefacto de carne expuesta al bebé, como si quisiera decirle que ella era la siguiente.
Sus ojos rojos apenas eran visibles, pero le miraban. Su guadaña roja se iluminaba con las caras desamparadas de las miles de almas que había cosechado.
Kara se estremeció, no sólo por el dolor de las almas que se reflejaban en la cuchilla, sino también por su propio miedo a la oscuridad y a la sensación de muerte que emanaba del segador.
Su húmeda y deforme boca se movió y le habló directamente a su mente. Ella podía escuchar la oscuridad de la voz de la muerte. Ven a mí, dijo la voz dentro de su cabeza. Ven a mí.
Y entonces sintió el frío fuego y la oscuridad de pesadilla que había sentido en su primer encuentro. Sólo quería correr y esconderse, escapar de las garras del mal y la muerte. Estaba petrificada. La criatura tenía algún tipo de control sobre ella. Sintió su propia esencia de ángel romperse como un vidrio y una fría sensación cayó sobre ella como una espesa nube que bloqueaba su mente con oscuridad.
Pero con el sonido del llanto del niño, la nube se elevó y pudo concentrarse otra vez. Empujó la oscuridad. Tenía que salvar al niño. Salvar al niño.
"¡Aléjate de él!" Gritó Kara.
Metió la mano entre su chaqueta para sacar su arma, y se paralizó. La había olvidado en la oficina de Raphael. Se maldijo a ella misma. ¿Cómo podría haber sido tan estúpida?
"Ayúdame", gimió el niño. Su rostro estaba lleno de lágrimas y sus ojos le suplicaban que lo salvara. El segador se interponía entre ellos. Ella sabía que tan pronto hiciera un movimiento, el segador se le echaría encima.
Tenía que salvar al niño.
Se abalanzó, saltó sobre un camión de juguete y tropezó con su capa. Cayó al suelo, enredada en su disfraz. Estiró sus brazos hacia el niño, pero la muerte se movió más rápidamente.
"¡NO!” Gritó Kara. Pero era demasiado tarde.
Con una enorme brazada, la guadaña del segador cortó el cuerpo del niño a través de su abdomen. Lazos de niebla roja y negra salieron en espirales desde la cuchilla y alcanzaron al niño. Partículas brillantes de luz salieron del chico y flotaron hacia la guadaña, aspirándole la vida. Las partículas de luz entraron en la cuchilla, donde se convirtieron en una réplica exacta de la cara del niño.
El muchacho gritó una última vez. Sus grandes y asustados ojos se nublaron y luego se tornaron negros, como si alguien hubiera apagado su interruptor interno. El muchacho cayó al suelo, sin vida. Su cabeza golpeó el lado de la cuna con un crujido, pero él ya no sentía nada. No se movía.
Estaba atrapado para siempre en la guadaña del segador.