Cuando Kara recobró el conocimiento se sintió aliviada de que el tanque vega no la hubiera matado. No se había desintegrado, y su mente aún estaba intacta. Ella miró a su alrededor, esperaba descubrir un Las Vegas vivo, con turistas, rascacielos, luces fluorescentes, taxis, autobuses y el tintineo de las máquinas de juego.
No esperaba encontrarse en una ciudad muerta.
En lugar de una ciudad llena de luces y gente, estaba oscura, silenciosa y siniestra. Parecía como si toda la ciudad hubiera sufrido un gran apagón. Pero, ¿dónde estaban todas las personas? Los papeles y el polvo volaban por las calles y había fuegos encendidos en los contenedores de basura y algunos edificios. Oleadas de humo negro nublaban el cielo. La única fuente de luz provenía del sol poniente que derramaba rayos de luz naranja detrás de las montañas que rodeaban la ciudad. El aire seco y caliente olía a humo y podredumbre. Un signo verde en la esquina de la calle leía Boulevard Las Vegas.
Las Vegas era un pueblo fantasma. Kara se miró a sí misma.
Ella también era un fantasma, al igual que este pueblo. Las cosas no habían cambiado ni mejorado. Ella esperaba que el traje M-5 le hubiera proporcionado un cuerpo mortal sólido y real, pero no había sido así. Aún era un espectro.
Kara también esperaba que el salto vega activara sus recuerdos, pero aun no podía recordar los momentos anteriores a su muerte. Y mientras más pensaba en ello, más le molestaba. ¿Cómo había muerto? ¿Por qué no podía recordar?
Sintió un dolor repentino en su espalda, entre sus hombros, como el aguijón de una avispa gigante. Pero cuando estiró sus brazos hacia atrás, esperando agarrar un insecto gigante, no había nada. Sus dedos estaban vacíos, y el dolor había desaparecido.
"¿Kara? ¿Estás bien?” David se había reintegrado justo a su lado.
"Sí, estoy bien", respondió sin dar mayor importancia al asunto. "Sólo una comezón, pero ya se me quitó".
"No, es decir", dijo David, y bajó la voz. "Con la otra cosa".
A Kara no le gustó la expresión de lástima que vio en la cara de David. Si aún tuviera sus habilidades elementales, él no la trataría como a una niña débil. Eso la enojaba, ella no era débil, y lo demostraría.
"Estoy bien", mintió.
Ella rodó su arma en la mano. "Como ves, sigo siendo un fantasma; nada ha cambiado. Pero puedes dejar de verme como si creyeras que me voy a romper, porque no lo haré. Estoy bien".
David la estudió. "Pensé que tal vez con tu traje M-5 habrías mejorado…"
“Pues sí, pero no lo hice, no mejoré".
Kara sacudió la cabeza con impaciencia. De repente se sintió enojada con todo el mundo. Era una rabia que no podía controlar.
"Deja de portarte como mi mamá, ¿de acuerdo? Yo estoy bien".
David la miró, pero no dijo nada. Ella podía ver que él estaba confundido por su comportamiento, pero no le importaba. No quería que Jenny o Peter empezaran a tratarla de manera diferente o, como que si ella fuera el eslabón más débil.
“¿Qué pasó aquí?", preguntó Peter, rompiendo el incómodo silencio.
Caminaba por la calle con cuidado, observándolo todo.
"Parece que hubiera estallado una bomba, o hubiera habido un gigantesco motín de algún tipo. ¿Dónde están todas las personas…?"
Como para darle una respuesta, la ciudad se sacudió violentamente cuando una explosión cercana lanzó más piedra y acero por los aires. Los edificios se estremecieron cuando la ciudad tembló debido a otro impacto más. Luego todo volvió a la sorda calma anterior.
Jenny tomó su arco y colocó cuidadosamente una flecha. "No sé qué pasó aquí, pero mi corazonada dice que fueron demonios o alguna otra cosa sobrenatural".
"Nunca he escuchado de demonios que quemen ciudades enteras por su propia cuenta", Peter se encogió de hombros. "No sé, pero no es su estilo. Puedo equivocarme, pero creo que los demonios no hicieron esto".
Jenny apuntó su arco hacia la calle vacía. "Bueno, sea su estilo o no, algo malo pasó aquí. Y huele aun peor".
“Sin duda”, agregó Peter.
"Creo que la Ciudad del Pecado se quedó sin pecadores, ¿no?" David sacó una espada de alma de los pliegues de su chaqueta. "Muy mal. Y yo que me sentía especialmente suertudo esta noche. Pensé que podríamos tomarnos un descanso del trabajo una vez que hubiéramos neutralizado la situación y probar suerte en uno de los casinos. Yo soy un jugador de póker impresionante”.
"¿De veras?", preguntó Kara.
"¡Claro!", respondió David sonriendo. "Soy bueno en el póker y a algunas mujeres les gusta eso".
Kara lo miró, irritada. "¿Qué mujeres? Seguramente unas con muy bajas expectativas".
"Más bien mujeres muertas", murmuró Jenny, y sonrió junto con Kara.
Peter se alejó del grupo, se detuvo y colocó un globo en la palma de su mano. Irradiaba un tono amarillo brillante, como un sol en miniatura.
"Estoy recibiendo lecturas de energía muy fuertes. Algo muy grande, lo suficientemente grande para causar una enorme brecha en el campo electromagnético”.
Los volvió a ver, estupefacto. “Esto es fuera de serie, no he visto nunca nada igual".
Kara miró detrás de ella. Tenía un fuerte sentimiento de que faltaba algo.
"Chicos, ¿Dónde están Ashley y su equipo? Pensé que iban a venir con nosotros".
“Están en Chicago”, respondió Jenny, explorando la calle. "Había otra amenaza allí, así que Ariel los envió a comprobarlo. ¿Por qué? ¿Deseabas que vinieran con nosotros?", agregó con una sonrisa.
"Preferiría tragarme mi propia lengua", dijo Kara sarcásticamente, agradecida de no tener que lidiar con las amargas y rencorosas observaciones de Ashley.
Pero ahora algo más la estaba molestando. Se sentía incómoda, inquieta. Una oscuridad envolvía la ciudad, era como si toda la vida estuviera siendo borrada por una ola que se extendía cada vez más.
Ella midió la calle sin vida una última vez y dijo: "¿Va alguien a decirme de qué se trata esta nueva amenaza, antes de que explote? Pude ver que Ariel estaba sumamente nerviosa por ella, dijo que era algo a que la Legión no esperaba enfrentar nunca... ¿de qué me perdí?"
Jenny bajó su arco, sus ojos verdes que oscurecieron bajo la puesta de sol. "Segadores".
Kara apretó sus párpados. "¿Segadores? ¿Ustedes se refieren a algo así como el Segador de la Muerte? ¿El ángel de la muerte? ¿Esa criatura mítica que luce un manto negro con capucha y que utiliza una guadaña y…?"
De pronto se detuvo. Tenía la extraña sensación de que había visto uno. ¿Había sido en el bosque? Pero eso era imposible, ella recién había regresado. ¿Qué le estaba sucediendo? ¿Acaso estaba empezando a sentir las consecuencias de ser un espectro ella misma?
Su mente estaba fallando.
"Sí, ese mismo", dijo David, mirando cuidadosamente a Kara. "Existen. Sí, sabemos de siete, tal vez más. Y no son ningunos ángeles. Los segadores son demonios de la muerte de los planos inferiores del Inframundo. Utilizan la Guadaña de la Muerte para romper los lazos entre el alma y el cuerpo. Matan a los mortales y toman sus almas".
"¿Toman?" repitió Kara.
"Exactamente, se las roban. Y siempre ha sido un misterio lo que realmente sucede a las almas”.
"¿Por qué?"
“Creemos que las almas están muertas", agregó Jenny. Pero no está probado, por lo que no podemos estar seguros. Pero sabemos que los segadores toman las almas de los mortales antes de que mueran y dejar su cuerpos abandonados”.
Los vellos de la parte posterior del cuello de Kara se erizaron. La muerte verdadera de un alma era lo peor que podía suceder. No podría nunca nacer de nuevo, era una perspectiva horrible. Ella se apoderó de su arma firmemente.
"¿Por qué hacen esto?"
David meneó la cabeza. "No sabemos. Tal vez se alimentan de las almas, como otros demonios, pero realmente no hay que mucho que la Legión sepa sobre los segadores. Son como súper raros. Creo que por eso es que la Legión está haciendo tanto ruido. No están seguro de cómo manejarlos".
"¿Has visto alguno?", preguntó Kara. "¿A un segador?"
"No", contestó Peter. "Ninguno de nosotros ha visto uno. De hecho, dudo que cualquier guardián en la Legión lo haya hecho. Los segadores son demonios de la primera edad, antes de la creación del hombre. Son criaturas misteriosas de las cuales la Legión realmente no sabe mucho…"
“Excepto que son asesinos”, interrumpió David. “Asesinos succionadores de almas, como sanguijuelas gigantes".
Kara se estremeció. “¿Y crees que los segadores hicieron esto?”
Inspeccionó la ciudad desierta y se preguntó por qué los succionadores de almas se tomarían el tiempo para destruir la ciudad y prenderle fuego a los edificios. Si eran las almas las que querían, ¿por qué el caos?
Si los segadores sólo están interesados en las almas... entonces ¿dónde están los cuerpos?"
"Me estaba preguntando lo mismo", dijo David. "Debería haber montones de cadáveres por todas partes".
"Vamos a seguir" dijo Jenny levantando su arco. "Tengo un mal presentimiento sobre este lugar".
Sus pasos hacían eco al pasar frente a los ardientes casinos, hoteles y restaurantes. El humo ocultaba los últimos rayos de luz del sol, por lo que era realmente difícil ver más allá de unos pasos por delante. Las cenizas y escombros caían del cielo como lluvia. Kara podía sentir cómo el pánico y la incertidumbre caían sobre sus amigos como una capa pesada. Por lo general nunca se ponían tan nerviosos.
Y para empeorar las cosas, Kara tenía la extraña sensación de que algo o alguien los estaba vigilando. Desde la esquina de su ojo, ella podía ver que David la observaba tan a menudo como observaba la calle.
Estaba preocupado por ella, como si esperara que colapsara en cualquier momento. Además de que le frustraba que David pareciera excesivamente preocupado por ella, no podía sacudirse la sensación de que estaban siendo observados. La sensación estaba allí, como un dolor de cabeza.
El humo y la oscuridad habían amortiguado el último atisbo de luz, y sabía que pronto los cubriría la oscuridad.
Pensó haber escuchado un grito, pero se dio cuenta que era sólo el viento que soplaba a través de los edificios.
Cinco cuadras más y continuaban encontrando oscuras esquinas que apestaban a gasolina y autos envueltos en altas flamas amarillas y naranjas.
Y aun así, no encontraron a nadie.
Kara se olvidó de su curiosa desintegración y se enfocó en esta nueva amenaza. Aunque no tenía sus capacidades elementales, tampoco sentía como que le faltara nada. Mientras más reflexionaba en ello, más extraño le parecía. ¿No debería sentirse diferente? Tal vez no debía sentirse desconectada después de todo. Tal vez ya no era parte elemental. Tal vez ya no era más que un ángel común y corriente, como todos los demás.
Igual que todos los demás, pensaba, mientras observaba su mano y recordaba la electricidad dorada que había bailado alguna vez en la punta de sus dedos. Pero ahora era una simple mano.
Sintió de nuevo el dolor agudo en su espalda. Se mareo y tropezó.
David corrió a su lado antes de que ella tuviera oportunidad de siquiera parpadear.
"Si dices que es sólo una comezón de nuevo, puede que tenga que te amarrarte y revisarte yo mismo", dijo, y añadió, "realmente no me molestaría mucho hacerlo”.
Kara sonrió, pero se sintió incómoda. "Bien, lo que haya sido, ya pasó. No siento nada más".
"Pero hay algo mal".
"No estoy segura, yo no diría que está mal, pero siento algo como una picadura en mi espalda", dijo viendo a David. "Probablemente no es nada serio, así que deja de preocuparte".
David la miró. "Pero podría ser algo muy grave".
"Si fuera grave sentiría mucho más dolor, y no es así. Estoy perfectamente bien”.
"Sí, estás muy bien", afirmó David.
Kara rodó los ojos y sonrió. "Vamos a seguir don Juan, antes de que los demás piensen que de veras hay algo malo conmigo”.
Mientras caminaban hacia adelante, el humo se despejó por un momento. Una masa de gente, hombres, mujeres y niños incluso, cientos de ellos, estaban parados como estatuas en la calle, bloqueando su camino. Sus rostros estaban sin vida, y cuando Kara vio sus ojos, un grito se ahogó en su garganta. Eran negros, no como los oscuros ojos de los demonios, sino como pozos sin fondo, huecos y vacíos. Sus almas habían sido tomadas. Sus cuerpos eran cáscaras vacías, y sus rostros y piel estaban cubiertos con venas negras que parecían tatuajes, sus uñas se habían convertido en brillantes garras rojas, como de bestias. Vivian, pero no eran humanos.
"Por lo menos ahora sabemos a dónde fue todo el pueblo". David agitó su espada de alma.
"¿Crees que quieran hacernos daño?", preguntó Peter guardando su globo y sacando su espada de alma torpemente, como si nunca hubiera sostenido una espada en toda su vida de ángel.
"Bueno, no creo que quieran bailar", dijo David.
Jenny tomó otra flecha de su aljaba.
Los hombres y mujeres estaban parados en una especie de estado catatónico. Era casi como si estuvieran esperando algo. Sus vacíos ojos negros estaban desenfocados, como si estuviesen durmiendo. Kara podía escuchar gemidos guturales y silbidos aumentando entre ellos, como animales enjaulados e inquietos. Tal vez eso es lo que eran ahora; los animales de alguien, las bestias de alguien.
Y justo cuando ella estaba empezando a pensar que tal vez no iban a moverse, sus ojos brillaron repentinamente con un tono amarillo, desde el interior, como si sus baterías estuvieran recién cargadas.
Y atacaron.
La ola de hombres, mujeres y niños gemía y chillaba como un animal rabioso. Con sus dedos como garras, se dirigieron hacia ella. Sus rostros estaban distorsionados, como si hubiera una criatura en su interior tratando de liberarse. Un interruptor invisible los había encendido, comandándolos para atacar.
Kara se quedó en su lugar, congelada. Oyó a David gritar, pero no podía entender lo que estaba diciendo.
Una niña con venas negras y ojos amarillos avanzó hacia ella. Kara se preguntaba qué estaría haciendo antes de que llegaran los segadores, antes de que tomaran su alma y la dejaran así. Miró fijamente a la abominación que solía ser una niña. Sabía que su alma se había perdido para siempre, y que tenía que matarla.
La chica se abalanzó, apuntando sus pequeños dedos como de garra hacia el cuello de Kara. Instintivamente, Kara levantó su brazo para usarlo como escudo. La criatura clavó las garras en su brazo y arrancó fragmentos de su chaqueta y del traje de M-5. La chica gruñía como un animal y luego gritó en un idioma que Kara no pudo reconocer. La criatura aruñaba el brazo de Kara una y otra vez, su aliento era rancio y olía a azufre. Sus pequeños ojos amarillos reflejaban una furia salvaje. La aruñaba con saña, tratando de llegar al rostro de Kara.
Kara apenas y estaba consciente del peso de su espada de plata azul, pero en un giro rápido y calculado la llevó al cuello de la muchacha. La chica dejó escapar un aullido gutural de agonía que hizo que Kara se estremeciera. Chorreó sangre de las esquinas de la boca de la chica, y cayó al suelo.
Kara vio fijamente el cadáver de la niña. A pesar de que sabía que esta cosa ya no era una niña, sino una nueva criatura del inframundo, no podía librarse de la sensación de que había asesinado a un inocente.
David luchaba contra tres grandes criaturas-hombre. Él se lanzó hacia uno de los seres, su espada chocó contra su cráneo y se sumió rápidamente. Aullando en agonía, la criatura se agitaba y convulsionaba a medida que David golpeaba su puño una y otra vez en lo que presumía había sido una vez el rostro del ser sin alma.
Pero a medida que uno caía, otros llegaban a reemplazarlo.
Jenny estaba fija en su puesto, disparando flechas como un arma automática. Pero a la misma velocidad que caían, más pasaban sobre los caídos y se le echaban encima.
Kara buscó a Peter en medio del caos y lo vio rebanando y cortando en cubitos a la horda que se iba contra él con sorprendente agilidad y fuerza.
"Kara, ¡cuidado!", gritó David.
Algo pesado chocó contra ella y cayó de rodillas. Sintió garras rasguñando su cara y brazos, y algo le mordió la parte posterior de su cuello. Kara gritó, rodó sobre sí misma y pateó a una criatura en la cara. Escuchó un desagradable crack, y la criatura cayó al piso.
Dos criaturas más, una mujer y un hombre, se fueron contra ella. Tenían la ropa manchada de sangre, y Kara se dio cuenta, con horror, que era sangre de otras personas y no de ellos. Su saliva le salpicaba la cara y sintió nauseas al percibir el olor repugnante y putrefacto. Las criaturas se agitaban y gemían, con los ojos desorbitados y una apariencia enloquecida. Derribaron a Kara al suelo, mordiendo y rasguñando su brazo y rasgando su traje de mortal.
Le cayó encima más peso, y Kara podía oír los diferentes gruñidos y chillidos de las criaturas que estaban tratando de llegar a ella. Apenas podía moverse, y sabía que tenía suerte de haber logrado aferrarse a su espada. Incluso con el M-5, ella podía sentir cómo su fuerza se le escapaba. Iban a destrozarla.
Kara sintió un cálido parpadeo de energía elemental en algún lugar profundo dentro de ella, pero así como apareció, había desaparecido en un segundo. Era una ilusión, no había nada allí.
Sin embargo, fue capaz de usar la memoria de sus poderes como una fuerza renovada y tuvo suficiente voluntad para moverse. Ella utilizó su espada corta y golpeó dientes y garras con un clang de acero, deslizándose a través de los cuerpos blandos de las criaturas como un cuchillo a través de una barra de mantequilla. La sangre salpicaba el rostro de Kara, pero ella no paró. No podía parar.
Las criaturas se rebelaban contra la repentina furia de Kara. Ella miró el montón de cadáveres apilados a su alrededor, pero aún había más. Gemían y gruñían y comenzaron a hablar entre sí en ese idioma extraño de nuevo. Ellos estaban planeando algo.
Rugieron con furia y lanzaron otro ataque, pero esta vez Kara estaba lista.
Las criaturas atacaron una y otra vez. Cada choque sonaba con fuerza contra la espada de Kara, y podía escuchar el sonido de las ropas desgarrándose a medida que su traje mortal era destrozado. Pronto estuvo cubierta de heridas por las que chorreaba su brillante esencia de ángel.
Las criaturas se quedaban mirando el brillo de su esencia, admirándola, satisfechos del daño que estaban haciéndole. Sin embargo, ella todavía luchaba. Hundió su espada en la garganta de otra criatura, la bestia dio un chillido agónico y cayó al piso. Con toda la fuerza y la furia que estas criaturas le provocaban, era implacable en su matanza de inocentes. Los golpeaba una y otra vez hasta que todas las criaturas gritaban en agonía y yacían muertas a sus pies.
Kara escuchó un grito y se dio la vuelta. Jenny estaba recostada contra una esquina, gritando ininteligiblemente y disparando flecha tras flecha hacia las cabezas de las criaturas. Kara corrió hacia el grupo de criaturas mientras Jenny seguida disparando.
El primero vino a ella con los ojos salvajes y la boca abierta en un grito silencioso. Agitaba sus brazos tan erráticamente que Kara logró esquivarlo sin problema. Derribó a otra criatura de una patada en la cabeza y luego apuñaló a ambos en el cuello. Con una velocidad inigualable, tomó su espada y siguió combatiendo. Derribó a otra criatura y sumió su espada a través de su estómago. Dio vuelta una vez más y atacó a dos criaturas que llegaron desde atrás, perforándolas con su espada, mientras que luchaba contra una tercera con su otro brazo.
Finalmente quedó sólo un hombre. Su respiración era irregular, y sus ojos estaban llenos de locura. En un instante, Kara lanzó su espada y dio en el blanco. La criatura gritó, cayó al suelo y se quedó quieta.
Kara limpió la sangre de su espada. La sangre de los hombres y mujeres asesinados se sentía húmeda sobre sus pantalones. Se sentía terrible. Ella les compadeció; no había forma de ayudarlos. Era como si estuvieran en trance, como si sus mentes no estuvieran conectadas a ellos, y hubieran actuado bajo la dirección de algún extraño poder, como marionetas jaladas por una cuerda. Todos habían perdido sus mentes.
"Todas mis almas", dijo Jenny con tristeza.
Miró fijamente la masa de cadáveres arrugados. "Esto es una masacre, una masacre sangrienta. Vean sus rostros, ¡algunos incluso son niños! ¡Hemos matado niños! ¿Cómo hemos podido hacer algo así?”
Estaban muertos. Todos. Kara se sentía sobrecogida por el dolor de su pecho. Trataba de no mirar sus rostros vacíos, sin vida. Si esto había sido obra de los segadores, entonces ella sabía que los segadores robaban las almas de los mortales y los transformaban en zombis para la guerra.
"Lo hicimos porque nos no dejaron otra opción". Dijo David. Kara se levantó para ver a David y Peter. Estaban intactos, pero su ropa y trajes M estaban rasgados y llenos de agujeros, y Kara podía ver destellos de su esencia de ángel a través de sus muchas heridas.
"No te cuestiones, Jenny". David guardó su espada del alma. "Hiciste lo que tenías que hacer, todos lo hicimos. No había otra manera",
"Pero tal vez la había" dijo Jenny; sus labios temblaban, y parecía que estaba a punto de llorar.
"No la había”. David meneó la cabeza. "Ellos ya no eran humanos, ninguno de ellos lo era. Eran monstruos, criaturas, máquinas de matar. ¿No ves la sangre en sus manos y en su ropa? Quién sabe a cuánta gente inocente sacrificaron antes de que…”
“Los matáramos”, concluyó Kara.
Su voz se sentía extraña, como que no era suya. Ella sabía lo que sacudía su interior. Era puro miedo.
David caminó hacia ella y tomó su mano. "No estaban vivos, Kara. ¿No ves sus ojos ennegrecidos? Sus almas ya habían sido tomadas. Estas cosas ya no eran humanas".
"Tiene razón”, dijo Peter, y limpió la sangre de las criaturas de su cara. "Estoy bastante seguro de que se trataba de denomites".
Kara soltó la mano de David. "¿Qué son los denomites?"
"Piensa en ellos como parásitos del inframundo. Necesitan un cuerpo huésped para permanecer en este mundo. Morirían sin uno".
Peter se inclinó e inspeccionó uno de los cadáveres. "Entraron en estos cuerpos y los utilizaron como cáscaras, como anfitriones".
"¿Entonces los segadores controlan estos denomites?" David pateó a uno de los muertos en la cabeza, como esperando encontrar algo a lo que estuviera pegado.
Peter meneó la cabeza. "No sé. Podría ser, pero también podrían ser demonios o cualquier otra fuerza del inframundo, algo potente, muy potente. Se necesita una gran cantidad de energía para romper el velo, y no se diga para infectar a muchas personas a la vez. Nunca he oído hablar de un ataque de esta magnitud. Esto podría ser el comienzo de algo mucho peor".
"Sería mejor volver y reportárselo a Ariel", sugirió Jenny. "Ella deseará saber esto. Además, tendrá que enviar otro equipo para limpiar este desastre antes de que los mortales de las ciudades vecinas vengan en busca de sus seres queridos. De alguna manera, tenemos que hacer esto de la forma correcta".
Aunque habían eliminado esta amenaza, Kara se sentía derrotada. "Desearía haber podido salvado por lo menos a uno, una sola alma, ¡pero ni siquiera pudimos hacer eso! ¿Cuál es el punto de ser ángeles de la guarda si no podemos salvar ni siquiera una miserable alma?"
David se acercó a ella otra vez. "Kara, no te aflijas. Esto no es tu culpa, no es culpa de nadie".
Kara lo detuvo. "No…"
Un grito hizo eco al fondo de la calle.
Asustados, se congelaron y esperaron, escuchando, mirándose el uno al otro para ver si volvía el sonido. ¿Lo habían imaginado? Pero el grito volvió, un grito de súplica de una niña aterrorizada. Antes de que Kara supiera lo que estaba haciendo, corrió hacia el sonido.
¡Kara, espera!” Gritó David.
Pero Kara estaba concentrada en el sonido del grito de la niña. Tenía que salvarla. Necesitaba salvar al menos a un mortal para aliviar la culpa y la vergüenza que sentía por haber matado a todas esas personas inocentes. Tenía que hacer esto, pasara lo que pasara. Salvar el alma...
El denso humo gris se arremolinó a su alrededor, y Kara sólo podía ver la oscuridad y la leve luz que llegaba de los muchos incendios que marcaban la calle como una pista de aterrizaje. Corrió por la calle, esperando dirigirse en la dirección correcta. No mueras, suplicaba. Por favor, no mueras.
Otra serie de extraños dolores agudos de los que había sentido antes estalló entre sus hombros, pero ella no les hizo caso. Su único pensamiento era salvar a la chica. Su traje de M-5 había recibido una verdadera paliza, y estaba empezando a cansarse. Tenía que encontrar a la niña pronto.
No se dio cuenta de que el paisaje había cambiado, simplemente seguía corriendo. El humo gris emanaba de los edificios. No sabía si había ido demasiado lejos. Los interminables edificios que se levantaban alrededor de ella parecían todos iguales.
Se dio cuenta que estaba temblando, no de frío, sino de un pánico que le consumía con una desesperada necesidad de enmendar la vergüenza de la masacre.
Tengo que salvar a uno.
Se detuvo en plena calle y escuchó a ver si había algún signo de la chica, y justo cuando pensó que la había perdido, oyó un débil gemido y corrió hacia esa dirección. Su traje M-5 todavía le permitía correr a velocidad sobrenatural. Dio vuelta en la siguiente cuadra y continuó por lo que parecía ser un callejón. Un gigantesco muro de humo se materializó frente a ella, y pasó a través de él. No podía ver a más de diez pies delante de ella. El resto se perdía en las sombras.
"¿Hola? ¿Estás aquí? Estoy aquí para ayudarte”, la voz de Kara se quebraba, pero no estaba interesada en ocultar su desesperación.
"Simplemente di algo para que te pueda encontrar. Puedo ponerte a salvo si me dices donde estás…”
Algo chocó con Kara por detrás y la hizo volar en el aire. Cayó al piso y rodó y su espada se le zafó de las manos. El golpe le habría roto la espalda si no hubiera sido por su traje M-5.
Estaba desorientada. Sintió que algo le rozaba un lado de la pierna y cuando volteó vio a una chica al lado de ella. Estaba inmóvil y fría. Sus ojos estaban negros y vacíos.
Kara sintió una presencia cerca de ella.
Levantó la vista y descubrió una figura con túnica negra que se cernía sobre ella.