“¡Mírenla!”
“¡Es una de ellos!”
Kara se esforzó en ignorar los murmullos y las miradas de los Ángeles de la guarda que la observaban desde la puerta de la cámara mientras Raphael colocaba una lupa sobre sus alas para inspeccionarlas pulgada por pulgada.
“¿Y puedes volar?" Preguntó Raphael, medio sonriente, medio ansiosa.
"Síp".
Kara se volvió y miró a los guardianes que permanecían en la puerta. Abrió sus alas, haciendo alarde de ellas, y desaparecieron por el corredor llenos de miedo.
"No tienes que hacer eso", dijo Raphael. "Eso es más bien algo que David haría".
"Yo sé", dijo Kara con una sonrisa presumida. "Pero fue divertido".
Raphael guardó su lupa. "Sabes lo que están diciendo, ¿verdad? Que tienes las alas de los archidemonios".
Kara miró a Raphael y se encogió de hombros. "Yo sé, pero no soy uno de ellos". Ella miró a Ashley quien seguía sentada en la misma silla donde la había visto la última vez. Sólo miraba fijamente al espacio, en un doloroso silencio.
"¿Jenny y Peter estarán bien?" preguntó finalmente. Parecían muertos cuando ella los había llevado de vuelta a Horizonte.
"Gracias a ti, y a que los libraste del peligro y los trajiste de vuelta tan pronto, tus amigos se están recuperando muy bien en Curación-Exprés".
Raphael tomó la mano de Kara y la presionó, tranquilizándola. "Llevará tiempo, pero creo que lograrán una recuperación completa".
Kara suspiró, aliviada, pero luego recordó algo que le molestaba.
"Arcángel Raphael", dijo, "le dije a Ariel que los imps habían tomado la llave de Peter, la famosa llave que desbloqueará la prisión irrompible que mantiene los archidemonios confinados. Pero Ariel no parecía tan molesta como pensé que estaría. Y a juzgar por la mirada que estás dándome ahora... tu tampoco lo estás”.
"Eso es porque no se necesita sólo una llave", respondió el arcángel. "Hay otros elementos en juego. Su prisión fue construida con un campo de fuerza que los mantiene contenidos. La llave fue utilizada para sellar las etapas finales de su confinamiento".
"Pero ellos la tienen ahora", interrumpió Kara.
Raphael levantó una ceja. "Sí, pero no pueden abrir su prisión con sólo la llave. Eso habría sido demasiado fácil. Se necesita que otros elementos se alineen perfectamente para que la llave libere el campo de energía. Se necesita que ocurra un raro acontecimiento astronómico, en el que el mundo mortal entra en un período de sombras".
Raphael miró a Kara de forma tranquilizadora. "Los imps son astutos, pero no son inteligentes. Tratarán de abrir la prisión, pero fallarán. No te preocupes. Todavía tenemos tiempo para reparar el mundo mortal y deshacernos de los segadores".
Kara no estaba segura de haberle entendido. "Guau. Creo que me perdí. ¿Qué es un raro fenómeno… astronómico…?"
"¡Kara!"
David apareció frente a ella. "Los segadores están atacando un hospital con niños enfermos en Vancouver, están matando niños ¡niños! Odio a estas sanguijuelas succionadoras de almas".
Él miró a Kara.
"Ariel y Gab necesitan que todos los guardianes se dirijan para allá, y tú y yo somos los únicos guardianes del DCD que quedamos. No somos muchos. ¿Puedes creer eso? Además de Jenny y Peter, sólo quedo yo y mi hada favorita”.
Pero Kara ya no estaba viendo a David. "No somos los únicos que quedamos".
Ella caminó más allá de David y cruzó la sala hasta que llegó al lado de Ashley.
"Ashley, te necesitamos", dijo Kara. "Es hora de levantarse".
Ashley se vio las uñas. "Déjame en paz".
"Levántate", repitió a Kara, con voz fuerte y autoritaria, una voz que la sorprendió incluso a ella misma.
Ashley la miró. "¿Cuál es tu problema? ¿Estás sorda? ¡Te dije que me dejaras sola! ¿No ves que soy una inútil?, ¿que no sirvo como guardián? Tú ganaste. Eres la mejor guardiana. Tú pudiste salvar a tu equipo, y yo no pude”, dijo. Luego rio sarcásticamente y agregó: Y ahora tienes alas, ¡grandioso! Sólo eso faltaba. Vete y déjame en paz”.
Kara no se había dado cuenta de que Ashley se sentía celosa. Ella siempre había pensado que la odiaba porque había sido marcada.
"Deja de sentir lástima por ti misma", dijo Kara, sonando como su madre.
"Ellos se han ido, y no fue tu culpa".
"Si lo fue", dijo Ashley. "Soy una idiota".
"Tienes razón. Eres una idiota", dijo Kara, y dobló sus brazos sobre su pecho. "Sólo un idiota se sentaría aquí sintiendo pena por sí mismo en lugar de ayudarnos a luchar. No dejes que las muertes de Sasha, Raymond y Ling sean en vano. Ellos no querrían esto. Ellos desearían que tú lucharas, que te vengaras. Te necesitamos, Ashley. Necesitas levantarte”.
Por un momento Ashley no dijo nada, pero luego sus ojos se iluminaron con nueva determinación. "Vengaré sus muertes. Los veré en los tanques", dijo de repente, y se marchó sin decir otra palabra.
"Eso fue lo mejor que pudiste haber hecho por ella", dijo el arcángel Raphael con una sonrisa mientras Kara veía a Ashley desaparecen por el corredor. Ella no estaba segura de cómo se llevarían los tres, pero no importaba. Lo que importaba era vencer a los segadores. Tenían que acabar con ellos.
"¿Estás segura de esto?" susurró David, sintiéndose un poco aprensivo.
“Sí. Supongo que ella me recuerda a Lilith. Por alguna extraña razón, la echo de menos. A veces siento que pude haber evitado su muerte, y supongo que quiero ayudar a Ashley porque no pude evitar la muerte de Lilith".
"Eso es realmente enfermizo”.
"Oh, cállate", dijo Kara, caminando hacia la puerta y agregó: “¡Ya vámonos!”.
Kara, David y Ashley corrieron por el sombrío pasillo del hospital al lado del arcángel Gabriel y diez fuertes ángeles de la guarda. El sonido de los gritos de los niños era desgarrador. Kara quería detenerlo y salvar a todos, pero Gabriel estaba al mando. Cuanto más se aventuraban en el hospital, más fuertes se escuchaban los gritos.
Su ira hacia los segadores se convertía en una rabia candente. Matar las almas de los mortales era una cosa, pero matar las almas de niños enfermos era insoportable. Ni siquiera los demonios se alimentaban las almas de niños enfermos y moribundos. Estos segadores eran mucho peores que cualquier criatura a la que se hubiera enfrentado antes.
Y pensando en los demonios, a Kara le parecía extraño que no hubieran encontrado ninguno. Más aún cuando ella se dio cuenta de que desde que los segadores habían aparecido, no había habido asignaciones para cazar demonios. Extraño. Muy extraño. ¿Dónde estaban?
Originalmente, había cincuenta guardianes, excluyendo a Kara, David, y Ashley, pero Gabriel los había dividido en cinco grupos de una decena cada uno, enviándolos a diferentes lugares en busca de los segadores. Incluso con estos números, Kara no estaba convencida de que pudieran vencer a los segadores. Sus armas no les hacían nada. Lo único que ella había visto funcionar, o al menos dañar temporalmente a un segador, era la bola de cristal del Sr. Patterson. Pero cuando él le dijo que no había funcionado antes, y que de repente lo hizo, se quedó igual de sorprendida. Estaba decidida a averiguar por qué había sucedido, y tenía que hacerlo pronto si se encontraba con alguno de ellos y quería sobrevivir.
El arcángel vestía una armadura de oro que brillaba como un faro en los pasillos oscuros, como dando esperanza. Se preguntaba si tendría algún poder mágico de protección contra los segadores. Esperaba que lo hiciera. También se preguntaba si sus propias alas podrían proveerle una armadura así. Seguía sintiéndolas sobre su espalda, pero le jalaban menos ahora, y se sentían menos pesadas. Probablemente porque su cuerpo se había ajustado. ¿O podría ser que el cambio la estaba haciendo más fuerte…? Inmediatamente eligió suprimir ese pensamiento.
"¿Qué pasa contigo?" dijo David suavemente. “Estas muy callada”.
"Estoy pensando", respondió Kara, rozando su hombro contra el suyo.
"Por favor, comparte tus pensamientos", dijo David.
Él asomó su cabeza a través de una puerta abierta.
Kara cerró los ojos durante un segundo, intentando reunir sus pensamientos acerca de algo más que le había estado molestando.
"No sé. Es algo que Raphael ha dicho sobre la llave. Creo que están demasiado confiados acerca de las prisiones de sus archidemonios. Algo no está bien, pero no puedo decir con exactitud qué es".
David la miró en silencio y no dijo nada.
Gabriel levantó su puño, y el grupo se detuvo en el extremo del corredor. Esperó y escuchó.
David y Kara compartieron una mirada.
"Prepárense", dijo Gabriel, y sacó dos espadas de oro de la vaina doble asegurada en su espalda. Sus músculos temblaron en la luz; parecía un samurái gigante de oro.
"Él es realmente increíble", dijo David, con una mirada de envidia en su rostro. Kara estaba a punto de golpearlo cuando la pared a su derecha explotó.
Todos cayeron al suelo. Las orejas de Kara zumbaban cuando finalmente pudo pararse. La explosión había abierto un agujero en la pared del hospital del tamaño de un autobús. Gabriel era el único que permanecía parado, y estaba combatiendo cuerpo a cuerpo con un segador que estaba en el otro lado del agujero.
Luego una avalancha de imps corrió sobre los escombros, y todos llevaban lo que parecían ser granadas caseras.
Entonces comenzó una batalla entre ángeles e imps. Desde la esquina de su ojo vio que Ashley saltaba a su izquierda para evitar la guadaña del segador más cercano. Ella era una guardiana experta, y Kara se hubiera asombrado con sus habilidades si no hubiera estado tan ocupada tratando de salvar su propio pellejo.
Un imp le atacó con la daga, pero ella lo bloqueó con su ala derecha y empujó su espada debajo de su barbilla, hasta su cerebro. El imp estalló y se hizo polvo. Se hizo a un lado y otro imp le saltó encima. Ella agitó su ala otra vez y le pegó al imp en el pecho, lanzándolo a la tierra y atravesando su espada en su cabeza, acabando con su miserable vida.
Giró para ver a David decapitando un imp que había tratado de atacarla por detrás.
Sonrió al verla. "Por nada".
Él corrió contra un muro de imps, partiéndolos y pateándolos, como si fuera su deporte favorito.
Kara sacudió la cabeza.
"¡Esto no es un juego, David! Intenta actuar como un guardián normal por una vez".
"Define un ángel de la guarda normal. Mi puntaje hasta ahora es quince a cero", gritó David. Empalando a otro imp con su espada, y agregó: "¡Cambia eso a dieciséis!"
Un imp jaloneó las alas de Kara por detrás. Ella giró y batió sus alas, y el imp salió volando en el aire, donde David lo ensartó con su espada de alma. "¡Te agarré!"
Kara se maravillaba de sus alas. Era capaz de usarlas como un par de brazos extras, pero además eran mucho más fuertes. Ella saltó en el aire, girando como un trompo, con sus alas extendidas y atravesó a cinco imps a la vez.
David silbó. "¡Impresionante!"
Alentada y con un nuevo sentido de agilidad, Kara se propuso matar a tantos imps como pudiera, pero su buen humor se desvaneció muy pronto. Los cuerpos sin vida de diez niños pequeños yacían muertos a sus pies. Sus ojos estaban desorbitados y negros, y sus bocas estaban abiertas, en gritos silenciosos. Un imp bailaba alegremente alrededor de ellos, como si estuviera participando en un ritual de sacrificio. Una risa enfermiza gorgoreaba en su garganta.
La ira de Kara creció. Gritó, como un grito de guerra, y con sus alas extendidas empaló al imp en el pecho con su puño. Lo golpeó con tal fuerza que su brazo lo travesó de lado a lado. Retiró su puño del cuerpo, y el imp se hizo polvo.
Kara se quedó mirando su mano en estado de shock. Una sustancia pegajosa y amarilla que hedía a muerte y carne podrida goteaba de sus nudillos. Disgustada, limpió los restos de la criatura en sus pantalones. Nunca había matado a una criatura con sus manos antes. Sus poderes elementales siempre habían sido la fuente de su fuerza agregada, pero este poder era diferente. Era frío. Ella podía sentirlo pulsar como una inyección de adrenalina, la hacía mucho más fuerte que antes. Intentó convencerse a sí misma que no le gustaba este nuevo sentimiento de poder, pero no podía ocultar su sonrisa mientras blandía su espada contra otro imp que se aproximaba.
De repente, los otros cuatro grupos de ángeles aparecieron por una puerta del pasillo opuesto.
"¡Bravo!" exclamó David, mientras empalaba a dos imps a la vez. "¡Refuerzos!"
Los cuarenta nuevos guardianes se unieron precipitadamente a batalla. Los imps volaban, las espadas volaban, y el sonido del metal golpeando contra la carne rebotaba en las paredes.
Los imps no tenían oportunidad alguna contra esta nueva embestida de guardianes. David se rio mientras jugaba a lanzar imps a otro guardián que fácilmente los cortaba en rodajas con su espada de alma. Cuando los duendecillos comenzaron a desaparecer, Kara se llenó de esperanza. Ellos estaban ganando.
Se volvió al ver un destello dorado por el rabillo de su ojo. Gabriel estaba sobre sus rodillas, y el segador avanzaba hacia él. Con un gran golpe de sus alas, Kara voló a través de la abertura del Muro caído y patinó hasta detenerse junto a él.
“Kara, hazte para atrás”, gimió Gabriel.
Su cuerpo estaba cubierto de profundas laceraciones. Intentó levantarse, pero cayó de nuevo, su cara reflejaba su agotamiento. “¡Dije que te fueras!” Son demasiado fuertes, nosotros nunca deberíamos haber venido. ¡Que te vayas, he dicho!"
Kara se colocó protectoramente frente a Gabriel. Ella extendió sus alas con la esperanza de que la criatura la confundiera con un archidemonio, y que por algún milagro la obedeciera. Había muy pocas probabilidades, pero tenía que intentarlo. Ella tomó esa oportunidad y se paró desafiante, con su espada de alma lista.
El olor de la muerte y los sonidos de los miles de almas perdidas gritando en agonía impregnaban el aire alrededor del segador.
"¡Kara, vete de aquí!" gritó Gabriel, su voz era ronca y cruda, como si la fuera a perder completamente.
"Tú puedes gritar todo que quieras, pero no me voy a ir”
. Parecía funcionar. El segador vio sus alas y pareció relajar los hombros y bajó su guadaña.
Kara despejó su garganta.
"¡Segador, te ordeno que nos dejes en paz!", dijo en la voz más autorizada que pudo emitir. Confiaba en que fuera suficiente, pero no funcionó.
El segador levantó sus brazos. Hubo un crack, como un rayo golpeando un árbol, y largos tentáculos negros salieron de sus manos y se envolvieron alrededor de sus tobillos. Kara intentó desesperadamente de cortar los tentáculos, pero eran tan fuertes como metal. Gritó al sentir los tentáculos quemando su traje M-5 y sus piernas. El veneno entró en su cuerpo, podía sentirlo avanzando hacia su abdomen.
De repente, Kara fue levantada en el aire y estrellada contra una pared y cayó al suelo con fuerza. Abrió los ojos, aturdida, y logró ver a David tratando de acercarse a ella.
"No", gimió Kara.
Intentó gritar, pero no tuvo suficiente fuerza. Trató de patear, pero los tentáculos negros se lo impedían.
David silbó y el segador giró su cabeza, y ella aprovechó el momento y lo pateó en las costillas.
Sorprendentemente, la criatura se tambaleó hacia atrás y soltó su guadaña. Su conexión con Kara estaba perdida.
"David no, por favor, no podemos derrotarlos", dijo Kara.
"No voy a dejarte morir. Mira, creo que lo lesionamos”.
Pero el segador se recuperó y más rápido de lo que David pudo moverse y le lanzó un rayo de energía negra que lo arrojó hacia el suelo con tanta fuerza que agrietó el concreto. David levantó la cabeza un poco, y Kara pudo ver el veneno de los tentáculos como venas negras en la piel de su rostro. El segador se acercó hacia él y levantó su guadaña.
"¡No!" Kara se lanzó contra el segador con su último aliento de fuerza.
Como un jugador de futbol americano, lo tacleó duro con su hombro, y ambos cayeron al suelo. Tan pronto como la ácida capa de la criatura le tocó, la piel de su traje M se consumió y empezó a marchitarse. Ella podía sentir que su fuerza disminuía. Su vista comenzó a ponerse borrosa, y podía oír las almas llorando. Podía sentir su dolor. Era como morir una y otra vez.
Kara pensó que estaba a punto de enloquecer. Podía ver que su esencia de ángel estaba siendo aspirada fuera de su cuerpo por la guadaña del segador.
Por un momento sintió cierto alivio cuando la muerte se cernió sobre ella. Casi se había abandonado a la muerte cuando se dio cuenta que estaba jugando con ella.
Tenía que luchar.
El pensamiento de David le dio la suficiente fuerza para sostenerse a sí misma sobre sus codos. Pero entonces algo aún más horrible llamó su atención, y su esperanza se desvaneció.
Seis segadores más habían aparecido en el agujero de la pared. Los siete segadores. Estaban todos aquí. Pero ¿por qué?
¿Qué podían hacer contra estos enemigos? ¿Cómo podrían derrotar a unas criaturas que no tenían ninguna debilidad? Kara cayó en la desesperación. Ella había hecho su mejor intento para no sucumbir a la oscuridad en su interior, y ahora era demasiado tarde. Su cuerpo y sus alas estaban tan dañadas que apenas podía moverse. Ella era como un pájaro muerto, cuyas alas ya no podían moverse. Ella estaba muriendo.
Deseaba en silencio que su energía elemental volviera a ella. Con los brazos extendidos, su cara plana contra el piso frío, esperó a la muerte en agonía.