Un ángel de la guarda de piel oscura con un rostro aplastado como un bulldog llegó corriendo detrás de los gorilas y señaló directamente a Kara: "¡Esa es la criatura!”
“¡Captúrenla de una vez!”, dijo otro oficial más joven con tono de importancia.
A Kara le recordaba a un policía joven y tonto en su primer día en el trabajo, tratando con demasiadas ganas, de complacer a su oficial superior.
Los gorilas de 500 libras flexionaron sus músculos masivos y gruñeron. Sus dientes parecían espadas miniaturas, y un cierto olor a perro mojado llenó el impecable estudio de Rafael haciéndolo oler como un criadero.
Kara se retorció, inquieta, bajo las miradas salvajes de los gorilas. Apenas y se fijó en los oficiales, esos no tenían los dientes puntiagudos. Los gorilas se colocaron estratégicamente delante de la única puerta. No había manera de que pudiera luchar contra dos gorilas.
Kara se olvidó de su extraña apariencia de fantasma y sintió ira en el agujero de su cuerpo de ángel. Se encendió como una llama y se hizo más y más caliente, hasta que la consumió.
Vio con rabia a los oficiales. Ella no había hecho nada malo, estaba siendo juzgada y condenada antes de que los hechos se esclarecieran. ¿Qué más podría salir mal?
"¡Esperen un momento!", exclamó Raphael.
Se colocó delante de Kara de forma defensiva, como una madre protegería a su hijo. "¿Cuál es el significado de esto? Ustedes no pueden simplemente aparecerse aquí sin la debida autorización. Este es mi recinto privado de curación. ¿Bajo la autoridad de quién han venido hasta aquí?"
El oficial dio un paso adelante. Su rostro era duro, pero el miedo en sus ojos lo traicionó.
"Te pido perdón, Arcángel Raphael, pero tenemos órdenes estrictas de llevar a…" dijo, señalando a Kara, “…ella, con nosotros”.
"¿Ordenes de quién? ¿Llevarla a dónde exactamente?" El tono de Raphael era amenazante. Parecía más alta, y de repente se veía más feroz que los dos gorilas juntos. Los dos oficiales se inclinaron hacia atrás.
El oficial mayor vaciló antes de contestar. “Fue el arcángel Metatrón. Él desea que le llevemos a la intrusa de inmediato".
"Yo no soy una intrusa", dijo Kara antes de que ella misma pudiera controlarse. “Yo soy un ángel de la guarda como tú. No importa si estoy un poco descolorida, aun así soy un guardián. Además, por lo que sé, y créeme, conozco las reglas, no he hecho nada malo. No he roto ninguna regla, ¿o sí? Así que puedes ir a decirle a tu Metatrón que me quedo aquí con Raphael".
El oficial pareció desconcertado al ver que Kara había tenido el descaro de hablar con él. La vio con una mirada fulminante, lo que sólo logró enfurecerla más.
"Metatrón", dijo, y levantó la barbilla, "es un Arcángel muy respetable, intrusa".
"¡Yo no soy una intrusa!" gritó Kara furiosa. Si los gorilas no hubiesen estado allí, ella le habría tirado el ceño de su cara con un golpe.
Miró a los gorilas. La veían como si fuera un juguete curioso, y estaban esperando que su comandante les diera la orden para sujetarla y estrujarle el alma.
"¿Han dicho Metatrón?", preguntó Raphael.
La mirada en los ojos de Raphael no consoló a Kara. Sospechaba que Metatrón y Raphael no se llevan del todo bien. Raphael era la más suave y pasiva de todos los Arcángeles que había conocido, así que su actitud hacia Metatrón era inquietante. Kara nunca había oído hablar de Metatrón antes. Seguramente había sido designado por el Consejo de los Arcángeles mientras ella había estado ausente, pero presentía que iba a conocerlo muy pronto.
Raphael estaba parada de forma desafiante con sus manos en sus caderas y miraba hacia abajo a los dos oficiales. "Kara está bajo mi cuidado y no ira a ninguna parte, por lo que puedes dar la vuelta en este mismo momento y llevarte a tus compañeros contigo. Salgan de mi recinto".
Los oficiales se retorcían, incómodos, pero el oficial mayor parecía determinado a hacer su trabajo.
Él despejó su garganta.
"Lo siento, Arcángel Raphael, pero tenemos órdenes estrictas de llevarla. Si no dejas que nos la llevemos, entonces… "
"¿Entonces qué?", gruñó Raphael, y Kara incluso se sintió un poco asustada.
Raphael era tan suave como un cordero hasta que se metían con ella. Ahora estaba tan feroz como una leona protegiendo a su cachorro.
"No me importa lo que quiera Metatrón", continuó el Arcángel. "Él no tiene autoridad sobre mí. Ella se queda conmigo, y eso es definitivo”.
"Pero, Arcángel Raphael", rebatió el oficial mayor, "nos dijeron que la lleváramos, sin importar las consecuencias. Nos dijeron que usáramos la fuerza si era necesario".
En ese momento, los dos gorilas gruñeron y golpearon su pecho con sus poderosos puños. El piso tembló cuando golpearon el suelo con sus pies.
El bello rostro de Raphael se oscureció. "¿Ah…sí?"
Una siniestra sonrisa jugó sobre sus labios y una suave luz emanó de ella. La luz aumentó hasta que su cuerpo entero relució como una brillante estrella blanca y se dirigió hacia los gorilas.
"Está bien, está bien, se terminó el show, señores”, dijo una voz familiar. Incluso antes de que ella lo viera, la piel de la Kara hormigueo de emoción.
David entró pavoneándose por la puerta y luciendo una confiada sonrisa. Hizo su camino entre los dos oficiales, y aunque hicieron una mueca en señal de protesta, no lo detuvieron. Llevaba pantalones de cargo negro metidos en un par de botas negras brillantes y una camisa negra de manga corta que enfatizaba su atlético cuerpo. Sus ojos encontraron los de Kara, y por un segundo pudo ver una mezcla de sorpresa y miedo en ellos, pero luego amplió su sonrisa y le guiñó un ojo. David estaba de su lado.
Al principio temía su reacción al verla así, ya que recordaba lo mal había reaccionado cuando le había visto la marca. Pero ahora era diferente, sabía que David confiaba en ella esta vez.
David agitó su mano a los oficiales, despidiéndolos.
"Ya llegué, así que pueden volver al desabrido y aburrido trabajo que estaban haciendo antes de venir. No hay nada más que ver aquí. Moviéndose, jóvenes. ¡Vamos, vamos, circulen!"
Él aplaudió "Chop chop".
"Disculpe, David McGowan", dijo el oficial más joven, pero contamos con estrictas instrucciones de Metatrón de asegurar a la intrusa y llevarla de inmediato a su presencia”.
"Bien, ese es el asunto”, dijo David mientras caminaba en círculos alrededor de los oficiales, inspeccionándolos de cerca. Estiró su mano y recogió un pedazo de pelusa del uniforme del oficial más joven. "Metatrón me envió".
Sacudiendo la pelusa de sus dedos, continuó: “Sí, así es, me escucharon bien. Me-ta-trón, ese Arcángel grande y malo que se parece a un gánster. Exactamente. Bien, él me dijo a mí ", reafirmó, golpeándose el pecho, y luego estiró sus dedos y golpeó en el pecho al oficial, “que te diga a ti que te olvides de esa orden y que me entregues a la intrusa…”, sus ojos se dirigieron por un momento a Kara, "…a moi”.
El brillaba.
"¿Moi es un pez?" preguntó el oficial más joven.
"Es francés”, dijo David.
"¿El pescado es francés?” preguntó de nuevo el oficial.
David perdió su sonrisa y golpeó su frente. "Significa a mí, genio. Metatrón ordena que me des a la intrusa a mí".
Los oficiales compartieron una mirada y, a continuación, el oficial mayor habló.
"¿Metatrón te dio esa orden? Más te vale que no nos estés mintiendo, David McGowan. Conocemos tu reputación por romper las reglas”.
David hizo una cara y presionó su mano sobre su pecho.
"¿Qué? Me ofendes. Soy un buen soldadito y siempre sigo las reglas. No tengo ni idea de lo que hablas".
Observó la expresión poco convencida de los oficiales y endureció sus facciones.
"A ver, ¿están dudando de las órdenes de Metatrón? ¿Saben ustedes lo que pasaría si entera de que tu”, dijo, picando el pecho del oficial, “desobedeciste sus órdenes?"
Los oficiales guardaron silencio.
"Por algo su apodo es Metatrón el Feroz".
David vio a Kara una vez más y ella sintió una chispa de electricidad. No pudo evitar sonreír. David siempre sabía cómo provocarle una sonrisa en una situación angustiosa.
Ambos oficiales guardaron silencio. Kara podía ver la indecisión en sus caras, y cuando vio a Raphael, se dio cuenta de que su luminiscencia había disminuido. Todavía se veía enojada, pero ya no resultaba tan aterradora. Los oficiales ya no representaban una amenaza para ella.
David agitó las manos en el aire dramáticamente.
"Bien. Háganle como quieran”, dijo, y luego los señaló con un dedo: “pero déjenme decirles esto. Él los lanzará al Tártaro. Eso es lo que hará". David observó a los hombres retorcerse por un momento. "Y ustedes no querrán que eso suceda, créanme".
Él miró a Kara, y ella recordó cuando la fue a rescatar vistiendo sus calzoncillos de lunares. "Una vez que entran en el Tártaro, ahí se acaba todo. Nunca lograrán salir".
Los oficiales compartieron una mirada de pánico.
"Permanecerán ahí hasta el final de tiempo", afirmó, y luego agregó: "su cuerpo y su mente se pudrirán en la nada, con el resto de las almas decrépitas. Nunca podrá salir. Nunca".
David frotó sus manos. "Vayan despidiéndose de una buena vez, a menos que..." Levantó las cejas. "A menos que obedezcan la orden de Metatrón y me liberen a la intrusa, como lo solicitó. ¿Qué van a decidir, muchachos?"
El oficial mayor despejó su garganta, pero tenía una mirada de pánico. "Te entregaremos al intruso, según las instrucciones de Metatrón".
"¡Ha!" El repentino arrebato de David causó que los oficiales le vieran con escepticismo.
David se dio cuenta de su desliz y se recuperó rápidamente. "Quiero decir, sí, bien, muy bien". Su tono se hizo más grave. "Metatrón se los agradecerá. Pueden irse ahora, nosotros nos haremos cargo”.
Cuando Kara estaba empezando a preguntarse quiénes eran esos nosotros a los que David se refería, el oficial mayor habló.
"Está bien entonces”, dijo, viendo a Raphael. "Pedimos disculpas por este lamentable malentendido…"
"Sí, cómo no", murmuró Kara.
“Nos retiramos”.
Con una mirada final en dirección de Kara, los dos oficiales saludaron y se dirigieron a la puerta con su escolta de gorilas gigantes. Parecían temerle a la ira del misterioso Metatrón. Claramente no querían lidiar con su lado malo.
Kara tuvo el repentino impulso de correr a David y saltar en sus brazos para besarlo, y aunque Horizonte tenía reglas estrictas acerca de los romances, ella no podía controlar sus sentimientos. Incluso en el cuerpo de un ángel, o medio ángel, ella aún podía sentir. Le tomó un gran esfuerzo controlarse a sí misma.
David la miró. Él malinterpretó su reticencia para hablar o moverse como miedo. Se apresuró para llegar a su lado y sostuvo su mano.
"Se siente... se siente igual que antes, pero en el nombre de Horizonte, ¿qué te ha sucedido? ¿Por qué pareces un fantasma? ¿Estás bien? ¿Cómo te sientes? ¿Te duele?"
Kara devolvió el apretón de mano de David. Quería decirle lo bien que se sentía tenerlo con ella ahora que su mundo estaba de cabeza.
Pero en lugar de ello, solo dijo, "No sé por qué estoy así".
Ella se miró a sí misma y se encogió de hombros. "Estaba así cuando llegue al ascensor, toda transparente. Pero no te preocupes, me siento bien. En realidad, como le dije a Raphael, no me siento diferente a como me sentía antes. No me siento débil o enferma ni nada de eso en absoluto. Simplemente me veo diferente".
"Puede que estés transparente, pero todavía eres la chica más linda de todo Horizonte..."
"Gracias, David", dijo Raphael, con la más pequeña de las sonrisas. Kara no pudo ocultar la suya.
El rostro de Raphael repentinamente se transformó. "David, ¿por qué te envió Metatrón aquí exactamente? ¿Qué te dijo?"
David Sonrió tímidamente y soltó la mano de Kara. "Raphael, ¿te he dicho cuan encantadora te ves hoy? ¿Es un traje nuevo?, ¿o le hiciste algo diferente a tu cabello? ¡Te ves impresionante!"
Raphael levantó una ceja. "Dime".
“Pues verás... eso no fue exactamente lo que sucedió”.
David cruzó la sala y se dirigió a una de las mesas de madera. Agarró un frasco de vidrio y lo sacudió, examinando el líquido azul. "Esa parte pudo haber sido una pequeña mentirita blanca".
"¿Qué parte?" El Arcángel se dirigió hacia él con las manos en sus caderas.
David colocó el frasco en su lugar.
"Pues más bien es… todo. Todo es una mentirita blanca".
El rostro de Raphael se desarmó, y Kara podía ver que no estaba segura de si felicitarle o regañarlo.
"Entonces ¿Metatrón no te ha enviado?" preguntó Kara, sintiéndose un poco incómoda.
Sabía que David nunca seguía las reglas, pero ella tenía la idea de que desafiar a Metatrón podía ser muy malo. "David, ¿Qué hiciste?"
"Nada que no haría un amigo para ayudar a otro", contestó.
Sus ojos azules brillaban mientras sostenía la mirada de Kara. Ella sintió un hormigueo en la piel y volvió la vista, avergonzada.
"Además", continuó. “Ariel quiere verte inmediatamente en el nivel cinco”.
Descubrió a Raphael viéndolo y añadió: "Claro, no antes de que la encantadora Raphael haya completado sus pruebas, y te dé de alta para el servicio. Eso es lo que dijo Ariel. Sólo si Raphael te da de alta, y estoy seguro que ella lo hará.
Después de eso, tenemos que irnos. Tenemos una situación."
"¿Qué situación?" "Una que requiere tu asistencia especial".
El hecho de que Ariel quisiera a Kara en su equipo le confortó el ánimo. Las cosas no podrían estar tan mal si tenía otro arcángel de su lado.
Kara reflexionó por un momento.
"David, Ariel sabe que no soy… que no tengo… que yo no soy un guardián normal ahora, ¿cierto? Ya no tengo mis habilidades elementales. Puede que no me quiera una vez que se entere de eso".
Sintió un poco de malestar en su pecho. Era extraño estar de vuelta en Horizonte como un guardián normal. No estaba segura de sí le gustaba. Ser diferente, tener habilidades de gran alcance, ser más fuerte que los otros guardianes siempre le había satisfecho. Pero ser semitransparente… eso le daba miedo. No sabía por qué, pero de alguna manera ella sabía que no era bueno. Ella ocultó sus temores lo mejor que pudo.
"No te preocupes", dijo David. "Lo sabe. Y ella sabe sobre tu... tu transparencia. De hecho, dijo que todo el Consejo Superior lo sabe. Ariel me dijo que estaba con el Consejo cuando se enteraron. Fue una sorpresa, pero ella pidió tenerte en el equipo. Lo discutieron y aceptaron. No encontraron ninguna razón por la cual no pudieras hacer tu antiguo trabajo una vez que Raphael diga que estás bien. ¿Ves?, no hay nada de qué preocuparse. Ariel quiere volver a tenerte en el equipo”.
Kara miró a través de sus dedos semi transparentes.
"Sin duda me siguieron o algo así. Estoy segura de que piensan que me he hecho esto a mí misma, a propósito. Después de todo ese asunto de la marca, estoy segura de que me mantienen vigilada. No van a declararme absuelta nunca”.
"Probablemente", dijo David. “¿Pero a quién le importa? No encontrarán nada. Y sea lo que sea lo que tienes, lo que te haya pasado... estoy seguro que desaparecerá pronto”. Y entonces se rio. "No es contagioso, ¿o sí?"
Kara empujó juguetonamente a David. "Puedes ser muy bobo a veces".
"David tiene razón", dijo el Arcángel, dando a Kara una cálida sonrisa. "Tal vez de pronto volverás a la normalidad sin siquiera darte cuenta. Pero aun así, debes tener mucho cuidado al usar los tanques vega. No estoy segura de lo que podría hacerle otro salto a tu cuerpo de ángel o a tu mente, incluso”.
Kara miró a Raphael a los ojos. “¿Piensas que podría vaporizarme?”
En medio de toda la confusión, ella no había pensado en los efectos que podría ocasionarle el vega.
"No estoy segura", respondió el Arcángel sinceramente. "No sabremos mucho hasta que empecemos las pruebas".
Kara caminó hacia la mesa y cayó en una silla vacía. "Bien, entonces vamos a terminar con estas pruebas de una buena vez”.
Y así, después de una hora de picotear, raspar, arrancar un poco de cabello y una serie de extraños rayos X en los que aplicaron una crema gelatinosa color naranja brillante sobre todo el cuerpo y ropa de Kara, Raphael finalmente la entregó a la supervisión de David.
La habían dado de alta para el servicio, pero el Arcángel insistió que se presentara de nuevo después de su misión para darle seguimiento.
En el ascensor, en su camino al nivel cinco, Kara y David permanecieron silenciosos. A Kara le preocupaba lo que le había sucedido, y el hecho de que no podía recordar.
Aunque David había conseguido engañar a todos con su comportamiento y aparente despreocupación por su súbita transparencia, Kara todavía tenía sus dudas.
Él se mantuvo mirándola nerviosamente cuando creía que no lo estaba mirando. Ella pensó preguntarle cómo había sabido donde estaba, para romper el silencio, pero las palabras no salían de su boca.
El ascensor se sacudió.
Kara tropezó y cayó hacia la parte trasera. Cuando logró equilibrarse, sintió que estaba flotando y se dio cuenta de que el ascensor estaba subiendo más rápido de lo normal.
Presionó sus manos contra las paredes para no perder el equilibrio y miró curiosamente el panel. El botón del nivel cuatro parpadeó, y poco después el botón de nivel cinco, pero el elevador siguió subiendo.
"Umm... David", dijo Kara. "Corrígeme si me equivoco, pero creo que se nos acaba de pasar la parada".
David se volvió hacia el pequeño primate bronceado con cara arrugada que estaba operando el elevador. "Oye, ¿Qué hiciste? Se supone que vamos al nivel cinco, y acabas de pasarlo. No me hagas lastimarle, amigo, pero si no haces que este elevador se detenga ahora mismo, ¡voy a matarte!"
El operador se encogió de hombros. Se veía aterrorizado, y presionaba el botón número cinco una y otra vez con su dedo huesudo.
"No sé", dijo, con una voz chillona y temblorosa. Otra vez golpeó el panel con su puño, pero el ascensor continuó subiendo.
“¿Ven? ¡No hice nada! He pulsado el nivel cinco, pero no para. Está yendo por sí mismo, se los juro. No hice nada", chilló, poniendo las manos sobre su cabeza y agachándose. "Por favor no me lastimen, es mi primer día en el trabajo…"
"Bueno, ¿no puedes pararlo o algo?" dijo David mientras se cernía sobre el pequeño primate. Eres el operador, ¡contrólalo!"
El primate levantó su brazo y golpeó un pequeño botón rojo con la palabra Emergencia escrita en oro. Era la primera vez que Kara había notado ese botón en los ascensores. Él lo presionó repetidamente, pero aun así no pasaba nada. El elevador continuó subiendo. "Es como si algo lo estuviera controlando desde el exterior”, dijo el primate con impotencia. "No hay nada que pueda hacer. Lo lamento".
"¿Sabes por lo menos a dónde va?" Preguntó David, pero el pequeño mono negó con su cabeza.
El pánico de Kara aumentaba a medida que el ascensor seguía subiendo. Las paredes parecían cerrarse sobre ella, estaba teniendo un ataque de pánico. ¿A dónde iban? No era posible que fueran al nivel siete, y el otro nivel que podría alcanzar el ascensor era el seis, el Tártaro. Ella iba al Tártaro.
El Alto Consejo nunca había querido que regresara. Todo había sido un engaño, un truco, y ella había caído en él. Kara no culpaba a Raphael, sabía que la Arcángel había intentado ayudarla. Incluso creía que la Arcángel Ariel probablemente estaría de su lado, pero el Consejo tenía la última palabra, y ahora iban a enviarla a un calabozo sombrío.
Se estremeció al recordar el frío, las paredes espeluznantes y negras y las sensaciones de entumecimiento y abandono que había sentido en el Tartaro antes. Recordó los gemidos distantes de los otros presos quienes no tenían más que sus alucinaciones; era a lo que se aferraban antes de desplomarse en la locura.
No quería perder su mente en la obscuridad del Tártaro. No quería perder a David…
Kara trató de mantener la calma. Aún no estaba en la cárcel, y ella era más fuerte que esto. No iba a deja que se la llevaran sin dar una buena pelea.
Mientras se preparaba mentalmente para lo que venía, vio cómo se iluminaba el número seis en el panel, pero el ascensor no se detuvo. ¿Qué estaba sucediendo? ¿A dónde iban? ¿Qué controlaba el ascensor, y por qué? Si no iban al nivel seis, entonces ¿a dónde los llevaba el ascensor?
"¿Qué pasa después de pasar el nivel seis?" preguntó Kara. No podía evitar preguntarse si iban al nivel siete, a ver al Jefe.
David maldijo y pateo las puertas del ascensor. "Ni idea".
Kara comenzó a relajarse. De eso se trataba, eso tenía que ser seguramente. Iban a ver al Jefe. Tal vez él quería ver su aspecto por sí mismo, o tal vez él tenía la respuesta a su estado.
Y justo cuando Kara había comenzado a sonreír, el ascensor se detuvo. Sus ojos se fijaron en el panel, y pudo ver que el botón número siete no estaba iluminado. Las puertas se abrieron y la sonrisa de Kara desapareció.
Un hombre estaba parado delante de ellos, y detrás de él había un largo pasillo que se ramificaba en varios corredores independientes que se perdían entre las sombras.
No era el jefe. Era un hombre al que no había visto nunca antes. Ella supo enseguida, por su tamaño, que era un Arcángel. Pero era muy diferente al resto de ellos. Mientras que los otros Arcángeles eran hermosos, el rostro de este era ordinario.
Estaba un poco regordete, sin embargo sus fuertes hombros cuadrados eran un recordatorio de que una vez había estado en forma y había sido muy fuerte. Llevaba un traje gris y brillantes zapatos negros y su fino cabello de color paja estaba peinado hacia atrás. Parecía un típico hombre de mediana edad. Podría ser un vecino cualquiera, nada especial. Nada en él lo hacía destacar, excepto que llevaba gafas de sol y estaba fumando un grueso cigarro.
Tomó una larga inhalación de su cigarro y sopló una nube de humo en forma de una estrella. Luego sacudió las cenizas sueltas de su cigarro.
"Bueno, bueno, bueno, si no es el infame David McGowan y su adorada Kara Nightingale, la de la marca”.
El hombre hizo un seño.
"Ellos no estaban bromeando cuando dijeron que parecías un fantasma. No sé si me gusta el look, la verdad. Puede que haya estado de moda en los mil setecientos, pero en esta época no se ve bien. Tal vez deberías tratar de mantenerte más… sólida. A nadie le gusta una chica que parece muerta, sea un ángel o no".
Su rostro se volvió hacia David y se rio como si compartieran un chiste privado y agregó. "Si sabes a lo que me refiero”.
"¿Quién eres?" preguntó Kara, mientras su aversión por el arcángel aumentaba.
Ella se movió hacia adelante, y la sonrisa del hombre se hizo más extensa.
"¡Ah-hah! ¡Justo al punto! Me gusta eso”. De repente un grupo de doce hermosas ángeles de la guarda apareció detrás del arcángel, como su fueran de su servicio privado. Tenían vestidos ajustados negros idénticos, tacones rojos, gafas de sol y labios rojos brillantes. Si no fuera por las espadas de alma en sus manos, habría parecido que estaban a punto de realizar en un videoclip de música moderna. El hombre despejó su garganta. "Déjenme presentarme. Yo soy Metatrón, y estoy aquí para matarles”.