Capítulo 1

Vuelo

 
 
 
Horizonte estaba fuera de control.
El mundo sobrenatural que Kara había aprendido a amar y respetar había caído en un abismo. Hacer tratos con el inframundo era como pedirle al lobo que no se comiera al delicioso conejito. Era una contradicción y no tenía sentido.
Horizonte y el inframundo habían estado en guerra entre sí desde el principio del tiempo. Era la antigua batalla entre el bien y el mal, la luz y oscuridad. Y ahora la luz estaba dejando que entrara la oscuridad. Era absurdo, exasperante, y aun así estaba sucediendo.
Cuando Kara escuchó la noticia, se sintió confundida y sorprendida, pero su confusión pronto se convirtió en una ira incontrolable e incandescente. La única manera en la que sería capaz de no perder la calma y enfurecer durante la reunión, sería salir de ahí. Salir y volar.
Kara se elevó con fuerza y dejó que el viento refrescara su temperamento. Salió volando sobre las afueras de Green Bay, Wisconsin y practicó maniobrar con sus recién formadas alas hasta que el volar le pareció tan natural como caminar. Haría cualquier cosa para mantener su mente lejos de la ridícula idea de hacer un trato con los demonios.  Batió sus alas, una y otra vez, hasta que la ciudad desapareció debajo de ella, y estuvo sola en el cielo. 
Apuntó a las nubes, y como un corredor entre niebla espesa, podía sentir el vapor en el rostro al volar a través de ellas. Como una gran águila, se deslizó por encima de las nubes que la escondían de los ojos mortales y se relajó por primera vez desde que los arcángeles Metatrón y Ariel le habían dicho sobre su arreglo con los demonios.
Ella sabía que era estúpido e imprudente estar a la vista de todos los mortales, pero no le importaba. ¿Por qué tendría que importarle lo que pensaba la Legión todos modos? No era ella la que estaba haciendo tratos con el enemigo. Además, ya casi estaba oscuro y no recordaba haber leído ningún reglamento en donde estuviera prohibido volar sobre el mundo mortal. Sus alas eran demasiado nuevas y demasiado inusuales para que hubieran tenido tiempo de escribir decretos contra ellas.
 Y se iba a aprovechar de ello.
Su mente estaba acelerada, estaba tan enojada que quería gritar. Tenía que concentrarse en otra cosa, y se concentró en volar. 
El vuelo era una constante curva de aprendizaje. No había nacido con alas, y no había nadie que pudiera enseñarle, no tenía ningún sub oficial a cargo que pudiera enseñarle los trucos. Estaba sola en esto, y necesitaba practicar tanto como pudiera. Requería un gran esfuerzo soportar su peso en esa altura, y le tomaría muchas horas de vuelo ser eficiente, defenderse y atacar.
Sin embargo, ahora que necesitaba despejar su cabeza. Tenía que olvidar este nuevo pacto con el inframundo porque le hacía perder su concentración, y requería de toda ella para no desplomarse al suelo. Sin embargo, a pesar de que lo intentaba con todas sus fuerzas, los acontecimientos de la reciente reunión seguían dándole vueltas en la cabeza. Kara rechinó los dientes. La forma en la que los demonios mayores se habían mofado de ella, como si hubiesen ganado alguna victoria secreta, le enfurecía. Ella no podía sacudirse la sensación de que, de alguna manera, los demonios tenían su propia agenda secreta. De hecho, ella estaba dispuesta a apostar su vida de ángel a que estaban usando el escape de los archidemonios como medio para concretar algún plan malvado. Finalmente eran demonios, monstruos comedores de almas humanas y no se podían confiar en ellos. Estaban tramando algo, y ella iba a averiguar qué era.
Al ladearse suavemente a la izquierda, se maravilló ante la vista de las luces de la ciudad que titilaban a través de los agujeros en las nubes. Amaba estar ahí y deseaba poder quedarse para siempre. Se sentía libre, libre de responsabilidades y de los cambios que amenazaban su mente y su cuerpo.  Kara no sabía cuánto tiempo había permanecido volando cuando de pronto estalló un dolor pulsátil en su cabeza, un dolor que asumió el control su cuerpo. Como una ola súbita, un sudor frío cubrió su espalda y su frente y se estremeció.
Ella sabía que no podía mantenerse arriba por mucho más tiempo. El pulsante dolor llegó a sus alas y se tambaleó. 
No estaba segura de qué tan alto estaba volando, quizá seis mil pies, pero si sabía que si caía ahora, su traje mortal no sería capaz de resistir el impacto. Ella no le sería útil a nadie si su traje M se hacía pedazos. Cuando el dolor aumentó, Kara cerró sus alas, dio un giro de ciento ochenta grados y comenzó su descenso. 
Caer era una sensación genial. Ignorando el dolor de cabeza y cuerpo, Kara sonrió mientras caía a una velocidad supersónica hacia la tierra. El viento silbaba en sus oídos, el aire acariciaba su cara y su ropa y su cabello ondulaba salvajemente detrás de ella. Sonrió ampliamente.
Reconoció el granero y levantó su cabeza y su cuerpo hacia arriba, extendiendo sus alas para frenar su descenso en un ángulo. Podía ver las caras sonrientes de David y Ashley mirándola. Puede que ellos estuvieran esperando algún aterrizaje grandioso y agraciado, pero ella no había dominado ese arte todavía, y estaba cayendo demasiado rápido.
Se iba a estrellar.
Kara maldijo. Deseaba que no estuvieran allí para verla hacer el ridículo, sobre todo David. Empujó su cuerpo hacia atrás en un intento desesperado de frenar, giró sus alas en un movimiento circular, hacia adelante y hacia atrás, como gigantes manos aplaudiendo. Extendió las piernas delante de ella como los patos cuando aterrizaban en el estanque en casa de su abuela…. pero no había ningún estanque aquí para frenar su descenso. La tierra parecía más una pista de hormigón gigante que un campo de pasto suave.
David corrió hacia ella con los brazos extendidos para atraparla.
"¡Quítate del camino!" gritó Kara agitando sus manos desesperadamente intentando que se alejara, pero él sólo corrió más rápido hacia ella.
"¿Qué estás haciendo? ¡No puedo parar! ¡Quítate del camino!"
Kara pegó contra David.
La fuerza del impacto los lanzó a ambos por el aire, y patinaron hasta detenerse en un campo de hierba alta. Ella aterrizó encima de él, con sus alas dobladas detrás. Kara se vio en sus ojos azules, y por un momento olvidó por completo sus alas, los demonios y los archidemonios. Estaban solamente ella y David en un suave pasto dorado.
David la jaló por la cintura, y su boca se crispó en una pícara sonrisa.  "Te salvé, mi querida mariposa".
Kara escupió la hierba de su boca.  “Estás demente”.
Ella intentó ignorar lo cómoda que se sentía con sus brazos alrededor de ella.
"Tú no me salvaste. Yo me estrellé contra ti, pero traté de advertirte. ¿No me escuchaste?"
La sonrisa de David se extendió aún más.  "Tú puedes estrellarte en mi en cualquier momento, si eso significa que puedo sujetarte de esta manera", dijo coquetamente apretando su brazo alrededor de ella. 
Sus ojos la hipnotizaban. Él la acercó más, peligrosamente cerca de sus labios...
“¿Dónde están todos?" Kara se dio la vuelta, lejos de los deliciosos labios de David, antes de que hiciera algo estúpido, como darle un beso.
 "¿Se terminó ya la reunión? No me di cuenta de que había pasado tanto tiempo. No sentí que fuera tanto. Creo que perdí la noción del tiempo".
"Te daré las respuestas... solo si... me das un beso".
 Kara giró. "David, no seas estúpido. Lo digo en serio".
Ella intentó alejarse de él, muy consciente de que Ashley estaba probablemente en algún lugar cercano, viéndolos con un ceño en su cara. No estaba segura de cómo se sentiría acerca de que Ashley fuera testigo de esto. Pero ella no podía separarse de su abrazo… o tal vez, simplemente, no quería.
"Vamos, David, déjame ir. ¿No está Ashley contigo?"
"Dame un beso", dijo David otra vez, “y te dejaré ir. Lo juro por mi honor de ángel", concluyó y estiró sus labios.
Kara resopló. "¿Honor de ángel? ¿Estás bromeando? ¿Acaso alguna vez tuviste honor de ángel?"
"Dame un beso", repitió David, "y te contare todo lo que quieres saber”.
La oferta era tentadora, Kara intentó alejarse de él otra vez, pero su sonrisa le traicionó. 
"Te juro, si no me dejas ir en este instante…"
David se inclinó y la besó. Fue breve, pero sintió la electricidad desde la punta de sus alas hasta sus pies. Extrañaba sus besos. Ella quería más… mucho más.
Kara miró fijamente sus ojos y se inclinó…
Alguien despejó su garganta detrás de ellos.
David soltó a Kara y ella saltó tan lejos de él como pudo. 
"Sabía que los rumores sobre ustedes eran verdaderos, chicos", rio suavemente Ashley. Ella levantó sus manos cuando vio la mirada de pánico en la cara de Kara. 
"No te preocupes, tu secreto está a salvo conmigo. Ni siquiera soñaría con decirle a nadie lo que vi. Y vi un montón".
 Kara estaba totalmente mortificada de que Ashley hubiera visto su momento privado con David. Su vida de ángel ya era un libro abierto para la Legión entera, y le hubiera gustado mantener algo en privado. 
Sus alas batieron, reflejando su molestia, mientras ponía aún más distancia entre ella y David e intentó poner su mejor look natural, tan natural como podpudiera resultar una criatura alada.
 "Odio interrumpirles", dijo Ashley, pero Ariel me pidió a mí y a David que fuéramos por tí, Kara. Yo no esperaba que él tomara las ordenes de manera tan literal”.
Kara quería decirle a Ashley que no había interrumpido nada, pero se le perdió la voz cuando miró a David. Parecía como si él se sintiera rechazado, como si creyera que ella estaba avergonzada de él. Kara quería ir hacia él, pero era demasiado tarde.
 "Se nos ha ordenado que nos presentemos a Horizonte para recibir más instrucciones", dijo Ashley, mirando a David con cierta incomodidad. 
"No sé ustedes chicos, pero para mí, todo esto apesta a podrido. Tengo que confiar en que la Legión sabe lo que está haciendo, pero no sé… creí haber escuchado a Ariel mencionar algo a Metatrón sobre hacer equipo con los demonios…  tal vez estoy equivocada".
Ashley sacudió la cabeza, no queriendo creer que lo que había oído pudiera ser verdad.
Kara miró hacia el granero, inquieta. 
"No, estoy segura de que lo que has oído es cierto. A mí no me extrañaría nada de Metatrón, por más perturbador que suenen sus ideas”.
Ella se estremeció interiormente a la sola mención de Metatron y dirigió su atención hacia Ashley. "¿Todos se ha ido?"
Ashley asintió con la cabeza. “Sí. Somos los últimos".
Kara vio hacia el cielo azul profundo. La memoria de los archidemonios elevándose en el cielo estaba aún fresca en su mente, y otra vez sintió el pánico que traían con ellos. 
Se estaba gestando una guerra. Era inevitable. La amenaza era tan real y tangible como ella misma, lo sentía en su alma. ¿Podría derrotar la Legión a sus archienemigos? No quería admitirlo, pero sentía miedo frente a la desesperanza de su situación, miedo de que perdieran esta batalla. Ella nunca se había sentido así antes, era terrorífico. Estaba perdiendo la esperanza.
"Las cosas van a ser diferentes ahora, con este nuevo arreglo".  Kara hizo su mejor esfuerzo para tratar de ocultar su ansiedad. "Tenemos que prepararnos".
"Yo sé", dijo Ashley. "No va a ser fácil. Pero ¿qué otra opción tenemos?"
“Siempre tenemos una opción", dijo Kara.
Ashley sacudió la cabeza. "No esta vez. Vamos, Ariel nos está esperando. Vamos a casa".
Caminaron hacia el pequeño arroyo detrás del granero.
A Casa. Kara se sentía desconectada. A pesar de que todavía estaba terriblemente enojada con la Legión, Horizonte seguía siendo su hogar. Tenía que protegerlo de los archidemonios. Era hora de regresar, necesitaba ver a sus amigos Jenny y Peter, quienes aún estaban recuperándose. La última vez que los había visto, estaban en condición crítica. Ella los había salvado, pero casi no lo habían logrado. Ya extrañaba sus caras sonrientes. Extrañaba la rutina de matar demonios. Necesitaba volver a la normalidad. 
Antes de que Kara comenzara a seguir a Ashley, ella alcanzó a David. "David, lo siento…"
El caminó a su lado, rozándola al pasar y con los ojos en el suelo. Ni siquiera volteo a verla.
Kara se quedó parada allí por un momento, tratando de controlarse, mientras observaba como él se alejaba. ¿Qué había hecho que fuera tan terrible? Pero incluso antes de hacerse la pregunta, ella supo la respuesta. Ella había lastimado a David más de lo que creía cuando se había alejado de él frente a Ashley. 
Vio la parte trasera de su cabeza, el vaivén de sus hombros mientras se alejaba, pero aún no podía moverse. Fue como si alguien le hubiera perforado el intestino.
David llegó al arrollo, justo detrás de Ashley. Nunca se volvió a verla. Simplemente saltó y desapareció.
Kara estaba parada, llena de desolación, cuando sintió una presencia detrás de ella, algo fatal, algo muerto
Giró rápidamente y sostuvo su espada de alma contra la garganta de un demonio con una sonrisa burlona.
La sonrisa del demonio se amplió tanto que parecía el muñeco de un ventrílocuo. 
“Creo que estamos un poco nerviosos, ¿no es así, ángel-demonio? Se supone que ahora estamos en el mismo equipo. ¿Recuerdas? ¿Por qué no guardas tu espada para que podamos platicar un momento?”
Kara entrecerró sus ojos con rabia y empujó la espada con más fuerza contra el cuello del demonio. 
"Nunca seré de tu equipo, demonio. No me importa lo que diga la Legión. Siempre he sido un poco rebelde, y generalmente hago las cosas a mi manera. Además, no creo que matar a un demonio arruine los planes de la Legión. No es como que vayan  a extrañarte. Dame una razón por la cual no debería matarte ahora".
"Porque estarías rompiendo el nuevo tratado que tenemos con la Legión, y te meterías en un montón de problemas, angelito", se echó a reír el demonio mayor. 
"Si quieres vencer a los archidemonios..." el demonio mayor hizo una pausa, se relamió los labios con una lengua gris y agregó, "… nos necesitarás”.
Los archidemonios nos destruirán a todos si pueden, pero si nos unimos tendremos una oportunidad más grande de ganar. Nosotros podemos vencerlos".
 Kara tenía que admitir que el demonio podría estar en lo correcto. "Sé que traman algo con este acuerdo con Horizonte, y voy a averiguar lo que es".
"Te equivocas... pero bueno…tu tienes la espada…”
Kara nunca había estado tan cerca de un demonio mayor durante tanto tiempo sin matarlo. El demonio olía a carne podrida y bilis, y necesitaba una enorme cantidad de fuerza de voluntad para no enviarlo de vuelta hacia el inframundo. Ella rechinó los dientes. "¿Por qué estabas estabas escondido detrás de mí, demonio?"  
"No lo estaba".
"Mentiroso", espetó Kara. Un hilo de sangre negra chorreó desde su cuello a la punta de su espada. 
"Todos los demonios son unos mentirosos, es parte de lo que son, mentirosos y embusteros. No hay nada honesto en ustedes. Podrán haber engañado a Ariel y los otros arcángeles, pero yo no me voy a tragar este cuento. Este tratado es una broma. Tu lo sabes y lo sé”
Una risa ronca surgió de la garganta del demonio. "Ustedes los ángeles, siempre tan sospechosos, y tú, especialmente. No quise ofenderte. Sentía curiosidad acerca de tí, eso es todo". 
Había algo raro en la manera que el demonio dijo curiosidad, casi como si dejara entrever que sabía algo sobre ella, sobre lo que le estaba pasando a ella… acerca de sus alas. Pero, ¿cómo podría ser eso?
 "Queríamos hecharle un vistazo a tus nuevas alas", dijo una segunda voz detrás de ella, como si hubiera estado leyendo su mente. Kara se volvió rápidamente y vio otros dos demonios mayores. 
Entre ellos estaba un hombre. Parecía un hombre de negocios cualquiera, de unos treinta años,  vistiendo un traje negro muy fino. Tenia cabello obscuro muy bien recortado y una sonrisa intigante en su hermoso rostro. Parecía que estaba a punto de engatusar a alguien en algún tipo de astuto negocio. Pero sus ojos negros y piel pálida lo delataban. Aunque parecía un modelo, él todavía olía a muerte. Era un demonio, se pavoneaba, y Kara sospechaba que estaba frente a un demonio superior o algún tipo de jefe del inframundo. Típico. También quería matarlo a él.
"Son..." 
El demonio-hombre hizo una pausa mientras se tomaba un momento para examinar sus alas, moviendo sus negros ojos sobre cada pulgada de ellas, "... notables".
 "Yo sé".
Kara empujó al demonio mayor que tenía cautivo a la tierra y resistió el impulso de patearlo. El demonio le sonrió viciosamente y se paraó de nuevo entre sus hermanos. Sus huecos ojos negros y sus rostros idénticos estaban deformados y retorcidos en gigantescas sonrisas. Estos demonios mayores, clones del abismo, siempre la habían aterrado. Sentían que escondían algo, como si supieran algún secreto sobre ella que no estaban dispuestos a compartir. Realmente estaba empezando a ponerse molesta.
"Si no dejan de mirarme así, voy a empezar a cortar cabezas".
"Así que tú eres la infame Kara Nightingale", dijo el hombre. Estaba demasiado cerca, y sus ojos negros rodaron sobre su cuerpo una vez más. 
"Vaya, vaya. No eres lo que esperaba”. Kara hizo una mueca cuando sintió su aliento fétido y se estremeció al sentirlo cerca, pero no se movió. Demostrarle cualquier tipo de debilidad a este demonio al dar un paso atrás sería una victoria para él, y no le daría esa satisfacción. Por el contrario, ella sacó el pechoy cuadró los hombros. “¿Ah si? ¿Y qué esperabas?”
Él levantó las cejas. "... Te imaginaba más alta... pero de todas formas eres... exquisita”.
La expresión en la cara de Kara se agudizó. “¿Y tú quíen eres?”
 "Salthazar", dijo el demonio pomposamente. Su voz era resbalosa y traicionera. Era la voz de un loco. 
Kara giró su espada la mano, a pulgadas de traje de Salthazar. 
"Dices eso como si debiera tener algún significado para para mí", ella forzó una sonrisa y continuó, "…pero nunca he oído hablar de ti antes".
Salthazar perdió su sonrisa por un segundo, pero volvió pronto. Y para sorpresa de Kara, sus dientes eran blancos y brillantes. 
"No importa, tu escucharás de mí muy pronto. Pero para ayudar a iluminarte un poco… yo soy el sucesor de su padre".
 Kara vaciló, como si Salthazar le hubiera abofeteado la cara. Con todo lo que estaba pasándole a ella y con el escape de los archidemonios, lo último en su mente era su padre, el demonio mayor que ella había matado.
"Sí", continuó Salthazar, disfrutando claramente de la angustia en el rostro de Kara.  "Todos sabemos lo que le hiciste a tu adorado papá. Estuviste en boca de todos en el Inframundo por mucho tiempo, el ángel que destruyó al poderoso Asmodeus. Era el más fuerte y grande de nuestra especie, y sin embargo …” sus negros ojos relampaguearon, “…lo destruiste. ¿Cómo lo hiciste?”
Una sonrisa se asomó desde las esquinas de los labios de Kara. "Sólo sucedió".
 "Nada sucede solo nunca. Siempre hay una explicación. ¿Fue tu inteligencia? ¿Ingenio? ¿Fuerza? ¿O fue sólo un golpe de suerte? Supongo que nunca sabremos cómo te las arreglaste para vencer al demonio más poderoso de nuestro tiempo".
Kara dejó escapar un gruñido de fastidio. "Supongo que no."
Salthazar le miró por un momento. "Los rumores de tu energía elemental se propagaron. Sí. Sé de ella. Despertó mucho interés entre nuestra especie… que pudieras controlar dicha energía salvaje y feroz. Es un poder que los demonios han deseado manipular durante mucho tiempo, pero nunca lo conseguimos. Tu padre lo intentó y falló. Debe requerir una gran cantidad de autocontrol el no dejarse manipular por ella, pero creo que ahora las cosas han cambiado. Sé que tu ya no lo posees”.
Kara hizo su mejor esfuerzo para ocultar su molestia y amargura. Su poder elemental había desaparecido y se sentía miserable. Había dejado un agujero en ella, y quería volver a llenarlo.
El demonio mayor meneó la cabeza. "Has perdido un regalo increíble, eso es innegable... ¿y… sólo para ser reemplazado por las alas? ¿No crees que es extraño que estas cosas te sigan pasando, Kara Nightingale de la Legión de Ángeles? Sí... Dime, ¿por qué? "
 "Es un misterio".  Kara apretó con fuerza la empuñadura de su daga, tanto que las uñas se ensartaron en su palma. Ella intentó ignorar la oleada de amargas emociones que había despertado dentro de ella. A decir verdad, también deseaba saber la respuesta, pero no la sabía.
No sabía por qué estas cosas horribles le seguían pasando, la energía elemental... las alas... era como si una fuerza oscura se mantuviera lanzándole obstáculos, retándola, impidiéndole convertirse en el guardian que debía ser, evitando que alcanzara su máximo potencial. 
Salthazar dejó escapar una risa fría. "Bien, no tiene importancia. Realmente creo que debería darte las gracias, pues sin ti, sin lo que hiciste, yo no estaría aquí. Así que gracias por despejar el camino para mí".
Hizo una pausa. "Siempre me he preguntado porqué no tomaste tu su lugar”.
Kara frunció el ceño, pero no pudo encontrar su voz.
"Tú podrías haberlo hecho, ¿sabes?", continuó el demonio. "Legítimamente era tuyo. Podrías haber tomado el lugar de tu padre en el inframundo y reinar sobre los demonios”.
"Mi trabajo es matar a los demonios", dijo Kara. Ella temblaba de rabia mientras sujetaba su espada de alma. "Es lo que hacen los ángeles de la guarda, liberan la tierra de escoria como tú, y protegen a los mortales. Nunca haría alianza con ustedes, con los demonios. Preferiría morir mil muertes verdaderas antes que unirme al inframundo".
 Salthazar rió más fuerte. "Qué dramática, pero finalmente todos ustedes los ángeles son criaturas muy dramáticas. Pero tú...", él vaciló, "pero tú eres diferente, ¿no es así, Kara? Nunca has sido un simple ángel ordinario. Eres diferente. Siempre lo has sido, y ahora más que nunca".
  Sus ojos se trasladaron a sus alas, y Kara trató de cerrarlas, en un fracasado intento de ocultarlas detrás de su espalda.
El demonio levantó sus cejas y agitó sus manos en una despedida.  "No importa".
Él levantó su voz. "Yo soy el Señor Salthazar, gobernante del Inframundo. Estoy tomando las coas desde donde las dejó Asmodeus".
 "¿Qué es lo que quieres?" gruñó a Kara, incapáz de controlar el odio y la rabia que hervía en su interior. Ella quería cortar esa bonita sonrisa de la cara de Salthazar. El demonio mayor sonrió frente a la repentina rabia de Kara. Él estaba disfrutando ver su lucha interna, quería instigarla, provocarla. 
Él la miró en silencio por un momento y luego dijo: "Sólo quería darte un vistazo. Quería ver quien era esa famosa Kara Nightingale, la niña que mató al poderoso Asmodeo, y quien ha estado provocando tantos problemas en mi mundo. Quería ver cuál era todo el alboroto".
  Sus negros ojos brillaron. "Pero sobre todo, quería ver tus alas. Quería verlas en todo su esplendor".
Kara sentía los ojos de los todos los demonios sobre ella. Sus rostros grises, idénticos, estaban congelados como feas muñecas demoniacas de tamaño natural. Sus ojos negros estaban iluminados con el mal. ¿Cómo podría Horizonte hacer un trato con estas traidoras y viles criaturas? Ella les devolvió la mirada con rabia.
"Bien, ya vieron. Se acabó el show".  Ella agitó su espada amenazadoramente en la cara del demonio, sabiendo demasiado bien lo poderosos que eran, y que su insignificante espada probablemente no los dañaría mucho.
Salthazar se echó a reír alegremente, como si Kara hubiera dicho algo muy gracioso. "Por supuesto".  Sus negros ojos rodaron sobre su cuerpo una vez más, y ella resistió las ganas de temblar bajo su escalofriante y aceitosa mirada.  "Nos vemos pronto, mariposa", dijo, y dio vuelta sobre sus talones.
"No, si puedo evitarlo", respondió.
Kara odiaba el hecho de que hacía sólo unos momentos, David también la había llamado así. Pero ahora, escucharlo de los labios del demonio mayor la hacía sentirse sucia de alguna manera.
Kara los vio alejarse.
Las mariposas eran hermosas y frágiles, mientras que Kara no era nada de eso. Ella no era débil, y lo probaría. 
Pero primero tendría que pedirle disculpas a David.
Justo cuando se dio la vuelta para irse, un dolor abrasador estalló en su pecho y se extendió hasta los dedos de sus manos y sus alas. Luces blancas estallaron detrás de sus ojos como una migraña gigante, como si alguien le hubiera partido la cabeza con un mazo. Sus oídos le estallaban, y apenas podía oír sus propios gritos. Estaba en llamas, sentía que se quemaba de adentro hacia afuera. Cerró los ojos, podía sentir su cuerpo hinchándose. Estaba transformándose en otra cosa. 
Kara tiró su espada y cayó de rodillas. El peso de sus alas era como una mochila llena de ladrillos que la fijaba al suelo, paralizándola. Podía sentir la infección corriendo a través de ella. Rechinó los dientes cuando sintió otro espasmo de dolor. ¿Qué le estaba sucediendo? El miedo reemplazó su dolor. Estaba enferma, temblaba incontrolablemente, y sentía la locura infectando su mente. Oscuridad. Maldad...
Ella luchó desesperadamente para aferrarse a su cordura, a sí misma, pero fue inutil. Combatirlo era inútil. La oscuridad era ahora parte de ella, como un pedazo de su alma. No podía detenerla, le consumía.
 Y luego el dolor la abandonó de pronto, y ella podría moverse otra vez. Pero era diferente, lo podía sentir. 
Con una mano temblorosa, ella tiró de su manga y retuvo un grito.
Intrincados diseños de grandes venas negras latían en su brazo, desde la muñeca hasta su codo. Eran monstruosos y asquerosos.
 Ella estaba cambiando y no precisamente en una hermosa mariposa. Se estaba convirtiendo en un monstruo abominable y maligno.