Capítulo 20

A Las Calles

 
 
 
Después de regresar al Sr. Patterson a su destruida librería, Kara y David se dirigieron de vuelta a Horizonte.
Fue difícil, pero al final Kara les dijo a David y al Sr. Patterson lo que había visto en las visiones. Todo. Ella no dejó nada oculto. ¿Por qué habría de hacerlo, si iba a asesinar a sus amigos? Ella les rogó que omitieran esa parte cuando se lo contaran todo a Jenny y Peter. Tenía la sensación de que no les iba a caer muy bien a ninguno de ellos. Y entonces pensó en algo.
"Ustedes deben cambiar la llave de lugar”, dijo de repente. "Deben buscar otro guardián y no decirme quién es. Será más seguro así".
 "Odio que hables así", dijo David. "Escuchaste lo que dijo la oráculo, se puede cambiar el futuro. Eso significa que puedes no hacer todas esas cosas".
Kara guardó silencio por un momento.  "Deben moverla", dijo, y luego añadió: "y luego tienen que decirle a la Legión sobre mí”.
"Kara..." intentó el Sr. Patterson, pero ella lo detuvo. "La Legión tiene que saber. Ustedes saben lo que tienen que hacer. Está bien, es mejor así, díganles".
 Kara intentó con todas sus fuerzas ocultar sus sentimientos de David. Se sentía devastada y necesitaba llorar. Apenas y dijo una palabra en el elevador. ¿Estaba observándola David cuidadosamente porque sentía miedo de ella? ¿Estaba acaso buscando más síntomas de su transformación a monstruo?
Ella todavía estaba cambiando. Podía sentirlo.
Era sólo cuestión de tiempo antes de que la lanzaran al Tártaro. Pensó en ofrecerse voluntariamente a ir, antes de que el cambio se completara; podría ser mejor. Según ella, el Sr. Patterson ya estaba compartiendo las noticias con el Consejo Superior en este mismo momento. Pero al final, decidió que dejaría la decisión a la Legión. Los arcángeles sabrían mejor qué hacer. Colocaría su confianza y su futuro en sus manos.
Kara ya no se molestó en tratar de ocultar sus alas. Las llevaba descubiertas, para que la Legión entera viera al monstruo. Sin embargo, no había nadie a quien mostrárselas.
El salón estaba silencioso y vacío cuando llegaron delante de Ariel. Cuando ella los vio, Kara supo que la noticia de sus alas ya le había llegado. 
Aquí se acaba todo, pensó. Me voy al Tártaro. Aunque no esperaba que fuera tan rápido, ella sabía que iba a llegar, y comenzó a prepararse para enfrentar los lúgubres muros de piedra de la prisión de los ángeles. 
Ariel saltó de su silla.
“De prisa”,  le dijo, y se dirigió hacia los tanques vega. 
Kara y David corrieron tras el arcángel. 
"He estado esperándolos. Acabo de recibir la noticia de que Peter y Jenny se encuentran en serios problemas. Están con una de las nuevas unidades, con Gabriel. Los estoy enviando para que los saquen de allí. Simplemente no puedo perder a Peter y a Jenny, no ahora".
 David miró a Kara de forma incierta. “Entonces, ¿esta es una misión de búsqueda y rescate?"
"Sí", dijo Ariel. Se veía preocupada. 
“¿Qué pasó?" preguntó Kara. Ariel sacudió la cabeza. "Una trampa. Nos tendieron una trampa. Parece que están detrás de Peter, pero no sé por qué".
Kara y David compartieron una mirada. "¿Puedes utilizar esas alas?" Preguntó Ariel viendo hacia la espalda de Kara. "¿Puedes volar?" añadió tímidamente. "Podríamos utilizarlas para nuestro beneficio, nos harían mucho bien".
Las alas de Kara se agitaron detrás de ella.
"Eh, yo no... bueno, realmente no he practicado. Pero creo que puedo". Y luego añadió con firmeza, "sí, sí puedo".
Kara sintió un atisbo de esperanza. Si ella podía, de alguna manera, utilizar su transformación para hacer el bien, para salvar almas y vidas mortales, entonces tal vez los oráculos se equivocaban. Estaba decidida a hacer cuanto bien pudiera hacer antes de que perdiera la capacidad de diferenciar entre amigos y enemigos, antes de que la oscuridad la envolviera y ya no fuera ella misma.
David le sonrió con confianza. Ella desvió la mirada, un poco avergonzada y un tanto contenta. 
"Bien, eso es bueno", dijo Ariel, mirando las alas de la Kara con una mezcla de interés y un poco de miedo. "Tengo la sensación de que este es exactamente el milagro que necesitamos, y necesitamos uno desesperadamente, créanme. Tal vez esto podría salvarlos".
Kara no estaba segura de cuánto sabía Ariel, cuánto les había dicho el Sr. Patterson a Horizonte. ¿Sabían que ella se estaba transformando en una asesina de ángeles? De alguna manera ella sentía que su jefe no les había dicho toda la verdad.
Kara se puso al lado de David, frente a las verdes y agitadas aguas de los tanques vega. Sus propios intestinos estaban igual de agitados, se revolvían con la incertidumbre de su futuro.
“Vuelvan sanos y salvos. Que las almas los protejan, a ustedes y a todos nosotros", dijo Ariel. 
Kara y David caminaron entre las verdes aguas.
El cielo estaba rojo como la sangre y el sol era una bola de fuego rojo. La devastación en las calles del centro de Londres le recordaba a Kara la devastación de su propia ciudad natal. La oscuridad había barrido las calles como una plaga, dejando Londres estéril, muerto y cubierto de fuego y humo. 
No había muestras de vida. Las pocas personas que encontraron yacían muertos en las calles. Sus ojos ennegrecidos y sin vida mostraban sus últimas expresiones de miedo. El cuerpo de un hombre joven, con su futuro ya perdido, yacía en el desagüe como un arrugado trozo de papel. Los cuerpos mortales se habían convertido en simples vehículos de los denomites. Estaba claro que los segadores habían estado aquí. La ciudad que normalmente habría estado rebosante de vida estaba tranquila y desierta. 
David le lanzaba miradas nerviosas constantemente, como si él esperara que en cualquier minuto ella fuera a transformarse en un monstruo alado y lo atacara. ¿De qué servía tener alas si al final iban a hacer cosas malvadas?
Ella se esforzó en ocultar el dolor que sentía y se centró en salvar a sus amigos.
Tú puedes cambiar el futuro, había dicho la oráculo blanca. Kara estaba decidida a intentarlo. Altos edificios de piedra se erigían a ambos lados de Oxford Street, pasaron un autobús rojo de dos pisos que se había estrellado en una tienda y Kara vio hacia su interior, pero estaba vacío. No había mortales vivos en ningún lugar. 
Pasaron por una tienda de gafas de sol, un enorme cartel en la ventana leía: Eclipse Solar, domingo 18 de agosto, PREPÁRESE Y COMPRE SUS GAFAS HOY MISMO
Sus pasos hacían eco a lo largo de la calle y se mezclaban con los sonidos de los incendios que crepitaban y tronaban. Kara temía por sus amigos. ¿Dónde estaban?
Justo cuando empezaron a caminar por la siguiente cuadra, sus alas se sintieron pesadas. La jalaban hacia abajo, como si alguna entidad invisible se hubiera adherido a su espalda. Se tambaleó y una sensación fría la invadió, sacudiéndola violentamente. Su visión se nublo y trató de pestañar para aclararla.
Y entonces sintió la oscuridad de una abrumadora sensación de poder. Era embriagador. Se retorcía dentro de ella como una tormenta de hielo, quería sucumbir a ella y liberarla.
Con toda su fuerza interior, Kara la forzó de vuelta hacia el pequeño hoyo de tinieblas donde vivía. Ahora ella sabía que estaba ahí, pero la forzó a permanecer en ese lugar.
Y entonces la sensación desapareció.
"Kara, ¿qué tienes?" 
Kara parpadeó para despejar su visión. 
"Nada", mintió, y evitó los ojos de David.
No podía soportar el miedo que sabía que vería reflejado en ellos.
"Vamos a seguir".
"Si es algo, ¿o no?" presionó David. "Te conozco, Kara. Sé que estás tratando de ser valiente, pero también sé que estás asustada. Yo soy tu novio, ¿recuerdas? 
El estado de ánimo de Kara mejoró un poco a la mención de la palabra novio. Fue como una luz en su oscuridad. 
"Después de todo lo que hemos atravesado juntos", continuó, "sé que se puedes luchar contra esto". 
Kara estaba conmovida por la fe que David le tenía. Habían atravesado muchas cosas y ella ya no era el mismo ángel miedoso e inseguro que había empezado a trabajar para la Legión hacía ya mucho.
Ella miró a David y deseó poder quedarse con él para siempre.
"Tú eres el ángel más fuerte que conozco", sonrió David. "Tienes un buen corazón, teóricamente hablando, claro, y una buena alma".
 Kara veía hacia el final de la calle mientras caminaban. 
"Mi alma", dijo distraídamente. "¿Cuál es el objeto de todo esto si no tengo alma? ¿Cuál es el punto de la vida como mortal o como un guardián? Sin nuestras almas... no somos nada. ¿Qué sucederá cuando no recuerde quien soy y me... y me convierta en esta cosa oscura y terrible? ¿Qué pasará entonces, David? Ya no existiré. Mi alma se pudrirá, y seré una criatura. Mi alma estará muerta".
David suspiró pesadamente. "Deja de decirlo".
"Tengo que hacerlo. Necesito acostumbrarme a la idea, tú tienes que acostumbrarte también. Tienes que estar preparado para cuando yo…"
Un grito interrumpió el diálogo. “¡Esa es Jenny!”
Kara salió corriendo por la calle, pero el peso de sus alas era como el de una mochila de cincuenta libras. David la rebasó, ella sabía que sus alas la hacían más lenta. Tendría que hacer algo, y rápido. 
Le dieron la vuelta a la esquina, y en medio de la calle pudieron ver que Sam, Todd y Valerie, de la unidad DCD, intentaban luchar contra dos segadores. Los guardianes blandieron sus espadas de alma, pero antes de Kara y David pudieran advertirles que sus armas no tendrían efecto, los segadores los atravesaron con sus guadañas. Sus cuerpos cayeron al suelo en pedazos, y sus almas de ángel fueron consumidas por sus guadañas. No quedó más huella de ellos que varios montones de ceniza.
Y fue entonces cuando vio a Jenny. 
Su esencia de ángel goteaba desde un corte grande sobre su ojo y su arco estaba roto, junto a sus pies. Estaba usando la afilada cabeza de su última flecha de plata como una espada, acuchillando como podía a infestación de imps que pululaban sobre Peter. Ella estaba usando solo su brazo izquierdo porque había perdido el derecho.
Una docena de imps jalaban, aruñaban y apuñaleaban a Peter. Incluso con Jenny batallando contra ellos de dos en dos, eran demasiados. Pronto desapareció bajo una ola de imps.
A Kara se le ahogó un grito en la garganta cuando corrió más cerca de ellos.
Los imps rompían y rasgaban el cuerpo de Peter mientras éste gritaba en agonía. Lo estaban abriendo por todas partes, deslizaban sus nudosas manos minúsculas dentro de su cuerpo, buscando. Por último, dos imps sujetaron su brazo derecho y lo abrieron. Metieron sus dedos y sacaron una llave de oro.
Ellos tenían la llave.
"¡La llave! ¡Tenemos la llave!” Los duendecillos cantaban y saltaban como un montón de monos en el zoológico. 
"¡Llave! ¡Llave! ¡Llave!"
Kara sintió la oscuridad parpadeando dentro de ella otra vez, pero se las arregló para ignorarla.
Los segadores se acercaban lentamente a Jenny y Peter mientras los imps se iban reagrupando cerca de ellos.
"¡El dieciocho! ¡Los Dioses Oscuros se levantarán! ¡El dieciocho viene en camino!” chilló un imp mientras huía con la llave.
David corrió más fuerte.  Kara podía ver la desesperación en sus movimientos mientras corría para salvar las vidas de sus amigos, pero estaban demasiado lejos y no llegaría a tiempo. Los segadores matarían a sus amigos, al igual que habían matado a los otros ángeles.
Y es entonces fue cuando Kara supo. Era ahora o nunca.
Kara abrió sus alas y con cada fibra de su alma de ángel empujó hacia abajo tan fuerte como pudo.
Como un cometa atrapado en una ráfaga de viento, Kara tomó vuelo. Estaba tan sorprendida de su propia fuerza, que por un segundo se olvidó de volver a batir las alas y empezó a caer. Jalando sus alas hacia su cuerpo con una gran brazada, salió disparada por el aire como un cohete. 
Se inclinó bruscamente y giró, volando más allá de donde David iba corriendo. Él todavía no la había visto. Sus grandes alas batían como una máquina bien aceitada. Ella era una máquina. 
Podía ver a Peter y Jenny ahora, y no se movían. Se inclinó y redujo su velocidad, encogiendo las alas como había visto, innumerables veces, que lo hacían los azulejos, y comenzó a descender.
Los segadores estaban parados al lado de Peter y Jenny y examinaban a los dos ángeles heridos mientras se preparaban para devorar sus almas.
Kara pegó sus alas a sus lados y se echó de cabeza. 
Los gritos de David se amortiguaron por el sonido del viento en sus oídos. 
Ella entrecerró los ojos contra la fuerza del viento y se enfocó en su objetivo. 
Y entonces se estrelló justo en uno de los dos segadores.
No era el aterrizaje agraciado que ella tenía la esperanza de lograr, pero el efecto fue instantáneo. Los segadores tiraron sus armas y rodaron por el suelo.
Kara se paró al lado de sus amigos. 
Los segadores giraron, pero se tensaron cuando vieron las alas de Kara. A pesar de que ella no podía ver sus caras detrás de sus capuchas, ella podía sentir su vacilación y confusión… pero no dudaron por mucho tiempo. 
Sin embargo, Kara estaba lista, y antes de que pudieran agarrar sus guadañas otra vez, ella sujetó las manos de sus dos amigos,  y con uno bajo cada brazo, se elevó en el aire. Incluso con el peso de sus dos amigos, sus alas eran poderosas, y logro elevarse sin esfuerzo, alejándose de los segadores.
A pesar de que sus amigos estaban a salvo, sujetados contra su pecho, todavía no estaban conscientes y colgaban inertes en sus brazos, como muñecos de trapo. Temía por ellos. Los segadores no habían tomado sus almas, pero no estaban fuera de peligro.
La esencia de Jenny se vertía por el muñón de su brazo izquierdo como una manguera de agua brillante. Su traje M se veía como papel de seda y se rasgaría en cualquier minuto. El alma de Jenny se perdería sin un cuerpo que la contuviera. Estaba perdiendo mucha esencia, demasiado rápido.
Peter también se veía mal. Su traje M estaba destrozado, como si se hubiera tropezado con una picadora de carne. Era increíble que las pocas piezas rotas de su traje pudieran mantenerlo unido todavía. Su esencia de ángel se vertía al viento.
Sus almas de ángel colgaban de un hilo, literalmente, y ella tenía que regresar a horizonte pronto, antes de que sucumbieran. Kara todavía no era una asesina de ángeles, y en un intento desesperado de demostrarse a sí misma que no lo era, estaba decidida a llevarse a sus amigos heridos y ponerlos a salvo.
Se inclinó bruscamente hacia la derecha, pero sus piernas colgaban debajo de ella torpemente. Todavía no había dominado el vuelo y debía concentrar todas sus células en mantener batiendo sus alas para evitar caer en picada.  Simplemente no sabía qué hacer con las piernas, así que trató de juntar sus tobillos y hacer una pose elegante, como de Supermán. No era perfecta, pero funcionaría por ahora.
Parecía que los segadores se habían ido. Las calles debajo de ella estaban silenciosas y vacías. Tampoco había indicios de imps corriendo por ningún lado, pero tampoco había signos de los mortales. 
Los imps tenían posesión de la llave. Kara no estaba segura de qué significaría eso para la Legión exactamente, pero tenía la sensación de que lo descubriría muy pronto.
Cuando volaba de vuelta en la dirección de la que habían llegado, vio a David desde arriba. El corría debajo de ella, y podía ver una enorme sonrisa en su rostro mientras saltaba y la saludaba con entusiasmo.
"¡Chica voladora! ¡A mí me toca el siguiente turno para el paseo!"
Ella lo escuchó aclamarla y le sonrió. Aun si la Legión no había podido mantener la llave segura, Kara todavía se sentía esperanzada de que este no era el final, y que, de alguna manera, podrían detener a los archidemonios… no tenían otra opción.
Sintió esperanza porque no se había convertido en un monstruo, por lo menos no hasta el momento.  Había utilizado sus alas para el bien, no para el mal, y había salvado a sus amigos. La oráculo había dicho que siempre había la oportunidad de cambiar el futuro, aunque pareciera sombrío y ominoso, y ella iba a cambiarlo.
Kara sonrió con determinación mientras volaba sobre el laberinto de edificios y calles de Londres, dirigiéndose hacia el río Támesis.