Un escalofrió sacudió el cuerpo de Kara.
Sus dedos pulsaron con una energía nueva. Comenzó con la más pequeña de las sensaciones, un susurro de energía. Pulsaba en las puntas de sus dedos y se movía a través de sus manos hacia en el resto de su cuerpo. Aunque se estremecía de dolor y angustia, podía sentir la fuerza volviendo a sus alas. La oscuridad palpitaba dentro de ella como sangre fría que quería liberarse. Sabía que tenía que tratar de controlarla, que sólo necesitaba la chispa más pequeña de energía oscura.
Kara la llamó. No estaba segura de cómo dirigirla, y oró poderla controlar una vez que aflorara. Sintió la oleada de energía pulsante en sus manos y piernas. Ella gimió y se levantó.
El segador ladeó la cabeza, sorprendido al verla de pie. Movió su guadaña, burlándose de ella, mostrándole la herramienta con la que iba a acabar con su vida.
La mirada de Kara se dirigió a la roja y brillante guadaña. La odiaba. Si tan sólo pudiera llegar lo suficientemente cerca...
Y entonces lo supo. Como un recuerdo que regresa de pronto, ella supo cómo matarlo. No lo podía explicar, simplemente lo sabía.
Con la última fuerza que le quedaba, Kara movió su ala derecha. El negro poder onduló a través de ella, y usó un poco para golpear la guadaña y tirarla de las manos del segador.
La guadaña voló en el aire y se estrelló en el suelo, junto a Kara. No sabía lo que le poseía, y actuando por instinto, se echó sobre la guadaña y la apuñaló con su espada.
El efecto fue inmediato.
El segador cayó de rodillas y aulló como mil bestias moribundas. La guadaña burbujeó, emitiendo vapor por el agujero que ella le había hecho. Brillaba al rojo vivo, y Kara se alejó del calor. La guadaña ondulaba como magma caliente, se estremeció una última vez y se desintegró en un charco de líquido rojo.
Por un momento no pasó nada. El líquido rojo se evaporó y fue sustituido por pequeñas partículas que brillaban y flotaban como una alfombra de deslumbrantes diamantes.
Y luego un gran haz de partículas de luz salió disparado directamente hacia Kara.
Kara se tambaleó, sorprendida, cuando vio los filamentos de luz hacer espirales a su alrededor como un torbellino brillante. Vio girar los haces de luz, y a través de ellos veía miles de caras sonrientes. Parecían rostros transparentes de cientos de fantasmas.
No pudo evitar sonreír. Una abrumadora sensación de liberación y felicidad los rodeaba. Era casi como si las almas que habían sido atrapadas en la guadaña estuvieran agradeciéndole.
Gracias Kara. ¡Gracias! ¡Gracias!
Ella podía oír las voces de las almas. Las voces de miles de hombres, mujeres y niños estaban susurrando su agradecimiento y reconocimiento hacia ella.
Entonces las almas se levantaron en el aire, pasaron volando a través de la ventana más alta, y desaparecieron en el cielo como fuegos artificiales.
Kara escuchó un gemido detrás de ella.
Los ojos del segador brillaron, rojos como el fuego infernal, y luego se derritió, tornándose en una sopa roja y negra. Su aullido reducido a un susurro, y luego hubo silencio.
"¡Lo hiciste, Kara! Averiguaste cómo acabar con ellos". David giró y gritó: "¡Nosotros podemos matarlos!, ¡miren!" Dijo, señalando el charco humeante rojo. "¡Kara lo hizo! Son sus guadañas. ¡Maten las guadañas y los segadores morirán también!"
Se dirigió al segador más cercano. El segador blandió su guadaña hacia él, pero David la bloqueó y lo pateó con fuerza en el intestino. La criatura se tambaleó y cayó. David saltó sobre el sin ninguna vacilación y clavo su espada estrepitosamente sobre la guadaña. El arma chisporroteó y luego estalló convirtiéndose en una espesa sopa roja. Las almas atrapadas se levantaron en el aire y volaron fuera del edificio por la ventana.
David aplastó el líquido rojo con su bota. "Te dije que te segaría al final, succionador de almas".
Sólo les tomó un momento a los otros ángeles comprender lo que había sucedido. La invencible amenaza podía ser derrotada.
Los ángeles se dirigieron a los segadores restantes.
Kara llamó a su energía negra una última vez, y con Ashley a su lado, atacaron a los últimos segadores. Ashley se abalanzó y giró, esquivando la guadaña del primer segador. Se colocó detrás de la criatura y con un rápido movimiento calvó su espada del alma en el metal rojo. La guadaña silbó y se desvaneció, y la criatura se convirtió en un charco de color rojo.
Los ojos de Ashley tenían una mirada salvaje, se echó encima del siguiente segador, con hambre de venganza.
Uno de los segadores se había alejado entre las sombras, huyendo silenciosamente lejos de la batalla.
Kara no apartó la mirada del segador errante. Con un gran golpe de sus alas, voló hacia él con la fuerza de una bala de cañón y lo golpeó. El segador voló hacia atrás y se estrelló contra la pared. En un instante, atravesó el arma de la criatura con la suya. La criatura nunca tuvo tiempo para defenderse.
Todos los segadores cayeron a manos de los ángeles hasta que no quedó nada más de ellos que unos cuantos montones de sopa roja.
Los guardianes se pararon todos juntos y observaron como las agradecidas partículas de las almas flotaban hacia el infinito.
"¡Lo hicimos!"
David observó la carnicería. "Son todos, los siete. Y sabemos cómo matarlos si alguno más se presenta. Yo diría que esto es una victoria real para la Legión".
Kara observó lo que quedaba de la Legión. De los cincuenta guardianes que habían llegado con Gabriel, tal vez sólo veinte habían sobrevivido. Ella no llamaría a eso una victoria. Se habían perdido muchas vidas de ángel, pero era un comienzo.
"No pareces feliz".
Kara forzó una sonrisa. “Estoy…”
Ella quería decir “con miedo”.
"No sé cómo estoy. Esa es la verdad. Creo que no me siento tan victoriosa, sigo sintiendo que se nos escapa algo".
"Bien, yo iría directo por una cerveza ahora", dijo David sonriendo.
"Que sean dos". Kara estaba complacida al ver que Gabriel estaba todavía en una sola pieza.
"Buen trabajo, equipo".
La voz del Arcángel era áspera y Kara tuvo que esforzarse para escucharlo mejor.
"Estoy muy agradecido con todos ustedes. Han demostrado coraje, fuerza y gran habilidad e ingenio al derrotar a los segadores. Gracias. Ahora, volvamos al horizonte, a sanar nuestras heridas".
Kara se preguntaba si se refería a curar sus propias heridas, o si podrían sanar y recuperar a las almas de aquellos que habían perdido la vida en la batalla.
Ashley caminó junto a Kara y sonrió. Era la primera vez que Kara la había visto sonreír de forma honesta y genuina. Y desde ese momento, supo que serían amigas.
A Kara le pareció extraño que estuviese oscuro fuera del hospital. Era mediodía cuándo llegaron. ¿Había pasado tan rápido el tiempo?
Había periódicos tirados cubriendo los pulidos pisos del hospital, y Kara recogió uno. Leyó la primera página: Extraño virus deja miles de muertos. Los doctores están desconcertados. El centro de Control y Prevención lo llama la Nueva Peste Negra.
Ella comenzó a leer un artículo más pequeño justo debajo de ese. Vaciló, y sintió el pánico crecer lentamente en el hoyo de su alma.
"David, ¿qué es fecha es hoy?”
David se rascó la cabeza. "Eh... creo que hoy es dieciocho. ¿Por qué?"
Kara no respondió. A cambio, le entregó el periódico y señaló el pequeño artículo. Ashley se colocó junto a David para ver más de cerca en el periódico.
Kara golpeó su frente con la palma de su mano. "¡Por supuesto! Todo tiene sentido ahora. No era el dieciocho. ¡Los imps se referían al 18 de agosto! ¡EL dieciocho del mes! ¿Cómo pude haber sido tan estúpida? ¿Por qué no vi esto antes?"
"Kara, ¿de qué estás hablando?" Ashley frunció el ceño.
Kara suspiró pesadamente. "Nos engañaron".
"¿Qué? ¿Quién?"
"Todo fue una distracción", dijo Kara. "¿No lo ves? Los segadores fueron una distracción para mantenernos ocupados. Querían distraernos para que no observáramos el eclipse".
Kara miró a través de las puertas delanteras. La repentina oscuridad tenía sentido ahora.
"Raphael me dijo que los archidemonios no podían abrir la prisión sólo con la llave. Necesitaban un raro acontecimiento astronómico, algo que obscureciera el mundo de los mortales, que lo dejara en la sombra".
“Y el mundo se queda en la sombra durante un eclipse solar. Ashley palideció mientras miraba hacia fuera.
"Oh, no".
"Exacto", dijo Kara. Un gran anillo de oro había substituido al sol proyectando largas sombras sobre el mundo.
"¿Cuánto tiempo durará?" preguntó David mientras se colocaba al lado de Kara y estiraba su cuello.
Kara vio fijamente el anillo en el cielo y se encogió de hombros. "No sé, no mucho supongo. Démonos prisa, tenemos que volver a Horizonte y advertirles antes de que los imps utilicen la llave".
"Es demasiado tarde", dijo Ashley señalando hacia el cielo, detrás del hospital. “Miren”.
Un rayo de fuego brotó de las entrañas de la tierra, salió disparado por el aire, y abrió un hoyo en el cielo.
Del rayo de fuego emergieron bestias aladas.