Kara estaba sentada en el salón de curación del arcángel Raphael. Tiró de su piel, tenía la misma elasticidad que antes, la misma textura lisa. La única diferencia era que la piel ya no era transparente. Tenía de nuevo su color olivo habitual, como cuando era un mortal y un guardián.
Había vuelto a la normalidad.
Sin embargo, a pesar de que debería haberse sentido aliviada, no estaba completamente feliz. Todavía había algo que le molestaba. Cuando se dio cuenta de que David tenía razón y que su piel ya no era transparente, ella había pensado que sus recuerdos también regresarían, pero no fue así. Esa parte no había cambiado. Ella miraba distraídamente las paredes de la cámara de Rafael, tratando de recordar. Era como si sus recuerdos de antes de morir hubieran sido encerrados en alguna habitación, y ella no podía encontrar la llave para liberarlos.
Mientras se pellizcaba las uñas, Kara se admitió a sí misma que también estaba un poco desanimada de haber sido lanzada a la división de milagros en vez de haber acompañado a los otros al Departamento de Defensa para dar el reporte. Ella no se sentía diferente, pero sabía que la Legión aún estaba nerviosa sobre lo que le había sucedido y sobre dónde se encontraba su verdadera lealtad.
Estaba de vuelta cumpliendo con sus funciones y no en el Tártaro, pero era sólo porque Metatrón había creído que era leal a la Legión. Sabía que ella y David habían sido liberados sólo porque ella había hecho un trato. Y ahora, el arcángel que Ariel le había ordenado permanecer en el nivel tres indefinidamente, porque necesitaban saber más sobre su repentino regreso a la normalidad.
El único otro guardián en toda la Legión que se sentía peor que Kara era Ashley, y estaba sentada en el lado opuesto de la habitación con la cabeza entre sus manos. Ashley no había pronunciado ni una sola palabra desde que había llegado a Horizonte. Las cicatrices de lo que le había sucedido a su equipo eran claramente visibles en su rostro. Ashley estaba desparramada, en silencio, y con una expresión confundida, como si estuviera en un sueño y no quisiera despertar a la realidad. Kara podía ver claramente que Ashley se culpaba a sí misma por la pérdida de sus amigos.
Kara se sentía mal de estar observando el tormento personal de Ashley. Era como espiar una conversación privada.
Oyó al arcángel en el almacén de medicinas, buscando a través de los baúles y cajones, desenterrando las pociones y cremas que, sin duda, estaría embadurnando sobre Kara en cualquier momento.
"Kara, ¿cómo sientes?" Preguntó Raphael.
"Bien", respondió Kara.
Escuchó más murmuraciones, y un momento después el arcángel entró en el salón con envases, frascos, tubos, tres plantas de aloe y una bolsa de lo que parecía ser sal. Kara levantó las cejas.
"¿Vas a prepararme para cirugía? Realmente no deberías estar perdiendo el tiempo con migo. De veras, te digo que estoy bien, nunca me he sentido mejor, lo juro”, concluyó, con una gran sonrisa en la cara.
"Seguro que sí", dijo Raphael, sin sonar muy convencida y colocó las medicinas en la mesa. “Y tu no deberías jurar”.
Kara columpió sus piernas debajo de su silla con impaciencia.
"Lo que yo sí debería estar haciendo es ayudando a David y a los demás con este asunto de los segadores, y no siendo una rata de laboratorio. Sin ofender", agregó con una sonrisa apologética.
"Mírame... Estoy bien, estoy mejor que bien. Parezco normal otra vez. ¿Ves?”
El Arcángel la ignoró.
“David dijo que estabas experimentando cierto malestar en tu espalda. Ponte de pie y levanta tu camiseta por favor".
Kara suspiró ruidosamente pero obedeció. Levantó su camisa y esperó incómodamente mientras que Raphael la examinaba.
"Hmm", dijo el arcángel. "No veo nada”.
"Eso es porque no hay nada que ver, excepto un cuerpo de ángel en perfectas condiciones".
"No te hagas la inteligente conmigo, jovencita", dijo el arcángel. "No es tu estilo. Ahora, quédate quieta".
Kara dejó caer su cabeza. Estaba tentada a correr hacia la puerta para unirse a los demás, pero decidido no hacerlo.
Raphael se molestaría, y ella sabía que, a pesar de que había vuelto a la normalidad, la mayoría de los arcángeles y ángeles de la Legión todavía no estaban contentos con ella. De hecho, nunca lo habían estado, y no quería darles más motivos para odiarla.
Se estremeció cuando Raphael frotó un ungüento fresco sobre su espalda. Olía a repollo y cebolla cruda, y le recordó al guiso de carne de su madre.
Se preguntaba cómo estaría su madre. La echaba mucho de menos. ¿Le habría dicho adiós esa mañana, antes de irse a trabajar en la librería?, ¿antes de morir? Sí, eso sí podía recordarlo. Pero cuando intentaba recordar esos preciosos momentos antes de su muerte, nada. Su mente era una caja vacía. Le faltaba el contenido.
"¿Ya casi acabas?" preguntó Kara lo más pacientemente que pudo. Estaba más frustrada con ella misma porque no podía recordar cómo había muerto, que lo que estaba respecto a la excesiva preocupación del arcángel para con ella.
"Listo. He terminado", dijo Raphael acomodando la camiseta de Kara, y girándola para verla de frente.
La piel de Kara se sentía fresca, como si el arcángel hubiera frotado Vicks VapoRub sobre ella. Y luego no sintió nada. "¿Qué me pusiste?"
"Etéreo E-3, bálsamo de curación no-pegajoso", dijo el Arcángel apretando la tapa de un recipiente con crema color verde en su interior. "No estoy segura de que vaya a funcionar, pero se supone que debe reducir al mínimo los efectos de quemaduras y cortes y ayuda a tu cuerpo de ángel a sanar más rápido. Protege creando una capa extra".
"Como un traje M".
Raphael sonrió. "De cierta manera... sí". Y entonces su rostro se puso serio otra vez. "¿Algún otro dolor o moretón que deba revisar?"
"Ninguno", dijo Kara. "Y esa es la verdad. Honestamente, me siento tan ligera como la lluvia".
"Si tú lo dices", dijo a Raphael, sonriendo, pero aún se veía preocupada.
Kara sonrió. "¿Entonces estoy lista para irme? Tengo que volver con los demás. Muero por saber más sobre estos segadores y cómo detenerlos".
La sonrisa desapareció del rostro del arcángel a la mención de los segadores. "¿Sabes tú algo acerca de ellos? ¿De los segadores? ¿Qué sabes, Raphael? ¡Dime!”
Rafael puso la crema curativa en su lugar y pasó distraídamente sus dedos a lo largo de la superficie de la mesa.
"Sé que los vi. Hace mucho tiempo... hace más de dos milenios...", dijo, y guardó silencio por un momento. “Tal vez incluso más que eso, fue antes de la primera edad, antes de la creación del hombre, antes de que las cosas cambiaran".
“¿Qué cosas?"
El arcángel presionó sus manos sobre la mesa, casi como si necesitara sostenerse. "Los segadores siempre han sido siervos".
"¿Siervos? ¿Como empleados?" Los ojos de Kara se expandieron. "Ya veo, entonces sirven a algún demonio del Inframundo. ¿Es eso lo que estás tratando de decirme?”
"No completamente". Raphael miró hacia abajo. "Los segadores no aparecen de repente, como los demás demonios. Tienen un propósito singular, siguen las reglas… son controlados, sólo obedecen órdenes. Son fieles servidores a sus creadores”.
Kara observó el rostro de Rafael.
"Los controlan los demonios mayores, ¿cierto? Lo sabía. Crearon a los segadores para matarnos, para matar a ángeles".
"No", dijo Raphael y su frente se arrugó en un seño. "No, los demonios no crearon a los segadores, algo mucho peor lo hizo. Algo que los arcángeles pensamos que habíamos desterrado desde hace mucho tiempo, pero ahora sé que no tuvimos éxito. Si han reaparecido los segadores, significa que ellos se les unirán pronto".
Kara apenas podía controlar su curiosidad y alzó su voz. "¿Qué es? ¿Qué es lo que controla a los segadores? No puedo pensar en nada peor que demonios mayores".
"Archidemonios". Raphael cerró los ojos. "Los archidemonios son el epítome de la maldad".
"¿Archidemonios?" repitió Kara. Ella nunca había oído de un Archidemonio.
Los ojos de Rafael se veían oscuros.
"Los segadores fueron creados por los archidemonios cuando estábamos en guerra con ellos. Los segadores recolectaban las almas de los ángeles con sus guadañas de la muerte y los mataban en el proceso. Ahora estas monstruosidades se han desatado sobre el mundo de los mortales. Esto no debería haber podido pasar. Nos hemos descuidado y ahora vamos a pagar muy caro nuestra tontería".
“Archidemonio... arcángel", dijo Kara.
Los ojos de Raphael brillaron.
“¿Hay una conexión? Los dos suenan extrañamente similares, como primos. ¿Existe una conexión?", repitió Kara.
Raphael se tumbó en una silla, su bello rostro tenía una mezcla de desesperación e incredulidad. Sujetó su largo cabello negro entre sus manos y comenzó a trenzarlo.
"Los archidemonios fueron una poderosa raza de criaturas etéreas que se originó mucho antes que los arcángeles y mucho antes del tiempo del hombre. Fueron creados con una temeraria y fuerte ambición de poder y sólo se amaban a ellos mismos. Fueron desterrados del horizonte poco después de que los arcángeles fueron creados.
“Los archidemonios creían que eran dioses y querían que las criaturas de los mundos los adoraran. Estaban celosos de los arcángeles".
"¿Y qué pasó?" Kara moría de curiosidad.
"Hubo una gran guerra que duró quinientos años, años mortales. Perdí muchos amigos en esa guerra... "
La mirada de Raphael cambió, era como si estuviera recordando algún terrible trauma.
"Estábamos perdiendo. Los archidemonios eran demasiado poderosos y no podíamos igualarlos en la batalla. Decidimos concentrar nuestros esfuerzos en desaparecerlos. Después de muchos, muchos años ideamos una manera de mantener a los archidemonios encerrados para toda la eternidad. Pudimos engañarlos y trasladados a un exilio más allá de los planos del inframundo, para que nunca reinaran de nuevo…"
"Hasta ahora”. Kara podía ver que Ashley había estado escuchando la conversación. "
“Hasta ahora”, repitió a Raphael. Ella parecía distante y obviamente todavía estaba traumatizada por un acontecimiento que había tenido lugar hacía eones.
Ahora Kara entendía que los segadores no eran una nueva amenaza, sino más bien el regreso de un viejo enemigo maligno. Y por lo que ella podía asumir sobre la reacción de Raphael, estos archidemonios podrían ser incluso más poderosos que los arcángeles mismos.
"¿Y cuál es plan de la Legión?” preguntó Kara.
Vio la mirada de derrota en el rostro del Arcángel, por lo que continuó, "Si la Legión ya los venció una vez, seguramente podemos ganarles otra vez. Y aún no han salido de su prisión, ¿cierto? Sólo hemos visto a los segadores, no a los archidemonios, lo que significa que aún están encerrados”.
El arcángel sostuvo la mirada de Kara y no respondió.
"Cierto", dijo Kara, perpleja. "Bueno, si no lo han hecho, entonces significa que todavía tenemos una ventaja. Solo tenemos que detenerlos, prevenir que salgan. Tenemos que averiguar si tienen una manera de liberarse y destruirla antes de que tengan oportunidad de usarla, sea lo que sea. Sé que podemos hacerlo".
Raphael forzó una sonrisa.
"Admiro tu valentía, Kara. Siempre lo he hecho. Eres una guardiana notable".
Raphael se levantó de su asiento, como si la conversación hubiera terminado.
"He sido llamada a una junta en el Alto Consejo", dijo, con un tono frío.
"De hecho, ya debería estar ahí".
Raphael se acercó e inspeccionó a Kara curiosamente.
"Bien", concluyó, poniendo sus manos en sus caderas. "Realmente eres un misterio, y simplemente no puedo encontrar nada malo en ti".
"Entonces, ¿me puedo ir? Muero por ver a los otros". Kara quería ver a David más que a nadie, pero se lo guardó.
"Puedes irte", dijo Raphael con una sonrisa. Con su cuerpo de ángel de vuelta a la normalidad, Kara sentía que era invencible. Y ahora que lo pensaba, desde su llegada se había sentido más fuerte. Era como si le hubieran dado una dosis de esteroides de ángel. No podía explicarlo, pero no le importaba. Sabía que la situación con los archidemonios se le revelaría con más detalle más tarde.
Kara se despidió de Raphael.
Ashley estaba sentada con la cabeza baja, viéndose más sombría que antes. Kara no podía creer lo que estaba a punto de decirle a la chica que le odiaba.
"Ashley", dijo Kara, acercándose a ella. "Siento lo que le sucedió a tu equipo, a tus amigos", dijo torpemente. "Sé que te estás culpando a ti misma, pero no es tu culpa. No es culpa de nadie. No podíamos hacer nada más”.
Ashley se aferró a los lados de su silla, pero no dijo nada.
"Sé que estabas escuchando antes, escuchaste lo que dijo Raphael. Realmente podríamos utilizar a alguien como tú en el equipo. ¿Crees estar preparada? Podrías venir conmigo ahora mismo".
"¿Por qué no solo te callas y me dejas en paz?" espetó Ashley.
Kara presionó sus labios en una fina línea. Justo cuando pensaba decirle unas palabras altisonantes que recién le había enseñado David, se mordió la lengua. La tristeza que se reflejaba en el rostro de Ashley hacía que Kara viera y sintiera su dolor. Luego pensó de Lilith y sus propias entrañas se retorcieron con dolor.
"Te dejaré sola si eso es lo que quieres", dijo Kara suavemente.
"Eso es lo que quiero". Ashley volteó la cara y observó sus botas. A pesar de que ella actuaba así, Kara podía ver que estaba atormentada.
La puerta se abrió de pronto, y una bola gigante de cristal rodó por el salón. El diminuto hombre con pelo blanco rizado que parecía una nube en su cabeza maniobró su bola de cristal sin esfuerzo con sus pies descalzos y se detuvo a pocas pulgadas de Kara. Una brillante sonrisa apareció entre su arrugado rostro.
“¡Hola, Hola! Soy el Oráculo # 779-MENTE, de la unidad de Salud Mental, pero todo el mundo me llama Doctor Qué, porque que sea lo que sea, ¡yo voy a encontrarlo!"
Saltó en el aire. "¡Qué afortunada eres! No es una cosa común que un joven guardián como tu logre ser visitada por el Doctor Qué", dijo, inflando su pecho con orgullo.
"Estoy aquí para tu evaluación siquiátrica, Stacey", dijo el oráculo alegremente, como si Kara acabara de ganarse la lotería. Sacó una gran lupa de los pliegues de su manto de plata y empezó a inspeccionar su cabeza.
"Veo que tienes un gran lóbulo frontal, que muy bien podría ser la fuente del problema".
Kara le dio un golpe a la lupa y saltó alarmada.
"Yo no soy Stacey, mi nombre es Kara. Y creo que te refieres a Ashley.
Sus ojos se dirigieron a Ashley, quien se tensó en su silla y observaba con recelo al oráculo.
Kara se mordió el labio para evitar reír.
El oráculo parpadeó.
"Oh, cielos, mil disculpas”, dijo a Kara e insistió, “¿pero estás realmente segura de que no necesitas una? Yo hago toda una batería de pruebas que miden inteligencia, rendimiento académico, debilidades y traumas recientes y antiguos de todo ángel. He recomendado estrategias específicas que han demostrado ser útiles para lidiar con la pérdida de los miembros del equipo y en la evaluación de los trastornos de ángeles. Mis pruebas son especialmente beneficiosas para los ángeles más jóvenes que no están acostumbrados a tales… "
"Uh…no, gracias, Doctor Que. Ya me hicieron mi evaluación siquiátrica este mes", mintió Kara y sonrió amablemente, con la esperanza de huir antes de que el oráculo insistiera en que se quedara.
El oráculo se rascó la cabeza agresivamente.
"Bueno, allá tú, Clara. Pero recuerden, ¡estoy aquí para ayudar!” Él rodó su bola de cristal hacia Ashley, y ella lo vio con ganas de matarlo.
"Hola querida. Soy el Oráculo # 779-MENTE, de la unidad de Salud Mental, pero todo el mundo me llama Doctor Qué, porque sea lo que sea, yo…"
Ashley pateó la bola de cristal con su pie y el Doctor Qué cayó rodando por el piso.
Raphael corrió hacia el oráculo y le ayudó a levantarse, y cuando se dirigía hacia Ashley, quien parecía bastante contenta con lo que había hecho, Kara decidió que era el mejor momento para irse.
Salió corriendo por la puerta y no miró atrás. Corrió por el corredor, podía oír la voz de Raphael resonando como una tempestad asesina, reverberando contra las paredes de piedra. A Ashley iban a recetarle algo más que una evaluación siquiátrica después de eso. Aunque Kara aún sentía lástima por ella, lo cierto era que la chica seguía siendo una tonta.
Kara llegó a las puertas de entrada del edificio, las abrió y se apresuró hacia fuera, a la calle, donde se estrelló contra David.
Se tambaleó y casi cae, pero David la recogió en sus brazos.
"Sabía que no podrías resistirme durante mucho tiempo", dijo David con una sonrisa en su cara. Él la acercó, tanto, que ella podría inclinar su cabeza hacia delante y besarle.
Su cuerpo hormigueaba al sentirlo tan cerca. Sentir la piel y el cuerpo de otro ángel en Horizonte era electrizante. Sintió cómo la energía corría desde sus brazos y sus dedos hasta las puntas de sus pies. No quería salirse de ahí nunca, pero cuando vio las miradas de todos los que pasaban por ahí, decidió soltarse del abrazo de David, pero muy lentamente.
"Detente. Es vergonzoso", dijo Kara, con una sonrisa. "Sabes que no podemos mostrar nuestro... nosotros no podemos sugerir que sentimos... ya sabes... lo que sentimos. No se supone que sepan, ni que siquiera sospechen".
David le miró por un momento. "Me amas, admítelo", le dijo. "Está bien. No tienes que decirlo, pero no puedes engañarme. Puedo verlo en tu cara. Me aaaaamaaaas".
Él acomodó sus manos en sus bolsillos.
Cada vez que lo veía, su cara era más hermosa. Kara se retorció, incómoda.
"Compórtate por favor. Somos ángeles, ¿recuerdas? Ángeles guardianes". Ella hizo su mejor intento para controlar sus sentimientos.
"Así que Raphael te dejó ir”, dijo David, aun sonriendo. "Sabía que estarías bien. Lo cierto es que estás muy, muy bien", afirmó empujando a Kara juguetonamente.
"Detente, bobo. Raphael no encontró nada malo en mí, así que tengo permiso de irme. Bajo las normas de los ángeles de la guarda, estoy perfectamente sana". Un dolor abrasador la apuñaló entre los omóplatos. Estaba pasando otra vez y ahora era peor. Apretó los dientes y tembló para obligarse a no gritar.
"¿Qué fue eso?" David pudo ver que estaba sufriendo. "Pensé que habías dicho que estabas bien".
El dolor se detuvo tan rápidamente como empezó.
"¿Qué fue qué?" disimuló, cambió rápidamente de tema. "Raphael me compartió algunos datos interesantes acerca de los segadores y quién los creó".
Le contó la historia de Raphael sobre los archidemonios, encantada de que el interés de David estuviera concentrado en esta nueva información y no en su preocupación por los dolores punzantes de espalda.
No sabía si decirle que su memoria no había regresado, y que el dolor no había desaparecido sino que al contrario, estaba empeorando. Decidió no preocuparlo aún más.
David entrecerró los ojos repentinamente. "¿Por qué Ariel no nos habló de estos archidemonios? No tiene sentido. Nos mandó así nada más, sin que conociéramos todos los hechos. Ese no es su estilo".
“No sé", dijo Kara, preguntándose lo mismo.
"¿Tal vez tenía la esperanza de estar equivocada? No estoy segura de que eso nos hubiera ayudado de todos modos. Pero la manera en la que se veía Raphael cuando hablaba de ellos me hace pensar que no querían que nosotros, los pequeños angelitos, supiéramos. Creo que están avergonzados. Tal vez es un secreto profundo y oscuro que los arcángeles querían mantener oculto, y que creían que nunca tendrían que divulgar".
"Y ahora está divulgado", dijo David.
Observó a Kara por un momento, pero su mente estaba en otra parte.
"Bien, la DCD ha dado el mandato para averiguar cómo buscar y destruir a los segadores", dijo finalmente. "Por eso he venido por ti. Jenny y Peter nos esperan en la unidad. En primer lugar, tenemos que averiguar en dónde atacarán los segadores. Luego investigaremos alguna forma de acabar con ellos".
Kara levantó una ceja.
"No va a ser así de fácil, tu viste cómo mataron a los otros. Pero seguramente tienen una debilidad. Debe haber algo, simplemente no lo hemos averiguado, no lo hemos visto todavía. Estoy segura de ello".
"¿Cómo los derrotaron los arcángeles la primera vez?"
Kara se encogió de hombros. "No lo sé, ella no dijo. Tal vez Ariel sabe”.
David meneó la cabeza. "No lo creo. Si lo supiera, nos lo hubiera dicho".
Un grupo de oráculos pasaron rodando sobre sus cristales. "Me pregunto si los oráculos saben algo más sobre estos archidemonios y si están dispuestos a contárnoslo. Sé que pueden ser muy privados y extraños con toda la información que nada dentro de sus enormes cerebros, pero creo que valdría la pena preguntarles".
"Estoy de acuerdo", dijo Kara. "Y sé exactamente a qué oráculo preguntarle".
Él podría responder algunas otras preguntas que ella se estaba muriendo por preguntar, y además podía confiar en que todo lo que se hablara entre ellos quedaría en secreto.
David sonrió, impresionado. "Bonita e inteligente, una combinación peligrosa”.
"Cállate".
“Y entonces, ¿quién es el chico afortunado?"
"Un oráculo llamado Sr. Patterson".
Kara siguió a David fuera de la ciudad y por el camino del bosque hacia el ascensor. Ella podía pensar en tres preguntas que realmente deseaba hacerle al Sr. Patterson. ¿Por qué no podía recordar cómo murió? ¿Por qué se había puesto transparente? Y ¿por qué sufría de recurrentes dolores en la espalda?