Kara observó, paralizada por el miedo y el asombro. La criatura medía por lo menos siete pies de altura y vestía una túnica negra que flotaba tras de él como tentáculos de humo negro. Debajo de la túnica podía ver fragmentos de un cuerpo corrompido por la sombra y la oscuridad. Su cara estaba oculta detrás de una pesada capucha tan oscura como la noche, excepto por dos ojos rojo que brillaban intensamente. Desprendía un aura de miedo.
Cargaba una gran guadaña entre la carne podrida de su mano expuesta. Kara gritó cuando vio la cuchilla.
La brillante cuchilla roja estaba cubierta con los rostros de miles de almas. Horrorizada, Kara podía oír sus débiles gritos y sentía su dolor y sufrimiento. Era como si le estuvieran pidiendo que los liberara. El pánico se apoderó de ella, no podía respirar, y no podía dejar de ver a las almas.
Aunque no le hablaba directamente, podía oír la voz del segador en su mente. Era una voz profunda como la oscuridad, la voz de la propia muerte.
Ven a mí, dijo la voz. Ven a mí.
Luego la oscuridad y la muerte se posaron sobre ella. Sentía como su esencia se desquebrajaba mientras el frio caía sobre ella como una espesa niebla. Su mente se nubló cuando la oscuridad llegó más cerca. La criatura tenía algún tipo de control sobre ella, estaba petrificada y no podía moverse.
El segador se inclinó. Su túnica le envolvió entre remolinos de humo negro que parecían desgarbados dedos aferrándose a ella. Estaba tan cerca que podía ver un rostro demacrado debajo de la capucha. Su carne putrefacta estaba cubierta con los desgargantes rostros de las almas.
Kara intentó gritar, pero no encontró su voz. No podía dejar de mirar.
El húmedo y desgarrado agujero que tenía como boca se contorsionó en algo parecido a una sonrisa. El segador bajó su guadaña y apuntó hacia su pecho, lentamente, como decidiendo dónde cortar. Espirales de niebla roja y negra se elevaban de la guadaña y se dirigieron a Kara. Ella podía sentir que su traje de M-5 se quemaba. Los tentáculos de niebla se le enredaban en el cuerpo mientras pataleaba y se retorcía, pero era inútil. Se estaba debilitando, y su mirada comenzó a nublarse. Su esencia de ángel estaba siendo absorbida por la guadaña del segador. Pronto se uniría a las otras almas cautivas. La horrible piel oscura del segador parecía ondular con emoción mientras se preparaba para atacar.
Y cuando la muerte colocó su guadaña por encima de su cabeza, dispuesta a dar el golpe, lista para acabar con ella, dudó.
Bajado su guadaña y caminó hacia atrás. Ladeó su cabeza, como si estuviese pensando si debía matarla o no. Algo en Kara lo había detenido.
Esa duda era todo lo que ella necesitaba.
Al perder la conexión, la energía de Kara regresó. Rodó y saltó a sus pies, y con un rápido movimiento de su mano lanzó su espada directamente hacia la cara del segador. Pero la bestia era increíblemente rápida y atrapó la espada fácilmente, unas cuantas pulgadas antes de que le golpeara la cara. La tiró a un lado y dio un paso gigante para ponerse frente a ella otra vez.
"¡Kara! ¡Agáchate!"
Kara cayó de rodillas. Dos flechas de plata y una espada de alma habían perforaron el pecho del segador.
Kara giró, saltó sobre el cuerpo de la niña muerta y cayó cerca de su arma. Tomo su espada de plata azul y volteó a ver a David, Jenny y Peter corriendo hacia ella.
El segador parecía ligeramente sorprendido de las tres armas que tenía clavadas en el cuerpo. Casi sin fijarse en ellos, envolvió sus podridos dedos alrededor de las dos flechas y la espada y las sacó fácilmente, como si no fueran más que una pequeña espina, y los arrojó al suelo. Líquido negro rezumaba de las tres pequeñas heridas y se chorreaba sobre su horrible cuerpo podrido. Se dio la vuelta y enfrentó a sus nuevos enemigos. David lanzó una esfera roja a través del cielo oscuro, y se estrelló contra el cuerpo del segador en una explosión de luz. La criatura desapareció momentáneamente, pero cuando la luz se disipó, el segador apareció de nuevo, indemne.
Incrédulo, David maldijo en voz alta y lanzó una brillante esfera blanca.
El orbe dio en el blanco y estalló a los pies del segador, bañándolo en luz blanca brillante. Durante unos segundos el segador desapareció entre la bola gigante de luz, pero cuando esta se dispersó, el segador apareció ileso una vez más.
"¡Nuestras armas no le hacen nada! ¿Qué diantres es esta cosa?" gritó David.
Sacó una segunda espada de alma de su chaqueta y la agitó en su mano hábilmente. Esperaron.
Aunque Kara no podía ver la cara del segador, ella sabía que estaba sonriendo, burlándose de ellos. Estaba quieto, esperando otro desafío. Su vestidura ondulaba al viento, como si también ella les estuviera llamando a intentarlo de nuevo, incitándolos.
Incluso desde la distancia, Kara podría sentir como irradiaba muerte. Ella todavía podía oír los gritos de las almas, como los aullidos del viento antes de una gran tormenta. El segador sujetó su guadaña con sus manos delgadas de huesos podridos y esperó.
Jenny abrió y cerró la boca cuando vio la guadaña del segador. Intentó hablar, "¿Son esos...?" empezó, pero se ahogó con sus propias palabras.
Ella intentó hablar otra vez, "Dios mío, esas son...”
“Son las almas”. La voz de Kara no parecía suya.
Le dolía el corazón al ver las caras atrapadas y angustiadas empujándose entre ellas, resbalando como ampollas a lo largo de la roja y brillante guadaña. Era un espectáculo horrible, y no deseaba nada más que matar a esta criatura antes de que capturara más almas.
Podía ver que las almas en la guadaña estaban vivas todavía. Se dio cuenta de que el segador no mataba a las almas que capturaba, las atrapaba y mantenía cerca, como un asesino en serie guardando trofeos de sus víctimas.
"Esto está muy mal". La cara de Peter palideció cuando vio las caras en la guadaña de la criatura. Si no fuera una entidad sobrenatural, Kara estaba segura de que habría vomitado. Todos lo habrían hecho. El segador ladeó su cabeza, observándolos a todos, como decidiendo a quién matar primero. Kara estaba segura de que le producía placer observar su terror y además se alimentaba de sus miedos.
El segador se volvió hacia ella. Sus ojos rojos apenas y eran visibles bajo su pesada capucha, pero ella podía sentir como la observaba.
"¿Qué espera?" Jenny colocó otra flecha en su arco y apuntó al segador.
"Tal vez ya no tiene hambre", sugirió David.
Como en respuesta a la pregunta de Jenny, el segador golpeó el suelo con su guadaña. Un grito penetrante emergió del demonio, como si todas las almas atrapadas en su cuerpo y guadaña hubieran aullado al mismo tiempo. Su manto se envolvió alrededor de él como tentáculos de humo en el viento hasta que estuvo totalmente oculto en un tornado de color negro…y luego desapareció.
Kara entrecerró los ojos para protegerse del polvo y la suciedad y esperó a que los vientos amainaran.
Parpadeó. El segador se había ido. Sólo quedaba el frío y la persistente sensación de muerte.
"¿Crees que lo hayamos asustado?" preguntó Peter limpiando sus gafas en su camisa.
"Lo dudo". Kara caminó hacia el lugar donde había estado el segador. La única señal de que algo había sucedido eran unas cuantas gotas de sangre negra. Extrañamente, sentía que no había tenido miedo de ellos, pero que más bien sentía curiosidad.
David se veía disgustado. "Bueno, me alegro de que se haya ido. Apestaba a muerte”.
"¿Estás bien, Kara?", dijo, mientras observaba a la chica muerta cerca de los pies de Kara.
"He estado mejor".
Kara aplastó la manchada de líquido negro con su zapato. Comenzó a burbujear y a chisporrotear, le salió humo y se evaporó con un suave pop.
David se movió cuidadosamente hacia el lugar donde había estado la sangre. "Nunca había visto eso antes. Generalmente cuando los demonios sangran, sus sangres se queda ahí, pero esta… "
"Se evaporó", dijo Peter, inclinándose a buscar los últimos restos de sangre de la criatura.
"Este no es ningún demonio común. Estos segadores... estas criaturas son algo completamente diferente. Es como si su esencia no pudiera permanecer por mucho tiempo en este mundo. Ni una sola gota de ella", agregó poniéndose de pie. "Quizá ellos tampoco puedan. Podremos no saber mucho acerca de ellos, pero al menos ahora sabemos que son como otras criaturas del inframundo. Es decir, no puede permanecer en el mundo mortal durante demasiado tiempo. Mi conjetura es que el segador desapareció repentinamente porque tenía que hacerlo. Ya había estado aquí demasiado tiempo y estaba empezando a debilitarse”.
"Así que se escapó", dijo Jenny con un dejo de esperanza en su voz. "Si eso es cierto, entonces podemos usarlo en su contra. Necesitamos engañarlos para que se queden más tiempo para poder acabarlos de una vez por todas".
Kara observaba las miradas optimistas en las caras de sus amigos, pero ella sabía que estas criaturas eran diferentes y más complicadas que cualquier otro demonio que hubiesen enfrentado antes. Eran poderosos, mucho más poderosos, pero ella no podía definirlos bien.
David estaba parado junto a Kara. "Vi lo que hizo. Vi lo que te estaba haciendo, y luego se detuvo. ¿Cómo lograste que se detuviera?"
Kara se había estado preguntando lo mismo. Había sentido la indecisión de la criatura, como si hubiera percibido algo en ella que no quería matar. ¿Qué era? ¿Por qué la dejó vivir?
"No sé", dijo Kara tranquilamente después de unos instantes, y luego añadió, susurrando, "no tengo ni idea, pero lo voy a averiguar".
Ella estaba empezando a temer que su regreso como un guardián estaba de alguna manera conectado con la manera en que la criatura se había alejado de ella. ¿Cómo podría ella estar conectada a ese demonio succionador de almas?
"Vamos a encontrar una fuente de agua para salir de esta ciudad abandonada”, dijo Jenny repentinamente. "Está poniéndome los pelos de punta".
"Igual a mí", coincidió Peter. "Se me eriza toda la piel".
"Vayamos al hotel más cercano a buscar una piscina", dijo Kara.
Los cuatro comenzaron su viaje por la calle. Kara sabía que David aún estaba observándola con cuidado, pero ella lo ignoró. Sintió el dolor en la espalda otra vez, pero se obligó a sí misma a permanecer tranquila y fingió que no sentía nada. Fingió que no sentía el pánico que poco a poco la ahogaba. ¿Qué estaba sucediendo?
El olor en el aire cambió repentinamente, y Kara reconoció la peste tibia de la muerte. Otra vez escuchó los gritos de los miles de almas cautivas, e hizo un alto.
Entonces los vio.
Había cuatro segadores parados en la calle.