¡A trabajar! Parte 2.

 

 

—¡Michi! Te necesito en la mesa 4.

 

 

—¡Voy!

 

 

Sep, esta soy yo en un intento por ganar dinero y comprar una laptop. Llevo algunas semanas trabajando en una humilde cafetería que está coludida en el centro de la ciudad. Las personas que no son

tan mainstream vienen a pedir cappuccinos, frappes y una barbaridad de cosas que no tenía idea que podía hacerse con los granos de café. Fue difícil encontrar un trabajo a tiempo parcial que sea simple y no me causara tantos problemas. Principalmente, me ocupo tomar los pedidos de las mesas, llevarles los pedidos y poner una cara que no sea como la de un tomate cuando Chase viene a observarme mientras se muere de la risa al atenderlo.

 

—Detente ya, Chase —digo sujetando el lápiz y la libreta en cada mano. Volteo hacia la encargada para comprobar que no esté observándome, entonces golpeo la cabeza de Chase con la libreta. Él se calla al instante y cubre su cabeza con las manos haciendo una mueca de dolor.

 

—¡Ouch! Eres tan agresiva conmigo —me acusa haciendo pucheros de niño pequeño—. Es el tercer golpe que me das en la semana, Michi.

 

—Sí, y vendrán otros si no dejas de reírte de mí —me cruzo de brazos mirándolo con recelo. Una de mis compañeras pasa por mi lado ¡Llegó la hora de disimular!— ¿Pedirá lo mismo de siempre? —le pregunto a Chase en tono amable, como si fuese un completo desconocido.

 

—Por favor, señorita —contesta Chase dibujando una sonrisa burlona en su rostro—. Espero que mi pedido venga con la mesera.

¡PUF! Mis mejillas rojas otra vez. Anoto un cappuccino y niego con la cabeza, ahorrándome las ganas de volver a golpearlo con la libreta.

 

Los días están mucho más fríos y no puedes olvidar andar con un paraguas a mano para las lluvias repentinas. Y lo que era una humilde cafetería en el centro de la ciudad, se convirtió en un centro de calefacción para las personas y principalmente universitarios que vienen aquí a pasar el rato charlando entre ellos y con Delfi, una compañera de trabajo; quien, al parecer, ha causado revuelo entre los chicos. Yo observo cómo la miran y tiemblo... La miran con ojos de lobo mirando a una inocente ovejita. Así que la encargada me ha mandado a poner un papel en uno de los vidrios buscando personal para ayudar.

 

Mientras pego el papel, observo hacia dentro de la cafetería y mis ojos recaen en los de Chase. Aún puedo sentir ese cosquilleo en el estómago cuando estoy cerca de él, el calor subir a mis mejillas al sentirlo cerca y

el deseo de querer apretujarle las mejillas como lo haría tía Molly.

 

 

—Sabes Michi, ya tengo una venganza planeada para ti —comenta Chase de camino a casa—. Será mejor que te prepares este lunes, porque sufrirás la ira de Chase.

 

—¿En serio? —río entre dientes— Estoy trabajando de mesera en una cafetería, ¿por qué me quieres ver sufrir? ¿No te basta con eso?

 

—Soy un hombre con honor, pero tu padre me lo ha quitado por gusto — toma mi mano y entrelaza sus dedos con los míos—. Tienes dedos gruesos, Michi. Como los de un mecánico —dice, alzando nuestras manos para contemplarlas mejor.

 

¿Este chico tienes por novio, Michi?

 

—Chase Frederick, agradece que dejé la libreta en la cafetería, porque sino... —nos detenemos frente al minimarket y diviso a la chica del bus con la típica ropa que usan para trabajar. Sacudo mi cabeza al recordar cómo Mika golpeó al chico robusto hace semanas atrás—. ¿Mika continúa trabajando en el minimarket?

 

—Yep —responde al instante Chase, mirando hacia el interior de la tienda—. Nunca nos dijo el motivo, pero debe estar acosando a alguien o algo. ¿Por qué preguntas?

 

Lo miro de reojo, sospechando su respuesta. Mika es el mejor amigo de Chase, dudo mucho que no le haya dicho los motivos. Sin embargo, continúo fingiendo que no me he dado cuenta de su mentira.

 

—Porque alguien como él no tiene necesidad de hacerlo. Es Mika después de todo —respondo con obviedad—. Bueno... —me encojo de hombros. Continuamos nuestra travesía hasta el edificio— espero que sus motivos sean correctos.

 

Sábado.

 

 

A casi dos semanas para navidad, la encargada nos ha mandado a colgar adornos navideños antes de abrir la cafetería. Campanas, pelotas de derivados rojos brillantes, bastones de blanco y rojo, luces con forma de estrellas en las ventanas y un árbol al fondo de la cafetería, nos envolvió a todos en el ambiente navideño al abrir las polvorientas cajas de la bodega.

 

Me subo a una silla para colgar el último bastón sobre el papel tapiz.

 

 

—Oye —escucho a mis espaldas—, ¿quién es la encargada de la cafetería? —al girarme, mis ojos se agrandan con sorpresa al ver el pálido rostro de Allek centímetros más abajo que yo. De la impresión, me tambaleo sobre la silla, pero logro sujetarme por sus hombros. Al estabilizarme, quito mis manos como si tuviese espinas en su cuerpo— Ah, eres tú.

 

Allek está tan inexpresivo como de costumbre.

 

 

—¿Qué haces aquí? —pregunto incrédula sin soltar el bastón. Bajo de la silla con dificultad.

 

—Vengo por el trabajo —contesta con desinterés, apuntando el papel del vidrio con su pulgar—. ¿Quién es la encargada?

 

Suspiro con resignación.

 

 

—Te llevaré con ella.

 

 

Si Allek llega a quedar, entonces seríamos compañeros de trabajo. Chase, probablemente, se molestaría y ¡Dios sabe qué puede pasar ahora! Tenerlo de compañero en Jackson y además aquí no será lo mejor que me haya pasado. No, no. Solo son problemas de problemas.

 

—¡WALLAS! —grita desde la cocina la encargada, sacándome del torbellino de pensamientos. Me acerco a ella con paso apresurado—. Enséñale a nuevo la bodega, ¿quieres?

 

¿¡Por qué pregunta si quiero?! NO, no quiero, pero debo hacerlo de todas formas porque más que una sugerencia es una orden.

 

—Con gusto —despliego una sonrisa incómoda o cultándo mis verdaderos pensamientos. La encargada me mira con extrañeza para voltear hacia Allek luego.

 

—Wallas es una chica extraña, pero trabaja bien —le informa a Allek. Él se cruza de brazos y asiente lentamente—. Pregúntale cualquier cosa.

—Lo haré. Gracias.

 

 

Okay. Supongo que "Don Expresivo" ha sido contratado.

 

 

La encargada sale de la cocina. Le hago un gesto a Allek para que me siga. Camino hacia la puerta trasera de la cafetería, por un pasillo de poca iluminación, hasta llegar frente a una puerta de metal oxidada, que al abrirla, hace un rechinido mortal para cualquier oído agudo.

 

Ciertamente, la bodega es el peor lugar que puede haber en la tierra. Tiene una ventanilla casi tocando el techo. Una ampolleta colgando de

un cable que se mueve de lado a lado cuando entra aire a la habitación y cuatro paredes grises ocultan por los estantes de mercadería.

 

—Aquí está la bodega —guardo las llaves dentro de mi delantal—. Sólo hay una llave de esta puerta, por lo que hay que ser cautelosos. Encontrarás todo lo que necesites para la cafetería —paso por los estantes enseñándole las cosas a Allek, quien no ha salido de la puerta—; cajas de leche, granos de café, azúcar, tazas, platos... todo.

 

—No es la primera vez que trabajo en una cafetería, Wallas. Sé como es el trabajo —explica apoyándose en el umbral.

 

—Bien, entonces tratemos de estar lo más distanciados posibles — mascullo más para mí. Camino hacia la puerta para pasar por su lado, pero él apoya su mano en el umbral de ésta, para que no pase. Me detengo justo antes de que mi nariz choque contra su brazo.

 

—No estoy aquí por ti. Que quede claro, Wallas.