Nuevos Problemas. Parte 2.
Mis pies se mueven de un a otro. Me siento intranquila, y con mucha razón, ya que sólo quedan 20 minutos para que entregue el maldito jarro que rompí. He comido todos los cueritos al rededor de mis uñas hasta que Anne tuvo que detenerme.
—Basta, enferma. Pareces una loca —dice agarrando mis hombros y zamarreándome.
—Tú estarías peor si supieras que en 20 minutos morirás a causa de Chase Frederick, el líder de Los Tres Mosqueteros —mascullo con inquietud. Ella baja sus manos lentamente dejándome en libertad. Las dos nos sentamos a los pies de mi cama, resignadas—. Si muero, por favor cuida a Pato por mí.
—Me da alergia Pato, pero lo haré —dice, mirando nuestra foto de niñas pegada en la pared frente a nosotras—. Lo primero que haré será cambiarle su estúpido nombre ¡¿Qué gato se llama Pato?!
Estoy a segundos de responder, pero es el timbre el que me interrumpe. Anne y yo nos miramos, nuestros rostros se iluminan.
—¡Ese debe ser JJ! —exclamamos al mismo tiempo, levantándonos.
Nos apresuramos en abrir la puerta antes de que mamá lo haga. En efecto, es él. Parado frente a nosotros, revuelve su ondulado cabello al vernos. Mete la mano a su bolsillo y de éste saca un pegamento.
—¡TA-CHAN! —nos muestra el pegamento como si presentara un producto en la televisión— Les traigo la solución a sus problemas... bueno —se corrige—, solo a los de Michi —suspira— ¿Cómo es que alguien puede meterse en tantos problemas? —pregunta rascando su cabeza y arrugando sus cejas.
Lo hago pasar sin responder. Anne reí por detras.
—¿Por qué tardaste tanto en llegar, JJ? —inquiere Anne. Los tres son acercamos a la mesa donde están los trozos del jarro— Comenzaba a extrañarte —veo como Anne y JJ se miran juguetones y no puedo evitar poner mi rostro asqueado.
Anne y JJ son novios desde hace un año, por lo que cuando estos dos idiotas están juntos yo "toco el violín" —sigue así, Michi y luego tocarás el violín a la perfección—. Estar junto a ellos a veces me es demasiado incómodo.
Carraspeo para distraerlos.
—¿Me ayudan? —pregunto, enseñando dos trozos del jarrón. Los dos tortolitos asienten repetidas veces, sonriendo.
*****
Ha pasado la hora.
Anne, JJ y yo nos miramos. El ambiente se pone pesado —Querido Huston, no lo hemos logrado. Por favor, despídeme de mi familia—. No hay caso. El jarrón no se ha podido arreglar. Está roto. Y pronto, la rota seré yo.
Suspiramos desanimados.
—¡ARGH! ¡Ya! —gruño guardando los trozos en una caja—. No creo que a ese idiota de Chase se le ocurra golpear a una chica. O hacer mi vida difícil. Soy un fantasma ¿recuerdan? Apenas notará mi presencia en Jackson y acá —trato de ver el lado positivo—. El jarrón lo pagaré con años de esclavitud... ¿Quién sabe? Tal vez Margareth me perdone.
Anne lleva una mano a su frente y JJ se encoge de hombros.
—Iré por tu gato... —dice Anne, cruzando sus brazos.
Mi respiración se agita cada vez más aprisa a medida que me acerco a la puerta para salir. La abro con lentitud, —no sin antes ver si Chase está
en el pasillo—. Al comprobar que no, procedo a salir.
—¿Quieres que te acompañe, Michi? —pregunta a mis espaldas JJ, giro sobre mis talones y niego con la cabeza.
—Seré una mujer hecha y derecha... lo haré sola. Yo lo rompí —digo sintiéndome una soldado a pasos de recorrer el campo de batalla.
—Si no vuelves, ¿me regalas tu telescopio? —asiento y giro de vuelta hacia la puerta 121— ¡Gracias!
Continuo mi travesía hasta llegar frente a la puerta de los nuevos vecinos; antes de golpear surge la duda en mi —¿Podría huir del país? No, no tienes dinero. Idiota—. Trago saliva y golpeo dos veces la puerta, al instante se abre. Margareth sale al umbral y me sonríe de oreja a oreja enseñando sus perfectos dientes. Vuelvo a tragar saliva sintiendo en mi garganta un nudo que no se quiere ir.
—Hola Michi. Comenzaba a preguntarme por qué se habían ido —dice en un tono amable, lo que me cuesta más trabajo para admitir mi grave error.
—Ah, yo... —un calor abrumador comienza a invadirme. No sé qué decir— Yo... estaba viendo su jarro y se me cayó de mis manos — confieso sintiendo apuñaladas en mi pecho. Margareth abre sus ojos y su boca, impresionada. Junta sus manos y entrelaza sus dedos. Se inclina para ver dentro de la caja, la cual acerco más a ella.
—Es mi jarro art nouveau... —dice al aire, clavando sus ojos en los trozos.
Asiento con lentitud sintiendo una apuñalada en mi corazón.
—Lo siento, de verdad. Nunca fue mi intención romperlo —agrego. Ella le echa un vistazo más al contenido de la caja, para luego mirarme.
—Pero Michi —dice y sonríe con dulzura—. Creí que ese era el jarrón real. ¡Qué susto me has dado! Por poco olvido que el jarrón real está en mi antigua casa.
—¿En...en serio? ¿Dice que ésta es una copia? —asiente animosa y me da palmadas en mi hombro.
—Sí, querida. Una copia que no vale nada.
—Pe-pero su hijo dijo que...
Te ha engañado, boba.
—Despreocúpate, linda. Ese jarrón no vale nada —me guiña su ojo derecho—. Soy coleccionista y artista, sé qué vale una copia barata.
En este preciso momento mi cuerpo se ha separado de mi alma. Creo que ahora sí, odio con furia a Chase Frederick... y si llego a toparme con él, juro que lo golpearé.
*****
Salgo del departamento cerrando la puerta tras mí. El enome pedazo de madera causa un eco en todo el pasillo que se extiende hasta el ascensor. Arreglo mi cabello y procuro que mi casco rojo no se me caiga de las manos. Avanzo hasta el ascensor con paso calmado. Un día espantoso como el de ayer, no creo que llegue a ocurrir.
Me pasaría de la mala suerte.
Al entrar al ascensor suspiro, aprieto el botón para bajar y luego el de cerrar las puertas, pero éstas no cierran. Arrugo el ceño. Siempre pasa lo mismo, el estúpido ascensor no quiere bajar, ni cerrar sus puertas.
Escucho otra puerta cerrarse y en un par de segundos, Chase Frederick entra al ascensor. Por instinto, bajo la cabeza y me arrincono entre las paredes del ascensor. Lo único que quiero es hacerme bolita para que él no me vea. De verdad, yo...
Por mi cabeza recuerdo lo del jarrón y su vil mentira sobre el costo de éste.
Al entrar, él se apoya en la misma pared que yo, con su tan típico semblante de superioridad y egocentrismo que tanto me fastidia. Cruza los brazos bajo su pecho —¿Cómo alguien así puede ganarme en los exámenes? ¿¡CÓMO?!—. De reojo, noto que se gira hacia mí; sin embargo, no dice nada. Poco a poco escucho que comienza a reír hasta invadir el ascensor a carcajadas.
Michi, se ríe de ti.
—¿Qué es tan gracioso? —le pregunto sin mirarlo, con la voz saliendo en un hilo casi imperceptible. Él trata de calmar su risa suspirando. El ascensor se detiene.
—¿Qué paso con el jarrón? —pregunta en respuesta— Margareth dijo que estabas de muerte por haberlo roto —agrega saliendo del ascensor. Se gira para verme, y diviso que lleva una mano a su cabeza—. Creo que olvidé decirte que ese jarrón no valía nada. Lo siento —confiesa en un fingido tono de lamentación.
Mis mejillas arden y siento un calor recorrerme el cuerpo entero. Salgo del ascensor también. El muy idiota vuelve a estallar en risa. Aprieto con fuerza mi casco rojo y me acerco a él. Por primera vez me digno a verlo a la cara, y por instinto, alzo el casco y lo estrello contra su cabeza con fuerza. Chase se encoge de hombros y se agarra la cabeza, adolorido.
Cuando me percato de mi acción no hago más que salir lo más rápido posible hasta el estacionamiento donde guardo mi moto vespa. Me pongo el caso, la enciendo y escucho a mis espaldas a Chase gritarme. Acelero rápido con mi corazón agitado y latiendo a mil por minuto.
He firmado mi sentencia de muerte...
Antes de entrar a Jackson High, me hago una trenza hacia el lado. No quiero que Chase se dé cuenta que soy yo quien lo ha golpeado. Diviso a Mika sentado en el capó su de deportivo, los dos esperan a Chase llegar. Un escalofrío me recorre la espalda. Si por algún motivo descubren que golpeé a su líder, moriré.
Literalmente.
Camino apresurada hasta mi casillero, junto al mío está Anne.
—¿A quién tratas de seducir, Michi? —comenta en tono juguetón agarrando mi trenza—. Tú nunca tomas tu cabello.
—A nadie... —aclaro quitando mi cabello de sus manos. Frunzo el ceño y miro a la entrada. En seguida los demás comienzan a murmurar y bajar sus cabezas, pegándose a los casilleros asustados. Anne y yo hacemos lo mismo.
Los Tres Mosqueteros han llegado en gloria y majestad, causando sensación y temor en el pasillo. Sinceramente, su dictadura comienza a aburrirme. ¿Por qué hay que seguir las tres reglas para vivir en paz en la preparatoria?
Siento un codazo por parte de Anne, lo que me hace mirarla asombrada. Ella mueve su cabeza apuntando frente a mí. Con extrañeza subo mi cabeza, encontrando frente a mí, el celestial rostro de Chase, con su frente aún roja, debido al golpe que le propiné con mi casco. No
obstante, no tiene su típico rostro pedante. No. Me sonríe con malicia.
—Hola, Michi —me saluda. Estoy muerta.