Nos vemos al desayuno.

 

 

—¡MICHI YA ERES TODA UNA MUJER!

 

 

Anne grita a todo pulmón dentro de mi habitación. Por suerte mi ventanal estaba cerrado. Bien cerrado para que Chase no llegara de pronto, como yo lo hice antes. Pasar la noche en su habitación y que él venga a mi habitación es un paso gigantesco que no quiero realizar.

 

—Cierra la boca, idiota —advierto confidente, mirando la puerta de mi habitación. En cualquier momento mamá entrará con su sandalia a preguntar qué ha querido decir Anne con eso—. Sólo dormimos en la misma habitación...

 

—Sep, ese es el primer paso —mi amiga me guiña un ojo y saca la lengua juguetona—. No te darás cuenta cuando estés durmiendo entre sus musculosos y viriles brazos...

 

—Cierra el pico... eso no pasará —un leve rubor aflora en mis mejillas. No importa qué diga o haga, Anne, quien me mira con sospecha y sus ojos entrecerrados, sabe que algo estoy ocultando.

 

—¡TE GUSTA! —me apunta con un dedo, levantándose de mi cama. Luce sorprendida.

—No.

 

 

—Sí, él te gusta. Mírate, te brillan los ojos y pareces un tomate con sólo pensar en él —oculto mi cabeza bajo una almohada—. Tal vez... te agrada más que los demás. Sinceramente, pensé que tu tipo de chico sería alguien —se detiene un momento a pensar la palabra adecuada. Mira a través del ventanal, pensando— diferente. No un dictador que te gana en notas e inteligencia.

Enderezo la espalda. Había olvida "ESE" detalle.

 

 

—¿Sabes...? Mejor háblame del baile —el rostro de mi amiga cambio de uno comprensivo a uno de perversidad. Su típico rostro cuando traía una copucha de último minuto entre dientes. Vuelve a sentarse en la cama.

 

—Estaba tomando refresco con mi amorcito —Oh Dios, ese apodo es tan cursi—, cuando Sussie y Claire comenzaron a insultarse y arañarse

como gatas en celo y adivina por quién —antes de abrir la boca, Anne estalla— ¡Por Jax! ¿Puedes creerlo? Las dos mejores amigas y súper populares divas peleando por un mujeriego como Jax. Digo, eso se veía venir. No me sorprende que se haya acostado con ellas, sino las reacciones de Sussie y Claire ¿Por qué no agarraron a golpes a Jax en vez de arañarse ellas?

 

—No sé. Hay misterios que jamás podremos entender... —estiro mis brazos hacia arriba y estiro la espalda—. Vamos a desayunar, me muero de hambre.

 

—¡Eso es música para mis oídos!

 

 

Avanzamos al comedor, donde papá, como de costumbre, lee el diario y se queja de los resultados en deporte, arregla sus gafas y deja de leer. Clava su mirada en Anne y en mí, para después voltear su cabeza hacia mamá, quien nos sirve café en las tazas.

 

—¿Dónde está el chico? —pregunta con voz áspera, con ese tono insinuante. Anne y yo nos miramos, es imposible que él sepa sobre lo de anoche. Comienzo a toser como una endemoniada, sintiendo las palmadas en la espalda de Anne. El desayuno se ha vuelto incómodo. Mamá me lanza una mirada curiosa al sentarse.

—Tal vez no despierta. Quizás lo veamos al almuerzo —responde mamá, llenando de mermelada su pan.

 

—¿Qué... qué chico? —trato de sonar lo más normal, pero el nerviosismo se escapa de mis poros.

 

—El hijo de Margareth. Se ha quedado solo en casa y ella nos ha pedido cuidarlo —explica papá y lleva la taza de café hasta sus labios, da un sorbo y la vuelve a dejar en el plato— ¿Estás bien, cariño, estás

pálida?

 

 

—Es que su hija no sale mucho, señor —salta Anne. Le regala a papá una sonrisa nerviosa—. Debería salir más ¿Por qué no me acompañas al centro comercial? —me pisa el pie por debajo de la mesa. Como acto- reflejo, asiento animosamente.

 

Ya entiendo qué pretende Anne. No quiere que Chase y yo nos topemos, porque sabe cómo será mi actuar y sinceramente, verlo no me haría gracia.

 

Oh, no Huston. Lo mejor sería mantener a Chase lejos hasta aclarar la maraña de pensamientos que tengo.

 

Miro la taza de café frente a mis ojos, disponiéndome a beber. No obstante, me detengo de inmediato cuando escucho unos golpes desde el otro lado de la puerta.

 

Mamá se levanta y se dirige a la puerta —¡NO PUEDE SER ÉL, NO PUEDE!—. Cuando escucho su "Qué bueno que viniste", sé que mi peor pesadilla se ha cumplido.

 

¡Mierda, es él!

 

¿Cómo ha tenido el descaro? ¿Es que acaso no tiene manos y cabeza para prepararse el maldito desayuno solo?

 

Anne está con la boca tan abierta que cualquier pájaro podría entrar y hacer un nido allí. Ha salido mal su plan. Mamá está con una sonrisa de oreja a oreja guiando a Chase hasta nosotros. Sólo con verle la punta de la nariz al entrar, Anne y yo clavamos los ojos en la mesa. Miro de reojo el asiento junto a mí, donde Chase no tarda en sentarse.

 

—Espero no llegar tarde —lo escucho toser—. Y no incomodar a nadie.

 

Siento sus palabras atravesar mi cabeza como una flecha.

 

 

—Para nada, Chase. Siéntete como en casa. —Chase se ríe y comienza a prepararse un pan. Tengo un peso sobre mi cabeza que no me deja quitar la vista de mi taza.

 

En lo que va el desayuno, Chase y papá han comentado sobre el deporte, las películas de acción y una tanda de cosas sin sentido a las cuales apenas he prestado atención. Anne y yo hemos acabado nuestros cafés, pero como a mamá no le gusta vernos levantar de la mesa sin que todos hayan terminado, nos quedamos inmóviles como estatuas.

 

Entonces, escucho esa pregunta que me pone en alerta.

 

 

—Eres un chico guapo Chase, seguro tienes a muchas pretendientes.

 

¿Tienes novia?

 

 

Oh, mamá. No sabes a cuántas le ha destrozado el corazón...

 

 

—Nop, señora Wallas —la tensión en mi cuerpo se apacigua. Siento un codazo por parte de Anne que provoca que vuelva a toser.

—¿Y no te gusta nadie? Alguna compañera, amiga, vecina o profesora

 

—mamá se encoge de hombros y le da un sorbo a su té. Es la tercera taza que se sirve.

 

Chase sonríe con desgana. Noto sus dedos jugueteando con unas migajas de pan. Su respuesta es obvia, él mismo me lo había dicho: Chase tiene a "esa persona especial".

 

—Sí. Es una chica desesperante, que me pone los pelos de punta. Ella y yo no habíamos hablado hasta hace poco —mamá y papá le prestan suma atención. Anne se les une—. Su nombre siempre está debajo del mío en el tablón de las notas.

 

Hago caso omiso a las exclamaciones de los demás por fin atreviéndome a levantar la cabeza y posar mi mirada sobre el rostro delgado de

Chase.

 

 

—Te estás burlando, ¿verdad? —pregunto arrugando el ceño.

 

 

—Para nada. Esa chica me gusta —los ojos de Chase coinciden con los míos. Me mira de forma directa, como si todo lo que afirma es verdad y no un juego. Tan determinado, que me siento diminuta, contrastada—. Ella me gusta de verdad.