Caminos diferentes.
Anne lanza un bufido al aire cargado de resignación. Las odiosas —como suele llamarle ella— charlas sobre la universidad han comenzado. Está demás decir que tiene son tan tediosas como los sermones de mamá cuando le pido permisos para salir; y aunque eso ha cambiado un poco,
la charla sobre ser cuidadosa nunca olvidará dármela.
—Me estoy volviendo loca, te prometo que si escucho otra charla sobre la vocación vomitaré carreras universitarias hasta llegar a la luna — comenta, mientras vamos de camino a la sala de matemáticas.
Bonnie alza una ceja y me mira como si se preguntara qué rayos ha sido tal comentario disparatado. Siendo sincera, ya no sé qué pensar de las ocurrencias de Anne. Creí que yo era la única que decía comentarios absurdos aquí, pero al parecer mi mejor amiga me está haciendo competencia.
Estás perdiendo el "toque", Michi.
Sí, claro. Anne no habla consigo misma y no invoca a sabios muertos como yo. Dios, ¿qué estoy hablando? Ya perdí toda la buena cordura que me quedaba y seguramente es por causa de lo que pasó el fin de
semana con la familia de Chase. No me juzguen, porque para ser sincera fue difícil tener que digerir todo de una con un maldito malestar en mi estómago y en una cama que no es mi sofá. Está demás decir que mi respuesta respecto la pregunta de Chase antes de quedarnos dormidos fue bastante obvia.
Siempre odié la dictadura de Los Tres Mosqueteros y siempre odié a Chase con todas mis fuerzas; pero mi situación con Chase ahora es diferente y, aunque un cincuenta por ciento de mí lo odia, otra parte gusta de él hasta el punto hacer el ridículo en la casa de su familiar —si no me creen revisen el capítulo anterior—. Pero la dictadura y las tres reglas son diferentes. Digo, Patrick ya no está ¿por qué no disolverlas? Creo que la pregunta se responde por sí sola. Tras estos cuatro años bajo tres estúpidas reglas ya estamos acostumbrados y es difícil vivir apartadas de ellas. El ser humano es adaptable a todo y eso fue lo que hicieron todos con las tres reglas.
Y recuerden esto: después de que Los Tres Mosqueteros terminen el colegio, otro trío de idiotas tomará su lugar. Ya verán.
—Saben lo que me dijo Jax —blanqueo mis ojos al escuchar ese apestoso nombre que es sinónimo de playboy.
Bonnie por su parte le presta suma atención.
—¿Qué cosa? —curiosea.
Ambas clavan sus ojos en la puerta de la sala de matemáticas, donde el profesor Mars nos espera afuera charlando con algunas estudiantes de cursos inferiores.
—Me dijo que Elias...
—¿Elias? —me paro en seco. No me gusta para nada esa muestra de confianza— ¿Cómo que "Elias"? —niego con la cabeza— "Profesor Mars", boba. Que sea un profesor joven no quiere decir que puedes tutearlo y agarrar la confianza para llamarlo por su nombre de pila.
Anne chasquea la lengua haciendo un gesto extremadamente exagerado con las manos.
—"Profesor Mars", "Elias..." ¡Qué más da! —exclama, llamando la atención de nuestro nuevo profesor.
—Uy, está mirando —comenta Bonnie esbozando una minúscula sonrisa que deja en evidencia que estábamos hablando de él.
Por consiguiente, Anne y yo también sonreímos disimulando nuestra conversación, y haciendo como si nuestra discusión jamás hubiese ocurrido. Caminamos en silencio hasta nuestros asientos, donde echamos como si hubiésemos corrido una maratón.
Ya sentadas, Anne le da un vistazo al profesor que aún está en la puerta charlando amenamente con sus tres estudiantes.
—Bien, seguiré contando el chisme sobre el Profesor Mars —Anne hace énfasis en las dos últimas palabras, marcando la voz en «Profesor Mars» y volteando, mirándome con fastidio. Yo respondo su recelosa mirada
con una sonrisa de satisfacción.
—Habla pues —le apresuro.
Rueda sus ojos verdosos hasta que éstos recaen en Bonnie.
—Jax me contó que fue despedido de su antiguo trabajo como profesor después de tener una relación amorosa con una de sus estudiantes. Por dos años ambos tuvieron una aventura en secreto reuniéndose en las salas y teniendo sexo ardiente sobre las mesas, él encima ella...
Bonnie levanta la mano con timidez para luego fruncir el ceño.
—¿Te lo contó con tantos detalles?
—¡Claro que no! —exclama Anne y enseguida mira hacia la entrada encogiéndose de hombros— Le estoy poniendo un poco de sazón a la carne, hermana.
Ambas reímos.
—Pero la historia es real, ¿verdad?
—Pues así son los rumores. No me sorprendería si coquetea con alguna de nosotras —mira hacia cada lado y se nos acerca confidente—. Yo no me enojaría si lo hace.
Bonnie asiente dándole la razón.
—Yo me dejaría encantada.
Me cruzo de brazos al notar que ambas esperan que diga algún comentario aprobando el romance profesor-alumna, pero me niego rotundamente a hacerlo.
—De ninguna manera.
Chase aparece por a puerta junto a Mika y Jax. El último de los tres le despliega una sonrisa llena de coquetería a mi amiga, y ella parece querer responderla pero le doy un golpe por la espalda para que no lo haga.
El fin de semana estuvimos hablando las dos por celular. Aproveché de informarle sobre lo que Chase me contó. Como empezaron las tres reglas y su historia en la secundaria la sorprendió lo bastante como para querer preguntarle a Jax; sin embargo, hablé con ella sobre su relación con el mujeriego mosquetero llegando ambas a un acuerdo: Jax y Anne no llegarán a nada más allá que una amistad, de otra forma me vería obligada a contarle todo a J.J. Y no quiero ser el agua-fiestas de su relación, pero por obvias razones Jax no es para Anne. Además, ese
plan de "destrucción" que planeó con J.J. nunca se llevó a cabo, dejemos eso claro. Hasta parece haber sido sólo una excusa.
Probablemente ella esté recordando mis hermosas palabras:
«Anne Collins, desde hoy seré tu sombra. Si te veo hacerle ojitos al desgraciado de Jax lo sabré»
—Por Dios... —escucho mascullar a Allek entrando a la cocina. Parece de mal humor y recitar maldiciones en voz baja que no logro percibir. Deduzco que lo son por el hecho de verlo tan fastidiado; prácticamente es la primera vez que le veo un cambio de expresión además de la seria que siempre trae.
—¿Ocurre algo? —Intento sonar lo más desinteresada posible.
Lo cierto es que verlo así me da un tanto de curiosidad culpable que no puedo evitar. ¡Vamos, Allek está molesto! Esas cosas ocurren una vez al año. Debería pedir un deseo.
Ya... no es para tanto.
—Además de tener que soportar las miradas de tu novio molesto, nada
—responde cortante.
Es una respuesta que me esperaba siendo sincera.
—Okay, Señor Sonrisas —sacudo mi delantal el cual se ha manchado con harina al pasar junto a la mesa—. Cuando se te pase el periodo hablamos.
Hago una mueca de fastidio y lo miro. Niega con la cabeza al tanto avanza hasta donde quienes amasan y cocinan se lavan las manos.
—Te encanta ponerme apodos, ¿verdad, Wallas? —espeta, volteando a verme.
—Sólo un poquitín —sonrío.
Allek lanza un bufido que parece mezclado con una carcajada cargada de sarcasmo.
—Hay un tipa afuera —comienza a hablar, lo que me hace prestarle suma atención. Apoyo mi espalda en el arco rectangular que divide la entrada de la cocina y el pasillo—, una clienta que desde hace un rato me anda pidiendo salir.
Abro mis ojos como huevo frito y me apresuro en llegar junto a él. Que tenga una admiradora no parece agradarle en absoluto, de hecho, yo parezco más emocionada que él —cosa que no tiene nada de coherencia porque debería darle igual lo que pase entre él y su vida amorosa—.
Pero se oye tan sorprendente que Don Expresivo tenga a alguien que no puedo evitarlo.
—¿Quién es? ¿Desde cuándo? ¿Cómo sabes? ¿Cómo habla? ¿Es linda?
Él me mira por encima del hombro y, negando con su cabeza, vuelve al lavado de sus manos.
—Si me gustara no estaría así, Wallas. Está sentada en la mesa tres, justo detrás de tu novio.
Doy un saltito en mi puesto, y con un disimulo propio de una chica poco disimulada como yo, me asomo hacia la cafetería. Miro en dirección donde Chase suele sentarse y él me sonríe. Le devuelvo la sonrisa acompañada de una seña con mis manos, y de paso, miro la mesa que yace detrás.
En efecto, es una mujer.
Escucho unos pasos a mi espalda. Es Allek quien llega a mi lado.
—¿Te puedo hacer una pregunta? —curioseo con timidez, girándome a verlo.
—¿Qué?
Carraspeo y trago saliva, como si me preparara para dar una exposición.
—¿Eres gay? —Antes de que él pueda responder, me apronto a agregar:
—Es que esa "tipa" es como sacada de una revista... ¡Sólo mírala! —
exclamo.
Allek cubre mi boca con una de sus manos, mientras que con la otra me adentra más al pasillo.
—Ella no es mi tipo. Está loca como tú, Wallas —confiesa, bajando su mano y soltando su agarre. No me da tiempo para reprochar el que me haya llamado loca, cuando prosigue—. Es de esas mujeres que insisten e insisten. Yo paso de ellas.
Llevo una mano a mi barbilla, meditando alguna posible solución al no tan preocupante problema de Allek. El día en la cafetería está realmente aburrido, y la clientela ha sido poca a pesar de ser lunes. Cuando los días son así, busco alguna forma de entretenerme; antes me sentaba a hablar con Chase, pero como a la encargada no le pareció bien que lo hiciera sino que me dijo que buscara otra forma de divertirme que no fuese coqueteando con él. Bien, ayudar al prójimo es de ésta era, así que... ¿por qué no hacerlo?
—¿Quieres que esa modelo deje de insistir? ¡Pues yo te tengo la solución!
Allek alza una ceja, y se aleja ignorando por completo mi frase sacada de comercial sobre productos para limpieza. Lo sigo hasta la cocina para plantarme como flor en un macetero a su lado.
—Lo digo en serio, Allek.
—Eres muy obvia, no quiero la solución que están pensando.
—¡A ver...! —Frunzo el ceño— ¿Qué es? Allek voltea a verme.
—Quieres llamar a una de tus amigas para que se haga pasar por mi novia —afirma. No sé qué expresión he puesto, pero seguramente no ha sido la mejor, porque Allek ha hecho el intento de esbozar lo que parece una sonrisa—. Ya te dije: eres demasiado obvia.
—Sólo es una llamada, ¿qué dices?
*****
—Hasta mañana.
Chase y yo nos despedimos con señas al salir e la cafetería luego de una aburrida tarde de trabajo. Claro, la única que trabajaba —o más bien, fingía hacerlo— soy yo, porque Chase no tiene necesidad de hacerlo.
Una vez le pregunté por qué no trabajaba o hacía algo en su tiempo libre y me respondió con un simple «Me aburre». La vida de los ricos debe ser taaaaan sencilla, mientras yo estoy matándome de la espalda y pies. Sé que dirán que es mi decisión el seguir trabajando, pero le tomé el gustillo a tener algo de dinero para saciar mis vanos gustos por libros sobre astronomía y ropa en oferta.
Lo sé, lo sé. Soy una ambiciosa.
—¿Qué hacía Bonnie en la cafetería? —me pregunta Chase de camino al paradero.
—Ah, digamos que lo ayudó con un problemilla —sonrío para mis adentros.
Nos tomamos de las manos y entrelazamos nuestros dedos. Él guarda nuestra maraña de carne y huesos dentro del bolsillo de su abrigo, como suele hacerlo cuando el frío asienta por las calles. Me acerco más a su lado rozando su brazo e intentando acurrucarme a su lado.
—Que bien que Bonnie ya no sea un problema para ti, pequeña celosita —comenta Chase.
—Ajá, lo mismo digo.
Entre comparaciones absurdas y quejas sobre los exámenes venideros, llegamos al paradero y esperamos la bus que nos llevará a casa... o al menos a casi una cuadra de ella.
—Estamos en el último semestre a días de graduarnos... ¿Te has dado cuenta, Michi? —dice de repente lo que me hace prestarle atención.
—Lo sé, y aún no sé qué estudiar, dónde hacerlo o algo por el estilo. Seré una pollita.
—Eres una pollita muy linda —manifiesta, esbozando una sonrisa coqueta mientras me mira.
Luego de abrir la puerta para entrar al edificio, saludamos al conserje y subimos al ascensor. Chase larga un suspiro que me pone en alerta, pues no es uno común, es como si quisiera decir algo, pero no tuviese las agallas de hacerlo. Un remolino de pensamientos sucumbe en mi cabeza, creando una variedad de motivos que dicten el porqué de su actitud tan repentina.
—¿Pasa algo?
Le observo cuando apoya su espalda en la misma pared del ascensor que yo.
—Ya decidí a que universidad ir —sonríe de mala gana.
—Eso es bueno, ¿por qué no te veo feliz? —jugueteo con mis dedos, casi al borde de la ansiedad.
—Y en unos días tendré una entrevista.
Oh, así que está nervioso.
—Lo harás bien, sólo mentalízate —Lo apretujo con mis brazos. Sé que un abrazo no es suficiente para animarlo, pero sí para decirle sin palabras que lo hará bien. Pero él no responde a mi abrazo.
—Michi, ¿te das cuenta que cuando salgamos tomaremos caminos diferentes?