Tómalo como quieras. Parte 1
Existen formas y formas de gustar, creo que la forma en la que se refería Chase a mí, era una donde le gusto como persona. NO en el sentido romántico, porque eso es prácticamente imposible. Los dos no congeniamos y él siempre me ha dejado en claro que no soy su tipo. Que venga ahora a decir que le gusto es lo más ridículo que he escuchado.
¿En serio? Por un momento casi me trago su jueguito, pero debo abrir los ojos.
Hay una larga línea que separa mi mundo y el de Chase... aunque el balcón y el ascensor se encarguen de juntarme con él.
—¡No puedo creer que hayas dicho que me gusta! ¡No puedo creer que él haya dicho que le gusto! —desgarro con mis dientes Whopper, con ferocidad. Anne me mira asqueada cuando lo hago. Miro por encima de su hombro percatándome que la pareja de la mesa de atrás también me observan asqueados.
Mi fuerte son los estudios, no comer hamburguesas como la gente decente.
—No sé —dice finalmente Anne. Alza una ceja al tiempo en que limpio mi mejilla con una servilleta—. Fuera actuación o no... yo lo sentí real. Llámame tonta, pero puede que sea cierto. ¿Y si le gustas de verdad?
—Nah... ¿Él esperaba que me creyera eso? —bebo del vaso
con Sprite— Chase es predecible: quiere enamorarme y romperme el corazón. Es lo que ha hecho con todas las chicas ¿Te suena el nombre de Jessie T.?
Anne asiente. Es obvio que la recuerda; ese nombre quedo grabado en todo Jackson.
Jessie T. era una chica linda, amable, optimista y liberal. Era una más de la fila de pretendientes de Chase y los dos terminaron siendo novios. Sin embargo, Chase rompió con ella de la manera más humillante... Una lástima, ella parecía muy, muy enamorada. Al final, se unió al grupo busca-psicólogos, con Patrick.
—¿Conclusión? —pregunta, pensativa. Ella mira a un punto fijo; estoy segura que si me acerco más a ella, podría ver a través de sus pupilas cómo revive la humillación de Jessie T. en su mente.
—No perder el tiempo. Volver a mi vida normal.
¿Normal? Esa palabra dejó de tener valor desde que supe que Chase sería mi vecino.
Por la tarde, Anne y yo, nos dedicamos a ver ropa y probárnosla. Las dos somos unas pobretonas vagas que no tenemos dinero para comprar, así que nos conformamos con meternos al probador e imaginarnos con la ropa paseando por el centro comercial. Patético, pero hemos hecho
cosas peores; como robar cartones de películas de basureros del cine o ir al gimnasio para pasar toda la hora quejándonos de nuestras articulaciones.
El deporte nunca fue lo nuestro...
—Buenas noches Sr. George —saludo al portero apenas entro al edificio. Él aparta la vista del diario y sonríe al verme.
—¡Eh, Michi! —me saluda con un gesto con la cabeza— ¿Cómo ha estado la tarde de chicas?
—Bastante hambrienta —avanzo hasta el ascensor y presiono el botón para que baje—. Anne y yo casi nos comemos todo el centro comercial.
El Sr. George se echa a reír y vuelve al diario. Las puertas del ascensor se abren, poniéndome en alerta para entrar. Cuando tengo un pie dentro del ascensor me percato que hay una chica de cabello castaño, delgada y alta. Las dos nos miramos aturdidas y nos balanceamos de lado a lado sin saber por dónde avanzar.
—Lo siento —decimos entre risitas. Finalmente, logramos coordinarnos para avanzar.
Nunca la había visto en el edificio y dudo mucho que sea una nueva vecina, el Sr. George me lo habría dicho apenas llegué.
Aprieto el botón. Las puertas se cierran de golpe y siento un nudo subir de mi estómago a la garganta. Sí, no sólo Chase me hace sentir cosas extrañas, sino también el maldito ascensor.
¿No querías una vida "normal", Michi? Pues no pienses más en él...
Al llegar al piso 7, me bajo del ascensor apresurada. Saco de mi bolso las llaves del departamento y entro, encontrando a mamá y papá, sentados frente a la televisión viendo Drácula. La luz del living está apagada y no hago esfuerzo en prenderla; me sé de memoria el orden de mi departamento como para saber donde están los muebles y no chocar con ellos.
Cuando llego a mi habitación, me encuentro con el ventanal de mi habitación abierto, las cortinas corridas y a Pato sentado en mi cama. Lo primero que hago es cerrar el ventanal y las cortinas. Y cuando lo hago, escucho unos golpecitos desde el otro lado, por el balcón.
El corazón me da un vuelco, porque sé muy bien de quién se trata. No, no quiero abrir.
—Michi, vengo a dejar las cosas claras —escucho hablar a Chase desde el otro lado. ¿Así que si había sido una broma?—. No, no fue una
broma —¿Me está leyendo la mente?—. Y no, no leo la mente... Lo que dije en el desayuno fue todo cierto y no me arrepiento de nada. Quiero explicarte cómo comenzó todo...
Ni puta idea de qué debería responderle.
—Pues escríbelo en un papel.
—No seas boba —lo escucho reír—. Si no te lo digo a la cara no me vas a creer.
—¿Cuáles eran las reglas 2 y 3, Chase?
—Tú rompiste esas reglas hace mucho, no me vengas con que las seguirás ahora —me siento en el piso, escuchando su voz más cerca, estoy segurísima que él se ha sentado también— ¡Eres una arpía! Manipulas mis reglas a tu conveniencia.
—¿Arpía? ¿Es así como piensas aclarar las cosas, maldito dictador?
—¿Dictador? ¿Yo? —pregunta con sarcasmo. Unas ganas bestiales quieren que le saque los ojos.
—¿Quién más? Tienes a todo el colegio bajo tu control, sin poder mirarlos y hablarles, ¡como si fuesen dioses griegos o famosos de Hollywood cuando sólo son un trío de babosos y apuestos chicos!
Llevo una palma a mi frente al darme cuenta que los he llamado apuestos. Chase se ha quedado en silencio y yo no tardo en imitarlo. Sólo hay un vidrio separándonos, lo que me hace preguntarme:
Si éste vidrio no nos separara ¿ya lo habría golpeado? Los instintos a veces son incontrolables.
—¿Estás ahí, Michi? —pregunta, de repente.
—Sí.
—Entonces, escucha con atención.