¡Buenos días, vecino!
Camino siguiendo las zancadas de Chase, quien está a sólo dos pasos de mí. Por algún motivo que aún mi cerebro no logra procesar, ha esperado a que compre la bebida para irnos juntos —bueno, no tan "juntos"— al edificio. Podría haberme dejado comprando sola, pero no lo ha hecho. Sinceramente, esto me asusta.
TODO.
Digo, hace unos minutos estaba siendo acorralada por Mika detrás de la tienda y ahora, miro la espalda bien formada de Chase y cómo su cabello castaño se mueve con la brisa.
Los dos nos detenemos frente al ascensor —Déjà vu—. Antes de subir, nos miramos de reojo. La última vez que subimos juntos al ascensor quedamos atrapados y no fue agradable. Un recuerdo bochornoso hace su aparición cuando entramos.
—¿Sabes quién del edificio tiene un gato? —pregunta apretando los botones. Frunzo el ceño temiendo decir que yo tengo uno. La tensión que surgió en todo el camino ha desaparecido y no puedo creer que hagamos como que nada ha sucedido.
—¿Por qué?
—A mi habitación siempre entra uno y me araña la mano —informa alzando su diestra y mostrándome un largo rasguño—. Juro que si vuelvo a ver ese gato lo lanzaré desde el balcón.
—¡Oh, la perfecta piel de Chase está dañada! —digo sin pensar. Bueno, eso debería haberlo dicho en mi cabeza, pero no. Ha salido disparado de mis labios. El ascensor se detiene en el séptimo piso.
—Para ser una nerd invisible eres muy cruel... —limpia una lágrima invisible del rabillo de su ojo y luego sonríe. Las puertas se abren y nuestros caminos se separan.
Bueno, Michi. Algo bueno has sacado de éste extraño día: Tu gato también odia a Chase.
*****
Escucho el despertador en la lejanía y, en un par de segundos, me tiene de vuelta al mundo real. En mi habitación. Después de estirarme, me levanto y abro las cortinas. Hay sol. Me agarro el cabello con un moño y bostezo. Mi gato Pato también se ha despertado y lo único que desea hacer, como todas las mañanas, es salir corriendo de mi habitación.
¿Qué pasa? Yo no huelo tan mal por las mañanas para que quiera desaparecer de mi lado...
Abro el ventanal que da al balcón. Pato da saltitos juguetones, pestañea un par de veces y salta hasta la baranda del balcón del lado, es decir, el de Chase.
¡EL DE CHASE!
Observo como Pato baja y entra por la ventana hacia su pieza. Mi estómago se revuelve; ¿qué fue lo que dijo anoche?
Ah, que lo lanzaría del balcón. Mierda.
Miro hacia todos lados y antes de saltar al balcón vecino. Los balcones están unidos, siendo separados por media muralla de concreto, sino estuviesen pegados, ni en sueños saltaría. Compruebo que Chase no esté matando a Pato dentro de su habitación. Entonces, en un parpadeo me encuentro fuera de la habitación de Chase, con el corazón golpeando mi pecho y la respiración agitada.
Antes de entrar a su habitación respiro hondo.
—Pato... Patito ven aquí... Ven con tu querida dueña Michi... —susurro asomándome por la habitación, para mi fortuna, de Chase no hay rastro. Mi gato rasguña la puerta cerrada de la habitación, buscando una
salida.
(Nota mental: Los gato son extraños y siempre te meten en problemas).
Tomo a Pato entre mis brazos y giro hacia la salida. Escucho un ruido a mis espaldas y sin pensarlo dos veces corro las puertas del closet junto a mí y entro. Me encuentro rodeada de ropa de Chase —Oh, Super-man ven a salvarme de ésta—. El aroma a jabón mezclado con shampoo me indican una cosa: ha salido recién de la ducha. Un calor incómodo se sumerge en la desesperación. No tengo idea cuanto tiempo llevo metida dentro, pero creo que moriré.
Pato se aferra a mí con sus garras y suelto un grito ahogado, pero no lo suficiente para que Chase no lo escuche. Antes de poder hacerme bolita, Chase corre las puertas del closet y me ve.
Dios...
—Hola —saludo sonriendo— ¿Cómo estás?
—Mejor que tú... lo dudo —alza una ceja mirando mis mejillas rojas. Luego mira a Pato. Bajo la vista y clavo mis ojos en Chase. Lo miro de pies a cabeza y me aterro ante lo que veo: sólo trae una toalla que rodea su pelvis— ¿Qué es lo que haces, exactamente?
Trago saliva tratando de recomponerme y hacer como que nada ha sucedido, no obstante, el sonido cada vez más cercano de unos pasos hace que mis palabras mueran. Margareth. Ha de ser ella. Chase pone una cara de horror y me hace un gesto para que no diga nada, y por supuesto, yo no pretendo hacerlo. Las puertas del closet vuelven a cerrarse.
Deseo que me trague la tierra. Si tan sólo éste closet llegara hasta Narnia, las cosas serían diferentes... ¡ARGH!