Mal entendido
Miro perpleja el afiche frente a mis ojos y resoplo encorvando la espalda. A mi lado, Anne exclama frases que no logro precisar debido a lo
alterada que está. Sí, las dos hemos leído correctamente lo que está escrito en el afiche. Podemos invitar a chicos que no sean de Jackson al baile. Así que doy por hecho que Anne invitará a JJ, y que nuestra reunión de películas románticas, no se llevará a cabo.
—Oh, mi pobre Michi... has tenido un día del infierno. Primero quedas atrapada en un ascensor, luego eres amenazada de muerte y ahora tú...
—le doy un codazo en la boca del estómago que hace que se estremezca entera— Te... odio.
—Gracias por recordarme que Mika acabará conmigo. Eres una genio — miro hacia todos lados, comprobando que Mika no esté cerca para dejarme viendo un psicólogo. Aun no entiendo el motivo de su amenaza
y creo que tampoco lo haré. Digo, soy yo. Nadie nunca me amenazo, jamás; porque nadie me veía.
Conclusión: tú vida a dando un giro y el único culpable es Chase. Si llego a verlo, entonces lo volveré a golpear con mi casco hasta que su frente sea como la de un unicornio.
Claro, no me atrevo hacer eso con Mika porque su sola presencia me desconcierta, ¿motivos? Ni idea. Frente a mi vespa, me pongo el casco y me subo. Le hago con gesto de despedida a Anne y ella me responde
con otro, mientras me mira con precaución, aunque ella trate de no darle importancia a mi asunto con Mika, sé que está inquieta.
Resoplo, encendiendo la moto. Acelero hasta la salida del estacionamiento y desvió mis ojos hacia Los Tres Mosqueteros. Dos de ellos han clavado sus ojos en mí —no es necesario decir quienes,
¿verdad?—. Trago saliva y desaparezco lo más rápido posible por la calle.
—...Michi —La voz de mamá me trae de golpe a la realidad. La verdad, ni siquiera sé en qué pensaba— ¡Michelle! —vuelve a gritar más eufórica. Me levanto del piso y dejo de lado la revista.
—¿Qué ocurre, mamá? —pregunto refregando mis ojos con las manos. Ella tiene el ceño fruncido y las manos en sus caderas.
—Ve a comprarme una bebida, estoy muerta de sed —ordena abanicando su rostro con una mano.
Arrugo la nariz.
—¿Por qué no vas tú?
—Porque estoy más vieja y cansada... —se excusa. Blanqueo los ojos y asiento—. Bien, esa es mi hija preferida.
—Soy tú única hija...
Mamá me entrega el dinero y vuelve a imitar los ejercicios que salen en la televisión. Hace ejercicio, pero no le gusta salir a comprar, sino que interrumpe a su bella hija para que lo haga. Espera un minuto, eso significa que debo ir a comprar a la tienda donde trabaja Mika y toparme con Mika es muerte —Huston, tenemos un problema—.
¿En serio, Michi?
Mi cuerpo se detiene frente a la puerta de la tienda. Estoy aquí de pie sin saber qué hacer y qué pensar. Un escalofrío recorre mi espalda hasta mi nuca, cuando mis ojos capturan el rostro de Mika ordenando una de las revistas. Creo que vomitaré la comida. Su rostro gira levemente y me mira. Una sonrisa de comercial dental se dibuja en la perfección de su rostro.
Bajo mi cabeza cumpliendo con las reglas; sin embargo, me recuerdo a mí misma mis principios: no dejaré que esos tres me intimiden, no lo hago con Chase y no lo haré con Mika. Además, está trabajando, nada puede hacerme.
—¡ESCUCHA BIEN, MIKA! —entro a la tienda, gritando. Al verlo, lo apunto con mi dedo índice. Él parece desorientado al verme entrar—. No dejaré que un chico perfecto me diga que estoy muerta —Oh, le he dicho perfecto—. Mucho menos tú. No tienes el derecho de hacerlo porque no he hecho nada —exhalo el aire de mis pulmones, cansada. Mis mejillas se han puesto calientes. Un silencio de funeral invade la tienda—...Y quiero una bebida, por favor.
—¿Quién es ésta loca? —murmura un sujeto a quien miro de reojo.
Mika no ha dicho nada, pero cuando menos lo espero, agarra mi muñeca y me saca a arrastras de la tienda hasta el pequeño callejón junto a la tienda. El olor a basura entra por mis fosas nasales. Mika me obliga a apoyar la espalda en la pared y el posa sus manos junto a mi cabeza, como si me acorralara. Trago saliva.
—Tú estás... —medita, buscando qué decirme. Frunce sus labios mirando mis ojos— Eres una niña valiente. Ni mi madre me trataría así. O estás muy loca para hacerlo, aunque no lo creo.
A veces tengo mis arranques, pero eso no quiere decir que este loca.
—De todas formas, jamás creí que fueras tan ingenua —continúa—. No pensaba matarte. Sólo hacerte sufrir, Michi —dice apartando con una mano un mechón de mi cabello.
—¿Por qué? —Pregunto, sintiendo el roce de su mano en mi mejilla.
—¿"Por qué" dices? —repite. Ríe de una forma sínica, entre-cerrando sus ojos — Quieres a Chase para ti, pero él es de mi hermana. Y no dejaré que nadie se lo arrebate.
—¿Aaaah? —tardo unos segundos en procesar la información— ¿De qué hablas? Jamás pensé en Chase de la forma en qué tú piensas. En serio, Chase no es mi tipo y no creo que lo sea jamás. Dile a tu hermana que yo no soy una competencia —eso ha sonado bajo perfil, pero en serio no soy una competencia.
—Y si él te pidiera ir al baile con él, ¿lo harías? —Siento que el espacio entre sus brazos y mi cabeza disminuye. Me encojo de hombros.
—¿Por qué Chase haría eso? —arrugo las cejas, incrédula.
—¿Acaso no lo sabes? Mika baja sus brazos.
—¿Saber qué? —pregunto al unísono con otra voz familiar. Mika y yo giramos la cabeza, encontrando a Chase de brazos cruzados. Mika vuelve a mirarme, sonriendo.
—Nada —responde caminando hacia la salida del callejón. Al pasar junto a Chase le susurra algo que no logro precisar; no obstante, Chase no parece darle importancia, pues tiene sus ojos posados en mí —. Volveré al trabajo. ¿Qué cosa es lo que querías comprar, chica-autos?
Okay. Eso ha sido súper raro.
Acomodo mi ropa y sigo a Chase hasta la tienda. Él se queda en la puerta con los brazos cruzados, siguiendo todo lo que hago con su mirada. Cuando Mika me entrega la bebida, avanzo hasta la caja y la pago. Aún el cajero me mira como si fuese un bicho raro por mi extraña reacción anterior, pero lejos de que eso me importe, más me intriga de qué estaba hablando Mika
¿Por qué me ha preguntado eso? Chase ni en un millón de años me pediría ir al baile, ¿verdad?