Celos iban, celos venían.

 

 

El Director con un ademán abandona a sala dejando al joven profesor Mars solo delante nosotros. Abro mi cuaderno y busco en la mochila mi estuche, preparándome para escribir, pero sorpresivamente, él hace uno de unos aplausos que retoman nuestra atención hacia él.

 

—Hola, chicos —nos saluda de forma bastante informal a mi parecer. Lleva una de sus manos a la boca y carraspea, luego se acomoda sus lentes y continúa—. Soy el profesor Mars, su nuevo profesor de matemáticas. Debido a que la salud de su profesor oficial es precaria y

no se sabe cuando mejorará, yo lo reemplazaré —otra vez los murmullos se escuchan por la sala, el profesor Mars arrastra su mirada por todo el salón—. Sé que las matemáticas no son divertidas para muchos, y confieso que desde el comienzo no lo fue para mí, pero pretendo hacer cosas nuevas —Bien, aquí vamos con el discurso—. Soy un firme creyente que enseñar no se trata de escribir fórmulas en la pizarra, sino de plasmar mi conocimiento a través de diferentes actividades.

 

Lanzo un largo suspiro. Tengo el presentimiento vago de que comenzará con las malditas y vergonzosas presentaciones, donde cada uno debe levantarse de su asiento, hablar torpemente de uno mismo, sus

intereses, responder alguna que otra pregunta que el nuevo profesor hará y volver a sentarse. Odio eso... ¡Odio hablar en público! Ni siquiera sé cómo presentarme, ¿qué digo? ¿Soy Michelle Wallas, tengo 17 años, me gusta estudiar y quiero ser la primera en la lista de notas? O mejor: Soy Michelle Wallas, tengo 17 años, me gusta estudiar y quiero derrotar a mi novio en los estudios.

 

Michi, mejor empieza a practicar.

—Pero primero, quiero que se presenten... —Soy una adivina. Debería dedicarme a la adivinación—. Empecemos por aquí.

 

El profesor Mars señala al chico junto a la puerta. Un alivio corporal me da un ápice de alegría. Sin embargo, se desvanece cuando siento una bolita de papel estrellarse en mi cabeza y hundirse en mi cabello. Al instante me giro con el ceño fruncido a más no poder. Los candidatos a ser amedrentados por mi mirada fulminante —o más bien, el intento de ella— son muchos, pero todo indica que el causante fue Chase. Ahora mi mirada fulminante es una recelosa y que se resume en "tú y yo vamos a hablar seriamente".

 

Vuelvo al frente, y mientras ignoramos la presentaciones de los demás, otra bola de papel se escurre entre mi cabello. Es de un tamaño mayor que la anterior por lo que deduzco que algo contiene dentro. La abro sin más reparo, claramente disimulando ante el profesor nuevo y Bonnie.

 

"¿Estás molesta, terroncito de azúcar?" Pestañeo un par de veces y vuelvo a leer: "Terroncito de azúcar" ¿¡Qué clase de cursilería es ésta?! Me giro sobre la silla para ver su expresión e indicarle la pequeña nota que me ha mandado. Él hace un gesto con la cabeza, como diciéndome por señas que le responda.

 

"Terroncito de azúcar nada, Chase. Respóndeme algo serio, ¿ese guiño fue dirigido hacia mí o la chica nueva?" vuelvo a hacer bolita el trozo de hoja. De reojo, como toda una experta, veo si el profesor nuevo está mirando en nuestra dirección; una vez comprobado que no, le lanzo la bola de papel a Chase la cual cae justo sobre su mesa.

 

Espero y espero con ansias la respuesta de Chase. Se oye demasiado celoso preguntar eso, pero me inquieta de cierta manera que se lo guiñara a ella. Chase es juguetón y algo coqueto, al menos así lo es conmigo, tiene sentido de humor y le gusta causar buenas impresiones en los demás, ¿por qué Bonnie sería la excepción?

 

La bola de papel rebotando hacia los pies del profesor Mars detiene todo pensamiento celoso y amargo en lo que respecta a mi situación. Ahora,

lo único que puedo pensar es intentar no derretirme de vergüenza

 

cuando lo veo agacharse para recoger la bola de papel. Da unos cuantos pasos hasta quedar frente a mi mesa y me entrega la bola de papel que Chase me lanzó.

 

—¿Y usted? —Alza sus cejas castañas oscuras. Un gesto sutil que me sugiere seguir con lo que los demás hacían. Obvio, como soy muy torpe lo único que hago es poner la mejor cara de horror que tengo.

 

—¿Y-yo qué? —pregunto, aunque sé que quiere. Me hace una señal para que me levante de mi puesto.

 

—Preséntate.

 

 

—Ah, sí, sí —asiento con nerviosismo mientras me pongo de pie—. Soy

 

Michelle Wallas, último año.

 

 

De doy un golpe mental. Deberían darme un premio gigante en honor a la obviedad, porque lo último que dije fue realmente estúpido. Es obvio que voy en último año, sino estaría en otro salón. Pero bueno, son los nervios, denme un poco de gratificación porque al menos no tartamudeé.

 

—¿Tienes algún interés, Michelle? —¿Michelle? Aquí ningún profesor hasta el momento me había llamado por mi nombre— ¿Cuándo salgas qué pretendes hacer con tu vida?

¿Qué pretendo hacer? Pues no tengo la menor idea. Me gusta estudiar, soy ambiciosa con ello. Me gusta la astronomía, pero no sé si sea una brillante idea estudiar algo así. No tengo cabeza para hacer nada más que "espiar personas", como diría Chase. Pero ser astrónoma se oye como algo que jamás se cumplirá... O bien, podría dejar de lado los estudios y dedicarme a trabajar en la cafetería de por vida, pero dudo que sea para mí. Y ser niñera es imposible, así que descarto la idea.

 

—Ams... no sé —termino escupiendo en un tono tan bajo que me avergüenzo de hacerlo de tal forma.

 

—Oh, bueno. Esperemos que pronto lo descubras.

 

 

Me desparramo sobre la silla queriendo hacerme invisible. Entre todas las magnificas presentaciones que he leído en libros, he visto en películas y he practicado por si algún día me cambiaba de colegio, esta ha sido la peor. Quiero golpearme la cabeza contra la mesa y morir desangrada aquí mismo, pero antes... la respuesta de Chase.

 

Tomo la bola de papel y la guardo en uno de mis bolsillos.

 

 

—Eres nueva, ¿no? —pregunta el profesor Marsa a mi compañera de puesto. Bonnie se coloca de pie en un santiamén y esboza esa sonrisa que me pone la piel de gallina; es tan dulce y parece tan tierna que si bien la respuesta de Chase le da el favor a ella, no podría molestarme... Bueno, no con ella.

 

—Soy Bonnie Prince, soy estudiante de intercambio —comienza a presentarse con voz clara y demostrando una confianza que a mí me ha sido robada por completo—. Vengo desde Londres y quiero estudiar Medicina.

—Eso es bastante lejos —comenta el profesor colocando cruzando sus brazos—. ¿Tienes algún familiar aquí?

 

—Sí, mis dos hermanos.

 

 

—Interesante... —el profesor Mars coloca una mano en su barbilla, como examinando la situación de Bonnie, o mejor dicho, meditándola. Bueno

da igual, quiero que terminen las estúpidas presentaciones para leer el papel.

 

Bonnie vuelve a sentarse y continúa escuchando las presentaciones de los demás chicos. Yo no les presto mucha atención, después de todo llevo escuchando sus incoherencias y pasando desapercibida de ellos durante más de dos años; al menos hasta que Chase volvió mi fantasmal existencia en un chisme que pasó de boca en boca durante casi un mes. Y aunque no soy conocida por mi nombre o mi apodo, la mayoría aquí comenzó a llamarme "la nueva novia de Chase". Sé que muchos de ellos esperan que pase lo que paso con Jessie T. y me termine dejando como estúpida frente a todos —cosa que hizo cuando se vengó de mi—, pero hasta ahora, eso no ha ocurrido.

 

Y así, perdiéndome entre divagues absurdos, tengo tiempo y suma atención en la presentación que Los Tres Mosqueteros. O más bien, el cabecilla de ellos.

 

Chase se pone de pie sin perder ese aire arrogante tan característico de él. Los pocos ojos que estuvieron puestos en mi bochornosa presentación se multiplican al verlo tan ostentoso mirando al profesor nuevo. Con una altivez propia de él comienza su presentación. Y yo, sentada ante él, apenas logro discernir lo que dice recordando el sueño de la mañana.

¡Ay, madre mía, alguien contróleme!

 

 

—¿Y quieres dedicarte a algo en unos años más? —le pregunta al acabar su presentación.

 

Chase hace una mueca desinteresada y luego revuelve su castaño y perfectamente radiante cabello.

 

—Pienso dedicarme a los negocios.

 

 

—Ya veo, como tu padre —interviene el profesor Mars. Supongo que el padre de Chase es más conocido de lo que parece.

 

Chase no responde, sino que parece molestarle la comparación que el profesor le ha dicho. Margareth y el Sr. Frederick aún tramitan los papeles de separación según lo que Chase me dijo. No sé cuál es el problema que hay, pero su "tierno" padre no quiere firmar los papeles aún. Yo no lo entiendo del todo ¿Por qué no firmar los papeles de una buena vez? En Los Ángeles me quedó más que claro la poca estima que le tiene a su hijo. Sé que ese asunto va más allá de los míos, pero

pensar que ese tipejo inhumano y dispuesto a sobornar por un concurso de deletreo es legalmente el padre de Chase me hierve la sangre. Chase no merece un padre como él.

 

Al sonar el timbre para salir, luego de escuchar una larga pero amena charla por parte del nuevo profesor de matemáticas, todas... pero absolutamente todas las chicas del salón llegan hasta Bonnie para preguntarle sobre su vida en Londres y bla, bla, bla. Yo, como soy más normal —mejor dicho más anormal—, tomo mis cosas y salgo de la sala sin esperar a nadie.

 

Mi objetivo es el casillero. Una vez abierto, guardo mis cosas y me dispongo a abrir la bola de papel.

"Jaja, Michi. Se lo guiñé a la chica nueva. No te pongas celosa, tú tienes Chase todos los días". Cierro la taquilla con una fuerza sobrenatural impropia de mí. El golpe causa tanto estruendo que algunos chicos que pasaban se detienen a mirarme.

 

¿Así están las cosas? ¡Si Chase puede coquetear con alguien más, entonces también lo haré yo! Así es, Michelle Wallas también puede andar de coqueta por la vida aunque tenga novio, porque es una mujer libre. Y es tan libre que si quiere golpear el lindo, tierno y perfecto rostro de Chase lo hará.

 

Después de la segunda hora dónde ninguno de mis pares y conocidos coinciden conmigo, es la hora del almuerzo. De camino al comedor, Bonnie me intercepta por el pasillo antes de dos pasos de la puerta.

 

—Michelle... Michi —se corrige y se aferra a mi brazo, como Anne lo habría hecho para decirme algún chisme—. Las chicas me han hablado sobre las tres reglas.

 

—Oh —Sep, "Oh"—. ¿Te las han dicho?

 

 

—Pues sí. No tocarlos sin su permiso —comienza a enumerar con los dedos de la mano—, primera regla. No mirarlos a los ojos, segunda regla. Y no hablarles si ellos así no lo quieren, tercera regla. ¿No crees que son algo... —muerde su labio y frunce el ceño— absurdas? Lo digo

porque soy nueva, no entiendo su propósito y ya miré a Chase a los ojos unas cuantas veces en clases.

 

¡Alguien pronto apague el volcán interno que quiere estallar en mí en este preciso momento!

 

—¿A-ah, sí? ¿A Chase?

 

—Ajam —entramos al Gran Comedor (lo siento, estoy releyendo Harry Potter) y nos dirigimos hacia las bandejas para luego recibir nuestro almuerzo—. Uno de ellos... Jax, me parece, se acercó para hablarme. Noté enseguida sus intensiones.

 

Río imaginando al bendito Jax coqueteando con Bonnie. Eso no lo haría con Anne presente; qué hipócrita.

 

—Pues ese Jax es un desalmado y mujeriego —le informo—. Mika es...

 

¿cómo decirlo? Un poco turbio y escalofriante. Chase es el cabecilla del trío y es... —la nota que me escribió regresa a mi cabeza. Lo único que hago es agarrar la bandeja acumulando toda la fuerza que mi debilucho cuerpo posee en mis manos— es... Chase es un idiota.

 

Bonnie se ríe ante mi descripción.

 

 

—No debe ser un idiota si es el primero en la lista de notas —insinúa una afilada voz ya familiar. Las dos volteamos con nuestras bandejas en las manos encontrando a Chase, Mika y Jax detrás de nosotras. Ahora los cinco estamos en la fila esperando recibir el almuerzo— ¿Verdad,

Michi?

 

 

No respondo nada, sino que me siento más que ofendida. Chase sabe cómo hacerme callar o avergonzarme fácilmente. Todo lo contrario a mí, Chase tiene tanta confianza en él y con tan pocos puntos débiles que no sé cómo hacerlo callar.

 

—Hola, Bonnie Bonnie —saluda Jax. Le lanzo una mirada de advertencia y de desaprobación, pero la dejo de lado cuando Bonnie ignora por completo su saludo.

—¿Bonnie, quieres almorzar en nuestra mesa? —pregunta de pronto Mika con sus siniestros ojos clavados en mí. Ciertamente, ha hecho eso para torturarme.

 

—Ehh... —Bonnie me mira, buscando alguna respuesta de aprobación por mi parte.

 

—Ven con nosotros, Bonnie, te pondremos al tanto —incentiva Chase con una sonrisa picara trazando su rostro.

 

¿Qué es esto? ¿Es día de poner celosa a Michi? Porque lo están consiguiendo los muy... los muy... ¡Argh! Mejor no digo nada, porque puede que sólo quieran ser amables con la chica nueva.

 

Que ingenua, ¿desde cuándo Los Tres Mosqueteros acogen a los chicos nuevos por caridad?

 

—Michi también está invitada —termina diciendo Chase, inclinándose un poco hacia mí.

 

Claro que estoy invitada, desde que dejó en claro que era su novia Anne y yo nos sentamos junto a ellos. Por lo que mi teoría, hipótesis, o como desee llamarle, es cierta. Chase está jugando con mis celos.

 

—Qué amable eres, Chase.

 

 

Una vez con los pocos apetitosos almuerzos, los cinco nos dirigimos a la mesa reservada dónde Chase, Mika y Jax suelen sentarse desde primer año. Dejamos las bandejas sobre la mesa; Mika se sienta junto a Jax y Chase, quien está frente a mí y Bonnie.

 

—Disculpen —musita Bonnie, quitándose el gorro. Una enorme melena ondulada y rubia, cae sobre sus hombros y espalda dejando en evidencia el hermoso, cuidado y perfecto cabello que ocultaba dentro del gorro.

—Lindo cabello —le comenta Chase. Por acto-reflejo entiendo el tenedor de plástico sobre la vienesa seca que me tocó de almuerzo.

 

—Gracias... supongo —ella se encoge de hombros, sonriendo—. ¿Puedo preguntarles algo? —los tres chicos asientes como respuesta— ¿Por qué crearon las tres reglas?

 

Tras cinco segundos, o quizás algo más, sin responder. Chase se dispone a contestar:

 

—Por mero gusto —dice y le lanza una mirada cómplice a Mika.

 

 

Supongo que esa no es la respuesta real. Y es curioso que nunca me lo haya preguntado durante todo este tiempo. ¿Por qué Chase, Mika y Jax inventaron las tres reglas? Seguramente no fue para alimentar sus odiosos egos de chicos ricos y guapos.

 

A juzgar por la mirada que Chase le dio a Mika, algo oculto hay acá.