Decídete.

 

 

El ascensor de detiene de pronto, lo que hace que nos pongamos en alerta. Por alguna extraña situación siempre que ocurre algo entre Chase y yo el ascensor se echa a perder y nos encierra. Sin embargo, cuando las puertas abren dejando en vista el ya reconocido pasillo por donde caminamos a nuestros respectivos departamentos, sé que es momento de salir lo antes posible. Y aunque me aterra revivir aquel estado crítico donde pensé que prácticamente moriría dentro de un ascensor, no se compara con la pregunta que Chase acaba de escupir, ahogando cada uno de mis pensamientos.

 

Siento que mi pecho se acelera hasta el punto en que comienzo a hipar como un borracho. Mi barbilla tiembla, y no por el frío. Mis ojos se humedecen hasta el punto del ardor.

 

No lo hagas, Michi.

 

 

Chase se inclina para examinarme.

 

 

—¿Estás terminando conmigo?

 

 

Las comisuras de mis labios se hacen ligeramente hacia abajo, provocando que haga un puchero.

 

—¿Qué? ¡No! —exclama con incredulidad, para luego abrazarme. Le respondo el abrazo y acurruco mi cabeza sobre su pecho —Cómo podría hacer eso, boba.

 

—¿Entonces, por qué dices eso? —inquiero— ¿Acaso quieres que te golpee?

—Bueno, porque es cierto —afirma, entre risas—. Tomaremos caminos diferentes, y probablemente me tope con alguien más desesperante que tú.

 

—¡Oye!

 

 

Me aparto un poco. Chase se echa a reír.

 

 

—Es una bromita.

 

Esbozando una sonrisa de lo más arrogante posible, me toma de la barbilla y lentamente comienza a acercarse. Más y más cerca. A pesar de odiar la forma arrogante en la que siempre me ha sonreído, no puedo evitar sentirme tentada a sus encantos, porque Chase es realmente tentador. En todos los malditos sentidos —¡Michi maldeciste a los sentidos!—. Así que, sin más preámbulos, comienzo a cerrar mis ojos en cuanto noto que el ambiente ha cambiando. Con los latidos de mi

corazón agitados, mis manos contra su pecho agarrando su abrigo, y mis labios deseosos de poder sentir el contacto de los suyos, me

predispongo a recibir sin vacilación alguna su beso. Pero claro, como siempre alguien nos interrumpe.

Es un carraspeo ronco y casi familiar que nos petrifica a los dos, dejándonos de lleno con el deseo de sucumbir en nuestro beso fallido. Sabiendo que ese carraspeo proviene de un ser autoritario, Chase y yo volteamos en dirección al ascensor, donde papá acaba de salir.

 

—Michi, Chase —saluda papá, más serio que cura en misa.

 

 

—¡Papá! —exclamamos los dos al mismo tiempo.

 

 

Le lanzo una mirada fulminante a Chase como regaño por llamarlo así.

Bien, todo sabemos que Chase está algo trastornado y tiene una personalidad que traspasa fronteras imaginables, desde que

ocurrió eso en el observatorio, ha comenzado a decirle papá al mío. Empezó como una ligera broma —a la cual particularmente no le vi la gracia—, pero luego se volvió algo una mala costumbre. Y pues, como lo sospeché, algún día iba a decirle «papá» de casualidad. Creo que esta no es la mejor ocasión para hacerlo, papá es bastante receloso a vernos juntitos y abrazaditos.

 

Papá se limita a alzar una ceja.

 

—Haré como que no escuché eso... —comenta abriéndose paso entre medio de Chase y yo. Sin poder evitarlo, nos separamos para que pueda pasar. Abre la puerta con las llaves que saca de su bolsillo y luego me hace una seña para que ambos entremos.

 

A regañadientes, accedo. Antes, me despido de Chase con un simple beso en los labios.

 

Lo que Chase ha dicho me ha dejado más de una duda. Y es que tiene toda la razón. Después de salir de Jackson lo más seguro es que tomemos caminos diferentes para encarar un futuro que no es certero. Él estudiará Negocio en una buena universidad, conocerá a más chicos y chicas. Probablemente sea el imán de pinturitas como lo es hasta ahora, se enamore de una chica de su clase, se casen y tengan muchos Chase en miniatura. Y quizás yo haga lo mismo; conozca a alguien más, un apasionado por la lectura, que ame la astronomía y... Bueno, así es la realidad. Las historias de amor no siempre tienen finales felices y la universidad destruye relaciones desde tiempos inmemorables. Créanme cuando les digo que separar parejas es su pasatiempo favorito.

 

Te maldigo universidad.

 

—Michi, ¿estás bien?

 

 

Mamá me hace aterrizar mi trasero sobre la silla de madera. No sé en qué momento terminé rodeada de mi familia, cenando arroz con pollo al horno. Pocas veces me he animado a cenar a estas tantas horas, ya que del trabajo solo llego —la mayor parte del tiempo— a bañarme y dormirme en mi respectivo sofá. Sí, y ya adorable sofá floreado al cual, prácticamente, ya tengo tachado de cama.

 

Plasmando una sonrisa que pareja más el intento de una, asiento en respuesta a la pregunta de mamá. Es entonces, que Margo y Josh, se lanzan una miradas cómplices levantándose de sus sillas. Mi prima esboza una sonrisa algo nerviosa y nos mira a los tres sentados — mamá, papá y yo—.

 

—Josh y yo les tenemos una noticia —informa ella, tomándose de la mano con su pareja—. Conseguimos una casa amueblada a unos veinte minutos de aquí. Ya firmamos los papeles y estamos listos para mudarnos.

 

—Eso es maravilloso, Margo. Muchas felicidades.

 

 

WHOA.

 

 

Lamento ser tan expresiva pero es lo único que puedo decir en éste momento. Es decir, estoy alegre de que mi queridísima prima y consejera haya conseguido su predestinado nido de amor familiar, pero ¡cielos! Según sé, casas amuebladas valen una millonada que ni vendiendo mi alma podría pagar. Supongo que Josh gana mucho mejor de lo que pensé. Y no juzguen mi comentario mental sobre el costo de la casa, estoy feliz por ellos.

Y por mí, claro. Por fin podré dormir en mi queridísima cama, asomarme por el balcón y saltan como Tarzán al balcón de... Bah, quizás no sea buena idea molestarlo ahora que necesita hacer esa importante entrevista.

 

—¿Tiempo? Michi, es tiempo separa a las parejas. No lo hagas.

 

 

Bien, Houston no se ha tomado bien mi sugerencia mental sobre dejar de molestar a Chase hasta que haga su entrevista para universidad.

 

—¿Entonces, qué puedo hacer? —interrogo mientras jugueteo con la cortina de la ducha.

 

Mi baño no es muy interesante como para estar encerrada hablando. Ni siquiera puedo sentarme sobre la tapa del retrete por miedo a que se haga añicos por mi peso. Vamos, que no soy una pluma, y ya me pasó una vez que rompí el baño de tía Molly y recibí en regaño de la vida por hacerlo. Tenía seis años, creí que sería divertido saltar sobre ella.

 

—Mantente cerca, que él sepa que estás ahí. Debes ser su apoyo si falla, como también debes animarlo si lo aceptan... aunque sepas que tu insufrible destino es estar lejos de él.

 

—Cállate, Houston. Eso ya lo sé.

 

 

Corto la llamada y salgo del baño, topándome con mamá en la entrada, inclinada hacia la puerta y con una mano detrás de su oreja.

 

—Ah... ¿Mamá, estabas escuchando mi conversación? —le pregunto cuando ella se endereza.

 

—No, sólo pasaba por aquí y escuché tu conversación, no fue con intención —lanzo un bufido resignado—. Cariño, sé que es lo que te preocupa. Yo también me preocupé por eso cuando era joven, pero debes saber que si Chase y tú están predestinados a pasar una vida juntos, entonces ni la universidad los separara. Mira a tu padre, al salir de clases se mudó y me dejó sola, pero aquí estamos los dos.

*****

—¡¿CÓMO PASÓ ÉSTO!?

 

 

Anne se acerca y posa su barbilla sobre mi hombro con la intención de ver la nota que he sacado en la reciente prueba de matemáticas.

 

—Uh, es una nota normal y no un sobresaliente —comenta mi amiga, para colmar lo obvio de la situación—. Hasta yo saqué una mejor nota.

¿Qué está pasando, Michi?

 

 

Es una nota mediocre, patética y poco tolerante para una estudiante de mi calaña. A éste paso, jamás podría ser la primera en la lista de notas y ser la mejor estudiante de Jackson, ganarme un estúpido diploma que diga «Estudiante de Honor» y ganarme alguna beca universitaria o algo por el estilo. Cuando me dije a mi misma que debía poner mi cien por ciento en los estudios para derrocar a Chase y Bonnie, todo ha salido al revés. Y la culpa no es porque no entienda, sino porque la mayor parte del tiempo, en las pruebas me pongo a divagar como una loca.

 

—Vele el lado positivo, Michi —sugiere Bonnie, doblando su prueba por la mitad—. Puedes subir la nota en las próximas pruebas.

 

Bah, como si fuese tan sencillo.

 

 

El timbre resuena por toda la sala. Ornamos nuestras cosas y nos disponemos a salir. Chase me da una palmadita por la espalda lo que me hace voltear en su dirección. Me hace una seña indicando que me esperará afuera. Jax pasa junto a la mesa de Anne, la cual patea de casualidad —o eso es lo que pretendió hacer—. Anne se despide de él con un gesto y Jax le guiña un ojo. Bonnie por su parte, tras terminar de ordenar sus cosas, se coloca su gorro rojo observando con disimilo hacia el último asiento del apartado rincón de la sala, donde Allek se sienta.

 

Ya estando por la puerta, el Profesor Mars pronuncia mi nombre, deteniéndome en seco en el umbral de la puerta.

 

—¿Michelle, podemos hablar unos minutos?

 

 

—S-sí, claro.

 

 

Esa pregunta no debería serla, porque a siempre que un profesor la pregunta por obligación debes hablar con él. De todas formas, ¿qué quiere de mí? Tal vez ese rumor que mencionó Anne el otro día ser cierto y quiera coquetearme porque soy una buena estudiante y siempre he

sido la preferida de los profesores —No es por presumir, eh—. O quizás quiere algo más, llegar a alguna estudiante por medio de mí y para hacerlo, me chantajeará diciendo que subirá mi nota de la prueba.

 

¡¿QUÉ QUIERE DE MÍ?!

 

 

Ya... debería calmarme. Es un profesor guapo y una alumna con novio. Nada podrá pasar.

—Te he notado algo tensa estos últimos días... Aquí —Con su dedo índice, toca con delicadeza entre mis dos cejas. Contacto que, por sorpresa, me provoca un calor inapropiado que vuelve mis mejillas de un notorio color rojo. Él sonríe con cierta dulzura y baja su mano.

 

A la mierda, si te está coqueteando, Michi. ¡Houston, dime qué debería hacer!

—No es nada —Bajo mi cabeza con la intención de distraerme y que él no note (aunque probablemente ya lo hizo) mis nuevas tonalidades de rojo. Clavo mis ojos sobre su escritorio donde tiene una mañana de papeles, lápices, pruebas que no entregó y un libro en particular que llama mi atención— ¿Ese libro es Luna y Plutón de Noah Mars?

 

—Sí —responde, tomando el libro y enseñándomelo. Yo amo la astronomía, ¿lo sabían?

Abro la tapa del libro para examinar su interior. Una inscripción peculiar yace en la primera página:

 

«Para mi primo Elias,

 

 

Que tu trabajo rinda frutos y guíes a tus estudiantes por un camino mejor.

 

Atte. Noah Mars»

 

 

¿Primos?

 

 

—¡Claro, que tonta! Sus apellidos son los mismos... No lo puedo creer. El profesor Mars se echa a reír.

—¿Te gusta la saga de Luna y Plutón?

 

 

Asiento en respuesta, dejando el libro sobre la mesa.

 

 

—Es mi saga favorita —No sé qué clase de sonrisa debo tener, pero parece causarle risa—. En una feria de libros encontré a Noah Mars firmando libros. Me tomé una foto con él... bueno, Chase lo hizo —agito mi cabeza, borrando aquellos recuerdos—. ¿De qué quería hablar, profesor?

—Cierto, por poco lo olvido. ¿Michelle, ya decidiste qué hacer en un futuro? —Niego con la cabeza, algo apenada— Bueno, creo que deberías decidirlo ya. Te he estado observando, tus notas, tus actitudes desde la primera vez que cayó esa bolita de papel en mis pies — Carraspea—. Sólo quiero darte un consejo: Decide qué camino piensas elegir, ahora, antes de que sea tarde.

 

—¿A qué se refiere? —Jugueteo nerviosa con mis dedos.

 

 

—A que tu rendimiento académico está bajando, y tú sabes bien los motivos.