22:00

 

 

Dibujo círculos imaginarios sobre mi falda, mientras espero que el profesor Marshall se desocupe. Ha tenido no-sé-qué problema con una de sus alumnas y ahora ella está dentro de su oficina. Ha llegado antes que yo, a pesar de haberme esmerado en levantarme lo antes posible — no porque quisiese ver al profesor, sino por él. Y cuando digo "él" me refiero al chico de mente corrompida que vive en el departamento del lado— y venir aquí.

 

 

 

El idiota más popular de Jackson ha dicho que le gusto y, además, me ha besado de una forma tan particular que jamás podría olvidar como mi estómago se llenó de mariposas y el corazón se me apretujó. Dios sabe que no he podido pegar pestañas por él. Porque aunque es obvio, era el primero de mis besos y no estuvo mal...

 

Excepto por ese comentario que dijo al final.

 

 

—Novata... ¡Claro que soy una novata, estúpido idiota! —mis manos han arrugado la hoja de autorización. La señora de recepción, me mira hostil. Al parecer he gritado demasiado fuerte.

 

¿Qué iba a decirle yo en ese momento? ¿Qué me enseñara? ¡JAH! Bien merecida la cachetada que le di.

 

La puerta de la oficina se abre de golpe y de ella, Sussie sale corriendo y chillando por el pasillo. El profesor Marshall se asoma por la puerta, le echa un vistazo a Sussie y niega con la cabeza. Sus ojos recaen en mí y con ellos me dice que pase. Seguro él ha sido cruel con ella. Por suerte conmigo no lo es... bueno, no tanto.

—Le he traído la autorización.

 

 

—Bien.

 

 

Siempre tan cortante.

 

Se acerca a su escritorio y saca una hoja.

 

 

—Aquí están los horarios, las horas de salida y de los concursos, las comidas, la premiación y una hora extra para visitar la feria de libros.

 

Creo que mis ojos brillan ¡UNA FERIA DE LIBROS!

 

 

Fin de la conversación. Salgo de la oficina y corro hasta la sala de matemáticas. El timbre suena justo cuando me encuentro con Anne. Mi amiga al acercarse, entrecierra los ojos.

 

—¿Qué ha ocurrido que tienes era cara de idiota? —pregunta irritada,

 

con ojeras bajo sus ojos. Mis mejillas arden y sólo falta que escupa fuego por la boca de lo roja que estoy— ¿en qué problema te has metido?

 

—No es un problema —blanqueo los ojos y éstos recaen en las figuras varoniles y sensuales de Los Tres Mosqueteros. Después recaen sólo en Chase.

 

No lo veo desde "ese" suceso.

 

 

Cuando se percata que estoy mirándolo, gira su cabeza hacia otro lado, haciéndome un evidente y cruel desprecio.

 

—Ah... es algo con Chase —escucho murmurar a Anne detrás de mi oreja.

 

¿Por qué se ha enojado? ¡Debería ser yo la que esté molesta!

 

 

—Bien, graciosita —al sentarnos en nuestros respectivos asientos, Anne cruza sus dedos sobre la mesa. Ella está de mal humor. Me recuerda a El Padrino—. Vas a contarme todo lo que está pasando con tu vida o me veré obligada a revelarle a tu madre que saliste conmigo el

viernes.

 

 

―Fuiste tú quien me obligó a ir...

 

 

—Sí, pero yo sé mentir —interrumpe—. Tú, no —despliega una sonrisa que me da escalofríos—. Entonces, ¿qué paso entre ustedes?

 

—Escucha con atención, porque sólo lo repetiré una vez.

 

 

Me he tardado toda la clase de matemáticas explicándole a Anne qué ha pasado entre Chase y yo, con lujos y detalles, incluida a Ashley.

*****

 

22:00.

 

 

¡Mañana es el gran día! Ya he ordenado mis maletas, recibido el sermón de mis padres para cuidarme y decirme que me irán a dejar al aeropuerto con Chase. Y hablando de él, ni siquiera me ha hablado. Cada vez que nos encontramos con la mirada, las esquiva. Me ha ignorado hasta en el ascensor y, aunque me he visto tentada a preguntar qué le ocurre, no he podido.

 

Pero me he decidido: si haré un viaje y concursaré junto a él, lo mejor es que nos llevemos bien. No lo haré porque quisiera hablarle a pesar de pensar en su cambio repentino —repítelo hasta que te lo creas, Michi—, lo hago por motivo escolares.

 

Sí, escolares.

 

 

Antes de saltar al balcón del lado, he comprobado que nadie entre a mi habitación. Dentro del balcón vecino, giro sobre mis pies, encontrando el ventanal con las cortinas abiertas y dentro de la habitación un sorprendido Chase, con lo que parecen ser calzoncillos entre sus manos.

 

—Chase Frederick, eres un idiota —a la mierda el discurso moral que tenía preparado—. Sabías que eras de los que besan y luego ignoran, con los estúpidos adolescentes de las películas —lo señalo con el dedo. Él sale de su desconcierto y tira el calzoncillo a la cama. Avanza hasta la ventana y la abre.

 

―Tengo  una puerta, ¿sabes? —lleva una mano a su cabello y lo peina hacia atrás— ¿Qué es lo que decías? La ventana no me dejó oír.

 

—¡Och! —Aprieto mis puños y maldigo internamente— ¡Olvídalo! Ya sabes que eres un idiota. Te gusta jugar con el corazón de las mujeres inocentes.

 

—¿Inocente? ¿Con la cachetada que me diste...? sí, claro —dice con sarcasmo y se cruza de brazos—. De inocente sólo tienes cara, Michelle.

 

—Esa cachetada bien merecida la tienes, pero no vengo a discutir contigo sobre lo vil que eres, Chase, seguramente, eso ya lo sabes y te lo han dicho un millón de veces. Quiero que estemos bien para el concurso. Si no nos coordinamos nada haremos bien, así que finjamos ser amigos, ¿sí?

 

Bueno, eso se parece más al discurso que tenía en mente.

 

 

—Está bien —Chase se encoje de hombros—. Pero ¿para qué fingir ser amigos si podemos hacerlo en verdad? —me he ruborizado. ¡Dios! ¿Por qué no lo pensé antes? Él tiene razón, podemos ser amigos, aunque es algo extraño siendo personas tan diferentes—. O algo más. De todas formas, te ignoraba para hacerte sufrir por la cachetada.

 

—Idiota —él revuelve mi cabello con una pequeña sonrisa en su rostro. Cierro los ojos, pero los abro cuando deja de hacerlo, entonces mientras arreglo mi cabello, lanzo lo que me he estado preguntando hace unos días— Te digo algo, cada día me pareces más cursi... ¿qué paso con el arrogante y súper popular Chase Frederick?