Epílogo
—¡¡ATCHUS!! —Mi estornudo exageradamente sonoro llama la atención de la pareja a una mesa más allá que la mía— Perdón... —mascullo, sintiendo mis mejillas arder al notar la desaprobación en sus rostros.
¡LO ODIO, LO ODIO, LO ODIO!
¿Cómo ha podido hacerme esto? Ya va media hora desde que llegué al lugar donde acordamos juntarnos para charlar y pasar el frío bajo el calor de alguna taza con chocolate caliente. Llevaba tanto tiempo planeando este reencuentro que la ansiedad acaba de irse con el estornudo que he dado. ¡IDIOTA!—. Dejé el calor ameno de mi departamento para verlo y no se ha dignado a aparecer aún...
Estúpido arruina-citas-románticas. Se supone que las chicas son quienes se tardan en llegar a las citas ¡NO los chicos! O es así como ocurre en todas las películas donde los dos enamorados planean juntarse; ella
llega tarde y le pregunta a él si esperó mucho, a lo que él responde con una mentira que no. ¡Como sea! Comienzo a sentirme como una verdadera tonta, desechada por el único chico con el que he estado en mis veintitrés años de edad. Porque sí, a pesar de los años y tener universidades separadas, por kilómetros y kilómetros de distancia, Michelle Wallas solo ha tenido ojos para un solo hombre.
Debería ganar un record guinness por eso.
Pues bien, creo que aún estoy a tiempo de conservar la poca dignidad que me queda y largarme lo antes posible de este espantoso restaurante para parejas enamoradas. O tal vez, debería esperarlo unos minutos más...
Nah.
Dejo el dinero de la cuenta sobre la mesa de madera oscura y me quedo observando unos segundos el centro de mesa. Es un macetero decorado con corazones y con una pequeña flor sintética de color rosa con el
centro amarillo. Mendigo día de San Valentín ¿Debía ser este día, además? No podía dejarme plantada otro día.
Les daré un pro-tip para cuando su cita los deje plantados. La solución a ese problema es fingir que algo inesperado ocurrió y que por ese motivo X debes largarte. Para eso, tu celular se volverá en el mejor aliado que
podrías tener, porque no sólo sirve como distracción, sino que sirve como medio para que tu mentira tenga sentido. Sigue mis pasos y verás cómo funciona.
Primer paso, sacar el celular.
Mi nuevo celular es mucho más complicado de lo que pensé que sería. Eso debe ser porque quien me lo vendió es un aficionado a las cosas electrónicas.
Me he encontrado con Allek en la tienda de electrónica en el centro comercial —lugar donde ahora trabaja—, y me ha sugerido un nuevo celular, más moderno que el anterior con la intención malvada de dejar las teclas de lado. Él siempre detestó mi celular, por lo que se vio muy interesado en ayudarme a buscar uno nuevo. Después de la graduación nunca más supe de él ni de su vida hasta hace unas semanas cuando lo encontré en la tienda. Él está igual a pesar de los años. Claro, con un poco más de barba, el cabello un poco más largo y la quijada más marcada, pero con esa cara inexpresiva de siempre. Bonnie nos contó a Anne y a mí que después del Baile de Graduación ni siquiera llegaron grado 1.
En fin, si la desdichada Bonnie no hubiera sido rechazada una y otra vez por Allek, seguramente hoy no estaría viajando por todos lados con el piloto brasileño que conoció para sus vacaciones de verano. Que hombre ese brasileño...
Babearás la mesa, Michi.
Volviendo a los pasos... El segundo paso es llamar a alguien —o fingir que lo haces para no quedar como una loca—.
Busco en mi lista de contactos, encontrando a Houston, entre ellos. Marco y acerco el celular cerca de mi oreja.
—¿Michi, no era que tenías una cita? —interroga. Paso tres: la actuación.
—¿¡Qué dices?! —pregunto, levantándome de la silla. Llevo una mano a mi boca, colocando una expresión de horror— ¡Dime el hospital...! — Noto que las parejas de las mesas continuas me miran con confusión y otras algo preocupadas. He desarrollado lo suficiente mi personalidad haciendo recorridos en el Museo de Astronomía de la ciudad como para sentirme avergonzada al respecto. Ese miedo indescriptible por hablar ante los demás tuvo que ser superado o no obtendría el trabajo— Estaré allí en unos minutos... ¡no te preocupes!
Corto, guardo el celular en mi cartera, tomo mis cosas y salgo de restaurant a toda prisa.
Conclusión sobre los pasos: Verte como una demente, pero librarte de la penoso plantón.
Al salir a la calle, el panorama no es diferente al del restaurant; flores y rosas por todos lados, parejas demostrando su infinito amor, el frío a causa de la nevada de anoche, besos y abrazos por donde mire.
Y yo, aquí abandonada por un mal hombre recién recibido de negocios,
el cual insinuó volver a la ciudad con un solo propósito: el que toda mujer espera.
Podría ser peor...
Já, si claro.
El tono de llamada de mi celular me arrebata de los pensamientos. Miro la pantalla descubriendo que la llamada es de parte de Anne, mi
mejor amiga desde tiempo inmemorables y mi compañera de piso.
Sí, estoy viviendo con una loca. Gracias a sus constantes cambios de humor me vi en la obligación de cerrar la puerta de mi cuarto con llave para que por la noche no llegara a amenazarme con un cuchillo.
—¿Qué pasa? —contesto, pero no recibo más que alaridos y quejidos—
¡¿Anne?!
—La bolsa... la bolsa se rompió... el bebé ya viene...
Contengo la respiración mientras escucho entre los gritos de mi amiga y una voz masculina desde el otro lado consolarla.
—¿Con quién estás? ¿A qué hospital vas? ¿Le ves la cabeza al bebé?
¡Ay, Diooos! —camino de lado a lado sin saber qué hacer. El estómago se me revuelve con solo pensar en Anne.
—¡CÁLLATE, ESTÚPIDA! —grita— ¡ESTOY TENIENDO UNAS MALDITAS CONTRACCIONES! —escucho el micrófono de su celular saturarse cuando respira hondo y bota el aire para calmarse— Escucha, es-estoy en el parque Freig Russell.
—Ah, bueno. ¡Voy corriendo hacia allá!
—¿¡Corriendo?! Tienes un maldito auto, Michi... ¡Agh!
—¡Es un decir!
No pienso ni dos veces y me subo al auto, estacionado a unos pasos del restaurant donde fui golpeada a puño limpio por el rechazo de aquel ser deficiente que seguro se quedó dormido y no recordó nuestra cita.
No puedo creer que Anne vaya a dar a luz a la pequeña Emma. Antes de ayer estábamos guardando su ropa en el closet blanco junto a su cuna y ahora está exigiéndole a mi amiga ver la luz. NO ME LO CREO.
Okay, este día ha dado un giro inesperado. Sólo me queda rezar por el bienestar de ambas.
Mi querida amiga después de aprender su lección respecto a su infidelidad con Jax, le prometió a J.J. no volver a hacerlo a cambio de su perdón. Puedo recordar perfectamente cuando por un desliz y unas
copas demás para su cumpleaños, ella le confesó todo a J.J., contándole que le había sido infiel cuando él estaba de viaje. También recuerdo
como lloró como un Magdalena por ello. Lo que sucedió después ustedes deben recordarlo, ¿no? —Si no saben a qué me refiero lean el capítulo anterior al final... no sean perezosos—. Luego de tantos años juntos, los dos decidieron vivir juntos en un departamento en el centro de la ciudad, conmigo en la habitación del lado, como siempre, tocando el violín. Aún espero que el matrimonio se lleve a cabo.
Bueno, ahora queda lo más importante.
*****
Detengo el auto en el estacionamiento para embarazadas. Saco la llave, salgo del auto y le pongo seguro a las puertas. Corro por las escaleras buscando alguna señal, grito o personas socorriendo a alguna mujer embarazada, pero no encuentro a nadie. Apresuro mi paso para adentrarme más en el parque, hacia la zona donde se divide por sectores. Cada sitio está ocupado por alguna pareja, como era de esperarse, encontrándolos muy acaramelados.
La ansiedad me vuelve y comienzo a morderme las uñas, observando a mi alrededor y deseando tener alguna clase de super-poder que me haga volar para tener una mejor visión.
—¡Anne! —grito en su búsqueda, consiguiendo las miradas curiosas de los demás— ¡ANNE! —Nada, de Anne no hay rastro— Esto debe ser una puta broma...
De pronto, todo lo veo negro. No, no me desmayé.
—¡Ouch! Cuide esa lengua, señorita Wallas. Que su estupendo novio no le oiga decir esas palabras —Mmis ojos han sido cubierto por dos manos. De las muñecas logro percibir aquel perfume masculino que le envié como regalo de navidad. Su voz no ha cambiado nada desde que nos juntamos la última vez—, o podría salir huyendo.
—Soy yo la que saldrá huyendo con un novio que deja abandonada a su chica el día de San Valentín —refunfuño, tomando las dos manos y bajándolas para ver mejor.
Pestañeo un par de veces hasta normalizar mi visión. Giro sobre mis talones hasta quedar frente a Chase. No ha cambiando en nada desde la última vez que lo vi, aunque se ha dejado la barba y ha cambiando su peinado desordenado por uno más normal. Mantiene esa amplia sonrisa que podría derretir el mismísimo polo norte, con ese dejo de arrogancia tan característico de él.
—¿Dónde está Anne? —interrogo y en cuanto lo hago sus labios tocan los míos con delicadeza, provocando que sienta la misma sensación del primer beso.
—Sigues siendo la misma ingenua, Michi —dice, besando mis labios después de cada palabra—. Le pedí a Anne que te llamara y fingiera que estaba a punto de dar a luz.
Le doy un empujón.
—¡Chase! —exclamo dándole una bofetada, de la cual me arrepiento enseguida— Lo siento, fue el impulso. Ya estamos a mano...
—Sé lo que dirás: "Hice la reservación en un restaurant y tú me traes a un parque" —Chase agudiza su voz para imitarme al tanto que frota la mejilla donde lo abofeteé—. Pero llegué al restaurant que me dijiste y no estabas, esperé una hora y decidí venir aquí.
Medito unos instantes sus palabras, con el fin de procesar lo que dice.
—Te dije que era Restaurant Liberty —me cruzó de brazos conteniendo las ganas de abrazarlo ante su explicación.
¿Cuánto tiempo ha pasado desde que no lo he visto? ¡Casi medio año a causa de los imprevistos! Pero soy una mala persona y me gusta verlo excusarse.
—Dijiste Restaurant Libertity —me contradice apretando mis mejillas.
Muerdo mi labio inferior y lo apretujo contra mí, sintiendo el calor de su cuerpo mezclarse con el mío. Su aroma único entrar ya tan familiar trae a mi mente millones de recuerdos sobre Jackson y los periodos donde logramos reunirnos estando cada uno en diferentes universidades. Sus brazos me rodean infundiendo seguridad y el deseo contenido de encontrarse con mi cuerpo.
—Extrañaba hacer esto —murmuro cerca de su oído, cerrando mis ojos para percibir su aroma más fuerte.
Caminamos por el parque poniéndonos al día hasta llegar al mirador del parque. El parque Freig Russell no solo se caracteriza por ser el parque más grande de la ciudad, sino también por el mirador que posee. Desde allí se puede ver la ciudad entera, siendo uno de los lugares más codiciando por los fotógrafos y las parejas cuando está de noche para ver las estrellas bajo la oscuridad de la noche. También es el lugar privilegiado para una cosa: la propuesta de matrimonio.
Trago saliva de golpe cuando me percato de ello. ¿Será acaso? Si Chase escogió este parque para reunirnos en San Valentín no debió ser por mero gusto. ¿Será que ese día tan esperado para toda mujer me ha llegado por fin? Después de todos los contratiempos, problemas, días, mal entendidos y demás, ¿es posible que Chase quiera consolidar nuestro amor hasta que la muerte nos separe?
¡AFÍRMAME, MADRE TERESA, QUE CHASE ME PROPONDRÁ MATRIMONIO!
—Michi, yo... —lo noto algo nervioso. Demasiado para ser él.
—Chase —recuerdo lo que dijo aquella vez que me declaré—, deja de lado tu orgullo y dilo —digo con seguridad—. Soy toda oídos.
Una sonrisa tierna se dibuja en su rostro. Podría morir aquí mismo, pero primero debo oír la propuesta. Sí, no puedo morir antes de oírla —Oh, por favor... Hace unos minutos decías odiarlo por plantarte—. Bueeeno, una propuesta soluciona todas las cosas, ¿verdad? Por favor, consciencia no me lleves la contra en un momento tan importante como éste.
—Michi —Chase se agacha, poniendo una de sus rodillas en el suelo como apoyo y la otra flexionada para el equilibro. Mete la mano a su bolsillo y comienza a sacar una caja roja—, me harías el...
Escucho el tono de llamada. Ambos blanqueamos los ojos fastidiados por arruinar la atmosfera. Se vuelve a ponerse de pie y yo busco en mi
cartera el celular; lo saco comprobando que es una nueva llamada de
Anne.
¿Por qué será que siempre nos interrumpen en los momentos más importantes?
—¡AHORA SÍ! ¡ES VERDAD! —respira hondo. Chase alza una ceja sin comprender mi reacción— ¡LA BEBÉ! ¡ARGH! ¡CREO QUE VIENE!
—¿Qu-qu-qué? ¡¿Es otra actuación o de verdad tú...?! —Sus gritos de dolor nos lo dicen todo. Esta vez sí es verdad, Anne va a tener a Emma— ¡Ay, Dios!
Chase y yo nos miramos. Guardo mi celular, sin quitarle la vista a Chase.
—Bueno, será para otra ocasión, ¿no crees? —sonríe con incomodidad.
—¡Ni lo sueñes! —espeto agarrando el cuello de su linda camisa celeste, amenazándolo. Él me mira con confusión, alzando una ceja. Lo suelo y le extiendo mi mano con los dedos bien estirados—. Sólo ponme el anillo y larguémonos de aquí... No vaya a ser que te arrepientas luego.
Chase abre la caja y saca el anillo, pero sus resbalosos dedos hacen que el anillo caiga al suelo y ruede directo a la quebrada, perdiéndose entre los matorrales y tierra.
—Ahí va un año de trabajo —comenta mirando por donde rodó el anillo—
. Juro que no hice eso apropósito...
Y así, fue como la bebita de la cual soy madrina, interrumpió la propuesta de Chase. Pero como bien lo dijo él, habrá muchas ocasiones más para su propuesta. Lo que importa es que ha vuelto a la ciudad, no hay más distancias monumentales entre los dos y está dispuesto a pasar el resto de su vida conmigo, no importa lo que pase.