Nos vamos a Los Ángeles. Parte 1.
—Recuerda lavarte los dientes después del almuerzo, no ponerte nerviosa si alguien golpea la puerta de tu habitación a la media noche. Incluso si es tu profesor ¡NO LE ABRAS! Responde a todo lo que se te pregunte, pero piensa la respuesta antes de hacerlo y por sobre todo... no te separes de Chase.
Sep...Esa es mamá, despidiéndose de mí. ¿Ya mencioné que me sobre protege de una forma casi sobrenatural? No quiero ni pensar cómo se pondrá el día en que parta a la universidad.
—Lo sé, mamá. No tienes que decírmelo una y otra vez —me zafo de su agarre, para abrazar a papá—. Los llamaré siempre que pueda y no me separaré de Chase.
Al separarme de papá miro a Chase, quien está observando cómo me despido de mis padres con rostro burlesco. Podría jurar que quiere reírse a carcajadas pero, por respeto a mis padres, no lo hace. Entre cierro los ojos cuando me doy cuenta de eso y le levanto el dedo del medio, a lo que él reacciona ofendido, pero se echa a reír luego.
—Descuide señora Wallas, Michi está en buenas manos —seguro no lo dice por él, sino por el Profesor Marshall. Nadie puede estar en buenas manos cuando se trata de Chase—. Me preocuparé de que Michi se lave los dientes antes de ir a la cama.
—Idiota —lo insulto entre dientes.
El profesor Marshall nos hace una seña para que terminemos de despedirnos. Margareth aún no vuelve de su viaje, así que Chase vino con nosotros en el auto hasta el aeropuerto. Realmente me pregunto si la extraña... supongo que sí, de todas formas ella es su madre. Chase no dice nada sobre ella, ni cómo se siente al estar solo en su casa. Supongo que el temor de aquella noche, cuando estaba enfermo, era una mera mentira o, quizás, sólo tiene miedo a estar solo cuando está enfermo —¿Y yo soy la rara? Al parecer Chase me gana—.
—¿Qué ocurre contigo? —volteo para ver a Chase a mi lado.
Estamos sentados en el avión. Sí, avión. Odio los aviones. Agarro con fuerzas los costados de mi asiento.
—Odio los aviones...
—¿Eso es cierto o es una excusa para agarrar mi mano? —Chase alza una ceja. Mi temblorosa mano izquierda aprieta la suya. La aparto al instante, sin darme tiempo para sonrojarme. Estoy demasiado asustada— ¿quieres que llame al viejo Marshall? —con sus manos toma el cinturón de seguridad. El viejo Marshall se ha sentado mucho más atrás.
—No... no. Sólo háblame de algo —trago saliva.
Una gota de sudor baja por mi frente. Me doy tiempo de apartarla y volver a clavar mis uñas en el asiento.
—¿Qué es lo que más te gusta de mí? —pregunta sonriendo a medio labio. Blanqueo los ojos—. Ya, ya.
―¿Arreglaste las cosas con Mika? —esa inquietud me ha perseguido por toda la semana. A Chase le desconcierta un poco mi pregunta y en respuesta, asiente—. Bien, siguen siendo amigos-dictadores, entonces.
—Nosotros los chicos, a veces, arreglamos las cosas así... a golpes — sonríe de mala gana—. ¿Ya leíste los horarios? Iremos a una feria de libros. Allá estarás en tu habitat, rodeada de nerds.
—Lo sé. Y tal vez veamos a un famoso. Jojo, ¿Quién sabe?
Respiro hondo y me tranquilizo. La parte del despegue es la que más odio, pero en los aires, la situación cambia. La azafata pasa con un carrito ofreciéndonos galletas y agua, pero los dos nos negamos. Opto por sacar de mi bolso el libro que planeo leer en el viaje —aunque con Chase sé que será difícil hacerlo—.
Veo la portada del libro.
—Cincuenta sombras de Grey —lee Chase— ¿Tú lees ese libro?
—Yo... ah, ¡creo que me traje el libro de mamá! —exclamo acalorándome entera. Meto el libro de vuelta al bolso, avergonzada, mientras las carcajadas de Chase se oyen por todo el avión. Cubro mis mejillas.
Trágame tierra —Debí meter ese libro media dormida por la mañana—
. Chase sabe que leo esa clase de libros ¿eso es bueno o malo?... es realmente malo. No me dejará en paz desde ahora.
—Ya deja de burlarte de mí...
—Y tan santurrona que te ves —le doy un codazo—. Ahora entiendo porque entras a mi habitación así, de la nada, mientras me baño. Cochina.
—Maldito idiota —¡Maldijiste, Michi!—. Deja de recordar eso.
Agarro las mejillas de Chase mientras se ríe, entonces me doy cuenta que el caballero del asiento junto a Chase, nos observa molesto.
—Estoy intentando dormir, niños. Dejen sus jueguitos para Los Ángeles.
Volvemos a nuestros asientos, sentándonos como la gente.
Oh Huston, definitivamente, comienzo a extrañar mi casa.