Ashley.

 

 

Lunes.

 

 

Después de un desayuno lleno de nutrientes y despedirme de mis

 

padres, salgo de la casa y me dirijo al ascensor lo más rápido posible. No es que esté apurada, sino que no quiero ver a "esa" persona. ¿Por qué? Simple, no sé cómo reaccionar al verlo después de la supuesta confesión que hizo en el desayuno. Nunca nadie, en mis diecisiete, se me había confesado y que lo haga el chico más popular de Jackson me parece...

¿tétrico?

 

 

Sea como sea, intentaré no caer en el juego de Chase.

 

 

Cruzo los dedos de mis manos después de apretar los botones del ascensor y cuando las puertas están a segundos de

cerrarse ¡CHAN! Una mano salvaje vuelve a abrir las puertas. Frente a mí, con ese tan arrogante rostro que siempre odie —me corrijo: que odio—, Chase procede a entrar con el paso más lento que el de una tortuga, como si supiera que encontrarlo aquí fuese mi peor pesadilla.

 

—Buenos días, vecina.

 

 

Lo escucho cercano y volteo para verlo. Él se ha inclinado un poco hacia mí para saludarme. Debo dar un paso hacia el lado para alejarme de él.

 

—Eres tan extraño —frunzo el ceño, cruzando mis brazos—. "Mira quién lo dice" ¡¿Es lo que me dirás verdad?! —agrego al instante haciendo una mala imitación de él. Chase hace un gesto dudoso y luego suspira.

 

—No tenía esa intención, pero creo que lo eres. Michi, ¿no piensas decir nada de lo que te dije el otro día?

Siento que me rodea un aura extraña y maligna. La piel se me pone como la de una gallina. El corazón se me contrae —¡Argh! ¿Qué es lo que debería decir?—. El ascensor se detiene en el primer piso y las puertas se abren. No obstante, Chase se pone en la entrada del ascensor, extiende sus brazos y piernas hacia los lados, impidiendo que pase.

 

—¿Entonces? —pregunta.

 

 

—¡¿Acaso eres un acosador?! —exclamo provocando que saque una más de sus sonrisas juguetonas que me son como patada al estómago—

¡Déjame pasar! —me acerco y trato de apartar sus brazos del marco del ascensor, pero es evidente que él es más fuerte que yo. Así que después de varios intentos en vano, doy un suspiro pesado.

 

—Estás de mal humor, ¿eh?

 

 

—Es lunes... claro que lo estoy. ¡Y para colmo debo encontrarme contigo tan temprano por la mañana!

 

—¿Tan feo soy? —su pregunta repentina hace que me ruborice y él parece notarlo. Me cubro las mejillas con las palmas de mis manos—¿Acaso yo... te gusto?

 

 

—No. Digo, eh...

 

 

Levanto mis manos para darle una explicación relativamente razonable, pero me veo interrumpida cuando escucho que lo llaman. Chase enseguida baja sus brazos y gira sobre sí para avanzar hasta la silueta, algo difusa, de una chica. Yo no tardo en salir del ascensor y quedar a su lado.

Entonces, la reconozco. Es la misma chica con la que me topé el sábado cuando llegaba de mi junta con Anne.

 

—Chase, ¿por qué no contestas mis llamadas? —pregunta con tono mimado. Él blanquea sus ojos, como si ella lo hartara— ¿Se te ha quitado el resfrío?

 

—¿No es obvio? —su respuesta es tan cortante que me desconcierta. A

 

ella también parece hacerlo, pues luce ofendida.

 

 

Ese tono lo había oído antes, cuando por salvar a Pato de las garras de Chase entré a su habitación y me encerré en su armario. Es ella con quien estaba. Que me parta un rayo si no fue así, porque no puedo tener tan mala audición para confundir su chillona voz.

 

Bien... sólo queda una interrogante.

 

 

La castaña parece haberse percatado de mi existencia y sonríe.

 

 

—Tú eres la chica del otro día, ¿no?

 

 

—Eso creo.

 

 

—Soy Ashley McFly.

 

 

Las campanas de ring suenan en mi cabeza —McFly como ¡Mika!—. Mirándola con detención los dos tienen su parecido; ambos tienen el cabello castaño oscuro, la barbilla fina, los labios sumamente rosados, ojos verdosos y ese semblante de chico bueno que no se lo cree ni su abuela. Ahora todas las incógnitas han quedado resultas en mi cabeza.

 

Todas, excepto una.

 

 

—Michelle Wallas —hago mi mejor intento de sonrisa y ella despliega una tan radiante como la de Margareth.

—¿Es amiga tuya, Chase? —Alza su cabeza para mirar a Chase, pero a éste lo encontramos observándome, con el ceño fruncido. Toda su cara me dice que haberme presentado ha sido una mala idea.

 

—Es mi vecina. Nada más.

 

 

—Ya veo... —medita unos minutos, con una mano sobre su barbilla. Yo sólo espero el segundo adecuado para desaparecer del edificio y cuando procedo a hacerlo, Ashley me detiene. Su mano agarra mi brazo con fuerza como si quisiese arrancármelo; sin embargo, su rostro es como el de una santa—. Celebraré mi cumpleaños el próximo viernes y quedas cordialmente invitada. Los amigos de Chase, también son mis amigos.

 

—A ella no le gustan ese tipo de cosas, Ash —interviene Chase, quitando su mano de mi brazo. Inconscientemente, me encuentro sobando donde me agarró—. Y no somos amigos —me mira y hace un gesto con su cabeza para que me largue. Como no soy una idiota, no le hago reproche. Me acerco al puesto del Sr. George, le pido mi casco y me marcho.

 

Ha sido súper extraño ¡MÁS QUE EXTRAÑO! Sus gestos y la manera de tratarme me resulta familiar ¿Es que toda su rama genealógica es así de agresiva? Mika también fue rudo cuando me atracó en el minimarket donde, por inexplicables razones— trabaja.

 

Mientras el viento choca contra mi cuerpo, trato de olvidar la escena del edificio y enfocarme en conducir. Ashley: Todo en esa niña indica nuevos problemas.

 

Nota mental: Alejarme lo más posible de ella.

 

 

No quiero hacer nuevos enemigos, menos si están relacionados con los tres mosqueteros. Aunque es algo tarde decir eso, porque... Bueno, ser vecina de uno de ellos y que confesara que tiene sentimientos hacia mí, me tiene metida hasta el cuello.

 

—En serio Michi, tienes un imán de problemas...

 

 

—¿Has dicho algo, Michi? —Anne se rasca la cabeza, frunciendo sus cejas. No le he dicho nada sobre el cuento de Chase y no creo que esté bien hacerlo. Tal vez, sólo tal vez, se lo diga al final del recreo— Acaso...

¿ha pasado algo con Chase? —Suerte que el libro de ciencias que fingía leer me oculta el rostro, de otra forma, Anne se habría dado cuenta de lo rojas que se encuentran mis mejillas.

 

—Nada. ¿Debería pasar algo entre los dos? —mi amiga baja el libro para verme a la cara.

 

—Es tu vecino, después de todo; algo siempre te ocurrirá. Es inevitable.

 

 

—¡Pues yo lo estoy evitando!

 

 

Siento un peso en mis hombros y mi cuerpo se tensa en un segundo. Anne abre los ojos como platos, ocultándolos después bajando su cabeza.

 

—¿A quién evitas, Michi? —doy un saltito en mi puesto. Chase camina alrededor de la banca hasta quedar frente a mí—. El profesor Marshall nos está buscando. Dijo algo sobre una competencia de no-sé-qué.

 

—¿El profesor Nathan? —me levanto de la banca. Miro a Anne, dándole un gesto de desaprobación al verla cabizbaja.

 

—Las reglas no correrán para ella —dice Chase de repente señalando con un dedo a mi amiga, ella se endereza entre una sonrisa de agradecimiento. Podría jurar que sus ojos han brillado de felicidad más que la vez que JJ se le declaró. Chase vuelve a mirarme— ¿Vamos? Sabes que ese viejo tiene un humor jodido.

 

Le echo un vistazo de nuevo a Anne, quien asiente en aprobación.

 

 

—¿En serio el profesor Marshall nos ha llamado a los dos o es una más de tus trampas? —le pregunto camino a la oficina del profesor de Lenguaje.

 

De reojo noto que Chase ha sonreído con mi pregunta.

 

 

—¿Cuándo te he tendido una trampa? —pregunta, deteniéndose en el camino.

 

—¿Olvidaste lo del jarrón? ¿Ah? —también me detengo y pongo mis manos en la cintura.

 

—Ah... eso. No te estoy mintiendo, boba. Ya lo comprobarás.

 

 

Continuamos nuestra travesía hasta la oficina del profesor Marshall, quien evidentemente, nos esperaba tras su escritorio con esa expresión severa y amargada. Hasta su oficina demuestra el poco amor que le tiene a la vida, pues parece la mazmorra de un vampiro. Antes de sentarnos, Chase me lanza una mirada de reproche y opto por disculparme con una tímida sonrisa.

 

—Han llegado al fin —dice, tan apático como de costumbre—. Iré directo al tema, no me gustan los rodeos.

 

—¿Ha ocurrido algo, profesor? —pregunto. Él asiente, lentamente, lo que provoca que me ponga nerviosa.

 

—Te han escogido para que representes Jackson en un Concurso

 

Estudiantil de Deletreo, —mi boca se abre sin pensar, por la sorpresa; es Chase, quién con su mano, vuelve a unir mis mandíbulas y juntar mis dientes— pero no podrás ir sola. Son dos los representantes del colegio. El director dictó que Chase debe ir también, siendo él el primero en la lista de notas.

 

Debían sacar el tema de las notas. Gracias por recordármelo...

 

 

—¿Dónde será el concurso?

 

 

—Los Ángeles —responde al instante—. Será en dos semanas, ¿qué dice, señorita Wallas, quiere ir?

 

Si gano ese concurso, definitivamente se vería bien en mi expediente al salir del colegio. Sólo tendría un problema... Bueno, dos; conseguir el permiso de mamá y soportar a Chase.