La noche del baile. Parte 3.

 

 

Tonta, tonta, tonta.

 

 

No encuentro ninguna excusa que decirle a Chase después de mi arrebato. Porque es eso lo que ha sido: un arrebato que prometo no volver hacer. Él sólo se ha quedado viéndome, tan sorprendido como yo. No ha dicho ni un comentario sarcástico y, en pocas palabras, me siento aterrada.

 

 

 

No me ha quedado más que salvarme con la excusa de remojar la toalla, otra vez.

 

—Deb... deberías dormir un poco —titubeo levantándome y desapareciendo en el baño.

 

Estoy a media vuelta de salir del baño con las gotas de agua fría recorriendo mi brazo a causa de la toalla húmeda, cuando me sorprende y paraliza encontrar a Chase en la entrada del baño, vistiendo sólo unos pantalones a cuadros y holgados. Su torso contorneado y bien trabajado frente a mis ojos es en lo primero que me fijo y después en su rostro de cerdo a medio morir.

 

—¿Qué haces acá? —pregunto con nerviosismo.

 

 

—Comprobando que no hubieses arrancado a tu casa —responde en tono serio. Lo agarro del brazo y lo llevo de vuelta a su habitación—. Si me dejas solo aquí, juró que haré tu vida miserable...

 

Aunque suena feo, me ha hecho reír. No fue por su advertencia peligrosa, sino porque en su estado, no puede intimidarme. Más bien, Chase ya no lo hace. Además, mi vida ya era una miseria ¿no? Parecía que sobre mi cabeza una nube negra cargada de lluvia me traía todos los denominados: problemas.

 

—No tengo esa intención —respondo en tono obvio—. ¿Por qué te asusta tanto quedarte solo?

 

Chase traga saliva. Tiembla un poco bajo las tapas y cierra sus ojos, recordando. Yo, ésta vez, no me siento sobre la cama, sino sobre la alfombra, con mi rostro en dirección él. Pongo la toalla sobre su frente, una vez más.

 

—Margareth y papá nunca estaban en casa cuando era niño. Tú sabes... cosas de trabajo —hace una pausa, entonces saca un brazo de las tapas y busca mi brazo, volviendo a agarrarme—. Era de noche y enfermé. Mi niñera había salido a comprar medicina, pero dejó una ventana abierta y un sujeto... entró —arrugó las cejas, como si reviviera el momento frente

a mis ojos—. Me golpeó una y otra vez para que le dijera donde rayos estaba la caja fuerte. Yo no tenía idea. De estar enfermo en mi cama, pasé a una cama en el hospital...

 

Carraspeo en señal que se detenga. Y parece surcar efecto.

 

 

—No me iré. Ahora trata de dormir un poco —tomo la mano que agarra mi brazo y la vuelvo meter bajo las tapas. Chase sonríe de forma leve y cansada.

 

—Eres una reservada muy atenta —abre su ojo derecho para mirarme. Ha omitido con mucha clase la palabra "nerd" de su frase y la ha sustituido por "reservada". A pesar de eso, no me espero lo que dice a continuación—. Gracias por soportarme.

 

Mis mejillas se inflan y se tornan de un notorio color rojo. Mi corazón vuelve a subir su ritmo, tanto, que creo que en cualquier momento me diagnosticaran taquicardia. Un cosquilleo incómodo aflora en mi estómago. Chase ha comenzado a causar un efecto poco agraciado en mí que jamás había sentido.

 

¿Acaso son las famosas mariposas en el estómago?

 

 

Golpe mental. Imposible. No, no. Descartado. Denegado. Omitido.

 

 

Ya lo dijo Mika, ¿no? Chase es de su hermana o quizás de la chica del otro día —que bien puede ser la hermana de Mika u otra chica—. Además, ¡ES CHASE! Posibilidades con él no ocurrirían ni aunque ésta sea una telenovela, porque Chase lo ha dicho antes: él no se fijará en alguien tan fea como yo. Y no lo digo porque así lo quisiera, sino porque ocupo el razonamiento. Y él ya tiene a alguien.

 

Fin de mi discusión mental. Chase es SÓLO un vecino y compañero.

 

*****

 

 

Los fugaces rayos del sol que entran por el ventanal de la habitación me alarman. Me he quedado dormida con la cabeza en apoyada en la cama de Chase y sosteniendo su... ¡Su mano! Sea lo que sea que haya ocurrido anoche, Dios me ampare.

Chase aún está dormido. Un alivio. Me suelto de su mano con cuidado y me levanto del piso sin emitir ruido. No quiero despertarlo. No quiero recordar lo que pasó ayer. Miro su rostro dormido. El estómago se me revuelve. Pato está dormido sobre los pies de Chase, estira sus patas y sacude la cabeza.

 

Mala señal: es hora de huir.

 

 

Salto a mi balcón y me meto en mi habitación. La espalda me duele un edificio...

—Allí estás, Michelle.

 

 

Pego un grito ahogado cuando veo a Anne sentada frente al ventanal, con las piernas cruzadas y la espalda recta.

 

—¡DIOS! ¡Por un momento pensé que era mamá! —exclamo agarrando mi pecho y sacando todo el aire contenido de mis pulmones.

 

—¿Puedes explicarme por qué vienes del balcón del lado? —agita sus brazos dramáticamente, como sólo ella lo hace— ¡¿Puedes explicar por qué desperdiciaste este rico helado de chocolate?! —extiende el envase de chocolate vacío, ella se lo ha tomado todo.

 

Cruzo mis brazos bajo el pecho. Miro a Anne frunciendo el ceño. Es momento de explicarle con lujos de detalles cómo fue mi noche a mi mejor amiga...