A todo le llega su final.

 

 

Si estás leyendo esto, posiblemente ya esté muerta.

 

 

Oh, Houston, no debería empezar así...

 

 

Está bien, está bien.

 

 

Si estás leyendo esto, posiblemente estaré muerta en unos minutos más, pues debo admitir que jamás en mis 17 años de vida, incluso estando en el vientre de mi santísima madre, creí que iba a correr tanto —las clases de gimnasia no cuentan— ni que mis piernas me darían para hacerlo como la reencarnación de Usain Bolt. Mi pecho sube y baja a toda prisa, al tanto que un mareo es el inicio de problemas.

 

Busco algún sitio para sentarme y recuperar energías. Lo peor de todo, es que mi malgasto de energía ha sido en vano. Ya es demasiado tarde.

 

Lo que parecía una mañana normal se convirtió en la carrera más excitante —en el buen sentido de la palabra, claro— de mi vida. Partiendo por mi "relajada" mañana.

 

Mi día inicio con los gritos de mi madre desde el otro lado de mi habitación, golpeando mi puerta con fuerza provocando que despierte más traumatizada que los demás días.

 

—¡Michi, estás atrasada! —gritó, volviendo a golpear mi puerta.

 

 

Me levanté de la cama y me sacudí entera, dando palmaditas a mis mejillas para despertar y asegurarme que estaba en mis cinco sentidos y no en una macabra pesadilla. Luego de cerciorarme de que mi pase en el mundo de Morfeo se había agotado, salí de mi habitación en dirección al baño para tomar una ducha rápida o, al menos, cepillarme los dientes.

Sin embargo, cuando fui a abrir las llaves del grifo descubrí que no el agua estaba cortada.

 

—¿¡Y el agua?! —les pregunté a mis padres, asomándome por el umbral de la puerta del baño.

 

—A tu padre se le olvidó pagarla —informa mamá desde la cocina—. Sólo hay agua del termo.

 

Un buen inicio de mañana para una buena estudiante en proceso de remediar sus fatídicas notas.

 

Ni siquiera tomé desayuno dado a lo apurada que estaba, así que emprendí mi camino hacia el paradero corriendo y con el estómago vacío. Y cuando estaba casi a media cuadra de llegar, divisando en la lejanía aquella señalética que reza «Parada de buses», vi como el autobús escolar pasaba junto a mí sin detenerse. Volví a correr sin obtener resultados favorables.

 

Ese fue el inicio de una conspiración del mundo contra mi persona.

 

 

De Allek o sus amigos con auto tampoco hubo rastro, así que tuve la necesidad de pedirle a un taxi que me llevase a Jackson, gastando así mi dinero para el almuerzo.

 

Ya en Jackson, todos y cada uno de los estudiantes estaban dentro de sus salas. El pasillo principal, donde mi taquilla me aguardaba, estaba hecho un desierto que sinceramente daba miedo. Caminé en silencio hasta mi casillero y saqué de allí cuaderno correspondiente para asistir a clases; sin embargo, la ambición me consumió unos instantes y me sedujo para contemplar la lista de notas unos segundos.

Allí estaba mi nombre otra vez, bajo el nombre de Chase y sobre el nombre de Bonnie Price. Una sensación de satisfacción me invadió, sabiendo que volví a mis viejas andanzas y que estaba teniendo resultados positivos. Y aunque aún estoy en segundo lugar, tengo la esperanza de que el último día mi reluciente nombre esté en el numero uno. Ya saben lo que dicen: la fe es lo último que se pierde.

 

—Permiso...

 

 

Mi voz algo temblorosa dejó a todos en la sala de Lenguaje callados. Me asomé por el marco de la puerta esperando la aprobación del Profesor Marshall para entrar. Él, como era de esperarse, hizo un gesto apático indicando que entre y me siente. Su conocida y distintiva expresión seria, mantenía a todos los estudiantes callados como en un funeral; no obstante, a una semana de la graduación, las clases y la flexibilidad de los profesores ha cambiando permitiéndonos llegar algo tarde y charlar

en clases cuando se pueda.

 

 

Caminé hacia mi asiento, junto a Bonnie y Anne. Las dos me hicieron señas para saludarme, a los que respondí con una sonrisa. Fue entonces, cuando estaba llegando a mi asiento, que mis ojos se deslizaron como por acto-reflejo, en dirección a los tres últimos asientos, encontrando el último vacio.

 

Aunque poco me complace hablar sobre el dictador de cuarta que vive en el departamento del lado, recibí rumores que su entrevista sería mañana, por lo que hoy viajaría para rendirla. Gracias a ella Chase ha pasado la mayor parte del tiempo estudiando, siendo visitado por la rubia de la otra vez —o eso al menos me ha dicho mamá— y ausentándose en clases. Sus desapariciones se notan bastante, haciendo una enorme diferencia en el trato que ahora todos le tienen a Los Tres Mosqueteros. Si bien antes eran temidos y todos procuraban seguir las tres reglas, hoy parecen chicos normales con grandes egos. Los de cursos inferiores los ven como chicos alucinantes y de admirar, mientras los otros sólo los ven como un trío de "chicos con privilegios". Además, todos los de último año están ocupados del Baile de Graduación; las chicas buscando el vestido perfecto y los chicos a su pareja perfecta.

 

Ustedes ya deben hacerse una idea de mis planes para ese día,

 

¿verdad? Llorar a mares viendo una película se ve mucho mejor que llorar a moco tendido por alguien que no me corresponde.

 

—Hola —saludé a Anne y Bonnie al sentarme—. ¿Qué hay de bueno?

 

 

—Estábamos pensando en ir a comprar los vestidos para el baile, Michi

 

—comentó Anne, anotando disparates en el cuaderno que yacía sobre su mesa—. Queda poco y los buenos vestidos son todos comprados por las zorras. ¿Nos acompañas?

 

Hice una mueca dubitativa, para luego negar con la cabeza. Debía trabajar como ya acostumbraba; la jefa ya me tenía entre ceja y ceja debido a que estuve faltando algunos días. Pensé en renunciar, pero me negué puesto que la cafetería en mi única forma de ingresos.

 

—No, estaré haciendo otras cosas.

 

 

—Qué aburrida eres. Eres una adolescente amargada, ¿lo sabías? —

 

espetó mi amiga colocando sus verdosos ojos en blanco.

 

 

—Sabes que nunca me gustaron esas cosas... —le recriminé, sacando mi cuaderno de la mochila—. Además, nadie me ha invitado, no quiero dar lástima estando sin pareja.

Dejé el cuaderno sobre la silla, esperando algún argumento en contra por parte de mi amiga, pero todo lo que recibí fueron unos codazos en mi costilla.

 

—¿Qué pasó con el chico de lentes?

 

 

Desde que me puse a llorisquear en plena calle después de ver a Chase con una rubia y actuando como si no nos conociéramos, nunca más volví a ver a Luka. Pensé que sería alguien con más empatía y me consolaría... o por lo menos esperaba que me ofreciera un pañuelo, pero salió arrancando como perseguido por perros rabiosos. Si bien no me interesaba profundizar nuestra relación, esperé que fuera un alma solidaria.

 

—No hablamos más —respondí con frialdad, recordando cómo se marchó en plena noche.

 

—Ve con Bonnie, las dos hacen linda pareja —bromeó, moviendo las cejas de arriba abajo—. Tú haces de hombre y ella de mujer.

 

Bonnie se atraganta con su saliva y tose, inclinándose hacia nosotras.

 

 

—Lo siento, pero iré con alguien más —aclara, sonrojándose de pronto.

 

 

—No me digas que...

 

 

La oración de Anne quedó inconclusa —quiero imaginar por su asombro—. Bonnie le lanzó una mirada rápida al inexpresivo chico que se sienta en el último asiento de la sala; ese sitio lúgubre que expele cierto grado de terror demoniaco. Cuando volvió a mirarnos, sonrió con timidez uniendo mis dos mandíbulas que en ese momento se encontraban separadas de la pura sorpresa.

—¿Tú se lo pediste o él a ti? —interrogué, llevando mis manos a la boca, para cubrirla aún sorprendida.

 

—Fui yo y él accedió —explicó—. Dijo que pasaría a buscarme pero que ni en sueños pensara que llegaría con una limosina o algo por el estilo. Dijo que no era lo suyo, y que yo era la interesada.

 

Já, típico en Allek.

 

 

—Aún no me lo creo... —pronunció Anne, negando con la cabeza—. Después de todo si tiene sentimientos.

 

Ambas reímos, pero fui la primera en detenerse, sabiendo que la única sin pareja soy yo. Anne volvió con Anne después de disculparse en el boliche, Bonnie irá a la graduación con Allek —todos sabemos qué pasa en las graduaciones, ¿no? Y no, no me refiero a una matanza despiadada por parte de una chica como venganza luego de ser bañada en sangre de cerdo.

 

Y yo estaré llenándome el estómago con helado. Qué lindo.

 

 

Luego de clases, me dirigí dando saltitos hacia la cafetería, esperando ansiosa encontrarme con Allek para preguntarle más sobre lo de la graduación. Pero él aun no llegaba, por lo que mi interrogatorio tardaría en llevarse a cabo.

 

Me ocupé de todas las labores dando el cien por ciento de mí, como hace mucho tiempo no lo había dado, incluso me ocupé de enseñarle todo a las dos chicas nuevas que llegaron hoy, ambas estudiantes de tercero de un colegio femenino, Dell y Thiare. Así que mi rendimiento fue más allá de las expectativas de la jefa, siendo ella misma la que lo comentó asombrada.

Fue entonces que Allek hizo su flamante aparición en la cafetería. Entró a los vestidores de hombres, y allí lo esperé hasta que salió con el uniforme de la cafetería puesto. Apenas puso un pie en el pasillo oscuro lo intercepté cual ladrón a un adolescente por la noche.

 

—¡Dame todos los detalles! —le ordené, amenazándolo con una cuchara que tenía guardada en el delantal. Él sólo me observó interrogante, para luego zafarse de mi agarre sin mayor esfuerzo— Vamos, Morris, no

tienes que hacerte el indiferente o guardarlo más. Me enteré de todo. Él se detuvo, pero no miró hacia atrás.

—¿Qué quieres saber?

 

 

Me encogí de hombros, meditando su pregunta que me pareció de lo más extraña. Al parecer mi silencio le causó curiosidad, pues volteo a verme.

 

—Me gustaría saber cómo fue... es intrigante —acaricié un mechón de mi cabello con ansiedad. Tengo la manía de hacerlo siempre cuando algo

me inquieta.

 

 

—Fue después de clases —comenzó a relatar— el mismo día en que me pegaste la patada que casi me deja en silla de ruedas. Yo estaba

saliendo de Jackson, cuando me llamó. Me extrañó que me hablara, puesto que nunca lo hace con frecuencia, o mejor dicho, nunca lo hace

—Sí, Bonnie suele ser tímida en ese aspecto, por lo que siento algo de empatía con ella—. Me detuve y esperé a que hablara; me dijo que te dijera lo de sus ex novias para que sospecharas de su comportamiento. También dijo que estabas bajando tus notas y se sentía algo culpable por ello, así que accedí a hacerlo.

Un enorme signo de interrogación fue tatuado en mi frente —No, en tooooda mi cara—. No logré procesar del todo su explicación puesto que creí que hablábamos sobre cómo Bonnie lo había invitado a salir, pero de pronto sacó lo de Ellen y todo se revolvió dentro de mí. De la pura impresión dejé caer la cuchara con la que lo había amenazado y con el sonido que hizo ésta al caer, sólo pude colocarme a reír como una demente.

 

—¿D-de qué estás hablando? —pregunté con incredulidad, manteniendo una absurda sonrisa en mi rostro.

 

Él dio dos pasos hacia mí, que bastaron para quedar frente a frente. Alzó una ceja, viendo con sospecha mi expresión, sea cual sea la que tuviera en ese momento.

 

—Que tu noviecito me pidió hacerte creer que estuvo contigo por Ellen —

 

respondió con un tono quedo, como si todo le pareciera absurdo. Y es que lo parecía por donde lo viese.

—¿Es una broma, verdad? ¿Por qué haría eso?

 

 

Don Expresivo se encogió de hombros.

 

 

—Sólo cumplí con hacerlo. Y no, no es una broma —espetó— ¿Crees que estoy para hacer algo así?

 

Negué con la cabeza, aún sin salir de mi desconcierto. Una fuerte punzada en mi pecho fue la que de seguro revivió mi impresionado corazón. De pronto, sentí que el sentido de mi existencia podía tener la mínima esperanza de recobrar un poco de cordura y la carencia deseos de tener un nuevo amor a estas alturas de mi vida. Porque ni todo el orgullo que mi persona posee puede negar que escuchar las palabras de Allek encendieron una chispa en mí que se había apagado la tarde en que Chase terminó conmigo. Ahora que su repentino cambio se debía a que se estaba preocupando por mí, todo cobraba sentido... o al menos una parte.

 

—Si eso es cierto, ¿entonces no soy un reemplazo, verdad?

 

 

—No... supongo.

 

 

—Si eso es cierto, ¿lo hizo porque se preocupó por mis estudios, verdad?

 

Allek, chasqueó la lengua.

 

—¿Debo responder a eso?

 

 

En ese momento, un impulso me invadió por completo. Busqué mi celular en uno de mis bolsillos y vi la hora; faltaban algunos minutos para que Chase partiera rumbo a donde sea que quede su universidad. Debía obtener respuestas serias. Respuestas que salieran del mismísimo dictador con rostro de modelo de Calvin Klein. Lo segundo que hice

luego de mirar la hora en mi celular fue darle un abrazo de osos a Allek, el cual ni siquiera atinó a responder. Lo tercero, fue salir a la calle para pedir un taxi que me fuese a llevar al aeropuerto. Una vez sentada en un taxi podía sentir la adrenalina recorriendo mi cuerpo y mi corazón golpeando mi pecho con todas sus fuerzas.

 

—¡Siga a ese auto! —le grité al conductor, señalando el auto frente al taxi. Él me miró con ojos serios desde el espejo retrovisor— Lo siento — sonreí incómoda—, siempre quise decir eso. Voy al aeropuerto.

 

Siempre me ilusioné con los romances que presentaban las películas, queriendo tener alguno que fuese similar. Coincidentemente, todos ellos en su mayoría terminan en un aeropuerto o bajo la lluvia, siendo los dos empapados; donde luego de una reconciliación los dos se besan con pasión prometiéndose amor eterno. Por eso me resultó sensacionalmente excitante el dirigirme a un aeropuerto para encontrarme con el chico que le dio altos y bajos a mi corazón, para luego hacerlo añicos con declaraciones inexplicables que, ahora, logran darle sentido a su cambio de ánimo repentino.

 

—Llegamos —me informó el conductor, estacionándose frente al aeropuerto que si bien ya me era familiar, ahora lo conozco al revés y al derecho.

 

Miré el contador digital que cada taxi tiene enseñando el costo del viaje, metiendo mis manos a los bolsillos. Pero no di con mi monedero o alguna mísera moneda. Mis ojos se agrandaron del puro susto y el conductor, volvió a mirarme por el espejo.

 

—Creo que... perdí mi monedero —expliqué palpando cada bolsillo de mi ropa. Busqué de paso mi celular, pero tampoco estaba—. También mi celular.

 

—Vamos, niña —ladró el conductor, girándose en mi dirección—, no estoy para juegos.

 

Di un grito ahogado al notar que mi bolsillo tenía un orificio del tamaño de

 

Neptuno.

 

 

—Ay, no... No ahora, por favor —Revisé los asientos y bajo los asientos del taxi, sin encontrar ninguna de mis pertenencias. Tragué saliva sólo pensando en la forma en la que tendría que volver a mi casa; sin dinero y sin alguien a quien llamar—. ¿Puede no cobrarme? —interrogué con un dejo de broma en mi pregunta.

—No me moveré de acá hasta que me pagues, niña —sentenció—. Más vale que consigas dinero y me lo traigas, o no responderé sobre mis futuras acciones.

 

En ese momento mi cabeza comenzó a recitar un pequeño testamento lleno de incoherencias que el momento me permitió hacer.

 

—Conseguiré el dinero y vendré a dejárselo, pero antes necesito encontrar a alguien. Si fuese tan amable y ayudarme con mi búsqueda sería fantástico.

 

El hombre lanzó una carcajada gruesa que rebotó por todo el taxi.

 

 

—Niña, no estoy para juegos de adolescentes. Soy un hombre ocupado.

 

—Sólo es una pequeña ayuda para obtener alguna respuestas... por favor —le supliqué, poniendo mi mejor cara— ¿Es que nunca quiso a alguien y lo perdió por una idiotez?

 

El conductor, bajó la cabeza guardando silencio. Luego, con un movimiento rápido sacó las llaves del taxi y se bajó del auto, haciendo una seña para que saliera también. Con una enorme sonrisa salí del auto, cerrando la puerta de un portazo. El hombre cerró con llave la puerta del taxi y juntos nos adentramos al aeropuerto.

 

—¿Cómo es el chico que buscas? —preguntó, mirando hacia todos lados.

 

—Es alto, tiene el cabello castaño y desordenado, como si se hubiese recién despertado. Tiene los ojos algo verdosos. Tez blanca, con vellos en su barbilla y una sonrisa de comercial dental. Suele llevar consigo una mochila de mezclilla con logos de bandas cocidos en ella. Tiene la manía de rascarse la mejilla cuando está confundido y sonreír con arrogancia cuando notan que los están mirando. Su nombre es Chase Frederick, y probablemente esté acompañado de su madre —le informé al conductor, quien asintió con cada descripción—. Su madre se llama Margareth Thompson; suele vestirse con trajes extravagantes, la reconocerá al instante.

 

Y así, emprendimos la búsqueda de Chase y Margareth por todos los recónditos lugares del aeropuerto. Corrí de lado a lado siendo guiada por mi instinto, pero no logré dar con nadie. Incluso osé a entrar al baño de hombres preguntando por Chase, sin embargo, mi penosa humillación y regaño gratis por parte del guardia, no dio resultados positivos. El aeropuerto que hace un tiempo me parecía tan normal y pequeño, se convirtió en una pesadilla y en gimnasio personal de cualquiera que corre de lado a lado sin obtener resultados positivos. No obstante, un ápice de esperanza me decía que aún podía encontrarlo, hasta que vi que el vuelo hacia Connecticut ya había despegado.

 

Por eso, si estás leyendo esto, probablemente esté muerta y debiendo una millonada de dinero. Con millones de preguntas martirizándome la cabeza, y otras cien teorías queriendo obtener resultados.

 

Vuelvo al taxi, donde el conductor, me está esperando.

 

 

—Si me lleva a la cafetería Coffe Dreams le pagaré todo lo que le debo

 

—le sugiero al hombre casi en un hilo de voz—. Y de paso, le daré un capuchino gratis por soportarme.

 

—Bien —accede, encendiendo el motor del taxi—. Mejor que sean dos.

*****

Arrastro mis pies de camino entrando al indecoroso edificio donde tengo la gracia de vivir, aunque con mi deprimente aspecto y poca esperanza, luzco como alguien que quiere suicidarse o planea matar a alguien. Pero sí, si tuviese que elegir matar a alguien, ese alguien sería Chase. Fue por su culpa que hice un viaje al aeropuerto y corrí una maratón llena de obstáculos de huesos y carnes, sólo para oír de su boca que todo lo que dijo e hizo fue con una buena intención. Qué más da ahora; llegué demasiado tarde y ahora Chase debe estar con su trasero bien moldeado en uno de los asientos de avión, durmiendo plácidamente para su entrevista.

 

Quédate calvo, Chase.

 

 

Entro al ascensor con paso lento. Si tuviese que compararme con algún animal, seguro la tortuga sería el que me describe a la perfección ahora. Aprieto los votos correspondientes y las puertas del ascensor se cierran. Tras un remesón que me hace levantar más de una legaría al cielo, el ascensor comienza a subir, hasta detenerse en el séptimo piso. Una vez abiertas las puerta, me dispongo a salir con el paso igual de lento a como entré.

 

Frente a la puerta del departamento, golpeo.

 

 

Desde el otro lado, se escuchan unos pasos que por unos segundos me hacen creer que son de un gigante; sin embargo, sólo es mamá.

 

—¿Y esa cara, Michi? —pregunta al abrirme.

 

 

—Es una larga historia, mamá —respondo, cerrando la puerta—. Creo que iré a acostarme sin cenar.

 

Ni siquiera le pongo atención a la respuesta de mamá.

Entro a mi habitación, encendiendo la luz. Mis ojos se clavan en mi tentadora cama y sonrío sabiendo que si tuviese vida propia, mi queridísima cama sería el amante perfecto para una niña como yo. Me quito los zapatos sin quitarle los ojos de encima, hasta que unos maullidos me distraen.

 

Es Pato, pidiendo entrar.

 

 

Me acerco al ventanal y lo abro, dejando que mi gato entre y se pasee por mis piernas. Una ventisca mece mi cabello y de paso estremece las cortinas, sin embargo, eso no es lo que me tiene de pie, inmóvil, intentando agudizar mi oído.

 

No sé si el cansancio está haciendo efecto en mí, o es que ya me volví loca. Quizás son las dos cosas... No lo sé. Lo que sé es que acabo de escuchar un ruido en el departamento de Chase. Dejo de respirar un momento, con el fin de acentuar mi sentido auditivo, comprobando que mis sospechas son claras.

 

Avanzo por el balcón hasta chocar con la baranda que divide un balcón del otro. De pronto, todo se sume en un completo silencio tan mortífero como el escalofrío repentino que me recorre la médula. Trago saliva, inclinándome por la baranda con el fin de ver qué pasa en el departamento del lado.

 

Una luz se enciende, iluminando el balcón. Instintivamente me agacho, quedando en cuclillas. Cierro los ojos con fuerza, contando los segundos para volver levantarme.

 

1... 2...3...

 

 

Un carraspeo interrumpe mi conteo.

Me petrifico, abriendo los ojos. Lentamente, levanto mi cabeza para visualizar así a la persona que está desde el otro lado de la baranda. Dentro de mi cabeza una serie de candidatos se presentan ante mí, mas ninguno concuerda con el arrogante, testarudo y mentiroso por naturaleza que tengo en frente.

 

—¿Intentabas espiar en mi habitación? —curiosea Chase, cruzándose de brazos— Estás mal acostumbrada, Michi.

 

Me levanto de un salto, frunciendo el ceño.

 

 

—Tú... —Alzo mi puño, enseñándoselo amenazante. Chase da un paso hacia atrás, al ver mi repentina reacción. Aprieto mis dientes con fuerza, conteniendo las enormes ganas de descargar mi furia en su lindo rostro, otra vez. Olviden lo de "lindo rostro" y reemplácenlo por "futuro morado rostro". Mi mano está temblorosa, siéndole el ritmo a mi barbilla. Muerdo mi labio inferior para que deje de temblar. Inhalo y exhalo, calmándome a mí misma. Una vez más tranquila, bajo mi puño—. Fui al estúpido aeropuerto creyendo tontamente que te encontraría allí, antes de que te fueras por lo de la entrevista. Corrí como una niña pequeña de lado a

lado gritando tu nombre incontables veces. Recibí regaños de cinco guardias por entrar a baños de hombres. Me lamenté todo el camino hasta aquí creyendo que te habías ido para que al llegar y desear descansar en paz, te encuentre en tu habitación... y no sólo eso, oses a decir que intentaba espiar en tu habitación. ¿Me quieres ver la cara?

 

Chase me observa confundido.

 

 

—¿Y por qué me buscabas en el aeropuerto? —espeta, apoyando sus manos en la baranda.

 

—Porque... ¡Porque necesito respuestas!

Chase ríe a carcajadas que me vuelven propensa a querer lanzarme por el balcón. No obstante, me contengo para después. Sólo piénsenlo un momento: ¿por qué lanzarme yo si puedo lanzar a Chase?

 

—¿No podías esperar a que volviera de la entrevista, Michi? —pregunta entre risas— No me voy para siempre.

 

Cierto, no lo vi de ese modo. Estaba tan ensimismada por saber la

 

verdad en toda esta maraña de enredos que no pensé que podía esperar hasta dentro de unos días para solucionar todas mis interrogantes.

 

Yo no pienso y luego actúo. Yo actúo, sufro las consecuencias y luego pienso.

 

—¡Como sea! —Niego con la cabeza, gruñendo— Allek confesó todo por error. Dijo que le propusiste levantar sospechas sobre el porqué salías conmigo. Que te sentías culpable porque estaba bajando las notas. ¿Es eso cierto?

 

Él baja su cabeza, luego rasca su mejilla.

 

 

—Tal vez.

 

 

—Un «tal vez» no me sirve para nada —recrimino, inclinándome hacia él para que me mire—. No empieces con tus estúpidos divagues porque te juro que estás quedando como el malo de la historia, Chase —No hay respuestas. ¡Señoras y señores, además de mentiroso, Chase ha vuelto mudo!—. No me sorprendería que todos estén deseando colgarte de cada testículo desde una grúa y zamarrearte de lado a lado. O peor, que te-

 

Un pequeño beso interrumpe mi intento de hacer entrar en razón a

 

Chase. Me resulta desconcertante el que lo haga tan repentinamente, pero más que eso, que se atreva a hacerlo aún sabiendo las consecuencias.

 

—A ver si con eso te callas un momento —inquiere, esquivando mi bofetada. Hago otro intento por sacar el salvajismo interno que llevo, más él me retiene del brazo—. Lo que te contó Allek es verdad —confiesa, soltándome—, lo planifiqué todo cuando te escuché hablar con Mars después de clases. Lo hice para que no perdieras tu rubro, para que no dejaras de lado tus ambiciones. Como supe que reaccionarías mal si terminaba contigo por un simple asunto de estudios, creí que la forma más factible de hacerlo sería provocándote con el asunto de Ellen. Por eso desaparecí aquel día de pronto, sin avisarte y te llamé justo en el momento. Por eso cuando entraste en mi habitación pronuncié el nombre de Ellen mientras fingía dormir.

 

—¿Preferiste herirme a decirme la verdad? —Río con incredulidad— Eres más tonto de lo que creí, dictador egoísta. No debiste pensar por ti mismo. Lo irónico de todo esto es que parece tu mentira bien elaborada, resultó bastante mal ese día en que nos encontramos en la calle. Ibas con una rubia y actuaste como si no me conocieras. Así de rápido me reemplazaste, ¿no?

 

Chasquea la lengua, mostrándose molesto.

 

 

—Y tú estabas como ese cuatro ojos con aspecto de hipster —recrimina, frunciendo el ceño—. Ganas de golpearlo no me faltaron, pero tuve que contenerme. Y esa "rubia" no es una rubia natural; además es mi tutora. Me está preparando para la entrevista de mañana. Nunca tuve intenciones de reemplazarte. ¿Por qué clase de chico me tomas, boba? No soy como Jax.

—Eres mucho más bruto —refuto, negando con la cabeza—. Y hablando de Jax, Anne y Bonnie escucharon una conversación entre los dos donde decías que te habías aburrido de "alguien"...

 

Chase bufa, librando tensiones. ¿Para qué mentirles? Todavía tengo deseos de lanzarlo por el balcón, pero he sabido contenerme hasta ahora... al menos hasta que todos los puntos queden perfectamente aclarados.

 

—Hablaba de mi tutora —responde—. Es alguien tan formal y rutinaria que aburriría a cualquiera... —agarra mis mejillas y las aprieta al estilo de Tía Molly— Muy diferente a ti que salen con cada cosa divertida, Michi.

¿Cómo podría reemplazar al objeto de mis burlas?

 

 

—Deja de burlarte de mi persona, Chase —le ordeno, apartando sus manos—. Estoy molesta aún. No creas que perdonaré esto y te recibiré con los brazos abiertos.

 

Me mira con una mueca de decepción.

 

 

—Lo supuse, la verdad —confiesa—. Pero podemos hacer algo...

 

 

Los ojos de Chase parecen iluminados por una luz celestial —o quizás es mera impresión mía— que destellan un brillo impropio en él o la situación por la que estamos hablando. Estoy a punto de replicarle sus últimas palabras y de paso preguntarle si usa lentes de contacto, sin embargo,

su repentino salto hacia mi balcón me deja sin palabras. Agarra mi mano y me arrastra hacia mi habitación. Abre la puerta casi de una patada y

me guía por la sala hasta salir al lúgubre pasillo.

 

 

—¿Qué quieres hacer?

 

No tengo respuestas. Nos adentramos al ascensor. Oprime el botón para bajar, y en unos segundos, el ascensor se encuentra en el primer piso. Cuando las puertas se abren, sale con paso decidido, para luego voltear en mi dirección.

 

—Recreemos nuestro primer encuentro aquí.

 

—¿Para qué? —pregunto.

 

 

—Para comenzar de cero, claro.

 

 

Las puertas del ascensor comienzan a cerrarse y me apresuro en presionar el botón con el número 7 inscrito. Cuando la abertura que pesara la recepción del edificio con el ascensor, se hace más pequeña, veo que la pierna de Chase se interpone entre las dos puertas haciendo que se vuelvan a abrir.

 

Es como estar en el primer día de clases. En la misma precaria situación que me dejó con un ataque de nervios y me hizo creer que estaña alucinando.

 

Chas entra con el mismo rostro desinteresado de aquella vez, presiona el número 7 y luego, el de cerrar las puertas. En lugar de apoyarse en una de las paredes del ascensor con gesto indiferente y arrogante, se coloca junto a mí dándome un codazo en la brazo.

 

—Hola —saluda—, soy Chase Frederick, pero cierta persona suele llamarme dictador de cuarta o bobo. Pienso estudiar el mundo de los negocios. A pesar de tener una larga fila de pretendientes, sólo he tenido ojos para una que desesperante, infortunada, estudiosa y delirante chica que siempre ha intentado superarme en los estudios. Lo que me atrajo

de ella no fue su aspecto, su forma extraña de vestir, o su físico. Lo que me atrae de ella son sus agallas, las expresiones que cambia constantemente, su sentido de la vida y la forma en que mira a todos, lo mala que es para mentir, su habilidad por meterse en problemas, cómo muerde su labio inferior mientras frunce el ceño cuando escribe, su fetiche por oler las páginas de los libros y su paciencia para soportarme mientras me escucha, entre otras cosas... Es una niña malhumorada, pero completamente dulce a su modo. ¿Crees que pueda perdonarme y aceptarme de nuevo?

 

—¿Qué clase de niña desesperante, con mala suerte, estudiosa y delirante no podría aceptarte, Chase Frederick? —pregunto, sintiendo mi pecho estrujarse. El ascensor se detiene y abre sus puertas, pero antes de bajar, presiono el botón rojo para detener el ascensor— ¿Tú realmente quieres que termine loca por ti, verdad?

 

Una sonrisa juguetona se dibuja en los labios de Chase.

 

—Creo que eso ya es un hecho, Michi.

 

 

Da unos pasos hasta disminuir la distancia entre los dos. Mi corazón palpita de una forma desenfrenada ante su cercanía cada vez más estrecha. Sus manos viajan hacia mi espalda y me aprisiona con fuerza contra su pecho. Sus latidos son fuertes e igual de agitados que los míos. Dicen que cuando dos personas que se aman se abrazan, sus latidos se sincronizan y laten como uno. Quizás esto es la prueba de ello. Recuerdo que para año nuevo pedí permanecer con Chase por el resto de mi vida, pero no quiero eso... quiero estarlo incluso después de ella.

 

—Ah... ustedes son el par de jovencitos que trabaron el ascensor —

 

acusa Sr. George junto a las escaleras.

 

 

—Yo no fui —dice Chase—. Es culpa de esta niña demente que intenta seducirme, Sr. George.

Abro mi boca, ofendida ante la risa de los dos.

 

 

—¡Chase! —exclamo, dándole un golpe en el hombro— ¿Tú nunca cambias, verdad?