Nuevos problemas. Parte 1.
—¿¡QUÉ?! —aparto el celular de mi oído cuando Anne da otro de sus dramáticos gritos emocionada. Acabo de contarle lo que vi: A Chase entrar en el departamento del lado, deduciendo que es mi nuevo vecino... a menos que solo esté de paso, cosa que es poco probable. Escucho un rechinido y supongo que está saltando en su cama— Mierda, mierda,
¡MIERDA! —grita de nuevo.
—Ya cálmate, ¿quieres? —doy un soplido al aire—. Aún no lo confirmo
—digo cortando de golpe su emoción, escucho que deja de saltar y bufa.
—Bueno... —dice con resignación en su voz— habrá que darles la bienvenida, ¿no?
—Dime que no te estás pensado lo que creo que estás pensando...
—Iré por dinero. Tú espérame en ahí. Llegaré con cupcakes —ordena con voz fría. A veces creo que mi amiga sufre bipolaridad o algo por el estilo. Sus cambios de humor dan miedo.
—¿Qué hay con las reglas? ¿Y si lo vemos? —espeto antes de que corte.
—Por favor, Michi —lanza una carcajada burlona—. Las tres reglas sólo corren dentro de Jackson... —carraspea— creo.
Fin de la llamada. Me quedo viendo la pantalla de mi celular sin poder procesar lo que Anne acaba de decirme —¿Ella dijo que qué?—.En un par de minutos, el timbre suena. Es mamá quien abre la puerta y me grita desde el living.
—¡Te buscan, Michi! —la oigo gritar desde la entrada y que le ofrece pasar. Salgo de la habitación algo desorientada y clavo mis ojos en los dos cupcakes decorados que Anne trae consigo. Luego, la miro a ella; está sonriendo, como una demente.
—Maldición, Anne —gruño. Un escalofrío recorre mi espalda cuando soy consciente de que he maldecido frente a mamá—. Es decir, no creí que hablaras en serio —agarro un cupcakes y lo examino; sencillamente, se ven deliciosos—. Eso de presentarse ante los vecinos nuevos no es muy tuyo que digamos...
—Es un riesgo que me atrevo a correr —responde—. Necesito saber que no me has mentido.
Blanqueo mis ojos y le hago un gesto con la cabeza para que salgamos. Al cerrar la puerta tras de mí, siento que las manos me tiemblan. Actúo como una completa estúpida cuando estoy nerviosa, en serio. La torpeza se convierte en mi peor aliada.
Anne y yo avanzamos lentamente hasta la puerta 121. Miro de reojo a Anne cuando las dos nos encontramos frente a la puerta de madera blanca. Estamos decidiendo quien se atreverá a golpear. Antes de alzar mi mano libre, es Anne quien golpea.
Me guiña su ojo derecho y saca su lengua.
—Te tocará hablar a ti —sentencia en tono divertido.
Planeo contestarle con un comentario sarcástico, pero las palabras mueren en mi boca cuando escucho la puerta abrirse. En un pestañar, frente a nosotras, una mujer parecida a una súper estrella, se encuentra sonriéndonos.
Que dentadura tan perfecta...
Con unos ojos grises, el cabello corto castaño y rizado, unos labios filos cubiertos de labial rojo y un parecido impensable a Chase, dejan en evidencia que ella no es nadie más que su madre.
—Uhm... le tra-traemos unos cupcakes, como bienvenida —titubeo sintiendo mis mejillas arder. La mujer cambia drásticamente su rostro a uno de asombro mezclado con ternura. Anne es una copia de aquella mujer—. Si no le molesta.
—¡Oh... pero que bellas! —exclama juntando las palmas de sus manos—Por Dios. Pasen, no se queden en este oscuro pasillo.
Se aparta un poco de la puerta y la abre para que pasemos. El departamento tiene la misma estructura que el mío, sólo que con las paredes de un monótono color beige. Hay cajas por donde mire, cada una de ellas más grande que la otra.
—Soy Margareth —se presenta dejando los cupcakes sobre una mesita blanca.
—Nosotros somos Anne —se aproxima a decir mi amiga, apuntándose con el dedo pulgar, y luego me apunta a mí— y Michi... ¡digo Michelle! — se corrige al instante— Michi es su apodo —Cuando la señora Margaret me mira, no puedo evitar sonreír de forma tonta. Es como estar frente a Angelina Jolie o algo parecido—. Si quiere podemos ayudarle a desempacar. Michi y yo no tenemos nada que hacer.
Las dos nos encogemos de hombro y sonreímos como si fuésemos niñas buenas e inocentes. Margareth lleva un dedo a su barbilla, meditando nuestra propuesta.
Válgame el cielo, Batman... qué uñas son esas.
—Está bien, bellas. Ayúdenme. Iré abajo por unas cuantas cajas más. No me tardo.
Diciendo eso, Margareth abandona el departamento, dejándonos a Anne y a mí rodeadas de cajas con objetos extraños dentro. Y sobre Chase no hay rastro
Bien Michi, sólo lo imaginaste. Estás tan loca y cegada por tu odio que imaginaste a Chase Frederick en el edificio... ¡Qué deprimente!
Anne y yo revisamos un par de cajas hasta toparme con un jarrón con un decorado Art Nouveau. Siento que del jarrón sale una luz casi celestial debido a la belleza de éste. Anne me mira curiosa.
—Ten cuidado con eso —arruga su nariz al ver el jarrón—. Parece valioso.
Hago caso omiso a sus palabras y sigo contemplando con detalle el jarrón. Su estructura, las enredadas flores y tallos que posee. Hasta que escucho en la lejanía el crujir de una puerta y unos pasos acercarse hacia mí.
—¿Quién eres y qué haces con ese jarrón? —Dejo de respirar.
¿Esa voz es de quien creo que es?
Alzo mi cabeza para ver quién es la persona que tengo frente a mí. Y al comprobar que mi peor miedo se ha hecho realidad, suelto el jarrón. Éste cae al suelo haciéndose añicos. Me he quedado petrificada, como una estúpida momia —Es Chase, maldición ¡ES CHASE!—.
—Oh mierda... —dice él, mirando los trozos del jarrón—. Mamá te matará, niña ¿Sabes cuánto cuesta ese jarrón?
Despierta Michi, te habla. Repito, Chase te está dando permiso de hablar.
Niego con la cabeza repetidas veces, sintiendo un cosquilleo molesto en mi nuca. De mí no salen las palabras. Él ni siquiera sabe que voy en su misma escuela; es porque soy una fantasma.
Pues me encantaría ser un fantasma ahora mismo.
Bajo mi cabeza viendo el jarrón roto. Luego lo miro a él.
—Arréglalo —me ordena, cruzándose de brazos. Tiene ese estúpido aire de superioridad—. Arréglalo en una hora y prometo no hacerte lo que tengo en mente —enderezo mi espalda y lo miro con aflicción.
—¿Qu-qué vas a... a hacerme? —titubeo agarrando un mechón de cabello y cubriendo la mitad de mi rostro. Una sonrisa se dibuja en sus labios perfectamente formados.
Conozco esa sonrisa. Es la del mismo demonio.