Nuevo semestre, nuevas personas.

 

—Michi...

 

 

Chase dice mi nombre susurrándome al oído, de tal forma, que un escalofrío recorre mi espina dorsal y luego estremece todo mi cuerpo. Su respiración tibia choca contra mi cuello y mueve las hebras de mi cabello. Comienzo a sentirme acalorada de una manera poco convencional.

 

—Chase... —le digo, buscando sus labios—. Chase, quédate con la corbata. Te ves sexy con ella...

 

—¡Que Chase ni que ocho cuartos!

 

 

Abro mis ojos envolviéndome en la realidad cuando lo hago. Mamá está de pie junto al sofá —al que ya podría llamar cama—, mirándome con

una ceja alzada y sus manos en la cintura. ¡No estaba con Chase, estaba soñando! Despliego una vergonzosa sonrisa y me siento sobre mi escuálida "cama".

 

—No preguntaré que era lo que soñabas —dice agarrando las frazadas y haciéndolas hacia un lado—, pero apresúrate o llegarás tarde.

 

—¿Tarde...?

 

 

¡Cierto, es el primer día del segundo semestre!

 

 

Me levanto del sillón como si este estuviese tapizado por cactus o algo por el estilo. No sé cuál es mi cara de horror al ver la hora, pero a John y Margo les causa gracia verme sufriendo. O quizás sólo se están riendo de mi desesperación.

Michelle Wallas jamás ha llegado tarde a un primer día de clases y no lo hará su último año escolar.

 

A tropezones llego hasta el baño y entro. Un baño me retrasaría mucho más, así que opto por lavarme la cara, agarrarme mi enredado cabello con un elástico blanco que estaba junto al lavamanos y cepillarme los dientes a la velocidad de la luz. Lo siguiente es buscar una ropa decente y abrigada para salir. Aún es invierno, y aún soy un patito friolento; sin embargo, agarro lo primero que encuentro en mi closet y vuelvo al baño para vestirme. Argh, ¿debo recordarles que mi habitación ahora es de Margo, John y el pequeño John? Deje de vestirme en ella, porque ya no la siento como mía... y es incómodo.

 

—Listo, ya me voy —les informo a los demás, quienes, con toda la tranquilidad del mundo, terminan de desayunar.

 

—¿No piensas desayunar? —pregunta papá, bajando el periódico.

 

 

—Voy atrasada —respondo, acercándome a la mesa y sacando un pan para comer en el camino—. Nos vemos.

 

Tomo mi bolso, me lo acomodo en el hombro, abro la muerta y salgo de la casa. En el largo pasillo hacia el ascensor, miro hacia la puerta del departamento de Chase. Ayer le hice una pequeña visita por la noche para charlar, eso explicaría por qué soñé con él.

 

Niego con la cabeza para disolver el candente sueño que tenía de mis pensamientos. Si me viera Chase en este preciso momento no podría evitar ponerme como un tomate que echa humos.

 

—Buenos días, Michi —me saluda el Sr. George al verme bajar del ascensor, haciéndome una seña con su mano.

—Buenos días —le devuelvo el saludo con una sonrisa.

 

 

—Ten cuidado afuera —me advierte de pronto. Alzo una ceja y me detengo frente a la entrada, donde aprovecho que darle la primera mordida a mi pan—. Con la helada de anoche está todo tan resbaloso que podrías llegar patinando a la escuela.

 

¡Eso sería perfecto! No tendría que tomar el estúpido bus...

 

 

—Grachias por el avisho, shenior George —respondo con la boca llena.

 

Y sin más, salgo del edificio congelándome esta la medula. La ciudad ya se parece al Polo Norte, con la diferencia que aquí no hay pingüinos, ni osos, sino autos con conductores tocando la bocina como locos, personas exageradamente cubiertas de ropa y la infaltable capa de smoking que ni siquiera en invierno desaparece. Y como bien dijo el Sr. George, el suelo parece una pista de patinaje. Apenas puedo llegar a salvo al paradero sin caerme o estrellarme contra el pavimento. Pero lo hago, y al primero que veo es a Allek "Señor Expresivo" Morris.

 

—Hola, tú —me saluda viendo cómo me aferro a fierro de la señaletica para no caerme —Ah, sabes... hace un momento un perro dejó un regalito ahí —apunta con su mano justo donde estoy pisando. Bajo mi cabeza encontrando la suela de mi bota cubierta por caca de perro.

 

—¡Qué asco! —exclamo haciéndome a un lado y arrastrando mi pie por el suelo para que se limpie al menos un poco.

 

—Dicen que es de buena suerte —comenta, metiendo sus manos al bolsillo—. Pero creo que solo es de buena suerte para las personas normales.

—Ha-ha —finjo reírme—. No sabía que tenías ese humor, Allek — chasqueo la lengua y continuo arrastrando mi pie por el suelo—. Bueno, al menos ahora sé que no estoy tan atrasada.

 

Doy un largo suspiro y en cuanto lo hago, escucho un estruendo tras mi espalda. Me giro al instante para comprobar qué ha pasado, encontrando a una chica de rodillas en el pavimento junto a una bicicleta. No lo pienso dos veces y le ayudo a levantarse.

 

—¿Estás bien?

 

 

—Sí, sí —se sacude la ropa entre risas. Trae una enorme mochila casi de su tamaño y un enorme gorro que cubre todo su cabello—. Es la segunda vez en este rato que me caigo. Soy tan torpe... Recién casi me estrello contra un chico, quede a centímetros de su entrepierna —Allek, sorpresivamente, ayuda a levantar la bicicleta. Tiene corazón después de todo—. Gracias, chicos.

 

—De nada —respondo. Allek se limita a asentir con la cabeza. La chica se sube a la bicicleta y se marcha, perdiéndose en el camino.

 

Allek y yo volvemos a nuestras posiciones en el paradero hasta que sus amigos pasan a buscarlo. Cuando el auto se detiene, sube sin mucha prisa como si fuese un perezoso, sin decir nada.

 

Al Señor Expresivo tuve que verlo todas las vacaciones del invierno en la cafetería. Coincidimos en más de un turno y aunque casi nunca trazamos más de una palabra, además de saludarnos al llegar, él se acostumbró a saludarme con su "Hola, tú". Sobre lo que pasó en año nuevo nunca se habló; no obstante, Chase y él nunca se saludaron o hablaron cuando se encontraban en el trabajo. Todo lo que hicieron fue lanzarse miradas recelosas que Delfi, la universitaria con la que trabajamos, la encargada y otros empleados, notaron enseguida.

 

Aunque es un nuevo semestre, las cosas en el bus no han cambiado; sigue lleno de chicos alocados que se lanzan bolas de papel y mi compañera de asiento continúa siendo tan callada como la primera vez que me senté a su lado. No es que yo también quiera hablar, pero me preocupa que siga haciéndose un ovillo cuando me siento a su lado como si yo fuese un bicho raro.

 

Lo eres, Michi.

 

 

Bajamos del bus cuando se detiene frente a Jackson. Me dirijo a mi casillero y lo abro, comprobando que está perfectamente ordenado y limpio que lo tuve y dejé el primer semestre. Puedo ser muy desordenada y torpe con algunas cosas, pero los estudios son estudios.

 

Cuando saco el cuaderno correspondiente, recibo una llamada. Saco como puedo el celular de mi bolsillo y miro quién llama.

 

Es Anne.

 

—¿Aló?

—¡Michi, ha ocurrido algo terrible! —exclama con un trágico tono desalentador desde el otro lado de la línea.

 

—¿Qué paso....? —medito unos instantes, miro hacia los lados y me acerco más al celular cubriendo mi boca con el cuaderno de matemáticas— ¿Estás embarazada? —pregunto confidente.

 

Anne se larga a reír.

—No, boba. Perdí los pasajes del avión y no hay vuelos hasta el miércoles.

 

—¿Qué dijiste? ¿Perdiste los pasajes? —a mi cabeza llega un pequeño y lejano recuerdo de cuando perdí mi pasaje de avión hace unos años. Anne por una semana se burló de mí por hacerlo— Ahora quién es la despistada, ¿ah?

 

—¡Shh! —su molesto ruido satura el audio por un momento— Yo sólo soy despistada una vez, tú lo eres todo el tiempo, Michi.

 

—Oh, gracias —comento con sarcasmo. Me dispongo a decir más, pero el timbre interrumpe mi nuevo comentario sarcástico haciendo que me trague las palabras—. Bueno, te corto.

 

—Adiós. Cuando llegue quiero que me cuentes con lujos y detalles qué pasó después de año nuevo entre tú y Chase. ¡Y no te hagas de rogar más!

 

¡PUFF! Una sobredosis de calor sucumbe por todo mi cuerpo. De pronto me siento en una sauna con ropa de invierno y recordando aquella inolvidable madrugada del primero de enero, en el observatorio, con Chase a mi lado, las estrellas en el cielo y... y...

 

—Disculpa... —doy un mini salto al sentir unos golpecitos en mi hombro. Me giro sobre mis pies para comprobar quien es el autor de mi

sobresalto, descubriendo que es nada más y nada menos que la chica de la mañana— ¡Sabía que eras tú! —exclama con una enorme sonrisa— Eres la chica que me ayudo en la mañana, ¿verdad?

 

—Ah, sí —asiento, algo atontada. La alegría que destella esta chica podría curar el cáncer.

—Soy Bonnie Prince, último año. ¿Sabes dónde queda la sala de matemáticas?

 

Bonnie Prince; su nombre ya me es algo familiar. Anne mencionó algo sobre una estudiante de intercambio la última vez que la llamé, por lo que deduzco que debe ser ella.

 

—Soy Michelle Wallas —me presento—. Yo te llevo, también voy en último año.

 

—¡Genial! —exclama. Da un suspiro largo como si recargara fuerzas y me mira con ojitos de borrego— Am... —carraspea— ¿podría sentarme contigo? Es que no conozco a nadie más.

 

—Bu-bueno —río de una forma extraña—. Pero yo no suelo hablar mucho.

 

Bonnie se echa a reír y niega con la cabeza.

 

 

—Descuida, yo en clases soy una muda. Me gusta prestar atención. Alzo las cejas.

Eso es bueno. Tener una compañera que respete los horarios de clases con los recreos me gusta. A mí querida y desaparecida amiga Anne le encanta hablar en clases, pues por alguna razón siempre se acuerda de las cosas importantes en ellas y terminan regañándonos a las dos por hablar... o solían hacerlo antes. Supongo que Bonnie es diferente, después de todo, para ser una estudiante de intercambio debe ser buena estudiante, sacar buenas notas y todo ese cuento...

 

Espera, espera.

Si es una estudiante de intercambio es obvio que saca buenas notas. Quizás tan buenas como las mías y las de Chase. Quizás mucho mejores que las de Chase. Y si ese es el caso, entonces yo sería la

tercera en la lista de notas. No, no, no, no, no. No puedo ser la tercera en la lista... ¡He derramado sangre, sudor y lágrimas intentando ser la primera! No pienso ceder mi segundo puesto tan fácilmente. Sin

embargo, ¿debería ver a la chica nueva como una enemiga potencial?

 

 

Deberías dejar de pensar idioteces, Michi.

 

 

Nah, debería verla primero en acción. No perderé los estribos antes de tiempo.

 

Entramos a la sala y nos sentamos en los primeros asientos. Los demás chicos de a poco comienzan a llegar. Entre ellos Allek aparece en

estado zombie, tan pálido y desganado como nunca. Bonnie, agranda sus ojos con sorpresa al verlo y gira sobre su silla para verme.

 

—¿Ese chico inexpresivo también es de acá? —pregunta con incredulidad. Sigo a Allek con la mirada hasta que se sienta en el último asiento al rincón.

 

—Sí, se llama Allek Morris.

 

 

—¡Vaya! —esboza una sonrisa— Tantas coincidencias. Tal vez me tope con el chico guapo de la mañana. Eso sí que sería súper loco —se ríe y voltea hacia la puerta.

 

El Director entra, pero no cierra la puerta sino que se abre paso para que Mika, Jax y Chase entren a la sala. Como es costumbre Los Tres Mosqueteros siempre, en la mayoría de las veces, son los últimos en entrar y este semestre no es la excepción. Mientras los demás los observan entrar, lo único que pienso dentro de mi cabeza es que Bonnie no diga que él chico con el que chocó es...

 

—Es él —me informa, dándome un enorme codazo en el brazo. Con ojos brillosos, como una niña pequeña viendo a Santa Claus, mira a Chase y esboza una sonrisa—. Es el chico de la mañana.

 

Chase nos mira y puedo notar como sus labios se curvan de tal forma que una sonrisa arrogante se dibuja en su rostro. Siento que me contraigo en mi asiento y por un momento todo a mi alrededor se nubla y se convierte en una cámara lenta, siendo Chase el único foco de mi atención hasta que él llega a su asiento. Una vez sentado, me guiña el ojo provocando que me sonroje al instante.

Estúpido y sensual Chase. Vuelvo al frente.

—¿Viste eso...? —me pregunta Bonnie agarrándome del brazo. Se acerca a mí, confidente— Me guiño un ojo. ¿Cómo se llama?

 

Me doy una doy una bofetada mental. Es hora de dejarle las cosas claras.

 

—Se llama Chase Frederick. Él es mi-

 

 

Los golpes en la pizarra por parte del Director me interrumpen. Me doy

 

un cabezazo contra la mesa provocando que toda la sala sucumba en un silencio rotundo. El Director carraspea y se dispone a hablar:

 

—Buenos días —saluda. Algunos (incluida Bonnie) le devuelven el saludo, yo sólo guardo silencio mientras pido perdón por maldecir tanto dentro de mis pensamientos—. Este semestre hay algunos cambios con el personal. Debido a que su profesor de matemáticas se ha enfermado, deberá ser remplazado por el profesor Elias Mars.

 

Me incorporo al instante. El nuevo profesor entra a la sala causando enseguida murmullos entre los demás, sobre todo entre las chicas. Es un profesor joven, de no más de treinta años, de un estilo bastante hipster a mi parecer, tiene el cabello despeinado, unos lentes enormes, una barba que le sienta bien y una sonrisa que podría derretir a cualquier chica.

 

Huston, creo que este semestre será bastante interesante.