Lo que quedó pendiente.
Acallé cada pensamiento y recuerdo sobre la fiesta de Ashley. Con mayor razón aquella pelea entre Chase y Mika. Anne sólo se limitó a preguntar qué había ocurrido entre los dos antes de lanzarse golpes. Contesté con la verdad, que no entendía nada de lo que decían. Después paso a preguntarme sobre lo que ocurrió cuando me dejo sola con Chase ¿Qué paso realmente? Apenas logro definirlo, Chase y yo bailamos, luego... huí de algo, que tal vez, no pasaría en verdad.
Al volver a casa por la tarde casi noche, Tía Molly parecía recién salida de mi cama. Con sus rulos desparramados, la máscara anti-arrugas corrida, una bata amarillenta y con un humor de perros. Cuando llegué, saltó del sofá para abrazarme y sofocarme. Me preguntó sobre Jackson y le conté sobre el concurso.
La conozco demasiado bien como para saber que ella convencerá a mamá para dejarme ir. Quizás su llegada no sea un desastre, pero mis mejillas sí...
—¿Cuándo pensabas decírmelo, Michi? —mamá me ha obligado a sentarme en el sofá, para aclarar el asunto.
—Pues cuando fuese el momento indicado —jugueteo con mis dedos,
sin querer mirarla. Tía Molly se ha puesto a juguetear con Pato—. Mamá, sé que estás pensando en millones de posibles muertes o accidentes
que podrían pasarnos, pero ésta es una buena oportunidad. No quiero dejarla pasar...
—¡ESPERA! —extiende una mano hacia mí, lo que me hace callar. Parece confusa— ¿Has dicho "pasarnos"?
—Sí, ¿hay algo malo?
—¿Quién más irá? —Tía Molly comienza a prestar suma atención. Pato con una de sus patitas, juega con su collar. Mamá se cruza de brazos esperando mi respuesta.
—El profesor Marshall, Chase y yo.
—¿Chase? —la tensión que mamá tenía en los hombros, desaparece. Da un suspiro largo, alza sus cejas y se aclara la garganta.
¿Qué le ha hecho Chase a mamá como para que ella se ponga así? De un Pitbull paso a Chihuahua...
—Bueno —inclina levemente su cabeza a un lado—, si Chase también va, por mí no hay problema.
—¿¡EN SERIO!? Agrando los ojos.
—Sí. En la noche, cuando regrese del trabajo, le contamos todo a tu padre, a ver si también te da la aprobación, ¿okay?
Me levanto del sofá y pego un grito que espanta a Pato y provoca que rasguñe a Tía Molly. Aplaudo reiteradas veces, saltando. Mamá se cruza de brazos y niega con su cabeza, viendo mi reacción. Tía Molly frota su pecho, molesta.
Papá seguro dirá que sí con la aprobación de mamá, así que ya no hay problemas.
¡Michelle Wallas irá a Los Ángeles y ganará el concurso!
—Demasiada conversación, me ha dado hambre. ¿Nancy, por qué no preparas unas ricas papas fritas?
—Iré por la autorización...
Entro a mi habitación. El oloroso perfume dulce de Tía Molly inunda las cuatro paredes y provoca un leve mareo. Odio los olores dulces, más cuando son los perfumes de Tía Molly. Abro el ventanal para que el olor se pase. Entonces, siento la tentación de mirar el balcón de mi vecino.
La luz de su habitación está encendida, las cortinas abiertas. La poca iluminación que proviene de adentro resalta la figura de Chase. A pesar de la distancia, logro distinguir que tiene sus ojos cerrados. Muerdo mis labios y antes de que descubra mi presencia, pienso en retirarme.
—Sé que eres tú, Michi.
Su voz me deja inmóvil, con un pie en el aire y el otro en puntillas, los hombros tensos y mi espalda encorvada. Chase avanza hasta la baranda que divide nuestros balcones; y por un minuto el corazón se me detiene, pensando en que saltará, pero no lo hace.
¡Deberías dejar de tener minis paros cardiacos, Michi!
—Tu gorda tía anoche me dio un susto tremendo. Me pasé a tu balcón para ver si habías llegado y me encontré con ella en tu cama, roncando como un ogro. ¡¿En qué se transformó Michi después de esa fiesta?! Fue lo único que me pregunté. Asustado me devolví a mi habitación a
rezar.
—¡Shh! —le hago callar, tapando su boca con mis manos. Inevitablemente, me río entre dientes—. Ni menciones lo de la fiesta. Mamá me matará si se entera y apenas logré que me deje ir al concurso
—Chase guarda silencio, no obstante son sus ojos que delatan mi acción y, con algo de vergüenza, quito de su boca mis manos como si tocara algo caliente—. Lo siento.
—Eres toda un rebelde, Michelle Wallas —observo su rostro, buscando algún rastro de la pelea. La comisura izquierda de su labio está más rojiza de lo normal. En la terminación de una de sus cejas, yace un moretón violeta—. ¿Así que te han dejado ser casi-independiente?
—Algo así —me encojo de hombros. Vuelvo a observarlo, siento que algo no me encaja en todo esto—. Le dije a mamá que iría contigo y acepto... ¿Les has lanzado algún hechizo?
—Tal vez, pequeña Michi —revuelve mi cabello como si fuese una chica pequeña—. Sobre lo de anoche...
Chase guarda silencio, pero mantiene su sonrisa, apoya sus manos en la baranda. Ni cuenta me he dado, pero estoy frente a Chase, otra vez, mirándolo. Como si mis ojos se manejaran solos, desviándose a su rostro cada segundo; primero su cabello, luego sus cejas, ojos y nariz. Paso por su quijada y luego sus labios, es allí donde me detengo.
¡Piensa en algo! ¡Rápido!
—¿Qué ha pasado entre Mika y tú? ¿Por qué se han peleando? — muerdo mi labio—. Sé que los amigos tienen diferentes formas de entenderse, más cuando son hombres con una sola neurona como ustedes, pero lo que sucedió entre Mika y tú fue...
Cada palabra que pensaba decir, muere dentro de mi boca y cerebro. Pestañeo una, dos, tres veces, comprobando qué es lo que sucede. Intentando descifrar qué está ocurriendo. Comienzo por sus manos, una de ellas está en mi cabeza, como si la sostuviese. La otra sobre mi hombro, ese ha sido el impulso que he sentido.
La respiración chocando contra la mía me distrae. No puedo pensar. Mis labios se moldean con los de él, como si se hicieran uno. Tengo el impulso de cerrar mis ojos, muy fuerte.
Él ha callado mis labios con un beso tierno, dulce y delicado. ¿Es normal pensar en estos momentos en malvaviscos?