¿Apostemos?

 

 

Mi nombre es Michelle Wallas, pero mis cercanos me dicen Michi. Llevo diecisiete años viviendo una vida tranquila y dedicándome a los estudios. Mi sueño es ser la primera en la tabla de notas, pero hasta ahora, siempre he sido la segunda mejor en Jackson High. El primer puesto siempre ha sido de un dictador de media calaña que rige a todos bajo

tres reglas inquebrantables: Chase Frederick. Yo era una más que vivía bajo las tres reglas, hasta que todo cambio cuando Chase se mudó al departamento del lado.

 

Entonces, todo tomó un giro inesperado.

 

 

—¿Qué paso con Chase? Aún espero que venga a pedirme tu mano —

 

comenta papá sin despegar la vista del periódico.

 

 

Al oírlo me atraganto con el pan que justo pasaba por mi tráquea. Mamá debe darme palmaditas en la espalda para calmar mi tos. Tomo un sorbo de té y respiro hondo.

 

—¿Pedir mi mano, papá? Ni siquiera estamos saliendo —abanico mi rostro con las manos.

 

Además, Chase no parece el tipo de chico que quiera comprometerse. O

 

eso nos ha dado a entender a todos después de terminar con Jessie T. Definitivamente, no quiero terminar como Jessie T.

Después de vomitar sobre su ropa la turbia noche en que me declaré, no lo he vuelto a ver, por lo que su reacción y la mía es un misterio. He estado practicando frente al espejo de mi habitación el tono de voz que podría usar; un estilo desinteresando, un estilo arrogante, un estilo tierno. Y también he pensado en actuar como si nada, como que todo fue mera imaginación de él. Sin embargo, opté por lo simple: Actuar natural y evitar todo contacto con él.

 

—Actuar natural y evitar todo contacto con él —repito frente al espejo. Asiento con satisfacción y salgo de mi habitación—. Ya me voy.

 

—¿No te pasará a buscar Chase, Michi? —pregunta mamá con ingenuidad en su tono de voz. Ruedo mis ojos y les doy la espalda a mis padres.

 

Antes de salir hacia el ascensor, me asomo por la puerta, mirando hacia los lados. Compruebo que Chase no esté cerca y no coincidamos al salir. Moriría de un infarto si me lo topara justo en la puerta. Dado a que no

hay rastro de él, salgo con una sonrisa.

 

 

Entro al ascensor y le doy a la flecha para que baje y de paso, oprimo el botón para cerrar las puertas, pero el ascensor parece no responder.

 

—¡Otra vez...! ¡NO! —gruño oprimiendo una y otra vez los botones del ascensor, hasta que el rostro confundido de Chase me petrifica. Al notar que él se adentra al elevador, doy un salto en mi puesto y retrocedo hasta que mi espalda queda pegada a la pared.

 

¿Qué pasó con lo de actuar natural, Michi?

 

 

Con toda la calma del mundo, Chase oprime el botón para cerrar las puertas. Éstas se cierran al instante, entonces, oprime el botón rojo que sirve para detener el ascensor. Se posiciona frente a las puertas y sonríe con picardía.

 

—Vaya, vaya, vaya —su tono de voz es como el de un policía interrogando al posible sospechoso de un asesinato. Luce tan seguro y yo tan asustada. Tan asustada que podría morir de un infarto—, pero si la desesperada forma en que apretabas los botones, no querías toparte conmigo?

 

—¿De-debo responder a eso? —dudo, devolviéndole una sonrisa nerviosa.

 

—Creo que ya lo has hecho —dice, presuntuoso. Da dos pasos hasta quedar frente a mí—. Aún siento el olor a vomito en mi pecho, ¿sabes?

—se inclina hacia mí, hasta quedar a mi altura— Al menos ofrécete a lavarme la ropa o dame algo a cambio de tu grave error.

 

 

—¿A-algo a cambio? —las comisuras de Chase se levantan levemente, provocando que sus pómulos se agranden bajo sus ojos— ¿Cómo qué?

La peor pregunta que alguien podría hacer en mi situación...

 

 

El rostro de Chase está cada vez más cerca, cierro mis ojos fuertemente, para luego sentir los labios de Chase sobre mi frente. Siento su respiración en mi oído, lo que provoca un cosquilleo en mi cuello.

 

—Sal conmigo —murmura. Abro mis ojos, encontrando su rostro serio ante mí.

 

—¿A dónde?

 

 

Chase baja la cabeza y se pone a reír agarrándose el estómago. Después de un rato viéndolo reír a carcajadas presionando su estómago y secando las lágrimas que salen de sus ojos, vuelve a ponerse frente a mí.

—¿En serio eres tan ingenua Michi? —pregunta aún con la sonrisa rebosando en su rostro— Te estoy pidiendo que seas mi novia, boba — me explica.

 

Cupido vuelve a enterrar una de sus flechas justo en mi corazón, lo que provoca que se me estruje y toda la sangre que fluye de él se acumule en mis mejillas. Cubro mi cara con las manos.

 

—¿No crees qu-que es demasiado pronto? Deberíamos co-conocernos más, ha-hablar —tartamudeo. Chase niega con la cabeza—. Contar nuestros pasados ocultos.

 

—Tú eres un libro abierto, Michi —contraataca Chase, cruzando sus brazos de nuevo—. Y ya me conoces bastante. Se mi novia y ya.

 

—No sé... —muerdo mi labio— yo...

 

 

—¿Apostemos? —me interrumpe—. Si en el próximo examen saco mejor nota que tú, serás mi novia. Si sacas mejor nota que yo, entonces tomaré el tiempo necesario hasta que estés dispuesta. ¿Qué dices?

 

Chase extiende su mano, para que la estrechemos. Cualquier chica con neuronas no lo pensaría dos veces y le gritaría un enorme SI a Chase. Vamos, es el chico más popular de Jackson, es la reencarnación de un dios griego y tiene una personalidad que derretiría a cualquier persona sobre la tierra.

 

Al parecer, mis neuronas se han escapado en el momento en que escuché decir a Chase que saliera con él.

 

—¿Y bien? —insiste.

 

 

Hago un mini puchero y gruño para mis adentros. Bajo mis manos de mi rostro y doy un largo, pesado y áspero suspiro. Miro su mano extendida, acerco la mía y la estrecho con la de él, sellando nuestra estúpida.

 

 

 

 

 

 

¿Eso es un sí?

 

 

Con la apuesta estúpida apuesta hecha, Chase vuelve a apretar el botón rojo; el ascensor comienza a bajar hasta el primer piso. Deberían pegarme un tiro por haber aceptado algo tan absurdo como una apuesta para salir con Chase. Pero es demasiado tarde para arrepentimientos. Mi sentencia a muerte es inminente.

 

Salimos del edificio encontrando el auto de Mika estacionado frente a la acerca. Mika y Jax dejan de charlar cuando nos ven acercarnos.

 

—¿Estás segura que no quieres ir con nosotros? —pregunta Chase después de subirse al asiento trasero del auto. Niego con la cabeza—

¿Seguuuura?

 

 

—Segura, Chase —afirmo colocando mis manos en la cintura, blanqueando mis ojos—. Quiero seguir siendo alguien normal y un fantasma más de los pasillos de Jackson.

 

—Difícilmente seguirás siéndolo si te vistes de esa forma —comenta Jax. Chase frunce el ceño y le da un golpe en la nuca—. ¡Pero si es la verdad! Se viste como una monja.

 

—Cállate, Jax —lo reprende Mika. Enciende el auto y desaparece en la calle. Una ráfaga de humo negro del motor se levanta causando que tosa y quiera irme lo más lejos posible.

 

Camino hacia el paradero, divisando a Allek y su consola.

 

 

—Hola, tú —dice sin levantar la cabeza cuando llego ante él— ¿Has cambiado tu celular?

 

—No veo que sea necesario —cruzo mis brazos sobre mi pecho—. Más importante que eso, ¿no deberías preguntarme por el trabajo de Historia?

 

—Eres Wallas, la preferida de los profesores por tu responsabilidad y dedicación a los estudios... no creo que sea necesario —ok, esa ha sido una buena respuesta—. ¿Cómo estuvo la fiesta de Chase?

 

—¿Por qué preguntas? —le cuestiono sin pensar. Allek se encoje de hombros y no espero a que diga más— ¿Qué es lo que pasó entre ustedes? —él se aleja de la señalética y camina hacia mí. Frunzo el ceño cuando lo veo de frente, con una enorme diferencia de estatura.

 

—Pregúntaselo a tu novio —responde apático. El bus se estaciona junto a la señal y el conductor abre las puertas.

 

—No es mi novio... —le recrimino subiendo las escaleras y mirándolo por encima del hombro. El conductor cierra las puertas— aún —Avanzo

hasta el asiento junto a la chica de lentes y trenzas, quién vuelve a hacerse a un lado como si oliese mal.

 

Primero Jax dice que me visto como una monja y ahora ella actúa como si fuese una matona.

 

Llegamos a Jackson High e instintivamente miro hacia donde Mika estaciona su auto. Un lugar reservado sólo para Los Tres Mosqueteros, seguido de los populares y deportistas del colegio. Entre los tres, logro divisar a Chase y el corazón me da un vuelco al recordar nuestra apuesta.

 

Si quiero o no salir con él, es un misterio hasta para mí. Pero por sobre todo, me intriga saber quién es la chica por la que Chase y Allek pelearon.

 

—¡Hazte a un lado, Cuatro Ojos! —escucho a mis espaldas.

 

Me giro asustada al oír un estruendo, comprobando que la chica que se sienta a mi lado en el bus está de rodillas en el suelo recogiendo unos papeles. No lo pienso dos veces y la ayudo a levantarse.

 

—Gracias —masculla con voz suave, aferrando las hojas contra su cuerpo.

 

—¿Estás bien? —pregunto, a lo que ella responde asintiendo. No dice más y desaparece entre los demás estudiantes entrando al colegio.

 

Anne aparece en mi campo de visión.

 

*****

 

 

—¡Serás idiota! Chase te ha pedido salir y tú te haces de rogar —niega con la cabeza—. Estás enferma, deberías ir al médico —el timbre suena justo cuando entramos a la sala de Historia. Anne y yo nos sentamos en nuestros asientos—. ¿Sabes cuántas chicas quisieran estar en tu posición?

 

—Ay, cállate. Deberías apoyarme, Anne —hago mi labio inferior levemente hacia abajo, como un niño pequeño queriendo hacer puchero—. No puedo imaginarme saliendo con Chase.

 

—Y hace un tiempo tampoco te imaginabas ebria —contraataca, terminando su frase con una sonrisa victoriosa—. Más vale que pierdas esa apuesta —busca en su mochila su informe de historia y lo deja sobre la mesa—, por el bien de la humanidad.

 

La profesora Mittler entra a la sala, seguida de Chase, Mika y Jax. Todos guardamos silencio esperando a que la profesora de la orden para entregar los informes del trabajo. Entonces, cuando todos volvemos a sentarnos, ella se levanta de su escritorio.

—El miércoles habrá examen sobre la materia, más vale que estudien porque no seré piadosa —informa anotando la fecha del examen en la pizarra blanca—. Es su último año, así que quiero verlos esforzándose al máximo por una buena nota.

 

Una bola de papel llega justo en mi nuca. Me giro descubriendo a Chase mirándome con picardía. Inevitablemente me sonrojo y me giro de vuelta a la pizarra, tensa como las cuerdas de una guitarra.

 

Sí, estas cuerdas podrían romperse en cualquier momento, y eso, no será bueno.

 

Al sonar el timbre para salir, Anne y yo vamos a los casilleros para guardar las cosas e irnos a almorzar. Todo parece normal, hasta que los demás bajan sus cabezas y se hacen a un lado. Los Tres Mosqueteros caminan por el pasillo, pero el cabecilla de ellos se detiene justo frente a mí. Me voy vuelta y choco mi espalda contra casilleros. Chase se inclina hacia mí, como en el ascensor.

 

—Recuerda nuestra apuesta —me susurra con la voz más masculina que pudo haber hecho, y continúa su camino hacia el casino con aire de arrogancia, gozando del hecho que puede hacerme temblar con sólo tenerlo cerca.

 

Anne me mira con la boca abierta y los ojos tan grandes como los de Los

 

Simpson.

 

 

—Eso ha sido ardiente —comenta, abanicando mi rostro sus con manos. Las miradas fisgonas de los demás recaen en mí.

 

¡CHASE IDIOTA!

En lo que ha transcurrido la semana, he tenido que soportar las indirectas de Chase y sus miradas lascivas. Tras finalizar el examen del día miércoles salí huyendo de sus tormentosos acorralamientos contra los casilleros y me subí al bus. Y aunque siempre nos encontramos en

los balcones, solo nos quedamos a charlar. Aún así, no he podido mitigar más en el tema de él y Allek.

 

Por algún motivo me aterra hacerlo, pues temo oír las palabras de Jax salir de su boca: La única chica que Chase ha querido de verdad.

 

El lunes ha llegado.

 

 

—Bien chicos, tengo el resultado de sus pruebas. Los iré llamando uno por uno, como de costumbre, y ustedes se encargarán de revisar si se me ha escapado algún error.

 

La profesora Mittler comienza a llamarnos uno por uno hasta su escritorio para recibir las pruebas. Cada apellido que escucho, es para mí como

una acuchillada. Ya no tengo uñas para morder. Hasta el momento

 

Chase y yo no hemos sido llamados.

 

 

—Creo que me dará un ataque, Anne —le comento a mi amiga—. Marca al número de emergencias ahora, por si me ocurre algo.

 

—Eres una loca, Michi —niega con la cabeza, guardando su prueba entre las hojas del cuaderno de Historia.

 

Sí, soy una loca por haber aceptado esta apuesta, que debo reconocer;

 

en el fondo, muy, pero muy en el fondo, yo quería aceptarla.

 

 

—Wallas —me llama la profesora.

 

 

Me levanto de inmediato y camino como si fuese un estúpido robot hasta el escritorio de la profesora. Ella alza una ceja al verme, pero no dice nada, sólo me entrega la prueba. Con ella en mis manos, vuelvo a mi asiento, hasta que escucho el siguiente apellido: Frederick.

 

Cierro mis ojos con fuerza, hasta que Anne me pega un codazo. Chase está a mi lado, esperando que comparemos los resultados.

 

Hemos sacado la misma nota.

 

 

...

 

 

—¿Qué hacemos ahora? —pregunto, frotando mis manos para disminuir el frío. A Chase se le ha ocurrido la brillante idea de salir a caminar—

¿Esperar a otro examen?

 

 

—No sé —dice Chase entre suspiros— ¿Una lucha de gallitos?

 

 

—Nos seas idiota —rio entre dientes, dándole un golpe suave a su hombro. Nos sentamos en la banca de un parque y hacemos un fallido intento de ver las estrellas— Chase, ¿puedo preguntarte algo?

 

—¿Es sobre el rumor del tatuaje en mi trasero?

 

 

—No, menso... Espera, ¿tienes un tatuaje en el trasero? —niega con la cabeza sonriendo, pero luego, cambia su expresión a una seria. Creo que supone lo que quiero preguntarle—. ¿Qué ha ocurrido entre Allek y tú? Me he enterado, pero quiero escucharlo de ti.

 

Chase parece pensar la respuesta, tomándose su tiempo. Baja la cabeza y mira sus manos, las cuales ha sacado de sus bolsillos para entrelazar sus dedos. No parece dispuesto a responder, pero finalmente carraspea

y abre un poco la boca.

 

 

—Fuimos muy amigos en la secundaria, tal vez lo suficiente para estar con la misma chica a la vez. Claro, yo no lo sabía hasta que los descubrí haciéndolo en la sala de biología —chasquea la lengua—. Ellen era alguien grandiosa, directa y competitiva... y yo, entre todas, sólo podía fijarme en ella hasta que eso pasó. Y la amistad se perdió. Ella después se fue al extranjero y nunca más la volví a ver.

 

—¿Es verdad que ella ha sido la única chica que has querido de verdad?

 

—pregunto. Me doy un golpe mental cuando recaigo en mis palabras. Chase asiente.

—Sí... —farfulla. Voltea su cabeza y me mira— hasta que apareció una sabelotodo desesperante que no quiere salir conmigo —sonrío compasiva al oírlo—. ¿Acaso Michelle está celosa?

 

—Sólo quería curiosear —siento un alivio enorme al oír sus palabras y que no mintiera sobre ello. Apoyo mi cabeza sobre su hombro—

¿Prometes no engañarme si salgo contigo?

 

 

—Hmmm no sé... Muchas mujeres quieren con éste bombón —dice fingiendo un tono arrogante. Levanto mi cabeza de su hombro y lo miro arrugando las cejas. Al verme, sonríe. Me inclino hacia él, cerrando mis ojos y lo beso en la mejilla— ¿Eso es un sí?

 

—Es un sí —afirmo, volviendo a apoyar mi cabeza sobre su hombro.