¿Un regalo para Chase?

 

 

La profesora Mittler nos da tiempo antes de salir, para planificar nuestro trabajo para la próxima semana. He tenido que irme con mis cosas hasta el rincón, pues Allek parecía más interesado en sus cosas que en el mismo trabajo.

 

Mi silla hace un ruido molesto cuando la arrastro hasta él. Dejo mi cuaderno sobre su mesa.

 

—Y bien... —suspiro resignada. Ni siquiera me mira al sentarme— ¿Qué días puedes juntarte para hacer el trabajo?

 

—Sólo el viernes en la tarde, los demás los tengo ocupados —responde en tono monótono.

 

Silencio incómodo. No sé qué más decirle.

 

 

—No tenía idea que íbamos en la misma clase de historia —busco algo para conversar. Allek cierra su portátil y la guarda en su mochila.

 

—Ni yo. Menos imaginé que eres la vecina de Chase —apunta con su cabeza en la dirección donde Chase está con Mika charlando con el ceño fruncido—, debe ser difícil para ti.

 

—Al principio... tal vez, pero ahora las cosas han cambiado —una risita estúpida se escapa inevitablemente de mi boca. Allek mira mi cuaderno.

 

—Ya me imagino el motivo. Él te gusta —afirma, apuntando con su dedo el nombre de Chase escrito entre los círculos que dibujé mientras los demás escribían. Abro mis ojos sorprendida y tacho con mi lapicera su nombre, avergonzada—. Y tú a él. En la mañana ha quedado todo muy claro.

—Lo de la mañana... ha sido muy extraño —comento, cambiando de tema.

 

Allek apoya su cabeza en la muralla.

 

 

—Sólo era un día como todos, Wallas —el timbre suena. Allek se levanta, recoge sus cosas y se marcha sin decir nada más.

 

También recojo mis cosas y salgo de la sala, reencontrándome con Anne en el pasillo. Ella se aferra a mi brazo y camina apresuradamente.

 

—Adivina qué he descubierto —dice confidente—. Jax está saliendo con una profesora de segundo, juju —blanqueo mis ojos al oírla. Creí que diría algo sobre Chase y Allek— ¿Qué? ¿Por qué me miras así?

 

—Por nada, boba. ¿No te dijo nada más?

 

 

—Estaba a un paso de lograr que me diga que pasa entre Chase y Allek, pero ha sonado el timbre —bufa.

 

Salimos de Jackson, en la calle JJ nos espera. Me he entrometido lo suficiente como para convencer a Anne de llevarme a casa, mientras pienso en algo que hace para tener un nuevo medio de transporte.

 

Nos subimos al auto. Anne de copiloto y yo atrás, entre todas las porquerías de JJ y sus amigos. Los dos enamorados se saludan con un apasionado beso. Los miro asqueada hasta que Anne abre sus ojos como platos y se gira para verme.

 

—¡Olvidé decirte que Chase mañana está de cumpleaños!

 

 

—¿Te lo ha dicho Jax? —asiente en respuesta— ¿Debería comprarle un regalo?

—Podrías, pero es tú decisión —mi amiga se encoje de hombros. Mira a

 

JJ— ¿Corazón, qué debería regalarle Michi a Chase? JJ se detiene en la luz roja. Mira a Anne y luego a mí.

—¿Él idiota que controla Jackson? No sé, tal vez un golpe en la cabeza

 

—JJ sonríe. Anne lo golpea en la cabeza y él se soba donde le golpeó—

 

¡OYE! —frunce el ceño volviendo a tomar el manubrio y acelerar—. A

 

nosotros nos da igual el regalo, siempre y cuando tengamos uno.

 

 

—Tal vez unas flores —comento y los dos estallan en risas— ¡¿POR QUÉ NO?!

 

—Porque no es una chica, ¿quizás? —ironiza Anne, agarrando su estómago— ¿Por qué mejor no le regalas una caja de bombones, Michi?

—pregunta con sarcasmo. JJ seca una lágrima del rabillo de su ojo.

 

 

Detienen el auto frente al edificio donde vivo. Al bajarme le doy un portazo al auto. Anne baja el vidrio para despedirse, pero le saco la lengua.

 

—Regálale un gorro o alguna cosa para su celular. Eso le podría gustar,

 

—se gira hacia JJ— ¿verdad, amor?

 

 

—Eso es lo que Anne me regala todo el tiempo. Me cruzo de brazos y blanqueo los ojos.

—Lo pensaré, par de babosos. Nos vemos mañana.

 

 

Me ha llevado toda la tarde pensar en un regalo para Chase. Como si fuese una obligación, digo, él ni siquiera me ha dicho que es su cumpleaños o ha tenido la voluntad de insinuarlo. No obstante, algo en mí dice que debo darle uno, sea como sea, es Chase.

¿Y por qué no me ha dicho que mañana es su cumpleaños? Que no me venga con falsas modestias aquí.

 

JUM.

 

 

Los golpes en mi ventanal, me distraen de los apuntes que releía. Chase me hace señas desde afuera. Miro el reloj de pared, comprobando que es casi medianoche.

 

—¿Qué haces aquí? —curioseo, abriendo la ventana. Chase alza su cabeza y se cruza de brazos— ¿Tienes idea de la hora que es? Si tu cuerpo descansa menos de ocho horas tú... —posa un dedo sobre mis labios para que calle. Aparto su brazo. Cruzo mis brazos sobre mi pecho y le observo— ¿Qué ocurre?

 

—En cuatro minutos más es mi cumpleaños y quiero pasarlo contigo — creo que mi corazón se estrujará de ternura—. Así que guarda silencio y no empieces con tus comentarios estúpidos.

 

—Bueno —accedo—. Ya había escuchado sobre tu cumpleaños, hasta pensé en regalarte algo o preguntarte, pero conociendo tú mente corrompida y lujuriosa mejor pienso por mí misma.

 

Chase y yo nos apoyamos en la baranda, mirando hacia el cielo.

 

 

—Tranquila, Michi —masculla Chase—. Con tu compañía me basta y sobra. Aunque un regalo no me vendría mal, ¿eh? —me da un codazo en el brazo. Niego con la cabeza sonriéndole— Un par de zapatillas no estarían mal o un nuevo iphone.

 

—Seguro, Chase... hasta un auto te regalaré —comento con sarcasmo—

 

. Por ahora confórmate con mi feliz cumpleaños.

—Gracias —me sonríe. Sus ojos me miran directamente, primero mi cabello, mis ojos y luego mis labios. Por un momento creo que volverá a besarme—. Podrías enseñarme tu habitación, la he visto desde la ventana pero no es lo mismo —dice, adentrándose en ella.

 

—No tengo nada interesante —se detiene en el telescopio. Lo examina y alza su cabeza, en busca de información—. Ten cuidado con eso. Me lo regalo mi abuelo.

 

—¿Lo usas para espiar a personas? —se recuesta sobre mi cama. Yo me siento a su lado.

 

—Es más fácil espiar a las personas que ver una estrella con esta contaminación.

 

Escucho pasos acercándose y la puerta abrirse. Mamá asoma su cabeza, nos mira y pestañea un par de veces sin poder creer lo que ve. Abre la puerta, tratando de actuar lo más normal que le es posible, porque jamás creyó ver a su hija en su cuarto con un chico.

 

—Chicos, es tiempo de tener una buena plática sobre la sexualidad.