La venganza de Chase.
Observo mi reflejo en el espejo. Dormir otra vez en el sofá no me ha sentado bien, pues parece que no he descansado en años; estoy más pálida que de costumbre, tengo unas ojeras tan horribles que cualquiera podría confundirme con un panda. Y, para colmo, además de escuchar el llanto del pequeño John por la noche cada una hora —compadezco a sus padres—, el sofá parece una cama de espinas o algo por el estilo, mi espalda está pidiendo clemencia o terminaré en una silla de ruedas.
Otra vez estás exagerando las cosas, Michi.
Sí, tiendo a exagerarlo todo. Como cualquier chica de mi edad, la verdad.
—Si yo alguna vez tengo un hijo, dejaré que lo críe su padre, mientras yo me voy de compras por la vida —Anne suelta una risa extraña mientras entramos a Jackson. Le he comentado sobre el pequeño John.
Anne es ajena a los niños y los odia rotundamente desde que tuvo que trabajar de niñera todo un verano. Estaba tan convencida de tener la habilidad y paciencia necesaria para soportarlos casi tres meses, que no se esperó tener que cuidar a los revoltosos hijos de la Profesora Mittler, así que actuar como chica buena y quedar bien ante su profesora, la volvió más loca aún.
Luego de sacar nuestros cuadernos nos dirigimos a la primera clase del lunes. Nos sentamos en nuestros respectivos asientos y dejamos las cosas sobre la mesa. El profesor no tarda en llegar, seguido de Los Tres Mosqueteros; Jax, Mika y Chase. Miro de reojo al último de los chicos, quien se sienta, extrañamente, junto a mí.
Chase parece escribir sobre su cuaderno y rasgar la hoja luego de hacerlo. Alarga su brazo y pone el trozo de hoja sobre mi mesa.
"Hoy tu peor pesadilla se vuelve realidad" leo en silencio. ¿A qué se refiere? ¿A su venganza? ¡Pero si yo no tengo la maldita culpa de que papá haya hecho que se vistiera como un anticuado!
Bueno... no tengo la culpa del todo.
"¿De qué hablas, Chase Frederick?" escribo en la hoja y la dejo sobre su mesa con disimulo.
"Nada, nada" responde. Me giro con cautelosa a verlo, encontrándolo con sus ojos juguetones puestos en mí. Me saca la lengua como si fuese un niño pequeño.
"¡DIME QUÉ HARÁS!" escribo de nuevo y comienzo a morder la lapicera.
"Te lo diré, sólo si me das un beso". Agrando mis ojos sorprendida, después de leer lo que ha escrito. Acomodo mi lapicera para responderle, pero el profesor me arrebata la hoja antes de hacerlo.
—Dejen los mensajitos amorosos para otra ocasión —dice arrugando la hoja después de leerla. Me sonrojo al instante escuchando los murmullos de los presentes curiosos por saber qué hay en la hoja. Chase parece divertirse con todo el rollo, junto con Anne, quien me da codazos desde
el otro lado. Yo solo quiero hacerme un ovillo y salir rodando de la sala sin que nadie mire todas las tonalidades que mi cara tiene en este preciso momento.
Al sonar el timbre, Chase y sus dos amigos son los primeros en salir de la sala. Raro, pues la mayoría de las veces se tardan un montón en salir.
—¿Qué estarán planeando ese trío? —mascullo sin pensar saliendo de la sala. Anne se encoje de hombros a mi lado.
—¿Quién sabe? —responde riendo entre dientes— Se atrevieron a inventar tres reglas, no sé de qué serán capaces... ¿Qué te escribió Chase?
—Que mi peor pesadilla se haría realidad.
—¿Te meterá a una ducha llena de arañas? Porque según sé, esa es tu peor pesadilla. Bueno, esa y la de tener como vecino a uno de Los Tres Mosqueteros, pero esa ya se ha cumplido y no resultó ser tan mal — mueve las cejas de arriba abajo esbozando una sonrisa— ¿Verdad, Michi?
—Harás que me sonroje —gruño cubriendo mi rostro con un mechón de cabello.
De camino a nuestras taquillas, noto una multitud de chicos reunidos frente a la mía. Anne y yo nos miramos confundidas. Nos abrimos paso hasta la taquilla y diviso una nota pegada. La saco mientras Anne ahuyenta a la multitud.
"Te veo en el casino". No hay firma, pero sé perfectamente quién es el autor. Su letra ya me es conocida.
Chase, ¿qué mierda pretende?
¡Oh, rayos! Dije mierda.
Arrugo la nota y la guardo en el bolsillo de mi chaqueta. Definitivamente, Chase está perdiendo la cordura, Dios sabe porqué. Camino con paso apresurado hacia el baño, me miro al espejo y busco en mi bolso mi gorro de lana. Anne alza una ceja sin comprender qué es lo que hago con una gorra cuando el día está soleado.
—Quiero pasar desapercibida —le informo acomodando mi flequillo, antes de que ella abra la boca—, así Chase no me ve.
—Pues no estás logrando mucho —comenta con sarcasmo Anne—. Un gorro no te hace la diosa del camuflaje, menos cuando ese pompón rojo es más grande que el culo de...
—Como sea... —suspiro frente al espejo. Anne tiene razón. Me quito la gorra para arreglar mi despeinado cabello.
—Tengo hambre, ¿podemos ir al comedor para comer? —ruedo mis ojos en otra dirección.
—Bien, pero si me llega a pasar algo extraño, será tu culpa. Lunes de puré con vienesa con jugo de frutilla.
Recibimos la bandeja con la comida y nos encaminamos hacia la mesa. Entonces, todo ocurre muy rápido. En un segundo estoy llevando mi bandeja a la mesa, y en otro, toda mi comida esta esparcida en la camisa del mismo chico que Mika golpeó. El comedor se sume en un silencio mortal, causando que los dos nos volvamos el centro de Jackson.
Aunque hago un intento por pronunciar alguna palabra, me he quedado muda al ver los ojos furiosos del chico robusto clavados en mí, como si quisiese despedazarme justo ahora.
—Tú estás jodidamente muerta —advierte señalándome con su dedo, da un paso hacia mí, disminuyendo nuestra distancia.
—No, mi querido amigo robusto. Tú serás el muerto —el corazón me da un vuelco al oír una voz familiar—, si no quitas su seboso dedo
de mi chica —Chase se aproxima a mí, toma mi brazo y me obliga a ponerme tras él.
Los curiosos que habían bajado su cabeza al verlo, ahora las levantaban para deleitarse con un espectáculo fuera de lo común. El gran Chase Frederick con novia nueva, ¿quién lo diría?
—Chase... —le digo con voz temblorosa— no pasa nada, yo tuve la culpa —él inclina su cabeza para escucharme mejor sin dejar de mirar al chico robusto, quien parece estar cansado de que Los Tres Mosqueteros se metan en su vida. Así que, sin más que chasquear la lengua y fruncir el ceño, el gordito manchado en puré sale del casino echando maldiciones entre dientes.
No obstante, aquel silencio mortífero continúa.
—¿Estás bien? —pregunta Chase, volteando a verme. Asiento, sin poder evitar sentirme confundida. Toma mi barbilla examinándome.
Lentamente los murmullos vuelven a llenar el lugar. Y los más disimulados fingen comer.
—Ese chico parecía querer golpearme, extrañamente es el mismo que molestaba a... —una conclusión absurda pasa por mi cabeza. La nota de Chase reaparece en mi mente. ¿Y si todo esto era un espectáculo? ¿Y si chocar con el chico robusto fuese planeado? Una sonrisa maliciosa se asoma en los labios de Chase— NO-PUEDE-SER.
—Vendetta —murmura. Se agacha un poco para darme un pequeño beso en los labios.
Y así es como acaba mi vida fantasmal dentro de Jackson.