¡Terno, peinado y flores!
—Definitivamente, no puedo hacer esto, Chase.
—¡Oh, vamos! Será rápido y no sentirás nada —se sienta junto a mí, mirándome suplicante—. Por favor, hazme feliz.
—Quieres ser feliz mientras yo me ahogo con gritos desalentadores
¡Además, mira qué grande es! —los dos miramos la montaña rusa frente a nosotros. Los gritos desesperados de los niños se escuchaban hasta nuestra banca—. Ayer leí sobre personas que han tenido infartos en estos juegos, no quiero terminar en un ataúd muerta a causa de este juego.
—¿Ah sí? ¿Y cómo pretendes morir? —pregunta Chase, apoyando la espalda en el respaldo de la banca— ¿Leyendo algún libro? —me da un codazo despacio mientras ríe. Niego con la cabeza, divertida.
—En mi habitación, rodeada de mis hijos y nietos —le informo—. ¿Por qué hablamos de eso?
—Tú empezaste —se encoge de hombros. Se levanta de la banca y estira la espalda—. Bueno, iré a la montaña rusa con o sin ti —me saca la lengua y comienza a caminar hacia la larga fila en espera para subirse a la entretención.
Remuerdo mi labio inferior y lo sigo.
Después de la noche en la que acepté salir con Chase, todo es extraño
—en el buen sentido de la palabra—. Las miradas, las palabras, los gestos y todo lo que antes no lograba decirle con naturalidad sale de mí sin miedo a decirse. Así que cuando le pedí que saliéramos a algún lugar, no lo dije con miedo a ser rechazada, porque supe que no se podría negar; yo quería ir a la biblioteca, pero él optó por el parque de diversiones junto al museo, diciendo que la biblioteca no es el lugar para una primera cita. Y bueno, admito que tiene algo de razón.
El encargado de la montaña rusa pasa por los asientos revisando que el seguro esté bien puesto. Respiro hondo y exhalo, sintiendo mi garganta seca.
—Chase —digo al sentir el carro moverse por la vía hasta quedar en lo alto. Se detiene ahí—, si muero quiero decirte que te odio —no logro verlo, pero estoy segura se ríe.
El carro baja a toda velocidad dando vuelvas y más vueltas provocando que no logre distinguir el paisaje borroso a mi alrededor. Cierro los ojos y vacio mis pulmones en gritos contra Chase.
Cosas que odio en esta vida, son la velocidad. Y es irónico, pero mi antigua vespa —que en paz descanse donde sea que esté— apenas pasaba los 40 km.
Tras varias vueltas en la montaña rusa, entradas terroríficas en la casa encantada y funciones en el pequeño cine del parque, Chase y yo volvimos a casa en bus, donde al bajarnos nos golpeó de pronto una lluvia torrencial. El invierno ha llegado de pronto y peor que el anterior.
—Hace un frío horrible —le comento a mis padres mientras me sirvo chocolate caliente en mi taza preferida—. ¡Estoy usando tres pares de calcetines y aún así tengo los pies congelados!
—¿Cómo estuvo la salida con Chase, Michi? —pregunta mamá, sin quitar la vista del televisor. El pecho se me comprime y me sonrojo.
—N-no estaba con Chase, mamá —titubeo sentándome para beber el chocolate—. Salí con Anne...
—Oh, por favor. Yo decía lo mismo cuando salía a pasear con tu padre
—mamá apoya la cabeza en el hombro de papá—. "Iré a la casa de
Shelly", sí claro.
—Hablando del chico, aún espero que venga a pedirme el permiso para salir con mi hija —dice papá con voz áspera—. Es lo que un verdadero caballero debe hacer —los golpes en la puerta hacen que me ahogue con el chocolate.
—Yo voy —digo con voz rasposa.
Camino arrastrando las pantuflas por la alfombra hasta llegar a la puerta. Al abrirla me llevo una sorpresa cuando veo a Pato en los brazos de Chase.
—Mira a quién te traigo —dice, mientras lo tomo en mis brazos—. Estaba durmiendo sobre mi cama como si fuese la suya. Pato necesita modales, igual la dueña —sonrío nerviosamente, mirando de reojo hacia dentro de mi casa—. Ni siquiera se ha despedido o me ha dicho un "buenas
noches, guapo", después de nuestra salida.
—Perdón —arrugo mis cejas, acariciando a Pato— y buenas noches. Antes de volver a entrar Chase me detiene del brazo, acerca su rostro al
mío, cierra sus ojos y me besa en los labios, una y otra vez, hasta que una mano áspera cubre mi boca y se ve obligado a detenerse en seco cuando planta un beso sobre los gruesos dedos de papá. Impactado, Chase se queda petrificado con sus labios estirados y los ojos muy abiertos.
Pestañeo un par de veces para aclarar mi mente.
—No sabía que besar manos fuera de esta época, vecino —comenta papá, enfatizando la palabra vecino. Quita su mano de mis labios y me tira hacia adentro de la casa, lo suficiente para que él pueda cerrar la puerta—. Mañana te quiero ver de terno pidiéndome permisos para salir con mi hija o la meteré a un internado.
—¿D-de terno? —pregunta incrédulo Chase. Y antes de poder oír más, papá cierra la puerta en sus narices.
Me quedo mirando la puerta unos segundos antes de reaccionar.
—¡Papá! —Alego, soltando a Pato—. Eso ha sido muy, pero muy, descortés. ¡Y ridículo!
—Bah... mañana morirás de amor cuando lo veas como un nerd de los ochenta, con un ramo de flores, dispuesto a pedirme tu mano.
Golpeo mi frente con la palma de mi mano y regreso a tomar mi chocolate caliente.
Oh, Huston ¿Qué estará pasando por la cabeza de Chase en este preciso momento?
*****
Los rayos de sol indican que la lluvia ha parado. Me asomo por la
ventana en un intento fallido por ver el arcoíris que se forma cuando para de llover, pero de nuevo el smoking no está de mi parte y todo lo que veo en la contaminación de la ciudad. Bostezo y me arrastro involuntariamente hasta el baño, donde me miro al espejo y salgo hacia la cocina.
Mamá ha preparado el desayuno, papá está leyendo el periódico y Pato está lamiéndose sus partes sobre el sofá. Me siento y vuelvo a bostezar.
—Buenos días, Michi —saluda mamá, revolviendo su taza de té —llaman a la puerta y se levanta para abrir. Cuando vuelve hasta nosotros, mira a papá y luego a mí esbozando una incómoda sonrisa—. Es para ustedes dos —dice, entonces, veo a Chase asomarse por el borde de la muralla.
Papá baja el diario y lo mira por encima de sus lentes. Chase se deja ver: lleva un terno negro con franjas grises, con una corbata roja, zapatos negros bien lustrados, el cabello peinado con una enorme raya al lado, y por último, sostiene un ramo de flores con sus manos.
Tal cual como lo había predicho papá.
—Dios, esto en tan vergonzoso —murmuro al aire sin pensarlo. Chase me lanza una mirada amenazadora, mamá lo mira con ternura, como si fuese un bebe recién nacido, y papá, se levanta para quedar frente a Chase, dándome la espalda.
—No pensé que lo harías —suelta papá—. Así de ridículo debí verme yo cuando le pedí a mi suegro salir con Nancy.
—Entonces... —Chase mira hacia los lados, incomodo ante el comentario de papá. Verlo así ha hecho que me ponga ansiosa— ¿puedo salir con
su hija?
Papá vuelve a sentarse y sostiene el periódico.
—Sí, muchacho, solo quería hacerte sufrir un rato.
Papá, eres taaaan bromista.