Al día siguiente, la familia despedía a Arthur con solemnidad, mientras su padre le daba una palmada en la espalda, como único gesto de cariño y camaradería. Cosa que jamás hubo entre ambos.
—Le deseo una larga vida y una lucha excepcional joven Arthur. Que sus conocimientos y habilidades, marquen la diferencia en la historia de nuestra nación.
Expresó Wauters, apretándole la mano al jovencito para luego darle un fuerte abrazo como si lo conociera de mucho tiempo. Arthur permaneció de pie, con la mirada vacía y sumida en el suelo. Su cuerpo estaba ahí, pero su mente y alma volaban por cielos y paisajes distintos.
—¡Que Dios te cuide hijo mío!
Dorothy le dio la bendición, con lágrimas en los ojos
El joven Arthur subió al coche con la mirada entristecida, y con un profundo pesar en su corazón. Sentía que aquella sentencia había sido la mayor traición de su familia. Cerró la puerta del carruaje a medida que sonreía, aparentando orgullo y gratitud. Luego se ocultó tras el cortinaje del coche y comenzó a llorar como un niño pequeño. Siempre se había culpado por ser tan sensible. A diferencia de sus dos hermanas, quienes parecían afrontar la vida con bastante cinismo y frialdad. Tal y como lo hacían sus dos padres. ¿A quién había salido él tan dócil y frágil? Se preguntó durante el agitado trayecto.
Una semana más tarde, después de partir Arthur, las dos hermanas pasaron de ser fieles confidentes y amigas que compartían chismes en común, a ser completas rivales. El odio y la envidia por parte de Meghan crecieron tanto que se propuso como única meta, conquistar al señor Wauters y la mejor manera de lograrlo, era coquetearle sin pudor alguno.
Aprovechando la oportunidad de que el militar pasaría una larga temporada en casa, las cosas no podrían ser más fáciles. Esa mañana Meghan despertó de muy buen humor, sabiendo que su plan daría el efecto esperado. Se arregló pronto; mucho antes de que su doncella subiera para ayudarla a preparar el baño o para peinarle el cabello. Una vez lista, bajó hasta el comedor donde para suerte de ella, el marino estaba solo, tomando el desayuno.
—¡Buen día señor Wauters!— le saludó Meghan con la voz melódica. Lucía un atuendo simpático. Un vestido sencillo de verano con un escote bastante prominente. Los ojos del militar se desviaron ligeramente ante aquel sugestivo vestido, pero no prestó la atención que Meghan esperaba. Solo le dedicó una simpática sonrisa, y volvió a concentrarse en el huevo pasado por agua. Meghan sintiéndose ofendida, tomó asiento en la mesa, justo en la silla al lado del militar y siguió la conversa, sin apartar sus ojos de los de él aun cuando Wauters ni si quiera la observaba —Me alegra mucho tenerlo en la familia por una temporada, ya sabe que mi padre goza siempre de tener buenas amistades en casa. Y por lo que me ha conversado de usted, tengo entendido que posee varios honores.
Wauters levantó por fin la mirada, y la quedó observando por largo rato. Una mirada analítica, llena de aburrimiento, pero no por eso dejó de ser cortés.
—Es usted muy amable señorita Meghan. En efecto, son honores que he adquirido con el tiempo, pero tampoco son para tanto— Meghan asintió incómoda, a la vez que su nivel de ofensa aumentaba —Sabe ¿dónde puedo encontrar a su hermana?— el militar preguntó cambiando el tema de conversación con brusquedad. Luego agregó con chispas en los ojos y con una sonrisa radiante —Llevo un rato de estarle buscando; me dijo que hoy tendríamos un picnic con su amiga Anthoniette en el lago, pero no volví a recibir su confirmación en días anteriores.
—Lo siento, pero no sé dónde se encuentra.
Meghan se levantó del asiento y dejó la mesa refunfuñando. Pensó que sería fácil persuadirlo y alejarlo de las garras de Anne, pero al parecer tendría que preparar mejor su coartada, si quería enamorarlo y que Wauters fuera solo para ella.
Esa misma tarde, para la hora de la cena todos los presentes conversaban y compartían en la mesa animadamente. Meghan llevaba varios días estudiando los gustos de Wauters, así como los lugares que frecuentaba cuando salía; siendo que era en realidad muy poca la vida social de la que él gozaba. Al parecer era un joven tímido y muy analítico; justo poseía el mismo carácter sensato y maduro de su hermana Anne. ¿Qué punto débil tendría? Se preguntó abstraída mientras mordisqueaba una pieza de pan, al que olvidó untarle mantequilla. Mientras roía el pedazo de masa, pensaba en el amor entre ambos junto a sus encuentros. Estaba convencida al igual que sus padres, de que el cortejo entre Anne y Wauters era sutil y romántico, a pesar de que su “cuñado” vivía en la misma casa por orden de su padre. Un cortejo tan propio y aceptable, para cumplir con los estándares religiosos y morales que mantenía su familia en alto.
Para esas semanas, ya sentía su cabeza ingenua y caprichosa tan cansada, que dedujo era inútil llegar a un modo certero de separarlos. Sabía que el militar no sentía el más mínimo interés por ella, siendo que todas las veces que se insinuó mostrándole su escote, los tobillos y hasta guiñándole los ojos, Wauters pasaba totalmente de lejos ante aquellos sugerentes encantos. Pensó que debía haber algo, el más mínimo detalle que figurase como un hilo suelto, del cual tirar para deshilachar aquella historia que llevaba meses tejiéndose como una alfombra. Pero ¿Qué podía hacer?.
—Señor Wauters— la voz de Kalahan resonó en medio de la cena, devolviéndola al presente súbitamente —Permítame darle la bienvenida a la familia más formalmente— El militar sonrió tímido, al ver los labios húmedos y el rubor en las mejillas de Anne, quien pestañaba rápidamente en el asiento contrario —Ya sabía lo de su interés por mi hija, pero haga el favor de poner fecha al compromiso, que mañana mismo pido a Dorothy mande a hacer las invitaciones de la boda.
Ante aquella afirmación, la quijada de Meghan se desencajó en asombro, seguido de un sonido sordo del cucharón de la sopa, cayendo contra la porcelana. Fue un sonido sordo, porque ninguno de los presentes se interesó en aquella torpe educación. Sino que ahora el centro de atención era la pareja que pronto anunciaría su compromiso.
—Agradezco muy amablemente su bienvenida señor y señora Robards. Sin sonar abusador ni mal educado, quisiera aprovechar el momento para decirles que el interés que siento por Anne, sobrepasa cualquier barrera. Incluso me atrevería a decir que la amo.
Aquello cayó sobre la cabeza de Meghan como una pesada loza de concreto, bloqueando toda idea que con esfuerzo había empezado a intuir. Mientras tanto Anne no cabía de la alegría al oír de labios de su amado, cuán importante le consideraba. No era noticia para ella dicho interés, dado que en días anteriores le había ofrecido un anillo de su propio cabello, como símbolo certero de su compromiso. Lo que le sorprendió más bien fue el anuncio público y cómo sus padres al parecer ya lo esperaban.
—Siendo así señor Wauters, fijen fecha de una vez, que esta noticia merece una verdadera celebración.
Después del postre, Meghan se retiró a sus aposentos, sintiendo el estómago convertido en un nudo. Saber que entre más días pasaban, Wauters se alejaba más de ella, la llenaba de horror y pánico. Algo debía hacer para impedir que la boda se llevara a cabo. Entonces, mientras su cuerpo dormitaba en aquella cama con cobijas de ganso, su mente maquinaba una jugada más, esta vez con la última carta.