Barcelona, 1992

Todo el equipo somos mercenarios, no finjamos que somos otra cosa.

 

Para los aficionados, el problema de ciertos miembros del equipo olímpico estadounidense con el logotipo de la equipación oficial surgió pocos días antes de la final. En realidad el conflicto se había planteado abiertamente durante el vuelo a Europa, y sus raíces se remontaban al debut de Michael Jordan en la NBA.

En términos estrictamente deportivos, los partidos más interesantes del Dream Team tuvieron lugar en los entrenamientos. Michael Jordan llegó a las instalaciones deportivas en La Jolla (California) para la preparación del 22 al 26 de junio deseando disfrutar de su victoria sobre Clyde Drexler. Drexler había entrado en el equipo en el último momento, algunos decían que debido a que el Torneo de las Américas se iba a jugar en Portland, y tuvo que soportar el acoso de Jordan en los entrenamientos. “¿Te resulta familiar algo de esto, Clyde?”, le preguntaba burlonamente. “Cuidado con los triples.” Jordan creía que a Drexler le faltaba agresividad y seguridad en sí mismo, y creyó verlo confirmado el día que éste trajo por error dos zapatillas del pie izquierdo y jugó así porque no se atrevió a reconocer que se había equivocado. Finalmente los entrenadores tuvieron que hablar con Jordan para que le diera cuartelillo, ya que temían que terminara afectando a su moral de manera permanente. Afortunadamente para Drexler pronto llegaron otros rivales que distrajeron la atención de Jordan: el comité había reunido a un equipo de estrellas universitarias como Chris Webber, “Penny” Hardaway o Grant Hill para que jugaran partidillos de entrenamiento a 20 minutos contra el equipo olímpico, y dieron la sorpresa el primer partido, celebrado el 24 de junio, gracias a siete triples de Allan Houston. Pero cometieron el error de celebrar la victoria de manera ostentosa, abrazándose y dedicando algunas frases desafiantes a los profesionales. El entrenador asistente de ese equipo era Roy Williams, el viejo amigo de Jordan, y durante una partida de golf al día siguiente intentó disculparse ante Daly, Barkley y el propio Jordan. “No te preocupes, entrenador”, le respondió. “Ya nos ocuparemos nosotros de eso mañana.” Antes de empezar el segundo partidillo, Jordan apuntó con el dedo a Houston: “Ése no va a meter siete triples hoy”. Al terminar los 20 minutos de juego los profesionales llevaban 38 puntos de ventaja, que fueron 56 después de que Chuck Daly prolongara el partidillo 10 minutos más. A pesar de las bajas de Larry Bird y John Stockton, el Dream Team ganó los seis partidos del Torneo de las Américas por una diferencia mínima de 38 puntos.

Parte del enfado Michael Jordan relacionado con las marcas deportivas procedía del convencimiento de que habían intentado engañarle tomándole por tonto. Cuando exigió en febrero de 1992 que la NBA le devolviera el control de su imagen también presentó simultáneamente una exigencia similar a USA Basketball, así que el comité debía conocer su opinión al respecto. Los jugadores se vieron sorprendidos cuando Dave Gavitt, presidente de USA Basketball, les enseñó los uniformes que se habían diseñado para la entrega de medallas. “Dave, tengo un problema serio con esto”, respondió inmediatamente Jordan, refiriéndose al logotipo de Reebok, patrocinador del equipo olímpico. “Todos tenemos nuestros propios contratos publicitarios. ¿Cómo puedes haber vendido esos derechos y pedirnos ahora que nos pongamos esto?” Sin embargo, cuando Jordan leyó los documentos legales que debía firmar en el vuelo desde EE.UU. a Europa volvió a encontrar una cláusula exigiendo que llevara el chándal de Reebok en el pódium. Michael Jordan tachó esa cláusula y la marcó con sus iniciales, pero en el vuelo de Montecarlo a Barcelona se les comunicó oficialmente que tendrían que vestir los uniformes. “Nunca me pondré algo de Reebok.”

El traslado desde Montecarlo a Barcelona no modificó mucho el ritmo de vida de Michael Jordan y el resto de los olímpicos. Las aburridas ceremonias palaciegas (en una de las cuales hubo que convencer al príncipe Rainiero de que el entrenador Chuck Daly no podía sentarse junto a él todo el partido para explicarle el juego) fueron sustituidas ventajosamente por los actos promocionales de las marcas que anunciaban los diferentes jugadores, pero el resto permaneció inalterado: golf por las mañanas, por las tardes un entrenamiento ligero y partidas de cartas o visitas a los clubes nocturnos por las noches, todo ello en un ambiente de camaradería y rivalidad amistosa. “Magic” Johnson y Charles Barkley eran los principales responsables de ese buen ambiente, que se había fraguado muchos meses antes en diferentes actos promocionales de la selección, como las sesiones de fotos realizadas durante la temporada. En una de las anécdotas más conocidas, “Magic” advirtió a Bird de que no se acercara demasiado a Jordan para la foto que les iban a sacar a los tres, ya que por mucho menos a él le habían pitado personal en las finales del 91. Y es que Dios dijo hermanos pero no primos, como se pudo comprobar en la pueril competencia por ser el último en llegar a las sesiones de fotos y obligar así a que fueran los demás quienes estuvieran esperando. Chuck Daly tuvo ocasión de experimentar en primera persona la competitividad de Michael Jordan cuando cometió el error de ganarle una partida de golf en Barcelona. Al día siguiente a las 4 de la mañana lo despertó un frenético golpeteo en la puerta de su habitación. “Chuck, soy Michael. Quiero la revancha.”

Esa rivalidad culminó en lo que David Halberstam inmortalizó como “el mejor partido que nadie llegó a ver”, un entrenamiento en el que “Magic” Johnson picó a Michael Jordan más allá de lo prudente. Los escasos testigos difieren en los detalles, y por ejemplo no está claro si fue casual o el resultado de la sugerencia por parte de “Magic” (que ejercía de enlace entre los técnicos y la plantilla) de que el equipo necesitaba un entrenamiento más fuerte. Según algunos fue “Magic” el que provocó la situación, convencido de que Chuck Daly lo asignaba siempre al equipo más débil mientras Jordan siempre formaba pareja con Pippen. “¡Te estoy reventando, MJ19!” Según otros fue Charles Barkley, a pesar de que “Magic” intentó impedirlo: “Cállate ya, luego no eres tú el que tiene que defenderlo”. Casi coinciden en la composición de los dos equipos: “Magic”, Mullin, Barkley, Robinson y Drexler (o Laettner) por un lado, frente a Jordan, Pippen, Bird, Malone y Ewing por el otro. “Magic” Johnson había empezado el partidillo penetrando y doblando, y su equipo tomó una ventaja de 14-2 ó 14-0. Fue entonces cuando llegaron las burlas, y con ellas la reacción de Jordan. Cogió el balón, fintó, penetró y machacó, y se volvió a su rival. “Te estoy reventando, M.J.”, le imitó. Empezó a atacar el aro y a defender estrechamente a “Magic”, hablando sin parar. “¿Vas a permitir que te haga eso?”, le espetó a Karl Malone después de un mate de Barkley. Malone respondió con otro mate, y a continuación Barkley provocó una falta y se puso a protestar por unos tiros libres no concedidos. Los jugadores rivalizaban unos contra otros con tanta intensidad que Chuck Daly temió que terminaran lesionándose. “Magic” intentó dar réplica a Jordan, pero éste encadenó 12 ó 16 puntos consecutivos. “¿Dónde estamos, en Montecarlo o en el Chicago Stadium?”, estalló después de que pitaran falta a favor de Jordan. “Te diré dónde estamos”, respondió, “estamos en los noventa, no en los ochenta”. A falta de unos segundos Jordan estaba en la línea de tiros libres, y desde la banda Mike Krzyzewski instruía a su equipo: “Aún queda mucho tiempo”. “Y una mierda”, respondió Jordan. “¡Esto se acabó!” Anotó los dos tiros libres y su equipo ganó por 36-30 cuando Chuck Daly denegó todas las peticiones de alargar el entrenamiento. Alguien le preguntó a Jordan por su necesidad obsesiva de ganar siempre. “Intento convertirlo en costumbre”, bromeó.

Fue el único rival a su altura que encontraría el Dream Team. La disolución de la URSS y de Yugoslavia había fragmentado a las selecciones de mayor nivel de Europa, y sólo los anfitriones consiguieron aguantar hasta la segunda parte con un marcador digno. Los demás rivales se dieron por satisfechos con haber compartido la pista con las estrellas de la NBA, que se rotaban para que cada día fuera uno distinto el que se luciera. Jordan y Pippen eligieron el partido contra Croacia, dispuestos a enseñarle a Toni Kukoc lo que le esperaba si se le ocurría dar el salto. Especialmente Pippen, que secó a Kukoc en defensa y posteriormente admitió que a quien habría deseado tener delante era a Jerry Krause. “Scottie tenía a Kukoc totalmente aterrorizado,” declaró Barkley. “Le daba miedo hasta botar el balón.” Como era su costumbre, Jordan prefirió adoptar un tono menos conflictivo. “Era su primer partido contra nosotros y estaba nervioso. Sé que puede hacerlo mejor.” Pero cuando le preguntaron si intentarían hacerlo sentir bienvenido en Chicago sí respondió con dureza. “Creo que ni Scottie ni yo nos dedicamos a dar apoyo psicológico.” Ambos tuvieron palabras más elogiosas para Kukoc después de la final, en la que una Croacia domesticada mejoró su imagen a costa de no perseguir la victoria (a excepción, siempre, de Petrovic), pero a esas alturas la prensa ya sólo hablaba de un tema: la entrega de medallas y Reebok. El presidente de Nike había comunicado formalmente a Michael Jordan que vestir el uniforme conmemorativo no sería considerado una violación de su contrato de imagen, en un intento mal disimulado por convencerlo de que cediera. Al fin y al cabo, el deporte profesional se nutre de una especie de suspensión del escepticismo por la cual los aficionados dejan en segundo plano los aspectos económicos y fingen creer que clubes y jugadores se mueven por aspectos deportivos. Un boicot hacia la selección nacional que representa a todo el país supondría una ruptura de la cuarta pared en la que Nike tenía poco que ganar. Sin embargo, olvidaba o no comprendía que Jordan no estaba defendiendo a la marca sino a sí mismo, en la forma de unos derechos sobre su imagen que decidía vender a Nike pero que seguían residiendo en él. Era Jordan y no Nike quien no aceptaba esos cambalacheos, en parte por interés (en el futuro, quien adquiriera derechos sobre su imagen sabría que eran realmente exclusivos sin excepción) y en parte por un sentimiento de autonomía. Michael Jordan se había sentido como un trozo de carne demasiadas veces dentro y fuera de las canchas, pero había conseguido que su relación con Nike fuera como deseaba, la que hubiera querido tener con los Bulls. Era un socio y no una propiedad, un príncipe en el reino de Nike.

La relación de Michael Jordan con Nike venía del verano de 1984, cuando dejó la universidad para dar el salto a la NBA. Dean Smith supervisaba el paso a la profesionalidad de todos sus jugadores, y antes incluso de que se declarara oficialmente para el draft organizó una serie de reuniones con un grupo selecto de agencias de representación para que Jordan y Sam Perkins pudieran elegir. Una de ellas era ProServ, especializada en tenistas, pero que a través de un joven abogado llamado David Falk se estaba expandiendo hacia el baloncesto. El entrenador Smith tenía una buena relación con ProServ y estaba muy satisfecho del trabajo que habían hecho con James Worthy, pero pocos meses antes la agencia había sufrido la dolorosa separación de sus dos fundadores: Donald Dell se había quedado con el nombre de ProServ, mientras que Frank Craighill había creado Advantage International. Esas dos agencias eran las mejor situadas para obtener los derechos sobre Perkins y Jordan, unos derechos que Dean Smith había dividido en tres categorías (negociaciones contractuales, derechos de imagen y gestión financiera). Smith insistía en tratar directamente con los presidentes, así que David Falk tuvo que adoptar un rol secundario mientras Donald Dell presentaba la oferta de la agencia, pero aún así ProServ consiguió las tres categorías de derechos sobre Michael Jordan y dos de tres sobre Perkins (Advantage International obtuvo la gestión de sus ingresos). Sin embargo, poco después se produjo una disputa entre Dean Smith y Donald Dell que terminó provocando que Perkins firmara con Advantage International en exclusiva. Dell y Falk sospechaban que Smith había decidido que era mejor que sus dos estrellas firmaran con agencias distintas, mientras que Smith pensaba que ProServ no había mostrado un interés real en Sam Perkins. Fuera como fuese, la relación preferencial con North Carolina terminó, y ProServ no consiguió representar a ningún otro jugador de Dean Smith.

Una vez que Jordan se comprometió con ProServ, pasó a trabajar directamente con David Falk, que le explicó el ambicioso plan que había concebido para gestionar sus derechos de imagen. Uno de los axiomas de la publicidad era que ningún afroamericano podía servir de reclamo para una sociedad estadounidense predominantemente anglosajona, y otro de esos axiomas era que un jugador de un deporte de equipo como el baloncesto no podía servir de reclamo con el mismo impacto que si practicara un deporte individual, como el tenis. David Falk estaba convencido de que esos axiomas ya no eran ciertos, y se apoyaba en ejemplos recientes como el éxito generalizado del actor Bill Cosby. Falk acababa de conseguirle a Worthy un contrato récord de 1,2 millones de dólares con la marca de zapatillas New Balance, y eso le hacía pensar que para una estrella más popular con una marca de primera línea el cielo era el límite. Sólo la falta de visión impedía que Converse y “Magic” Johnson coparan el mercado, y David Falk creía que Michael Jordan tenía el mismo potencial. Cuando se entrevistó con los diferentes fabricantes de calzado deportivo, Falk adoptó la actitud sin precedentes de preguntar qué podían aportar a la imagen de Jordan. Adidas, la marca favorita del joven Mike, apenas se molestó en hacerles una oferta; Converse dominaba el mercado de la NBA, pero no parecían tener muy claro qué hacer con él. Sus anuncios se limitaban a enseñar a las estrellas que tenían bajo contrato con una zapatilla Converse en la mano, lo que incluso su padre James Jordan encontraba vulgar. “¿No tienen ideas nuevas, creativas?” Afortunadamente, había una empresa que estaba buscando la imagen que representara sus nuevas ideas creativas: Nike.

Nike surgió en Oregón, en 1964, con el nombre Blue Ribbon Sports. El entrenador de atletismo de la Universidad de Oregón, Bill Bowerman, aborrecía el calzado deportivo de la marca Adidas, que era casi el único disponible, y empezó a modificarlo de manera artesanal para adecuarlo a sus necesidades. Poco después él y uno de sus corredores, Phil “Buck” Knight, fundaron la empresa Blue Ribbon para distribuir en EE.UU. las zapatillas de la marca japonesa Onitsuka Tiger, que prácticamente vendían desde el maletero del coche hasta que abrieron su primera tienda en 1966. En 1971 terminó la relación entre Onitsuka y Bule Ribbon, que pasó a denominarse “Nike” con el objetivo de sacar al mercado su propia línea de calzado. Las ideas fundamentales de Knight eran que sus zapatillas combinarían el diseño estadounidense más avanzado con la fabricación a bajo coste en Asia, y que Nike era una empresa “de deportistas y para deportistas”. La búsqueda constante del confort y la sujección culminó en una suela característica que alcanzó gran popularidad entre los corredores y revolucionó el calzado deportivo a finales de los setenta. Hasta entonces las zapatillas habían sido un producto destinado a la práctica del deporte, pero la moda del footing las introdujo al público general y la juventud las adoptó como calzado de uso diario. Nike salió a bolsa en 1980 y sus fundadores se convirtieron en millonarios.

La crisis llegó a mediados de la década de los ochenta, cuando la moda volvió a cambiar y encumbró a una marca de zapatillas de aerobic llamada Reebok. Aunque Nike seguía manteniendo como política oficial la fabricación de zapatillas “de deportistas y para deportistas”, para entonces estaba claro que el auténtico mercado era el calzado casual para jóvenes y adolescentes. Nike quería recuperar el primer puesto y para eso necesitaba anticipar cuál sería el siguiente deporte en ponerse de moda, que según algunos ejecutivos de la compañía iba a ser el baloncesto profesional. Uno de esos ejecutivos era Sonny Vaccaro, una controvertida figura del baloncesto de base estadounidense que había sido contratado por Nike en 1978 para que dirigiera su penetración en la NCAA. Vaccaro había conseguido que los entrenadores de las universidades más prestigiosas del país calzaran su marca, y estaba convencido de que el paso siguiente era la NBA: la liga estaba dejando atrás los escándalos de drogas y creciendo gracias a la llegada de “Magic” y Bird. Pronto firmarían un nuevo contrato televisivo que haría evidente su nueva situación, pero Nike aún estaba a tiempo de adelantarse. En términos de calzado deportivo, la NBA era un reducto de épocas pasadas, y seguía dominada por una marca como Converse, que había desaparecido de otros deportes más populares hacía una década. Nike tenía bajo contrato a unos cuantos jugadores poco reseñables, así que Vaccaro y otros sugirieron que sería más productivo concentrar sus esfuerzos en una sola estrella como imagen de la marca. Converse había copado a todos los grandes jugadores de la NBA, y conseguir robarle alguno saldría demasiado caro, así que era mejor idea apostar por algún rookie que aún no se hubiera comprometido con ninguna marca y que apuntara maneras de estrella.

Michael Jordan no compartía el interés de David Falk por Nike. No conocía la marca, las zapatillas que le enseñaron le parecían aparatosas y estrafalarias, y sólo quería saber si le regalarían un coche. Falk había preferido negociar un pago directo inferior a cambio de una serie de bonificaciones, como primas por ventas o el compromiso de una inversión importante en publicidad, mientras Nike incluía una serie de salvaguardas que le permitirían romper el contrato en el caso de que Jordan no consiguiera convertirse en allstar o no se clasificara para playoffs (en retrospectiva resulta increíble que hubiera un momento en el que esas cláusulas se creyeran necesarias). Por sorprendente que parezca, no estaba siendo fácil que Jordan consiguiera contratos publicitarios de firmas como McDonalds, e incluso el concesionario de Chevrolet en Chicago se había hecho de rogar. El argumento de Falk iba a ser que no compraban solamente el derecho a rodar unos cuantos anuncios o imprimir algunos carteles, sino que al asociarse con la imagen de Jordan recibirían una promoción secundaria de las retransmisiones de los partidos y los anuncios de Nike. Si Jordan anunciaba un producto, cada vez que la imagen de Jordan apareciera en televisión lo haría subir de valor independientemente de si el anuncio era de una empresa u otra. La idea era crear una imagen publicitaria de Jordan con un contenido propio y autónomo al que se asociarían esas marcas. David Falk no era aún consciente de que la realidad superaría con mucho a sus fantasías. “No me importa lo que diga nadie”, comentaría Jordan años después. “Nadie sabía lo que iba a pasar, ni David Falk ni nadie. Ni yo mismo lo termino de entender. Si alguien te dice que lo sabía por anticipado, miente.” Michael Jordan era muy escéptico, y fueron Falk y su padre quienes le convencieron para acudir a Oregón a ver la presentación del proyecto de Nike. Allí le proyectaron un vídeo de la idea básica que tenían para la campaña, con imágenes de Jordan en juego sobre la canción “Jump”, de las Pointer Sisters, pero lo que convenció al joven Mike fue la posibilidad de poner en el mercado una zapatilla con su nombre: “Air Jordan”, idea de David Falk después de descartar “Prime Time”. Ningún jugador de baloncesto había dado nombre a una zapatilla desde Chuck Taylor en 1923, y no es de extrañar que “Buzz” Peterson creyera que se había vuelto loco cuando se lo contó.

Nike pretendió realizar una campaña distinta con una estética diferente de sus competidores desde el primer momento, y lo consiguió gracias a las “zapatillas prohibidas”: el calzado originalmente suministrado por la empresa en rojo y negro no se correspondía con el de sus compañeros y la normativa de la NBA exigía que todo el equipo vistiera en colores uniformes. Cuando los Chicago Bulls amenazaron a Michael Jordan con multarle por cada partido que jugara con ese calzado, Nike anunció que pagarían gustosos esa multa y lanzaron inmediatamente una campaña publicitaria sobre “las zapatillas que la NBA no puede impedir que te pongas”. El éxito fue inmediato, aunque algunos periodistas encontraron toda esta historia un poco sospechosa. Resultaba extraño que los Bulls se hubieran arriesgado a enfrentarse con su apuesta de futuro por un tema trivial, y Nike había sacado los anuncios con tanta rapidez como si los hubieran tenido preparados de antemano…

A pesar de ese éxito, el gran salto de Michael Jordan se produjo en 1986. Rob Strasser, de Nike, se habían independizado para crear su propia empresa y le ofreció crear toda una línea de productos con su nombre, y la propia Nike tuvo que hacer lo mismo para evitar perder a uno de sus mejores reclamos en plena crisis. Esto encajaba con los planes de David Falk de crear todo un segmento publicitario alrededor de Jordan, que en previsión de ello se había constituido en empresa con el nombre de Jump Inc. antes incluso de debutar en la NBA. Falk consiguió que Nike aceptara crear una línea de productos Jordan independiente dentro de la empresa, con su propio logotipo (el jumpman o saltador), eslogan y empresa publicitaria. El cambio a la pequeña y dinámica agencia Wieden & Kennedy resultó trascendental. Jim Riswold, el responsable de la campaña, era un aficionado al baloncesto al que habían impresionado unas declaraciones del legendario Bill Russell felicitando a los padres de Jordan por la educación de su hijo. Nadie recordaba un cumplido así viniendo de Russell, y eso llevó a Riswold a pensar que los anuncios anteriores se habían centrado en lo que Michael Jordan hacía en sus canastas y en sus mates. Pero eso la audiencia ya lo podía encontrar en los partidos, así que sería más efectivo si los anuncios complementaran esa imagen ilustrando lo que Jordan era: un joven atractivo, elegante, inteligente y simpático. Riswold tropezó con el medio ideal casi por casualidad, cuando vio una película independiente dirigida y protagonizada por un director novel llamado Spike Lee. La película se titulaba She’s Gotta Have It, y el personaje interpretado por Lee era un joven obsesionado por el baloncesto y Michael Jordan llamado Mars Blackmon. Spike Lee dirigió una serie de anuncios que revolucionaron la publicidad deportiva y que sentaron la base de su imagen de marca. Eran anuncios frescos y divertidos, y Jordan al lado de Mars Blackmon parecía aún más alto, más atlético y más elegante.

La contribución de Spike Lee fue mucho más allá de popularizar el apodo “Money” o la frase do you know–do you know–do you know; Lee estaba intentando transmitir una imagen de la cultura afroamericana urbana muy distinta a la que se tenía en ese momento. Él no veía Brooklyn como un nido de pobreza y droga carente de valor e interés, sino como un crisol de culturas donde negros, italianos, hispanos y asiáticos convivían mejor o peor. Pocos sabían que Spike Lee tenía razón y que esa cultura afroamericana urbana estaba a punto de tomar por asalto el país, y que, cuando lo hiciera, las “Air Jordan” estarían estrechamente unidas a ella. David Falk había apostado porque Michael Jordan saltara la barrera racial y se convirtiera en una imagen sin color, ni blanco ni negro, y hasta cierto punto fue así; pero también sucedió que la comunidad blanca pasó a aceptar esa cultura afroamericana como referente, desde el rap a las zapatillas de deportes.

Esa asociación de la imagen de Jordan no fue siempre positiva, como se demostró en sucesivas polémicas relacionadas con los robos con violencia de productos Nike, el boicot promovido por PUSH o las noticias sobre las condiciones de trabajo en sus fábricas del sudeste asiático. Michael Jordan sospechaba que estos incidentes se centraron en Nike y no en otros fabricantes de prendas deportivas debido solamente a su fama, lo cual suponía intentar manipular su imagen aprovechando su éxito sin precedentes. Riswold había acertado al apostar por difundir la imagen real de Jordan (dentro de lo que es la publicidad), ya que, a diferencia de los actores o cantantes, su celebridad tenía una base real. Michael Jordan no interpretaba a un deportista de éxito, sino que realmente salía a la cancha y era el jugador más dominante y espectacular del mundo. Nike siguió insistiendo en variaciones sobre este concepto después de la marcha de Spike Lee, e incorporó las circunstancias vitales del jugador en la publicidad, como en el famoso anuncio en el que Charles Barkley insistía en que “yo no soy un modelo de comportamiento”.

Michael Jordan gozaba de amplios poderes para sugerir o rechazar ideas para las campañas publicitarias de Nike. En años posteriores se harían famosos anuncios en los que reflexionaba sobre todos los tiros fallados en su carrera o despertaba de un sueño en el que había estado jugando al béisbol. El anuncio que rodó para los playoffs de 1993 se titulaba “What if”: “¿Y si mi nombre no estuviera en los titulares? ¿Y si mi cara no saliera por televisión a cada segundo? ¿Y si no me encontrara una muchedumbre en cada esquina? ¿Y si yo fuera simplemente un jugador de baloncesto? ¿Te lo puedes imaginar? Yo sí puedo”.


19 Michael Jordan tenía la costumbre de dirigirse a sus amigos por sus iniciales, y de ahí surgió la broma con “Magic” de llamarse el uno al otro “MJ”.