Uno de los rasgos de Michael Jordan que resultan más contradictorios con su personalidad futura es la manera en la que mezcla arrogancia e inseguridad
durante la primera etapa de su carrera deportiva. El mismo Jordan que se pasea ante las barbas de todo un James Worthy presumiendo de ir a marcar una época en la universidad es el que luego llega atenazado por el miedo a no dar la talla, a salir a jugar y hacer el ridículo delante de Dean Smith y los suyos. “Temía llegar y estrellarme, porque todo el mundo esperaba muchísimo de mí.” Aún era demasiado humano.
En cualquier caso, esa inseguridad le duró hasta la primera pachanga. En North Carolina era tradición the Wall, el muro de ladrillo que rodeaba a la biblioteca en el que se sentaban las antiguas estrellas de los Tar Heels cuando venían de visita, y desde el que desafiaban a los universitarios a jugar unos partidillos. En teoría servían para proporcionar un sentido de continuidad, de historia y de familia a los jugadores, que veían simultáneamente el historial glorioso de la institución y también el éxito que esperaba a quienes siguieran el camino recto. A Jordan le sirvieron, además, para ponerse a prueba ante sus mayores mediante el enfrentamiento directo en la pista. “Al Wood me estaba defendiendo, estábamos empatados y el que metiera la siguiente canasta ganaba. Yo tenía el balón. Todos me miraban y yo estaba nervioso porque no estaba seguro de estar a la altura. Remonté la línea de fondo y él me siguió. Cuando fui a tirar, Geoff Crompton vino a la ayuda. Me levanté con el balón pensando que me habían encerrado. Pero cuando volví a bajar, me dije: ‘¿Realmente he hecho eso?’.” Jordan acababa de machacar por encima de Wood, número 4 del draft, y de Crompton (de natural paquete, pero un paquete de siete pies que jugaba en la NBA), y supo que estaba preparado. Sólo faltaba que lo supieran los demás.
En contra de lo que muchos habían anticipado, el principal competidor de Michael Jordan en su nuevo equipo no era “Buzz” Peterson. Es cierto que en este momento de sus carreras respectivas Peterson llevaba clara ventaja en el tiro exterior, manejo de balón, bote y pase, colocación defensiva y ofensiva, preparación, fundamentos…pero Dean Smith ya tenía a un jugador así, con la ventaja añadida de llevar dos temporadas en el equipo. Se trataba de Jim Braddock, el base suplente del equipo que perdiera la gran final de la NCAA el año anterior frente a la Indiana de Bobby Knight e Isiah Thomas. Braddock era el mismo tipo de jugador y podía aportar lo mismo que Peterson (tiro, manejo de balón, colocación) pero sumando una mayor experiencia, conocimiento del juego y de los compañeros e integración en el equipo. Era difícil que Dean Smith optara por “Buzz” Peterson cuando tenía una versión mejorada a su disposición. En cambio, Michael Jordan se presentaba como un tipo de jugador diferente cuya aportación no se parecería en nada a la de los demás candidatos.
North Carolina venía de jugar la finalísima en 1981 y eran los grandes favoritos para la temporada 81-82 antes incluso de saber quién reemplazaría al escolta Al Wood, su gran estrella. El punto más fuerte de los Tar Heels era su pareja interior, James Worthy y Sam Perkins, considerada la mejor del país y sabiamente alimentada por Jimmy Black, uno de esos grandes bases universitarios que no tiraban sin receta médica, pero que eran la auténtica prolongación del entrenador sobre la cancha. La última plaza fija en el quinteto titular era para Matt Doherty, un alero blanco similar en líneas generales a Braddock o Peterson: grandes fundamentos, sin ninguna habilidad sobresaliente pero capaz de aportar en cualquier área (tiro, rebote, defensa, circulación de balón) sin cometer errores. El único punto débil de este equipo era la falta de estatura; los pívots grandes como Pat Ewing campaban por sus respetos en la liga universitaria, y aunque Worthy y Perkins eran rápidos, móviles y atléticos, ninguno de ellos pasaba del 2,05 de altura. Y no podían esperar auxilio desde el banquillo, ya que los hombres altos suplentes destacaban más por su buena disposición y voluntad de sacrificio que por su calidad. Dean Smith temía que completar el quinteto con un escolta con cuerpo de base, como Braddock o Peterson, sólo agravaría el problema. Tampoco la aportación de éstos parecía tan necesaria con Black y Doherty.
Michael Jordan ofrecía la posibilidad de jugar con un escolta grande, con estatura de alero universitario y mucho salto. Ningún rival podría tirar por encima de él, y sería de gran ayuda en los tableros si Perkins y Worthy se veían en apuros. Lo que quedaba por ver era si ese antiguo ala-pívot era capaz de jugar en el perímetro de una universidad de primera fila. En ataque, Jordan no mostraba ni el bote ni el pase normalmente asociados al puesto de escolta, pero por lo menos su tiro de media distancia cubriría las necesidades del equipo (cuando lo vio por primera vez, Sam Perkins no se sintió especialmente impresionado por el novato; al menos tiene buen tiro, pensó). En defensa las dudas eran aún mayores, pero después de varias pruebas tanto en entrenamientos como en partidos de preparación, Dean Smith decidió que le inspiraba la suficiente seguridad como para confiar en él desde el arranque. Michael Jordan no era ni de lejos un defensor del nivel exigible a un titular de North Carolina, pero sí era intenso, activo y rápido de pies y manos. Tendría que valer.
Especular es ocioso, pero es imposible no preguntarse qué efecto habría tenido la decisión contraria para la carrera de Michael Jordan. Aunque Smith era un partidario declarado de las plantillas largas y las rotaciones en la temporada, su poca confianza en un banquillo compuesto casi exclusivamente por jugadores de primer año lo llevó a exprimir al límite a su quinteto titular. Dado que aún no se había implantado el reloj de posesión, el ritmo de juego del baloncesto universitario no hacía imprescindibles los cambios. Además, Dean Smith contaba con su famosa four corner offense (las “cuatro esquinas” de toda la vida), en la cual el balón circulaba por el perímetro sin buscar la canasta para dejar pasar el tiempo y descansar a los titulares. Los Tar Heels jugaron toda la temporada con una rotación de seis jugadores, los cinco titulares más Braddock, condenando a los demás a un exilio del que emergían esporádicamente para disputar algún minutillo de relleno. La mayoría de los suplentes lo aceptaron como resultado inevitable de la diferencia de nivel entre unos y otros, pero resultó muy duro para quienes llegaban con vitola de estrella y aspiraban a una carrera relevante. Lynwood Robinson y “Buzz” Peterson se encontraron con que después de ser los fichajes más sonados del verano quedaban relegados al ostracismo más absoluto, y no llegaron a aceptarlo. Robinson terminó pidiendo el traslado a otra universidad de menor nivel donde tuviera minutos garantizados, y el estado anímico de Peterson se deterioró tanto que estuvo a punto de tirar la toalla y volverse a su casa. Si Braddock hubiese sido elegido como titular, ¿se habría encontrado Jordan en la misma situación que Robinson y Peterson? Quién lo sabe. Por una parte, Michael Jordan era un jugador con características atléticas que destacaban por encima del nivel medio de la liga universitaria, mientras que sus compañeros habían llegado a su tope físico. Por otra parte, Jordan no dejaba de ser un freshman (jugador de primer año). Y en North Carolina lo único bueno de ser freshman era que se terminaba curando con el tiempo.
El sistema que había implantado Dean Smith en su universidad se basaba en dos estructuras jerárquicas superpuestas: una gerontocracia y una meritocracia. El entrenador cumplía a rajatabla su compromiso de otorgar tiempo de juego y relevancia atendiendo exclusivamente al rendimiento de cada jugador, pero los aspectos no deportivos se regían por el principio de antigüedad. En Chapel Hill los seniors (jugadores de último año) eran tratados como adultos responsables, y el entrenador podía consultar con ellos la hora de salida para acudir a un partido, por ejemplo. El último partido en casa de la fase regular de la liga ACC era denominado el seniors game, ya que era tradición que todos los jugadores que estuvieran en último curso salieran de titulares independientemente de su nivel, como homenaje a su contribución al equipo. Los freshmen, en cambio, ocupaban el último escalafón del equipo, por detrás incluso de los team managers: si un balón salía despedido durante un entrenamiento, el manager no iba a recogerlo sino que llamaba a un freshman. Las pausas de un minuto para beber agua eran escalonadas por cursos en cuatro intervalos (los seniors disponían del minuto entero, los freshmen sólo de los últimos quince segundos). Cada año, los seniors elegían por votación cuál era el freshman más descarado y bocazas, al cual se premiaba con la tarea de trasladar el pesado proyector utilizado para visualizar partidos de los rivales. Huelga decir que el agraciado fue Michael Jordan, aunque “Buzz” Peterson le ayudaba con el altavoz.
Esa estratificación se hacía especialmente evidente en las facetas más públicas. Como casi todas las universidades, el equipo de baloncesto de North Carolina publicaba cada año su media guide, un librito con información básica de referencia que como su nombre indica estaba dirigido a la prensa. La guía correspondiente a la temporada 1981-82 llevaba en portada la foto de los tres seniors de la plantilla, sin importar que a excepción de Jimmy Black los otros dos jugadores tuvieran un papel marginal. En su interior, la guía dedicaba una página a cada miembro del equipo…excepto a los freshmen, claro, que eran despachados en un párrafo cada uno; tres por página, ya fueran blue chips o jugadores sin beca que se limitaban a completar los entrenamientos. El incidente más conocido se produjo cuando Michael Jordan quedó fuera de la portada de la revista Sports Illustrated por orden directa de Dean Smith. “Sports Illustrated nos había elegido como favoritos n° 1 en pretemporada, debido a nuestros veteranos, y quería poner el quinteto titular en la portada de su número especial de la temporada. Accedí a que fotografiaran a James Worthy, Sam Perkins, Jimmy Black y Matt Doherty, pero me negué a incluir al quinto jugador”, recordaría el entrenador. A la revista sólo se le dijo que aún no se había tomado una decisión: “No voy a incluir a un freshman cuando ni siquiera estoy seguro de que vaya a ser titular”. En realidad, Jordan sí que había sido elegido después de un par de partidos Blue vs White, titulares contra suplentes, aunque no se anunció hasta dos días antes de comenzar la temporada. La razón oficial fue una norma del equipo según la cual ningún freshman (cómo no) podía conceder entrevistas antes de su debut. Las normas eran las normas, y el mismísimo James Worthy tuvo que afeitarse para la foto porque estaba prohibido que los jugadores se dejaran barba. Había conseguido una dispensa especial debido a un problema dermatológico que tuvo que acreditar mediante un certificado médico, pero ni siquiera eso lo salvó cuando llegó el fotógrafo de la revista. Fuera cual fuese la razón, no fue la que se le dio personalmente a Michael Jordan como explicación. Dean Smith tenía mucha más experiencia que los entrenadores de Laney, y supo darle la noticia de forma que el jugador no sólo se ahorraba una humillación, sino que además se veía desafiado a reivindicar su valía: “Michael, no has hecho nada para merecer ser portada de una revista. Aún no. Pero ellos sí. Por eso creo que no deberías aparecer en la foto”.
Michael. No Mike, como había sido conocido hasta entonces y como aparecía en la media guide. Dean Smith insistía en tratar a sus jugadores como adultos, quizá para remarcar que ya no eran adolescentes a pesar de un cierto infantilismo asociado al deporte, y no le gustaba usar diminutivos. Eso había provocado una pequeña crisis un par de años antes, cuando los técnicos se dieron cuenta de que iban a coincidir en el equipo tres jugadores llamados James: Worthy, Black y Braddock. Sus compañeros no tenían problemas ya que entre ellos usaban sus apodos (“Stick”, “Boss” y “Daddy”, respectivamente), pero el entrenador Smith no iba a dirigirse a un jugador llamándolo daddy. Finalmente alcanzaron una solución intermedia, y quedaron como James Worthy, Jimmy Black y Jim Braddock. Jordan era Mike para la mayoría de sus compañeros, pero Dean Smith lo llamaba Michael y varios jugadores también empezaron a hacerlo. Mediada la temporada, el jefe de prensa de los Tar Heels sugirió eliminar esa confusión y elegir un nombre definitivo. Como al jugador le era indiferente, el jefe de prensa se decidió por Michael Jordan.
¿Qué hay en un nombre? En toda la historia de North Carolina, sólo tres jugadores habían sido titulares en su primer partido freshman. Michael Jordan, con cualquier otro nombre, estaba destinado a ser el cuarto. Su actitud desafiante no le granjeó la simpatía de los veteranos, para quienes un recién llegado que presumía de los mates que les iba a hacer era lo más opuesto a las tradición del equipo y la universidad. El propio “Buzz” Peterson confesaría que más de una vez y más de dos estuvo a punto de perder los nervios ante los piques constantes de Jordan, pero igual que los demás también fue aprendiendo a respetar al novato, aunque fuera a regañadientes, porque sus bravatas estaban respaldadas por su juego. Worthy sabía reconocer el talento cuando le golpeaba entre los ojos, y durante mucho tiempo recordó el momento en el que comprendió que ese freshman era especial. Fue en un entrenamiento, cuando Jordan penetró a canasta frente a Sam Perkins. Perkins perdió movilidad muy pronto, y en su larga carrera profesional dejó la imagen de jugador poco atlético que apenas despegaba las zapatillas del parqué; pero en sus primeros años era un jugador con un salto prodigioso y un timing perfecto, que lo convertían en uno de los mejores taponadores de su categoría. Cuando Jordan lo vio venir, tuvo que cambiarse el balón a la mano izquierda para eludirlo, pero eso lo dejó totalmente expuesto a un James Worthy que venía a la ayuda. Worthy saltó dispuesto a taponar el tiro de ese novato bocazas, cuando de alguna forma Jordan logró girar su cuerpo, interponerlo entre el balón y el defensor, y soltar una bandeja altísima que entró limpiamente en el aro. James Worthy era en ese momento el mejor jugador universitario del país (o poco menos) gracias a la velocidad y el control de sus movimientos, pero nunca había visto algo así.
Y eso no era todo. Más allá de sus acrobacias cerca del aro, el auténtico rasgo distintivo del debutante Michael Jordan era su capacidad de trabajo y aprendizaje. “Sinceramente, no había visto a nadie entender el juego tan rápido. Michael no comete el mismo error dos veces”, declaró Worthy. En uno de sus primeros entrenamientos, Dean Smith le explicó la manera en la que defendían una “puerta atrás”, contraria a como él lo había aprendido en el instituto; al día siguiente, Jordan ya estaba defendiendo en la postura correcta. Eso era especialmente importante para remediar el retraso acumulado en su preparación. “Yo no aprendí fundamentos hasta llegar a la universidad”, escribiría posteriormente. “Recuerdo mi primer error. Remonté la línea de fondo e intenté hacer un aro pasado, y me gritó: ‘¿Dónde te crees que estás? ¿Crees que sigues en el instituto Laney? Pues no. Estás en la universidad. ¿Crees que eso era un buen tiro?’.” (Jordan no contestó; en una ocasión parecida, Jimmy Black respondió con un sí y el equipo entero fue castigado.)
No es fácil reconocer en este Michael Jordan al jugador que posteriormente dominaría su deporte. Algunos gestos estaban ahí, como la lengua o el arremangarse las calzonas al encarar a un rival en defensa, el double pump o rectificado, la finalización alrededor del aro. Pero en su primera temporada en un entorno verdaderamente competitivo, el juego de Jordan sufría de unas limitaciones alarmantes, sobre todo con el balón; botarlo más de una vez era meterse en problemas, y en el juego de pases de North Carolina era un defecto insoslayable. Su área de juego estaba definida claramente: el lateral desde la esquina hasta la prolongación del tiro libre, a ser posible en el lado débil, y nunca en la cabeza de la zona. En defensa presionaba las líneas de pase y era rápido en el robo, pero con frecuencia no lograba mantener la concentración y perdía su posición y la referencia de su par. Durante muchos minutos, Michael Jordan vagaba por la pista sin influir en el juego ni dejar recuerdo en el espectador.
No en todos los minutos. Eran sus limitaciones, pero enfrente estaba todo lo que Jordan aportaba al equipo desde el mismo momento de su debut. Sus virtudes no son más fáciles de reconocer, más allá de los vuelos para el mate o la bandeja ya mencionados, pero estaban ahí. Michael Jordan se reveló como un muy buen reboteador, y especialmente como un gran reboteador ofensivo. Su tiro desde el lateral era un tanto irregular y de mecánica lenta, pero martilleaba al rival cuando intentaba cerrarse en una zona alrededor de Worthy y Perkins. En defensa era una preocupación constante para el rival, amenazando permanentemente con el robo o el tapón gracias a su rapidez y su salto. Pero, sobre todo, era el único jugador de la plantilla, además de Worthy, capaz de crearse sus propias canastas. Sam Perkins podía presumir de una muy buena mano, pero se encontraba mucho más cómodo finalizando que creando, mientras que Black, Braddock y Doherty se centraban más en apoyar al equipo que en la aportación individual. James Worthy había dado el salto al estrellato y era quien se echaba el equipo a las espaldas noche tras noche y lo llevaba a la victoria. Pero eso también lo sabían los rivales, y en los momentos decisivos lo rodeaban de un cinturón de defensores para intentar que no le llegara el balón. Lo cual no era precisamente una sorpresa para los Tar Heels.
Durante años, Dean Smith había sido criticado por no lograr que el éxito de su programa se tradujera en campeonatos. La opinión cada vez más generalizada era que su estilo de juego rígido y reglamentado garantizaba un buen número de victorias, pero se convertía en un obstáculo al llegar a los partidos de máxima exigencia. En esos momentos, los rivales veían facilitada su tarea al poder predecir las opciones que tomaría el equipo y centrarse en defenderlas eficazmente. Dean Smith rechazaba públicamente las críticas, y sostenía que el éxito de un programa como el suyo no se podía medir por el resultado de un puñado de partidos finales. Además, ya había ganado un campeonato (como jugador, algo poco conocido entonces) y afirmaba no sentir esa supuesta presión. Al menos la plantilla sí que la sentía: bajo el liderazgo de Jimmy Black, auténtico corazón del equipo, el vestuario hizo suya la tarea de redimir a su entrenador de una injusta etiqueta de perdedor, y durante la temporada su grito de guerra sería “¡uno, dos, tres, TREINTA!” para recordar que cuando llegara el día 30 de marzo serían campeones. En realidad, el propio Dean Smith había terminado por escuchar a sus críticos, aunque no le gustara. El año anterior había invitado a un amigo suyo a ver sus entrenamientos y ofrecer una opinión externa, y el veredicto había sido que efectivamente el equipo jugaba de manera demasiado predecible. Semanas después, North Carolina eliminó contra pronóstico a Virginia en la Final Four de 1981, y su entrenador tuvo que reconocer que Dean Smith le había pillado totalmente por sorpresa al abandonar los esquemas y dar libertad ofensiva a Al Wood. Algo parecido se esperaba de Michael Jordan y de su capacidad aún embrionaria de finalizar las jugadas de maneras diferentes. En los momentos apurados, Jordan optaría por salirse de los esquemas y entrar desde las alas, bien por la línea de fondo o bien hacia el corazón de la zona, y resolver confiando en su superioridad atlética, levantándose por encima de defensores menos dotados o aguantando con el double pump, una especie de rectificado que se convertiría en uno de sus recursos más típicos.
Dean Smith decidió no jugar amistosos de pretemporada, y eso sólo sirvió para aumentar la expectación por ver a Michael Jordan. La agencia Associated Press también había elegido a North Carolina como gran favorita para la victoria, y eso significaba que Jordan debía de ser muy especial para haber sido designado como titular siendo freshman. Algunos comentaristas como Al McGuire eran un tanto escépticos, subrayando la dificultad de alcanzar el campeonato con un novato como titular, y otros muchos no sabían exactamente qué esperar. Se hablaba de que iba a ser el nuevo David Thompson o Walter Davis, pero esas comparaciones sólo hacían referencia a su origen geográfico y no a un juego que pocos habían visto. Jordan debutó el 28 de noviembre de 1981 en el Charlotte Coliseum contra Kansas, precisamente la antigua universidad de Dean Smith. Se le veía nervioso, sin encontrar su sitio. Falló su primer tiro, una suspensión desde el mismo lugar que la canasta famosa en la final contra Georgetown, y luego anotó la primera canasta de North Carolina en la temporada después de remontar la línea de fondo. En el primer minuto capturó un rebote, corrió el contraataque y dio un pase picado para que Worthy encestara un mate espectacular. La jugada fue anulada por personal del defensor, pero Jordan fue recorriendo la pista animando a los compañeros. Estaba excitado, y el equipo buscó jugar con el nuevo en los primeros minutos. Kansas no tenía un gran equipo, y se encerró en una zona numantina que resistió tenazmente hasta desmoronarse a mitad de la segunda parte. Michael Jordan anotó 12 puntos y dejó una buena impresión, aunque falló varios lanzamientos exteriores. Fueron escasos los destellos del jugador que sería en el futuro, pero estaban ahí: un palmeo entrando al rebote demostrando su coordinación y capacidad de salto; una penetración interrumpida para frenarse en un palmo de terreno, librarse del defensor y anotar la suspensión; una entrada cerca del final del partido, en la que un estallido de velocidad lo llevó desde medio campo hasta el aro y sólo lograron frenar en falta. “Cuando llegué, pensaba que todos eran superestrellas y que yo sería el último mono. Después del primer partido me di cuenta de que era tan bueno como los demás.”
Dos días después, contra la universidad de South Carolina de Wayne Carlander, Michael Jordan realizó su primer mate en la liga universitaria. Sumó de nuevo 12 puntos en otro partido de anotación muy repartida y colaboró de manera decisiva en el arreón final que terminó rompiendo el partido en la segunda parte. Ya en esos partidos se iba viendo lo que serían las líneas generales que marcarían la temporada del equipo: anotación muy baja, la más baja de la carrera de Dean Smith, pero muy repartida y con altos porcentajes de acierto; gran defensa y ventajas en el marcador cortas pero imposibles de remontar. Eso hacía aún más destacable el hecho de que el novato pudiera anotar cómodamente en dobles dígitos cada partido. En la práctica, el gran debut de Jordan se produjo el 3 de diciembre, cuando por fin jugaron su primer partido en casa. El público de Chapel Hill estaba deseando ver por fin jugar a ese equipo del que tanto se esperaba, y muy especialmente al freshman que tan buena imagen había dado por televisión. Y Michael Jordan se convirtió en la gran estrella del partido contra Tulsa, anotando 22 puntos con una serie de 11/15 en tiros de campo (además de 5 rebotes, 3 asistencias y 4 robos) y provocando el entusiasmo de los espectadores con varias jugadas espectaculares. Después de Navidad llegó la primera gran prueba de la temporada, el partido contra la Universidad de Kentucky de Mel Turpin. Aunque Kentucky había sufrido la baja por lesión de Sam Bowie (sorpresa), era un buen equipo que ocupaba el puesto n° 2 en los ranquin, justo detrás de North Carolina, y el enfrentamiento entre ambos serviría para comprobar cuál presentaba las aspiraciones más sólidas. Después de una primera parte igualada en la que James Worthy mantuvo a su equipo por delante, los Tar Heels rompieron el partido tras el descanso con tres canastas casi consecutivas de Jordan y terminaron barriendo al rival por 82-69. A pesar de que tuvo un comienzo pésimo en el tiro, Michael terminó con 21 puntos y 5 rebotes. Los Tar Heels sólo perdieron dos partidos en toda la temporada y apenas pasaron apuros en otros tantos. La imagen de fortaleza del equipo era incluso mayor de lo que indican los números, ya que en realidad sólo Virginia (el otro gallito de la ACC) les había plantado cara: una gripe provocó la baja de Perkins en la derrota contra Wake Forest, y Clemson hizo su mejor partido del año; North Carolina batió cómodamente a esos rivales en los partidos de vuelta.
Las tendencias apuntadas en los primeros partidos se fueron confirmando a lo largo de la temporada. El equipo conseguía las victorias en defensa, y en ataque aprovechaba la inexistencia del reloj de posesión para buscar pacientemente el pase interior que ofreciera las mejores opciones de canasta. Los rivales se encerraban en la zona y los desafiaban a batirlos mediante tiros exteriores, y el resultado más habitual era un partido lento, elaborado, de marcador bajo y ventajas cortas pero controlado en todo momento por los Tar Heels con un James Worthy espectacular y un Jimmy Black totalmente centrado. En el plano individual, Michael Jordan había sido elegido mejor debutante de la ACC después de una magnífica temporada. En una época con menos cobertura televisiva que la actual, corrían de boca en boca historias sobre las jugadas que el amigo de un primo le había visto hacer en un entrenamiento o en una pachanga. Se lo comparaba con Phil Ford por su precocidad, y se hablaba ya de que el sistema rígidamente estructurado de Dean Smith estaba limitando su desarrollo, otra crítica que tampoco era nueva (los ojeadores profesionales se habían quejado en el pasado que el reparto de responsabilidades en los equipos de Smith hacía difícil identificar a las auténticas estrellas o descartar a los jugadores más limitados). “Hace de todo”, declaraba Jimmy Black, “anota, defiende, lidera al equipo, rebotea, tapona. ¿Qué más se le puede pedir?” Por contra, había otras opiniones menos favorables. El propio Ford llamó a su antiguo entrenador para preguntarle en broma si estaba siendo chantajeado para mantener de titular un escolta cuyo tiro era tan irregular, cuando precisamente lo que necesitaba el equipo era anotación desde el perímetro. Y no era el único, especialmente porque Jordan pasó un cierto bache en su acierto en el tiro durante el tramo final de la temporada. “Las defensas han cambiado. Antes los rivales me concedían el tiro en suspensión contra la zona, pero ahora me salen en cuanto toco el balón. No tengo tanto tiempo para armar el tiro.” Intentó resolverlo mediante un truco usado por Walter Davis, que consistía en quedarse después de los entrenamientos hasta conseguir anotar el número de lanzamientos en suspensión correspondiente al año, 82 en este caso.
Otro inconveniente añadido fue la amigdalitis contraída en el momento más inconveniente. La competición universitaria se dividía en dos partes, primero una fase regular y luego los torneos de postemporada. En la fase regular los equipos se enfrentaban a ida y vuelta contra sus rivales de conferencia (en este caso, la Atlantic Coast Conference o ACC), y contra otros equipos según dispusieran. Luego, los equipos mejor clasificados de la ACC jugaban ese torneo, y finalmente se disputaba el torneo de la NCAA a nivel nacional. Los médicos recomendaban extirpar las amígdalas mediante una operación menor que lo tendría de baja sólo unos días, pero esos días coincidían con las primeras rondas del torneo final de la ACC. Jordan decidió que las amígdalas tendrían que esperar.
Y menos mal, porque sin él las cosas podrían haberse complicado tontamente para North Carolina en la primera ronda contra Georgia Tech, un partido espeso de ínfima calidad en el que ninguno de los equipos dio una a derechas y que Jordan sentenció con sus 18 puntos. En semifinales vencieron con facilidad a la North Carolina State de Chuck Nevitt, y se plantaron así en la final contra sus archienemigos de Virginia. El equipo de los Cavaliers, que así se apodaban, se había convertido en el mayor rival de los Tar Heels en la lucha por la supremacía en la ACC gracias a la presencia de Ralph Sampson. Con sus 2,24 de estatura y su gran movilidad, Sampson era uno de los jugadores más determinantes del baloncesto universitario del momento, y el único por el que Dean Smith cambiaba su defensa. Además, una de las pocas carencias de North Carolina era la falta de altura, así que provocaba serios desequilibrios defensivos en sus enfrentamientos. Durante la liga regular, los Tar Heels habían conseguido remontar en el último momento un partido muy complicado en casa (en el que Smith había tomado el micrófono para pedirle al público que recuperara la compostura), y luego habían sido derrotados con claridad en Virginia. Con ambos equipos ocupando los puestos números 1 y 2 del ranquin nacional y con la elección conjunta de Worthy y Sampson como “mejor jugador universitario del año”, muchos anticipaban la final de la ACC como una especie de final universitaria no oficial, en la que se enfrentarían los dos mejores equipos del país.
El partido respondió a la expectación, aunque más en términos de emoción que de buen juego. En un extraño gesto premonitorio, Sampson se lanzó a taponar los lanzamientos de los rivales aunque varios de sus tapones fueran considerados ilegales y se concediera la canasta. James Worthy tuvo un arranque espectacular y puso a su equipo cómodamente por delante, pero los Cavaliers remontaron de la mano de Ralph Sampson hasta terminar la primera parte sólo 3 puntos abajo, a pesar de la ausencia por lesión de su segundo mejor jugador. Las posesiones se alargaban y el ritmo se volvía más espeso conforme los Tar Heels buscaban mantener su ventaja, pero Virginia consiguió ponerse por delante. Michael Jordan había hecho una mala primera mitad, en parte debido a su tendencia a cargarse de faltas, y apenas llevaba dos puntos, pero en el momento decisivo tomó el mando del partido. Su equipo llevaba una sola canasta en casi diez minutos e iba tres puntos por detrás en el marcador cuando Jordan anotó dos tiros exteriores consecutivos, seguidos de otras dos suspensiones en rectificado. En un momento había sumado ocho de los diez puntos que llevaba su equipo en la segunda parte, y Matt Doherty anotó tres de cuatro tiros libres finales para alzarse con el campeonato de la ACC.
Michael Jordan había jugado su primera final, había identificado el momento decisivo del partido y se había hecho con el control. Acababa de decidir el primer título de su carrera, aunque pocos prestaron atención a ese hecho: Dean Smith había ordenado que su equipo congelara el juego durante los últimos 7:45 de partido, optando por las “cuatro esquinas” en lugar de buscar canasta. Virginia sólo llevaba una personal de equipo, y su entrenador decidió de manera un tanto sorprendente mantener la defensa atrás y no presionar la circulación exterior. El resultado fueron minutos y minutos de pases en medio campo, mientras los espectadores abucheaban desde la grada y los comentaristas televisivos no sabían qué decir. La táctica del entrenador Smith de congelar el balón en caso de ventaja ya había sido criticada en el pasado, pero el convencimiento de que una repetición de semejante espectáculo causaría un daño irreparable al baloncesto universitario llevó a la adopción inmediata de medidas correctoras. A mediados de esa misma temporada, la NCAA había remitido una circular a sus miembros pidiendo su opinión sobre la posibilidad de introducir el uso del reloj de posesión y la línea de tres puntos, y la respuesta fue negativa por amplia mayoría. Después de la final, el teléfono del responsable de reglamentos de la NCAA sonó ininterrumpidamente durante tres días y la ACC aprobó urgentemente ambas medidas, con el voto favorable del propio Dean Smith, a quien no daba miedo experimentar.
Nada de eso preocupaba a los jugadores de North Carolina, que disfrutaron de su victoria sin preocuparse de lo que pensaran los demás. Sin embargo, Jimmy Black puso rápido fin a la euforia. Aún no habían ganado nada, la universidad acumulaba muchos trofeos como ese en sus vitrinas y su auténtico objetivo era otro. No había margen de error en eliminatorias a partido único y la confianza podía ser fatal. Era el rol de Black, y así por ejemplo había convocado una reunión de jugadores después de perder en Virginia para que cada miembro de la plantilla admitiera un fallo y se comprometiera a resolverlo. La combinación de la cerradura del vestuario seguía siendo 1-2-3-30. “¡No hemos terminado!”
La primera en la frente. North Carolina estaba clasificada directamente para segunda ronda de los playoffs regionales que daban acceso a la Final Four de la NCAA, aunque Dean Smith hubiese preferido una primera ronda facilita para ir calentando. Con razón, ya que los Tar Heels estuvieron a punto de verse sorprendidos por los “Dukes” de James Madison con Linton Townes. James Madison era una pequeña universidad con jugadores poco destacados, pero con reputación de “matagigantes”. Durante todo el partido tuvieron contra las cuerdas a North Carolina hasta que unos tiros libres de James Worthy les concedieron la victoria por un apurado 52-50. “No nos los tomamos en serio”, reconocería Worthy. “Se merecieron la victoria, porque nos tenían controlados.” Pasado el susto, vencieron a Alabama en semifinales y luego ganaron cómodamente la final regional contra la Villanova de John Pinone. Cuando los jugadores subieron a cortar las redes de las canastas, como es habitual después de ganar un campeonato, uno de ellos permaneció en el suelo. Desde el parqué, James Worthy levantó la vista hacia sus compañeros: “Ésas no son las redes que quiero”.
Por fin, el 30 de marzo. La fase final se jugó en el mastodóntico Superdome de Nueva Orleans, un enorme estadio de fútbol americano en cuyo centro se había instalado la cancha de baloncesto (entre los jugadores circuló el chiste de que el equipo con mejor fondo físico sería el campeón, debido a la distancia entre los vestuarios y la pista). Suponía la séptima Final Four de Dean Smith, y eventualmente su tercer partido final, pero era la primera vez en la que acudía como favorito. La semifinal contra los Houston Cougars de Clyde Drexler reforzó esa opinión, aunque el marcador final fuera un engañoso 68-63. En realidad, Drexler hizo un partido discreto en su primer encuentro con Michael Jordan, y aunque hizo sus números no puso en peligro la victoria. El otro puntal de Houston, el alero Michael Young, estuvo desconocido, y los Tar Heels tomaron una cómoda ventaja inicial de 14-0 que ya no cedieron con un magnífico Sam Perkins. La aparición desde el banquillo de un prometedor freshman llamado Olajuwon junto con la aportación de Larry Micheaux hizo reaccionar a su equipo, pero sólo sirvieron para dejar un resultado final honroso. Por el otro lado del cuadro, una pequeña universidad (Alabama-Birmingham) dio la campanada al eliminar sucesivamente a Indiana y Virginia. Sin los favoritos, los Georgetown Hoyas aprovecharon la oportunidad tras derrotar a Louisville en semifinales. Los Hoyas podían no ser los finalistas anticipados, pero daban sobradamente el nivel. La característica más destacada del equipo de Georgetown era una notable presencia física encarnada en el pívot Patrick Ewing. Su juego buscaba abrumar a los rivales mediante una presión constante en todas las áreas del campo, aprovechando la velocidad de sus jugadores de perímetro. Incluso su entrenador, “Big John” Thompson, había sido pívot suplente de Bill Russell en los Celtics campeones (después de ser descartado con polémica para la selección olímpica de 1964), y se decía que usaba su casi 2,10 de estatura para intimidar a los árbitros. Por si fuera poco, Thompson era un muy buen entrenador, y había sido asistente de Dean Smith en la selección olímpica de 1976. North Carolina apostaba por su mejor circulación de balón y la velocidad de sus hombres altos, pero nadie esperaba una victoria fácil.
El comienzo del partido es uno de los más recordados en la historia del baloncesto colegial: cumpliendo la orden de no dejar pasar ningún tiro, Pat Ewing se lanzó a por el balón como una pantera. En los primeros minutos taponó todos los lanzamientos de los rivales, sin prestar atención a si se encontraban en trayectoria ascendente o descendente, o si habían tocado tablero. Los árbitros le señalizaban tapón ilegal una y otra vez, y de hecho las cuatro primeras canastas de North Carolina vinieron de cuatro tapones ilegales, mientras Ewing se volvía hacia su banquillo no se sabe si buscando apoyo ante el acoso arbitral o queriendo confirmar que efectivamente estaba haciendo lo que le había ordenado John Thompson. Esa táctica desconcertó incluso a los comentaristas de televisión, pero sobre todo sembró de dudas a los atacantes. A pesar de que los puntos habían subido al marcador, la presencia de Ewing provocó tal inseguridad que el propio Jordan fue incapaz de levantar un balón fácil debajo del aro. El único jugador que mantuvo la compostura fue el incombustible James Worthy, que atacó el aro una y otra vez frente a la amenaza del inmenso pívot rival. A pesar de sus 18 puntos, la estrategia de Georgetown fue un éxito y les permitió llegar por delante al descanso (32-31). Ninguno de sus compañeros había apoyado a Worthy, y sólo la tradicional fortaleza mental de los equipos de Dean Smith había evitado males mayores ante el acoso de Ewing y del base Eric “Sleepy” Floyd.
Michael Jordan empezó la segunda parte mucho más activo. No siempre acertado (uno de sus primeros tiros se quedó cortísimo), pero con una mayor participación en ambos lados de la pista. Anotó una suspensión y dos tiros libres, y luego forzó una pérdida de balón del rival. Voló hasta el aro para meter una canasta espectacular reboteando el fallo de Black y poner a su equipo con tres puntos de ventaja. Georgetown volvió a remontar, y el partido se mantuvo con ventajas mínimas. La fatiga empezó a hacer acto de presencia ya que Dean Smith sólo confiaba a los suplentes unos pocos segundos de juego, pero aun así North Carolina apostó por el juego en transición para intentar recuperar la delantera a base de mates de James Worthy. Conforme el partido se acercaba a su recta final, Michael Jordan iba teniendo una presencia cada vez mayor en el juego. Ya era el máximo reboteador, y a pesar de no estar considerado como un gran defensor su velocidad lo estaba convirtiendo en una amenaza para las líneas de pase; si en la primera parte Ewing había provocado la inseguridad en los tiros rivales, en la segunda Jordan y sus compañeros hicieron vacilar a los jugadores exteriores de Georgetown robando algunos pases y llegando a tocar muchos más. El enésimo rebote ofensivo de Jordan provocó un mate de Worthy, y en la jugada siguiente robó el balón y dio la asistencia en contraataque para otro más, poniendo a North Carolina otra vez por delante en el marcador y provocando el tiempo muerto de un John Thompson que amenazaba con comerse a los árbitros. Dean Smith ordenó las “cuatro esquinas” para proteger su ventaja y descansar a los jugadores, algo que no entusiasmó al público hasta que Michael Jordan la remató con su mejor jugada del partido: a falta de tres minutos y medio recibió el balón pegado a la banda, a la altura del tiro libre, y con uno de esos estallidos de velocidad que empezaba a mostrar se escapó de su defensor, marcó dos botes agresivos y delante de Pat Ewing dejó una bandeja tan alta que Roy Williams llegó a temer que se perdiera por encima del tablero. Para Dean Smith, ése fue el auténtico the shot en el partido por delante de la canasta final, en parte porque Jordan la anotó con la mano izquierda. “No sé por qué hice una bandeja con la izquierda, odiaba usar la izquierda. Mi mano izquierda era la parte más floja de mi juego, pero la usé en ese momento. No podía creerlo. Le dio la vuelta al partido.” Si en la final del torneo de la ACC Jordan identificó por primera vez el momento decisivo y tomó el control, la final de la NCAA Jordan manifestó su capacidad para finalizar la jugada con la mejor opción posible, incluso si suponía emplear un recurso poco frecuente y tomar esa decisión en el último momento. En palabras de algunos aficionados, cuando empezó la penetración era aún “Mike”, pero cuando el balón pasó por el aro ya era “Michael”.
A pesar de ir otra vez tres puntos abajo, Georgetown no iba a ceder. Una canasta de Ewing y un rectificado de “Sleepy” Floyd volvieron a ponerlos por delante, y North Carolina pidió tiempo muerto a falta de 35 segundos. Con otro entrenador hubiera sido rutinario pedir tiempo para organizar la última jugada, pero Dean Smith era famoso por atesorarlos y sólo hizo la señal después de decidir que no le gustaba la disposición del equipo en ataque. Smith creía firmemente que el baloncesto universitario permitía un grado especialmente alto de control del partido por parte de los entrenadores, debido a normas tales como la inexistencia del reloj de posesión o el 1 + 1 en tiros libres si la personal no se producía en acción de tiro. Mientras la desventaja no alcanzara los dobles dígitos, un entrenador que hubiera conservado sus tiempos muertos aún tenía una oportunidad de remontar (el caso más famoso se produjo en 1974, cuando remontó a Duke 8 puntos en 17 segundos y ganaron en la prórroga). Uno de los ejercicios en los entrenamientos consistía en definir escenarios en los que el equipo se encontraba por debajo en el marcador en los últimos minutos, y debía remontar ejecutando al pie de la letra las instrucciones que le daba el entrenador. “Aquí es donde queremos estar. Esto es lo que queremos. Prefiero estar en nuestra situación que en la de ellos. Somos los que vamos a decidir quién gana el partido.” No era más que una aplicación de su filosofía, según la cual el futuro dependía de ellos mismos. En tu mano estaba ser titular, portada de Sports Illustrated, campeón. “El plan era en primer lugar que James se metiera al poste y que Sam cortara por detrás de él”, recordaría Dean Smith. “Sabía que a John Thompson le gustaban mucho esos dos jugadores, en especial Worthy. No dejaría que ninguno de ellos los derrotara. Así que sabía que James no iba a poder recibir, pero pensaba que Sam podría tener un tiro fácil.” Ordenó la jugada número 2, corte desde el lado débil de Worthy seguido de Perkins. Si ninguno de ellos podía recibir…“Podíamos buscar a Jimmy Black, o a Doherty, o a mí”, en palabras de Jordan. Las dos claves eran que tirara el primero que tuviera tiro, y cargar el rebote. Un ataque rápido, para que en caso de fallo aún se pudiera hacer personal y recuperar el balón. “Si te llega, Michael, métela.”
“Cuando saqué de banda faltando 32 segundos, mi primera idea era buscar a James o Sam”, escribiría Jimmy Black en su libro. “James cortó por la zona, con Sam detrás. Lo busqué, pero nada. Georgetown no dejaba espacios, con Ewing y su enorme cuerpo teniendo tanta presencia en el centro de su defensa en zona 1-3-1. Tendríamos que hacer algo distinto.” El balón circulaba entre Black, Doherty y Jordan, buscando un pase interior que no llegaba mientras Dean Smith se impacientaba. “Hice un bote rápido a la izquierda, amagando con la penetración, y la zona se cerró un poco hacia mí. Eso era lo que necesitaba. Lancé un pase picado a Michael en el lado izquierdo, a unos cinco metros de la canasta. Realizó el lanzamiento inmediatamente, sin dudar.” Después del partido, Worthy comentó que estaba bien colocado para el rebote y que la hubiera palmeado en caso de fallo; Dean Smith, en cambio, señaló que los pívots de Georgetown se cerraron tanto sobre él que dejaron libre a Perkins en el lado débil. Jordan ha declarado después que había soñado con ese tiro pero no quiso ni mirar para ver si entraba, aunque las imágenes sugieren lo contrario. “Nadie podría quitarme eso. Estuve en esa situación, y respondí. Ahora, cuando me veo en una situación parecida, no sopeso los pros y los contras y espero que pesen más los aspectos positivos. Simplemente, retrocedo a mis éxitos pasados, doy un paso al frente y respondo.”
Pero en aquel momento, sus pensamientos eran otros: “Aún quedaban ocho o diez segundos. Tenía que bajar a defender”. Aunque John Thompson no había podido guardar tantos tiempos muertos como su rival, todavía le quedaba el último. Sin embargo, el entrenador de Georgetown prefirió no darle a North Carolina la oportunidad de montar su defensa, e intentó aprovechar que Worthy se había retrasado. “Bajé a defender todo lo rápido que pude porque sabía que Patrick Ewing se metería al poste, pero de repente vi a Ed Spriggs, el otro pívot de Georgetown, a mi derecha. Y Ewing estaba justo delante de mí. ¿Cómo se suponía que iba a defenderlos a los dos? ¿Cómo los bloquearía en un rebote?”, declaró Sam Perkins después del partido. “No sabía qué iba a hacer.” El mayor peligro lo representaba “Sleepy” Floyd, que era muy capaz de repetir la penetración con la que había anotado su última canasta. El escolta Fred Brown tenía el balón, e intentaba buscar a Floyd o Ewing frente a la defensa de Jordan. “Dejé de botar y ése fue mi error. Debería haber pedido tiempo muerto.” En opinión de Jimmy Black, el mérito de la jugada defensiva tenía un responsable: “Jordan hizo una jugada tan sutil que nadie la comentó después del partido. Michael dio un paso rápido a la izquierda. Fue parte de una serie de buenas defensas por parte de Michael y fue la primera vez en su carrera universitaria que nuestros entrenadores le concedieron el título de “mejor defensor del partido”. Con ese pasito de Michael, a Brown se le cerraron de golpe las líneas de pase y le entró el pánico.” Al dejar de botar, Brown había amagado el pase en corto, y Worthy se interpuso; intentó buscar a “Sleepy” Floyd junto a la línea de fondo, pero Jordan lo estaba tapando. Ambos defensores habían aprovechado su velocidad para robar varios balones en los últimos minutos, y Brown intentó asegurar. “Todos estaban tapados, así que intenté pasársela a Eric Smith. Pero no era él.” Posteriormente algunos especularían con que era el primer partido que Georgetown jugaba con camiseta oscura, y eso pudo contribuir a la confusión. En cualquier caso, Brown le entregó el balón a James Worthy, situado apenas a un par de metros, y no pudieron frenarlo en falta hasta que quedaban dos segundos. Se acabaron las esperanzas de Georgetown, a pesar de que Worthy falló los tiros libres. En medio de la pista, el entrenador de North Carolina se fundía en un abrazo de lágrimas con Jimmy Black, para quien reclamaba el último pedazo de red. En el vestuario, Dean Smith sorprendió al senior Jeb Barlow al disculparse por no haber podido sacarlo a jugar en el que era su último partido. “Al séptimo intento, Dean Smith creó al equipo campeón”, titularía el periódico universitario.
Para Michael Jordan la final de la NCAA fue el siguiente eslabón de una cadena que había empezado compitiendo con su hermano en el patio de su casa, y había seguido en el instituto y hasta llegar una universidad de primer nivel. “Lo vas haciendo a menor escala hasta llegar al último partido de la final de la NBA. Lo haces en la liga infantil cuando tu equipo necesita un home run y la sacas del parqué. Después en el instituto necesitas una canasta para ganar el torneo de navidad y pum, ahí está. Después llegas a la universidad. En cada nivel, la confianza se va volviendo más y más fuerte, hasta que llegas al nivel más alto, donde estoy ahora, y piensas ‘Pasadme el balón. Yo lo tiro. No hay problema’.”
Sus compañeros no lo veían así. “Ganamos de un punto, y yo anoté un punto,” explicaba el suplente Chris Brust. “Sin mí aún estaríamos jugando prórrogas.” Matt Doherty iba más lejos: “Yo estaba solo en la línea de tiros libres, y fíjate, si me hubiera pasado el balón, yo habría metido la canasta y ahora todo el mundo hablaría de ‘Air’ Doherty”.