—Estás impresionante, Gene. Vas a dejar a todos con la boca abierta —dijo Sarah en cuanto la vio salir de la habitación con aquel vestido largo color champán.
—¿Vosotras creéis? —preguntó Gene con inseguridad.
—Y tanto que lo creemos, pareces Karen Gillan en la alfombra roja —apuntó Janice metiéndose una patata frita en la boca.
—¿Por qué esa inseguridad? Creía que ibas con Mark. Según tus palabras textuales te pone menos que un Teletubbie.
—Y es cierto, solo somos amigos, pero estará Lewis.
—¿Y qué? Tú ya pasas de ese capullo, ¿verdad? —le preguntó de nuevo Janice que al igual que Sarah desconocían que se había acostado con él el día anterior.
—¿Y esa cara? —preguntó Sarah cuando vio poner los ojos en blanco a Gene.
—¡Ese tío te sigue gustando! —exclamó Janice soltando el bol de patatas—. No puedo creerlo, te has vuelto a pillar por él.
—No, eso no es cierto, lo hago por el plan —dijo con poca convicción.
—Ya no existe tal plan, juraste por la cuarta temporada de Outlander que ibas a centrarte en el asunto ese de los quesos y a pasar de Lewis Maddox.
—Pues ya ves, va a ser que no paso tanto —dijo Gene con resignación.
—¿Qué te ha hecho cambiar de opinión? —preguntó Sarah intentando investigar como un sabueso.
—Nada y todo, no puedo controlar lo que siento, es algo que nadie puede hacer.
—Pues contrólate o estarás bien jodida, amiga. ¿Acaso has olvidado lo que pasó en esa isla del demonio? —le espetó Janice que gozaba de un fuerte carácter ante ese tipo de cosas.
—Eso es algo difícil de olvidar, pero el tiempo lo emborrona todo.
—A ti sí que se te ha emborronado el cerebro —afirmó Janice molesta, volviendo a agarrar el bol de patatas.
—No le hagas caso, Gene, yo te entiendo, aún echo de menos al asqueroso de Thomas —intervino Sarah.
—¿Y por qué no lo llamas? —le preguntó Janice a Sarah que, por toda respuesta, se encogió levemente de hombros.
El timbre del piso la puso en preaviso de que Mark ya estaba abajo esperándola. Cogió el bolso de mano y un chal elegante de pelo corto y se despidió de sus amigas, siendo Sarah la única que le deseó suerte.
La gala se celebraba en el Secret Garden cubierto del hotel Witchery by the Castle, situado en el Old Town, un lugar muy emblemático de la ciudad y catalogado como uno de los mejores hoteles de Edimburgo. Aquel sitio era un sueño hecho realidad, casi parecía que estabas en un museo y Gene se sintió maravillada de estar allí en esa ocasión. Lo que normalmente era el restaurante se había convertido en una amplia sala, donde la gente conversaba y disfrutaba de delicatesen que los camareros iban repartiendo en bandejas a los asistentes, todo ello amenizado por un grupo que tocaba música folk. La decoración podía trasladar a quien lo visitaba a otras épocas y Gene no podía sentirse más feliz.
—Esto es una pasada, Mark.
—Me alegra que te guste, eso es que no te arrepientes de haber venido. Además —añadió comiéndosela con los ojos—, estás preciosa.
—No es para tanto.
—Lo es, siempre lo estás, pero hoy te has superado —le dijo agarrándola por la cintura y dándole un beso en la mejilla.
—Vayamos a comer algo, estoy hambrienta —dijo al ver un camarero cerca con una bandeja repleta de canapés.
—Voy a saludar a unos amigos, te alcanzo en un momento.
—Está bien, pero no tardes o me los comeré todos.
Gene cogió unos cuantos de aquellos minibocados y los degustó cerrando los ojos, estaba disfrutando mucho de aquella experiencia.
—Veo que te gustan —le dijo una voz familiar.
—¡Lewis!
—No sé por qué te sorprendes, sabías que iba a venir.
—Es cierto, pero me has asustado.
—No era mi intención. ¿Dónde está ese amiguito tuyo?
—¿Y eso a ti qué te importa? ¿Acaso te he preguntado yo a ti dónde está la persona que ha venido contigo?
—He venido con Liza, deduzco por tu tono que sí te importa saber con quién he venido.
—Me alegro de que Liza sea tu pareja esta noche. Espero que esta vez respetes las normas y no te la acabes tirando para culminar la noche como un macho.
—¿Eso lo dice la que ayer se abrió de piernas en la sala de juntas y me suplicó que le hiciera el amor?
—Yo no te supliqué nada.
—No con palabras, pero tu cara decía otra cosa.
—Eres odioso.
—Puede, pero tú deseas a este odioso tanto o más de lo que yo te deseo a ti.
—Cállate, podría oírte alguien.
—Nadie está pendiente de nuestra conversación, y ese Mark tuyo anda muy liado hablando con aquella jovencita —dijo señalando con el mentón el lugar donde Mark se encontraba.
—Él puede hablar con quien quiera, no es un depredador como tú.
—O como tú. ¿Crees que no le molestaría saber lo que hace su novia en horarios de oficina?
—Tú lo que estás es celoso.
—No me gusta que toquen lo que es mío.
—No soy tuya, nunca lo he sido, Lewis.
—Lo serás —afirmó acariciándole la mejilla antes de marcharse, dejándola con la respiración acelerada y unas ganas tremendas de poseerlo.
Lewis ejercía ese poder en Gene, el modo cavernícola en el que se transformaba cuando ella le daba negativas la excitaba muchísimo y aumentaba exponencialmente las ganas de que le hiciera el amor como el día anterior.
Lo observó perderse entre la gente mientras terminaba de engullir los canapés presa de la rabia y decidió ir a por él para dejarle claro que ella no sería nunca suya. A toda prisa recorrió el camino que poco antes había trazado Lewis, pero a mitad alguien la agarró del codo.
—¿Dónde vas, Gene? —Era Mark.
—Iba al aseo —improvisó con rapidez.
—Claro, tendrás que retocarte los labios —dijo él en Broma, pero Gene se llevó las manos con horror a la boca y preguntó:
—Llevo todo el pintalabios corrido, ¿verdad?
Divertido Mark negó con la cabeza y pensó en lo mucho que le gustaría borrarle la huella de ese carmín rojo de sus deliciosos labios con su propia boca antes de que terminara el día. Tenía una suite reservada en el hotel y le hubiera encantado aprovecharla con Gene.
—No. Están perfectos, como tú.
Incómoda, Gene asintió. Tantos halagos empezaban a perturbarla. No confiaba mucho en que Mark tuviera claro eso de ser solo amigos.
—Gracias, Mark. Vuelvo en un momento —aseguró retomando la dirección por la que había perdido de vista a Lewis, mientras con la mirada lo buscaba entre los invitados. ¿Dónde demonios se habría metido?
Vio a Liza, que estaba en medio de un grupito, pero Lewis no se encontraba con ella, y se decidió a preguntarle si sabía de él. La abogada se mostró sorprendida por verla en aquella gala tan lujosa, pero no le dijo nada al respecto. Liza era una persona sumamente discreta.
—Creo que ha ido al baño —respondió con una sonrisa antes de tomar un sorbo de champán—. Están por ahí —le indicó señalando con el índice hacia la salida al vestíbulo.
—Gracias, Liza. Luego hablamos más y te presentaré a mi acompañante —dijo Gene suponiendo que la abogada se preguntaría qué pintaba ella allí entre tantas personas importantes.
—Estupendo. Será un placer.
Se dirigió al hall y lo recorrió con la mirada sin ver a Lewis por ninguna parte, estaba a punto de volver al Secret Garden cuando lo vio entrar por la puerta que daba a Royal Mile.
Lewis al verla allí plantada sonrió con prepotencia y se acercó a Gene dando largos pasos que acentuaban sus largas y musculadas piernas. Por un segundo ella perdió el hilo de la respiración.
—¿Me buscabas?
—¿Qué te hace creer eso? —Gene levantó la barbilla en plan combativo.
—Verte aquí, sola y con esa carita de pena. ¿Dónde está ese novio tuyo?
—Está dentro.
—¿Y tú por qué estás fuera?
—¿Y tú? —contraatacó ella no teniendo una respuesta inmediata.
—He salido para hacer una llamada.
Gene asintió y dijo:
—Yo necesitaba que me diera un poco el aire.
Lewis ladeó la cabeza y se quedó mirándola fijamente, algo que terminó por ponerla más nerviosa.
—¿Y aquí hay más aire que en el Secret Garden? —le replicó él divertido.
—No, pero hay menos gente. Me agobian las multitudes.
—¿No me digas? ¿Entonces prefieres irte? —La llevó hasta una zona más alejada del acceso al Secret Garden—. Muy interesante.
—¿Quieres que nos vayamos? —preguntó ella extrañada.
Lewis entornó los ojos y respiró hondo mirando hacia la puerta principal del hotel.
—¿Quieres que te diga lo que quiero hacer? —le preguntó volviendo a fijar la mirada en la de ella. Gene asintió levemente, masticando la tensión sexual que se estaba generando entre los dos y Lewis dijo—: Estás preciosa.
—¿Crees que soy preciosa?
Él sonriendo le acarició la mejilla
—He dicho que lo estás, pero también es cierto que creo que lo eres. Siempre lo has sido. —Su dedo descendió por el pómulo de Gene y le alcanzó la barbilla, después bajó por su cuello provocándole un cosquilleo—. Y volviendo a lo que me gustaría hacer. ¿Sabes lo que me gustaría hacer? —Gene negó con la cabeza incapaz de apartar los ojos de los ojos azules de Lewis—. Me gustaría… —acercó la mano al tirante de su vestido y lo acarició levemente con el pulgar —… arrancarte este vestido del cuerpo, romperte las bragas, si es que las llevas, cosa que dudo, pues te he estado observando antes y he visto que no hay marcas en tu precioso y prieto culo, y follarte hasta que pierdas el sentido de la orientación. Eso es lo que me gustaría hacer. —La cara de Lewis quedó a tan solo un palmo de la Gene mientras le susurraba todas aquellas palabras. Gene tragó saliva un par de veces—. Pero… —sonrió—… no lo voy a hacer, esta noche no —siseó en su oído—. Esta noche ya tienes quien te haga disfrutar, ¿no es verdad?
Ella se sonrojó y retrocedió molesta. La había engatusado y había caído como una idiota otra vez.
—Eres imbécil.
Lewis se encogió de hombros y sonrió malicioso.
—Y tú una zorrita muy guapa. No has cambiado mucho tampoco en eso, ya con dieciséis años te gustaba jugar a la vez con varias pelotas. Pero ¿sabes qué, Gene? Creo que ahora podría soportarlo. Estar en el lugar del amante es mucho mejor que ser el gilipollas del cornudo. Si quieres que sigamos follando a escondidas de la gente, por mí no hay problema. Lo de ayer fue un verdadero placer y me encantaría repetirlo. Si quieres, puedo hacer incluso el sacrificio ahora mismo. —Con el mentón señaló el ascensor—. No tenemos más que tomar una suite y podremos hacerlo toda la noche, mientras tu novio se divierte en la gala.
Gene abrió los ojos como platos, asqueada por saber lo que Lewis opinaba de ella en realidad. El plan se había torcido por completo, volviéndose en su contra. Ahora mismo era ella la única que estaba enamorada como una tonta y él la que la acababa de pisotear como si no valiera nada. Tratando por todos los medios de que las lágrimas no escaparan de sus ojos, levantó la barbilla, se dio la vuelta y se marchó de su lado con rumbo al Secret Garden, donde la gala benéfica seguía su curso alegremente.