Liza y el señor Paterson se despidieron del personal y de Gene, que seguía revisando varios diseños que acababa de recibir para el logo. No disponía de mucho tiempo para elegir uno y debía ser consecuente con la empresa de diseño gráfico que le había hecho el favor de colarla en su lista de prioridades. Además, el portero del edificio estaba avisado de que Gene saldría más tarde y este se encargaría de cerrar la puerta principal del bufete tras su marcha.
—Deberías irte —le dijo Carol portando su bolso al hombro.
—No puedo, Carol, quiero enviar el e-mail con la decisión.
—¿No será mejor que lo consultes antes con el señor O’Toole?
—Sí, tienes razón, no sé en qué estaría pensando —gimió llevándose las manos a la cabeza.
—Estás cansada, además, tienes una cita en veinte minutos.
—¿Una cita?
—Sí, con Jack. Lo localicé hace una hora y ha accedido a verte fuera de la oficina. Me ha dado esta dirección —le dijo tendiéndole un post-it.
—Gracias, Carol. Hoy me has salvado la vida.
—No te lo he dicho antes por no molestarte —dijo la mujer con una sonrisa compasiva—, pero ahora salgamos de aquí, ya hemos producido suficiente para el bufete.
Gene pensó en pasar por casa primero para refrescarse antes de ver a Jack, pero tenía el tiempo justo. Jack la había citado en un pub a las afueras y el bus que hacía la ruta de esa zona hacía su último viaje en diez minutos.
Durante el trayecto se dedicó a mirar por la ventana, pensando en cómo iba a plantearle el problema y que lo mejor sería pasar por alto que Lewis era conocedor del tema y se había burlado de sus suposiciones, sin comprobar si aquello era cierto o no. No quería meterlo en más problemas, ella no era esa clase de persona. Además, estaba el hecho de que estaba enamorada de él y lo estaba haciendo en parte por él. Sabía que Lewis era un hombre orgulloso, y ser consciente de que alguien le había robado aquellas pruebas era una losa que cargaba sobre sus hombros, aunque le costara admitirlo.
Gene llegó tres minutos después de la hora prevista. El pub era oscuro y la música ambiental distaba de ser eso mismo, pues estaba demasiado alta como para mantener una conversación. Miró a su alrededor y en una mesa del fondo acompañado de una pinta de cerveza estaba Jack. No tenía buen aspecto.
—Hola, Jack —lo saludó Gene sentándose lentamente en la silla de enfrente.
—Hola, ¿por qué tanta urgencia en vernos?
—Lo siento, primero de todo me gustaría saber cómo estás —le dijo empáticamente.
—¿Tú qué crees? —contestó dando un largo trago a su jarra.
—Siento mucho lo que pasó en la oficina, en parte, siento que yo lo provoqué.
—No es culpa tuya, es que Lewis no sabe controlar sus instintos depredadores y no respeta los sentimientos de los amigos.
—¿Tenías algún tipo de relación con Miranda? —le preguntó intrigada.
—No, pero él sabía que bebía los vientos por ella.
—Entiendo, pero en ese caso la cosa no es tan grave —le respondió Gene agachando la mirada—, me refiero a que Miranda es libre de querer acostarse con quien quiera. Lo verdaderamente importante es lo que tengo que contarte ahora y creo que te ayudará a ver a Miranda de otro modo.
—¿De qué se trata? —preguntó incómodo en su silla.
—Verás, el sábado vi a Miranda a la salida de la Gala Stuart hablando con Mike Walts. Mark me dijo que era él.
—Mike es el abogado penal de AD Lawyers.
—En efecto, pero Mark me contó que Miranda colabora con ese bufete y que se pasa por sus oficinas bastante a menudo después del cierre.
Jack dio un golpe en la mesa que hizo temblar la jarra.
—¡Joder! ¡¿cómo no me he dado cuenta antes?!
—¿Crees lo mismo que yo?
—¿Que es la que les dio los dosieres con las pruebas del caso que nos valió el descrédito de la comunidad de abogados? Sí.
—Sé que no podemos inculparla sin pruebas, pero creía que debías saberlo. Podría haber hablado con los demás socios, pero creo que tú eras el más indicado.
—Has hecho bien, es mejor que llevemos la investigación con discreción.
—Puedo ayudarte si quieres.
—Te lo agradezco, ¿y con quién dices que fuiste a la Gala Stuart?
—Con el hijo de Elliot McGillis, Mark. Lo conocí de casualidad en un parque, ni siquiera sabía que era su hijo. Antes de trabajar en el bufete no conocía a la gente del mundillo.
—No hace falta que te justifiques, no te estoy pidiendo explicaciones de con quién sales, Gene. Solo me gustaría saber si colaboraría para atrapar a esa traidora.
—Si le digo que es para desmantelar los chanchullos del bufete de su padre no querrá ayudarnos. Pero somos buenos amigos, puedo sacarle información valiosa sin que se dé cuenta.
—No quiero meterte en líos, Gene.
—Tranquilo, todo saldrá bien —le dijo posando la mano sobre la de Jack.
—Pensaré en algo sin que te veas envuelta —repuso él mirándola agradecido—. No es algo que te afecte a ti directamente.
—Te equivocas, ahora formo parte activa del bufete. —Gene sonrío levemente.
—Es cierto. Ahora eres nuestro diamante en bruto —afirmó él—. Enhorabuena por lo de la granja O’Toole. Liza me ha informado de que estás haciendo un gran trabajo.
—Estoy contenta, sí, no lo voy a negar. Es una gran oportunidad de poner en práctica para lo que llevo media vida estudiando, y ha surgido un poco así, como de la nada.
—El que vale, vale, y tú vales mucho. Ya me lo dijo tu padre.
—Mi padre no podría jamás decir otra cosa de mí —ironizó ella, un poco azorada por sus palabras de reconocimiento.
—Tu padre sabe bien lo que dice —dijo Jack dedicándole una sonrisa radiante—. Aunque no vaya en unos días al despacho estaré pendiente de la evolución del negocio.
—Espero que vaya bien —suspiró ella.
—Estoy seguro de que irá estupendamente.