25

El sábado amaneció especialmente soleado. Los astros se habían puesto de parte de Gene, y la Summer Fest y en concreto la presentación del queso del señor O´Toole estarían enmarcados por un día de verano como Dios manda.

Toda la oficina había prometido asistir. Además de querer probar oficialmente aquel maravilloso queso, estaban dispuestos a dar un paseo en globo, todos menos Lewis.

—Tienes que subir, lo haremos todos —le dijo Gene la noche antes.

—Tengo pánico a las alturas, no es tan difícil de entender.

—Prometo no tirarte al vacío —bromeó ella.

—Muy graciosa, señorita Johnson, muy graciosa.

El parque The Meadows estaba repleto de gente disfrutando de las actividades estivales preparadas para el Summer Fest. Algunos niños correteaban tras una pelota, mientras otros hacían carreras de sacos. Al fondo, sobre un escenario, una banda local amenizaba la fiesta con música gaélica. El estand de queso del señor O’Toole gozaba de muy buena posición, junto al puesto de la empresa de globos aerostáticos, que agrupaba un gran número de personas, que se entretenía degustando el queso mientras esperaba su turno.

Lewis ayudó a Gene a repartir folletos y a ofrecer catas de queso hasta que llegaron los demás.

—No sabía que tenías dotes de camarero, Lewis —dijo el señor Paterson cogiendo un trozo de queso de la bandeja que este portaba.

—No todo en la vida es revisar papeles o sería muy aburrida.

—Desde luego que este queso está delicioso, es un gran producto.

—Lo es, Gene es muy lista y tendrá contento al señor O’Toole —le dijo orgulloso al señor Paterson, mirando con devoción a Gene.

El señor O’Toole estaba pletórico, con una sonrisa radiante, recibía pedidos de las tiendas locales como churros. Tenía la cara iluminada de felicidad y dejó un momento el puesto a cargo de su ayudante para darle las gracias a Gene.

—Te estoy muy agradecido, nunca se me hubiera ocurrido, soy un hombre poco dado a las ideas brillantes —dijo riéndose de sí mismo.

—Le recuerdo que ese queso lo produce usted mismo, así que yo sí creo que tiene un don especial para las ideas brillantes.

—En cualquier caso, esto no hubiera sido posible sin ti. Casi todas las tiendas locales quieren comercializar mi queso, voy a tener que contratar a más gente.

—Recuerde que se trata de un producto gourmet —le dijo ella.

—Es cierto, aun así necesitaré ayuda para los primeros pedidos.

—No se preocupe, estudiaremos esas cosas la próxima semana.

—Así será, ahora disfruta un poco, ya has hecho demasiado por aquí. Tienes a Lewis Maddox esperando por ti toda la mañana —le dijo el señor O’Toole antes de volver a su puesto con una sonrisa.

Gene dejó el resto de folletos y cogió su bolso. Miró a su alrededor y encontró a toda la oficina disfrutando de unas pintas en unas mesas de madera habilitadas para la ocasión.

—¿Qué me he perdido? —dijo sentándose al lado de Liza.

—Estábamos hablando del gran trabajo que has hecho desde que llegaste.

—Muchas gracias, pero me vais a hacer sonrojar.

—Tú ya te sonrojas sola cuando estás con Lewis —bromeó Jack, dedicándole una mirada conciliadora a su amigo mientras todos reían.

—Eso no ayuda, ahora estoy aún más colorada —le repuso Gene, pidiendo con un gesto al camarero que le pusiera una pinta.

—¿Estáis preparados para subir a los globos? —preguntó Carter.

—Lo estamos, es el plato fuerte del día. Siempre he querido subir en uno, debe ser alucinante ver toda la ciudad desde ahí arriba —comentó Liza.

—Charles, ¿crees que el globo aguantará tu peso? —dijo Jack al señor Paterson.

—Esta barriga es bien ligera, todo aire —respondió el señor Paterson entre risas haciendo círculos con la mano en su estómago.

—¿Dónde está Carol? —preguntó Gene.

—Vendrá más tarde, tenía que cuidar a uno de sus nietos en Dunfermline —comentó Carter apurando su pinta.

—Oh, vaya, espero que pueda venir luego —dijo Gene con pena.

—Es casi la hora, hemos reservado nuestros vuelos esta mañana —avisó Liza.

—Cierto, deberíamos acercarnos para que nos expliquen las medidas de seguridad —dijo Jack levantándose junto a los demás—. ¿No venís? —les preguntó a Gene y Lewis que no hicieron mención de levantarse.

—Ahora vamos, id adelantándoos —respondió ella.

—Como queráis.

Gene sabía que Lewis estaba paralizado por el miedo, y escuchar aquello de las medidas de seguridad no había ayudado.

—¿Estás bien? —le preguntó Gene sentándose a su lado.

—Estoy genial, porque estoy aquí contigo, pero he de reconocerte que la idea de subirme a ese globo me aterra.

—No va a pasarnos nada, han estado subiendo y bajando personas toda la mañana y están todos sanos y salvos.

—Lo sé, pero no puedo evitar sentir pánico a subirme a ese cacharro.

—No te preocupes, no tienes que subir.

—Pero quiero hacerlo, por ti.

—A mí no tienes que demostrarme nada.

—Quiero que veas de lo que soy capaz de hacer para que me ames.

—¿Crees que subirte a un globo hará que te ame?

—No el hecho en sí, pero sí podrás ver de lo que sería capaz por ti. Disipar cualquier duda que tengas y que me digas que me quieres. Necesito oírlo de tu boca o no estaré del todo en paz conmigo.

—Puedes estar en paz, te quiero, Lewis Maddox —le dijo ella mirándolo a los ojos.

—Quiero que me lo digas ahí arriba —le repuso él tirando de ella para ir hacia los globos.

—Estás loco, deja de correr o nos caeremos —dijo ella entre risas en medio de la carrera hacia el puesto.

—Pero nos caeremos juntos. Vamos a subir al cielo, Gene Johnson.

A Lewis le sudaban las manos, Gene podía percibir su nerviosismo esperando que les tocase el turno.

—¿Estás seguro? —quiso saber Gene antes de abrir la puerta metálica que separaba la cola del lugar de despegue.

—Sí, hagámoslo. —Lewis apretó con fuerza la mano de Gene y dio un paso al frente.

El encargado de los viajes en globo abrió la puertecilla de la barquilla y los invitó a pasar.

—¿Y las medidas de seguridad? —preguntó Lewis con los ojos desorbitados, provocando una risilla en Gene.

—No hay medidas de seguridad. Traten de no asomar mucho el cuerpo durante el vuelo. Pero no se preocupen, David controlará todo —le aseguró el chico a Lewis.

—Puedes agarrarte fuerte a mí, no dejaré que te pase nada —le dijo Gene.

—Soy ridículo, lo sé.

—No lo eres. Eres humano.

—Yo a veces creo que tú no eres de este mundo, Gene. Eres extraordinaria y no te merezco.

El globo empezó a ascender dando unas leves sacudidas que alertaron a Lewis, haciendo que se agarrara a Gene con fuerza en un abrazo en el centro de la barquilla.

—Ya estamos subiendo, no mires abajo si no quieres.

—No pienso hacerlo —dijo Lewis ocultando los ojos en el cabello de Gene.

—Es una lástima, se ve precioso Edimburgo desde aquí arriba —intervino David, que iba dando fogonazos para hacer subir el globo.

—No lo dudo, pero estoy agarrotado —comentó Lewis más tieso que una vara.

—Tranquilo, ya lo has hecho. Estamos volando en globo, lo que demuestra lo mucho que estás dispuesto a hacer por mí. Te amo, Lewis, te quiero más de lo que jamás hubiera podido querer a nadie.

—Y yo a ti, Gene. He hecho tantas estupideces en mi vida que necesito que estés a mi lado, contigo soy mejor persona y me siento muy afortunado.

Ambos se fundieron en un beso, abrazados entre las nubes, provocando la sonrisa de David mientras dirigía el globo.

—Quiero soltarme y ver Edimburgo.

—¿Estás seguro?

—Muy seguro y quiero que grites conmigo que me quieres, y que nuestras palabras queden para siempre florando en el aire. ¿Lo harás?

—Por supuesto que lo haré.

—Yo puedo hacer la cuenta atrás si queréis —dijo David.

—De acuerdo —respondieron los dos.

—Tres… dos… uno.

—¡TE QUIERO!

Y gritando ambos al cielo lo mucho que se querían, se declararon legalmente enamorados ante la ciudad bajo sus pies y el mundo entero.

 

FIN

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Y ahora un poquito de:

Inevitablemente enamorados

Patty Love