24

El despacho estaba vacío. Una nota pegada en la puerta del despacho de Lewis indicaba que todos habían salido a comer juntos a The Kitchen para continuar la celebración, y ellos decidieron unirse a la fiesta. Recorrieron juntos, tomados de la mano, las dos manzanas hasta el restaurante, y Lewis le fue contando cómo había sido la vista y la paliza que les habían dado a los de AD Lawyers.

—¿Y Miranda? —preguntó Gene acordándose de pronto de ella. No la había visto y suponía que había salido huyendo por patas del bufete nada más enterarse del resultado de la vista.

—Estaba presente.

—¡¿Qué?! —A Gene la mandíbula casi le tocó el suelo.

Él asintió riéndose y respondió:

—Una vez en el juzgado, la llamó Jack para pedirle unos documentos que habíamos olvidado y luego le pedimos que se quedara.

—¡Qué malos sois! —dijo ella soltando una carcajada.

—Queríamos verle la cara cuando todo saliera a la luz y tenías que haberla visto. Se puso de todos los colores.

—Me hubiera gustado verla. Se lo tenía merecido. No está bien jugar a dos bandas.

 

En el restaurante, las risas y conversaciones animadas de sus compañeros llegaban hasta la puerta. Lo estaban celebrando a su manera por todo lo alto y ellos también lo iban a hacer. Tomaron asiento uno al lado del otro, en los únicos sitios libres y que claramente habían reservado para ellos, y fingieron no darse cuenta de las miraditas significativas que les dirigían los demás. Gene estaba segura de que la habían oído gemir como una gata en celo y sintió que la sangre le subía a las mejillas, poniéndoselas coloradas. Lewis notó su rubor y le posó la mano en la rodilla, algo que no ayudó. El contacto era electrizante y sintió que empezaba a derretirse.

—Tranquila, a nadie le importa —le susurró cerca del oído.

—Ya, pero no es decoroso. ¿Qué pensarán de mí?

—¿O de mí? —dijo él falsamente contrariado.

—De ti ya piensan que eres un picha brava.

Lewis estalló en una carcajada y se quedó mirándola fijamente.

—¿Un picha brava?

—Sí, lo eres.

—¿Qué más puedo hacer para que dejes de pensar tan mal de mí?

—¿Quién dice que pensar que eres un picha brava sea algo malo?

Él fingió ofenderse y sonrió de lado.

—Voy a demostrarte cada día que soy mucho más que eso. Conseguiré que me quieras tanto como yo te quiero a ti, Gene Johnson.

 

El resto de la tarde la pasaron todos en un karaoke, pasando por alto el trabajo que tenían. Era un día de celebración y Gene lo tenía todo controlado con respecto al señor O’Toole. Cuando dieron por terminada la fiesta, Lewis la acompañó a casa.

—Vaya día más completo —dijo ella agarrándole ambas manos.

—Ha sido un día maravilloso en todos los sentidos.

—¿Por qué no subes a casa? —preguntó ella ladeando la cabeza.

—¿Puedo?

—No veo por qué no.

—¿No me atacará tu amiga Janice?

—No seas cretino —rio ella—. Es inofensiva y además Jack está intentado calmarle ese genio que tiene.

—¿Está saliendo con Jack? —preguntó Lewis sorprendido.

—Digamos que se están conociendo a fondo.

—Me alegro, Jack es un buen tío.

—Y Janice. En cuanto te conozca bien se le pasará.

—Eso espero —contestó él pasándose la mano por el pelo.

Subieron nerviosos al piso de Gene. Se podía palpar la tensión sexual entre los dos. En el ascensor dieron rienda suelta a sus instintos, besándose, tocándose y susurrándose cosas indecentes al oído. Lewis era pura pasión en la cama y eso a Gene le encantaba.

Torpemente ella abrió la puerta entre risas, pero la cara se le desencajó cuando vio a Sarah con Mark en el sofá.

—¡Mark! No te esperaba.

—Ya ves, he querido darte una sorpresa al igual que tú me la has dado esta tarde.

—Os dejaré solos —dijo Sarah, retirándose a su habitación.

—No sé de qué me hablas.

—¿No te ha contado tu amiguito ya el triunfo de su bufete?

—No soy tu amiguito, modera el tono, tío —dijo Lewis cabreado.

—No deberías fiarte de esta mujer, me ha utilizado para sonsacarme información, seduciéndome sin tener en cuenta que a quien iba a destrozar es mi padre.

—Yo no te he utilizado, ni te he sacado información. Y mucho menos seducido —le replicó Gene molesta.

—Utilizaste lo que te conté de Miranda para ultrajar al bufete de mi padre. ¿Sabes en qué lugar me deja a mí eso?

—Tu padre no tiene por qué saber que me contaste aquello —dijo Gene mientras sujetaba el brazo a Lewis para que no hiciera una tontería.

—Miranda ya se ha encargado de insinuárselo.

—Lo siento mucho, pero no tuve elección.

—Sí la tenías, yo quería darte todo lo que este imbécil no ha sabido darte. Me has traicionado por él, y él me ha robado a la chica y también la dignidad.

—¿A quién llamas imbécil, niñato? —Lewis se deshizo del brazo de Gene y se aproximó a Mark.

—No, Lewis. No lo hagas —le pidió Gene.

—Pégame, atrévete, te demandaré. —Mark dio un par de pasos hacia Lewis.

—No le pegues, Lewis. Es lo que quiere y no te conviene —volvió a intervenir Gene con el alma en vilo.

—Lárgate de aquí, Mark —le ordenó Lewis retrocediendo un paso.

—Me iré cuando me lo pida ella. —Mark miró desafiante a Gene.

—Mark, deberías irte —dijo Gene, deseando que aquel desagradable encuentro llegara a su fin.

—Me iré, pero quiero que sepas que soy mejor hombre que él —afirmó Mark apretando los puños.

—No dudo que seas un buen hombre, pero no eres para mí ni yo para ti. Siempre te lo dejé claro y te agradezco mucho todo lo que has hecho por mí. Si te he hecho daño ha sido de manera involuntaria. Solo espero que algún día puedas perdonarme.

Mark no dijo nada más, salió del apartamento y cerró de un portazo, dejando en Gene la amarga sensación de haber destrozado el corazón de ese chico y provocándole un llanto desconsolado.

—No llores, mi princesa. —Lewis la abrazó con fuerza.

—No puedo evitarlo. Es cierto que Mark se portó bien conmigo aunque no quiso escucharme cuando le dije que entre él y yo no había nada. He de confesar que lo utilicé para darte celos y eso no está bien, he jugado con sus sentimientos.

—A veces las personas nos equivocamos porque deseamos tanto una cosa que nos cegamos en conseguirla. Y, en este caso, me alegra que así fuera.

—Eso suena egoísta —se lamentó ella entre sollozos.

—Puede que lo sea, pero, cuando se trata de ti, soy el hombre más egoísta del mundo.