Desearía cerrar este libro con una meditación que tiene que ver con las dos últimas frases del capítulo anterior: «La llave es el Ser. Y, con ella, todas las puertas te serán franqueadas».
Siéntate con comodidad de manera tal que tu respiración pueda fluir con ligereza y armonía y que tu columna vertebral quede erguida sin tensión ni sobreesfuerzo. A continuación, pon toda tu atención en inhalar y exhalar, observando cómo la respiración se produce sola, con espontaneidad, sin que tú tengas que hacer nada, ni siquiera modificarla, aunque tal vez lo hagas levemente al fijarte en ella. Pon en ello toda tu atención, como si fuera la única tarea posible para ti en este momento, el único norte, la única realidad, contemplando este continuum en el que la vida se concentra por completo y se nutre y renueva todo el tiempo, como un dulce oleaje. En este simple respirar y poner todos tus sentidos en ello se plasma el presente eterno, a salvo del tiempo que dibujamos con nuestros pensamientos, temores, deseos e inquietudes. Si puedes, haz que la respiración ocupe toda tu atención y que el resto de los pensamientos nazcan y mueran solos, sin que tú participes ni te involucres personalmente en ello. Ahora imagina que te centras, es decir, que encuentras un centro, un lugar de quietud en tu interior, un lugar de nada, de silencio; un lugar que no es tu cuerpo aunque puedes reconocerlo, sentirlo o experimentarlo como alojado en algún punto de tu cuerpo (muchas personas lo sienten en el pecho o también en el vientre); un lugar que se parece al silencio y al vacío, o a la paz; un lugar que no son tus sentimientos, que van y vienen como aromas que se elevan y se desvanecen poco después; un lugar que está exento de turbulencias emocionales, de deseos y temores; un lugar que tampoco son los pensamientos, ni las imágenes de tu mente, sino el espacio infinito que los acoge, como si fuera el cielo limpio albergando pictogramas y formas nubosas varias. Un lugar, pues, que se puede sentir como un centro y que no es nada de lo que de un modo habitual experimentamos como yo. Es otro yo, quizá. Es el yo hondo.
Y ahora puedes seguir mis palabras y permitir que te conduzcan a tu propia experiencia:
– Si en lugar de tener el nombre que tienes tuvieras otro nombre, ¿hay algo en ti que podrías seguir reconociendo como tu verdadero yo y tu genuino ser?
– Si en lugar de tener los apellidos que tienes tuvieras otros, si en lugar de ser hijo de tus padres, hermano de tus hermanos, nieto de tus abuelos, si en lugar de pertenecer a la familia que perteneces, pertenecieras a otra familia o tuvieras otros padres y otros apellidos, etcétera, ¿hay algo en ti que podrías seguir reconociendo como tu verdadero yo y tu genuino ser?
– Si en lugar de tener la pareja que tienes tuvieras otra pareja o ninguna, si tus afectos fueran otros, si tu inclinación sexual fuera otra, ¿hay algo en ti que podrías seguir reconociendo como tu verdadero yo y tu genuino ser?
– Si en lugar de tener los amigos que tienes tuvieras otros, si en lugar de vivir donde vives, en la calle, barrio y casa que te acogen, estuvieras viviendo en otro lugar, en otro barrio, en otra casa, ¿hay algo en ti que podrías seguir reconociendo como tu verdadero yo y tu genuino ser?
– Si en lugar de ser hombre fueras mujer, o si en lugar de ser mujer fueras hombre, si tuvieras otro sexo, otro género, ¿hay algo en ti que podrías seguir reconociendo como tu verdadero yo y tu genuino ser?
– Si en lugar de tener el cuerpo que tienes tuvieras otro cuerpo distinto, o una edad distinta de la que tienes, si en lugar de ser joven fueras adulto o anciano o viceversa, ¿hay algo en ti que podrías seguir reconociendo como tu yo y tu ser verdadero y eterno?
– Si en lugar de ser de la raza que eres fueras de otra raza, o de otro color de piel, o de una constitución distinta de la que ahora tienes, ¿hay algo en ti que podrías seguir reconociendo como tu yo y tu ser?
– Si en lugar de vivir en esta época te hubiera tocado vivir en otra, pasada o futura, ¿hay algo en ti que podrías seguir reconociendo como tu yo y tu genuino ser?
– Si en lugar de crecer en la cultura y país en que creciste, en las creencias y valores que te empaparon, hubieras crecido en otra cultura, religión, nación, pueblo, creencias, valores, etcétera, ¿hay algo en ti que podrías seguir reconociendo como tu genuino yo y tu magnificente ser?
– Si en lugar de tener las creencias y valores que tienes y que definen tu vida y tus opiniones, tuvieras otras creencias o valores, o incluso te quedaras sin ellos, ¿hay algo en ti que podrías seguir reconociendo como tu yo y tu ser magnificente?
– Si en lugar de ser un ser humano fueras otro animal, un pingüino o una bacteria o un ornitorrinco, ¿hay algo en ti que podrías seguir reconociendo como tu verdadero yo y tu genuino ser?
Simplemente, permite que aquello que experimentas te acompañe y tenga espacio en ti. Y si sientes que es bueno y te aporta paz o te da alas para una buena vida, recréalo en tu interior todos los días hasta que sientas que se instala en ti como una presencia constante.
Ramana Maharshi proponía el acceso al despertar, a la Unidad de todas las cosas, a través del continuo interrogarse acerca del «¿quién soy yo?» para descartar todo lo que es cambiante, efímero, histórico y circunstancial, hasta que no queda más que el acceso sentido a otra conciencia, a otro ser.
Ojalá con esta meditación hayas llegado a una «comprensión, experiencia o estado» parecido a lo que proponía Ramana Maharshi. Ojalá puedas encontrar un lugar donde el Ser no tenga historia, ni narrativa ni forma. Ojalá puedas encontrarlo en un lugar sin ganancias ni pérdidas, o en un lugar más allá de las ganancias y de las pérdidas. En un dulce y liberador morir lleno de vida. En el arco dorado de la llave de la buena vida.