JANE alzó la vista cuando su padre entró en el comedor. Llegaba veinte minutos tarde y ella y su madre estaban sentadas, esperando en silencio su llegada, mientras la comida se enfriaba servida en los platos. Le había oído hablar por teléfono una hora antes; sea lo que fuere lo que le dijeran, había hecho que abandonara la casa de inmediato, tomara el automóvil y saliera a toda velocidad. Estaba incómoda, con los nervios a flor de piel. ¿Dónde habría estado?
El reverendo Blake-Jones se sentó en la cabecera de la mesa, como siempre, con cara de satisfacción e inclinó la cabeza para dar las gracias. Ellas se unieron al amén final antes de pasarse los platos uno a uno. Empezaron a cenar sin decir ni una palabra y Jane se preparó interiormente para el inevitable estallido que sabía que vendría cuando su padre descubriera que la cena estaba fría. Se equivocó, no pasó nada.
Volvió a mirar a su padre y observó cómo comía complacido consigo mismo. Echó un vistazo a su madre, pero estaba demasiado sumida en su desgracia como para darse cuenta de algo. Durante los últimos días no había respondido más que con monosílabos a su hija y marido y parecía estar viviendo en su propio mundo. Jane había renunciado a comunicarse con ella y estaba empezando a temer por su cordura.
En cuanto se llevó el primer bocado de comida a la boca, la voz de su padre retumbó por toda la mesa.
—Se ha terminado, Ruth. Ya he solucionado el problema.
Jane se sobresaltó y dejó caer la comida en el plato. Los ojos de su madre se volvieron lentamente hacia el rostro de su padre cargados de horror. El tenedor se le cayó de la mano y fue a parar al suelo estrepitosamente. Se tapó la boca para amortiguar el grito que salió por su garganta y se levantó de la mesa, tirando la silla por la prisa con la que abandonó el comedor.
—¿Qué has dicho, padre? —Se atrevió a preguntar.
—Nada de lo que debas preocuparte —replicó él con la boca llena—. Tu madre está teniendo uno de sus síncopes, eso es todo. Mañana estará mejor.
—Pero…
Él dio un puñetazo a la mesa con tal fuerza que toda la vajilla saltó. Jane soltó un jadeo.
—¿Acaso dudas de mi palabra? —gritó, taladrándola con su oscura mirada.
Ella negó con la cabeza y volvió a tomar el tenedor. Poco a poco empezó a comer. Sabía que si no lo hacía su padre se ofendería, con las ulteriores y nefastas consecuencias que ello acarrearía. Prefería comer tierra a soportar aquello.
—Muy bien —le oyó mascullar.
Rezó para pasar desapercibida el resto de la cena. En cuanto pudiera, huiría al santuario de su dormitorio.
***
—¡Maddie! Maaaaddiiiieee!
Maddie se despertó asustada y se frotó los ojos con los nudillos. Creía haber oído su nombre, aunque tal vez solo había sido un sueño.
—¡Maddie!
No, ahí estaba otra vez. Se puso de pie, se tambaleó un poco y se estremeció en medio de la oscuridad.
—¡Aquí! ¡Estoy aquí! —se desgañitó. El sonido de su grito produjo un eco alrededor del pozo minero y se preguntó si podría oírse en la superficie. El silencio como respuesta casi hizo que llorara de frustración. ¿Qué podía hacer para que la oyeran?
Volvió a gritar, pero no pasó nada. La otra voz parecía haberse esfumado. Desesperada, se derrumbó sobre el suelo. El hambre le roía las entrañas y tenía una sed terrible. Le palpitaba la muñeca y le dolía la cabeza. Estaba a punto de tirar la toalla…
—¡Maddie! —La voz la sobresaltó y miró hacia arriba, hacia la entrada al pozo. El cielo era de un tono un poco menos oscuro que la negrura que reinaba en el interior y creyó percibir el parpadeo de alguna antorcha en la superficie. Instantes después, veía cómo una figura se inclinaba sobre la entrada de forma precaria.
—¡Aquí! —gritó—. ¡Estoy aquí abajo!
—¡Qué demonios! ¿Estás herida? —Era Alex. Creyó que aquella voz era lo más maravilloso que había oído en toda su vida.
—No mucho, solo una muñeca torcida, pero no puedo salir de aquí.
—Aguanta, te conseguiré ayuda. ¿Estarás bien si te dejo sola un poco más? Tengo que encontrar una cuerda.
—Sí, sí, pero date prisa, por favor.
—Por supuesto. Enseguida vuelvo.
Alex desapareció y la espera comenzó de nuevo. Ahora, sin embargo, tenía esperanza y el tiempo pareció transcurrir mucho más deprisa. Antes de darse cuenta, el rostro de Alex volvió a asomar por la entrada y le tiró una cuerda.
—¿Puedes atártela a la cintura y apoyar los pies en la pared? —gritó él—. Tiraremos de la cuerda al mismo tiempo.
—De acuerdo. —Con dedos temblorosos recogió la cuerda y se la anudó alrededor de la cintura lo más fuerte que pudo, teniendo en cuenta que solo usó una mano. Después apoyó los pies contra la pared del pozo y se aferró a la cuerda. Hizo una mueca de dolor cuando sintió el pinchazo en el brazo herido—. ¡Lista! —gritó. La cuerda se tensó y empezaron a subirla despacio.
Para ayudar a sus rescatadores, anduvo con los pies sobre la pared de piedra. Miró en todo momento al frente, dispuesta a no bajar la vista. Tras lo que le pareció un siglo, por fin alcanzo la entrada, donde unas fuertes manos la terminaron de sacar. Exhausta, se desplomó en el suelo y empezó a temblar de forma incontrolada.
—¿Maddie? —Se volvió y vio a Alex y a alguien más sosteniendo la luz que caía sobre ella. Levantó una mano para protegerse los ojos y se percató de que era Foster, el extraño amigo de Alex, antorcha en mano.
—S… sí, ahora sí —balbuceó. Le castañeteaban los dientes debido a la conmoción sufrida.
—Tienes que ir al médico. Ven, te llevaré en brazos. —Alex se agachó para recogerla, pero ella alzó la mano en señal de protesta.
—No, no, te harás daño en la espalda. Peso demasiado. Dame solo un minuto y podré andar sin necesidad de ayuda. Ahora mismo tengo las piernas como si fueran dos flanes temblorosos pero pronto estaré bien.
Alex esbozó una amplia sonrisa y alzó la mano para acariciarle la mejilla.
—Me alegro de que estés bien. Durante un rato hemos estado muy preocupados por ti. ¿Qué demonios te pasó por la cabeza para adentrarte en el bosque? ¿No sabes lo peligroso que es? Hay pozos mineros por todas partes y aunque se supone que están señalizados por la noche no se ve bien.
—Por supuesto que lo sé. No vine a parar aquí a propósito. Además, todavía no era de noche.
—¿Entonces cómo te caíste? ¿No ibas pendiente de por dónde pisabas?
—Sí, pero no estaba cerca de este agujero. Iba caminando por el sendero del bosque y alguien me golpeó en la cabeza desde detrás. Lo siguiente que sé es que estaba tumbada en el fondo del pozo.
—¿Qué? —exclamaron Alex y Foster al unísono, mirándola con creciente horror.
—¿Estás hablando en serio? ¿Quién? —Alex apretó los puños.
—Sí, ¿quién querría golpear a una mujer tan simpática en la cabeza? —Foster parecía desconcertado antes de estudiar los alrededores. Daba la impresión de que temía que el atacante lo fuera a intentar con él de un momento a otro—. ¿Te hizo algo antes… como… ya sabes…? —Se interrumpió, obviamente avergonzado por la dirección que estaban tomando sus pensamientos.
Maddie hizo un gesto de negación.
—No, nadie me atacó. Estaba agachada para atarme mejor la sandalia y al segundo siguiente todo se volvió negro. Ni siquiera vi quién era.
Alex frunció el ceño.
—Vamos a tener que contárselo a la policía.
Ahora fue Foster el que empezó a temblar, hasta que debió de recordar que no había hecho nada malo y se relajó.
—Oh, sí —terminó diciendo—. No podemos permitir que haya locos como esos campando a sus anchas por aquí.
—¿Cómo supisteis dónde encontrarme? —quiso saber ella—. ¿Me echó de menos Annie en la cena?
Alex pareció sentirse avergonzado.
—No, en realidad nadie se dio cuenta. Yo… estaba con Foster en un pub y Annie nos dejó algo de cena y se marchó pronto a su casa. Un par de horas más tarde llamó una amiga tuya. Una tal Jane.
—¿Sí?
—Sí, preguntó si estabas en casa y cuando le dije que no te había visto desde el mediodía se alteró bastante. Insistió en que debía salir a buscarte y que no aceptaría un no por respuesta.
—Entiendo. —Maddie se sentó y se sacudió unas briznas de hierba que tenía en los pantalones—. ¿Te dijo por qué?
—No, solo me dijo que era urgente. ¿Es médium o algo parecido?
Maddie sonrió.
—No, no lo creo. Supongo que estaba preocupada por mí. Se me olvidó que iba a llamarme esta noche.
Alex la miró de forma extraña, pero no dijo nada más. Poco después emprendieron el camino a casa. Maddie se apoyó en Alex y Foster fue detrás de ellos, llevando sus pertenencias.
—Encontramos todo esto en el lindero del bosque.
—Bueno, ahí no fue donde lo dejé, pero me alegro de que no me hayan robado mis cosas.
Alex insistió en llevarla a la clínica más cercana para que la examinaran. Aparte de un esguince en la muñeca (que le vendaron inmediatamente) y un pequeño bulto por el golpe en la parte posterior de la cabeza, no encontraron nada más.
—Deberías quedarte en reposo un par de días. Ante cualquier vómito o mareo, ponte en contacto con nosotros. Podrías tener una leve conmoción cerebral —decretó el médico.
—Gracias, me lo tomaré con calma. —Con los analgésicos que le habían dado y sin ninguna otra molestia, una buena noche de sueño sería suficiente.
—¿Estás de humor para acudir a la policía esta noche o lo dejamos para mañana? —preguntó Alex de camino al automóvil.
—No, por favor, Alex, no contemos nada.
—¿Por qué? ¿Hay un posible asesino suelto por aquí y no quieres que avisemos a la policía? ¿Te has vuelto loca?
—Es complicado, Alex. Necesito hablar con Jane primero. Por favor, confía en mí.
—¿Qué tiene que ver la tal Jane con todo esto?
—Ahora mismo no puedo contártelo. Por favor, Alex, deja que me encargue de esto a mi manera. —Maddie tenía la intensa corazonada de que todo aquello estaba relacionado con su adopción y quería llegar al fondo del asunto antes de tomar ninguna otra decisión. Sabía que no era muy razonable por su parte, pero le daría muchísima vergüenza si expresaba en voz alta sus sospechas y luego no estaba en lo cierto, sobre todo estando involucrada su recién encontrada hermana. Además, primero quería saber lo que pensaba Jane. Eso podría ser una pista muy importante.
—Está bien, pero no me gusta. ¿Puedes al menos, cada vez que salgas, decirnos a alguno de los dos dónde vas a ir?
—Sí, te lo prometo.
Después de aquello hicieron el viaje en completo silencio.
***
A primera hora de la mañana siguiente Alex fue a ver a Foster, que estaba alojándose temporalmente en una de las casas de campo que había adquirido. Preguntó a su amigo si quería echarle una mano con la reforma y él aceptó encantado.
—¿No te importa tener que pintar y hacer de decorador?
Foster se echó a reír.
—No, aunque no sea el trabajo más emocionante del mundo, al menos es dinero legal.
Aquella mañana, sin embargo, tenía otro trabajo para él.
—Foster, me gustaría que siguieras a Maddie, pero sin que ella te vea. ¿Crees que podrías hacerlo?
—Claro. Es lo más fácil del mundo. ¿Por qué? ¿Crees que ese loco volverá a intentar matarla?
—No lo sé, pero me sentiré mejor si sé que le estás echando un ojo. Yo apenas tengo tiempo. Además, si me ve seguro que se pondrá echa una furia.
—No hay problema, déjamelo a mí. —Foster sonrió de oreja a oreja—. Te gusta mucho, ¿verdad?
Alex esbozó una tímida sonrisa.
—¿Tanto se nota?
—Bastante, la verdad.
—Bueno, lamentablemente para mí, ella no siente lo mismo. —Se encogió de hombros—. Así es la vida, ¿no?
—Seguro que está haciéndose la dura —señaló Foster—. Ya sabes lo raras que son las mujeres.
Alex rio. Ojalá todo fuera tan fácil. Que «se hiciera la dura», como decía su amigo, era algo con lo que podía lidiar y salir victorioso. Con el menosprecio patente que parecía sentir hacia él… no.
—Ya veremos —fue todo lo que dijo—. ¿Podrías empezar esta misma mañana, por favor?
—Por supuesto.
***
—Maddie, ¿estás bien? —Al otro lado de la línea, Jane parecía estar al borde de las lágrimas y Maddie sintió un nudo en la garganta. Alguien se preocupaba por ella de verdad.
«Mi hermana pequeña.»
—Sí, perfectamente. Gracias por hacer que Alex saliera a buscarme ayer. Si no se lo hubieras dicho, todavía estaría dentro de ese pozo minero.
—¿Un pozo minero? ¡Oh, no…! ¿Qué pasó?
Maddie se lo contó. Cuando terminó no oyó absolutamente nada.
—¿Jane? ¿Sigues ahí?
—Sí —respondió en apenas un susurro.
—¿Cómo supiste que tenía problemas?
—Fue una corazonada. —Jane soltó una temblorosa sonrisa—. Llámalo intuición de hermana.
—¿Sí? ¿No fue por ninguna otra cosa? Digamos… ¿por algo más concreto?
—No, no —La respuesta de Jane parecía demasiado forzada y Maddie tuvo la sensación de que estaba ocultando algo.
—¿Segura?
—Sí, claro. Estoy tan contenta de que sigas viva. A partir de ahora tienes que tener mucho cuidado, ¿de acuerdo?
Aquello terminó de convencerla de que Jane estaba encubriendo a su padre. ¿La estaría amenazando de alguna forma? Le había dicho que creía que ejercía un cierto control sobre su madre, ¿lo tendría también sobre Jane? De cualquier modo, estaba claro que por el momento no le iba a contar nada más, así que no tenía sentido seguir haciéndose ese tipo de preguntas.
—No te preocupes. No pienso ir sola a ninguna parte durante un tiempo, créeme. ¿Has hecho algún progreso con lo otro de lo que hablamos?
—¿Con qué? Ah, eso. No, pero esta tarde voy a ver a alguien que puede saber algo. Intentaré llamarte esta noche.
—¿Desde dónde estás llamando ahora? Se oye un poco lejos.
—Estoy en una cabina del pueblo, pero mi padre saldrá esta noche, así que podré llamarte desde casa. Si no, trataré de hacerlo mañana.
—De acuerdo. Muchas gracias por ayudarme con esto, Jane. Adiós.
Después de colgar, Maddie se recostó en la cama. Todavía estaba un poco conmocionada por lo sucedido y no dejaba de dolerle el brazo. El médico le había dicho que quizá tendría pesadillas o algún tipo de reacción postraumática. Le había recetado algunos tranquilizantes, aunque prefería no tomárselos. Descansar sería más beneficioso.
Un golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos.
—Adelante.
Alex asomó la cabeza.
—¿Molesto?
—No, para nada. Solo estaba descansando. Todavía me duele un poco la muñeca. Y la cabeza.
—Tuviste suerte de no rompértela. —Entró en la habitación y cerró la puerta tras de sí. Después se acercó despacio a la cama y se sentó en el borde.
—Sí. Y también de que fuera la izquierda. Al menos puedo seguir pintando.
Alex se quedó callado un momento, mirando hacia la ventana, luego respiró hondo y dijo:
—Maddie, ¿recuerdas algo más de tu atacante?
—No, no pude ver quién era. Solo oí un ruido a mi espalda y nada más.
—¿Tienes alguna idea de quién puede tratarse? Es decir, ¿sabes si hay alguien que quiera hacerte daño?
Maddie apartó la mirada.
—No que yo sepa. Seguro que fue algún chiflado que no pudo resistir la tentación. Ya sabes, estaba ahí agachada, sola en el bosque. —Volvió a mirar a Alex y se lo encontró sonriendo y sacudiendo la cabeza—. ¿Qué?
—Nada, es que no puedo entender que alguien pasara por allí, te viera indefensa y solo le tentara darte un golpe en la cabeza —repuso él, aunque añadió al instante—. Lo siento, sé que no quieres oírme decir este tipo de cosas. —Se encogió de hombros.
—Oh. —Maddie sintió cómo el rubor ascendía por sus mejillas.
—Muchas mujeres sufren todo tipo de ataques hoy en día cuando van solas por cualquier lugar. Lo que no tiene sentido es que te golpeen y luego te tiren a un pozo. Tenía que tratarse de alguien muy fuerte para arrastrarte hasta allí, ¿y para qué? A lo que me refiero es que debería haber intentado… primero… ¡demonios! Tal vez tenía planeado volver. —Se frotó la frente con la palma de la mano.
—Sé lo que quieres decir y estoy de acuerdo. No tiene sentido, a menos que fuera un trastornado. Pero eso es lo que pasó.
—¿Seguro que no quieres ir a la policía?
—Todavía no. —Alzó una mano—. Y antes de que me lo preguntes, tengo mis razones, ¿de acuerdo? Además, ¿de qué serviría? No tienen nada por donde empezar.
—Alguien podría haber visto algo, o tal vez encontraran alguna pista en el sendero o dentro del pozo. Los investigadores forenses hacen maravillas.
—No, no vi a nadie por allí en toda la tarde. Nadie excepto mi atacante y yo. Está dentro de los límites de Marcombe, ¿recuerdas? Propiedad privada. Déjalo, Alex. A partir de ahora tendré más cuidado.
Él se puso de pie y le agarró la mano.
—Sí, por favor. Kayla no me lo perdonaría si te pasara algo en su ausencia. —Pero la miró con una intensidad que decía algo completamente diferente. Que en realidad era él el que no quería perderla, lo que la dejó muy confundida. ¿De verdad le importaba tanto?
Pasó el resto de la tarde intentando responder a esa pregunta sin llegar a ninguna conclusión satisfactoria.