Capítulo 7

—DIOS, esto es peor que ir al dentista —masculló Maddie.

Estaba sentada en la sala de espera de un anodino edificio de oficinas, en alguna parte de Holborn, con su amiga Jessie, que la había acompañado para apoyarla en ese trance. Ya había pasado la hora de su cita y estaba segura de que si no la llamaban pronto regresaría a Devon sin uñas. Se las había ido mordiendo una a una y estaban empezando a dolerle. Maldiciendo por lo bajo se sentó encima de sus manos.

—Es una lástima que hoy en día no se lleven los guantes —farfulló—. Ahora entiendo por qué los usaban. —Por alguna razón estaba convencida de que su futura felicidad dependía del resultado de la entrevista de hoy y aquello la aterrorizaba.

—Tranquila, seguro que te toca pronto. Ya sabes que los funcionarios suelen trabajar a su ritmo —comentó Jessie con tono calmo.

—Es una suerte que os tenga a ti y a Kayla. No sé qué haría sin vosotras —le dijo agradecida Maddie.

—¿Por qué no lees una revista o algo? —Jessie esbozó una sonrisa—. Así se te pasará el tiempo más rápido.

—Madeline Browne —llamó desde la puerta una mujer pequeña. Maddie se sobresaltó al oír su nombre. Después se puso de pie con tanto ímpetu que casi volcó la silla.

Jessie le susurró un «buena suerte» antes de darle un ligero empujón en la dirección correcta. Tragó saliva y siguió a la orientadora por un laberinto de pasillos.

La mujer se presentó como Bridget Wells y terminó llevándola a una habitación de reducidas dimensiones con una deprimente vista de más edificios de oficinas. La estancia apenas tenía muebles o adornos; ni una planta, ningún papel y ninguna foto, excepto por una impresión particularmente fea de Picasso. El escritorio y la papelera estaban vacíos. Daba la impresión de ser un despacho impersonal, frío y aséptico; estaba claro que no era la oficina de nadie, solo el lugar que se usaba para celebrar ese tipo de entrevistas. Fuera, unas palomas se posaron sobre el alféizar de la ventana y comenzaron a acicalarse. Maddie intentó centrarse en ellas para tranquilizarse, aunque no obtuvo mucho éxito ya que segundos después estaba molesta por su arrullo constante.

—Por favor, tome asiento, señora Browne.

—Gracias.

—Muy bien. ¿Ha traído algo que la identifique? —Maddie sacó la documentación necesaria—. Excelente. Ahora, si es tan amable, cuénteme por qué quiere encontrar a sus padres biológicos.

—Bueno, mis padres adoptivos fallecieron hace poco en un accidente de tráfico y hasta que no se procedió a la lectura del testamento no me enteré de que era adoptada. Nunca me lo dijeron y siempre me trataron como si fuera su hija de verdad. Lo que, supongo, era realmente para ellos. Quiero decir que…

La señora Wells hizo un comprensivo gesto de asentimiento mientras ella intentaba explicarse. Estaba confundida y una vez más tuvo que sentarse sobre sus manos. Siempre que se sentía agitada le entraban unas ganas horribles de morderse las uñas y resistirse a ese impulso nunca le había resultado tan difícil como hoy.

Al cabo de unos segundos se las arregló para continuar:

—Está claro que sentí curiosidad y, aunque soy consciente de que mis padres biológicos puede que no quieran contactar conmigo, al menos necesito saber un poco más de mis orígenes. Tal vez entender por qué… —Se le formó un nudo en la garganta que le impidió continuar. La enormidad de la situación se intensificó en aquel sombrío despacho, hablando con una completa extraña, aunque le resultara simpática.

—Ya veo —dijo la orientadora—. Bueno, la curiosidad siempre es lógica, señora Browne, pero me veo en la obligación de prepararla para el hecho de que puede que contactar con ellos solo traiga más angustia y tensión emocional a todas las partes implicadas. Dar un hijo en adopción suele ser un proceso doloroso; algo que tal vez sus padres no quieran recordar. O aunque tampoco quieran olvidarlo, quizá no deseen saber de usted. Eso también le afectaría a usted en sentido negativo.

Sintió una punzada de dolor en el estómago.

—Lo sé —susurró.

—Puede que su madre la diera en adopción porque quería mantener su embarazo en secreto y que ahora tampoco esté dispuesta a que salga a la luz. Estoy segura de que lo entiende.

—Sí, por supuesto.

—Solo quiero que conozca los posibles efectos que pueden acarrear sus acciones antes de hacer nada. Tiene que estar absolutamente segura de que está preparada para enfrentarse a lo que sea que encuentre. Seguro que ha oído hablar de un montón de historias de personas que se han reencontrado después de veinte o treinta años y se han llevado bien desde el principio, pero créame si le digo que las cosas no son siempre de color rosa. De hecho, la mayoría de las veces no terminan como uno espera.

Maddie miró hacia la ventana, tratando de mantener sus emociones bajo control. Aquella entrevista estaba resultando más dolorosa de lo que se imaginó.

—Sin embargo —prosiguió la señora Wells—, desde un punto de vista más positivo, también existe la posibilidad de que su madre biológica haya cambiado de opinión con los años y ahora esté deseando que contacte con ella. Al fin y al cabo, fue algo que sucedió hace mucho tiempo y, al igual que usted siente curiosidad, ella también quiera saber de su persona. Sus circunstancias también podrían haber cambiado para mejor. Un buen comienzo es visitar las páginas en Internet que se dedican a poner en contacto a unas personas con otras en este tipo de casos.

Maddie asintió y se removió en la silla estudiando sus pobres y maltratadas uñas con detalle.

—¿Y ahora qué?

—Aquí tengo información sobre el nombre que le pusieron, fecha y lugar de nacimiento, etc…, —La señora Wells empujó un papel tamaño folio hacia ella que tomó de forma casi reverente—. Con estos datos puede solicitar un certificado de nacimiento completo en el Registro General. Tardará unos cinco días laborables. Una vez que lo reciba, podrá seguir la pista de sus padres por sí misma. —Frunció ligeramente el ceño—. Me temo que ha habido un pequeño contratiempo administrativo y por el momento no tenemos más información sobre su caso. Tendría que haber más, pero ha debido de guardarse en otro fichero o algo por el estilo. Estamos trabajando en ello y estoy segura de que muy pronto podré ofrecerle más.

—Entiendo. —Maddie levantó el papel con dedos temblorosos y pudo leer las escasas notas que había en él. La nítida escritura negra destacaba sobre el prístino blanco de la hoja. En un primer momento las letras parecieron bailar ante sus ojos y tuvo problemas a la hora de encontrarles un sentido, pero en cuanto se tomó un segundo para respirar hondo lo leyó perfectamente.

Madeline Browne, nombre original Sorcha Kettering. Nacida el 19 de agosto de 1984, en Shepleigh, Wiltshire.

Nombre de la madre: Ruth Kettering.

Nombre del padre: Desconocido.

También incluía los datos de la autoridad local que autorizó la adopción.

Se le revolvió el estómago y sintió como si le aplastaran el pecho con un yunque de hierro.

—¿Señora Browne?

Se dio cuenta de que la señora Wells le estaba hablando.

—¿Qué? Lo siento, estaba…

—Le decía que si tiene alguna duda puede llamarme en cualquier momento. Por mi parte me pondré en contacto con usted en cuanto tenga los datos que faltan.

—Gracias. Ha sido muy amable. Yo… Gracias. —Estaba a punto de irse cuando se percató de algo—. Un momento. La fecha de adopción es… tres años después de mi nacimiento, ¿verdad?

—Sí, no solo se adoptan bebés —asintió la señora Wells—. A veces las madres solteras intentan hacerse cargo de ellos y luego se dan cuenta de que no pueden. De todos modos, sabremos más de su caso cuando encontremos los datos que faltan.

—Sí, claro. Muy bien. Entonces me despido.

Abandonó el pequeño despacho a trompicones, continuó por el pasillo y se dirigió a la sala de espera. «¿Cuando me adoptaron tenía tres años?» Así que era posible que sí recordara algo de sus primeros años. Entonces, ¿el sueño era real?

Jessie la estaba esperando.

—¡Ya estás aquí! ¿Cómo ha ido?

Le pasó a su amiga el folio y se fue directa a la salida.

—Vámonos de aquí, necesito un poco de aire fresco.

* * *

Regresar a Marcombe fue como volver al paraíso y eso fue lo que Maddie le dijo a Kayla nada más llegar. La paz que se respiraba en la casa la envolvió como un reconfortante capullo, de modo que el asunto de sus padres biológicos, aunque no desapareció por completo, sí que dejó de dar vueltas en su cabeza como en Londres.

—Es fantástico tenerte de vuelta. Entra y cuéntame qué ha pasado.

Maddie sacó la hoja de papel del bolso y se la mostró a Kayla.

—Esta es toda la información que tengo hasta el momento, pero he solicitado un certificado de nacimiento completo. No tengo muy claro si ahí encontraré más datos, pero la orientadora me dijo que me enviarían el resto de documentación cuando la encontrara.

—¿Cómo que cuando la encontrara?

—Sí, por lo visto debieron de incluirla en otro fichero o se ha traspapelado. No me sorprende, teniendo en cuenta las decenas de montañas de registros que deben de tener.

—Razón de más para archivarlos correctamente, aunque me imagino que nadie es perfecto.

—Sí, ¿y sabes qué? Fíjate en la fecha en que me adoptaron. Tres años después de nacer, así que no era un bebé. De modo que el sueño que tengo sí que puede estar relacionado con mis primeros años de vida.

—¡Vaya, qué interesante! Aunque también da un poco de miedo… Bueno, por lo menos esos datos son el primer paso a seguir en la dirección correcta. —Kayla estudió la hoja—. Mmm, tampoco te dice mucho. A ver si tienes suerte y Shepleigh es una localidad pequeña donde pueda haber alguien que te recuerde. ¿Vas a ir allí?

—No lo sé. Tal vez, pero primero quiero ver lo que pone en el certificado de nacimiento.

—Buena idea. ¿Y mientras tanto?

—Mientras tanto voy a tomarme unas vacaciones tal y como me prometí cuando llegué la semana pasada. Puede que al final no encuentre nada en absoluto y por ahora prefiero olvidarme de todo el asunto durante unos días. Todo ese runrún en mi cerebro no hace más que molestarme y dejarme agotada.

—Me parece perfecto. ¿Qué te parece si vamos a ver qué está cocinando Annie para la hora de comer?

***

La semana siguiente disfrutaron de un tiempo excelente y estuvo llena de salidas a la cala y pequeñas excursiones a los alrededores de Marcombe para pintar los paisajes. Maddie intentó relajarse y no preocuparse por el futuro. Hacía tiempo que necesitaba unas vacaciones como aquellas y estaba dispuesta a disfrutarlas al máximo, dejando a un lado todo lo demás. Se dedicó a jugar con los hijos de Kayla y a mantener largas conversaciones con su amiga. De vez en cuando, también se encontró en compañía de Alex que, aunque su intensa mirada seguía inquietándola, parecía estar esforzándose por conocerla. No estaba segura de si debía alentarle ya que seguía sin querer mantener ningún tipo de relación con un mujeriego, pero tampoco quería mostrarse maleducada. Al fin y al cabo era el cuñado de Kayla y no podía ignorarlo.

—¿De qué estáis hablando los dos? —Kayla se acercó para echar un vistazo a los castillos de arena que ella y Alex estaban haciendo para los pequeños mientras hablaban de todo un poco.

—De pop punk alternativo. —Alex le sonrió—. Por lo visto a Maddie y a mí nos gusta el mismo estilo de música.

—¿En serio? —Kayla hizo una mueca—. No creí que a nadie más pudiera gustarle eso. Si solo saben hacer ruido.

—Pareces una jubilada —bromeó ella—. Tienes que admitir que te gustaron algunas de las canciones que te puse.

—Sí, bueno, algunas, pero no esas en las que berrean.

Alex soltó una carcajada.

—Está claro que Alex y tú sois la pareja perfecta. Me dijo lo mismo el otro día cuando íbamos en el automóvil.

—Entonces vosotros también lo sois —replicó Kayla. A continuación alzó a Edmund en brazos—. Vamos, hombrecito, es hora de quitarte toda esa arena de encima.

Maddie inclinó la cabeza para ocultar sus ruborizadas mejillas. Kayla tenía su parte de razón, el tipo de música no era lo único en lo que Alex y ella coincidían. Tenían muchas cosas en común, les gustaban las mismas películas, libros, programas de televisión… lo que la desconcertaba un poco. Nunca había encontrado a una persona con la que tuviera tanta sintonía y no sabía si le estaba tomando el pelo para caerle bien.

Lo cierto era que no quería tener nada en común con él. No quería que le gustara y punto. Porque lo contrario solo la conduciría a consecuencias desastrosas.

—Están poniendo una película en el cine del pueblo que te gustará seguro —dijo él—. ¿Por qué no vamos a verla una noche de estas?

Maddie negó con la cabeza sin mirarle a los ojos.

—Gracias, pero hace mucho calor para ir al cine. Tal vez en otro momento. —Esperaba que pillara la indirecta y él lo hizo.

—De acuerdo.

Pero cuando alzó la vista Alex la estaba mirando con ojos entrecerrados, como si estuviera considerando persuadirla, de modo que se inventó una excusa a toda prisa y fue a lavarse la arena de las manos.

Maldición, no quería pasar tiempo en su compañía. ¿Por qué no se lo pedía a Jenna? Por alguna razón, imaginárselo con aquella rubia esbelta la puso de muy mal humor, pero se dijo a sí misma que tenía que tranquilizarse. Si se mantenía firme, Alex encontraría a otra para salir.

***

A finales de esa semana llegó por fin el certificado de nacimiento y Maddie tuvo la sensación de que sus vacaciones habían terminado. Se quedó mirando el papel verde durante un buen rato mientras unos invisibles y helados tentáculos tiraban de su estómago una vez más. Había llegado la hora de tomar decisiones.

Cuando sus piernas respondieron, lo primero que hizo fue ir a contárselo a Kayla. La encontró en el despacho de Wes, con aspecto distraído, pero dispuesta a escuchar con suma paciencia.

—Ya lo tienes. ¿Qué es lo que pone?

—Prácticamente lo mismo que me dio la orientadora, excepto que incluye un nombre y la dirección del lugar de nacimiento.

—¿Y de quién se trata?

—De John Kettering, el hermano de Ruth. Dio su dirección en Three Bluehouse Lane, en Shepleigh, Wiltshire. Me imagino que fue allí donde nací, o en un hospital cercano.

—Bueno, esa es una buena noticia, ¿no? Ahora tienes un punto de partida. Tal vez siga viviendo allí.

—Sí —suspiró y se puso a enrollar distraídamente uno de sus rizos pelirrojos alrededor del dedo—. Lo que pasa es que no sé si debo seguir con esto o no, Kayla. No estoy segura de poder afrontarlo.

—A ver, si no lo haces siempre te quedará la duda. Encuentra tu pasado y ponle fin de una vez por todas. No tienes nada de qué preocuparte. ¿No dice nada más sobre tu madre?

—No. Donde debería poner su ocupación está en blanco. Quizás era demasiado joven para tener un empleo.

—Puede ser. Bueno, espera a ver qué te dicen cuando encuentren la información que falta. —Kayla se puso de pie—. Lo siento, pero ahora mismo no tengo tiempo para seguir hablando. Ha pasado algo.

—¿Sí? Te he notado un poco confusa cuando he entrado. Lo siento, debería haberte preguntado primero.

—No, no. No te preocupes. A mi padre lo han ingresado en el hospital por un posible ataque al corazón y mi madre quiere que vayamos a casa y nos quedemos unos días.

—Oh, Kayla, deberías habérmelo dicho y no dejar que parloteara sobre mis insignificantes problemas.

—Para ti es importante. De todos modos mi padre está estable y, según mi madre, parece que lo peor ya ha pasado, así que no tenemos que dejar llevarnos por el pánico. Recuerda que es enfermera y entiende de esto. Aún así, no puedo evitar preocuparme cuando lo primero que le dijo fue que quería ver a sus nietos. Ya sabes que los adora. En cuanto a mi madre, creo que le vendría bien nuestra compañía.

—¿Y qué pasa con tus hermanos? ¿No os pueden echar una mano?

—Bella está muy liada con el trabajo y ahora no puede tomarse días libres. Anthea está a punto de dar a luz a su primer hijo y Vic está de viaje por la India. ¡Sabe Dios dónde estará! Mi madre ha sido incapaz de contactar con él y hay que esperar a que sea él el que llame. Dijo que quería alejarse de la civilización o algo parecido. —Kayla se encogió de hombros y abrió las manos en un gesto de derrota—. Así que solo quedamos nosotros.

—¿Seguro que quieres llevarte a los niños? Si quieres puedo quedarme aquí y cuidar de ellos —se ofreció. Veía la preocupación en los ojos de su amiga y sabía por lo que estaba pasando. Aunque su angustia había durado poco (el escaso tiempo que tuvo la esperanza de que sus padres siguieran con vida) tuvo la misma sensación de impotencia que Kayla estaría experimentando en ese momento.

—Gracias, pero no puedo irme sin ellos. Sin embargo, sí que hay algo que… ¿Podrías quedarte a vigilar la casa hasta que regresemos?

—Por supuesto. —Maddie no dudó en aceptar, pero al instante siguiente se dio cuenta de un detalle—. Pero ¿y Alex? ¿No deberíais preguntarle primero? Al fin y al cabo yo solo soy una amiga y él el hermano de Wes.

—Oh, ya lo hemos hecho. Os vais a encargar los dos.

—¿Qué? Vaya… —La idea de quedarse sola con Alex la inquietaba, a pesar del considerable tamaño de Marcombe Hall. Desde que había regresado de Londres se las había apañado para no quedarse a solas con el apuesto hermano de Wes, aunque su penetrante mirada despertaba extrañas sensaciones en su interior. Pero sin Kayla ni Wes de por medio no sabía si podría mantener las distancias.

—No te importa, ¿verdad? —Kayla volvía a parecer preocupada—. Creía que en los últimos días os habíais hecho amigos. En todo caso, está tan ocupado con sus casas de campo que lo más probable es que no le veas mucho por aquí.

—No… mmm… por supuesto que no, estaremos perfectamente. Solo me ha sorprendido, eso es todo. —Tenía sus dudas, pero ansiaba quedarse en Devon un poco más y no quería abusar de su hospitalidad. Ahora ya no tenía que preocuparse por eso. Lo único que tenía que hacer era recordar la decisión que había tomado con respecto a los hombres y tratar a Alex como a un hermano.

***

—¿Sabes qué? Podría dormir en una de las cabañas y venir a ver a Maddie de vez en cuando mientras estáis fuera.

Desde que Wes le había pedido que vigilara la casa y a la amiga de Kayla, Alex había intentando pensar en una buena excusa para evitarlo. ¿Cómo demonios se suponía que iba a mantener las manos alejadas de ella viviendo bajo el mismo techo? Sería una agonía. No, mejor dicho, sería ser un auténtico infierno.

—No seas idiota. Esta casa es tan grande que dudo que os veáis las caras más que para cruzaros de tanto en cuanto. —Wes estaba ocupado haciendo las maletas y ni siquiera le miró a los ojos.

«Yo no apostaría por ello.» Alex apretó los puños dentro de los bolsillos.

—Seguro que a Maddie también le incomoda esta situación. Eso de quedarse sola con un delincuente…

Wes le lanzó su mirada más severa de hermano mayor.

—Por Dios. Para de una vez. Forma parte de tu pasado y todos lo hemos olvidado, incluida Maddie. Tienes que dejar de pensar así. No es como si lo tuvieras tatuado en la frente. Los dos os habéis llevado muy bien toda esta semana, ¿dónde está el problema entonces? Hazlo por mí, por favor, ¿de acuerdo? Me quedo más tranquilo sabiendo que hay un hombre en la casa. No podemos dejar a Maddie sola.

Annie nunca se quedaba allí por las noches, salvo cuando hacía de canguro y Alex lo sabía. Contuvo un suspiro.

—Sí, claro. No te preocupes. Me quedaré.

Le debía mucho a su hermano mayor y estaba dispuesto a hacer su trabajo.