Capítulo 23

MADDIE espoleó su cerebro. Tenía que dar con algo que pudiera hacer. ¡Cualquier cosa!

Entonces cayó en la cuenta. Aquello no era ningún sueño y ella tampoco era una niña pequeña. No, era una mujer adulta casi tan alta como Blake-Jones, que tenía una estatura media para ser un hombre. Además, había acudido a clases de kick-boxing. Tomar conciencia de todo eso hizo que el pánico que sentía se evaporase, dándole la fuerza necesaria. «En esta ocasión voy a luchar y me voy a defender con uñas y dientes». Se aferró a ese pensamiento y propinó a aquel hombre odioso un codazo en el estómago con todas sus fuerzas; un segundo después oyó con satisfacción cómo gruñía de sorpresa y dolor. Antes de darle tiempo para recuperarse, se separó de él y le dio una patada en la mano que sostenía el arma; en cuanto su pie conectó con su objetivo el hombre gritó y la escopeta cayó al suelo.

—Ya sabía yo que algún día las clases de kick-boxing tendrían utilidad —masculló para sí misma mientras intentaba darle otra patada. En esta ocasión, sin embargo, él ya estaba preparado para recibir el golpe y se limitó a agarrarla de la pierna y doblársela hasta que la tiró al suelo—. ¡Ay!

Maddie no estaba dispuesta a recibir una paliza, así que se incorporó rápidamente tal y como la habían enseñado. Intentó darle un puñetazo en la cara, pero falló y terminó golpeándole en el brazo. Un golpe que bastó para impedir que recuperara la escopeta, pero el tortazo que recibió a cambio hizo que le zumbaran los oídos. Sacudió la cabeza para despejarse y se preparó con valentía para una doble patada. La primera no logró conectar con nada, pero la segunda impactó de lleno en la entrepierna de Blake-Jones, que se dobló y gimió de agonía. Alex aprovechó la oportunidad para acercarse corriendo hacia ellos y hacerse con el arma. Después asestó un tremendo gancho a la mandíbula del reverendo. Blake-Jones se tambaleó hacia atrás, pero luego se abalanzó sobre Alex como un salvaje. El jóven lanzó el arma a Maddie, que la agarró con destreza, y observó con ansiedad cómo ambos hombres se ponían a luchar.

Su padre se las arregló entonces para ponerse de pie y fue cojeando hacia ella.

—¿Estás bien, papá?

—Sí, eso creo. Solo es una herida superficial pero me duele muchísimo. Por favor, dame la escopeta.

Maddie hizo lo que le pedía encantada. No le gustaban las armas de ninguna clase, ni siquiera las que salían por televisión. Se adelantó unos pasos en dirección a la pelea para intentar ayudar pero Alex gritó de inmediato:

—Aléjate de aquí, puedo apañármelas solo.

Maddie asintió. Confiaba en él y parecía saber lo que se hacía. Se llevó una mano a la boca y empezó a morderse las ya maltratadas uñas.

Teniendo en cuenta que Alex tenía la mitad de años que el reverendo, debería haber sido una lucha desigual, pero Blake-Jones peleó como si estuviera poseído por el mismísimo demonio. No obstante, a Alex también se le veía igual de furioso y enseguida tomó la delantera con un potente golpe. Cuando Blake-Jones se derrumbó en el suelo, Alex se detuvo medio jadeante.

El padre de Maddie cojeó hasta el reverendo y le apuntó con el arma.

—¡De pie! —gritó—. Esta vez tus malvados planes no van a llegar a buen puerto. —Se volvió levemente a Alex para pedirle que llamara a la policía y esa fracción de segundo bastó para que Blake-Jones se recuperara y se incorporara, dispuesto a seguir con la pelea. Cuando volvió a darse la vuelta, se lo encontró cargando contra él con un siniestro brillo en los ojos. Guiado por el puro instinto, apretó el gatillo.

La expresión que lucía Blake-Jones habría sido ridícula de no ser porque también era aterradoramente macabra. Parecía estupefacto, como si nunca se hubiera imaginado que era tan mortal como el resto de los humanos. Poco a poco, bajó la mirada hacia el centro de su torso, donde una mancha de sangre se extendía a gran velocidad. Se llevó las manos a la herida y se le doblaron las rodillas, cayendo de bruces sobre la hierba. A continuación, un extraño gorgoteo salió de su garganta seguido de un sepulcral silencio.

Los otros tres ocupantes del jardín se quedaron callados, completamente aturdidos, hasta que Brian también empezó a caer. Alex corrió a sostenerle, seguido muy de cerca por Maddie.

—¡Papá! Oh, no, no te atrevas a morirte también.

—No… no se va a… morir —sentenció Alex, jadeando bajo la enorme complexión de su padre mientras se esforzaba por llevarle hasta un banco—. Seguramente se ha desmayado por la pérdida de sangre—. Por favor, ve dentro y llama a la policía y a una ambulancia.

No hizo falta que se lo dijera dos veces.

***

—Estoy empezando a cansarme de verla por aquí cada dos por tres, jovencita —bromeó el médico del hospital cuando se la encontró en el pasillo, esperando noticias de su padre—. ¿Sabe si alguno de sus seres queridos va a abstenerse de visitar este centro en un futuro próximo?

Maddie esbozó un atisbo de sonrisa.

—No se ofenda, doctor, pero yo también estoy deseando no volver a verle, al menos en mucho tiempo.

—Sí, bueno, eso espero. Y ahora vayamos al grano, ¿está aquí por el señor Ruthven?

—Sí, por favor. ¿Está bien?

—Perfectamente. La herida en el muslo era bastante profunda pero la hemos cauterizado y le hemos hecho una transfusión para que se recuperara de la hemorragia. Con unos pocos días de reposo volverá a estar en forma.

—Gracias a Dios. Estaba muy preocupada.

—Tengo la sensación de que ha pasado una época un tanto revuelta. ¿Se encuentra bien o quiere que le recete algo para que pueda conciliar el sueño con normalidad?

—Oh, no, gracias. Ahora que el señor Blake-Jones no puede volver a hacerme daño, creo que voy a dormir a pierna suelta. Ese hombre era el único motivo por el que sufría esas pesadillas.

—Entiendo. Me alegro de que ya haya terminado todo. Si puede, intente descansar unas semanas. A veces se producen reacciones tardías a este tipo de shocks, aunque se la ve una persona fuerte.

—Sí, soy dura de roer —sonrió ella—. ¿Puedo entrar a ver a mi padre o está descansando?

—No, creo que está despierto. Entre.

—Gracias por su ayuda.

—De nada.

El enorme cuerpo de Brian llenaba por completo la cama de hospital, haciendo que se le viera totalmente fuera de lugar. Sin embargo, su tono de piel sí que acompañaba al color de las sábanas y Maddie sabía que todavía debía de dolerle, aunque se las arregló para esbozar una sonrisa en cuanto la vio entrar.

—¿Cómo te encuentras, papá?

—Mucho mejor desde que estás aquí. —Maddie se sentó en el borde de la cama y él le tomó de la mano—. Siento que, de momento, tengamos que posponer nuestra sesión de pintura, pero intentaré curarme pronto. ¿Puedes quedarte en Devon un poco más o tienes que ir a algún otro sitio?

—Vivo en Londres, pero estoy en casa de mi amiga Kayla. Está casada con el hermano de Alex, Wes. Me han dicho que puedo quedarme con ellos todo el tiempo que quiera y el médico acaba de recomendarme que descanse unas semanas, así que creo que estaré por aquí otro poco más.

—Bien. Tenemos un montón de cosas que contarnos para ponernos al día. —La miró a los ojos—. Si quieres, claro. Me he dado cuenta de que no tengo ningún derecho a pedirte nada. Ahora eres Maddie, no mi Sorcha; tardaré un tiempo en acostumbrarte a llamarte así. Soy consciente de que tienes una vida propia y que para ti no soy más que un extraño…

—No digas eso, por favor. Durante todo este tiempo has estado en mis sueños, así que nunca serás un extraño. Vamos a empezar de nuevo y en esta ocasión no dejaremos que nadie arruine lo nuestro. —Le dio un fuerte abrazo y se puso de pie, dispuesta a irse—. Bueno, será mejor que te deje descansar, pero volveré mañana. Que duermas bien, papá.

—Ahora sí que lo haré, Sorcha-Maddie.

Estaba demasiado cansada para pronunciar una sola palabra de camino a Marcombe; menos mal que Alex pareció entenderla. En cuanto llegaron a la propiedad, recibió los cuidados de Kayla.

—Id directamente a la cama. Ahora os llevo la cena a vuestras habitaciones. Debéis de estar exhaustos. Todavía no me creo lo que ha pasado. Parece una pesadilla.

Ambos obedecieron sin rechistar. Después Maddie comprobó que el presagio que había compartido con el doctor era cierto. Durmió como no lo había hecho en años.

***

—Oh, Maddie debes de sentirse como si estuvieras en la luna. —La noche siguiente, Kayla estaba acurrucada en un extremo del sofá y Maddie en el otro. Ambas estaban tomando una copa de champán, ya que su amiga había insistido en celebrar la buena suerte de Maddie—. Y pensar que no solo has encontrado una madre y una hermana, ¡sino también un padre! Por no mencionar a los dos medios hermanos que todavía no conoces. Y encima todos son buenas personas. No me lo puedo creer.

—Sí, ¡estoy tan feliz, Kayla! —Y era verdad. De hecho estaba eufórica. Al menos en lo que a eso respectaba. Todo había terminado de la mejor manera posible para todos los interesados. Suspiró para sus adentros. ¿Por qué todavía tenía esa sensación de profundo vacío en su interior? Como si le faltara algo vital. Se mordió el labio. Sabía de lo que se trataba. O mejor dicho, de quién se trataba.

—¿Qué te pasa? Si te soy sincera no te veo tan emocionada como esperaba.

Maddie se esforzó por sonreír. Después de todo, su amiga no tenía la culpa de que se hubiera enamorado de su cuñado. No, aquello lo había hecho ella solita. ¡Qué imbécil! Intentó calmarse. Había llegado el momento de mirar hacia el futuro y comenzar una nueva fase en su vida. Sin Alex.

—Nada. Simplemente estoy un poco preocupada por volver a Londres. Creo que todo este asunto me ha dejado un poco tocada. Por lo menos ahora no tengo que preocuparme de Blake-Jones. ¿A que es increíble que se pasara todo este tiempo escondido en una cueva de la costa? Como la babosa de su ayudante hacía de espía para él, no tuvo que salir en ningún momento, excepto cuando quiso atacarme.

—Sí, bueno, ahora que todo ha terminado es mejor que no pienses en ello. Has pasado por un montón de cosas, pero todo volverá a la normalidad enseguida y antes de que te des cuenta habrás regresado a la rutina. ¿Has llamado a la agencia para decirles que vas a volver?

—Sí, les llamé esta misma mañana y les pedí que me encontraran un trabajo para empezar en dos semanas. Mi padre tiene que seguir en el hospital unos días más y después quiero quedarme con él una semana antes de volver a casa.

—Me parece una idea estupenda. Así puedo estar contigo un poco más.

—Claro. —Maddie volvió a suspirar, aunque en esta ocasión en voz alta—. Voy a echar mucho de menos este lugar. —Miró la acogedora habitación. De no haber sido por Alex habría intentado buscar trabajo en Devon, pero tal y como estaban las cosas en ese momento, lo mejor era alejarse lo más posible de él. Desde que habían regresado de Londres, él había bromeado un montón con ella y se había mostrado muy amable y atento, pero no había intentado quedarse a solas con ella en ningún momento ni tampoco había hecho ningún comentario que expresara su deseo de que Maddie se quedara.

—Nosotros también te echaremos de menos. Eso sí, tienes que volver a visitarnos pronto. Y traer a tu nueva familia.

—Me encantará. Gracias por todo, Kayla.

***

Antes de darse cuenta Maddie estaba de vuelta en Londres. Tenía la sensación de que aquel verano había sido un sueño. De no ser por la presencia de Jane, hubiera pensado que todo había sido producto de su imaginación.

Para alivio de todo el mundo, la investigación policial sobre la muerte de Blake-Jones se zanjó rápidamente y el caso se cerró sin que se presentara cargo alguno.

—Tenemos tanto su declaración jurada como la del señor Marcombe —le había comentado el agente que llevaba el asunto—. Y como previamente denunció que el señor Blake-Jones era el hombre que había intentando matarla, sabíamos que estábamos ante un hombre mentalmente inestable. Además, el señor Morris, el hombre que le estaba ayudando a ocultarse, ha confirmado que aunque era él el que la seguía, todos los ataques que recibió fueron perpetrados por Blake-Jones. Como era de esperar, Morris niega haber sido su cómplice, pero creo que podemos presentar cargos sólidos contra él y meterlo en la cárcel. En todo caso, no hay duda de que el señor Ruthven actuó en defensa propia. Así que lo único que puedo decirle es que intente superar todo esto y déjelo atrás.

Y eso fue lo que Maddie trató de hacer.

Al principio, como Kayla predijo, le resultó extraño volver a meterse en una oficina después de tantas semanas de libertad, pero se adaptó a la rutina bastante pronto y realizó sus tareas con su eficiencia habitual a pesar de que tenía la cabeza en otro lugar. Después de llevar trabajando tantos años en lo mismo, casi podía hacer el trabajo con los ojos cerrados. También ayudó a Jane a inscribirse en un curso de secretaria, de media jornada, para que pudiera encontrar un buen empleo y salieron juntas para que conociera a sus amigos.

Jane se tomó la muerte de su padre razonablemente bien e incluso se encargó de organizar el funeral en su antigua parroquia.

—Creo que esos celos enfermizos que sufría eran algo patológico —comentó a Maddie—. Intentaré quedarme con los buenos recuerdos y olvidarme de los malos. —Las dos hermanas fueron juntas a Dartmouth para celebrar el sepelio y ambas respiraron aliviadas cuando terminó todo.

Ruth todavía no se encontraba en condiciones de viajar.

—Lo que es una auténtica bendición —señaló Jane. Maddie no podía estar más de acuerdo.

No obstante, el cambio que experimentó su madre tras la muerte de su marido fue bastante notable. Se transformó en una mujer completamente diferente; ahora se la veía feliz, sonriente, habladora… y parecía que se había librado de una condena a cadena perpetua. Incluso estaba haciendo planes con Jane para vender la casa de Dartmouth y comprar otra más pequeña en la costa.

—Aunque me gusta muchísimo Londres, no creo que pueda vivir aquí mucho tiempo —le dijo—. Espero que no te ofendas, querida.

—Por supuesto que no, madre. Después de haber pasado todo el verano en Devon te entiendo perfectamente. Prometo visitarte a menudo. —Vaciló antes de añadir—: ¿Te acercarás a ver a mi padre?

La sonrisa de Ruth se desvaneció.

—Oh, no creo que quiera verme. Para ese pobre hombre solo fui un problema. Se merecía alguien mucho mejor que yo.

—Preguntó por ti —informó Maddie. Entonces observó con interés cómo las mejillas de su madre se ruborizaban.

—Es un hombre muy agradable, muy muy agradable. Si hablas con él, salúdale de mi parte.

—Por supuesto. —Maddie estaba dispuesta a hacer más que eso, pero lo mantuvo en secreto. Si existía la más mínima posibilidad de que sus padres terminaran siendo un poco más felices, haría lo que fuera necesario. No hacía daño a nadie con intentarlo.

Aquello, lógicamente, hizo que sus pensamientos se centraran en su propio y obstinado corazón, que se negaba a olvidarse de Alex. Pensaba en él casi a diario y muchas veces llamaba a Kayla con la esperanza de saber algo de él; lo que casi nunca lograba, todo sea dicho, y la dejaba totalmente decepcionada. Kayla apenas mencionaba a su cuñado y hablaba sobre todo de los niños. Alex no había hablado con ella antes de irse a Londres, no tuvieron la oportunidad de estar a solas. Aunque intentaba convencerse a sí misma de que tenía que alegrarse al respecto, en el fondo no estaba contenta.

Se imaginaba que lo que sentía por él disminuiría con el tiempo y deseaba de corazón que aquello sucediera más pronto que tarde, porque su estado actual era toda una agonía.