—MUY bien, entonces, señorita Browne. Vamos a intensificar la búsqueda de este tal Blake-Jones y mañana le asignaremos un escolta. Nuestro agente irá con usted a donde vaya, así que no debe preocuparse. Por la noche, también pondremos alguna patrulla con perros para que vigile los alrededores. Si se queda en casa, estará completamente segura. Supongo que tienen alarma antirrobo, ¿no?
—Sí, por supuesto. La conectan todas las noches. Dentro de la casa hay mobiliario de gran valor y otras antigüedades. —En realidad tenían dos alarmas, una fuera de la casa que se ponía en marcha cuando estaban dentro de ella, y otra en la propia casa que sabía que conectaban siempre que salían.
—Bien. No se olviden de activarla.
—No lo haremos. Muchas gracias por su ayuda, agente.
—De nada. Solo espero atrapar a ese lunático antes de que se vuelva loco del todo.
Maddie no creía posible que Blake-Jones pudiera terminar más desquiciado de lo que ya estaba, pero no dijo nada, simplemente asintió con la cabeza y se marchó.
Annie se había quedado en observación en el hospital y la habían sedado para disminuir los efectos del shock postraumático sufrido. Su marido Ben había acudido de inmediato para estar con ella, así que aceptó encantada regresar a Marcombe Hall en un vehículo policial y los agentes no se marcharon hasta que no la vieron entrar en la casa. Alex salió a toda prisa del salón y la miró con expresión preocupada.
—Maddie, ¿te encuentras bien? ¿Cómo está Annie?
—Ambas estamos bien. Yo solo tengo unas pocas magulladuras, pero creo que Annie se dio un golpe en la cabeza, así que la van a tener en observación hasta mañana por lo menos. ¿Puedes activar la alarma, por favor? Me sentiré más segura en cuanto la enciendas.
—Claro, ahora mismo. ¿Has comido? —Ella negó con la cabeza—. Pues ven y tómate una taza de té y un sándwich. Te haré uno.
—Gracias, pero no tengo mucho hambre.
—Solo uno. Te vendrá bien.
Se dejó convencer y antes de darse cuenta estaba acurrucada en uno de los lujosos sofás de la pequeña sala de estar con su cena. Se dio cuenta de que, después de todo, sí que tenía hambre y devoró la comida rápidamente.
—Gracias. Estaba delicioso.
—¿Aunque el pan no estuviera bien cortado? —bromeó él.
—Sí, aún así. Gracias.
—De nada. —Alex se removió inquieto en el sofá de enfrente—. Maddie… Yo… Oh, demonios, sé que no tengo derecho a entrometerme en tus asuntos, pero ¿podrías decirme quién está detrás de todo esto? Quiero protegerte, de verdad, pero no puedo luchar contra lo desconocido. —La miró con ojos tan suplicantes que Maddie empezó a flaquear. Confiaba en él. ¿Qué daño podía hacer a Ruth si se lo contaba? Al fin y al cabo la policía ya sabía a quién estaban buscando. Solo era cuestión de tiempo que todo el mundo se enterara.
—Está bien. —Depositó la taza y el plato en una mesa cercana—. Creo que la persona que intenta matarme es un hombre llamado Saul Blake-Jones. ¿Lo conoces?
—No. —Alex frunció el ceño—. ¿Debería? ¿Es algún ex novio tuyo?
Maddie soltó un bufido.
—No podrías estar más equivocado. ¿Qué te ha llevado a pensar eso?
—No sé, parecías estar muy interesada en proteger su identidad. Creí que era alguien con quien habrías estado o que estabas apegada de él de alguna forma.
—Oh, entiendo. No, no, en realidad… —Respiró hondo y empezó por el principio. Le contó toda la historia, incluyendo la paliza a su madre y su hermana. Lo único que omitió fue el actual paradero de Jane y Ruth. Cuanta menos gente lo supiera, mejor.
En algún punto de su relato, Alex se acercó y se sentó a su lado. La tomó de la mano y se la acarició dulcemente.
—Joder, Maddie, las desgracias nunca vienen solas, ¿no?
—Y que lo digas. —Por alguna razón la ternura que él estaba demostrando caló hondo en su mente y sintió cómo las lágrimas contenidas por años de impotencia, tristeza, frustración y amargura brotaban a borbotones. Incapaz de detenerlas, se estremeció y se rindió por completo al llanto. Alex la abrazó y comenzó a mecerla como si fuera una niña pequeña, dándole palmaditas en la espalda y murmurándole palabras de aliento. Estaba tan maravillosamente bien. Quería quedarse así siempre. ¡Se sentía tan segura entre sus brazos!
Minutos después, cuando los sollozos se transformaron en hipidos ocasionales, le pareció normal que él besara sus lágrimas. En ese momento carecía de la fuerza necesaria para luchar contra la atracción que había entre ellos, de modo que se limitó a cerrar los ojos en señal de rendición. La boca de él descendió hasta sus labios, mordisqueándola, lamiéndola, incitándola… hasta que al final supo que o intensificaba el contacto o moriría de necesidad. Con una pasión como nunca antes había experimentado, le besó con avidez, deleitándose con su sabor, y Alex le devolvió el beso con el mismo ímpetu.
Alzó la mano y le rozó con los dedos la mandíbula sin afeitar. Una caricia con la que consiguió que él temblara. Alex le devolvió el gesto trazando un sendero por el contorno de sus pechos a través del fino material de su camiseta y ahora fue ella la que se estremeció.
—Vuelves a ir sin sujetador —gimió él—. No te imaginas lo que me excita —susurró con voz ronca, enviando un escalofrío de placer por toda su columna.
—No necesito llevarlo —murmuró—. Mis pechos son demasiado pequeños, lo siento.
—¿Pequeños? Son perfectos, perfectos. —Alex metió las manos debajo de su camiseta y a ella le pareció una auténtica delicia sentir aquellos dedos ásperos sobre su piel. Le acunó los senos con las palmas—. ¿Lo ves? —volvió a susurrar al tiempo que le frotaba los pezones con los pulgares.
Maddie se retorció y se aferró a él mientras sus dedos exploraban más abajo. Llevó las manos hasta sus anchos hombros y le acarició la espalda, después pasó las uñas por sus ajustados jeans y él soltó un jadeo.
—Maddie…
Habían encendido un fuego que solo podía terminar de una manera. Tenían suerte de ser los únicos que esa noche ocupaban la casa. Ajenos al resto del mundo, se quitaron la ropa, arrancando unas cuantas prendas en su prisa por estar desnudos y sentirse a conciencia. Parecía que ninguno de los dos podía esperar más y a Maddie ni se le pasó por la cabeza la idea de detenerlo.
Si en ese momento un ejército hubiera irrumpido en la sala de estar a ella no podría haberle interesado menos. Lo único que deseaba era unirse a ese hombre, allí y ahora, nada más importaba. Las sensaciones eran increíblemente intensas, casi insoportables, y cuando su universo se rompió en mil pedazos, no pudo evitarlo y gritó de placer.
Segundos después oyó a Alex unirse a ella en aquel paraíso en la Tierra. Poco a poco, los latidos de sus corazones recobraron su ritmo normal y se quedó dormida entre sus brazos, agotada física y mentalmente.
***
En algún momento de la noche, Maddie se despertó y se puso de pie. La luna daba suficiente luz como para recoger su ropa sin encender la lámpara. A continuación salió de la salita cerrando la puerta con suavidad.
Alex también estaba despierto, pero fingió dormir para ver qué hacía. Sin embargo, cuando oyó el leve clic de la puerta, se dio la vuelta y hundió la cara entre sus brazos.
—Oh, demonios, ¿qué he hecho?
Era obvio que ella se arrepentía de lo que habían compartido hasta el punto de no querer despertarse a su lado por la mañana. Sabía que no debería haberse aprovechado del estado vulnerable en el que se encontraba cuando volvió del hospital, pero ¡había sido tan tentadora! Cuando se recostó contra él perdió toda la razón, tirando todo pensamiento lógico por la ventana. Su olor era tan embriagador que se emborrachó de ella… de la necesidad de poseerla. Fue del todo inevitable que hicieran el amor.
Aún así, sabía que no tenía que haberlo hecho. «¿Y ahora qué? ¿Me odiará… o actuará como si no hubiera pasado nada?» Soltó un gemido.
—Maldita sea. —La deseaba otra vez, ahora y siempre, pero ella también tenía que quererlo. Esperaría a ver cuál era su reacción al día siguiente.
***
—Tía Maddie. ¡No me puedo creer que todavía sigas en la cama? ¿Es que no sabes hacer otra cosa que dormir?
La voz de Nell despertó a Maddie de un sueño tan profundo que parecía como si la hubieran drogado. Abrió los párpados con reticencia y miró a la pequeña con ojos entrecerrados.
—¿Nell? ¿Ya habéis vuelto?
—¿Cómo que ya? Sabías que regresábamos hoy, te lo dijo Kayla. —La niña se sentó a los pies de la cama, dando pequeños saltitos para liberar la energía propia de su edad.
Se pasó una mano por el pelo e intentó tragar saliva. Tenía la sensación de que su cerebro no funcionaba al cien por cien esa mañana y no entendía del todo las palabras de Nell. Trató de incorporarse.
—Tía Maddie, ¡pero si no llevas pijama! —chilló alegremente la chiquilla.
Maddie se detuvo roja de vergüenza. Se había olvidado por completo de que estaba desnuda.
—Pues… sí… anoche hacía mucho calor —balbuceó.
—Kayla está abajo, pero vendrá a verte enseguida, así que será mejor que te vistas —rio Nell.
—Sí, claro… Bueno… supongo que primero tendré que ducharme. ¡Vamos, sal de aquí!
—Oh, tía Maddie, ¿dónde está Annie?
—¿Annie? —Los recuerdos inundaron su embotada mente. Abrió los ojos al instante, ahora sí que estaba completamente despierta—. ¡Annie! Me temo que está en el hospital. Ayer sufrimos un pequeño accidente, pero está bien. Creo que volverá a casa hoy mismo. Será mejor que le digas a Kayla que tiene que hacerse el desayuno.
—¿El desayuno? Pero si casi es la hora de comer. —Nell abandonó la habitación con otra de sus risitas.
Media hora más tarde, bajaba las escaleras. A pesar de la larga ducha caliente que se había dado, seguía agotada. Se encontró a todo el mundo en la cocina, Alex incluido, aunque no consiguió cruzarse con su mirada. Cuando se acordó de lo que habían hecho la noche anterior, una oleada de calor ascendió por su cuerpo y se obligó a tomar una profunda bocanada de aire para calmarse. No le cabía ninguna duda de que él no quería que ella hiciera un mundo de aquello. Quizá para Alex no hubiera significado nada. No le había dicho que la quería, ni nada por el estilo, aunque tampoco es que hubieran hablado mucho… Volvió a respirar hondo. Tal vez, lo mejor que podía hacer por el momento era actuar como si nada hubiera pasado.
—Buenos días. —Kayla se levantó para saludarla con un abrazo y Maddie se dio la vuelta para servirse una taza de té y así evitar que vieran el rubor que sabía teñía sus mejillas. Cómo le hubiera gustado dejar atrás ese hábito infantil, pero le era imposible, sobre todo con Alex tan cerca.
Se sentó en la mesa y escuchó la conversación que mantenían, que, como era de esperar, se centraba en lo que había sucedido en Marcombe Hall durante la ausencia de Kayla y Wes.
—No me lo puedo creer —dijo Kayla—. Apenas nos vamos dos semanas y este páramo de tranquilidad se vuelve del revés. Normalmente nunca pasa nada por aquí.
—Créeme si te digo que hubiéramos preferido vivir sin tantos sobresaltos —señaló Alex—. Estoy seguro de que Maddie está de acuerdo conmigo. —La miró desde el otro lado de la mesa.
—Por supuesto —declaró con énfasis—. Todo lo que ha pasado me ha dejado completamente exhausta. Creo que necesito unas vacaciones. Oh, esperad un segundo. Ya estoy de vacaciones, ¿verdad?
Todos rieron, aunque enseguida volvieron a ponerse serios.
—¿Qué está haciendo la policía al respecto? —quiso saber Wes.
Maddie le contó las medidas que le había explicado el agente el día anterior y él asintió.
—De todos modos no creo que vaya a salir mucho. Me siento mucho más segura aquí dentro.
—Sí, no puedes ir sola a ningún sitio. Comprobaremos el resto de vehículos.
—Mi amigo Foster ya se ha encargado de eso —repuso Alex—. Él… bueno… se le dan bien esas cosas.
—¿Foster? ¿Quién es Foster? —Kayla parecía confusa.
—Oh, un amigo que está trabajando conmigo. Ya te lo presentaré más tarde. —Alex la miró como si se preguntara si iba a contar o no a los demás que Foster era un ex delincuente, pero permaneció callada. A pesar de lo que él pensara de ella, Foster parecía un buen hombre y no iba a juzgarle por lo que hubiera hecho en el pasado. Además, el día anterior había sido de gran ayuda, fue una maravillosa coincidencia que en ese momento condujera por la misma carretera. No, no criticaría a Foster.
De pronto se sintió muy cansada.
—Lo siento, pero si no os importa creo que me vuelvo a la cama. Todavía estoy un poco afectada por lo que pasó ayer y el día anterior.
—Claro, claro. Luego te llevo una taza de té y así hablamos un rato —dijo Kayla. Maddie se lo agradeció y subió las escaleras. Aquello era demasiado. Necesitaba estar un rato a solas.
***
Para cuando su amiga llegó con la prometida taza de té, Maddie se había recuperado lo suficiente como para volver a contárselo a Kayla, que fue incapaz de contener la emoción.
—Oh, Maddie, es maravilloso. Por fin encontraste a tu madre. Me alegro tanto por ti. —La abrazó—. La señora Blake-Jones, ¿quién lo hubiera dicho?
—Sí. Ya sabes eso de «donde menos te lo esperas». Aunque podía haberme ahorrado lo otro.
—¿Te refieres al reverendo? —Maddie asintió—. Sí, supongo que debe de tratarse del típico caso de celos enfermizos. Algunos hombres no pueden aceptar que sus mujeres lleguen a amar a otra persona que no sea ellos. En realidad es algo muy triste, sobre todo para tu madre. ¡Menuda vida ha debido de llevar!
—Absolutamente. No tuvimos mucho tiempo para hablar, además estaba agotada, pero me prometió que la próxima vez que nos veamos me contará toda la historia.
—Pobre mujer. Bueno, gracias a Dios ahora está a salvo, y tu hermana también. Qué maravilla encontrar también una hermana, ¿verdad?
—Sí. Y Jane me gusta muchísimo. Es exactamente como me imaginaba que tenía que ser una hermana, no como la arpía rencorosa de Olivia. Se me olvidó contarte, pero ¿te puedes creer que Olivia intentó que le devolviera alguna de las cosas que me llevé de casa de mis padres? Increíble.
—Supongo que también es una celosa compulsiva. Algunos hijos quieren a sus madres solo para ellos y lo exteriorizan de diferentes maneras. Intento ser lo más ecuánime posible con todos mis hijos, pero es muy difícil prestarles atención al mismo tiempo. Y también tengo que hacer malabares con Nell para que no piense que la trato de manera distinta a los otros dos.
—Tienes razón, seguro que por eso Olivia actuaba así, pero debería haber madurado. —Maddie negó con la cabeza. No quería pensar en Olivia, todavía tenía la herida en carne viva.
—Nadie la detuvo en su momento, así que siguió tal cual. Corresponde a los padres hacer algo al respecto y tengo la sensación de que tu madre adoptiva era demasiado buena.
—Sí que lo era. Siempre estaré agradecida por todo el amor que me dio y por tratarme como si fuera su hija biológica. Lo hizo lo mejor que pudo.
—¿Y ahora qué, Maddie? ¿Vas a volver a Londres?
—No, creo que necesito quedarme aquí hasta que esto se resuelva de un modo u otro. Por lo menos ahora me han puesto protección y tarde o temprano atraparán a Blake-Jones. Hasta entonces no respiraré tranquila.
—Bien. Me alegro de que te quedes.
—Gracias, Kayla. Gracias por todo. —Apretó la mano de su amiga. Estaba encantada de tenerla de vuelta.