Capítulo 15

AFORTUNADAMENTE, encontraron una cuerda y Alex ató los extremos a las cinturas de ambos. Después se zambulleron en el agua, con nada más que sus bañadores y se dispusieron a nadar en dirección a tierra firme. Alex había llevado consigo una pequeña brújula que guardó dentro del bañador para asegurarse de que, si en algún momento perdían de vista la orilla, seguían yendo en la dirección correcta.

—Si te cansas, dímelo y nos quedaremos flotando durante un rato —dijo Alex. Ella asintió y se concentró en nadar. El agua estaba helada y sabía que lo mejor que podía hacer era no parar de moverse. Estaba aterrorizada, pero hizo todo lo posible para no pensar en todo lo que podía haber debajo de ella, ya que de lo contrario terminaría por volverse loca.

Durante las dos horas siguientes nadaron a contracorriente, soportando los vaivenes de las olas y parándose de vez en cuando para tomar un respiro. Maddie notaba que iba perdiendo fuerzas con cada segundo que pasaba. Cada vez que estaba dispuesta a rendirse, Alex se acercaba a ella y la abrazaba un momento, flotando en el agua, e infundiéndole todo el ánimo posible.

—Vamos, Maddie, puedes hacerlo. No vamos a dejar que ese hijo de perra gane, ¿verdad? Sea quien sea, tenemos que luchar contra él, o ella, con uñas y dientes y salir de esta. Sigue.

Al final, cuando creía que no podía continuar ni un metro más, en su campo de visión apareció una playa. Instantes después, ambos se derrumbaron sobre la arena, jadeando y respirando con dificultad.

—Gracias, Dios mío —susurró ella, a pesar de que no se consideraba una persona religiosa—. Muchas gracias.

—Amén a eso —agregó él.

Tras unos minutos, Alex se inclinó sobre ella y le preguntó si se encontraba bien.

—Sí, eso creo, pero será mejor que me lo preguntes dentro de una hora o dos. —Alzó la vista y se quedó mirándolo fijamente. Entonces todo lo que había a su alrededor desapareció, tal y como le sucedió el último día que estuvieron juntos en la playa. Vio preocupación en sus ojos y algo más, ¿ternura quizá? Antes de que pudiera reaccionar, él agachó la cabeza y la besó. Fue un beso lento, casi reverencial y ella lo aceptó de buena gana. Se dijo a sí misma que estaba demasiado exhausta para protestar y cerró los ojos. No tenía la energía suficiente para rodearle el cuello con los brazos, así que simplemente se quedó allí tendida, dejándose besar.

Alex se detuvo después de un rato y la miró. A continuación se dio la vuelta y se sentó.

—¿Crees que ya puedes caminar? —preguntó sin mirarla.

En ese momento Maddie hubiera querido gritarle: «¡Pues claro que no puedo caminar cuando acabas de besarme de ese modo, pedazo de tonto!» En cuanto los labios de Alex se posaron sobre los suyos sus piernas se habían convertido en dos temblorosos flanes y no hubiera podido dar ni un solo paso aunque su vida dependiera de ello. Estaba claro que ese beso no había tenido el mismo efecto en él. Entonces, ¿por qué lo hizo? Apretó los puños a los costados. Le parecía tan injusto. ¿Por qué le afectaba de esa manera? ¿Por qué no podía resistirse a ese hombre?

—Puede que dentro de un rato —consiguió responder con un suspiro. Él se quedó sentado mirando al mar hasta que ella consiguió incorporarse minutos más tarde.

—¿Dónde estamos?

—No estoy seguro. Tendremos que subir por el acantilado para saberlo. Después iremos directamente a la comisaría de policía más cercana. Esta vez no vas a convencerme de lo contrario, ¿entendido?

—Sí, Alex —replicó dócilmente—. Estoy de acuerdo. Esto ha llegado demasiado lejos.

Él la miró con suspicacia.

—Sabes de quién se trata, ¿verdad?

—Tengo una idea, sí.

—Pero no me lo vas a decir, ¿no?

—No. No cambiaría nada. La policía ya lo está buscando y si ellos no pueden encontrarlo, tampoco nosotros. Lo único que sé es que va a volver a intentarlo. —Se estremeció.

Alex apretó los labios en una dura línea, aunque no intentó persuadirla para que confiara en él. Simplemente la ayudó a levantarse y se dirigieron hacia el acantilado.

Le hubiera encantado contarle lo que estaba pasando, pero por el momento había prometido a su madre salvaguardar su identidad. No habían tenido tiempo para mantener una conversación como Dios manda, sin embargo Ruth le dijo que le gustaría dejar Dartmouth con su reputación intacta e iba a respetar aquel deseo.

—Te lo contaré todo pronto —había prometido Ruth—, ¿pero podrías no decir nada por ahora, por favor?

A Maddie no le quedó otro remedio que aceptar. Sabía que Alex no se lo contaría a nadie si se lo pedía, pero por alguna razón quería librar esa batalla con sus propios medios. Tenía que encontrar una solución por sí misma.

Siguió a Alex por el empinado sendero, agarrando su mano cuando él se la ofreció para ayudarla. Le encantaba el tacto de aquellos dedos, tan fuertes y capaces, y era consciente de que le echaría una mano en todo lo que pudiera. «¿Tal vez estoy siendo una estúpida?» Puede que hubiera llegado el momento de pedirle ayuda.

***

Por suerte para ellos el sol todavía calentaba bastante y los bañadores se secaron mientras caminaban. Aún así, Maddie se encontraba muy incómoda; los restos de sal del mar y arena pegados a la piel le producían mucho picor y no estaba acostumbrada a andar descalza. Estaba segura de que Alex se sentía igual que ella, aunque no dijo nada. Cuando por fin encontraron una casa donde el dueño fue lo suficientemente amable como para dejarles usar el teléfono sintió un inmenso alivio.

En la entrada, cuando vio su reflejo en un espejo, estuvo a punto de soltar un jadeo. La expresión «pareces un gato mojado» no se acercaba lo suficiente para describir su aspecto y no pudo hacer otra cosa que maravillarse de que Alex hubiera querido besarla estando así. De todos modos no pudo pararse a pensar en aquello ya que los llevaron a una pequeña cocina donde les ofrecieron una bebida fría que aceptaron de inmediato.

—Ah, qué maravilla, gracias. —Estaba convencida de que aquel sabor a sal que tenía en la boca le duraría días, sin importar lo que bebiera o comiera, pero al menos el líquido alivió su garganta reseca.

Alex llamó a los guardacostas y les pidió que buscaran el barco. También telefoneó a Ben para que fuera a recogerlos. Regresaron a Marcombe agotados y Maddie se dio una buena ducha antes de caer rendida en la cama.

***

Al final de la tarde Alex entró en la cocina, donde Maddie estaba observando a Annie preparar la cena.

—Encontraron el barco —anunció él—. Tengo que ir a hablar con ellos. También he quedado con la policía en el puerto. ¿Quieres venir?

Maddie negó con la cabeza.

—No, gracias. Puedes contárselo tú. No me siento con fuerzas.

Alex la miró de forma extraña, pero hizo un gesto de asentimiento.

—Está bien. Entonces nos vemos luego.

Maddie suspiró y se dispuso a ayudar a Annie a cortar la verdura.

—Le gustas. Lo sabes, ¿no? —comentó Annie.

—¿Qué? —Aquello la pilló tan de sorpresa que alzó la vista y casi se cortó un dedo.

—A Alex. Le gustas mucho. Lo sé por cómo te mira. —La mujer sonrió—. Solía mirar así a la ex mujer de Wes, pero aquello solo era el típico enamoramiento de adolescente.

—¿Alex estaba enamorado de la ex mujer de su hermano? —Se preguntó por qué Kayla nunca se lo había mencionado.

—Sí, pero fue por culpa de ella. Quería vengarse de Wes e hizo todo lo posible por separar a los hermanos. Sedujo a Alex para que se encaprichara de ella, ya sabes… —Annie negó con la cabeza—. No era buena persona.

—No lo sabía. ¿Entonces lo pasó muy mal cuando ella murió? —Caroline, la ex mujer de Wes, falleció el mismo día que detuvieron a Alex por contrabando. Kayla le contó que indirectamente ella había sido la causante de la muerte de la mujer.

—No, creo que en ese momento ya sabía cómo era. Alex nunca ha sido tonto. No creo que haya vuelto a pensar mucho en ella. Contigo, en cambio…

—Oh, Annie, no lo creo. —Le molestó comprobar que empezaba a ruborizarse—. Solo soy una mujer soltera como cualquier otra.

—Te equivocas, muchacha —dijo Annie negando de nuevo con la cabeza.

Como no supo qué responder a eso, se calló para que la otra mujer no siguiera con el tema. No obstante, su mente no dejó de darle vueltas al asunto mientras la ayudaba con la cena. ¿Estaría siendo injusta con Alex al haberlo juzgado de buenas a primeras? ¿De verdad había cambiado?

—Mañana por la tarde tengo que salir a comprar comida. ¿Te importaría llevarme, por favor? —La pregunta de Annie la sacó de sus cavilaciones.

—¿Qué…? Oh, sí, por supuesto.

***

Al día siguiente, cuando llevaba a Annie al supermercado más cercano, todavía seguía cansada. La noche anterior había vuelto a tener su recurrente pesadilla, pero con un final diferente al habitual. En vez de terminar forcejeando con el hombre moreno, este la había metido en el maletero de un vehículo, encerrándola en una terrible oscuridad. Después, el automóvil había tomado una carretera llena de baches, haciendo que se golpeara una y otra vez dentro de aquella negrura y había pateado la puerta con todas sus fuerzas para salir de allí. Finalmente el vehículo se detuvo y el hombre, ya con el rostro del reverendo Blake-Jones, la había tirado al mar desde lo alto de un acantilado. Teniendo en cuenta los recientes acontecimientos, aquello no debería haberla sorprendido, pero la dejó del todo aterrorizada.

La carretera de Marcombe era bastante estrecha, por lo que no se podía conducir a mucha velocidad. Sus curvas constantes requerían frenar a menudo y un montón de cambios de marcha, así que Maddie intentó concentrarse en ello en vez de en los perturbadores recuerdos de su sueño. No habían llegado muy lejos cuando tomó una curva especialmente pronunciada y se vio obligada a pisar el freno. Sin embargo, no pasó nada.

Con una exclamación volvió a intentarlo un par de veces más. Al ver que no funcionaba tiró del freno de mano. De nuevo nada. Annie, que enseguida se dio cuenta de que algo iba mal, gritó cuando doblaron la curva y vio un automóvil que se dirigía hacia ellas en dirección contraria. Maddie intentó mantener el vehículo bajo control y aminorar la velocidad cambiando de marcha, pero era demasiado tarde y terminaron chocando con la parte delantera derecha del otro automóvil. No fue una colisión frontal, aunque sí que tuvo la suficiente fuerza como para enviarlas a la cuneta que resultó ser sorprendentemente profunda. El Mini dio una vuelta de campana y se estrelló a varios metros de distancia de la carretera, zarandeando violentamente a las dos mujeres que por suerte llevaban puesto el cinturón de seguridad.

Cuando todo terminó, Maddie jadeó e intentó comprobar si se había roto algo. Se dio cuenta de que solo tenía algunas magulladuras y miró preocupada a Annie, que parecía estar inconsciente.

—¿Señorita Browne? ¿Se encuentra bien? —oyó al otro lado de la ventana.

Miró a través del cristal y reconoció aliviada la cara del revés de Foster.

—Foster, gracias a Dios. Ayúdame a salir de aquí, por favor. Creo que Annie está herida. ¿Tienes tu teléfono móvil?

—Sí, lo tengo aquí mismo. Voy a llamar a una ambulancia. Deme un momento, la sacaré en un minuto.

Ayudó a Maddie a quitarse el cinturón y la sostuvo para que no se cayese de golpe y se hiciera más daño. Después se arrastró como pudo hacia el otro lado del vehículo.

—¿Annie? ¿Annie, me oyes? —Pero no obtuvo respuesta alguna.

Esperaron inquietos la llegada de la ambulancia, que llegó justo cuando Annie empezó a gimotear. Los enfermeros, acostumbrados obviamente a este tipo de accidentes, la liberaron lo antes posible y la tumbaron en una camilla sin aparente esfuerzo.

—No hemos encontrado heridas de consideración, solo está en estado de shock —explicó uno de ellos—. Pero vamos a llevarla al hospital para asegurarnos.

—Voy con ustedes. Foster, ¿te encargas de contárselo a Alex, por favor?

—Sí, ahora mismo.

—No dejes que nadie conduzca el Mini para sacarlo de aquí. No tiene frenos.

***

—¡Maldita sea, Foster! Esto es obra de un loco. —En cuanto se enteró de la noticia, Alex dio un puñetazo sobre el escritorio de Wes totalmente frustrado—. Si ha tenido acceso a los automóviles es porque debe de estar por los alrededores. A este paso, lo tendremos dentro de casa antes de que nos demos cuenta.

—Sí, eso parece —señaló Foster muy serio—. No he visto a nadie, pero este sitio es muy grande y es muy fácil colarse sin que te vean. Una cosa son los ladrones, que puedo llegar a entenderlos, aunque no quiero volver a ser uno de ellos nunca más, ¡pero un asesino a sangre fría! ¿Qué vamos a hacer?

Alex se pasó una mano por el pelo y suspiró.

—No lo sé. Supongo que lo primero que deberíamos hacer es echar un vistazo al resto de vehículos. ¿Sabes algo de mecánica? Porque yo solo estoy familiarizado con lo básico.

—No te preocupes. Ya me ocupo yo. Sé dónde hay que mirar.

—Perfecto, gracias. No sé qué habría hecho sin ti estas últimas semanas. No sabes lo que me alegra que decidieras venir. —Sonrió a su amigo.

—No tanto como yo, aunque no me imaginé que la cosa estaría tan animada. —Foster se dirigió hacia la puerta—. Cuando decidas qué hacer con todo este asunto, házmelo saber.

—Sí. —Alex se derrumbó sobre la silla. El nuevo intento de terminar con la vida de Maddie le había dejado una desagradable sensación en el estómago. Tenía que conseguir que le dijera quién era el responsable. Le había dicho que lo sabía, o que por lo menos sospechaba algo, y no tenía ni la más remota idea de por qué se negaba a confesar la identidad del atacante. No tenía sentido… a no ser que estuviera protegiendo a alguien. ¿A algún ex novio? ¿Un amante?

Alex se quedó helado. ¿Se trataría de alguna ex pareja que se opusiera a que rehiciera su vida? Podía ser, pero entonces ¿por qué no decirlo? La única razón que se le ocurría era que todavía estuviera enamorada de esa persona. Aquello le dejó peor de lo que estaba hacía unos momentos. Es más, le deprimió sobremanera.