GRACIAS
Hacen los monos, decía la señorita Zulema. Y, sin embargo:
Quiero agradecer sobre todo a mi amigo Carlos Alberdi, que hizo todo lo que pudo para que este libro existiera —y finalmente, ay, lo consiguió. A tu salud.
Y también, en esa misma línea, a Miguel Albero, poeta y embajador de España.
A mi catalán de cabecera y sin embargo tan querido Jordi Carrión, que lo leyó, pensó, sugirió.
A Lucía Álvarez, que me guió por los suburbios argentinos.
A Fernando García Calero, de Médicos sin Fronteras, con quien buscamos historias tan tenaces.
A tantos de sus compañeros de MSF —y, sobre todo, Silvia Fernández, Juan Carlos Tomasi y Luis Ponte— porque se lo tomaron en serio.
A Nacho Iraola y Paula Pérez Alonso y el resto de los planetos, porque se lo tomaron con entusiasmo y calma.
A Mercedes Casanovas y María Lynch, porque me ayudaron a que terminara en estas páginas.
A Laura Mahler y Laura Laski, porque me ayudaron a empezarlas.
A Margarita García, porque me alentó cuando desfallecía.
A Juan Caparrós, porque quiero.
A Chacarita.