-Bien. Queremos que Usted esté de acuerdo en que lo llevaremos a un estado hipnótico para hacerle preguntas que conciernen a su vida, a su accidente, a su pasado. Queremos encontrar respuestas que nos conduzcan a tratar de aclarar el problema de su identidad y por lo tanto de su vida presente o pasada. ¿Me explico mejor ahora?
Antonio estaba desconcertado, se limitó a desviar su mirada hacia Lilian, que le dio su apoyo con un ligero movimiento de cabeza y una leve sonrisa. Ella también se sen-tía muy tensa. Todo aquello estaba envuelto en una atmosfera de misterio. Ya tenía suficiente con lo confuso de su situación, y ahora tenía que entender la palabrería del hindú.
-Todo va a salir bien, Diego… - dijo Lilian suavemente, pero en su interior estaba temerosa de que Diego pudiera reaccionar negativamente.
-La doctora Randall -dijo Kumar, - ha trabajado mucho para lograr la tranquilidad de usted, Diego, y yo quiero ayudar. Vamos a encontrar, juntos, una respuesta... De usted sólo queremos que esté tranquilo...muy descansado. . . no habrá nada que le inquiete a partir de este momento.
-Recuerde que se siente muy tranquilo... muy tranquilo. Usted necesita descansar totalmente. Aquí hay una cama donde puede recostarse. Vamos allá, por favor.
Antonio se levantó y pausadamente caminó hasta la camilla y las enfermeras lo ayudaron a subir para sentarse. Lilian se puso la mano sobre el pecho, comprendió que estaba emocionada por estar adentrándose en métodos que ampliaban profundamente las experiencias de su profesión. Con movimientos imperceptibles, Kumar se saco un anillo de la mano izquierda, y sosteniéndolo entre el pulgar y el índice, lo llevó hasta interponerlo entre su mirada y la de Antonio y siguió hablando pausadamente.
-Este anillo representa el infinito, no tiene principio… no tiene fin… no tiene exterior no tiene interior… pero tiene un centro por donde se puede mirar el espacio infinito de la mente…
Se hizo un silencio que se extendió como un manto de tranquilidad absoluta.
-Voy a contar hasta diez. Cuando termine usted va a estar profundamente dormido, tranquilo, pero me va a escuchar claramente.
Lo miró fijamente a los ojos con el anillo fijo entre los dos rostros y empezó a contar. Antonio clavó la vista en el anillo.
-10... está usted muy tranquilo… 9... 8... Vamos a hacer un viaje en el tiempo, hacia el pasado.
Antonio cerró los ojos, y todos sus músculos se fueron aflojando, liberando esa terrible tensión que traía desde mucho tiempo atrás.
-7... 6... En el pasado de su vida. 5... 4... Usted está entrando en una pradera tranquila, extensa, todo es silencio... Escúcheme bien, usted está caminando en el tiempo infinito, se siente completamente libre de todas ataduras, todo es luz, es una planicie que no tiene límites, no hay horizontes… es eterna. Escuche bien, cuando termine de contar usted estará dispuesto a viajar en el tiempo. 3... 2...
En ese momento la tensión se podía sentir sobre la piel. Lilian miraba fijamente al marinero enigmático que ahora estaba convertido en un cuerpo humano inerte, como si no hubiera vida en su interior, y comprendió que así era, pues Kumar había ya extraído su esencia espiritual para enviarla en la búsqueda de su pasado. Kumar también estaba transformado, su figura se había vuelto etérea y dominante, su mente que se había apoderado, en alguna forma, de la de todos los presentes, viajaba también por los vericuetos misteriosos que conectan el presente con los profundos abismos de la vida infinita. El doctor Niconelli, parecía también hipnotizado, su amplia frente perspiraba copiosamente y sus manos denotaban un ligero temblor por la emoción de que era presa.
-Lo vamos a recostar para que descanse plenamente...
Diego se dejó recostar por las enfermeras y quedó como flotando en algún momento de su longitud de vida, situado en algún lugar de su latitud astral, a la deriva pero sujeto a la voluntad de Kumar. Lilian tenía la mente en blanco, abierta a todas las impresiones, como la cinta magnética del grabador que corría silenciosamente para registrar cada palabra del viaje por los mares insondables. Eran momentos electrizantes y llenos de expectativas inciertas. Kumar estaba confirmando el poder de la intensidad magnética que podía fluir de su mente, para manejar los hilos cristalinos con que se ata la mente humana a los asideros de la existencia. El tiempo había perdido su dimensión terrena, todos estaban, ¿inmersos?... ¿lanzados? en un espacio sin límites. Lilian y Niconelli se preguntaban si también estaban hipnotizados, porque no tenían otro pensamiento o voluntad, que la de esperar con todos sus cinco sentidos en tensión máxima, el momento crucial en que penetrarían a través de los oscuros cortinajes del pasado.
-Usted está profundamente dormido y me escucha perfectamente. ¿Es verdad?
-Sí, lo… es… cucho – balbuceó Diego con una voz grave, que se arrastraba y que parecía brotar de la profundidad de su ausencia.
-Escuche. Usted va a retroceder en el tiempo. Usted está viviendo exactamente un año atrás. Piense bien antes de contestarme...
Se hizo un silencio que tenía la dureza de una muralla. Lilian mantuvo la respiración. Estaba por correrse el misterioso cortinaje que envolvía la personalidad de... ¿de quién?
-Dígame cómo se llama...
-Antonio
-Su nombre completo.
-Antonio… Carrales
Lilian miró sorprendida a Kumar y luego a Niconelli. Hubiera querido gritar, decir algo; por primera vez, ese hombre declaraba ser quien se suponía que debía ser. No había tiempo para conjeturas en ese momento. El doctor Kumar ahondaba persistente en el misterio.
-Escúcheme. Usted está haciendo un viaje, recorriendo el tiempo en sentido inverso. Piense...
La respiración de Antonio en su presencia física, o bien, la de Diego en su manifestación síquica, era tranquila y profunda.
-Dígame… ¿donde se encuentra?
Se tomó unos segundos en contestar, parecía como si le hubieran convertido en una computadora, a la que se le podía pedir cualquier dato en su privilegiada memoria y que solo requiere de un poco de tiempo para recorrer los archivos correspondientes y responder con precisión.
-En New York.
-¿Qué hace en New York?
-Humm... no se - y emitió sonidos de voz extraños
-Antonio, hay alguna persona con usted?
-Estoy con Estela...
-Siga… siga… hábleme de ella - dijo Kumar suavemente y sin desviar su penetrante mirada.
-Es la mujer a quien amo….
Lilian se sintió incomoda, la curiosidad de mujer fue superior a su interés científico.
-Antonio, escuche, después de Estela. Vaya adelante en el tiempo. Viaje cuidadosamente hasta un sentimiento importante…
-Estela… se va de mi vida…
El cuerpo de Antonio mostró una ligera conmoción, claramente estaba sufriendo ese pasaje amargo.
-Sí Antonio, Estela quedó atrás. Usted está haciendo un viaje después… ¿a dónde va?
-Voy al mar… necesito estar solo.
-¿Por qué ese deseo de estar solo?
-No lo se... no me importa. Sólo quiero estar solo y perderme en el tiempo.
-¿Está usted solo en este viaje?
Se hizo un silencio profundo. Su respiración se alteró y sus labios se contrajeron. Lilian también se puso tensa, se dio cuenta de que Kumar estaba buscando la posibilidad de que hubiera habido alguien más en el Milady en el momento del naufragio.
-Si... solo…
El cuerpo de Diego se tensó y la frente se le cubrió de gotas de sudor. Lilian no pudo contenerse, quiso tomar su mano entre las suyas. Kumar le descargo una mirada desaprobatoria, se daba cuenta que la doctora estaba sufriendo tanto como el paciente en la revisión de los momentos difíciles de la vida de Antonio, y eso no se le podía permitir a una científica, no era el momento de dejarse llevar por los sentimientos. Era el momento de actuar fríamente y con la agudeza necesaria para encontrar respuestas que aclararan el itinerario de esa vida perdida en la confusión y Lilian estaba interfiriendo.
-Antonio… cálmese, eso terminó y usted tiene que continuar su vida. ¿Me escucha? Tranquilo, camine en su tiempo, camine hasta verse al principio de su viaje.
-¿Cuál es su embarcación? ¿Es de su propiedad?
-Sí… es mi barco… el Milady.
-¿Hacia dónde se dirige?
-Voy navegando rumbo al sur.
Antonio mostró un estremecimiento y le tomó unos segundos volver a la normalidad en su estado hipnótico, sus músculos se aflojaron y Kumar continuó.
-Dígame si durante el viaje conoció usted a un hombre llamado Diego.
-No... no recuerdo.
-Haga un esfuerzo. Podría ser un marinero, o un hombre llamado Diego que conociera al azar… en alguno de los puntos que tocó tierra.
-No... Ningún Diego.
-Antonio... ¿Cómo termino ese viaje?
Todos sabían exactamente como había terminado el viaje, pero para Kumar era absolutamente necesario rescatar todos los detalles para ponerlos juntos y encontrar hasta que punto podía dársele credibilidad a sus declaraciones.
-… Me atrapó una tormenta… muy fuerte... un huracán… exclamó como con un rugido y su cuerpo se sacudió convulsivamente.
La voz de Antonio se tornó grave y le costaba trabajo sacar las palabras y movía la cabeza de un lado a otro, un rictus de dolor le apareció en el rostro.
-Yo ya estaba en la cabina, en el bandazo me golpee fuerte, sentía tener todos los huesos rotos...
El cuerpo de Antonio también se sacudía convulso. Su rostro se perlaba de sudor y Lilian intento acercarse para secarlo con su pañuelo, pero Kumar extendió la mano indicándole que se abstuviera y se concretara a su posición de observadora.
-¿Qué le pasa, Antonio...? Dígamelo... hábleme.
-Un golpe en la cabeza... estoy inconsciente, el Milady está inundado… ¡Me ahogo… ME AHOGO!!!
Antonio empezó a dar de manotadas desesperadamente. Le vino un ataque de tos y abría la boca en busca de aire, su rostro se congestionaba. Lilian y Niconelli acudieron en su ayuda para evitar que se rodara de la camilla. Kumar le hablaba intensamente casi pegando su rostro al de Antonio.
-¡Escúcheme - dijo con profundo tono autoritario - ¡Dígame que está pasando!
-¡Me…ahogoooo! ...no puedo más, es el final. ¡AAAhhh! - Y lanzo un grito de fiera acorralada, un alarido de angustia que sacudió lo más profundo de los sentimientos de los doctores. Kumar tenía que actuar rápidamente para evitar el sufrimiento y sus inminentes consecuencias que podrían terminar con la vida del paciente.
-¡Salga de allí! Salga inmediatamente y regrese a este momento. Muévase rápidamente hasta nuestro presente donde estará a salvo, ¡¡¡YA!!!
Inmediatamente empezó a tranquilizarse, pero su mano no soltaban la de Lilian que en la desesperación del momento apretaba con fuerza.
Ahora usted está tranquilo, sano y salvo y va a despertar de este sueño. Cuando termine de contar usted se encontrara nuevamente en el momento actual, aquí, con nosotros que estamos para ayudarle. Cinco... cuatro... Usted ya está regresando y se sentirá muy tranquilo. Tres... dos... ¡uno! - y con un sonoro chasqueo de dedos frente a su rostro hizo que abriera los ojos en una actitud de confusión y con la misma expresión de no entender nada de lo que pasaba a su rededor. Su cuerpo yacía agotado y repasaba cada uno de los rostros que le miraban sorprendidos. Él era el más sorprendido porque ignoraba el drama que acababa de vivir. Lilian le pasó unas toallas de papel por el rostro y le dedicó una sonrisa llena de ternura. Kumar intervino.
-Dígame su nombre por favor.
-Diego Ruelas… se los he dicho ya mil veces, hombre. – y movió la cabeza en señal de molestia en total desgano.
Escucharlo fue como un golpe brutal en la mente de los doctores. Ellos esperaban que Antonio hubiera retornado al presente después de haber recuperado sus memorias. Después de unos segundos desconcertantes, Kumar dijo.
-Está bien. Todo ha salido muy bien, y... – quedó en silencio buscando en las profundidades de sus conocimientos una respuesta… no la encontró o se abstuvo de mencionarla.
Ahora necesita tomarse un descanso, que lo lleven a su habitación, duerma tranquilo y mañana hablaremos nuevamente.
Cuando Lilian trató de hablar con Kumar, este le dijo que se reunirían en treinta minutos. Lilian pidió a las enfermeras que llevaran a Diego a su habitación y lo acompañó caminando junto a la camilla que rodaba sigilosamente. Su rostro denotaba preocupación. Diego agotado se dejó llevar dentro de su confusión, tenía que aceptar todo ese extraño circo al que estaba sometido, no sólo porque no lo entendía sino porque nadie podía darle una explicación. Ya había antes sentido la necesidad de huir, de salir corriendo hasta perderse y no volver a saber más de hospital y doctores y mil cosas que no entendía ni por el idioma ni por el significado. Se daba cuenta de que toda su confusión era motivada por el insondable misterio que le rodeaba. Él podía gritar con seguridad quién era y de dónde ha-bía venido, pero nadie parecía tomarlo como una verdad. ¿Cómo podría hacer que le creyeran? No lo sabía, sólo confiaba en Lilian y ella era la que estaba más interesada en resolver la confusión que reinaba en su mente.
Lo colocaron en la cama de su cuarto y se dejo manejar dócilmente, la tristeza le embargaba. Lilian esperó a que las enfermeras salieran, y se acercó a Diego para tomar su mano.
-Todo está bien Diego, ahora dormirás muy tranquilo y mañana hablaremos.
-Si... me siento agotado…
-Buenas noches... Lilian acarició suavemente la mano de Diego.
-Lilian...
Antonio mostró su tristeza en la mirada.
-Doctora, dígame, ¿qué pasa conmigo? ¿Qué fue todo ese teatro?
-Ahora no Antonio, necesitas descansar.
-¿Cómo puedo descansar cuando hay tantos misterios a mi rededor?
-Escúchame. Te prometo que mañana hablaremos. Yo soy la primera que quiere ayudarte, tú lo sabes. Te pido que confíes en mi, por ahora sólo tienes que pensar en que el Dr. Kumar nos está ayudando y que pronto tendrás una respuesta. Pero tienes que darme tiempo y confiar en mí. No es algo que podemos aclarar de pronto. Ten paciencia, te lo pido. . . hazlo por mí.
Minutos después Lilian en su oficina, y ya el Dr. Kumar y el Dr. Niconelli estaban esperándola.
-Bien. Doctor, deme su opinión. - dijo al colocarse tras su escritorio.
Kumar estuvo rumiando por largos segundos la respuesta. Se frotaba las manos y sacudía la cabeza lentamente.
-No es fácil. Debo confesar que nunca antes había tenido un caso así, personalmente. He sabido y leído sobre situaciones similares que se han clasificado como casos de invasión de espíritu.
-¿Invasión? – dijeron sorprendidos Lilian y Niconelli.
Kumar hizo un enérgico gesto con la mano pidiéndoles que no lo interrumpieran.
-Se le podría llamar de invasión, porque este cuerpo que estamos analizando está siendo gobernado por un espíritu que quedó suspendido en el tiempo. Pero primero es necesario que ustedes acepten que existe un espíritu, ¿Están de acuerdo?
El Dr. Niconelli se abstuvo de opinar, pero otorgó un gesto en actitud de no querer discutirlo. Lilian lo aceptó, sus herencias hispanas eran católicas así que podía estar de acuerdo con la existencia de un espíritu.
-Bien. Ahora, si lo aceptan… o por lo menos tratan de aceptarlo, tendrán que estar de acuerdo que un espíritu es inmortal, es eterno, es parte de los misterios del universo. De acuerdo a mi religión así es y por lo tanto creo en la reencarnación. De acuerdo a mis convicciones científicas, también, el espíritu es la esencia de la vida.
-No hay nada que pueda probarlo. –intervino Niconelli de inmediato.
Kumar guardó silencio ignorando el comentario y sin levantar la vista dijo:
-Y ahora si me permiten, me retiro… necesito descansar. Mañana a la medía noche hablaremos con Diego. Doctora Lilian asegúrese de que todo esté dispuesto como se lo he pedido. Buenas noches.
Dieron las buenas noches cuando el doctor Kumar ya arrastraba sus pasos rumbo a su dormitorio.
-¿Estás segura de que no es un charlatán? – preguntó Niconelli.
-Por supuesto que no lo es. – Dijo Lilian mostrando disgusto - Es una autoridad en la materia y fue un triunfo haberlo convencido de venir aquí. No sé cómo puedes estar tan reacio cuando tú mismo escuchaste bajo estado hipnótico a Diego o Antonio… Oh Dios, ya no sé qué decir.
-Yo tengo mis dudas – dijo Niconelli mirando a Lilian con firmeza. - Michael Yapko define la hipnosis como un proceso de comunicación influyente, en el cuál el operador saca y guía las asociaciones internas del paciente a modo de establecer o reforzar asociaciones terapéuticas en el contexto de una relación mutuamente responsiva y colaborativa y orientada a una meta.
-¿Y qué quieres decir con eso. ¿Que Kumar está inventando todo… que está manipulando sicológicamente al paciente? ¿Que encontrar los pasos trasmigrantes de ese espíritu es de su invención? ¡Por Dios Niconelli, qué poca intuición científica tienes!
-¿Intuición?... Esto no tiene que ver nada con la ciencia… son puras suposiciones con lo que nos quiere atrapar. – dijo el doctor Niconelli haciendo una mueca de descontento. – Nos está haciendo suponer que “los espíritus hablan”
-Como quiera… - dijo Lilian torciendo la boca para cortar la discusión. - Veremos qué pasa mañana.
Tomó su bolso y salió haciendo resonar sus tacones sobre el frío mosaico del pasillo.
Octubre 6, 1988. Uptown Manhattan
Desde el día que Estela y Antonio se habían separado, la vida de ella estaba desparpajada, apesadumbrada, cualquier cosa la ponía de mal humor y constantemente le daba vueltas en la cabeza la presencia de Antonio. No había sido fácil para ningunos de los dos, ni ella misma podía entender lo que sucedía, ¿estaba arrepentida? ¿Lo amaba aun? Sí, siempre lo amaría, pero sabía que no era posible seguir así. Horas de insomnio, tardes grises de pensamientos encontrados y tormentas aplacadas en la profundidad de los arrepentimientos. Quiso tener la fuerza para soportarlo y no la encontró. Quiso encontrar el olvido y el fuego de las memorias le calcinaba la razón.
Ese día, desde que se levantó de la cama, tenía en la mente una angustia inexplicable. Estaba inquieta sin saber exactamente si hubiera una razón para ello. No tenía ningún trabajo pendiente, así que podría encontrarse descansada, pero no. Se sentó en la barrita de la cocina a desayunar y mirar desganadamente el New York Times que le entregaban a primera hora por debajo de la puerta. Desechaba automáticamente la sección de noticias después de leer sin interés los encabezados. Luego llegaba hasta donde encontraba sociales, modas, y buscaba alguna película que le interesara. Por eso es que nunca vio una pequeña nota perdida entre las noticias policiacas donde decían que la Guardia Costera había rescatado a un naufrago en el Atlántico, frente a las costas de Florida. Un naufrago que ella conocía.
Cuando salió de la regadera, sintió bríos, se metió en unos jeans con las rodillas rotas a la moda, se puso botas, y se caló con chamarra gruesa pues ya sabía que la calle estaría fresca. Por largos minutos miraba por la ventana o iba de aquí para allá, pensando, tratando de encontrar algo qué la distrajera.
-¡Joder! No sé qué hacer. Ya sé que no quiero volver con él, pero… por lo menos saber de él… le llamaré qué diantres.
Marcó el número y con el corazón latiéndole aceleradamente escuchó los tonos de llamada que nunca llegaron a la máquina contestadora… y colgó de un furioso golpe.
-No está…
Unos segundos después volvió a marcar y no esperó el segundo ringgg.
-Voy a verlo… quiero verlo.
Al llegar al edificio donde vivía Antonio el portero la reconoció de inmediato.
-¡Miss Estela! Qué gusto verla.
-Benny, ¿cómo está?
El hombre de inmediato saltó al tema.
-Pues yo bien, pero algo preocupado, you know?...mire… hace unos días llegó por aquí un FBI agent, preguntando por Mr. Antonio, y ¿qué le iba yo a decir… yo no sé nada… Que salió de viaje, es todo lo que sé. Yo hablé por sel un hombre del FBI… tú sabe, no puede uno negalse… y entonce…
-¡Benny! – interrumpió Estela toda la palabrería portorriqueña que podría no tener fin antes de llegar al punto importante. -¿Qué le pasó a Antonio?
-No se aflija Miss Estela… el agente me dijo que andaba peldido… bueno… ya no está peldido, Lo tienen en un hospital... Creo que ya está bien… yo supongo, polque…
Estela quedó congelada.
-¿Dónde? ¿Dónde lo tienen?
-Verá usted… el agente del FBI me dejó la taljeta. Ahora mismo se la traigo.
Estela quedó con la mirada perdida y con la angustia en el rostro. ¿Era eso lo que la tenía con tanta inquietud?
El portero regresó y le entregó la tarjeta. Estela no esperó ni un instante para sacar su teléfono y marcar el número del agente investigador.
Octubre 6, 1988. 11.30 PM. Segundo encuentro con la vida.
Lilian no se atrevió a preguntarle al doctor Kumar cuál era el propósito de que la sesión se realizara a media noche. Y el doctor Niconelli sacudía la cabeza con una sonrisa que tenía mucho de sarcasmo, pero estaba dispuesto a no perder detalle, estaba aceptando que ese embrollo de espíritus, religiones y misterios, se había tornado muy interesante. Discretamente en su oficina, había estado escuchando la grabación de la primera sesión, tratando de entender algo más de todo ese misterio, tratando de descubrir algo que pudiera darle el más mínimo recurso para desvirtuar al doctor Kumar. No encontró nada, en cambio, su interés por seguir el caso aumentó enormemente.
El auditórium lucía igual que la sesión anterior, en penumbras y con la luz violeta dirigida hacia el centro donde estaba la cama. La única diferencia es que el reloj estaba próximo a marcar la media noche. Cuando entraron Lilian y Niconelli, el doctor Kumar ya estaba en su etapa de concentración. Un minuto después entraba Diego acompañado de las enfermeras. Sus pasos eran lentos, pero se le notaba tranquilo. Al pasar frente a Lilian esbozó una sonrisa y avanzó seguro hasta subir al escenario.
El silencio pesado se cortó con la voz firme del doctor Kumar que iniciaba los pasos de preparación una vez que Diego estaba ya recostado.
Después de todo el proceso para lograr el estado hipnótico, el cuerpo de Diego quedó inerte, su respiración era casi imperceptible.
-¿Cuál es su nombre?
-… Diego… Ruelas – Murmuró suavemente.
Diego… usted va a viajar en el tiempo… ¿me escucha?
-… sí... lo escucho…
-El tiempo está corriendo en sentido inverso. Usted vive en Nicaragua… vive con una mujer llamada Zelú… Está viviendo un acontecimiento muy importante… dígame qué pasa…
Diego sufrió una sacudida violenta por todo el cuerpo.
-¿Cuándo fue eso?
-No sé la fecha …
-Qué año.
-…mil… ocho…cientos… cincuenta y… cuatro...
-¿Qué está haciendo? ¿Cómo se ve usted mismo?
-…Voy caminando por una brecha conocida... Estoy sediento por haber caminado largo bajo el sol candente, estoy habituado, no me molesta el clima. Sigo una vereda hasta llegar a un escampado grande, allí está mi casa, una cabaña construida con mis manos. Mi mujer me espera, ella es Zelú.
-¿Cómo es ella? Descríbame todo lo que ve alrededor.
-Ella es una hermosa joven de raza indígena, de los que se llaman Cabecares. Largos cabellos peinados hacía atrás que cubren sus oídos.
-¿Cómo visten los Cabecares?
-Ella viste ropas blancas y limpias, una blusa de cuello amplio que deja descubiertos sus hombros. Está disponiendo lo necesario para comer bajo el cobertizo de palma. Somos felices, yo la amo; tenemos un niño pequeño, se llama Niti. Hay un viejo que vive con nosotros, es el padre de ella. Yo no tengo a nadie más.
-¿Qué pasa con ella?... ¡Avance en el tiempo! Un año después…
Diego quedó en silencio, su rostro empezó a humedecerse con sudor. Su cabeza se movía de un lado al otro y sus manos temblaban.
-Estoy de regreso a mi casa…
-¿Dónde estaba?
-Fui a Granada a vender el café… Al llegar de regreso… de Granada… no están en la casa. Los busco por todos lados, en el río, en el cafetal… no están. Me desespero y voy a La Trinidad. Encuentro desolación y muerte…
-Siga… siga… ¿qué pasa?
Los filibusteros llegaron a la cacería de gente… se los llevaban para trabajar en las fincas… como esclavos…
Diego frunció el rostro en muecas de dolor. Todo su cuerpo temblaba y sudaba copiosamente. Continuó narrando con la voz quebrada en tonos graves sus angustias. Sin descanso anduvo buscando a Zelú y a Niti por todas las fincas donde los extranjeros aprovechaban la anuencia del gobierno para esclavizar a los indígenas. El sufrimiento de Diego crecía con cada día en que sus intentos de encontrarlos fracasaban y aún así no quería darse por vencido. Preguntaba a todo el que encontraba dando su nombre, dando sus señas, las de su hijo. Nadie la había visto. ¿Entonces habrán tenido tiempo de huir, a refugiarse en la selva? Esa posibilidad le decía que podrían estar vivos, pero a la vez, también se hacía mucho más difícil de encontrarlos, la selva es la inmensidad impenetrable.
-Me juré que los encontraría.
El cuerpo hipnotizado quedó inerte, la respiración era imperceptible.
-¿Y después, qué pasa con usted Diego?
-Ya no quiero vivir en este lugar que ahora… me parece un infierno… tanta injusticia… tanta guerra… Quiero largarme de aquí. Regresar a España.
-Dígame Diego… ¿Cómo murió?
La pregunta causó un sobresalto en Lilian y el doctor Niconelli. Era el paso definitivo para adentrarse en el misterio de la presencia de Diego en el mundo actual.
Diego exhaló un gemido largo y doloroso. Su respiración se agitó y sus manos cubrieron su cara.
-Tranquilo Diego… tranquilo, no pasa nada. Avance lentamente y dígame a dónde va.
-Me fui a Granada. Esperé a que algún barco fuera de regreso a España… Yo no tenía más que unos cuántos pesos, no podía comprar un boleto para cruzar el atlántico. Sólo me quedaba poder alistarme como marinero en alguno de esos barcos. Por fin encontré uno que iba a España y se compadecieron de mí y me tomaron como marinero. Cuando zarpamos yo sentí que el alma se me partía en pedazos. Quedaba atrás lo que más había amado en la vida…
-Escuche… ¿qué pasa al llegar a España?
-… Nunca llegamos. Nos agarró una tormenta… por ahí… frente a la Florida. Terrible… la fuerza del viento y el azote de las olas fueron destrozando el barco… sabíamos que nos esperaba la muerte…
Diego se agitaba con cada frase que narraba su angustia. Había cosas que decía sin sentido, otras ininteligibles, entre gruñidos y sollozos.
-¿Qué le pasa Diego? ¡Dígame qué le está pasando!
-Me…
Apretaba los labios con fuerza y sacudía la cabeza con desesperación. Contenía la respiración y su cuerpo se arqueaba dolorosamente.
-¡Qué le pasa… Dígame qué le pasa!
-… Me… sé que voy a morir… ahogado en este mar furioso…
-¡Escúcheme… tranquilícese! Avance en el tiempo… usted va a despertar cuando yo se lo ordene… cinco… cuatro… Va a despertar y regresará a donde empezamos y va a estar tranquilo… dos… uno.
Al chasquido de los dedos de Kumar, Diego abrió los ojos. El silencio se apoderó del momento. Todos miraban expectantes a Diego que con la mirada perdida y con muestras de agotamiento físico, permanecía ausente.
Lilian se acercó y le secó el sudor de la cara. Le miró con una sonrisa llena de dulzura. Su mente ya estaba buscando respuestas a lo controvertido de la situación. Ahora ya tenían la historia completa de Diego.
Para no alterar el estado anímico de Diego, llamaron a los ayudantes y llevaron la camilla rodando hasta su cuarto. Lilian lo acompañó y conmovida sintió que la mano de Diego apretaba la suya durante todo el trayecto.
Apresuradamente regresó a su oficina, donde se encontraría con el doctor Kumar, para entrar en la discusión de los resultados. Kumar estaba sentado con las puntas de sus dedos juntas y junto a sus labios. Ni siquiera pareció notar que los doctores ya estaban ahí. Y Lilian no quiso interrumpir sus pensamientos.
Después de un largo silencio, se puso de pié y empezó a caminar la oficina de un lado a otro.
-Qué interesante. – dijo finalmente, más como si fuera una reflexión interna que como un inicio de conversación. Inclusive murmuró algunas palabras en su propio idioma, sus manos parecían subrayar sus pensamientos con movimientos desesperados.
-Hemos estado hablando con un espíritu perdido en el tiempo…
Niconelli lo miró frunciendo el sueño.
-¿Un espíritu? – dijo con la duda en el rostro - ¿Cómo puede estar tan seguro de que… “es un espíritu”… ¿Puede comprobar la existencia de un espíritu?
-No tengo por qué comprobarlo. – Dijo Kumar, alzando la mano por arriba del hombro con movimientos negativos. - Es un acto de fe en todas las religiones Dármicas, que afirman que el espíritu – o alma, o karma – están dispuestos a la reencarnación, dentro de un ciclo sin fin. ¿Es usted católico?
-Niconelli asintió con la cabeza.
-Si usted fuera hindú, lo aceptaría sin condiciones. Estamos acostumbrados a aceptar las cosas de acuerdo a nuestra educación. De cualquier manera, usted como científico acepta sin menoscabo las leyes de la física y la química.
-Y se comprueban fácilmente, cuando… - interrumpió Niconelli.
Sin permitírselo, Kumar prosiguió.
-…La educación hindú y la budista tienen establecida la reencarnación como un hecho divino. Se denomina como la transmigración del alma. Ese espíritu o alma pasa de un cuerpo a otro dentro del ciclo nacimiento - vida - muerte - nacimiento.
-¿El espíritu es inmortal? – preguntó Lilian.
-¡Por supuesto! Cómo puede morir un espíritu. Muere la materia y el espíritu queda liberado.
-¿Y quién decide en qué dirección viaja el espíritu? – preguntó el doctor Niconelli sin poder ocultar del todo su ironía.
-Doctor… - dijo Kumar con toda la paciencia del mundo. – En la religión católica afirman que es el alma o el espíritu lo que se va al cielo o al infierno, y ahí se queda para siempre ¿verdad? En todo caso estamos de acuerdo. ¿Pero quién decide ese destino? ¡Sus acciones en la vida! Por supuesto. ¿Estamos de acuerdo también en esto?
Lilian y Niconelli no se atrevieron a intervenir.
-La Ley del Karma es muy clara, para nosotros, haz el bien y te irá bien en la otra vida… si tienes malas acciones, tendrás que retroceder y vivir una vida inferior hasta que aprendas a superarte. Para ustedes: católico que se porta mal, se va al infierno, el que hizo el bien… al cielo. ¿Sí o no? – y se tomó unos segundos para respirar profundo mientras Lilian y Niconelli aceptaban en silencio el dogma religioso.
-El objetivo primordial para nosotros en cada ciclo Karma es buscar la superación del espíritu a su máximo nivel. Ciclo tras ciclo hasta alcanzar el máximo nivel que te lleva a ser el universo mismo. La creencia en la reencarnación, desde la antigüedad, ha estado presente en las religiones egipcias, griega, hinduista, budista y romana. Desde mucho tiempo atrás, culturas primitivas encontraron en el universo la perfección, y buscaron la perfección de la vida en la superación continua del espíritu. En muchos casos sabían que el espíritu al morir el cuerpo, tenía un largo viaje por delante en su camino al universo. Ustedes le llaman “el cielo” doctor. La reencarnación se acepta en diferentes religiones y filosofías, por ello es que puedo creer que Antonio nos está mostrando una forma de reencarnación.
Lilian tomó impulso para intervenir.
-Pero la reencarnación – en todo caso – se da con el nacimiento de un nuevo ser.
-¡Por supuesto! Por eso dije antes que podría ser una forma de reencarnación. En las religiones orientales, también se admite el que esa reencarnación se produzca en un cuerpo adelantado en su tiempo y se le da el nombre de Recorporación, es decir el espíritu se corporifica.
Kumar se frotó la frente buscando sus palabras.
-Esto podría ser un principio. Pero aun no lo sabemos… aun no sabemos nada.
Y guardó un largo silencio.
-Veamos… - Lilian intervino para aclararse ella misma el camino a la comprensión. - En este caso… ¿Es el mismo espíritu que antes vivió con no sabemos quién, después reencarnó en Diego y después se posesiona de Antonio? Para hablar como Diego? Entonces… tenemos al espíritu de… El espíritu de…
-¿De Diego? - Niconelli adelantó.
-Doctor Niconelli, no hay espíritu de Diego o de Antonio, es uno solo, es un ser cósmico. En el cosmos no hay antes y después, no hay tiempo como lo entienden ustedes. Ese ser cósmico se manifestó en el instante oportuno, y ha logrado incorporarse – o recorporarse, mejor dicho, en el cuerpo de Antonio.
-¿Entonces quién es en realidad? – dijo Lilian sacudiendo las manos con insistencia.
Kumar se le quedó mirando fijamente a los ojos.
-¿Qué es la realidad, doctora? La realidad es un concepto totalmente abstracto, y por lo tanto lo entendemos en la forma que mejor nos conviene. – se tomó unos segundos en actitud pensativa, y continuó. - Eso que está ahí, es real, el cuerpo de Antonio. Lo que equivale a señalar algo que está ahí. Pero su realidad consiste en estar ahí y, por tanto, viene a significar: ‘Esto que está ahí’. Lo que retrotrae el significado a: ¿Qué significa estar ahí? Cuando en el presente su esencia cósmica podría no está ahí. Y en cambio es percibido a través de esa esencia cósmica, la misma pero que pertenece a otro tiempo nuestro. Si estar ahí significa ser percibido por mí, entonces la realidad de esto consiste en ser percibido por mí. Y esa es la realidad.
Kumar se les quedó viendo como si con lo dicho, la incógnita quedara completamente resuelta.
-Doctor hablemos en términos terrenales, ¡Por Dios! – exclamó Niconelli.
-¿Tenemos a Antonio o a Diego? – dijo Lilian con desesperación.
-Eso es cuestión filosófica. – Contestó Kumar, con un gesto de satisfacción. Espiritualmente es uno con diferentes nombres, según nuestra conveniencia que corresponde al tiempo como lo queremos medir, Diego sí, espiritualmente y materialmente es Antonio porque lo estamos viendo. Por lo tanto, nuestra única posibilidad es inclinarnos, o dejarnos llevar – mejor dicho – a ser materialistas y juzgar a Diego desde el punto de vista material… así que… entonces tenemos que aceptar que Diego… es Antonio, pues él tiene identificaciones, tarjetas de crédito, seguro social, todo… Por lo tanto… ¡Es él quien pertenece a este mundo. Ja Ja Ja!!!
Los rostros de Lilian y Niconelli quedaron estáticos, el sarcasmo no les había hecho ninguna gracia.
-Aunque él se niegue a sí mismo… - dijo Lilian con frialdad.
-Así es… aunque él niegue ser quien es. Y al negarse está perdido, porque materialmente no es posible aceptarlo como tal.
-¿Hay alguna forma de que todo vuelva a su lugar? – preguntó Lilian.
-Sí, desenredar toda esa confusión de supuestas existencias. – Añadió Niconelli.
-Pero es que todo está en su lugar de acuerdo a la realidad cósmica. Al instante en que Antonio va a encontrar su muerte, su espíritu, libre nuevamente, decide dar un paso atrás y recuperar la vida desesperadamente para continuar con la búsqueda de su mujer y su hijo que fue la angustia con que vivió sus últimos años.
El doctor Kumar, se frotó vigorosamente la cara con sus manos como un signo de cansancio.
-La esencia de todo ser viviente es inmortal. - Continuó Kumar, poniéndose las manos juntas frente a su cara. - Queda flotando en una dimensión cósmica que no conocemos, y se lleva su Karma, su experiencia espiritual grabada para siempre, por eso es que por ser el mismo espíritu podemos conocer el pasado de Antonio, y el de Diego. Pero sólo hemos querido ir hasta donde nos interesa, para no complicar las cosas. Sin embargo, acepto que no es fácil que lo entiendan.
Hizo una pausa, pensativo.
-No es tan difícil de entenderlo tampoco: Las penas y las alegrías se llevan clavadas en el alma, no en el cuerpo, eso lo sabemos bien. El cuerpo las manifiesta con lágrimas o con una carcajada, pero son reacciones sentimentales. Entonces los hechos más simbólicos de la vida quedan grabados en la esencia espiritual. Por eso decimos que somos felices, porque lo sabemos no porque lo sentimos. Otro ejemplo: Decimos, “me duele en el alma… o, te amo con todo mi corazón” lo sabemos, pero no lo sentimos. A lo que voy es que la pasión de Diego por Zelú, el amor por su hijo y la felicidad en que vivió con ellos quedó grabada en su espíritu, Antonio, en cambio, sabe de lo suyo.
Y por unos segundos se quedó mirando a los rostros de los doctores, esperando su comprensión.
-De la tragedia de su pérdida, nace en Diego el desesperado deseo de encontrarlos que se convierte en una meta espiritual. Mentalmente se dio por vencido y claudicó – materialmente – abandonando la búsqueda, pero espiritualmente siempre quiso regresar con ellos. Por eso en el momento de la frontera con la muerte, su espíritu se liberó y regresó a su propósito primordial: Encontrar a Zelú… cuando encontró el cuerpo apropiado en el instante eterno de sus intenciones…
El doctor Kumar sufrió un estremecimiento y cayó en un profundo silencio.
-…
Lilian contenía la respiración sin poder aclarar sus pensamientos y el doctor Niconelli se frotaba la frente con una mano, como si con ello pudiera poner en orden todo ese cúmulo de incógnitas sin respuesta.
-… Es la forma en que YO me lo explico… - murmuró Kumar. – Creo que no hay otra explicación… desde mi punto de vista que está basado en mi filosofía Hindú-Budista sobre la transmigración de las almas. Ustedes pueden sacar sus propias conclusiones.
-Pero… -intervino Lilian.
-Ahora toca a ustedes, – interrumpió Kumar – seguir adelante con su tratamiento. Tienen en la mesa dos puntos de vista, antagónicos y a la vez, estrechamente ligados. Ustedes manejan el cuerpo y yo la mente, por tanto pueden aceptar o rechazar mi opinión sobre lo que hemos visto y oído, están en todo su derecho. Las leyes de la vida y de la mente son diferentes para ustedes y para nosotros. El único que está en el medio de todo es Diego que no sabe que “también” es Antonio, en diferente longitud de tiempo cósmico. Es como si sus memorias estuvieran perdidas en el tiempo.
-Un momento doctor, esas son sus conclusiones, pero entonces ¿qué podemos hacer? Necesito encontrar una solución que explique la realidad. – exclamó Lilian con preocupación.
-Esa realidad ha sido definida por el universo… ¿Quiere llamarle la voluntad de Dios? Puede hacerlo, yo sólo he encontrado los efectos producto de los poderes enigmáticos.
-… Pero… ¿Podríamos recuperar a Antonio? – dijo Lilian - Creo que es al que le corresponde vivir la realidad del día en que vivimos.
-Por supuesto, sería lo más lógico. Que el cuerpo actual recupere su propia vida en el tiempo actual. – dijo Niconelli respaldando la teoría de Lilian.
Kumar le miró frunciendo el ceño.
-¡Es una tontería tan sólo pensarlo! - Kumar les clavó una mirada que tenía la fuerza de una tormenta.
-Me están pidiendo que cambie el orden del universo. ¡Yo no soy Dios maldita sea!
-¿Por qué doctor? Creo que es justo poner las cosas en el orden lógico. – dijo Lilian con firmeza.
Kumar hizo una mueca de molestia y desparramó la mirada por toda la oficina. Segundos después se paró frente a Lilian.
-¿Lógica? – Repitió Kumar, con un gesto burlón.
-Dígame. – Lilian contestó el reto. - Cuando usted trae bajo hipnosis al espíritu de Antonio, lo tenemos presente ¿verdad?... Entonces… despiértelo en ése momento, y…
-Sería imposible devolverle la vida a Antonio. –dijo Kumar sin mirarla.
Les explicó que sería posible llevar a Antonio hasta justo el momento en que enfrentaba la muerte, y dar un paso hacia atrás, situarlo justo en el momento en que Antonio aun puede escuchar. En ese instante despertarlo y volverlo a la vida. Es posible que regresara como Antonio… pero el riesgo sería mucho, porque con un solo instante de diferencia, podríamos tener a Antonio en su primer instante de haber abordado la muerte. Entonces lo podríamos tener muerto.
Un gesto de angustia asomó en el rostro de Lilian.
-En los pocos casos – continuó Kumar - dos, tal vez tres… que he sabido en que trataron de rescatarle la vida al paciente, han fallado. Ha sucedido que en el momento de despertarlo el espíritu no quiere volver y abandona a su cuerpo, creemos que todo depende de la voluntad del individuo y entonces ahí queda… un cadáver. La voluntad de Diego era la de vivir, porque él murió en la angustia de un naufragio y es claro que estaba luchando por su vida.
-Antonio también murió bajo la tempestad. – Dijo Lilian apuntando la coincidencia.
-Sí... claro, pero Antonio estaba angustiado, derrotado moralmente por Estela, él lo que quería era largarse, dejar todo atrás y seguir adelante sin rumbo fijo. No parece que tuviera muchas ambiciones de vivir. Las personas en el momento de la muerte pueden estar deseando irse de este mundo y lo logran. En esa situación, ya no queda nada por hacer porque el individuo ya no responde a las prácticas hipnóticas, ya no escucha los llamados de este mundo. Otras saben que necesitan quedarse por que tienen esposa, hijos o simplemente apego a la vida y se aferran a este mundo, a su cuerpo que es el que los va a conducir a sus propósitos. Si fallo por un instante al despertarlo en ese momento… ¡Aparecería muerto ante nosotros!
Un silencio frío y profundo se plantó en Lilian y Niconelli. Creyeran o no en las teorías de Kumar, el simple hecho de enfrentarse a la posibilidad de que Antonio pudiera quedar muerto en el experimento los dejó helados.
Lilian entendió que la discusión tan compleja como inexplicable no tendría fin. Estaban discutiendo hechos intangibles.
-Doctor, creo que su ayuda ha sido extraordinariamente valiosa. En este momento tengo una tormenta en la cabeza, necesitaré algún tiempo para entender la situación, tan profunda en sus significados y tratar de sacar conclusiones. Con seguridad tendré que recurrir a usted…
-Cuando guste doctora… y ahora, si me lo permiten, son más de las dos de la madrugada y yo debo alistarme para regresar cuanto antes a Nueva York.
Se despidió de Lilian, y al estrechar la mano de Niconelli, le miró directamente a los ojos.
-Doctor. Siento que hubiéramos tenido tantas discrepancias. Pero, no debemos preocuparnos por ello, considero que es natural, las convicciones son culturales, y las verdades son universales… ¡Hasta la vista!
Niconelli se quedó con la mano extendida por unos segundos y con la sensación de que Kumar le había clavado un gancho al hígado.
Al día siguiente de la atribulada sesión, Lilian quiso reunirse con Niconelli para los comentarios posteriores. Su rostro mostraba el cansancio de los últimos días.
-Deme su opinión, doctor, yo creo que para mí aun es difícil tener una, hasta que no hable con Diego.
El doctor Niconelli estaba más confundido aún. No sólo los acontecimientos parasicológicos habían sido totalmente nuevos para él, además, habían perturbado su mente. En alguna forma, algunos de los comentarios del doctor Kumar, le habían sacudido y ahora se encontraba confundido, también, en sus creencias religiosas. No es que fuera un católico muy comprometido, y quizá precisamente por eso es que sentía la confusión. Se había hablado de la existencia del alma, del cielo, de la vida eterna, de un Dios y de otros que podían ser el mismo o antagónicos, de tantas cosas, que por supuesto ya había oído antes, pero no las había vivido, no habían venido de un individuo que parecía tener profundos conocimientos. Que le había dado motivos, no para cambiar de religión, por supuesto… pero sí para cuestionarse a sí mismo. Y aceptar que otras religiones pueden también tener la razón… o que todas, son hechas a la conveniencia del hombre.
-Y bien, doctor. – dijo Lilian al sentarse frente al escritorio de Niconelli.
Niconelli la miró por varios segundos antes de hablar.
-Lilian, no creo que haya encontrado una explicación científica. Lo que necesitamos es otro lenguaje, es tener una nueva perspectiva del caso, para lograr entender todo esto.
-Tiene razón. Ya sabemos que no podemos modificar el estado del paciente, e injertarle el alma que le corresponde, como cuando se injerta un riñón. Lo que necesitamos es una terapia hecha a la medida.
-Qué bueno que lo dice, ya lo había pensado antes. Creo que debe ser sometido a un proceso de educación sicológica.
-Sí, necesita aprender a vivir, no sólo con la idea de que su cuerpo tiene apariencia distinta a la que su mente dice tener, sino además, educarlo para que acepte… y pueda vivir en este mundo.
-¡Qué difícil, demonios! Pobre hombre. Vivir en un cuerpo que no le corresponde y en el mundo que no conoce. – dijo Niconelli rascándose la cabeza.
Siguieron discutiendo las posibles acciones a tomar, hasta que dieron las tres de la tarde. Lilian quería ver a Diego… y tuvo que aceptar en su interior, que aun no sabía exactamente qué le iba a decir, si ella misma no sabía cuál sería el tratamiento a seguir.
Cuando entró a su cuarto, Diego dejaba que su mirada se perdiera a través de la ventana, pero al escuchar los pasos giró la cabeza y se incorporó en su cama.
-Diego, ¿cómo te sientes hoy?
-Bien. Que me he dormido hasta tarde, después de esa bendita desvelada que me ha dejado agotao.
Lilian le hizo una caricia en la mano y se quedó de pie frente a la cama. Sus primeras palabras sonaban inseguras, buscaba la mejor manera de explicarse y decirle se habían encontrado situaciones que eran muy difíciles de explicarse porque correspondían a niveles que estaban más allá de la comprensión humana. Le explicó que ahora ya estaba claro que él era Diego, de acuerdo a su mente, que estaba regida por un espíritu. Pero no encontraba la forma de explicarle que “ese” Diego vivía en otro cuerpo, 100 años después. Tampoco pretendía que Antonio lo entendiera todo y mucho menos en esa primera confrontación con su realidad, la primera después de la tormenta de revelaciones.
-Doctora… no se afane… no quiero hablar de eso…
Lilian se dio cuenta de que su situación sentimental estaba navegando por aguas intranquilas y no quiso molestarlo más.
-¿Qué te parece si mañana comemos lunch juntos? Podemos ir a la cafetería o mejor, en los jardines y disfrutamos el sol.
-Sí, me gustaría mucho.
Lilian ahora tenía enfrente el pasó más difícil, el administrativo. Dar su informe al director del hospital.
Octubre 8, 1988. St. Vincent Medical Center
Estela bajó del taxi que la llevó directamente del aeropuerto de Miami hasta el hospital en Jacksonville. Sus gafas oscuras ocultaban la preocupación que ensombrecía sus ojos. Llegó hasta el mostrador de informes con paso apresurado y arrastrando su maletín de viaje.
-Quiero visitar al señor Antonio Carrales.
Le indicaron que se tenía ordenado que no podía recibir visitas, lo que hizo que Estela soltara de inmediato una protesta airada.
-Un momento – dijo la recepcionista sin alterarse. – Yo sólo doy informes… puede hablar con la doctora Randall, que está a cargo de su tratamiento.
Estela entró a la oficina de Lilian, nerviosa y dispuesta a exigir ver a Antonio. El corazón de Lilian dio un salto cuando Estela le dijo su nombre. Estaba frente a frente con una parte importante de la vida de Antonio, se dio cuenta no sólo que podría ser muy interesante su intervención en el tratamiento, además sintió la sacudida de los celos por saber lo mucho que Antonio la había amado.
Estela estaba nerviosa y quiso explicarle la relación de ella con Antonio. Quedó sorprendida cuando Lilian le dijo que lo sabía.
-Estela – le dijo con seriedad – Estoy a cargo del tratamiento de Antonio y hemos investigado esa parte de su vida.
-¡Demonios! ¿Es que Él se lo ha contado?
La doctora Lilian le explicó brevemente que Antonio estaba sometido a un sicoanálisis y que por ahora no podría verlo, pues sería peligroso exponerlo a choques emocionales. Pero no le ocultó la posibilidad de que fuera útil en el tratamiento.
-Pero… Comprenda que yo he venido desde New York sólo para verlo, y usted…
-Estela… cálmese por favor. Podemos arreglar cualquier cosa. Debe entenderme que por principio, es necesario proteger a Antonio de las influencias exteriores. Me parece muy oportuno que usted esté aquí. De hecho, yo ya pensaba buscarla, o a alguna amistad de Antonio para poner en práctica mis propósitos de readaptación.
-¡¿Readaptación?! – exclamó Estela muy sorprendida.
-Sí, permítame explicarle.
Lilian la puso al tanto del estado mental de Antonio. Y a cada palabra, Estela se sentía más confusa y afligida. Quedaba entendido que para ella, iba a ser Antonio, porque así reconocería a su amigo, pero que debería estar preparada porque con quien se iba a encontrar era con la mentalidad de Diego. Así que lo mejor sería – para ella – no mencionar nombres y actuar cuidadosamente, porque Diego – hasta ahora - tampoco lo podía aceptar. Estela cayó en la completa confusión sus labios temblaban pero no sabían qué decir. Lilian quedó pensativa y decidió que po-día intentar un encuentro.
-¿Quiere verlo ahora? – preguntó la doctora Randall poniéndose de pie.
Estela no contestó se puso de pie lentamente y siguió a la doctora. Arrastraba sus pasos, como si pudiera retrasar el momento del encuentro. Tenía fuertes motivos para estar temblando, estaba a segundos de encontrarse con la persona que tanto amaba y que había abandonado. En alguna forma se sentía culpable de que ella fuera el motivo de que Antonio se hubiera embarcado en ese viaje. Sentía que el alma se le estrujaba recordando aquellos amargos momentos. Y ahora… Lilian le había explicado que podría ser peligroso ese encuentro, pero a la vez pudiera ser benéfico si el mirarla pudiera traer alguna luz a sus memorias.
Al llegar a la puerta de la habitación, la doctora se detuvo con la mano en el picaporte antes de abrir.
-Estela… Tiene que mostrase tranquila y amable. No puede entrar con esa actitud de nervios a punto de explotar. Está aquí para ayudar a Antonio, no para venir a alterarlo.
-Lo sé… lo sé… perdone… deme un minuto.
Estela dio unos pasos atrás y caminó de arriba abajo en el pasillo. Cuando se sintió bajo control regresó hasta la puerta.
Lilian le sonrió al verla más calmada y dio unos toquidos en la puerta antes de abrirla.
-¡Diego!... Buenas tardes. Tienes visita…
Estela caminó lentamente hasta el sillón donde Diego estaba leyendo una revista.
-Hola – dijo sin levantarse.
-¡Caballero! – dijo Lilian con alegría – Salude a Estela.
Diego se levantó y extendió su mano para saludarla.
La miró a los ojos y quedó unos segundos sumido en sus pensamientos. Lilian observó atentamente aquello que podía haber sido un chispazo de memorias perdidas.
-Hola… - le dijo suavemente Diego y dio dos pasos atrás.
Estela se estremeció al contacto de sus miradas. Sintió su calor, sintió la presión de su mano sobre la suya y miró directamente a sus ojos que tenían un sentimiento de desolación que le desgarró el alma. ¿Es que no la había reconocido? O la había reconocido, por la expresión de su mirada, y era tal su desconsuelo, su decepción o su ira contra ella, que no quiso hablarle. Pero no, eso era sólo producto de su imaginación, de su deseo de que fuera Antonio, su Antonio, y no el otro hombre que la doctora decía que era. Pero su cuerpo, sus ojos, las manos que le recordaban sus caricias en tantas noches de amores ciclónicos… Él era Antonio… y… no lo era. ¿Dónde estaba su mente, su memoria… su alma?
-Bien… - dijo Lilian, tratando de encontrar un motivo de plática. – Yo quería que conociera a la señorita Estela…
-Pues mucho gusto. – dijo Diego sin mucho interés.
-Me dice que se conocieron antes…
-No… no creo haberla visto nunca.
-Ella ha venido de New York, y me dijo que allá se conocieron.
-Sí, hace años estuve unos días en Nueva Yorrr.
-¿No la recuerdas?... – dijo Lilian. – ¿se habrán visto en alguna parte?
Antonio le dirigió una dura mirada a Lilian que quería decir: “Cómo diablos va a ser “en alguna parte”, Lilian usted sabe cuál es mi maldita situación. Yo no sé de dónde vengo, y no sé por qué estoy aquí… ¡coño!”
Lilian bajó la mirada, reconoció que no habían sido las palabras adecuadas, pero era la manera de forzar su mente a tocar otros niveles. Obviamente no habían dado resultado.
-Yo sí me acuerdo de usted… - dijo Estela con una sonrisa de gitana tierna.
Diego la miró y guardó silencio por unos segundos.
-No creo… es imposible.
Él sabía por qué lo decía, con todas las explicaciones de Lilian, no lo podían sacar de su certeza de que vivía en un mundo que no le correspondía. ¿De dónde podía haberlo conocido?
-Bien… -intervino Lilian. – Entonces hubo algún error. Gracias Diego por recibirnos. Nos veremos más tarde.
Al llegar a la puerta de la habitación, Estela alcanzó a la doctora y le pidió que la dejara unos minutos a solas con Diego.
-Se lo suplico. Usted me entiende, yo lo amo… ¡Quiero hablarle!
-Le recuerdo que debe tener mucho cuidado de no alterarlo. – Dijo Lilian y salió de la habitación.
Estela se volvió y avanzó lentamente hasta detenerse a unas cuantas pulgadas del rostro de Diego que la miraba sorprendido. Ella le tomó las manos…
-Antonio… - murmuró.
-Señorita… que soy Diego.
-Trata de recordarme… por favor, haz un esfuerzo. Nos hemos visto antes, no importa dónde o cuándo… pero sí nos conocemos, en este mundo… o en el tuyo… ¡Mírame… soy Estela… ESTELA!
La mirada suplicante conmovió a Diego. Estaba sorprendido y su confusión crecía. Ya tenía bastante con todas las incógnitas de su vida y del tiempo, y ahora esa mujer tan linda que derramaba lágrimas… ¿le estaba diciendo la verdad? Entonces la memoria le estaba traicionando nuevamente. Él podía acordarse perfectamente de todo lo sobresaliente en su vida. Zelú… Motril, Granada… Nicaragua. ¿Y entonces… por qué no podía acordarse de esa mujer?
Antonio se estremeció y se retiró violentamente.
-¡No… No la recuerdo! DÉJEME EN PAZ, POR FAVOR!
Lilian estaba atenta al otro lado de la puerta y cuando oyó los gritos entró corriendo.
-¡Qué pasa! – estrechó a Diego entre sus brazos. – Tranquilo Diego… tranquilo, sólo es un malentendido.
Estela lloraba apoyando la frente en la pared. Lilian hizo sentar a Diego en el sillón y le hizo una caricia que fue muy tierna y tranquilizante para Diego, que aun estaba muy alterado.
Llegó hasta Estela y se la llevó fuera de la habitación.
-Dígame que pasó, Estela.
Le narró, con lágrimas rodando por sus mejillas, el esfuerzo que había hecho para que la recordara.
-Ahora ya entiende lo complicado del caso, Estela. Por eso es que lo único que podemos hacer, es trabajar en su readaptación. Para que acepte este mundo, para que acepte su imagen y pueda recuperar una vida normal… Lo que se pudiera llamar normal, hasta donde sea posible. Pero, por ahora, olvídese de Antonio.
-Lo entiendo, doctora. Pero… no sé, no puedo resignarme a que se haya perdido, teniendo a su cuerpo con nosotros…
-Lo sé, no encontramos explicación, científica, por supuesto.
-Es que yo vi algo en su mirada, como si hubiera algo que la memoria se niega a aclararle. – Decía Estela entre sollozos - Estoy segura que si me permitiera estar con él, por más tiempo, lo que fuera necesario para tratar de penetrar esas barreras de la memoria, tal vez…
-Eso no es posible. - dijo Lilian cortante – Los procedimientos que tenemos pensados, no son para ser conducidos simplemente por los sentimientos. Lo siento. Ya vio como se alteró cuando estuvo usted a solas con él. No puedo permitirlo.
Cuando Estela se alejó, Lilian se sintió apenada en su interior, acababa de mentir llanamente. Ella estaba decidida a lograr la readaptación de Antonio, basada principalmente en sus sentimientos. Había tomado un afecto especial por aquel hombre y estaba dispuesta a luchar por él, basada en sus conocimientos profesionales, sí, pero también… Y prefirió no pensar en ello.
Estela regresó a Nueva York, arrastrando el alma desgarrada. Para ella era como si Antonio hubiera muerto en aquel momento en que estuvo frente a él, peor aún, puesto que sabía que el hombre que estaba ahí, con vida, no era Antonio en su persona espiritual. Era Antonio sólo físicamente. ¿Cómo podía tenerlo presente en su físico y ausente en su mente? ¿Cómo podría aceptar tan cruel verdad?
La vida se encargaría de que lo aceptara, tal vez, pero nunca que lo olvidara.
Al final del día Lilian tomó una profunda inhalación y se levantó dispuesta a enfrentarse al director del hospital.
Después de escuchar con interés la narración de Lilian sobre todo lo sucedido, el doctor Rosenthal le dijo tranquilamente.
-Bien… entonces estará usted satisfecha con los re-sultados.
Lilian le explicó que de ninguna manera, que ahora conocían – teóricamente, o como se le pudiera llamar – la situación del paciente, pero que no significaba ninguna solución. Que ahora su trabajo consistía en la interpretación del caso, primeramente. Esa interpretación, por ahora, no daba otra alternativa que aceptar la condición bivalente. El procedimiento a seguir era reeducar a Diego para que aceptara su aspecto físico y educar su mente para adaptarlo al mundo actual. Sabía que la confusión en que estaba metido Diego, no se resolvería con medicamentos o con explicaciones. Se trataba de un proceso largo y cuidadoso, en el que la paciencia sería el factor más importante.
-Lo entiendo doctora. - dijo el director. Ahora analicemos el caso desde el punto de vista de la administración de este hospital. Su paciente – cualquiera que sea su personalidad – no tiene seguros de ninguna clase, ni recursos para pagar su tratamiento. Su permanencia aquí, ya tiene una larga lista de cargos, y ya es el momento de preguntarse quién los va a pagar. Nuestro departamento legal buscará que el Seguro Social acepte cubrir la cuenta, aunque ya sabemos que hay renglones que no los pagan.
Lilian se quedó fría, por supuesto que conocía perfectamente toda la política de cargos, pero hasta ahora, sencillamente los había ignorado para dedicarse de lleno a la atención de Diego. Y no mencionó que ella había pagado, de su bolsillo, los vuelos del Dr. Kumar. El hospital había aceptado desde un principio la internación de Antonio porque las leyes dicen que en estado de emergencia, toda persona debe ser atendida hasta su recuperación.
-El señor… ¿Antonio?...
-Carrales. – apuntó Lilian.
-El señor Carrales, ha recuperado su salud física… tengo entendido.
-Sí… está en condiciones físicas normales.
-¡Aja! Entonces está listo para ser dado de alta, ¿verdad?
-Pero sus condiciones mentales no están en perfecto equilibrio.
-Entonces deberemos enviarlo a una institución siquiátrica.
-¡Noooo! – dijo Lilian angustiosamente – ¡No está loco!
-Usted es la que lo ha clasificado como un desequilibrado, ¿verdad?.
-Está bien, acepto que equivoqué el término. No es desequilibrado en la forma que se entiende psiquiátricamente. Entiéndame doctor, su desequilibrio consiste en la ambigüedad de su personalidad, como nosotros lo entendemos. Pero él sólo piensa en una sola dirección… mentalmente, como Diego, está sano.
-En la que vivió hace 100 años…
Lilian tuvo que aceptar que no era fácil que Rosenthal lo entendiera y mucho menos, fácil de explicarle lo que estaba sucediendo en la mente de Diego. Le explicó que junto con el doctor Niconelli, prepararían un plan para su re-educación sicológica que lo llevaría a aprender a vivir en ese cuerpo y a familiarizarlo con el mundo moderno.
No podía definir el tiempo que pudiera ser necesario, pero no lo quiso mencionar, porque sabía que podría ser muy largo.
-En conclusión doctora – dijo el doctor Rosenthal, asumiendo un gesto determinante. – Puesto que no sabemos el tiempo que necesite para ese tratamiento, tendremos que buscarle acomodo en la institución adecuada. No es posible seguir alojándolo aquí, con nosotros. Y esto es definitivo. Tiene usted una semana para encontrar la solución y hacer los arreglos necesarios.
-¡Pero es que él no tiene a nadie! – protestó Lilian. – No hay familia, amigos… ¡Nadie!
El doctor Rosenthal hizo un gesto de evasión.
-Precisamente es por lo que tendrá que ir a una institución apropiada, y estamos discutiendo en círculos doctora, y comprenda que yo no tengo tiempo para esto.
-Yo me haré cargo, doctor. – dijo Lilian, con un gesto de determinación. – Asumo la responsabilidad de cuidar de un ser humano al que “el sistema” deshecha por falta de “un seguro”.
Dio media vuelta y cerró enérgicamente la puerta de su director de servicios médicos. El doctor Rosenthal tuvo que tragarse la afrenta a pie firme, pero nunca pensó ni por un instante cambiar su decisión que estaba de acuerdo con los reglamentos.
Lilian salió totalmente desconsolada, el director te- nía toda la razón y aceptó también que no había argumentos para hacerle cambiar su decisión que era la de las leyes que regían dentro del servicio médico. Y recordó su afirmación de haberle dicho que “ella se haría cargo”
-Demonios… ¿qué quise decir con eso? – pensó sacudiendo la cabeza.
Al día siguiente, Lilian llamó por teléfono al cuarto de Diego y le dijo que lo esperaba en la cafetería. Cuando Diego llegó, recorrieron el mostrador de comidas y cada uno hizo su elección. Diego lo disfrutaba abiertamente, encontraba todo un mundo de diferencia en la variedad que tenía enfrente, comparada con la insípida y monótona dieta de los pacientes. Con las charolas en las manos salieron al jardín que lucía fresco y brillante bajo un cielo azul para encontrar una banca a la sombra. Lilian trató de hacer el encuentro lo más agradable posible, sin meterse en el problema médico. Y Diego lo disfrutaba, hablando de lo que veía en televisión o lo divertido que le era hojear revistas aunque no las pudiera leer y Lilian le prometió que le conseguiría algunas más en español. Pero sobre todo, mostraba su alegría de estar en compañía de Lilian, absorbía sus miradas, se dejaba endulzar con sus sonrisas y recorría con deleite el largo de sus brazos y el brillo de su pelo ondulado, pero quizá era también la nostalgia que le traía el recuerdo de Zelú. Lilian por su parte, también disfrutaba estar con Diego, que cada día abría más su mente y se mostraba atento y simpático. Además de que era un hombre que había recobrado su prestancia y lucía atractivo, a pesar de la bata de hospital que aún le obligaban a vestir.
-Y usted, doctora… ¿tiene una familia?
-Diego, llámame Lilian… dejamos a un lado el título y el usted, ¿sí?
-Está bien… Lilian – y esbozó una sonrisa brillante.
-No, no soy casada, si es eso a lo que te refieres.
Y los dos quedaron en silencio, cada uno estaba dando rienda suelta a sus pensamientos. En Lilian la mayor preocupación era la necesidad inmediata que tenía de sacar a Diego del hospital y no podría decírselo hasta que ella no estuviera segura de lo que tenía qué hacer.
Más tarde. Lilian llegó a una conclusión. Ella misma no se explicaba de dónde le había salido pedir la custodia de Diego. De asumir directamente la responsabilidad de su tratamiento fuera del hospital, alojándolo en su departamento. Las razones eran obvias y Lilian las encontró totalmente justificables. No podría pagar una renta para darle un departamento donde vivir y tampoco podría quedarse solo. Pero, principalmente no permitiría que fuera llevado a ninguna institución mental, por más que le dieran un alojamiento adecuado, (lo cual dudaba seriamente). Además, en cualquier otra institución, se tendría que decidir cómo se pagaría su tratamiento, y ya se sabía que no había otra forma que no fuera la aceptación por parte del Seguro Social, (lo que también era dudoso de aceptar). Antonio, ya lo habían confirmado las investigaciones, tenía seguro social, pagaba impuestos, pero trabajaba como free-lance sin ninguna clase de seguros médicos. Ella había tomado tanto interés en el caso, desde un principio, que ahora no lo iba abandonar.
Pero… ¿por qué ella – personalmente - estaba asumiendo toda la responsabilidad? La respuesta saltó de inmediato. Porque era un caso extraordinario que el mismo doctor Kumar había calificado como un de los dos o tres casos que había sabido. ¿Eso era lo bastante como para echarse la carga al hombro? Había más… Diego era como un indigente, sin ningún recurso, sin ningún familiar, nadie que pudiera ayudarlo. ¿A dónde iba a ir?...
-¡No lo voy a abandonar! – dijo enérgicamente.
Retomó sus pasos y momentos después, sacudió la cabeza y esbozó una amplia sonrisa.
-¡¡¡Lilian!!! – se dijo así misma.
Octubre 14, 1988. Departamento de Lilian.
Springfield, Florida.
En sólo una semana, el mundo había cambiado para Diego, es decir, el mundo real, en el que navegaba gracias a la ayuda de Lilian. Se encontraba ahora fuera de los fríos muros del hospital. A salvo de la continua invasión de enfermeras que le vigilaban todos sus movimientos, temperaturas, presiones y reacciones. Lejos de la serie de monitores y sus cables, que se arrastraban como serpientes inertes. Era un cambio que le agradaba porque, aunque ahora estaba encerrado en un departamento, tenía toda la privacidad que deseaba. La tristeza parecía encontrar alivio paulatinamente y seguía disfrutando esa soledad que le ayudaba a ubicarse en su ambigua situación, además de disfrutar por más tiempo la compañía de Lilian. El departamento era de dos recámaras, así que tenía su propio espacio. La tranquilidad del lugar se lo permitía y empezaba a tener sus preferencias en la televisión (ya sabía manipular el control para buscar el canal en español ), o se iba a la terracita a mirar el periódico, a bañarse de sol y a dejar que la vista se le perdiera en el horizonte de un mar azul que no estaba lejos de donde vivía ahora.
Lilian por su parte, buscaba por las noches el momento adecuado para hablar con él y conducirlo por los caminos en que paulatinamente iba encontrándose a sí mismo. Había elaborado un programa para llevarlo, sicológicamente, por los caminos del razonamiento, de reforzar su confianza en él mismo y en el mundo que le rodeaba y de rehabilitarlo para vivir en su nuevo mundo. Era una lucha constante entre el pasado y el presente para tratar de construir un futuro que tenía tanto de incertidumbre como de ilusiones precarias.
Diego no podía negar que todas esas novedades de su nuevo mundo eran sorprendentes; el agua caliente salida de los grifos, el refrigerador y los cubos de hielo que le fascinaban, el microondas que al principio le parecía de brujería, aparatos para esto y para lo otro que en su vida había imaginado, ahora los podía manejar con la punta de los dedos. Lo que le molestaba era el aire acondicionado. “¡Coño! Qué frío hace” decía frotándose las manos. Pero Lilian le enseñó a ajustar la temperatura y él por su cuenta, pronto aprendió a apagar el aparato y dejar que la temperatura tomara su curso natural. Era a lo que estaba acostumbrado, a los calores tropicales.
Miró el reloj de la cocina y esbozó una sonrisa. No pasaron ni diez minutos cuando escuchó el ruido del picaporte en la puerta principal.
-¡Helloooo! - ¿Hay alguien en casa? – la voz de Lilian llenó el espacio con alegría.
-Sí, acá – dijo Diego y fue a su encuentro.
Mientras Lilian preparaba la cena, Diego ayudaba, rebanando o batiendo y los dos hablaban como viejos amigos.
-¿Queréis otro poco de vino?
Era viernes y Lilian abrió una botella de Concha y Toro (Merlot) para declarar abierto el fin de semana.
-Sí… claro. – y le alcanzó la copa.
-Ya sabes que mañana no trabajo. ¿Te gustaría ir a la playa? El día va a estar esplendoroso.
-Pues vamos.
Los días empezaron a transcurrir con rapidez. Diego mostraba cada día más confianza en sí mismo. Ya se había animado a salir solo del departamento para ir a caminar al parque cercano. En ocasiones, de regreso, pasaba al supermercado a comprar algunas cosillas que Lilian le había encargado, y regresaba muy satisfecho de sus avances. Una noche, cuando estaban viendo televisión después de la cena, Lilian se sorprendió con la pregunta que brotó sin venir al caso.
-Lilian… ¿y quién os está pagando por toda tu ayuda profesional, y más aún quién paga los gastos que yo ocasiono?
-No debemos preocuparnos por eso Diego.
-Es que SÍ debemos… ¡Me preocupa a mí! Estáis gastando dinero en mí y yo no hago naa!
Lilian guardó silencio por largos segundos. Por supuesto que el problema ya le venía rondando en la cabeza y sabía que habría que solucionarlo en alguna forma, ella podía afrontar los gastos, pero sería mejor encontrar alguna solución.
-Pero debes saber que ayudarte no es para mí ningún sacrificio. Debo confesarte también, que lo que estoy haciendo está más allá del compromiso profesional… lo hago porque… porque… siento un especial aprecio por ti. Me conmueve tu historia y no te voy a dejar a la deriva. Yo…
Antonio la interrumpió.
-Y yo te lo he agradecido desde que logré entender que tu presencia era para mí como una bendición.
Antonio hizo esfuerzos para contenerse y decirle que además era preciosa y que su ternura le aliviaba los amargos recuerdos. Lilian lo escuchaba y el corazón le latía con fuerza.
-Pero de ahí… - continuó Antonio, cortante – a que tengáis que pagar por mi manutención, ya es otra cosa. Yo tendría que hacer algo…
Lilian guardó silencio.
-Tienes razón Antonio.
Recordó que entre los papeles recobrados del barco estaban sus documentos, tarjetas de crédito y dinero en efectivo. Todo le había sido entregado cuando Diego salió del hospital. De inmediato saltaron las dudas.
-¿Será legal disponer de ese dinero? – se preguntó Lilian.
Legal o no, era dinero en efectivo y podría disponerse de él. Diego sin dudarlo dijo que tomara el dinero inmediatamente.
-¿Y esto qué es… qué valor tiene? – preguntó Diego tomando las tarjetas crédito.
Ante la mirada atónita de Diego, Lilian le explicó lo que significaba “tarjetas de crédito”
-¡Diantres! – dijo, sin haber comprendido nada. – Qué complicaos sois vosotros.
Se preguntaron si podrían usarlas. ¿Era su presencia física, suficiente para ser el beneficiario? La respuesta era obvia: Diego era físicamente, Antonio. Y puesto que sabían que no habría otro Antonio, sería fácil su identificación con los documentos donde estaba su fotografía y bastaba con aprender a reproducir la firma.
Lilian pegó un salto.
-¡Espera! No importa. No queremos sacar nada a crédito.
-¿Y por qué no? Pues que son de crédito, ¿no?
Lilian sonrió ante la ingenuidad de Diego.
-Pues sí, pero de cualquier manera se tiene que pagar todo.
Mirando detenidamente a las tarjetas Lilian encontró una que era de débito, lo que significaba que podría haber dinero cash, y Diego correspondió a la sonrisa de Lilian, ante la posibilidad de que pudieran conseguir algo más de dinero.
Unos días después fueron al banco y Lilian demostró que “Antonio” había estado en el hospital con problemas de amnesia y que no recordaba su número PIN. Mostró licencia de manejo y le autorizaron elegir una nueva clave.
Tuvieron que reprimir un grito de alegría cuando encontraron que el saldo era de ocho mil y pico de dólares. Por lo pronto, ya no había por qué preocuparse.
Noviembre 4, 1988. La historia se repite.
Era una noche tranquila que estaba a punto de perder el nombre de viernes para convertirse en sábado. Lilian había salido con unas amigas a divertirse, y cuando llegó a su departamento se sentía cansada y un poco aun bajo los efectos de las “margaritas” del bar mexicano donde habían estado.
Entró al baño para darse una ducha pero miró la bañera y de inmediato saltaron a su mente los deseos sensuales de consentirse con un baño de tina. Mientras la tina se llenaba, se sirvió un tequila en las rocas, encendió las veladoras y apagó la luz.
Se desnudó y se sumergió sabrosamente. El agua caliente le ayudó a relajarse y su mente se dejó ir por las llanuras de los sueños de todos colores. Sentía que su cuerpo flotaba sin límites. Su mano alcanzó la copa, y la bebida fría resbaló por su garganta produciéndole una agradable sensación voluptuosa. La luz tímida de las veladoras pintaban de dorados el ambiente y sus hombros brillaban como si fueran de miel. Estiró una pierna en todo su largo fuera del agua. El agua fue escurriendo desde el punto extremo de su pié gracioso, coronado por el carmín en las uñas, para bajar por una pantorrilla de curva larga y deliciosa que se transformaba en muslo firme de suaves contornos. Las caderas dulces y generosas se apretaban para convertirse en cintura y dar nacimiento al torso donde reinaban los senos que emergían sobre el nivel del agua como dos isletas gemelas coronadas por los oscuros pezones, casi negros, que se erguían sin encontrar ninguna compensación. La deliciosa mancha de vello oscuro allá en el centro de esa galaxia, cubría el pozo de los suspiros retenidos. Se rodó el frío cristal del vaso sobre la frente, pero no consiguió apagar las llamas que su sensualidad había encendido. Bebió el último trago y sintió un agradable estupor en la cabeza y una ligera conmoción entre las piernas, los ojos se fueron cerrando lentamente, dulcemente, sus labios murmuraron algo, tan suavemente, tan dulcemente, que ni ella misma comprendió lo que decían.
Cuando abrió los ojos, no pudo evitar lanzar un grito y cerrar apresuradamente la cortina de la ducha. Diego estaba parado frente a ella.
-¡Diegooooo!
Diego sacudió la cabeza, como despertando de un sueño y volviendo a la realidad, para darse cuenta de lo embarazoso de su situación, y salió apresuradamente del baño sin cerrar la puerta.
¿Cómo era posible? ¿Es que su destino no tenía otros caminos? Lo había puesto nuevamente en la misma situación de cuando se había encontrado con Zelú. Estaba viviendo el mismo camino que le llevaba hasta una mujer hermosa que en su completa intimidad disfrutaba de las aguas y de su sensualidad. Ahora, la visión de Lilian en el agua, le hacía recordar la felicidad que encontró con Zelú y el inmenso dolor de perderla. Como en un círculo vicioso, se encontraba ahora frente a esta mujer que le había prodigado todos sus cuidados, que le había ayudado sin escatimar ningún esfuerzo, y ahora la encontraba, accidentalmente, como un regalo caído del paraíso, en la misma forma que lo había hecho antes con la mujer de su vida.
A la mañana siguiente, Lilian encontró a Diego, en la terraza. Estaba absorto mirando hacia el mar tratando de escabullirse mientras pudiera, a la vista de Lilian.
-Buenos días, Diego. – dijo Lilian asomándose a la terraza
Diego no contestó, se sentía muy apenado.
-Vamos, Diego, mírame…
Lilian se acercó y tomándolo por los hombros lo giró para traerlo frente a ella.
Con toda ternura le explicó que no debería tomar las cosas a mal. En todo caso ella podría sentirse culpable por no haber puesto la cerradura de la puerta, pero es que a media noche no imaginó que... Por lo demás, no había pasado nada y no había nada de lo que tuvieran que avergonzarse.
-No quiero que te sientas mal, Diego… - y lo abrazó y lo besó en la mejilla. – Vivimos juntos y cualquier cosa puede pasar…
Ella misma se quedó pensando, si lo que decía era una especie de placentero presagio.
Diego sintió que la sangre le hervía, y también la abrazó. Lilian se dejó hundir en sus brazos y sintió la caricia de su respiración en el cuello.
-Diego… - murmuró cálidamente a su oído.
Se separó para verla de frente. Para mirar esos lindos ojos que derramaban alegría y que le daban tanta felicidad.
-Perdóname…
-Ya te dije, no hay nada qué perdonar. Está bien, Diego, yo no me siento mal…
-Es que… Tú sabes que fue igual que con Zelú…
-Lo sé…
-Y que eres tan hermosa como ella…
Lilian bajó la mirada.
-Y que te amo Lilian…
-Diego, no digas eso… Estas creyendo que yo soy Zelú.
-Estoy creyendo que tú eres la Zelú de este mundo. De este mundo en que tú me has hecho creer y aceptar. De este mundo al que me has regresado y que, sea quien sea yo, me ha puesto frente a ti, Lilian.
Lilian lo abrazó con fuerza. Ella también estaba sacudida por la confesión de Diego, pero no podía negar que sus sentimientos ya estaban dispuestos a dejarse llevar por la atracción que sentía hacia ese hombre.
-Yo también te amo… Diego.
Y lo besó intensamente.
Noviembre 20, 1988. Beach Marine. Jacksonville Beach, Florida
El tiempo pasaba rápido, Lilian y Diego se habían dejado llevar por los vientos cálidos del amor. El amor había causado en Diego notables cambios. La seguridad en sí mismo aumentaba considerablemente, el estar junto a Lilian parecía haberle devuelto la felicidad y cada día parecía alejarse de su inexplicable pasado. Lilian convenció al jefe de personal del hospital, en que a esas alturas de la recuperación mental de “Antonio”, era muy necesario insertarlo en la vida común como parte de una terapia ocupacional. Le dieron un trabajo de ayudante en la cocina, lo que le pareció divertido, pues recordó que ese había sido su trabajo en el Northern Light durante el viaje de Nueva York a Nicaragua. Los recuerdos de las sucias galeras de aquel barco, se convertían ahora en estufas de acero inoxidable, hornos de gas, todos los trabajadores vestían ropas blancas impecables y todo era de una deslumbrante limpieza. Comparada con la bazofia diaria del barco, esa cocina era ahora el paraíso con manjares variados que salían de aquellos hornos y estufas. El estar ocupado en su trabajo le agradaba, y más, poder regresar a casa con el sobre de su sueldo, le dio la satisfacción de sentir que era útil y no una carga para Lilian.
Era una brillante mañana de domingo. Eran cerca de las diez de la mañana cuando Lilian salió de su recámara y desayunaron sin ningún plan definido.
-¿Qué queréis hacer hoy? – preguntó Diego.
-No sé… podríamos ir a la playa, pero me parece que está algo fresco el viento.
Ya en la mente de Lilian, desde hacía tiempo, estaba planeado que Diego tuviera un enfrentamiento con el barco. Era necesario que en el proceso de reconocimiento de su personalidad, tuviera presente esa parte de la historia. El barco era el punto de fuga de uno y el del encuentro para el otro yo. El estado de destrucción de la nave podría traerle recuerdos que indudablemente serían amargos, sí, pero serían la conexión con la realidad. De una realidad a la que se le había venido trayendo para encontrar la vida en el mundo actual.
-¿Qué te parece si vamos a echar un vistazo al Milady? – dijo Lilian aparentando algo muy casual. – Nos hemos olvidado totalmente del barco.
Diego quedó pensativo con la mirada perdida en el ventanal y unos segundos recuperó la sonrisa.
-Sí, claro. Por qué no.
Lilian respiró tranquila al ver su reacción, aunque en realidad faltaba esperar al momento del enfrentamiento con el barco.
Dos horas después entraban a la Beach Marine, la marina donde el servicio de Guardacostas había depositado al Milady.
Diego disfrutaba mirando las hileras de barcos veleros y de motor de todo tipo que alineaban en los atracaderos. Las embarcaciones se bamboleaban alegremente con el viento y con las aguas agitadas por el paso de algún bote de motor.
-¿Qué lindo, verdad? – dijo Lilian que no perdía detalle en las reacciones de Diego.
-¡Diantres!... Jamás había visto tantas embarcaciones en mi vida.
Minutos después un empleado de la marina los llevó hasta donde tenían el Milady, posado en tierra sobre unos postes metálicos. Era lastimoso ver lo destrozado que estaba. No era necesario recurrir a la imaginación para darse cuenta de la fuerza con que había sido azotado por la tormenta. Ya le habían quitado los andrajos de las velas desgarradas. El timón estaba roto y seguramente por dentro era un desastre.
-Quiero subir a verlo por dentro. – dijo Diego.
Lilian contuvo la respiración, pero apoyó la idea. Trajeron una escalerilla y Diego subió a la cubierta. Caminó entre la maraña de drizas rotas, estayes y obenques de acero en desorden. Por la escotilla se asomó al interior de la cabina y quedó paralizado. Miró el desorden y la desolación, a pesar de que ya lo habían limpiado de toda la basura y quedó absorto hundido en sus pensamientos.
Minutos después, sintió una mano cálida sobre su hombro, la de Lilian que había subido a cubierta.
-¿Aquí me encontraron?...
Era muy difícil para él recordar lo que había pasado. Habían sido horas de total confusión que su memoria no pudo registrar en el medio del hambre, el frío y sobre todo el total desconcierto de no saber dónde se encontraba. Trataba de atar esas imágenes sueltas que aparecían en su memoria y que parecían no estar relacionadas con nada que pudiera tener una explicación.
-Lilian, qué triste es esto… - y se abrazó a Lilian. Aspiró profundamente para contener los sentimientos.
Cuando bajaron a tierra, Lilian se sintió satisfecha con los resultados de la prueba. Diego había logrado mantenerse firme sin sufrir un impacto muy doloroso en su encuentro con esa parte de la recuperación de su vida. Al empleado de la marina se le había unido otro hombre de amplia sonrisa y la actitud clara del vendedor.
-Y bien… ¿Qué les parece. Ya están listos para arreglar al Milady y ponerlo nuevamente en el agua?
Diego y Lilian se sorprendieron de la pregunta tan audaz. Ellos estaban ahí para un paso de la rehabilitación de Diego, y nunca pensaron en que se les ofreciera la rehabilitación del Milady.
-¿Cómo dice?... No, por supuesto que no, sólo que-ríamos verlo… - dijo Lilian, un tanto confundida.
El hombre les explicó que la Marina había aceptado que el barco fuera depositado con ellos porque ese es el procedimiento de los rescates, pero que siempre esperaban que fuera reparado, ese era su negocio. De otra manera tendrían que retirarlo de sus instalaciones.
-Sí lo entiendo. –Dijo Lilian y observó que Diego miraba al Milady con tristeza.
Pero ni siquiera se atrevió a pensarlo. Reparar una embarcación tan dañada no era cuestión de unos cuantos dólares, y por supuesto no podrían afrontarlo.
-Nooo, No… estamos pensando en repararlo…
-¿Y por qué no? – preguntó el hombre. – Es una embarcación muy linda y valiosa. No la pueden abandonar así como así.
-Es que no podemos pagarla. – intervino Diego.
-Debe costar una fortuna. – añadió Lilian.
-No tanto como parece… Creo que con seis o siete mil dólares, podemos poner a esta nave como nueva. JaJaJa – dijo con su aire de vendedor optimista.
-¡Uhhhh! – exclamaron Lilian y Antonio, como si hubieran escuchado una broma.
-¡Imposible…!
-Pero ustedes no tienen que pagarlo. ¿El barco tiene seguro, verdad?
-¿Seguro? – Lilian y Antonio se miraron con la duda pintada en el rostro.
-¡Vamos, cómo no pueden saber si tienen seguro o no!
Lilian no quiso que las dudas siguieran sugiriendo al hombre que no sabían nada sobre la situación de Diego y se lo quitó de encima diciendo que esa noche revisarían los papeles para saber hasta donde tenían cobertura.
Cuando llegaron a casa Lilian buscó con manos nerviosas los papeles del barco, sólo por la duda que les había plantado el hombre de la marina. Pero, primero había que preguntarse ellos mismos si es que querían reparar el barco. A ella le gustaba salir a navegar, pero lo más importante era si ya era tiempo de que Diego saliera al mar. Lo había visto estremecerse frente al Milady, y no podía estar segura de lo que pudiera pasar si se encontrara nuevamente a bordo, en el mar, en el escenario de sus contradicciones.
Diego por su lado, estaba enclaustrado en sus pensamientos, pero no eran por la decisión de reparar el bote o no. Estaba impresionado por haber visto el lugar donde había nacido su controversial persona.
Ahí estaba, entre los papeles de la cartera impermeable, el documento que en su membrete decía New York Boat Insurance. Lilian leyó ávidamente las cláusulas, tratando de entender lo que toda esa palabrería legal que-ría decir, y que uno nunca lee porque cree que no lo va a necesitar nunca. Por principio, el Milady estaba asegurado y la póliza estaba vigente, aunque a un par de meses de su vencimiento.
Recorrió los párrafos… Vandalismo… Robo… Fuego… Daños por tormenta… Y el corazón le dio un salto. Ahí estaba… Daños por tormenta. ¡Ese era el caso!
Era domingo, pero al día siguiente llamaría a la aseguradora desde el hospital. Se dio cuenta de que ella estaba tomando la iniciativa sobre la reparación del barco. Cerró la carpeta y se quedó mirando detenidamente a Diego, que ausente, estaba en el couch mirando televisión. Ella era la que tendría que decidir si recuperar al Milady era en beneficio de Diego. No podía negar que en su mente estaba clavada la incertidumbre. Allí es donde había muerto Antonio para encontrar a Diego, sin embargo podría ser de ayuda el saber que esa era el punto de partida para la nueva vida que cada día se mostraba más seguro de tener.
-Diego… - le preguntó suavemente. – ¿Quieres tener el barco de vuelta?
Sin quitar la vista del televisor, Diego murmuró:
-¿Y yo que voy a saber?
-Te lo pregunto porque he consultado los papeles… y es posible que la aseguradora pague todo lo necesario para su reparación.
-Ajá…
-Si no tienes interés en recuperar el barco, dejémoslo por perdido.
Diego parecía no escuchar, pero en su mente los pensamientos daban vueltas buscando una salida.
-Pues… no sé, tal vez… - y se levantó para mirar a Lilian. - ¿A ti te gustaría tener el barco?
-No se trata de mí Diego. Se trata de ti, porque es tu embarcación y…
-Lilian, estamos juntos en esto, tú me habéis convencido de vivir esta vida, y… si la vivo contigo, pues entonces…
-La decisión es tuya, Diego.
-Pero tú eres la que sabe de los seguros, las tarjetas, lo que es legal y lo que no… Sí, no lo niego, me gustaría tener el barco, sabes que me gusta el mar, pero… qué estoy diciendo. Yo no sé como gobernar un barco así, todo es diferente a lo que yo conozco.
-De cualquier manera, mañana hablaré con las agencia de seguros y ya veremos qué pasa. En todo caso, si no lo quieres lo podríamos vender, ¿verdad? Tendrías un buen dinero…
Diego no contestó.
Enero 28, 1989. Water way, Jacksonville, Florida.
El Milady lucía como nuevo, después de la cuidadosa reparación de los daños y surcaba las aguas del canal de Jacksonville que desembocaba en el Atlántico. Al timón estaba un Diego sonriente que respiraba seguridad, después de haber pasado por cinco largas sesiones de entrenamiento a manos de un instructor recomendado por la marina. Pronto había aprendido a gobernar el barco con las velas que diferenciaban en mucho con las que él conocía, pero el viento era el mismo que había impulsado a los barcos de todos los tiempos, y eso ya lo recordaba. Les tomaba aproximadamente una media hora recorrer el canal a motor, para llegar a la desembocadura y entrar a mar abierto.
Entre los dos izaron velas y el Milady escoraba ligeramente con un suave viento sesgado por babor que lo impulsaba a unos 6 nudos sobre un mar tranquilo.
Ya dentro de la intimidad que da el estar dentro del inmenso mar, Lilian se sacó el short y la playera para quedar con un diminuto bikini que la hacía lucir esplendorosa.
-¡Ahhh… qué día más bello! – gritó alegremente. Y lo besó en la mejilla.
Diego al timón le correspondió con una amplia sonrisa. Se sentía seguro y feliz de estar en el mar y gobernando lo que… ahora podía sentir como su propio barco.
-Por favor ponme un poco en la espalda- y Lilian le dio el tubo de bloqueador de sol. – No quiero quemarme demasiado.
Diego trabó la rueda del timón para disponer de ambas manos y empezó a esparcir la crema. Esa sensación de suavidad, ese roce con su piel era tan sensual. Miraba a sus manos recorrer esa planicie de ligeras ondulaciones, esa piel de color canela que seguramente tenía el sabor de la miel. Y frotó los hombros para llegar a la graciosa curva donde aparecía el cuello, esbelto, largo… Lilian movió la cabeza de un lado a otro y dejó escapar un suave gemido de satisfacción…
-Hmmm… feels sooo good…
Diego llevó sus manos por la espalda, en los costados y…
-Por la cintura también… - dijo Lilian en un dulce aliento.
Diego obedeció, se puso más crema en las manos y fue hasta donde la curvatura marcaba el inicio de las caderas, era como una zona erógena, el cordón rojo del bikini era como una frontera infranqueable que indicaba hasta donde sus manos podían llegar. Pero sus ojos se embelesaron siguiendo las curvaturas sensuales para llegar más abajo, donde surgían esos dos glúteos, redondos como peras suaves y jugosas que se fundían para caer en los muslos de líneas que se unían en la provocativa sombra de un triángulo astral… y su mente se permitió imaginar cualquier locura.
Y siguió frotando suavemente la cintura, sintiendo irrefrenables deseos de abrazarla, de besarla en el cuello, hasta que…
-Gracias… Diego… - y Lilian le sonrió dulcemente con una mirada que brillaba más que el sol. Tomó el tubo de sus manos y se sentó para ponerse bloqueador en la cara, en los brazos y en las piernas… Diego siguió embelesado cada movimiento con pasión, sintiendo que él mismo acariciaba esas piernas, largas… de curvas eternas y deliciosas… el torso sensual con las copas de sus senos erguidos y dulces, cubiertos por los óvalos celestinos de su pícaro sostén. Ya sabía lo hermosa que era Lilian, desde que la había visto desnuda, durante unos segundos, en la tina de baño, pero nunca antes la había visto tan sensual, tan… excitante. Era como tener un sueño erótico en que paso a paso, su belleza se iba desenvolviendo frente a él, se hacía más bella a cada uno de sus movimientos. Y no era ningún sueño, allí estaba ella gozando su figura hermosa en el escenario magnífico de un día brillante con un cielo azul de maravilla. En varias ocasiones anteriores, se habían besado con ardor, pero ninguno se había atrevido a cruzar la frontera del amor carnal. Diego se sentía incapaz de pedírselo y ella no se atrevía a violar los sentimientos que pertenecían a otra mujer.
Diego volvió al timón y trató de encontrar la calma, pero sus pensamientos rondaban por donde no pueden apagarse.
Lilian terminó de embadurnarse la crema y arrastró la colchoneta del banco para irse a tender en la cubierta de proa. Se recostó bocabajo y se desató el sostén para evitar líneas sin sol en la espalda. En ese momento, los vientos ciegos soplaron desde la cima de un deseo irreversible.
Diego aflojó la driza de la mayor y trabó el timón para quedarse a la deriva. El Milady obedeció sumisamente y se entregó a la voluntad del viento en un balanceo cadencioso sobre un mar tranquilo.
Absorto en la figura de Lilian, Diego se sacó la camiseta. Sus ojos brillaban con lujuria y su respiración se agitó. Dio unos pasos para llegar a cubierta y se acercó a Lilian.
-¿Te puedo acompañar?
Sorprendida, Lilian giró la cabeza para encontrarse con Diego, arrodillado junto a ella y lo miró un tanto indecisa.
-Claro… ¿por qué no? - Y se giró a su costado sobre la colchoneta presionando con su mano el sostén contra su pecho.
Diego se tendió muy junto a ella y su cara quedó cerca de la de Lilian. Un largo silencio se detuvo entre sus miradas. Diego se acercó más y la besó en los labios suavemente sólo un instante.
Se miraron intensamente, buscando el significado de ese beso y pronto encontraron la respuesta. Unieron sus labios con la pasión de un fuego intenso que provocó que las manos empezaran a prodigar caricias y que los cuerpos se entrelazaran ansiosos. Era como el primer estallido de una tormenta que se había venido gestando paulatinamente desde el primer día que Diego sintió una tierna caricia de sus manos en su cama de hospital. Las barreras que los separaban empezaron a caer sin que nada pudiera impedirlo. No porque no lo supieran, sino porque no querían aceptarlo, los dos tenían los deseos guardados en el fondo de su intimidad y temerosos esperaban que llegara al momento preciso para dejarse llevar hasta el fondo de esa ilusión sin que nada los detuviera. Los deseos… ¿eran simplemente carnales?... ¿era acaso, amor verdadero? Esas eran las preguntas que se hacían, cuando exhaustos, quedaron tendidos sobre cubierta bañados por un sol complaciente y arrullados por el balanceo del Milady que tranquilo esperaba órdenes.
Más tarde, Diego bajó a la cabina y abrió la botella de vino blanco Chardonnay californiano y regresó a cubierta con dos vasos.
-¡Hmmm… Qué rico! – dijo alegremente Lilian después de saborear el primer trago.
Diego se fascinó viendo la alegría que manaba de ese rostro hermoso que hacía que sus labios rojos se extendieran dejando a la vista las impecables hileras de blancos dientes.
-¡Salud! – dijo, y chocó su vaso con el de ella sin que se oyera el clásico click de las copas de un brindis con copas de cristal.
-¡Por la vida! – dijo Lilian.
-¡Por el amor!
En el camino de regreso poco hablaron. Lilian iba a la espalda de Diego, abrazándolo y dejándolo en libertad de movimientos para las maniobras. Sólo algunos comentarios banales sobre esto o aquello. Parecía como si tuvieran temor de mencionar el encuentro amoroso que había sacudido sus corazones.
-¿Te sientes bien? – murmuró Lilian a su oído.
-Sí claro… que muy bien. ¿Por qué no habría de estarlo?
-Es que vas tan callado…
El Milady se sacudió con una racha de viento. Empezaba a enfriar la tarde y los vientos se activaban.
-¡Afloja un poco el foque! – pidió Diego, al tiempo que él también daba un poco de la vela mayor para ganar velocidad. Lilian quitó el seguro y sostuvo la manivela para dejarla girar soltando driza hasta que a la señal de Diego, volvió a asegurarla. El Milady escoró obediente y hendió la proa con gallardía.
Ya era su tercera experiencia de gobernar al Milady él solo, después de las salidas con el instructor. Le había sido fácil ponerse al tanto en el manejo de las velas. Recordaba bien lo que había aprendido en los grandes barcos que lo llevaron a New York… y a Nicaragua. Todo era tan distinto, velamen sí, y aunque el propósito era exactamente el mismo – impulsar el barco – ahora había aprendido toda una técnica completamente diferente. Antes tenían que lidiar con los foques, las gavias, las mesanas y tantas clases de velas que colgaban de los diferentes palos. Ahora todo lo hacía con la mayor y el foque, dos velas eran suficientes para vientos normales. Todo eso lo entendía. Pero aunque gracias a las pláticas con Lilian, se había ido acostumbrando a ver las cosas con naturalidad, había muchas cosas de las que aun no salía de su asombro ni entendía cómo funcionaban. Cada vez que veía pasar un avión, y principalmente tan bajo, por la cercanía con el aeropuerto, era como una visión fantástica de un pájaro metálico que rugía espantosamente sin mover las alas… y que llevaba en su vientre dos o trescientos seres vivientes. Los carruajes… que ya no necesitaban caballos y que podían correr a la velocidad del rayo… Y ahí mismo en el barco, aparatos que le marcaban la profundidad de las aguas, dondequiera que se encontrara… el tal Loran… que le calculaba el rumbo y la distancia para llegar a un destino, de día o de noche… sin necesidad de mirar las estrellas… la radio… podían hablar con gente a cualquier distancia… todo eso no lo entendería nunca. Con todo el progreso que Lilian le decía que había alcanzado, para aceptar su vida actual, su mente seguía estando atada al pasado por cabos que no aceptaban esa realidad. Una de esas ataduras seguía siendo el amor a Zelú.
La soñaba con frecuencia y también a su hijo, en pasajes de amor y felicidad. La encontraba en sus pesadillas viendo cómo la raptaban y la maltrataban y la violaban, y despertaba angustiado, sufriendo una vez más sus desventuras.
¿Y Lilian? ¿Estaba enamorado de ella? Sus respuestas eran inseguras, veía en ella a Zelú, que se mantenía viva en su mente, pero Lilian era la realidad, era ella la que le prodigaba cuidados y ternura, y ahora… ahora le había dado el amor con su cuerpo. Se sintió muy confundido nuevamente y prefería callar.
Esa misma noche al terminar la cena, Lilian sugirió que se sentaran en la terraza.
-¿Te arrepientes de lo que hicimos, Diego?
-… ¿Uh?... – dudó - ¿arrepentirme? No… ¿por qué?
-Desde ese momento en que hicimos el amor has estado muy ausente.
Diego sabía exactamente el significado de sus palabras y no supo que contestar. Pero tampoco podía escapar al momento.
-Perdóname… es que… al darme tu amor, me has llevado a otro mundo. Ha sido muy bello, pero a la vez me ha recordado a Zelú.
-Lo sé…
-Es como si tú le dieras vida. Siento que eres como ella, y…
-Diego… Yo soy tu mujer en esta vida que tienes por delante, soy tu Zelú.
-¡NO!... Tú no eres Zelú… - y se cubrió la cara con las manos para ocultar su dolor.
Lilian lo abrazó.
-Diego… mi amor… Yo sé que no puedo cambiar tus sentimientos. Pero estamos en este presente. Zelú vivió para ti hace cien años, ¡MÁS DE CIEN AÑOS!... Ha pasado ya mucho tiempo y ahora tú vives en este mundo, y yo estoy contigo, estoy a tu lado para darte mi amor. Hemos trabajado muy duro para llegar hasta aquí. Mírate, eres un hombre nuevo. Has tenido la fuerza y el coraje para sobreponerte al infortunio que nadie más ha vivido. Has logrado aceptar el misterio de tu destino… y yo… yo te amo Diego.
Lilian lo besó con pasión, pero sus besos no encontraron la respuesta que esperaba. Diego se desplomó sobre la silla, no se atrevió a mirarla y dejó que su vista se perdiera en la profundidad de un cielo negro perforado por las estrellas. Lilian se fue a su recámara con el corazón destrozado.
El siguiente día fue para Lilian largo y angustiante. No lograba concentrarse en su trabajo y miraba al reloj con frecuencia, esperando la hora de regresar a casa. Seguramente, en esas horas transcurridas, los ánimos de los dos podrían encontrar un sendero que los llevara por el entendimiento.
Al llegar a casa, la primera sorpresa fue que Diego no estaba, pero se lo quiso explicar pensando que habría salido a caminar o a alguna compra y esperó, pero su tranquilidad no desapareció. Eran las seis de la tarde.
-Pronto estará aquí… para la hora de la cena. – pensó para darse ánimos, y se puso a preparar algo.
El tiempo transcurría lentamente y la angustia de Lilian crecía a cada minuto. Eran ya casi las ocho de la noche y entonces consideró que ya no era normal su ausencia. Llamó al hospital, pensando que estuviera trabajando de noche. La respuesta fue negativa. Llamó a la policía, a otros hospitales… en ningún lado hubo informes sobre Diego.
Se había quedado dormida en el sofá y cuando despertó sobresaltada eran las tres de la mañana. Fue de inmediato a la recámara de Diego y quedó desolada al darse cuenta de que no estaba. Su preocupación aumentó, pero a esa hora nada podía hacer.
A primera hora del día, pasó por su mente la posibilidad de que estuviera en el barco y llamó a la marina.
-Sí, el Milady salió desde ayer aproximadamente a las dos de la tarde, - dijo el empleado de la marina con la mayor naturalidad - y… no ha regresado aun. No se preocupe, la noche estuvo muy agradable para navegar, señora.
Lilian colgó el teléfono y se desplomó sobre el sofá.
-¡Pudo haberme avisado… CARAJO! – exclamó furiosa.
Buscó sus propias explicaciones. “Está confuso, apenado, triste… no sé qué demonios le hizo querer salir al mar, él solo” – pensaba.
Podía pensarse que hasta cierto punto era natural que Diego estuviera sufriendo el choque sentimental de haberse atrevido a tener sexo con Lilian. Sus facultades no podrían decirse aun que estuvieran en perfecto equilibrio, pero, ¿en cuestión de amores, quién puede decirse que actúe equilibradamente? Lilian misma había perdido el equilibrio, mucho antes cuando empezó a sentir atracción hacia aquel hombre que se debatía en el misterio de su existencia y que necesitaba comprensión y mucha ternura para ayudarlo a entender lo que nadie entendía tampoco. Y, ¿dónde más podía Diego encontrar alivio a sus penas?... en el mar. En la llanura inmensa del océano, dentro de esa inmensa soledad de la noche, donde las respuestas se escuchan con claridad, donde el llanto brota sin temores, donde el universo es el aliado fiel de las batallas propias. Donde el sol derrama su energía para poder seguir adelante en los caminos necios de la vida.
Horas más tarde, desde el hospital, Lilian llamó nuevamente a la marina y se enteró de que Diego aun no había regresado. Ya tenía 24 horas de haber salido. Habló con el master de la marina para pedirle su consejo sobre lo que debería hacer. Le aconsejó que de inmediato lo reportara a la U.S. Coast Guard.
-No se preocupe, - dijo el teniente Anderson del centro de control de Guarda Costas – Es normal que la gente salga a navegar por un día…o dos… y…
-Entiéndame, sus facultades mentales podrían no ser las óptimas en este momento, y estar solo por tantas horas es muy peligroso.
-Doctora Randall, será mejor que venga a estas oficinas para llenar un reporte completo. –dijo el oficial en forma cortante.
Lilian tuvo un caso difícil y no pudo dejar el hospital hasta las 6 de la tarde. Cuando llegó a las oficinas de la Guardia Costera dos oficiales la interrogaron minuciosamente para tener todos los detalles de antes de su desaparición. Lilian se dio cuenta de que uno de los oficiales no pudo evitar arquear las cejas en una expresión un tanto dubitativa.
-¿Le parece extraño, oficial? El que haya motivos sentimentales, no le resta importancia a su desaparición. – dijo Lilian con disgusto.
-No precisamente… – dijo el oficial un tanto apenado.
-Ya le he explicado la condición anímica, que no tiene que ver únicamente con el problema sentimental. Cierto, tuvimos unos momentos difíciles y no sé hasta qué grado pueda tener complicaciones más serias. Por eso es que es necesaria su ayuda de inmediato para localizarlo.
-De acuerdo doctora. Haremos todo lo que sea necesario para encontrarlo. Mañana a primera hora iniciaremos un rastreo.
-¿MAÑANA? – gritó Lilian desesperada.
-Doctora… desgraciadamente tenemos la noche encima y es imposible intentar cualquier cosa. El procedimiento es básicamente visual… de noche no se puede hacer nada. Le aconsejo que lo deje en nuestras manos y puede estar segura de que lo encontraremos. Estaremos en contacto con usted en cuanto haya noticias.
Los oficiales se levantaron militarmente y acompañaron a Lilian hasta la puerta.
Enero 30, 1989. Jacksonville Naval Air Station
A las cinco de la tarde el ensordecedor golpeteo de las aspas del helicóptero HH- 52 y su potente motor, lanzaron una violenta turbulencia de aire sobre la pista de la base naval en su cuidadoso descenso. La tripulación de cuatro oficiales descendió desabrochándose las correas de los cascos y bajando los cierres de los pullovers. Ya desde minutos antes habían radiado a su centro de operaciones los resultados de la búsqueda. Durante seis horas habían rastreado las áreas determinadas sin encontrar ningún vestigio del barco perdido.
Por superficie de inmediato se envió un guardacostas Cutter WMEC-285 para recorrer áreas más cercanas. Pero los resultados siguieron siendo negativos.
Lilian desde su casa esperaba ansiosa la hora indicada para llamar a la base. Cuando escuchó el reporte, sintió que la respiración le faltaba, sus manos temblaban y los ojos contenían el llanto.
-¿Y mañana… qué se va a hacer?
La voz en el auricular dijo que se continuaría la búsqueda en otras áreas diferentes. Que no perdían las esperanzas de encontrarlo, pues un barco del tamaño del Milady no podría estar tan alejado, aunque las corrientes marinas podían haberlo llevado a la deriva más lejos de lo que estaban suponiendo. Tampoco se podía desechar la probabilidad de que hubiera ocurrido un hundimiento… por accidente o por fuego y hasta se habían dado casos de hundimiento intencional, en cuyo caso, la localización sería mucho más difícil pues sólo quedarían flotando algunos objetos de plástico o de madera que eran mucho más difícil de localizar desde el aire.
-¡No… eso no es posible! – clamó Lilian.
-Doctora, tenga fe… lo encontraremos. Pero debe darnos más tiempo, seguramente mañana le tendremos noticias.
Lilian colgó el teléfono. Tenía toda su fe puesta en que encontraran a Diego, pero no parecía ser suficiente. Sabía que los métodos de la Guardia Costera eran muy eficientes para la búsqueda y rescate, pero en este caso siempre se limitaban a las posibilidades visuales, buscarían hasta el cansancio, pero si no lo veían… no había nada. El mar es inmenso y un barco de 27 pies es una insignificancia. Era necesario hacer algo más que eso y pensó en los poderes mentales del doctor Kumar. Marcó de inmediato su número telefónico.
-Doctor Kumar… Espero no ser impertinente, pero tengo un grave problema.
Le narró toda la situación con Diego y sus expectativas de que él pudiera ayudarlo.
-Doctora Lilian… no sé cómo pueda ayudarla. Todo me parece tan complicado y misterioso que…
-¡Precisamente! – irrumpió Lilian. – Los de la Guardia Costera creen que pudo haber sido un accidente… pero yo me inclino más a pensar que pueda haber caído nuevamente en un desequilibrio emocional… ¡My God! Cuando creí que Diego había alcanzado la estabilidad… cuando supuse que habíamos encontrado el amor…
-Ahhh… Me lo suponía.
-¿Cómo?
-Doctora, era evidente. Yo lo vi en sus ojos. Vi como sufría con las narraciones de Diego… vi cómo le tomaba la mano y acariciaba su frente. Tal vez usted no lo sabía aun… pero su corazón estaba latiendo por él, sólo era cuestión de tiempo.
Lilian quedó en silencio buscando la forma de salir del aprieto.
-¿Lilian?
-Sí… aquí estoy…
-Lo único que se me acurre por ahora es intentar una conexión telepática con Diego. No le garantizo nada… simplemente es una aventurada posibilidad de que pudiera recibir alguna señal. Lo intentaré más tarde. Necesito concentrarme… usted me entiende.
-Sí doctor – dijo Lilian aferrándose a la posibilidad de saber algo. - Comprendo. Yo le llamaré más tarde.
-¡No!... No quiero interrupciones. – dijo cortante. – Yo la llamaré cuando tenga algo qué decirle.
-Está bien doctor… como usted diga. - Ya tenía bien claro que no se podía discutir con Kumar y que sería muy molesto estar llamando cada hora para saber si tenía algo qué decirle.
Se sirvió medio vaso de vodka y se derrumbó en el sofá con la cabeza llena de borrasca y oscuros presagios.
-¡Lo vamos a encontrar… ESTOY SEGURA CARAJO!!!
Enero 31, 1989. Mar abierto, a 28 millas de Jacksonville.
Cerca de las ocho de la mañana, cuando Lilian se daba los últimos toques de maquillaje antes de salir para el hospital, sonó el teléfono. -¡Kumar! – dijo en un grito alegre.
-¿Hola?...
-Soy el teniente Lohan de la Guardia Costera…
-¡Diga… diga… - urgió nerviosa.
Le explicó que el piloto de una avioneta particular, a temprana hora, había reportado un barco de características similares a la que estaban buscando, la embarcación lucía en buen estado, lo que aumentaba las posibilidades de que todo estuviera en orden. Y les había transmitido las coordenadas de su posición. Ese era todo el reporte.
-¡Ahhh! Qué buena noticia. – dijo Lilian muy reanimada.
-Ya se están haciendo los preparativos para salir a su rescate, doctora. Le estaremos Informando.
-Espere… ¡Quiero ir con ustedes!
-Lo siento. Eso no es posible… el reglamento dice que…
Lilian se puso tensa y su rostro se endureció.
-¡Entonces quiero hablar con su superior!... por favor comuníqueme.
Cuando tuvo al Capitán Higgins en la línea, le explicó su posición como doctora en el hospital y la necesidad de estar presente en el momento en que se rescatara a Diego. Su condición de estabilidad mental lo requería y era necesario atenderla con la especialidad médica, no únicamente con la de los paramédicos de a bordo.
-Capitán. Es muy necesario que yo esté presente para ayudarlo.
-Entiendo su posición, pero… déjeme hablar con mi superior. Yo le aviso…
-¡No… ya voy para allá! – exclamó Lilian con toda determinación. – Usted consiga esa autorización.
Veinticinco minutos después, Lilian ya había cruzado la barrera de admisión y se encontraba en la plataforma donde el helicóptero de rescate de la Guardia Costera estaba listo para partir. Le habían hecho vestir el overall reglamentario que le despojaba de toda su feminidad y en las manos sostenía el enorme casco que la hacía lucir exactamente igual al resto de la tripulación.
Minutos después se encontraba en el aire, sujetada a su asiento por los cinturones de seguridad y escuchando por los audífonos las indicaciones del piloto. Veinticinco minutos después escuchó que el piloto reportaba a su base que se encontraban sobre el área indicada y que volaría en círculos progresivos para continuar la búsqueda. Las corrientes marítimas y el viento desplazaban a las naves a la deriva en forma que no se podía determinar desde el aire, así que el término de buscar “una aguja en un pajar” podía ser perfectamente traducido, en términos náuticos a “buscar un corcho en el océano Atlántico”
Lilian también miraba ansiosa la inmensa llanura azul. En su desesperación de encontrar a Diego, cada oleaje, o cada movimiento de las aguas, le parecía que era una embarcación. Uno de los marinos iba sentado en la puerta abierta de la nave, con las piernas colgando al aire y sujeto por fuerte arnés de seguridad. Auscultaba sin cesar, la superficie marítima con sus potentes binoculares. El copiloto hacía lo mismo por el otro lado y el piloto, llevaba un cuidadoso control de los instrumentos de vuelo, dejando los datos en la tableta que llevaba sobre la rodilla.
De pronto, el copiloto clavó la mirada en la distancia y tocó el brazo del piloto para señalarle algo. El helicóptero giró a estribor y se dirigió a un punto no lejano que parecía el casco de una embarcación. Lilian asegurada a su asiento, estiraba el cuello tratando de descubrir el objetivo. Fue hasta que la nave se detuvo a cierta altura que pudo ver la embarcación.
-¡SÍ… SÍ… ES EL MILADY! – gritó por el micrófono del casco y toda la tripulación sacudió la cabeza con los oídos lastimados por la alegría de Lilian.
El corazón le latía con fuerza y la invadió la angustia de no ver a Diego en cubierta.
-Preparase para el descenso de inspección. - Anunció el piloto y uno de los tripulantes de inmediato se desató el cinturón de seguridad y conectó su arnés con el cable del cabestrante y se descolgó al cruzar la puerta.
Lilian lo vio descender lentamente, mientras el piloto mantenía firme al aparato casi sobre el Milady. Se formó un gran círculo de crestas blancas en el agua por la potente turbulencia lanzada por las aspas del helicóptero, el velero cabeceaba desconcertado como si estuviera asustado en el centro del círculo. El tripulante llegó a la superficie del mar y se soltó del cable. De unas cuantas brazadas llegó hasta el Milady para abordarlo. Miró a su rededor y luego bajó a la cabina. Fueron segundos de incertidumbre que a Lilian le parecieron eternos. Miraba sin parpadear a la entrada de la cabina, deseando que en cualquier momento apareciera Diego… Estaba segura de que lo encontraría, tal vez el marino lo estaba reanimando, tal vez estaba enfermo… o inconsciente. Pero ya estaban allí para proporcionarle cualquier auxilio que necesitara.
Por fin el marino apareció nuevamente en cubierta y mirando hacia el helicóptero agitó los brazos. Era la señal que Lilian no deseaba ver, se cubrió la mascarilla del casco con las manos y sintió la extraña sensación de impotencia, de soledad… ni siquiera podía tocarse sus propias lágrimas.
-Está vacío… no hay ninguna señal del tripulante. – dijo el rescatista cuando regresó a la nave, con su voz marcial acostumbrada a rendir malas noticias.
Miró a Lilian sumida en su tristeza y puso su mano en su hombro en señal de su condolencia.
-Quiero bajar… - dijo Lilian recuperando el aliento. – Por favor, capitán, déjeme bajar. Se lo suplico.
El capitán lo pensó unos segundos, sacudió la cabeza y entregó los controles al copiloto.
-No es fácil. – le aseguró – Hay que bajar bajo la fuerte presión del viento que genera el helicóptero. Después, ya lo ha visto, hay que nadar dentro de esas aguas turbulentas y luego… el regreso.
-No me importa. – dijo Lilian con gesto enérgico. – Soy fuerte y me considero buena nadadora.
El capitán adivinó en sus ojos su fortaleza y supo que no podría negarse.
-Tendrá que ir acompañada por uno de mis hombres.
-De acuerdo. – dijo Lilian con un gesto de resignación.
No era nada cómodo para Lilian, estar colgando del mismo cable y estrechamente unida con el hombre a sus espaldas, y asegurada con su arnés, durante el trayecto de descenso hasta que llegaron a la superficie. Le habían colocado un enorme chaleco salvavidas que podría inflarse automáticamente en caso de alguna desavenencia. Esto le hizo un tanto incómodo nadar hasta la escalerilla de la popa del Milady. El marino iba nadando detrás de ella, atento a su seguridad.
Subió por la escalerilla a popa del Milady y dio unos pasos lentos mirando a la entrada de la cabina. El marino se dio cuenta de la intensidad de esos momentos y con toda discreción se sentó a popa, mirando al horizonte.
Lilian bajó a la cabina. Todo estaba en orden, todo parecía estar dispuesto para disfrutarlo, tal como lo había visto hasta hace unos días que navegaron juntos. Todo estaba sumido en el silencio profundo del misterio.
-Diego… Diego… ¿dónde estás? – clamó con voz adolorida.
No hubo respuesta…
Lo quiso adivinar, recostado en la litera, frente a la mesa de navegación… Lo quiso imaginar, ahí, al timón del Milady, erguido, fuerte, varonil, perdido en sus silencios de siempre. No podía imaginar lo que pasaba por su mente. Lo podía mirar, en cubierta izando las velas, con seguridad, con una mirada que brillaba sólo de saber que saldría a navegar. Con una mirada que encerraba el secreto de su identidad extemporánea. En un cuerpo que había vivido ilusiones, fantasías, amores de mares y de otros lares. De un cuerpo donde habitaba un espíritu que no había encontrado el descanso y que ahora se encontraba viviendo en las memorias sin tiempo de su peregrinar astral.
Se había roto el ritmo sideral, el orden genérico de la vida, el respeto a los caminos de Dios. Ya no se sabía si era antes o después, si vivía o había vivido. No se sabía ni el origen ni el destino, ni por qué el presente en una forma en que no podemos estar seguros si existe o es un sueño, en el que soñamos que somos, en el que somos mientras podemos serlo. O es una muerte eterna donde vivimos, o es que morimos con la ilusión de seguir viviendo.
Antonio en su condición de materia había traído al Diego espiritual hasta aquí, al medio del océano, al abismo de las aguas, a la noche eterna y el sol cotidiano, al principio de la vida, al final del camino, al eterno destino de la muerte. Al Diego que vagaba con las esperanzas puestas en una ilusión llamada Zelú, buscándola en la eternidad, amándola eternamente.
Lilian estaba sentada en el banco de la cabina. La mirada perdida y los pensamientos sueltos en desbandada. Se dejaba mecer en el suave balanceo del Milady que parecía como si tratara de darle un poco de consuelo. Miró a su rededor, todo era silencio y desolación, sus manos estaban frías, su corazón latía sin prisa. El confuso concepto de la vida se fue abriendo paso por entre los cortinajes de la resignación, era necesario entender que no se puede luchar contra el destino… Todo había terminado…
Obras del mismo autor:
Un Poeta al Paredón
Colección de cuentos cortos. New York 1995
San Miguel Allende
A pictorial Story. 2008
San Miguel Allende
A pictorial Story. 2nd edition 2010
La Dama el Silencio
Novela biográfica. Noviembre 2009
Art in San Miguel
Colección de 30 artistas plásticos. 2009
Art in San Miguel Vol. II
Colección de 30 artistas plásticos. 2010
La Dama el Silencio
Novela biográfica. eLibro y Paperback. Abril 2012
Retrato de la Vida
Novela. eLibro y Paperback. Diciembre 2012.
Con un Pie en el Estribo
Aventuras, memorias y viajes Enero 2013. eLibro y Paperback.
Historias de Rome y Rasga
Cuentos cortos. Febrero 2013. eLibro y Paperback.
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