Una segunda visita por parte de los detectives no era lo que esperaba Eliza Martín. Aunque no dejó de mostrarse tan cortés como en la primera oportunidad, su rostro no disfrazaba la contrariedad que le ocasionaba la perspectiva de un nuevo interrogatorio. Hensley le explicó sin rodeos la razón de su visita. Le comentó sobre los interrogatorios a algunos pescadores y el descubrimiento de que algunos de los que trabajaban para ella recibieron infracciones por parte de Sanders. También le explicó sobre las sospechas que tenían en relación al inspector ambiental como la víctima.
—Por supuesto, pude haber interrogado a esos pescadores directamente uno por uno —explicó Hensley—. Eso no cambiaría el hecho de que deba interrogarla a usted al respecto por tratarse de sus empleados, ya que esas infracciones le afectan más a su granja que a ellos mismos. Preferí tomar el atajo, esperando que tenga algo que decirme al respecto.
—No creo que sea una información pertinente —respondió Eliza a la defensiva—. Yo no tengo nada que ocultar. No soy responsable de lo que haya sucedido, como ya les dije en la anterior visita. Si pretenden acusarme de algo, será mejor que se vayan cuanto antes y esperen una llamada de mi abogado.
—Permítame recordarle que una mano mutilada fue hallada dentro de una trampa de langostas que le pertenece a su empresa. Son altas las probabilidades de que esa mano le pertenezca a un inspector ambiental que reportó infracciones en contra de usted y sus pescadores. Solo queremos la verdad.
—Nuestra intención es conversar con usted antes de buscar los reportes oficiales de Sanders —agregó Sally tras las palabras acaloradas de su compañero—. Fácilmente conseguiríamos los detalles de esos reportes si hacemos una notificación directa a nuestros superiores, pero eso terminaría siendo perjudicial para su negocio.
La señora Martín se obligó a sí misma a mantener la calma para lidiar con los detectives. A estos no les costaba imaginar el dilema que estaba enfrentando, cuestionándose internamente si le convenía consultar con su abogado o continuar con la entrevista para disipar cualquier sospecha que pesara sobre ella. Al final optó por la segunda opción.
—Discúlpenme, detectives. No pretendía ser grosera con ustedes. Comprendan que es una situación complicada. Apenas me estoy enterando de que era la mano de Sanders la que hallaron en mi trampa.
—Esa información no ha sido confirmada —puntualizó Sally—. Pero de todos modos creemos que en cuestión de horas lo sabremos con certeza. El hombre se hallaba oficialmente desaparecido.
—Comprendo —asintió Eliza—. El señor Sanders y yo apenas tuvimos contacto. Solo conversamos en una ocasión. Antes de eso pagué las multas que les hizo a algunos de mis empleados. Sin embargo, luego decidí hablar con él directamente porque ya estaban siendo muchas y no parecían justas.
—Entonces no cree que esos reportes fueron justos —anticipó Hensley—. ¿Diría que el señor Sanders tenía algo en su contra? ¿Intentaba perjudicar su negocio a través de esas multas?
—Eso es lo que quería saber cuando hablé con él —explicó Eliza—. Había algo irregular en su modus operandi.
—¿Y qué se dijo en esa conversación? ¿Aclaró sus dudas al respecto?
—Recuerdo que era un tipo gruñón. No me costó adivinar que detrás de su aparente seriedad sus intenciones con las infracciones eran más ambiciosas.
—Por favor, continúe —la animó Hensley luego de que ella se quedara callada—. ¿Dijo algo indebido?
—Pues me dio a entender que si mi deseo era evitarme problemas, con gusto hubiera hecho la vista gorda ante algunas de nuestras infracciones menores si «engrasáramos» su sucia palma de vez en cuando.
—Entonces, ¿él aceptaba sobornos? Asumo que eso es lo que está diciendo.
—No aceptaba pequeños sobornos, detective —aseguró Eliza mientras negaba con la cabeza—. El hombre exigía que se le pagara por enviar todo un informe de operación impecable al departamento.
—¿Y usted aceptó pagarle el soborno? —interrogó Hensley—. Estaba en el deber de reportarlo.
—Pues le dije que lo pensaría —admitió avergonzada—. No le conté esto a nadie más. Ni siquiera a mis hijos. Se supone que volvería a hablar con él la semana posterior a esa conversación para discutir ese acuerdo. Esa reunión nunca ocurrió porque no recibí su llamada de vuelta. Ahora comprendo por qué.
—Debió reportarlo en lugar de tomar en consideración si pagaría un soborno o no —replicó Hensley implacable—. Lo que dice es una acusación grave en contra de alguien que no está actualmente presente para defenderse. A menos que pretendiera ocultar algo irregular en su granja.
—Sanders haría un mal informe si yo no pagaba la comisión que pedía —debatió Eliza—. Quienes trabajamos en este negocio estamos acostumbrados a recibir pequeñas infracciones porque no siempre controlamos el impacto que la pesca tendrá en el ambiente. Pero si un inspector promete ensañarse en contra tuya, tendrá el poder para transformar pequeños inconvenientes en algo más grande. Era mi deber no solo proteger mi negocio, sino también a mis trabajadores.
—Agradecemos su honestidad —agregó Sally—. No obstante, le advertimos que deberá dar cuentas en relación a su testimonio. Si Gil Sanders pretendía extorsionarla, eso significa que usted tenía motivos para sentirse amenazada por el poder que ostentaba su trabajo de inspector.
—Habría pagado el soborno en lugar de hacerle daño —recalcó Eliza de inmediato antes de que los detectives manifestaran alguna implicación directa de ella frente a la desaparición del inspector—. Yo no soy esa clase de persona. Dirijo un negocio, no una organización criminal.
—De momento no tenemos nada en su contra —declaró Hensley con un tono ambiguo—. Mi recomendación es que no actúe como sospechosa. Evite salir del estado en los días sucesivos. Eso aplica para usted, su familia e incluso sus trabajadores. Si queremos llegar al fondo de este asunto, seguramente necesitaremos su colaboración.
—Ya sabrán dónde encontrarme —replicó Eliza tratando de lucir serena, aunque era evidente que se sentía sobresaltada—. No iré a ningún lado.
Para alivio de la señora Martín, los detectives se despidieron de ella. El nuevo interrogatorio había sido lo suficientemente esclarecedor para hacerse un retrato preciso del desaparecido. Si era un hombre deshonesto que extorsionaba a las personas aprovechándose de su poder, no era difícil suponer que se granjeara muchos enemigos. De ser así, cualquier afectado por sus malas acciones podría haber ejecutó una venganza.