Una vez más, Sally y David se hallaron en la incómoda posición de apostarse frente a la puerta de la casa Sanders sin saber cuánto tiempo esperarían antes de que Diane se dignara a recibirlos. Al cabo de cinco minutos, Hensley tocó el timbre tres veces con impaciencia, para seguidamente golpear la puerta.
—Espera un poco —le pidió Sally apartándole la mano con un gesto delicado—. No queremos espantarla, ¿recuerdas?
—Ella no está en posición de hacernos esperar. Ahora ni siquiera sabemos si salió de su casa cuando regresó. Los oficiales que la trajeron debieron quedarse a vigilarla.
—Eso no habría sido apropiado. No tenemos nada en contra de ella todavía para tratarla como una delincuente. Llamaré a sus teléfonos para comprobar si se encuentra.
En los registros de la morgue habían obligado a que Diane dejara sus números de contacto. En el camino hacia la casa Sanders, Sally solicitó que le mandaran esa información por si acaso la necesitara de inmediato. Fue una decisión inteligente dadas las circunstancias. Sally marcó primero el número de la casa, el cual repicó con normalidad sin que obtuviera respuesta. A continuación probó con el teléfono móvil. Enseguida respondió una contestadora, diciendo que el número se encontraba fuera de servicio.
—La mujer nos ha timado —manifestó Hensley encolerizado—. Ahora podría estar en cualquier parte.
—No sé, David. ¿Por qué haría de inmediato algo que se interpretaría como una acción sospechosa? Hay algo que no me cuadra. Llamaré a Scott.
—Déjame pensar primero —la detuvo Hensley—. Si reportamos su desaparición, no podremos entrar a la casa hasta obtener una orden.
—¿Allanaremos la casa sin una orden de registro? No sé, David. Me parece arriesgado. Si por casualidad la encontramos durmiendo, porque estamos exagerando, ¿cómo explicaremos nuestra acción?
—Alegaremos que teníamos sospechas de que algo podría haberle ocurrido —sostuvo Hensley—. Tampoco descartemos esa posibilidad. Tengo un mal presentimiento.
A Sally le costó aceptar lo que su compañero le proponía. Introducirse ilegalmente en una propiedad privada les traería consecuencias capaces de costarles el trabajo, además de retrasar la investigación, permitiendo que el verdadero culpable se saliera con la suya. No obstante, también era cierto que si algo malo le estaba sucediendo a Diane, no se perdonaría haber podido evitarlo si actuaban con prontitud. Así que al fin cedió.
Con el permiso de su compañera, Hensley echó mano de un carné para tratar de forzar la cerradura. El truco no le resultó, por lo cual se vieron en la necesidad de emplear métodos más radicales. David recogió una piedra del patio y la arrojó contra una de las ventanas. Gracias a ello pudo forzarlas para que se abrieran con facilidad. De este modo ambos detectives se introdujeron en la casa como si se fueran unos delincuentes.
Para sorpresa de ambos, lo que imaginaron como una excusa para justificar su intromisión en la casa resultó ser un hecho real y comprobado. Un charco de sangre comenzaba a secarse a lo largo del piso de la sala de estar magníficamente decorada, lo cual creaba un contraste grotesco. Sobre este yacía de espaldas el cuerpo sin vida de Diane Sanders. Al igual que su marido, su cuerpo fue herido en la espalda, solo que esta vez con un cuchillo. No había rastros del arma en ninguna parte. Sally se arrodilló ante el cuerpo, notando algo que se les pasó por alto a primera vista.
—Su mano ha sido mutilada —señaló Sally horrorizada—. Este asesinato parece mucho más desesperado.
Hensley se asomó para comprobar lo que la detective le señalaba. En efecto, Diane tenía apoyado su peso sobre la mano mutilada. Daba la impresión de que mientras moría desangrada hizo este gesto para mitigar el dolor que le producía la amputación.
—Esto debe de haber sucedido apenas entró a su casa, o no mucho tiempo después —observó Hensley—. Lleva puesta la ropa que usaba cuando la llevaron a la morgue. Cabe la posibilidad de que el asesino la estuviera esperando, o no le dio tiempo de ocultarse cuando llegó, por lo que la atacó rápidamente.
—¿Y por qué amputarle la mano tal como hizo con su esposo?
—No suelo decir esto, pero ahora me parece lo apropiado. No le demos demasiadas interpretaciones a ese gesto. Quien está detrás de esto ha llegado a la cima de mi lista de idiotas. Me parece más bien que el asesino trata de confundirnos en lugar de darnos un mensaje.
—Creo que entiendo a lo que apuntas —reflexionó Sally—. El responsable quiere dar la impresión de que quien hizo esto es un asesino en serie. Esa interpretación modificaría por completo nuestra investigación.
—Y retrasaría la captura del culpable —anticipó Hensley—. Por tratarse de un inspector ambiental y su esposa, en la comisaría considerarán que sería mejor que el FBI se encargue. Quedaríamos prácticamente descartados de la investigación. Eso es lo de menos, por supuesto.
—Lo fundamental es evitar que el asesino gane tiempo. Pero y si se trata de un asesino serial, ¿habrán futuras víctimas según este mismo método?
—No encaja con el patrón de los asesinos seriales —explicó Hensley—. Casi nunca matan a miembros de una misma familia por separado en días distintos. Además, las implicaciones simbólicas a la hora de elegir víctimas crean otras coincidencias de sexo y características físicas. Esto fue un asunto personal con la familia Sanders.
—Igual tenemos la responsabilidad de notificar a la comisaría nuestro hallazgo. Lamentablemente no podemos evitar si Scott prefiere que el FBI se encargue.
—Debemos resolver el caso antes de que eso ocurra —insistió Hensley, maldiciendo por lo bajo antes de continuar la conversación—. Llama a Scott y explícale lo sucedido. Nosotros seguiremos trabajando en el caso hasta que cambien las órdenes, conscientes de que el tiempo está jugando en nuestra contra. Vamos a poner a trabajar a los chicos forenses. Quiero encontrar el nombre del naufragio y su ubicación. Estoy seguro de que Sanders lo tuvo escondido en algún lugar.
—¿Qué tal una memoria USB? —sugirió Sally—. A lo mejor ella la tenía escondida en su cuerpo. Quizá en su sujetador. Era consciente de que eso la conduciría al tesoro que su esposo no tuvo tiempo de robar. Cuando vio al asesino se apresuró a sujetar el objeto en su mano.
—Le apuñaló la mano como una medida desesperada porque no quería soltar el objeto —continuó Hensley, mirando al cadáver y a su compañera a la vez—. El asesino terminó recreando la muerte del señor Sanders casi de forma casual, y cuando se dio cuenta de las coincidencias continuó intencionalmente.
—Se dio cuenta de que eso le convendría —apoyó Sally apartando el cabello de Diane para revisarle el cuello—. En el proceso se le debe de haber ocurrido terminar de cortar la mano para que pareciera un asesino serial. Fíjate que la apuñaló en el mismo punto donde lo hizo con Gil. Sin embargo, creo ver una línea roja de presión sobre su cuello.
—La ahorcó primero y la apuñaló después. Al igual que la mutilación, preparó una escena del crimen falsa cuando ya estaba muerta. De cualquier manera, debió de haberse llevado consigo lo que ella tenía para hallar el tesoro. Esto le aseguraba que no hubiera más personas con este conocimiento.
—Creo que la señora Sanders no sabía la identidad del asesino —reflexionó Sally—. Solo el motivo del crimen. Por eso estaba impaciente y no asustada. Si hubiese pensado que alguien atentaría contra su vida, lo habría denunciado. Pero ¿por qué matar a la señora Sanders si ella le daría a su asesino lo que quería? Debido a que no podía dejarla vivir después de haberse revelado quién era durante la confrontación, ¿no es cierto?
—Nunca subestimes la ambición de alguien. A lo mejor Diane no quería perder su oportunidad de hacerse con el botín. Mira a tu alrededor, es la casa de alguien que no se conforma con poco. Especialmente si se convertiría en una viuda. Ella no lo denunciaría. Trataría primero de llegar a un acuerdo, pero no previno que él pudiera tener el atrevimiento de visitarla sabiendo que todos estábamos al tanto de los movimientos de ella como potencial sospechosa.
Sally llamó a la comisaría para reportar la escena del crimen. Cuando colgó le anunció a Hensley que el lugar sería acordonado en los próximos veinte minutos. El detective pareció ligeramente irritado, cada vez más consciente de que las complicaciones que traería consigo la muerte de Diane favorecerían al asesino de ambas víctimas.
—Tomemos su computadora portátil y veamos si podemos obtener algo más de ella —sugirió Hensley dirigiéndose a la habitación—. ¡Sally, entra aquí!
El grito de alerta de Hensley la sobresaltó. Para averiguar de qué se trataba corrió rápidamente hasta la habitación. Sally se detuvo antes de llegar al umbral, donde estaba apostado David con la mirada fija en algo que ella no alcanzaba a ver.
—¿Qué ocurre, David?
—Hemos sido unos tontos por no revisar toda la casa apenas entramos. Será mejor que esto lo veas por ti misma. Nos apresuramos con todas las conjeturas que hicimos.
Hensley se hizo a un lado para dejar entrar a la detective. Sally no creía lo que veían sus ojos. Un hombre yacía extendido en la cama; estaba muerto y también le faltaba una mano.
—¡¿Qué demonios?! —exclamó Sally llevándose las manos a la cabeza, en shock—. El asesino debe estar demente. Vamos, ¿quién quiere hacer ese tipo de cosas?
El hombre también había sido apuñalado en la espalda con una herida similar a la presentada en el cuerpo de Diane. La mutilación era igualmente torpe, aunque no estaban seguros de si ocurrió luego de la muerte.
—Alguien muy codicioso capaz de hacer lo que sea necesario para no perder —apuntó Hensley respondiendo a la pregunta de Sally—. Cada vez entiendo menos sobre este caso. Será mejor que revisemos toda la casa. No vaya a ser que encontremos otro cadáver.
—No nos apartemos el uno del otro hasta que no llegue el resto. Ya fuimos demasiado confiados e imprudentes desde que irrumpimos.
El detective asintió, aceptando la sugerencia de Sally. En cuestión de dos minutos cubrieron la extensión de la casa, incluyendo la terraza. No encontraron rastros de sangre en ninguna otra parte. Tampoco consiguieron las manos de las víctimas puestas adrede en algún rincón de la casa. Todo parecía indicar que el asesino se las llevó consigo.
—Ahora sí podemos declarar que el lugar está despejado y con dos víctimas. Es lo que debimos hacer antes que nada.
—No nos culpemos por un tonto error humano —dijo Sally—. Ambos ya estaban muertos para el momento en que llegamos. No hace mucha diferencia a cuál encontramos primero. ¿Crees que Diane haya visto al otro cadáver cuando llegó? ¿O fue asesinado después de ella?
—El otro luce más descompuesto que ella. No creo que le haya dado chance de enterarse de que había un muerto en su cama.
—¿Y cómo explicas la forma en que actuó el asesino? Será difícil contradecir la tesis de que se trata de un asesino en serie.
—Esa alternativa cada vez me parece menos posible —concluyó el detective—. Todo parece un esfuerzo demasiado torpe y sangriento para que luzca de esa manera. El problema será convencer a Scott de que nos otorgue un poco más de tiempo.
En medio de esa discusión la casa fue allanada por policías, forenses y demás fuerzas especializadas en una escena del crimen. Hensley apenas alcanzó a murmurar para sus adentros:
—Que comience el circo.