Organización



Un camión pasa a toda prisa por la calle y provoca que los presentes esperen varios segundos para seguir hablando. Los cafés y tés les han sentado fatal tras la visión del vídeo y conocer las intenciones de los secuestradores de la niña. Nadie quiere imaginar que el reloj se ponga a cero y Duquesa no tenga nada mejor que comer en ese zulo.

Cristina suspira, el caso pinta peor de lo que había imaginado a medida que piensa en sus posibilidades. ¿De dónde van a sacar diez millones de euros en menos de dos días? El comisario no tiene que decirle que el caso es suyo, eso se intuía desde que este hizo la llamada casi una hora antes.

La inspectora toma la voz y, en vista de la urgencia que supone esa cuenta atrás en la pantalla, comienza a detallar los pasos a seguir.

—Quiero saber cómo se puede meter un demonio o diablo de Tasmania en el país, así que apretad a las tiendas de animales por si se sacan un extra consiguiendo especies exóticas o protegidas. También quiero localizar a quienes lo hagan sin tener un negocio legal como tapadera, los más peligrosos son los que operan a través de páginas web, blogs y grupos de WhatsApp especializados.

Nuria va tomando nota a la vez que Irene, la recepcionista. Cristina continúa:

—Quiero localizar la procedencia del vídeo. Esa señal debe de dejar un rastro y quiero saber hasta dónde conduce. Sé que los servidores que se usan para este tipo de asuntos están muy bien camuflados tras cortafuegos y una red interminable de países de los que no colaboran nunca con la Unión Europea y demás regiones democráticas, pero eso es indiferente. Nunca se sabe si tendremos suerte por esa vía.

Gonzalo Herrera, uno de los técnicos de la división forense informática, se prestó a hacer esa tarea.

—Víctor, encárgate de sacar una captura del vídeo en la que se vea bien la cara de la niña. Quiero su imagen en cada noticiario de televisión nacional y local, además de periódicos. Tal vez descubramos quién es y desde cuándo y dónde ha desaparecido. Se supone que sus padres habrán denunciado su desaparición.

El subinspector asiente.

—Ese vídeo tiene audio; tenemos que sacar del mismo todo lo que no proceda de esa sala, cualquier sonido del exterior que se filtre; eso podría acercarnos a saber si están en una ciudad, cerca de una parada de autobús, de las vías del tren, de un semáforo de los que pitan cuando se ponen en verde. Lo que sea, incluso una conversación de fondo. Que los informáticos se dediquen a ello. Tenemos menos de dos días y creo que es de vital importancia que todos los recursos de la comisaría hagan un alto para dedicarse a esto. —Miró a Navarro, este asintió—. No dejaremos que ese bicho se coma a la niña, ¿estamos?

—¿Quién va a controlar el vídeo? —pregunta Livia.

—¿Controlar qué?

—Por si sucede algo, quizás el demonio ese no espere al reloj, no creo que su estómago atienda a cuentas atrás.

—Hazlo tú, pero siempre a la vez que apoyas las tareas de tus compañeros. —A la oficial le parece bien—. También hay que revisar el origen de todo esto. Huellas en la carta que vino con el enlace del video, revisar las cámaras de la comisaría y las de la calle para ver al cartero o mensajero. Y lo más importante de todo es saber por qué coño aparece tu nombre en la carta.

Los asistentes se giran para observar a la chica, que se muestra realmente sorprendida. Livia consigue adivinar en las caras de sus compañeros, algunos son amigos, un hilo de desconfianza, como si ella les guardase un secreto inconfesable. Y claro que lo hace. Solo Cristina y el comisario saben cuál es su pasado y el infierno que vivió, pero de lo que aparece en la pantalla no tiene la más remota idea.

La cuenta atrás sigue y todos corren a sus puestos de trabajo, un ejército bien adiestrado de soldados que cumplirán sin descanso la función asignada por su capitán. Precisamente esta, junto con el comandante en jefe, Marcos Navarro, se quedan con Livia unos minutos más en la cocina.

—¿Seguro que no conoces a esa niña? ¿No te suena de nada ese lugar? Intenta hacer memoria.

—Te lo aseguro, Cris.

—Incluso se parece a ti.

—Pues no tengo hermanas pequeñas, que yo sepa, solo niños. Y yo no tengo el pelo tan rubio, ya sabes que me lo tiño, con el mismo tinte que tú.

—¿Y no recuerdas nada de esos años difíciles que viviste…?

—Hace más de siete años que salí de Rumanía, esa niña del video sería un bebé. Los casi cuatro años que pasé en la barriada de La Navidad no tuve trato con ninguna mujer que tuviese una niña pequeña, al menos más allá de un hola y adiós. Y llevo casi cuatro contigo.

—No cuadra —dice Navarro—. ¿Qué puede tener en común Livia con un rescate de diez millones de euros? ¿Qué tipo de delincuente puede organizar todo esto si se trata de un despojo de los que vivían entre tus vecinos? ¿Qué motivación tienen para hacer esto?

Livia lo observa en silencio, no puede responder a simples preguntas retóricas. Cristina asiente y añade a continuación:

—Tenemos que encontrar el vínculo entre quien está haciendo esto y tú, pero también descubrir por qué lo hace. ¿Volverán a ponerse en contacto con nosotros o se limitarán a esperar el ingreso de un dinero que el ministerio jamás aprobará?