Mihai corta la conexión tras enviar el archivo con las fotografías de las piezas de arte que quiere que Livia robe. La señal de error aparece al instante.
—¿Qué coño pasa?
El albino lo mira con curiosidad.
—No te hablo a ti, imbécil, ¿cómo iba a preguntar a un mudo? Largo de aquí.
Mihai sigue tratando de averiguar lo que ocurre, quizás se trate del archivo adjunto, tal vez no se ha enviado del todo porque es muy pesado y por eso no se cierra la conexión. Espera unos largos segundos. Nada. Saca la tarjeta SIM y la parte en dos, el terminal lo arroja al suelo y lo patea hasta que solo quedan trozos diminutos alrededor de la pantalla pulverizada.
Suspira, está furioso y eso hace que no respire bien.
Mil ideas le pasan por la mente. Solo una es la solución, solo puede haber ocurrido una cosa.
«Mierda, esa puta me la ha jugado. ¿Cuánto tiempo tengo para huir o preparar una defensa?».
A tan solo doce kilómetros de allí, Livia circula a doscientos kilómetros por hora por una carretera nacional limitada a ochenta.