A pesar del mal rato, el peor sufrido en años, Livia ahora solo puede centrarse en disfrutar de todo lo que se le viene encima. No solo será la que se enfrente casi en solitario a Mihai y los suyos, la punta de lanza del contraataque policial, sino que lo hará rodeada de una tecnología y un grupo de actuación de los que solo había visto en las películas americanas.
En cuanto se sentó ante Márquez, al que todos en la comisaría llaman Cerocerosiete, pensó que debía haberlo grabado todo para su Instagram. Le metieron un programa especial de seguimiento por GPS a su teléfono móvil, pero eso no era nada, también una pastilla que tuvo que tragarse, con un localizador que actuaría de forma eficaz hasta el momento en que… bueno, tarde o temprano iría al baño a expulsarlo. Lo último, lo que más la alucinó, fue un tatuaje tribal, cuyo diseño ella eligió, en la base de la espalda, en el límite con el trasero, y cuya tinta negra emitía una señal secundaria, por si todo lo anterior fallaba.
—Si algo sale mal y te atrapan, lo primero que te quitarán será el móvil. Tal vez te cagues encima de miedo, quién sabe, ha pasado muchas veces. Pero el tatuaje no lo detectarán y dura dos semanas en la piel.
—¡Genial! ¿Y me vas a dar un boli explosivo o algo así?
—Claro, y un traje de cocodrilo que sirve de submarino. Anda y lárgate de aquí.
Cristina tuvo que insistir, enfadarse y, por último, usar su rango, para obligarla a marcharse a casa. Aunque todos los demás se quedarían en la comisaría toda la noche, ella debía dormir y estar fresca para la misión más importante de su vida, una de la que tenía pocas opciones de salir con vida.
«Claro, ¿quién coño va a dormir esta noche con todo esto en la cabeza?».
Si el momento con Márquez fue algo que no podría olvidar, el camino a casa fue aún mejor. Solo tuvo que mirar de reojo sobre las azoteas de cada edificio que compone su ruta desde el trabajo hasta donde vive de alquiler con su compañera. Había compañeros francotiradores cubriendo cada paso que daba, ocultos a la inocente vista de los transeúntes, pero no a la suya. Tras la emoción inicial, le llegó un leve temor a que alguno de ellos estornudara en mal momento, con el dedo en el gatillo del rifle mientras la observaban por el visor. Algo que no sucedería jamás, pero ella iba montándose su propia película. Incluso pensó al llegar a casa que la cerradura de su puerta había sido forzada, a pesar de que los arañazos llevaban allí más años de los que ella tenía.
Al meterse en la ducha, pues Márquez le había asegurado que solo desollándola podrían quitarle el tatuaje antes de que este se desprendiese por sí solo, se tapó con las manos con todo el pudor del mundo, no fuera que hubiesen instalado cámaras también por su casa. Hasta el ordenador portátil le pareció que arrancaba antes de la cuenta. «¿Habéis limpiado el disco duro, chicos? Os aseguro que las páginas porno del historial son de Nuria Carvallo», dijo al aire, por si hubiera alguien oyéndola.
Ahora son las doce y media de la noche, casi no ha cenado por los nervios y trata por enésima vez de comunicarse con Nuria. Ya solo le falta mandarle una disculpa por no haber sido sincera, y eso es lo que hace en este momento.
Unos segundos más tarde:
<¿En serio? ¿Crees que eso es lo que me ha enfadado?>
<Joder, Nuria, sentía pánico ante la idea de contar lo que iba a hacer y que me frenases. Te lo habría contado, y a Cris, pero… ¿No es eso?>
<Claro que no, hacer el idiota con un caso es algo que todos hacemos una o dos veces al año. Al menos yo. Me refiero a tu pasado. ¿De verdad me he tenido que enterar a través de una cámara de lo que te sucedió siendo niña? ¡Y al mismo tiempo que Irene, Marcos y Víctor! No me lo puedo creer>
<Hay detalles que ni siquiera sabía Cristina>
<Lo sé, me lo dijo hace un rato, por eso te he respondido. Ya se me está pasando el enfado. Pero no te hagas ilusiones, no se me ha pasado del todo>
<¿Sigues en la comisaría?>
<Sí, Marcos se ha estirado y nos ha traído dos docenas de pizzas familiares. Voy a tener el estómago pesado hasta las cinco de la madrugada>
<A David le hubiera gustado, aunque él seguro que se habría pedido dos menús del Burger King de segundo plato>
<Sí, menudo saque tiene>
«Habla de él en presente, no asimila su situación. Aunque, por otro lado, David sigue vivo. Soy yo la que no debería pensar en él en pasado. Quizás lo hago porque no lo conocí antes del atentado que lo dejó en coma, porque no es importante para mí».
<Nuria, deberíais descansar, no entiendo qué es tan importante como para teneros a todos trabajando sin parar>
<No insistas, nadie se marchará hoy a dormir, eso es un privilegio solo para la superoficial que mañana arriesgará su vida>
<Suena mejor en mi mente que como lo has dicho tú>
<Eso es porque estás igual de loca que Cristina, parece que fuese realmente tu hermana>
<¿Cómo está ella ahora? No quiero llamarla, seguirá defraudada>
<No digas tonterías, la conocemos y seguro que siente orgullo por tu valor>
<Pero no por mi estupidez y mis impulsos. Prefiero no llamarla al móvil, seguro que me echa una bronca por no estar durmiendo>
<Seguro. Aquí no hace más que gritar. A mí me ha pedido que revise el protocolo de seguimiento de tus localizadores, además del plan de veinte coches camuflados, dos helicópteros y veinte francotiradores que mañana no te perderán de vista>
<Joder, los verán, ellos los verán y todo se habrá acabado para la niña>
<Cristina ha reunido a un buen equipo, somos doce personas haciendo simulaciones, controlando los semáforos y el tráfico en todo momento en toda la provincia. Jamás se ha visto algo así. Hacemos cientos de cálculos por minuto para prever el comportamiento del entorno, la idea es lograr una efectividad total, que nadie se dé cuenta de lo que pasa; ni siquiera bajo imprevistos de accidentes de tráfico. Hace siete minutos hemos obtenido un noventa y cinco por ciento de efectividad>
<¿Noventa y cinco? Odio ese número>
<Tu nota en la prueba de tiro en el examen. Yo tuve un setenta y dos. No te quejes>
<Ya tenéis una probabilidad fantástica, todo saldrá bien mañana>
<Irás sin armas, eso ha pedido Mihai. Así que Cristina ha exigido un cien por cien de efectividad en todos los pasos a seguir. Nadie dejará de trabajar hasta lograrlo, aunque ella no desee que suceda>
<¿Ella? ¿Cris no quiere que haya un cien por cien de efectividad?>
<No debí decírtelo>
<Desembucha>
<Ya lo han hablado entre Cris y Marcos, si no llegamos al cien por cien antes de la entrega, la operación la hará tu sustituta>
<¿Mi qué? ¿Cómo…? No, no me digas que. No, por favor>