La policía cercó el hotel donde se hospedaba Norman. Los reporteros se aglomeraron atrás de las vallas.
Arriba, los peritos tomaban fotografías de la escena del crimen. Dos kilos de cocaína se habían encontrado dentro de su colchón, anfetaminas y jeringas.
La escena era perturbadora. Kyle estaba en el fondo de la bañera. Permanecía con los ojos abiertos y su rostro era angustiante.
—¡Detective Quiroz! ¿Puede venir? —dijo un policía desde la puerta del baño.
—¿Qué sucede? —preguntó Quiroz.
—Revisamos los videos de seguridad del hotel. Hay como 40 minutos perdidos en la cinta.
—¡Cómo que perdidos! Se supone que es un hotel de prestigio. ¿Qué explicación te dieron?
—Pues en realidad es un programa el que controla las cámaras, al parecer se reinició. Ninguna de las cámaras del hotel funcionó.
—Ya veo. Contacta a la empresa que le da mantenimiento al sistema. Busca las cintas de las cámaras que se encuentran en la calle. Quiero que me des un informe detallado de los enemigos de Norman y pide al hotel un registro de todas las llamadas que realizó. ¿Qué hay de los guardias de seguridad, qué explicación te dieron?
—Hubo problemas en el cambio de turno y nadie estaba vigilando las cámaras.
—Eso es todo —Quiroz hizo una pausa, se dio la vuelta y se detuvo.— ¿Sigues aquí? ¡Haz lo que te digo! –gritó.
—Si detective. ¡En seguida!
Quiroz era un detective de aproximadamente 45 años, su cabello comenzaba a canear, tenía unas cuantas arrugas alrededor de los ojos y rara vez sonreía. Era un hombre suspicaz, capaz de investigar en los lugares menos imaginados. A él se le asignaban los casos más extraños.
La muerte de Norman tenía tintes de sobredosis sin embargo él sabía que un personaje de su calaña convenía más estando muerto.
Le pareció extraño que no tuviera celular y aún más extraño que estuviera en la bañera. Había que esperar los resultados de la autopsia.
Irina salió de la casa, se sentía mareada. Tan distraída estaba, que no se percató del guardia que la seguía. Recordó últimas palabras de Kyle pidiéndole hablar con ella.
Caminó por las empedradas calles de San Miguel. Había olvidado lo hermoso que era. La nostalgia la condujo a La Finca, cruzó el primer cuadro del centro y se detuvo cerca de la fuente de los frailes.
Él estaba ahí, parado justo enfrente, con la mirada perdida. El cuello de su suéter negro estaba levantado, jamás lo había visto sin rasurar, mantenía sus manos dentro de las bolsas de los jeans.
Él volteó ante la insistente mirada de la chica y sonrió. En ese momento el tiempo se detuvo. Un ligero escalofrío recorrió su cuerpo, se pasó el cabello atrás de la oreja, siempre lo hacía cuando estaba nerviosa. Sonrió tímidamente, finalmente camino hacia él.
Joshep la tomó del cuello, la miró recorriendo cada centímetro de su rostro.
—¿Rubia? —preguntó intrigado y con un aire de tristeza.
Irina se alejó de él, le dio la espalda.
—Pensé que un cambio de imagen me vendría bien. ¿No te gusta? —preguntó inquieta.
—Mucho —sonrió forzado—. Pero me hace sentir más ajeno a ti —dijo melancólico—. Supe lo de tu padre, intenté llamarte pero tenías apagado el celular. Decidí venir a buscarte.
—No debiste hacerlo. La salud de mi padre es delicada y verte a mi lado no ayudaría.
—Lo sé. Ahora más que nunca conviene que estemos distanciados. Por cierto mi padre fue dado de alta de terapia, lo pasaron a un cuarto, al parecer esta fuera de peligro.
—Me da gusto escuchar eso.
—Sé que él está aquí, que ha ayudado en todo lo relacionado con tu padre —dijo refiriéndose a Scott.
—Sí. Espero entiendas que...
—¿Qué? ¿Que lo amas? —interrumpió.
Irina bajó la mirada, su corazón palpito. Fue incapaz de decirle que su padre le pidió alejarse de él.
—Escucha a él le debemos que tu padre haya sido trasladado a un hospital. Sin su ayuda no lo hubieran mandado a un hospital...
—¡Sin su ayuda estaríamos perdidos! —dijo sarcásticamente—. Hubiera preferido que no se involucrara. Busca cualquier pretexto para acercarse a ti.
—Es mi amigo. Ha demostrado ser incondicional a pesar de todo.
—¡Ya entiendo! —gritó decepcionado—. Te entregas a él como recompensa por todos sus favores.
Irina le dio una cachetada.
—¡Cállate! Yo no me estoy vendiendo. Es solo que medité las cosas y desde que nos conocemos hemos tenido problemas. Es como si el estar tú y yo juntos nos trajera desgracias.
—¿Eso crees?
—Creo que fue un error haber creído que después de tantos años separados, las cosas serían igual entre nosotros.
—La peor desgracia que puede ocurrir entre nosotros es que tú creas que esto no vale la pena.
—Yo no dije eso.
—¡Lo sugeriste! —dijo decepcionado—. Entonces creo que será mejor que me vaya—. Joshep se dio la vuelta y antes de dar un paso más se detuvo—. En cuanto mi padre se recupere y arregle su situación legal me iré a España. Ya nada tengo que hacer aquí.
Los ojos de Irina se llenaron de lágrimas.
—¿Te vas con Marion? —preguntó con el corazón desquebrajado
—¿Con quién más podría irme? Enrique ya hizo su vida. Descuida que para cuando ellos se casen ya no estaré aquí.
—¿Eso es todo? ¡Ni siquiera haces el intento de luchar por esto! —gritó con la voz entrecortada.
—¡Has sido tú quien dejó en claro nuestra relación! —replicó intentando contener sus emociones.
—¡Entonces no quiero volver a verte, nunca más!
Irina gritó, lanzó un sollozo y con el corazón roto se dio la vuelta. Joshep se quedó parado viéndola huir, intentó seguirla pero se contuvo.
Decidió visitar a su tía. Desde que su padre salió del hospital no había podido hablar con ella.
La Finca seguía siendo el mismo lugar acogedor de siempre. Entró y se sentó en una de las mesas cerca de la ventana. Varios hombres voltearon a verla. Lucille se acercó de inmediato a tomar la orden, desconoció por completo a su sobrina con el cambio de imagen.
—¡Hija! ¡Qué sorpresa tan maravillosa! —la abrazó—. ¡Eres idéntica a Nora!
—¡Tía! —dijo nostálgica.
—¿Cómo esta Jack?
—Recuperándose creo. No ha seguido para nada las indicaciones del doctor. Apenas si lo he visto un par de veces desde que salió del hospital. Se la pasa en la inmobiliaria. Ni siquiera se enfoca en el proceso legal que tiene en contra.
—Entiéndelo. El infarto le dio una buena sacudida.
—No lo sé tía.
—¿Cómo va su proceso legal?
—Scott es un excelente abogado. Al parecer todo va bien. No me he involucrado como quisiera. No sé si te enteraste que el hombre que lo acusó murió.
—Algo de eso leí. Se llama Karma.
—O venganza.
—¡No seas ridícula! ¿Quién querría matarlo?
—Tenía varios enemigos. Bruno Parker era uno de ellos.
—No estarás insinuando que él lo mandó matar. Bruno es un hombre íntegro, decente.
—No. No dije eso. ¿Por qué estas sirviendo el café?
—En esta temporada tengo muchas ausencias.
—Si quieres te podría ayudar por las tardes. Me quedaré hasta la cena de fin de año. Mi padre me pidió que la organizara. Además me serviría de distracción.
—¡Fantástico!
Irina se entristeció de repente y perdió la mirada.
—¿Qué te pasa?
—¿De qué hablas?
—Te noto triste.
—Jamie se casará. No creí que lo hiciera, era demasiado liberal. Lo hará con el hombre que ama.
—¡También tú lo harás!
—No lo sé. Ya no estoy tan convencida al respecto.
—¿Qué me dices de Scott? Es un buen hombre y te ama.
—El amor debe ser mutuo.
—Debes darte una oportunidad. Joshep murió y...
—¿No lo sabes? —preguntó sorprendida—. Creí que Matt te lo había dicho.
—¿Decirme qué?
—Joshep no murió como creímos. A mi padre y a su madre les convenía mantenernos separados. Finalmente lograron separarnos.
—¡Habla claro niña, no te estoy entendiendo!
—Él perdió la memoria en un accidente y...bueno es una historia muy larga. Lo único que debes saber es que él no está dispuesto a luchar por nuestro amor y yo, yo ya no sé si lo que siento por él vale la pena para provocarle otro infarto a mi padre.
—¡No digas tonterías!
—Sabes lo mucho que mi padre lo odia. Mientras estaba en el hospital me pidió como última voluntad que me alejara de Joshep para siempre.
—¡Por supuesto que no harás tal cosa!
—Vengo de hablar con Joshep, ambos coincidimos en que nuestra relación no tiene futuro. Es un capricho tía. Él ya no me ama y yo estoy tan confundida —se secó una lágrima del rostro—. Estoy harta de remar contra corriente.
Lucille la miró desconcertada. Sabía lo mucho que amaba a Joshep pero era tan orgullosa y estaba tan lastimada. Quería contarle la historia que vivió con el padre de Matt pero decidió guardarla para otra ocasión. Se limitó a abrazarla y susurrarle que las cosas mejorarían con el paso del tiempo.
La noticia de la muerte de Norman rápidamente trascendió. Scott se puso en contacto con su padre. A pesar de que su deceso convenía a los intereses de ellos, ponía en el ojo del huracán a Jack complicando su situación legal.
Faltaban pocas semanas para la cena de fin de año y había que comenzar con los preparativos, lo más importante para Brooks era guardar las apariencias.
Mantener a Irina distraída para evitar que interfiriera en el periodo probatorio.
Cuando regresó de la inmobiliaria vio que ella no estaba, de inmediato llamó a Scott.
Matt le había dicho que estaba trabajando en la cafetería de su madre así que fue a buscarla.
Irina había salido temprano de la cafetería. Caminó por las calles de San Miguel hasta llegar al teatro principal. Se sentó en las escalinatas completamente ida. Indirectamente la voluntad de su padre se había cumplido.
El cielo se llenó de nubes. La gente corrió por las calles con las primeras gotas de lluvia. Ella permaneció inmóvil a pesar de las frías gotas que escurrían sobre su rostro.
Scott se paró a su lado cubriéndola con una sombrilla. Ella lo miró sin expresión.
—¿Cómo me encontraste?
—¿Importa eso? Estábamos preocupados por ti.
—Mataron a Norman —dijo angustiada.
—Ven —le dio su mano para que se levantara—. Hablaremos en otro lugar —cuando ella se paró él aprovechó para abrazarla, la sujetó del cuello y le dio un beso en la frente—. Todo saldrá bien, tu padre te necesita íntegra, debes animarlo.
—Lo sé.
Scott le dio su abrigo a Irina y la llevó a un restaurante italiano.
El lugar tenía herrería negra y ladrillos, pisos de duela y un exhibidor de postres junto a la caja.
Se sentaron en una de las mesas del interior y de inmediato el mesero se acercó con la carta. Scott ni siquiera la miró, ordenó una pizza margherita y una botella de vino tinto. Con un sutil movimiento de agradecimiento el mesero se retiró.
—Estoy seguro que no has comido nada en todo el día.
—No pero no tengo hambre. Han pasado muchas cosas y la verdad estoy un poco nerviosa.
—No quisiera tener que agregar más preocupaciones a tu vida, mucho menos con el delicado estado de salud en el que se encuentra tu padre pero, considero que la muerte de Norman no nos trae ningún beneficio. ¿Hablaste con él alguna vez?
Irina se quedó callada. Bajó la mirada.
—Sí. Él quería que tomáramos un café para hablar de un tema muy importante. Me negué a hacerlo. Desde que lo vi en Abarca me pareció un tipo escalofriante. Luego se apareció en el hospital y bueno...
—¡Hizo qué! —gritó alterado—. Escucha —dulcificó la voz—, tengo que regresar a la ciudad, me iré pasado mañana con Brandon pero volveré para la cena de fin de año. Dejaré un escolta a tu disposición.
—Gracias pero no la necesito.
—¡Por favor! No me discutas. Jack está de acuerdo.
—Jack Brooks está de acuerdo. ¡Que novedad! —sonrió forzada.
—Mañana se llevará a cabo el primer proceso, queremos evitar a toda costa que Jack vaya a juicio. Con la muerte de Norman es muy probable que no pase eso.
—Quiero ir al juzgado.
—Jack prefiere que no lo hagas.
—Voy a ir, no puedo esperar a que me lleguen las noticias.
—Tendrás que hacerlo. Es mejor si no estás presente. Yo también lo creo así.
—¿Me vas a obligar?
—Si es necesario. Habrá periodistas de nota roja, amigos de Norman quizá. Harán hasta lo imposible por sacar de sus casillas a Jack. No le des más preocupaciones, ¿quieres?
—Lo pensaré. Jamie se casará el fin de semana.
—¿En serio? —preguntó sarcástico—. ¿Con quién?
—Con un antiguo novio, se llama Enrique.
—¿Y eso te provoca un conflicto?
—No —dijo de forma seria, casi triste.
—¿Entonces por qué esa cara?
—Es que, jamás imaginé que ella siendo como es, tan liberal, tan... desesperante. Se casaría.
—¿Antes que tú? —preguntó intrigado.
—No lo tomes a mal, estoy feliz por ella pero no es lo mismo saber que estará cuando la necesite a, saber que hasta que se desocupe podré contar con ella.
—Oye —la tomó suavemente de la barba—. También tú lo harás, solo es cuestión que te decidas —le dio un beso en la punta de la nariz.