Las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer. Irina se refugió debajo de una cornisa. El agua que caía del cielo comenzó a mojarla. Se deslizó por la pared hasta sentarse en el suelo, estaba agobiada y triste.
Alguien se acercó a ella, le ofreció su mano y la ayudó a levantarse.
—¡Ana!
—¿Qué haces aquí? ¡Santo cielo qué te pasó! —preguntó alterada al ver el estado en el que se encontraba.
—Nada.
—Ven conmigo. No puedes quedarte aquí, te dará una pulmonía.
—Estoy bien, necesito estar sola.
Ana hizo caso omiso de los deseos de la joven y la llevó a su departamento. Puso agua para hacer té y llevó a la chica al baño para que se lavara y se secara. Mientras esperaba en la cocina llamó por teléfono a Scott.
Irina se lavó la cara, levantó la mirada y fijó sus ojos en el espejo. Desconoció su reflejo. Quizá Marion tenía razón. Nunca se había considerado bonita sin embargo esa noche se vio con otros ojos. La mujer que estaba parada, con la mirada ausente y el rostro desencajado, con el corazón roto y sin ilusiones era pálida, delgada, con ojos avellana y cabello ondulado. Su nariz era muy pequeña y sus labios prominentes.
Sujetó su cabello con una liga y secó su rostro. No tenía ni una gota de maquillaje, lucía menor. Se puso la ropa que Ana le prestó mientras su ropa se secaba en la secadora. Salió del baño poco después de escuchar el timbre.
Caminó espectral por el pasillo hasta llegar a la sala. Se sorprendió al ver a Scott sentado en la sala. Él se levantó de inmediato, al verla caminó hacia ella.
—¡Scott! ¿Qué haces aquí? —se detuvo en medio del pasillo.
—Irina no sabía a quién llamar, espero no te molestes conmigo —interrumpió Ana quien llevaba su ropa seca y doblada.
—No lo haré, gracias por preocuparte. Aunque de verdad no era necesario.
Scott la sujetó tiernamente del rostro.
—¿Cómo estas, qué paso? —preguntó lleno de dudas—. ¿Qué hacías en la calle?
—Estoy bien.
—Vamos, te llevaré a tu casa.
—Creí que estarías ocupado con la cena de tu padre —dijo reclamando.
—¿A eso se resume todo? Estas molesta porque no te dije nada.
—¿Por qué habría de estarlo? —contuvo sus emociones.
—Oye, mi padre no suele organizar reuniones de un momento a otro sin embargo, la de hoy fue la excepción.
—No te estoy reclamando nada —dijo seria.
—Vamos, te llevaré a tu casa.
—¡Tu ropa esta lista!
Ana se acercó y se la dio. Irina sonrió y regresó al baño a cambiarse.
—¿Te ha dicho algo? ¿Qué le pasó?
—No hemos hablado. La encontré en la calle no muy lejos de aquí. Estaba llorando y muy alterada. Me asusté demasiado.
—Hablaré con ella.
—Pensé que ya lo habías hecho. Esta mañana te vi muy decidido a hacerlo.
—Iba a hacerlo pero medité mejor las cosas.
—¿En dónde estuviste todo el día?
—Fui a entrenar. Sabes lo mucho que eso me relaja. Por cierto si mi padre te pregunta dile que tuve una reunión en el juzgado, no sé, invéntale algo. No quiero tener problemas con él, al menos no más de los que tendré cuando no me vea llegar a la cena.
—Despreocúpate.
Scott tenía la firme intención de llevar a Irina a su departamento sin embargo ella se negó.
La simple idea de lidiar con Jamie la desanimaba a volver.
Las únicas palabras que ella mencionó después de subir al auto fueron "no quiero ir a mi departamento".
Él la miró extrañado y evitó cuestionarla.
Condujo hasta su penthouse en medio del caos vehicular que se había armado tras la lluvia.
Las luces brillantes de la ciudad se reflejaban como espejos en los charcos de agua. Él abrió la puerta cediendo el paso a la joven.
Irina entró al departamento cauta. Se quitó la chamarra y la colocó encima del respaldo de la silla capitoné. Rodeó la sala y llegó hasta el ventanal de cristal. Recordaba la hermosa vista desde su departamento pero no que fuera tan espectacular como esa noche.
—Tienes una vista extraordinaria —dijo melancólica.
Él se acercó a ella rodeándola por la cintura.
—Ahora la tengo —susurró en su oído. Aspiró el dulce aroma de su perfume y se aferró a ella.
Irina se puso nerviosa, volteó al ver el piano de cola que estaba al otro extremo de la sala y se separó de él.
—¿Tocas el piano?
—A veces. Mi madre me dio unas lecciones. No es algo que me apasione.
—¡Wow! No dejas de sorprenderme. No imaginé que también fueras músico.
—¿También?
—Bueno, Brandon me dijo que toca en un grupo.
—¡Ah! ¡Él! —no disimuló su molestia cuando ella lo mencionó—. ¿Te molesta si te dejo sola unos minutos? Necesito cambiarme.
—¿Qué deporte practicas? Escuché que le dijiste a Ana que venías del gimnasio.
Scott sonrió.
—Entreno kick-boxing, nada competitivo solo amateur. ¿Tú practicas algún deporte?
—Solía correr en pista hasta que un día me esguince un tobillo. Tuve una recuperación dolorosa y tediosa. Me asusté tanto. Decidí que no quería volver a sentirme de esa manera y renuncié.
—Yo nunca me rindo. Oye subiré a cambiarme de ropa, ¿te importa si te dejo sola unos minutos?
—Estaré bien —Irina sonrió y siguió embelesada con la vista.
Habían pasado poco menos de cinco minutos cuando un intenso rayo cayó sobre el asfalto provocando un apagón generalizado.
Irina gritó. Scott bajó de inmediato secándose con una toalla el cabello. Nunca imaginó verlo vestido de una manera tan casual. Rodeó la cocina mientras ella se acercó a la barra. Iluminado por la luz de su teléfono se acercó a la caja de fusibles sin lograr que la luz volviera. Decidió sacar una vela y unos cerillos de otro cajón minimizando el problema.
—Abriré una botella de vino tinto en lo que regresa la luz y podemos salir de aquí. Aunque si lo prefieres podríamos quedarnos a cenar.
—¿Scott Parker cocina? ¡No me digas! Aprendiste en Francia —dijo con un sutil tono de incredulidad.
—De hecho aprendí en Italia. Mi mejor amigo, Antón, me convenció de irme a Italia un verano. Pasábamos las tardes recorriendo las calles de Florencia. Él en especial estaba enamorado de Laura, una belleza de Cerdeña. Era la hija de un prominente exportador de telas. La madre de Laura tenía un restaurante y la presencia de Antón en la vida de su hija no le era indiferente. Nos acogía en su restaurante y nos enseñaba a preparar pasta y a curar jamón. Hacía un aceite espectacular.
—¿Y qué pasó?
—¿Te refieres a qué pasó con ellos? Bueno éramos muy jóvenes cuando eso sucedió. Antón y Laura se casaron y tuvieron un hijo. Desafortunadamente la relación entre ellos no prosperó, se divorciaron el año pasado. Odiándose quizá más de lo que se amaron alguna vez.
—Qué triste, no imagino como alguien que se ama tanto puede llegar a odiarse con mayor intensidad.
—Ellos eran muy diferentes. Fue capricho de él. Laura tenía intereses muy diferentes a los de Antón.
—Oye la luz no regresa, será mejor que me vaya, son casi las nueve.
—¿Jamie te espera?
—No lo sé, espero que no. No quiero hablar con ella. No quiero que comience a cuestionarme por todo.
—Entonces, ¿para qué quieres regresar?
—Necesito estar sola. Aclarar mi mente, dejar de pensar.
—¿Al menos me dirás qué te sucede? Porque esa cara rasguñada tiene una explicación.
—Pensé que no lo habías notado.
—Irina dime la verdad. ¿A qué viene este comportamiento? Desde anoche estas muy rara.
—Ya te dije, solo necesito estar sola.
—Eres libre de irte si tomas el riesgo de bajar sola esos lúgubres pasillos.
Irina tomó su chamarra abrió la puerta y se asomó al pasillo. Las desoladas escaleras le provocaron escalofríos. Regresó al departamento y cerró la puerta.
—Entonces creo que estoy atrapada —dijo intentando convencerse.
—Necesito que me des una explicación. No puedo con esto. Me agobia el hecho de no saber que tienes. Ana me llamó asustada porque estabas en medio de la calle llorando. Tú no eres así.
Scott no podía insistir demasiado. Si ella no le confesaba lo que había pasado recientemente él no podía hacer nada.
—Tuve un problema.
—Eso es más que evidente. ¿Con quién? ¿Por qué?
Se dio la vuelta precipitadamente y caminó hasta la sala.
—¿Por qué huyes de mí? —de un brinco llegó hasta donde ella estaba parada.
—No estoy huyendo.
—¿Es por él no? El tipo que te dio el reloj.
Irina no pudo disimular el asombro que le causó verse descubierta.
—Scott yo... —tartamudeó—. Él reapareció y yo estoy muy confundida. No sé qué hacer. Aún no termino de asimilar que él no murió en ese accidente. Desperdicie mucho tiempo de mi vida sufriendo por él y de pronto aparece como si nada. Fingiendo que nada pasó e intentando recuperar el tiempo perdido. ¡Estoy enojada conmigo por ser tan estúpida! —ahogo un grito en su interior.
—¿Por qué estas confundida? —se acercó a ella. La miró tiernamente y sujetó delicadamente su barbilla—. Me gustas mucho. Y yo no me doy por vencido tan fácilmente.
Le dio un profundo beso que erizo cada fibra de su piel.
Irina soltó su chamarra y se dejó llevar por el arrebato de pasiones que ese beso desencadenó.
Scott desabotonó la blusa de Irina. Ella se agitó. Las luces de la calle que entraban por la ventana iluminaron su silueta en medio de la oscuridad. Él deslizó sus dedos contorneando su figura por debajo de su ropa.
La admiró con satisfacción por un segundo y se quitó la playera. Se acercó a ella y entrelazó sus masculinos dedos en su cabellera rizada hasta romper la liga que la mantenía sujeta, dejándola caer por encima de sus hombros desnudos.
Rozó suavemente su espalda con los nudillos. Ágilmente colocó las manos dentro de los jeans de la joven acariciando sus glúteos. Besó su cuello delicadamente y la estrechó contra su cuerpo sumergiéndola en un mar de pasión.
Sus miedos y sus dudas se disiparon al sentir el calor de su cuerpo y la humedad de sus besos.
Irina estaba recostada encima de Scott. No dejaba de mirarlo entre la penumbra de la habitación.
El reloj marcaba las 2 a.m. La vela que estaba en la cocina aún estaba encendida. Ella se levantó de la cama, se puso la camisa de Scott y salió sigilosa de la habitación y bajó a la cocina. Aún podía sentir sus cálidos labios recorriendo cada centímetro de su cuerpo y el acelerado latir de su corazón, estaba exhausta.
Se sirvió una copa de vino. Caminó hacia la ventana y la bebió plácidamente.
Pasó los dedos por encima de sus labios. Cerró los ojos por un momento recordando la primera vez que hizo el amor con Joshep. Se sintió culpable, buscó su ropa de inmediato, se vistió, tomó sus cosas y salió del departamento sin despedirse.
Bruno estaba en su oficina fumando un puro. Esperaba a Jack desde hacía media hora, nunca había sido impuntual. Cuando llegó lo miró detenidamente. Analizó cada uno de sus movimientos. Lucía nervioso, molesto.
—¿Sucede algo malo?
Jack lo miró. Aflojó el nudo de su corbata y se puso de pie. Dio un par de vueltas a la oficina y finalmente se volvió a sentar.
—¿Sabes algo de Lucas Duncan?
—¿Qué quieres decir? ¿A parte de su traslado?
—Sí.
—Nada importante. El hombre no se mete en problemas, no da pie a peleas o castigos. Supe que tu hija lo visitó, ¿te lo ha dicho?
—Ayer fui a verla. Esperaba pudiera acompañarme a tu fiesta pero discutimos. Regresé a San Miguel. Recién vengo llegando porque no podía dejar las cosas así. ¿Te imaginas el escándalo que se armara? Mi hija ayudando a ese mal nacido a salir.
—Descuida, tengo todo bajo control —Bruno le dio una palmada en la espalda—. Yo me encargaré de todo. El Juez Johns está a cargo de su apelación.
—¿Johns? ¿En serio? Creí que ya no se metía en problemas desde lo de Norman.
—Bueno él tuvo un papel indirecto en el asunto. Recuerda que siempre ha mantenido una imagen impecable. Ya hablé con él y está en la mejor disposición de ayudarnos.
—De acuerdo. Me complace hablar contigo.
—Quisiera sin embargo que habláramos de otro tema de mi interés. En realidad nos involucra a ambos como familia.
—¿Qué quieres decir?
—Hablo de la relación que Irina y mi hijo mantienen.
—No sé nada al respecto.
—Verás, Nicholas está realmente interesado en tu hija. Hasta podría asegurarte que busca una relación seria con ella. En lo personal no me conviene que ella se vea envuelta en algún escándalo. Pienso bastante en su reputación.
—Irina siempre ha mantenido un perfil bajo.
—Lo sé. Sin embargo temo que la cercanía de ese muchachito Duncan complique las cosas.
—Amigo tienes información equivocada, ese maldito murió en un accidente hace algunos años. Fue un gran alivio, la única manera en que logre separarlos.
—Me temo que no fue así. Los muertos regresan de sus tumbas.
—¡Eso es imposible! ¡Debe ser una broma! Ten por seguro amigo que esta vez haré todo lo que este en mis manos para evitar que ese maldito se acerque a ella.