Irina estaba sentada en el pasto muy cerca del lago. El ocaso comenzaba a caer y el aire gélido soplaba secándole las lágrimas.
Scott la vio y se acercó a ella. El guardia que seguía a la joven lo había puesto al tanto de lo que había pasado ese día en la tienda. Estaba molesto pero no era el momento de reclamarle. Algo malo había pasado.
Ella volteó ante la insistente mirada de él. Se levantó de inmediato ignorando por completo su ayuda.
—¿Qué haces aquí? —preguntó extrañada. Lo notó serio, tenía esa extraña virtud de hacerla sentir como si leyera sus pensamientos. Imaginó que sabía lo que había pasado con Joshep pero no quiso exhibirse en balde, guardó silencio y lo dejó hablar.
—Sucedió algo...—hizo una pausa y tomó una bocanada de aire—. Lo lamento yo...
—¿Qué lamentas? —preguntó extrañada.
—Irina, Matt me llamó, tu padre sufrió un infarto.
—¡Cielos! ¡Tendrá que operarse, no dejaré que vuelva a pasarle esto! —dijo molesta—, será mejor que me vaya ahora mismo a San Miguel —intentó caminar pero él la sostuvo del brazo—. ¿Qué pasa?
—Jack, él falleció esta tarde.
Irina se tambaleó, Scott la abrazó para evitar que cayera al suelo. Temblaba descontrolada ahogando sus lágrimas.
—¡No es cierto! Acabo de hablar con él. ¡No digas tonterías!
—Irina no te estoy mintiendo. Jamás jugaría con algo así.
—¡Scott! —dijo con los ojos llenos de lágrimas y se aferró a él.
Irina y Scott llegaron a San Miguel en la madrugada. Todo el camino ella se mantuvo inquieta, pensativa y molesta.
La repentina muerte de su padre la hacía sentir culpable por no estar a su lado. Quizá si hubiera permanecido en San Miguel lo habría cuidado mejor.
Cuando llegaron a la funeraria Matt y Lucille estaban sentados junto al féretro. Irina caminó por en medio del pasillo de flores blancas y coronas. Ignoró por completo a las personas que estaban reunidas en la capilla. Titubeo justo antes de llegar a su padre.
Lo vio a través del cristal, parecía dormido. No se movía pero estaba ahí. Los ojos se le llenaron de lágrimas, apretó fuerte la mandíbula para no gritar.
Matt se paró de inmediato y la abrazó tan fuerte que casi la quiebra.
—No es cierto, ¿verdad que estoy soñando Matt? —dijo con los ojos llenos de lágrimas que desbordaban por encima de sus mejillas rojas.
—Hicimos todo lo que pudimos. Nada fue suficiente. Él así lo decidió.
—Hablé con él esta tarde. Discutimos, no puedo creer que hasta el final sabiendo que se sentía mal peleáramos.
—Todo lo que hacía tenía un propósito. Siempre creyó que te beneficiaba.
Irina lo miró incrédula.
Mientras Scott se llevaba a Lucille a su casa y Matt hablaba con Daniel, Irina se quedó sola junto al féretro de su padre.
Ella se levantó de la silla y miró de cerca el cuerpo de Jack.
—Papá –murmuró.— Por qué no dijiste nada. Creí que eras un roble. Creí que teníamos tiempo. No es justo que me dejes. ¡Estoy sola! ¡Papá! —gritó haciendo que Matt y Daniel entraran de inmediato a la capilla.
Irina abrazaba el féretro de su padre y gritaba descontrolada envuelta en un mar de lágrimas. Tuvieron que darle un sedante para que se tranquilizara.
Cuando Scott regresó a la funeraria la llevó a casa. Se quedó a su lado hasta que despertó a la mañana siguiente.
Irina estaba ausente, completamente devastada y triste. No estuvo al lado de su padre cuando falleció. Se sintió culpable por la pelea que habían tenido esa tarde.
Cientos de personas asistieron al funeral. Inundaron la capilla con flores blancas y velas.
Cada palabra de consuelo que salía de la boca de los miembros del club le sonaba tan falsa, tan vacía. Mientras oficiaban la misa ella estaba seria. Contenía su dolor porque no le gustaba sentirse exhibida. Quería salir corriendo de ahí.
Cuando la ceremonia finalizó se dirigieron al panteón. El aire soplaba tibio y hacía un día esplendoroso. Los frondosos árboles y el pasto verde que rodeaban las lápidas lo hacían ver acogedor.
Unas carpas fueron colocadas mientras se oficiaba una última ceremonia. Jamie y Enrique aparecieron. Su embarazo se notaba un poco más. Irina se acercó a sus amigos.
—Lamento mucho la pérdida de tu padre —dijo Jamie y abrazó a su amiga.
—Fue algo que nos tomó por sorpresa tía. Lo lamento. En cuanto lo supimos tomamos el primer avión de regreso —dijo Enrique.
—Vinimos exclusivamente a verte. Mañana regresamos a San Francisco.
—Gracias por venir —respondió Irina y regresó al lado de Scott quien la abrazó.
Luego de la lectura del testamento. Irina se acercó a Matt. No le sorprendió que su padre le dejara la inmobiliaria y tampoco pensaba reclamarle.
—Firmaré un poder y te la cederé. Es un patrimonio para ti.
—No vine a reclamarte nada. Quiero decirte que te encargues de vender la casa. Hablaré con Daniel para venderle las acciones del bufete. No voy a volver a San Miguel.
—¿Por qué? Aún estamos mi madre y yo.
—No quiero regresar porque me llena de dolor estar aquí. Ustedes pueden ir a visitarme si quieren.
—Irina, no puedes aislarte de ese modo.
Lo que haga con mi vida no debería importarte.
—Me importa porque eres como mi hermana. Mi única familia aparte de mi madre.
Irina sonrió, abrazó a su primo y salió de la oficina de Daniel sin decir nada.
Le pareció ver a Quiroz al otro lado de la calle. Iba a cruzarla pero Scott la tomó por sorpresa.
—¿Estas bien?
—Sí. Vámonos de aquí —volteó a ver si el sujeto que se parecía a Quiroz seguía ahí. Creyó que se trataba de su imaginación.
—Y bien, ¿qué pasó?
—En el camino te explicaré.
Con la muerte de Jack y la lectura del testamento, Scott pasó por alto lo ocurrido en la tienda entre Irina y Joshep.
Los problemas parecían haber terminado. Brandon se había embarcado rumbo a Francia y Bruno parecía complacido con la presencia de Irina en la vida de su hijo.
Desde que regresaron a la capital pasaban demasiado tiempo juntos. Scott había delegado sus funciones en la firma e Irina había decidido tomarse un año sabático.
Ella ocupaba sus mañanas en su departamento, esculpiendo. Había recuperado esa pasión por el arte que alguna vez tuvo.
Lucas había sido liberado, eso significaba que Joshep finalmente había regresado a España con Marion. Después del arrebatado beso, no se habían vuelvo a ver.
Scott tenía la sensación de que Irina le pertenecía por completo. Le pidió mudarse a su penthouse.
La llegada de julio anunciaba el fin del plazo que Scott le había puesto para proponerle matrimonio.
Irina se arregló casual para salir esa noche a cenar. Él le vendó los ojos con un pañuelo de seda, quería que fuera una sorpresa.
Condujo hasta el barrio Japonés. Cuando le quitó el pañuelo abrió los ojos de sorpresa por la belleza de la decoración.
Los frondosos árboles brillaban con las diminutas luces blancas con las que habían sido decorados.
De las ramas colgaban pequeños trozos de papel de colores. Algunos faros habían sido colocados en árboles de bambú iluminando las calles.
Le sorprendió que en medio de la calle se habia instalado un lago artificial que abarcaba al menos cinco calles de largo. En el flotaban diminutos faros de papel con velas en el interior. Parecía una constelación repleta de estrellas en medio de la oscuridad.
Algunas personas vestían yukatas, escribían sus deseos en las hojas y las colgaban.
—¿Sabes que es todo esto?
—No, no tengo idea.
La miró fijamente a los ojos y tomó sus manos.
—El tanabata.
Irina sabía que el plazo que Scott le había dado para pedirle matrimonio finalmente había llegado. Su corazón comenzó a latir acelerado. No estaba lista para comprometerse.
—¿Por qué escogiste esta fecha?
—Un dios llamado Tenkou —dijo conduciéndola a lo largo de la calle—, tenía una hermosa hija, la princesa Orihime. Ella solía confeccionar trajes a los dioses del cielo. Trabajaba incansable todos los días al lado del río Amanogawa. No tenía tiempo para conocer a alguien y enamorarse. Su padre entonces buscó un hombre que pudiera cuidar de ella y hacerla feliz. Así le presentó a Kengyu, un cuidado de bueyes. Ambos se enamoraron al instante. Cuando se casaron ambos desatendieron sus ocupaciones. Por lo tanto Tenkou los castigó colocando a cada uno en un extremo del Amanogawa.
Los amantes sufrieron la separación. El padre de Orihime se conmovió por sus lágrimas y les dio permiso de verse una vez al año si trabajan lo suficiente para merecerlo, el día de Tanabata.
Cuando llegó ese día se reunieron a las orillas del lago y vieron que no había forma de cruzar. Entonces una parvada de urracas hizo un puente con sus alas para que los amantes pudieran cruzar. Claro, siempre y cuando no llueva.
—Es una leyenda muy hermosa y triste a la vez.
—Falta la mejor parte. Ellos se ponen tan felices cuando se reúnen que conceden deseos a todos aquellos que lo pidan.
Cuando llegaron al final de la calle Scott tomó uno de los papeles que colgaban de las ramas y se lo dio a Irina. Mientras ella lo leía distraída, él se puso de rodillas dejando en shock a la joven que no pudo evitar sonreír incrédula.
Tomó su mano y le colocó un espectacular anillo de diamantes con incrustaciones de zafiro a los costados. Era tan grande que invadía la mitad de su dedo.
—¿Te quieres casar conmigo?
Irina lo abrazó pero no evito pensar en Joshep. Las grecas del anillo le recordaron el reloj que alguna vez fue la promesa de aquel viejo amor.
—Sí Scott, si quiero.
La relación entre Jamie e Irina se había enfriado desde que Jamie se casó y se mudó a Madrid.
Jamie estaba demasiado ocupada tratando de acoplase a su nueva vida de casada y en espera de un bebé. Irina por su parte se ocupaba de los preparativos de la boda exprés que se llevaría a cabo en un par de semanas. Desde que se había mudado con Scott ya era imposible que se comunicaran.
Justo una semana antes de la boda, Irina la llamó. Sabía que Jamie se molestaría por no haberle avisado con tiempo pero, Madrid no estaba tan alejado de Bergerac.
—¿Ya lo pensaste bien? ¿Acaso perdiste la cabeza?
—¡Oye, no me trates como si no supiera lo que hago!
—¡Es que no entiendo Irina! ¿Te casas por despecho? —preguntó molesta.
—Me caso porque quiero hacerlo.
—Pero y qué hay de Joshep, ¿no vas a luchar por ese amor?
—¡Jamie no seas ilusa! —lanzó una risa burlona.— Joshep se fue. Lo nuestro fue una tontería de adolescentes. No pienso seguir sufriendo por él y mucho menos esperarlo mientras él hace su vida con otra.
—Yo sé que él te ama.
—¿Te lo ha dicho?
—No. Casi no hablamos de ti. Marion se encarga de evitar el tema.
—¡Marion! ¡Marion! ¡Siempre esa mujer!
—Nos hemos vuelto un grupo y no parece ser tan mala. Sí, admito que atosiga a Joshep y a veces es muy empalagosa y mandona pero él… sé que piensa en ti.
—Son suposiciones tuyas, y te agradecería que a partir de este momento no lo vuelvas a mencionar.
—¿Así de plano?
—Sí. Espero puedas ir a la boda.
—No lo sé. No quiero ser testigo de cómo echas a perder tu vida.
—¡Como quieras! Solo recuerda que yo siempre te he solapado tus tonterías. Nunca te he echado en cara nada ni reprochado tus decisiones.
Jamie se quedó callada. Irina siempre había demostrado ser su amiga incondicional, a pesar de la distancia. Sin embargo, Jamie no estaba dispuesta a ser testigo de ese matrimonio. Scott no era el hombre ideal que su amiga creía. Tenía que evitar esa boda a toda costa.
A la mañana siguiente salió temprano a buscar a Joshep. Tenía la certeza de que al escuchar la verdadera razón por la cual Joshep se alejó cambiaría de opinión respecto de la boda. Llegó a la consultoria y entró directamente a su oficina sin anunciarse.
—¡Irina se va a casar!
—¿Qué?— Joshep se levantó de la silla, incrédulo. —No puede ser, ¿Cuándo?
—La otra semana.
—Es demasiado pronto.— dijo pensativo
—¡Bueno y qué esperabas! ¿Por qué no le dijiste la verdad cuando la fuiste a buscar? ¿Por qué le sigues ocultando las cosas?
—Ya te dije, no quiero que regrese a mi lado por lástima.
—Ella te ama de una forma incondicional. No regresaría a ti por lástima.
—¿Olvidas a Scott?
—No y por eso no quiero que ella se case con él. Será profundamente infeliz al lado de un hombre manipulador, celoso, mentiroso y posesivo.
—Pareces conocerlo muy bien. ¿Es mi imaginación o solo porque te cae mal?
—Irina no lo sabe, pero hace unos años salí con él.
—¿Qué? ¿Cómo es que ella no se dio cuenta?
—Salimos en contadas ocasiones. Nunca se lo presenté. Fue una relación fugaz. Lo conocí cuando Enrique y yo nos distanciamos. Jamás imagine que ella lo conocía. Cuando me fui a vivir a su departamento y lo vi no daba crédito. Sin embargo, él fingió no conocerme.
—¿Y entonces qué hiciste?
—Bueno pues le reclamé. No podía creer en su cinismo. Me dijo que si él caía, yo también lo haría ante los ojos de mi amiga. Preferí callar. Pensábamos que tú estabas muerto y parecía entusiasmada con él.
Joshep la miró pensativo, se quedó callado no podía decirle a Irina la verdad sobre su estado de salud.
—Mi vida no es tan fácil como parece. Necesito tiempo.
—¡Tiempo para qué!
—¡Vamos Jamie! Sabes perfectamente las complicaciones que tuve después de la cirugía, incluso antes. Las convulsiones, el periodo de gracia que me dieron para no recaer. No puedo decirle todo eso.
—¿Por qué no?
—¡Porque no quiero que regrese a mí por lástima! ¡No quiero ser una carga en su vida!
—¡Eres autosuficiente! ¡Para mí eres perfectamente normal!
—Hasta que se presente una nueva crisis.
—No ha pasado desde hace mucho.
—Lo sé pero la probabilidad está presente.
—¿Y vas a esperar diez años para volver con ella?
—No quiero que vea el proceso que tengo que pasar cada seis meses. Entre electroencefalogramas, las tomografías, las visitas al neurólogo.
—¿Por qué? ¿Crees que te dejará de amar por eso? ¡Qué poco la conoces! ¿Sabes? Después de todo creo que tienes razón, no la mereces.
Jamie tomó sus cosas y abrió la puerta.
—Si te interesa hacer algo, habrá una cena de ensayo el viernes en la noche en el château de la familia Parker en Bergerac. Nosotros nos iremos a Burdeos en avión el sábado y de ahí rentaremos un auto. Digo, si te interesa. Aún hay lugares disponibles en el vuelo de la mañana.