Capítulo 8


Desde que entró al club cautivó con su presencia. Era una mujer bellísima y esa noche en especial se había esmerado en arreglarse. Enrique la sorprendió tomando su mano.

—¡Vaya tía! Que espectacular luces hoy. Feliz cumpleaños. Escucha más tarde quisiera presentarte a alguien.

—Claro, ¿has visto a Jamie?

—No para nada. Pensé que llegarían juntas, me tronaba los dedos de tan solo pensarlo. Después de lo que me dijiste considere poco prudente acercarme a ti estando ella presente.

—Siento haberte dicho esas cosas, quizá puedan arreglar sus diferencias.

—Eso espero, he pensado mucho en ella, en fin. Me disculpas, voy a ver si mi amigo llegó.

—Claro.

Irina caminó por el antro hasta que lo vio, se quedó perpleja. 

Él estaba parado junto a la barra. Usaba una camisa de seda negra que marcaba sus musculosos brazos y un pantalón negro. La miraba desde el otro extremo de la pista mientras bebía su cognac. Un pequeño mechón de su abundante cabellera ébano caía por encima de su rostro rompiendo la armonía de su peinado. Su piel palidecía con el tono de su ropa y sus ojos se veían aún más azules y profundos. 

Ella lo miró, se acercó a la barra fingiendo control. Pidió un trago, sabía que él le hablaría sin embargo fue ella quien inició la conversación con fingida indiferencia.

—El acoso es un delito Señor Parker, siendo abogado debería saberlo.

—Solo estamos coincidiendo en un lugar público. De hecho, usted señorita Brooks se acercó a mí —dijo en un tono sarcástico.

Irina  se mordió ligeramente el labio inferior, lanzó una mirada hostil y se dio la vuelta en busca de Jamie, ignorándolo por completo. Preguntó a un mesero por la fiesta de Irina Brooks y éste le indicó que era subiendo las escaleras que conducía a una de las salas VIP del lugar.

Jamie la recibió con un mojito y aprovechó para presentarle a unos amigos. 

La presencia de Scott la desconcertaba. Le gustaba tanto, no podía negarlo. El saber que estaba en el mismo lugar que ella la ponía nerviosa.

 El mojito parecía tan liviano que se tomó seis en menos de una hora y ni siquiera se sentía mareada, así que decidió probar otra bebida. Jamie estaba acostumbrada a beber sin perder el control en las fiestas pero Irina solía ser más precavida y no era buena bebiendo, la mínima cantidad de alcohol la ponía en mal estado.

No podía negar que se estaba divirtiendo. Bailó con algunos de los amigos de Jamie, modelos en su mayoría, muy atractivos pero sin temas de conversación. Por un momento se olvidó  de Scott hasta que entre el humo lo volvió a mirar.

Decidió acercarse a él, esta vez con total seguridad de sí misma después de los mojitos que había tomado. Lo miró fijamente a los ojos retándolo.

—¿Entonces esto no es acoso? Has sido tu quien dicho de paso se ha colado en una fiesta privada para venir a buscarme —dijo en tono serio.

Scott sonrió sin saber que contestarle, la miró con su usual coquetería. Irina se dio la vuelta, pero él interrumpió su huida.

—¿Qué te hace pensar que vine a buscarte a ti?

Irina se giró nuevamente hasta quedar frente a él, se acercó, molesta por la pregunta, desconcertada  se llenó de celos.

—Bien, entonces, ¡diviértete!

Scott la tomó de la mano y la acercó bruscamente a él rodeándola con sus brazos por la cintura. 

—¿Esto es lo que quieres Irina Brooks? — miró fijamente a los ojos mientras hablaba para finalmente desviar su mirada a los labios rosas de la joven aprisionándola.

—¿Qué según tú es lo que quiero? —se estremeció al sentir su cercanía y bajó la mirada nerviosa.

—Jugar a que te soy indiferente. Me estas volviendo loco, no tienes una idea de cuánto me gustas —la sujetó del rostro con las manos y se acercó a ella.

—Eres demasiado arrogante, ¿qué te hace pensar que es un juego para atraerte?

—No me voy a dar por vencido tan fácilmente.

—No te estoy pidiendo que lo hagas.

Irina cerró los ojos y sin decir una palabra se dejó llevar por el momento. Scott se deleitó con su cercanía, se acercó lentamente a sus labios y  la beso apasionadamente.

Ese arrebato consumió a Irina en un mar de emociones, su cuerpo vibró, un inmenso pánico la invadió y reaccionando de pronto al beso de Scott, se apartó de inmediato sorprendida de que él la hubiera besado. Desconcertada por haber correspondido a su beso, dio un paso atrás y salió huyendo.

El ambiente del salón VIP estaba viciado, necesitaba un poco de aire freso. Irina bajo las escaleras deteniéndose del barandal y cruzó la pista entre el humo del cigarro y el ruido, estaba aturdida y mareada. 

Scott se quedó desconcertado ante su reacción, así que decidió seguirla. Desde las escaleras la vio cruzar la pista hasta que repentinamente se detuvo al chocar con un hombre cerca de la barra. Le pareció extrañó la forma en que ambos se miraron. Se sintió nervioso, no podía permitir que en su estado alguien más le coqueteara así que se apresuró a bajar las escaleras y acercarse a ella.

Irina se quedó helada,  un hombre idéntico a Joshep aunque más maduro, sofisticado y con un aire misterioso la observaba en silencio fijamente. Era increíblemente atractivo, incluso más de lo que podía recordar. Palideció y de repente todo le dio vueltas. Sabía que Joshep estaba muerto quizá tanto era su deseo de volverlo a ver que la bebida y la oscuridad contribuyeron a que ella creyera se trataba de él.

La miró fijamente con sus ojos miel, esa mirada era familiar. ¿Cómo podía alguien parecerse tanto? Era imposible. Joshep no estaba muerto.

Irina se desvaneció en sus brazos. Scott se lanzó de inmediato para arrebatársela de los brazos al desconocido. La cargó y la llevó a un sillón que estaba a un lado del pasillo. Con delicadas palmadas en sus mejillas, intentó despertarla. Tomó su celular pidiendo a uno de sus escoltas llevara su auto a la puerta trasera de inmediato.

Él se acercó.

—¿Está bien? ¿Necesitas ayuda?

Scott volteó, lo miró con recelo. El sujeto al que Irina había visto justo antes de desmayarse se había acercado a preguntarle si la joven estaba bien.

—Estará bien gracias.

—Mi auto está afuera, la puedo llevar al hospital de inmediato.

—Gracias, lo haré en cuanto me indiquen que mi auto está listo —contestó cortante. 

—En serio será más rápido si yo la llevo.

—Amigo, eres un desconocido.

—Duncan —extendió la mano mirando fijamente a Scott—. Joshep Duncan.

Scott extendió la mano cuestionándose la amabilidad del joven. 

—Scott Parker. Disculpa.

El celular de Scott sonó, la cargó y la llevó afuera sin despedirse de Joshep.

 


La luz se colaba por en medio de las cortinas color canela de la blanca habitación del hospital. Irina despertó asustada de no saber en dónde se encontraba. Con una impresionante resaca se levantó de la cama intentando reconocer el lugar donde se encontraba. Tenía una bata de hospital y un suero en el brazo.

No recordaba cómo había llegado ahí pero estaba segura que había sido debido a su forma incontrolable de beber la noche anterior.

Irina se incorporó de inmediato al escuchar que alguien tocaba la puerta.

—Adelante —dijo con la voz entrecortada.

Scott entró a la habitación. La miró rodeando la cama hasta colocarse a su lado. En una mano llevaba un osito de peluche mientras la otra estaba dentro de su pantalón canela.

—¿Cómo estás? —dijo.

—Supongo que bien —dijo bajando la mirada. Le avergonzaba saber que él la había visto borracha.

Scott esbozo una tierna sonrisa y extendió su mano con el osito.

—Te traje esto.

Irina lo tomó y sonrió sin mirarlo.

—Gracias —la insistente mirada de Scott la hizo voltear a verlo. 

—Irina yo de verdad lamento mucho no haberte dicho las cosas en su debido momento. No fue mi intención juzgarte o hacerte sentir del modo en que lo hice pero no puedo cumplir tus deseos de apartarme de ti, te quiero.

Irina entró en shock al escuchar esa última palabra de labios de Scott. Si bien es cierto que él había externado de todas las formas posibles su interés en ella jamás imagino que se tratase de un sentimiento tan familiar como el cariño. Ella ni siquiera estaba segura de estar interesada en él  de esa forma. Lo miró cauta de su reacción y sonrió.

—No espero que me digas lo mismo. No te lo dije para que correspondieras un sentimiento, lo dije porque ya no puedo más con esto, quiero estar contigo y no precisamente como amigo. Creo haberlo dejado claro anoche.—

¿Anoche? –pensó. Ni siquiera recordaba cómo había llegado al hospital y ahora Scott le decía que había dejado en claro sus sentimientos la noche anterior. No podía preguntarle nada, el hacerlo la expondría a un estado inconveniente del cual ya se había dado cuenta pero sería retomar el tema. Lo miró y esbozó una tímida sonrisa.

—No creo que este sea el momento ni el lugar para hablar de ello Scott.

Scott se sentó en el sillón que estaba junto a la cama y acarició delicadamente su mejilla.

—Lo sé, pero no puedo contener las ganas de abrazarte y besarte —sus ojos brillaron de una forma poco habitual.

Antes de poder contestar algo la enfermera tocó la puerta pidiéndole a Scott las dejara solas. Jamás había sentido tanta alegría de que alguien entrara a interrumpir una conversación.

Mientras le retiraba el suero para que pudiera vestirse Irina aprovechó para preguntarle la forma en la que había sido ingresada al hospital. La  enfermera describió la dedicación con la que Scott se esmeró en cuidarla y la sonrojó. Era tan bochornoso que con tan poco tiempo de conocerse él la hubiera visto en tan decadente estado.



Scott la llevó de regreso a casa, ambos se mantuvieron en silencio. Él volteaba de vez en cuando a verla y le sonreía, se sentía nervioso, quería decirle tantas cosas y a la vez no romper el encanto de ese beso.

Irina no había vuelto a mencionar su renuncia, mucho menos lo había rechazado. Iba pensativa, intentando recordar, sintiéndose avergonzada y confundida. Su cuerpo le hormigueaba cada que él volteaba a verla, parecía un shock eléctrico que la recorría desde el cuello hasta el final de la espalda.

Finalmente llegaron al departamento de ella. Scott detuvo el auto, se bajó y le abrió la puerta. Antes de que ella diera un paso, la tomó de la mano y la retrancó contra el auto sujetándola suavemente de la nuca con ambas manos mientras  la miraba tiernamente.

—Disculpa que no pueda acompañarte hasta la puerta. Me tengo que ir. Te llamaré más tarde para ver como sigues.

—Descuida —dijo con una breve y tímida sonrisa. Por un lado quería que la besara, pero  por el otro, buscaba zafarse de inmediato de sus brazos.

Scott sabía que Irina no era  la chica desinhibida de la noche anterior, notó su nerviosismo y la palidez que proyectaba por su cercanía. Se limitó a besarla en la frente. Ella entró al edificio apresurada, él subió a su auto y se marchó.