Capítulo 13


Abarca era la prisión de máxima seguridad del estado. Norman y Duncan habían sido ingresados desde hacía algunos años ahí. Le pareció incoherente que tratándose de la magnitud del caso, se les tratara de la misma manera que a los asesinos o traficantes que ahí se encontraban.

Mientras se registraba le pareció ver un rostro conocido en la puerta de salida. Volteó fijando insistentemente su mirada hasta que el guardia la distrajo pidiéndole su identificación. El mismo rostro que vio en el bar aquella noche.

Irina se registró, colocó su huella digital y caminó hasta una pared blanca en la que se colocó para que le tomaran una fotografía, regresó al mostrador y mientras el guardia terminaba de llenar el registro aprovechó para hacerle unas preguntas.

—¿Sabe si el señor Duncan recibió visitas hoy?

—Esa es información confidencial señorita.

—Claro —dijo resignada—. Pero apuesto a que usted podría usar sus influencias y  decírmelo sin que nadie se entere —sonrió con una sutil coquetería.

—¡Ay señorita! Me metería en un lío.

—Por favor, usted podría decírmelo.

—Sí, precisamente acaba de registrar su salida.

—¿Podría decirme el nombre de la visita? —le guiñó el ojo y sonrío de una manera que exaltó al guardia.

—Es... es —tartamudeó—. Se trata del señor Joshep Duncan.

Irina palideció, Lucas había recibido la visita de su hijo. Por un segundo se tuvo que recargar en el mostrador mientras el guardia le preguntaba si se sentía bien. Todo le daba vueltas, no era posible que Joshep estuviera vivo.

—¿Está usted seguro?

—Aquí dice, mire —volteó la computadora y vio no solo el nombre sino la foto de él.

—Gracias, se lo agradezco muchísimo.

Sonrió y caminó hasta la puerta metálica. Después de un timbrazo, la puerta se abrió y la joven entró a un pasillo, se trataba de un escáner corporal de rayos X. Al final, había una puerta que se abrió para conducirla a un diminuto apartado lleno de espejos, nuevamente sonó el timbre y finalmente, la última puerta la condujo a lo que parecía la entrada de la sala de visitas. Cerca de la puerta, un guardia la revisó con una paleta detectora de metales antes de dejarla pasar a  la sala de visitas.

Ella se sentó para contener las emociones encontradas que la reaparición de Joshep le producía. Por un momento se olvidó que estaba ahí por dos razones, indagar acerca de Norman y ayudar a Lucas.

Lucas entró esposado de las manos. El naranja del uniforme no le sentaba nada bien a su transparente piel y muchos menos a su cabello gris crespo. Los cuencos que tenía por debajo de sus ojos tristes y los sobresalientes pómulos le daban una apariencia cadavérica.

Irina se levantó de golpe mirando al  hombre de pies a cabeza, mantuvo la boca abierta durante un segundo, estaba impresionada, no esperaba verlo en tan deplorable condición, ni siquiera se parecía al hombre de la fotografía.

—¿Señorita Brooks? —dijo con un tono de sorpresa. Le extendió la mano, Irina de inmediato le correspondió el saludo.

—Siéntese por favor señor Duncan, tenemos mucho de qué hablar.

—No esperaba que fuera usted mi defensa, mucho menos considerando que... —Lucas se arrepintió de decir que era por Norah que él se encontraba ahí.

—¿Qué? —preguntó cortante.

Antes de proseguir Lucas se sonrojó devolviendo a su rostro un poco de vida.

—Bueno dadas las circunstancias por las que estoy aquí.

—Descuide, sé muy bien cómo se dieron los hechos y no lo considero culpable. Sin embargo me gustaría escuchar su versión de los hechos. Pero antes señor Duncan quisiera que me dijera algo.

—Tú... perdón, usted dirá.

—¿Joshep estuvo aquí?

—¿Joshep? —tartamudeó, la boca se le secó antes de idear que responder.

—Por favor no me mienta, le suplico que me diga la verdad, si no lo hace también dudare de si está encerrado injustamente o está cumpliendo una merecida condena.

Lucas la miró, tomó una bocanada de aire, juntó sus manos por encima de la mesa y prosiguió.

—Él me pidió que no le dijera nada, quiere hablar con usted personalmente pero no encuentra la forma de hacerlo sin que su reaparición le afecte.

La joven palideció al escuchar las palabras de Lucas.

—¡Entonces es cierto! Es él —dijo angustiada.

—Le suplico que no le diga que le he dicho la verdad. La relación que tengo con mi hijo es muy frágil, comenzábamos a frecuentarnos cuando él se fue a España y después lo del accidente —dijo con tristeza—. Créame señorita Brooks que no podría soportar perderlo nuevamente.

—Descuide, no lo haré.

Lucas la miró, como se mira a una hija, con satisfacción provocando que Irina lo mirara con recelo.

—¿Por qué me mira de ese modo?

—Es que me recuerdas tanto a tu madre —dijo lanzando un breve suspiro que intentó ahogar su tristeza.

—No la recuerdo, no podría asegurárselo.

—¿Lo sabe tu padre?

—¿Qué?

—Que has venido aquí a verme.

—Todos los asuntos relacionados con mi trabajo no son de la incumbencia de mi padre y no le pido su opinión al respecto —dijo cortante provocando que él se sintiera cohibido, al ver su reacción Irina prosiguió con un tono más suave—. Discúlpeme, creo en su inocencia pero me es difícil hablar con usted por todo lo que ha pasado.

—Te entiendo. Es solo que no quiero buscarte un problema con tu padre.

—Quiero ayudarlo a salir de aquí. Ahora quisiera escuchar su versión de los hechos, ¿qué sucedió esa noche?

Lucas la miró agradecido, esbozo una diminuta sonrisa y prosiguió.

—Norah quería dejar a Jack. Esa noche tomó sus cosas, yo las ayude a escapar. Tu padre había tomado. Jamás controló sus celos. Ella quería irse lejos, rehacer su vida a tu lado. ¡Vaya! han pasado tantos años y sin embargo parece que fue ayer. Pensamos que habíamos logrado escapar pero no. Comenzó a seguirnos en la autopista, llovía a cantaros esa noche. Si no se hubiera quitado el cinturón la historia sería tan diferente.

—¿Por qué se lo quitó? —preguntó con los ojos llenos de lágrimas.

—Por ti. Porque te estabas despertando y se aterró al ver que Jack nos alcanzaba, tenía miedo de que fuera a arrebatarte de su lado.

—¿Por qué no se detuvo en vez de seguirle el juego y acelerar? —preguntó con la voz entre cortada y los ojos brillosos.

—Si me hubiera detenido, de igual forma Jack nos habría hecho algo. Cuando bebía perdía los cabales y se comportaba de una manera tan irracional.

—Nunca lo vi borracho.

—Nadie, mantenía muy bien las apariencias en público.

—¿Qué sucedió después? 

—Tu padre nos golpeó por la parte de atrás del auto. Nora salió... —Lucas interrumpió la historia al ver que Irina palidecía mientras escuchaba su historia—. ¿De verdad quieres escucharlo?

Irina recordó esa noche, se levantó de golpe de la silla mientras Lucas se quedó inmóvil en la silla, callado y pálido.

Ella caminó hacia la ventana, cruzó los brazos apretándolos contra su cuerpo. Recordó a su madre asiéndola entre sus brazos aquella noche, sus ojos llenos de angustia justo antes del accidente y luego un espeluznante estruendo y un intenso dolor en el brazo. Parecía la escena de una película que recordaba, como si fuera algo ajeno a su vida pero su cuerpo recordaba la sensación de la lluvia mojando su ropa mientras el paramédico la llevaba en brazos hasta la ambulancia. Un nuevo recuerdo le vino a la mente, la imagen de su madre tirada en el pavimento cubierta por una sábana blanca. A pesar de los vagos intentos del joven por cubrirle la cara ella la vio.

Se estremeció, las lágrimas se desplazaron por su mejilla, se disculpó con Lucas Duncan intentando contenerlas y salió de la sala de visitas tomando sus cosas apresurada. Firmó su salida y huyó de abarca.



Envuelta en sollozos y lágrimas abrió la puerta del departamento encontrando a Jamie en el corredor, la joven rubia de inmediato la abrazó y asustada preguntó qué había pasado.

—¿Lo sabías? ¿Sabías que estaba vivo? ¡Claro que lo sabías! ¿Cómo pudiste engañarme de ese modo? ¡Se supone que eres mi amiga! —la indignación se reflejaba en el tono de sus reclamos.

Jamie palideció, estaba sorprendida por sus reclamos.

—¿De qué hablas Irina?

—¡De Joshep! ¿De quién más podría hablar?

Se alejó de ella y caminó hacía la ventana dándole la espalda.

—Él no quería que te dijéramos, no encontraba el momento adecuado para presentarse ante ti, creímos que te causaría una gran impresión.

—¿Impresión? —preguntó burlona—. ¿Esta con Enrique cierto?

—No creo que sea buena idea que vayas a verlo en el estado en el que te encuentras.

—¡Estoy harta de que intenten controlar mi vida Jamie!

Irina salió del departamento azotando la puerta para sorpresa de su amiga. En los años que llevaba de conocerla jamás había visto que se comportara de esa manera tan errática. Tomó sus cosas y salió detrás de ella intentando alcanzarla.



La joven de piel porcelana y ojos avellana enturbiados por las lágrimas caminó apresurada hasta llegar al metro, corrió al escuchar el timbre de las puertas del vagón y apago su celular, sabía que Jamie la llamaría. Al cerrarse vio su reflejo en la ventana, se limpió las lágrimas y endureció la mirada, tenía que ser fuerte si quería enfrentar a Joshep.

Durante el camino pensó en su madre y en el inquisidor de su padre. Seis estaciones después llegó a casa de Enrique. Se apresuró a bajar y corrió por los pasillos hasta las escaleras eléctricas que conducían a la salida. La intensa luz de la tarde la deslumbró al salir de la estación, rápidamente se recuperó y cruzó la calle.

Caminó sobre las estrechas banquetas que dividían la empedrada vía llena de arbustos y arces naranjas. Cinco calles después llegó a un antiguo edificio ubicado justo en la esquina, se erguía por encima de los árboles, destellante por la luz del sol. 

Entró y se dirigió hasta los elevadores, esperó paciente a que alguno de los dos llegara a planta baja. Cuando las puertas de la estructura metálica se abrieron, se observó fijamente en el reflejo de los espejos que lo cubrían, apretó el botón que conducía al piso 6 y se recargó en uno de los extremos.

Al llegar, salió un poco arrepentida de estar ahí. Se detuvo antes de decidirse a tocar la puerta, finalmente lo hizo pero nadie abrió. Por un momento se sintió aliviada, se recargó en la pared y tomó una profunda bocanada de aire antes de decidirse a partir.

Nuevamente se acercó al elevador, oprimió el botón y espero paciente. Mientras esperaba que las puertas se abrieran, se acercó al final del pasillo a observar la hermosa vista que la vegetación ofrecía. El impetuoso sonido de unas risas provenientes del elevador la distrajo. Caminó de regreso al mismo hasta que las puertas se abrieron. El sujetaba la mano de aquella mujer morena de enigmáticos ojos café y cabello castaño. Ella, sonreía emocionada con su compañía. Tan felices estaban que no se percataron de la presencia de Irina.

Ella quería irse, sus piernas no reaccionaron, tan solo pudo mirarlo fijamente con una inmensa tristeza y desilusión, todo ese amor que alguna vez sintió por él se transformaba en resentimiento.

Joshep volteó al sentirse observado interrumpiendo súbitamente su sonrisa, de inmediato soltó a su acompañante de la mano y murmuró sorprendido "Irina".

Intentó acercarse pero ella corrió hacia las escaleras procurando contener las lágrimas para que él no se diera cuenta. 

Joshep bajo las escaleras aún más rápido que ella, en una vuelta logró sujetarla fuertemente de la muñeca haciendo que se detuviera repentinamente y resbalara cayendo al suelo de sentón. De inmediato él se hincó colocándose frente a ella, con una mano la mantenía sujeta y con la otra acariciaba su cabello.

—¿Estas bien?

—¡Déjame! —gritó la joven.

—Irina, mi amor —sus ojos reflejaban angustia.

—¡No me digas mi amor! ¡No seas hipócrita Joshep! —se jaló hasta liberar su muñeca.

—Déjame explicarte, no es lo que tú crees —ella se paró del borde de la escalera y dio de vueltas en el descanso. Él hizo lo mismo y comenzó a seguirle los pasos.

—No tengo nada que escuchar de ti. ¡No quiero saber nada más de ti!

Joshep la jaló hasta aprisionarla contra la pared, sujetó sus dos manos mientras ella intentaba zafarse de él.

—¡Irina basta! No te voy a dejar ir hasta que me escuches.

Ella lo miró fijamente a los ojos, se estremeció al sentir su respiración tan cerca y contuvo las ganas de entregarse a sus brazos. 

—¿Qué quieres de mí?

—Te quiero a ti.

Mientras hablaba con él, su respiración se agitaba.

—Deja de decir eso, no te creo. No después de todo lo que ha pasado, tus omisiones, tu supuesta muerte... esa mujer.

—Te aseguro que todo tiene una explicación.

—Ya perdí la cuenta de las veces que me has mentido. ¿Por qué habría de creerte?

—Escúchame, te lo suplico.

Estaba tan agitada que se desvaneció. Joshep la sujetó para evitar que se golpeara contra el suelo, la cargó y la llevó de vuelta al departamento.

Marion lo esperaba en la puerta, seria, celosa.

—¿Quién es?

—Abre la puerta por favor.

Joshep entró apresurado y se dirigió a su recamara. La colocó suavemente sobre su cama. Marion se acercó mientras observaba la dedicación con la que él se esmeraba en despertarla.

—Estará bien, es solo un desmayo.

—Hazme un favor y consigue alcohol o algo que la haga reaccionar. Llama a un doctor ¡haz algo! no te quedes ahí parada viendo.

—¿Me vas a decir quién es ella? —preguntó molesta.

—Ella es Irina.

Marion palideció. Conocía perfectamente la relación que ambos habían mantenido. Sabía que él había vuelto por ella pero jamás imagino que aparecería tan pronto robándole su atención. Se dio la vuelta y salió del departamento en busca de ayuda.

—¡Irina! ¡Irina! Por favor reacciona mi amor.

La joven entre abría los ojos sin recobrar por completo el conocimiento. Minutos más tarde Marion regresó acompañada de un doctor que vivía cuatro pisos arriba.

Mientras el doctor la revisaba Joshep se acercó a su amiga agradeciéndole la ayuda y regreso al lado de Irina.


 

Joshep estaba parado junto a la ventana. Las luces  azules de la calle iluminaban tenuemente la habitación, a penas podía distinguir en donde se encontraba. Irina entre abrió los ojos, su silueta la reconfortó.

—Josh... —dijo entre dormida. Él se acercó a un costado de la cama, se sentó a su lado y la abrazó. 

—Aquí estoy —susurró, tiernamente se acercó a ella dándole un beso en los labios.

Los gritos de Jamie se escucharon hasta la habitación. Irina se exaltó apartándose inmediatamente de él. La joven entró intempestivamente seguida por Enrique.

—¡Irina! —se acercó haciendo que Joshep se apartara de su lado lanzándole una mirada hostil a Enrique, quien se quedó parado en la puerta sin saber qué hacer—. ¿Estás bien? —acarició su rostro.

—¿Qué sucede Jamie?

—Fue una locura venir en auto, lamento no haber estado a tu lado.

—¿De qué hablas?

—Pues de Joshep. Supongo que ya arreglaron sus diferencias y te dijo todo.

—Siento interrumpir pero tienes una llamada Enrique —dijo la hermosa mujer de cabello castaño con un acento similar al de su amigo español. Sus labios rojos llamaron de inmediato la atención de Irina, llevaba un vestido de seda azul entallado al cuerpo y unas zapatillas no muy altas del mismo tono que su atuendo. Su cabello castaño brillaba, ambas se dirigieron una sutil mirada hasta que Enrique salió con ella de la habitación.

Irina se llevó las manos al rostro, recobró la lucidez en el instante en el que esa mujer entró.

—¡Soy una estúpida! ¡Sácame de aquí Jamie!

—¿Qué pasa? —preguntó extrañada dirigiéndose a Joshep.

—Intenté decírselo pero se desmayó en mis brazos —dijo Joshep mirándola fijamente—. Después despertó sin saber que había pasado.

—Y aprovechaste la situación para no decirle nada. Eres peor de lo que pensé —dijo Jamie mientras ayudaba a su amiga a ponerse en pie.

—No podía exaltarla nuevamente, tenía que esperar.

—¡Esto era precisamente lo que no quería que le hicieras a mi amiga!

—¡Irina por favor! Tenemos que hablar –dijo Joshep ignorando a Jamie.

—No tengo nada que hablar contigo. Será mejor que me vaya, no quiero ocasionarte problemas con tu novia dijo sarcástica.

—Ella no es mi novia es solo una amiga. Vino de vacaciones, se irá en un par de días.

—¡Una amiga! ¡Por favor Joshep yo los vi como venían tomados de la mano!

—Irina eso no significa nada, Marion es una amiga.

Irina lo miró sorprendida.

—¡Esta bien, como sea! Será mejor que me vaya.

Joshep se acercó a ella sujetándola del brazo.

—¡No! Necesitamos hablar.

—No tenemos nada más de que hablar –dijo Irina mientras ella y Jamie salían de la habitación. Mientras caminaban por el pasillo, Joshep la siguió intentando retenerla—. ¡Te busque! —gritó —. Te busqué en cuanto pude viajar, pero te habías ido de San Miguel. No sabía dónde buscarte.

—¿Le preguntaste a Matt acaso? —preguntó indignada y sin detenerse.

—Fue él quien me dijo que te dejara en paz.

—¡Él no haría eso! sabía perfectamente lo mucho que te amaba.

—Pregúntale, y de paso también pregúntale qué hizo con las cartas que te envíe.

—¿Cartas, me mandaste cartas en el pleno auge de la tecnología?

—Era más romántico ¿no crees?, además tu correo me rebotó los mensajes, tu celular ya no era el mismo.

—¡Que conveniente Joshep! —dijo sarcástica.

—Y qué me dices de ti, me estas reclamando por que no te busque pero tú tampoco lo hiciste.

—¡Cómo puedes decirme eso! —se detuvo—. Iba a irme a España ese verano pero tu hermana me dijo que habían identificado tu cuerpo. Dime entonces, qué esperanzas tenía de encontrarte si ella me confirmó que estabas muerto.

—Y por eso rehiciste tu vida con ese tipo del antro —dijo en tono de reclamo.

—¡Scott es un amigo! Entre él y yo no hay nada —evitó el contacto con los ojos y se volteó.

—Dilo mirándome a los ojos —Irina se sonrojó ante la petición de él—. Porque yo sí puedo hacerlo y decirte que Marion es solo una amiga. De hecho, tengo muchas cosas que agradecerle. Fue ella quien permaneció a mi lado cuando estaba grave. Gracias a sus cuidados es que logré rehabilitarme.

Cada palabra que él decía era como una puñalada para ella. Le estaba echando en cara el no estar a su lado cuando más lo necesitó.

—¡Pues entonces quédate con esa! —dijo gritando. Salió del departamento enfurecida rumbo a las escaleras.

Joshep de inmediato la siguió intentando alcanzarla. No podía dejarla escapar de ese modo, no quería volver a perderla.

Irina corrió por entre las calles, quería perderse entre la multitud. Bajó las escaleras del metro.  Se brincó el torniquete, corrió por el pasillo hasta llegar al andén. Esperó ansiosa la llegada del transporte. El rechinido de las llantas en el riel y una ráfaga de aire anticiparon su llegada.

Entró sin esperar que los pasajeros terminaran de salir. Se sentó al final del vagón viendo hacia la ventana.

—¿Crees en el destino?

Ella volteó incrédula al escuchar la voz de Joshep. Creyó que lo había perdido pero no fue así. Él  alcanzó subirse al metro, recorrió cada vagón hasta dar con ella. 

Se sentó en el asiento que estaba adelante de donde Irina se sentó. Se giró hasta mirarla.

—No lo sé... —susurró. Regresó la mirada hacia la ventana.

—Bueno pues yo creo que nada de lo que sucede es coincidencia.

—Todo sucede por una razón —lo interrumpió fijando su mirada en esos ojos miel que la contemplaban suplicantes.

 —¿Lo recuerdas? Aquella noche en que nos conocimos. Bastó tu mirada para saber que te amaría por siempre.

— ¡Basta Josh! No sigas. Por favor.

—Es cierto Irina, aún te amo. No puedes evitar que lo haga a pesar del tiempo, de la distancia y las circunstancias.

—Si me amas tanto como dices, entonces ¿por qué esperaste tanto tiempo para decirme que estabas vivo?

— El día del atentado te iba a enviar una carta, la llevaba conmigo...

—Tenía mail, pudiste haberme llamado. No tenías pretextos para no encontrarme en esa época.

—¿Me dejas terminar?

—Ok. Continúa —dijo con indiferencia.

—Un tipo me robo la mochila, ahí llevaba todos mis documentos. Corrí tras él hasta que sobrevino una explosión. Él murió pero, creyeron que se trataba de mí. Yo en cambio recibí un fuerte golpe en la cabeza. Estuve inconsciente más de tres meses. Como no tenía identificación permanecí en calidad de desconocido hasta que Enrique me encontró.

—Ahora entiendo. Él quería decírmelo todo el día del funeral pero no lo hizo. ¡No lo hizo por qué tú se lo prohibiste!

—No Irina, las cosas no fueron así. Estuve muchos meses inconsciente, cuando desperté no recordaba nada ni a nadie. Si mi madre no hubiera insistido en buscarme, no sé qué hubiera sido de mí. Fue un milagro que él me haya encontrado.

—Me da gusto que lo haya hecho dijo desinteresada.

—Deja de fingir indiferencia. Sé que no has dejado de pensar en mí sino, ¿por qué sigues usando el reloj que te regalé?

—Porque me gusta. ¿Acaso tengo que tener un motivo para usarlo? No seas arrogante Josh y deja de una vez por todas las mentiras. ¿En dónde está esa carta que supuestamente me ibas a enviar? Dices que la llevabas contigo, ¿no?

—Mira no sé qué sucedió con la carta, tampoco con la llave que lo abre —dijo mirando su cuello, provocando que ella tomara el reloj entre sus manos—. Como te dije, estuve muchos meses inconsciente. No imaginas lo difícil que fue no saber quién era o qué había pasado. Tenía visiones de personas y lugares, soñaba con una hermosa. Veía su rostro sin descifrar si se trataba de alguien real o simplemente era una jugada de mi imaginación. Esa mujer eras tú Irina.

—¿Qué hay de esa mujer que está en tu departamento?

—¿Marion? Ella es enfermera. Trabaja en el hospital al que me llevaron. Estuvo al pendiente de mi recuperación. Fue muy difícil y largo el proceso de mi recuperación. La estimo pero nada más.

—Me hubiera gustado estar ahí pero tu familia me sacó de tajo de tu vida.

—¿Entiendes cómo me sentí cuando tu padre siempre se inmiscuyó en nuestra relación?

—¿Te estas vengando? —preguntó reclamando.

—¡No Irina! No quise decir eso.

—Sabes Josh, después de todo creo que sí existe el destino —lo miró con frialdad pero su voz estaba llena de tristeza—. Estoy convencida que el nuestro es no estar juntos nunca —dijo sarcástica.

—Ni siquiera lo pienses. Se trata de un simple mal entendido.

—Mal entendido o no, aun no entiendo, ¿por qué esperaste tanto tiempo para buscarme y decirme que estabas vivo?

—No quería impresionarte. Y ya ves lo que pasó. La primera vez que reaparecí te desmayaste en mis brazos y de no haber sido por... —interrumpió su narración al recordar a Scott, su mirada se oscureció— ese tipo. Habríamos estado juntos desde antes.

—Scott —murmuró.

—Sí, Scott.

Ambos se miraron, un silencio incomodo inundó el ambiente. Irina contuvo sus ganas de abrazarlo. Él, abrumado por los desplantes de la joven mantuvo un movimiento nervioso de la mano por encima de su rodilla.

El metro se detuvo. Las puertas se abrieron y ella se levantó.

—Tengo que irme —dijo con un tono suave.

Joshep se paró, la sujetó del brazo. Ambos se miraron, las palabras sobraron para expresar el profundo sentimiento que callaron.

—No te puedo dejar ir sola. Es tarde y puede ser peligroso.

—Estaré bien.

—¡Espera! Gracias por ayudar a mi padre.

Ella lo miró, sonrió y bajó del vagón.