Irina se encerró en su recamara. Escuchó los gritos de Jamie avisándole que había llegado pero no le contestó. Encendió su celular, vio que tenía unas llamadas perdidas e ignoró por completo los mensajes de Scott.
Se recostó en su cama mirando hacia la ventana. Estaba totalmente confundida acerca de sus sentimientos. Amaba a Joshep pero algo le impedía entregarse por completo a él.
Tanto tiempo esperando que no estuviera muerto y cuando finalmente reaparece no supo qué hacer.
Intentó cerrar los ojos pero le fue imposible conciliar el sueño. El reloj de su buró marcaba las once de la noche.
El melodioso sonido de unos violines la despertó. Jamie entró corriendo a su habitación.
—¡Despierta! ¡Vamos, despierta!
—Estoy despierta.
—¿Lo escuchas?
—Claro que lo escucho, no estoy sorda.
—Te ha traído serenata. Enrique me dijo que planeaba algo muy romántico —corrió al ventanal ocultándose detrás de las cortinas.
—¡Qué!
Irina se levantó de la cama. No pudo ocultar su alegría. Corrió al lado de Jamie.
—¡Oh my God!
—¡Cielos! no tengo ganas de verlo.
—Pues tendrás que hacer algo porque no se irá. Vaya, ese tipo es impredecible. Te dijo que no te vería esta semana y mira.
—Lo sé —dijo melancólica. Abrió el ventanal y salió al balcón.
Esa noche hacía mucho frío. El aire gélido soplaba como ya se había hecho costumbre. Scott llevaba puesta una gabardina de lana negra, una bufanda azul claro y sus guantes de piel. Estaba recargado en su deportivo con los brazos cruzados.
El cuarteto interpretaba Feel. De inmediato sonrió al verla salir.
Abrió la puerta de su auto y sacó un delicado adorno de gardenias. Ella lanzó un suspiro. Decidió bajar a darle las gracias por el detalle.
Una serenata definitivamente no era el tipo de locuras que él haría pero, ella lo hacía sentir joven. Era capaz de cometer cualquier locura por amor.
Irina caminó dudosa hasta donde se encontraba él. Sonrió cuando le dio las flores.
En medio de la distracción, Scott intentó darle un beso. Ella reaccionó apartándose de inmediato.
—¿Sucede algo? —preguntó extrañado.
—Nada —respondió cortante.
—No me parece que sea nada. ¿Por qué reaccionas de ese modo?
—Estoy cansada. Es todo. Quería agradecerte personalmente por esto —hizo un movimiento con la mano.
Él la miró extrañado. No estaba satisfecho con la excusa que ella le dio pero, era un hombre paciente.
—Será mejor que me vaya. Necesitas dormir y mañana tengo una junta a las nueve.
Ella sonrió. Su mirada era ausente, como si fuera una respuesta automática de su cuerpo. Jamás la había visto así.
—Gracias.
Intentó marcharse. Antes de que pudiera dar un paso él sujetó su mano haciéndola regresar. La observó mientras ella mantenía su mirada en el suelo y se limitó a darle un respetuoso beso de despedida en la mano.