Capítulo 3


Habían pasado dos semanas desde que Irina y Scott comenzaron a frecuentarse. Noviembre acababa de llegar y se aproximaba el cumpleaños de Irina.

Ella salió temprano del bufete y caminó por las arboladas calles de Campos Elíseos hasta que  llegó a un pequeño parque botánico. Se sentó en una de las bancas de metal observando el ocaso mientras el aire comenzaba a soplar cada vez más frío. 

Pronto tendría 23 años, tenía la opción de regresar a San Miguel o quedarse en la capital para su cumpleaños, aún no lo había decidido. La esperanza de encontrarse con Joshep la alentaba a regresar pero la misma realidad la hacía dudar.

 Irina tomó su celular y comenzó a marcar el número de Jamie, necesitaba hablar con alguien y desde que decidió marcharse casi no veía a su amiga. Contaba los días para que ella llegara a la capital, tenía muchas cosas que contarle.

—Irina Brooks...

—¿Será posible que pueda librarme de ti un minuto?

Él lanzó un breve suspiro y se sentó al lado de la joven. Llevaba un abrigo de lana gris y unos guantes de piel, aun así, se frotó las manos para calentarse. Recargó sus codos sobre sus rodillas y volteó a verla con su risita cínica.

—Quería verte, así que fui a tu oficina, ahí me dijeron en dónde podía encontrarte. ¿Ya cenaste? Seguro que no. Te invito a cenar, conozco un lindo lugar no muy lejos de aquí.

Irina no pudo decir no a la invitación de Scott, ambos caminaron por el jardín Zen hasta llegar a un pequeño callejón con lámparas de dragones en las esquinas que iluminaban la calle.

Se trataba de un pequeño restaurante Japonés. Se sentaron en una diminuta mesa cerca de una gigantesca pecera de cristal. Ella se distrajo observando hipnotizada el movimiento de los peces. Una delicada y menuda joven envuelta en un kimono rojo se acercó dándoles las cartas. Scott volteó y sonriéndole comenzó a hablar con un fluido japonés.

 Irina no disimuló la sorpresa. La joven le sonrió discreta y con una sutil inclinación se retiró no sin antes responderle en japonés.

—¡Vaya! ¿En dónde aprendiste a hablar con esa fluidez el idioma?

—No es nada del otro mundo… —Scott dejó la carta en la mesa ante la perpleja e insistente mirada de Irina y volteó a verla—. Cerca del séptimo semestre me comencé a interesar por la cultura, prácticamente me obsesioné con ir a Japón así que mi padre me envió ahí por un año para estudiar el idioma. Fue una de las mejores experiencias de mi vida, es una cultura muy rica en costumbres y tradiciones. Al final del año decidí quedarme un poco más. Mi padre me cortó los fondos así que tuve que conseguir trabajo en un restaurante de Shibuya.

—¿Haciendo qué?

—Lo que me pidieran que hiciera, lavar platos, limpiar, sacar la basura.

—Me parece increíble que alguien como tú trabajara lavando platos.

—Bueno no era lo único que hacía, también daba clases de inglés cuando salía del restaurante. Así conocí a... —hizo una pausa, sabía que había hablado demasiado.

—¿A quién Scott? ¿A tu novia? —preguntó intrigada con el afán de incomodarlo, no tanto porque de verdad le interesara saber.

Scott sonrió al recordar lo que ella significó en su vida.

—Algo así.

—¿Algo así? Explícate —dijo en tono sarcástico.

—Un caballero no tiene memoria.

—¡Que escusa más grande Scott! ¿Por qué no simplemente me dices que fue tu novia? ¿Cómo se llama?

Scott sonrió y continuo observando a Irina sin decir una palabra, finalmente prosiguió.

—Te contestaré si tú me dices quién te dio ese reloj —él la miró desafiante, Irina sonrió incrédula por la petición y con un movimiento de la cabeza aceptó decirle—. Se llamaba  Natsumi.

—Natsumi. Y... ¿qué es de Natsumi?

— Ella decidió quedarse en Japón y yo estoy aquí, ¿cierto?

—¿Has pensado regresar? ¿Buscarla tal vez?

Scott desvió la mirada por un momento, después volvió a verla fijamente a los ojos.

—El pasado no se puede revivir Irina, las cosas que sucedieron no volverán a ser iguales de ninguna manera. Además mi interés ahora se centra en alguien más.

Ella se sonrojó ante la insistente mirada. Prosiguió con la conversación intentando desviar su atención.

—¿Cómo llegaste a  San Miguel?

—Después de cinco años regresé a casa. Mi padre estaba tan molesto conmigo por mis decisiones que me envió a San Miguel creyendo que me castigaba. La verdad es que trato de disfrutar cada momento como viene.

—Vaya, si no te hubieras quedado en Japón quizás no te habrían enviado a San Miguel y no nos hubiéramos conocido.

—Ves como todo lo que sucede vale la pena.

—Me sorprende tu visión de las cosas.

—Solo amplío el panorama, no me centro en un solo objetivo... siempre hay que ver más allá.

—Suena fácil, la verdad dudo mucho que lo sea.

—Ahora dime tú, ¿cuál es la historia que encierra tu reloj?

Irina lo cogió entre sus manos, lo observó fijamente y tomó una profunda bocanada de aire antes de continuar.

—Me lo dio alguien muy importante para mí.

—¿Un novio?

—Él murió en un accidente, éste —apretó el reloj— es quizás el único recuerdo que tengo de él —su mirada se entristeció.

—¿Lo amabas?

—Eso ya no importa. Alguien me dijo que el pasado no se puede revivir.

Scott sonrió con satisfacción y tomó la bebida que recién les había llevado la mesera después prosiguió. 

—¿Decidiste qué vas a pedir?

Irina lo contempló por un segundo, regresó la mirada a la carta tratando de encontrar algo que no fuera muy exótico. No le gustaba salir de su zona de confort sin embargo Scott le sugirió compartir un shabu shabu, ella accedió.

—Y dime Scott, ¿qué le dijiste a la mesera?

Scott sonrió con esa coquetería innata que poseía y regresó la mirada a la mesa.

—No seas tan impaciente, ya lo verás.

A los pocos minutos la joven regresó con un delicado adorno floral de cherry blossom, sonreía y se inclinaba mientras le ofrecía a Irina el arreglo. Ella agradeció el detalle imitando la reverencia que la joven mesera hizo al momento de entregarle las flores y después le sonrió a Scott.

—Es muy bello, gracias.

—De nada. Ahora cuéntame, ¿cómo te fue en el juzgado, Brandon está libre de cargos?

—No puedo discutir los casos de mis clientes con extraños.

—Brandon es mi hermano menor.

—Así que por eso estabas esa noche en el juzgado. Te asegurabas que no le pasara nada malo. ¡Ahora entiendo! Por un momento creí que estabas vigilando mi trabajo, hasta creí que trabajábamos en el mismo bufete.

Scott sonrió nervioso.

—Solo quería ver que estuviera bien. Necesita acatar la ley, tiene que entender que no puede hacer lo que le plazca, tiene que cumplir con los límites que impone vivir en sociedad. Desde que mi madre murió se volvió una pesadilla para mi padre, siempre estamos en el ojo del huracán por él.

—¡Bueno! —dijo sorprendida—. No se muchas cosas de ti en realidad, nunca lo hubiera sospechado, Brandon y tu son tan diferentes y no solo físicamente.

—Brandon se parece a mi padre y yo me parezco más a mi madre.

—Siento lo de tu mamá.

—Cambiando de tema, ¿qué harás el fin de semana?

—Tengo que empacar unas cosas —Irina se quedó fría con la facilidad con la que cambió de conversación.

—¿Te vas de viaje?

—Algo así.

—Explícate —dijo con tono frío.

Irina frunció la boca. No le gustaba dar explicaciones de su vida a extraños y mucho menos que la interrogaran con insistencia. Irónico ya que en su profesión eso se daba con frecuencia.

—Ya te dije, tengo que empacar unas cosas.

—¿Regresaras a San Miguel?

—Solo regreso una vez al año desde hace cuatro años. Me quedo una temporada, las vacaciones básicamente y regreso aquí.

— ¿Tu padre sigue allí?

—Sí —dijo extrañada—. ¿Lo conoces?

—¿Recuerdas la cena de fin de año, los fuegos artificiales?

—¡Ah claro! —dijo con nostalgia.

—Tengo una idea vamos al teatro el sábado y después te ayudaré a empacar. Hay una excelente obra,  me gustaría verla antes de que salga de cartelera.

—No lo sé, de verdad tengo muchas cosas que hacer.

—Si me acompañas prometo ayudarte a empacar, terminarías más rápido. Si te aburre podríamos ir a otro lado hay una exposición en el museo del Deco o ir al cine si lo prefieres ayer estrenaron cartelera.

—Me gusta la escultura —dijo oscureciendo su mirada.

—¿Escultura? Vaya tendré que atesorar esa confesión ahora dime, ¿qué pasó? ¿Cómo terminaste estudiando derecho en vez de artes?

—Olvídalo, es una tontería.

—Nada de lo que dices son tonterías, por favor dime, me gusta escucharte.

—Estaba estudiando el primer semestre de artes a pesar de la desaprobación de mi padre. Pensé que hacía lo que me gustaba pero un día mientras esculpía un rostro no le encontré sentido  a lo que hacía, era como si mi pasión hubiera desaparecido. Así que hice lo que finalmente mi padre deseaba, algo productivo a su modo de ver las cosas y me cambie de carrera. Al final mi padre tenía razón al decir que mi pasión era algo pasajero y no un modus vivendi. Y tú Scott, ¿estás en el lugar correcto? —preguntó.

—¡Vaya!, no quiero sonar arrogante –tomó un trago de sake—. Me he esforzado por cumplir cada uno de mis sueños, cada cosa que hago no sé si sea correcta o no, pero es lo que finalmente quiero hacer. Quizá sólo me falta encontrar a la mujer que me haga vibrar, que me haga sentir vivo. Después de todo no planeo quedarme sólo y el tiempo apremia.

—Es extraño escuchar a un hombre preocupado por casarse…

—Nunca mencioné el matrimonio, sólo dije que quería encontrar a la mujer con la cual pasar mi vida.

—Espero que tengas suerte —dijo desinteresada.

—La tengo —sonrió  antes de darle un último sorbo a su sake y pedir la cuenta.

Al salir del restaurante se encontraron con los guardias de Scott. Irina los saludó y aprovecho para despedirse de él.

—Gracias por la cena, estuvo deliciosa, usualmente no como cosas nuevas soy algo quisquillosa.

—Gracias por aceptar mi invitación. ¿Entonces te veré el sábado?

—No lo creo Scott, pero gracias por el ofrecimiento. Será mejor que me vaya.

—Te llevo a tu casa.

—No gracias, prefiero caminar.

—No te estoy preguntando Irina, de ninguna manera permitiré que te vayas sola puede ser peligroso.

—Probablemente estás acostumbrado a que se haga lo que pides, pero conmigo  es diferente. Yo no soy tu empleada ni tú eres mi dueño, así que gracias. Nos vemos Scott.

Él se quedó perplejo ante la decisión de Irina. Con una seña le ordenó a uno de sus guardias la siguiera a discreción. La actitud que ella mostraba con Scott hacia que él se interesara más en ella.