22 de Octubre de 2009
—Muy bien, ¿señor...?
—Parker, Brandon Parker. Arriba a la derecha viene el nombre, —dijo con ligero tono sarcástico y puntuando con el dedo el expediente.
Irina se limitó a observarlo seriamente. Asentó con la cabeza y fijó su mirada en el expediente con un notorio desplante.
—El fiscal del distrito me puso al tanto de su situación, tengo entendido que usted está violando su libertad condicional por segunda ocasión. Temo que a menos que convenzamos al juez de lo contrario usted irá a la cárcel. El servicio social ya no es una opción para alguien con sus antecedentes.
—El juez estará más que complacido en ayudarme cuando se entere de quien es mi padre.
Irina apartó de inmediato el expediente, miró fijamente a su defendido, entrelazó sus dedos sobre la mesa de metal y se mordió suavemente el labio inferior.
Brandon jugaba con su reloj al mismo tiempo que sacudía la cabeza intentando quitarse el cabello de la cara, dejando al descubierto un pequeño pendiente en su oreja izquierda. Su rostro le parecía extrañamente familiar a Irina. Era bastante atractivo a pesar de su aspecto desaliñado. Sus ojos oliva evitaban cualquier contacto visual y cuando lo hacia su mirada era muy analítica.
—Entiendo –Irina prosiguió—. El juez Johns no es la clase de persona que se deja corromper. Estamos hablando de un hombre ético y sumamente profesional al que no le gusta vacilar con su trabajo. Me temo entonces, señor Parker, que su caso se complicará si mantiene esa actitud.—
—Dígame algo abogada, ¿cuál dijo que era su nombre?
—Brooks, Irina Brooks.— Lo miró con sus ojos avellana, ligeramente oscurecidos por la sombra negra que rodeaba sus ojos.
—Brooks, cierto. ¿Cuántos años tiene?
—Creo, señor Parker, que estamos aquí para hablar de usted, no de mí.
—¿21... 22?— preguntó con un tono hostil sin lograr intimidar a la joven.
—Si me asignaron a su caso es porque estoy capacitada para defenderlo, además señor Parker, nadie quería hacerlo.
—Bien, pues entonces la escucho —dijo acercándose a la mesa y poniendo las manos sobre ella. Sus ojos oliva la miraban fijamente.
—Tendrá que declararse culpable. Usted inició la pelea en el bar. Al momento de su captura tenía un alto grado etílico en la sangre junto con otras sustancias que alteraron su sistema nervioso. Sé que está bajo tratamiento médico para controlar sus problemas de ansiedad. De hecho, no debió ingerir alcohol, pero podemos usar eso en su defensa. Usted no controla sus impulsos sin el medicamento y al ingerir alcohol bueno, ya sabe lo que pasó. No garantizo que el juez se compadezca de usted pero al menos tomará en cuenta su cooperación a la hora de dictar sentencia. Quizá un mes en prisión y pagar los daños al bar.
—¡Imposible! Debe haber otra forma, no voy a entrar a prisión, me matarían. ¿Por qué no utiliza sus encantos para librarme de esto?
—Veo que no está dispuesto a cooperar. Pues bien señor Parker, por mi parte seria todo —Irina utilizó un tono sarcástico mientras acomodaba sus cosas–. Usted mismo me ha dicho que tiene influencias. Las personas corruptas se dejan comprar con facilidad así que en prisión no le será difícil hallar protección, espero disfrute su estadía.
Irina guardó el expediente en su maletín y se paró de la silla. Brandon la tomó del hombro provocando que uno de los guardias entrara de inmediato a la sala de interrogatorios.
Con un sutil movimiento de cabeza ella le indicó que todo estaba en orden al guardia. Regresó a la mesa y ambos se sentaron para continuar con la negociación.
—Disculpe señorita Brooks. Sólo quiero que entienda que mi padre no permitirá que vaya a prisión. Aunque sea por cubrir las apariencias tendrá que hacer algo.
—No sé quién sea su padre pero no se ha presentado para salvarlo así que… buena suerte señor Parker.
—¿Se va?
—No quiero perder mi tiempo con un cliente que no desea cooperar. Si le digo que haga esto es porque estoy convencida que ayudará en su caso. Buena suerte.
Irina salió de la sala de interrogatorios con su abrigo en la mano, quitó la horquilla de su cabello con la otra, movió el cuello y sacudió su larga cabellera rizada. Cerró los ojos intentando relajarse. Una voz familiar la sacó de su relajación, apenas podía creer lo que sus ojos veían cuando lentamente se giró.
—¡Irina Brooks! No puede ser que seas tú. Ésta sí que es una agradable sorpresa señorita. De todos los lugares en los que te busqué jamás creí encontrarte aquí.
—¿Scott?
Los mismos ojos azules, hipnotizantes, llenos de algo que la hacía temblar. Su sonrisa seguía siendo atrevida y perfecta. Los años solamente lo habían hecho más atractivo e interesante.
Ella siempre tuvo la impresión de que él le coqueteaba abiertamente. Se sonrojó y trató de disimular su nerviosismo enroscando su cabello con la horquilla, un torpe movimiento de su mano hizo que ésta cayera arbitrariamente al suelo.
Ambos se agacharon a recogerla. Scott tomó deliberadamente la mano de Irina y la ayudó a levantarse.
—Ésta vez no te escaparas, te invito a comer.—
—Tengo un caso que atender —Irina se apartó de inmediato de él.
—Lo sé, Brandon. Déjalo, merece un escarmiento, no le caerá mal estar un rato encerrado.
—Supongo entonces que lo has defendido antes.
—Digamos que no es la primera vez. Te puedo garantizar que no merece el tiempo que inviertes en él.
—Es mi trabajo, no debe agradarme alguien para defenderlo.
Scott sonrió sin apartar su mirada de Irina, era tan penetrante que ella se sintió vulnerable. La única forma en que se sintió segura por un momento fue dándole la espalda. Él se acercó sigilosamente a ella, acarició suavemente su cabello, lo tomó por entre sus dedos y lo enroscó hasta sujetarlo con la horquilla.
Irina se quedó perpleja ante la confianza que se había tomado de sujetarle el cabello sin su consentimiento. Su cercanía la desconcentró. Volteó de inmediato, sin poder ignorar el delicioso aroma de su perfume, lo miró a los ojos completamente ruborizada. Sin darse cuenta, se mordió el labio provocando que él desviara su mirada hacia su boca.
—Tengo que irme Scott —su corazón latía acelerado y su respiración se entrecortó.
—Pasaré a buscarte mañana después de la una, iremos a un lugar que te encantará.
Surgieron en Irina muchas dudas sobre los métodos que él usaría para saber dónde encontrarla pero se contuvo, quería terminar ya con esa incomoda conversación e irse a casa, así que tomó sus cosas y salió del juzgado con una breve sonrisa.
Al día siguiente, Irina continuó con su rutina. Primero fue al gimnasio y después se dirigió a recoger unos documentos al juzgado. Saliendo de ahí se fue al bufete.
Durante todo el camino no dejó de pensar en Scott. Era un hombre bastante atractivo, capaz de quitarle el aliento a cualquier mujer, sin embargo el recuerdo de Joshep no la dejaba vivir.
"P&H" la firma en la que ella trabajaba, estaba ubicada en un lujoso edificio al sur de la ciudad. Un extenso y arbolado pasillo conducía hasta la entrada principal del inmueble. Los pisos de mármol del interior y las paredes decoradas con fotografías de como lucía la ciudad en los años 60's, desviaban la atención de quienes entraban.
El lobby contaba con dos salas, un pequeño jardín zen y un módulo de registro para los visitantes. Antes de los elevadores, había unos torniquetes de seguridad para controlar el acceso.
Irina oprimió el botón del ascensor y cuando las puertas metálicas se abrieron, entró. Rodeado de cristales, ofrecía para los primeros cinco pisos la vista de una cascada artificial llena de vegetación. A partir del sexto piso se mostraba una preciosa vista de la ciudad.
Las puertas se abrieron en el piso nueve, donde se encontraba su oficina. Se sorprendió al ver a Scott parado en la recepción. Algo había en él que la cautivaba y la dejaba sin habla.
—¿Vas a salir o te vas a quedar ahí?
Ella sonrió y bajó la mirada sin decir una palabra. Salió del elevador y se dirigió a su oficina seguida de él. Mientras caminaban, se preguntó cómo es que la encontró si ella jamás le mencionó el lugar donde trabajaba.
Scott caminó seguro de sí mismo por el largo corredor. Llevaba un traje hecho a la medida color gris Oxford que resaltaba el azul de sus ojos y a su vez le daba un tono cálido a su blanca piel. Varias mujeres detuvieron su paso para admirarlo.
Cuando llegaron a su oficina, él se recargó en el marco de la puerta, su rostro se iluminó con una coqueta sonrisa y después pasó los dedos por su espesa cabellera oscura.
Completamente nerviosa, Irina tardó unos segundos en encontrar la llave de la puerta hasta que finalmente logró abrirla.
Ambos entraron a la oficina. Ella se sentó en la silla de piel mientras él recorrió el lugar como inspeccionándolo hasta llegar a la ventana.
—¿Cómo supiste dónde encontrarme? Me quedé pensando que nunca te lo dije. Diría que me sorprendes, pero creo que esa expresión está muy trillada. De hecho, me asusta que después de tantos años sin haber tenido contacto estés aquí.
Scott lanzó una sutil carajada, la miró con un dejo de cinismo y prosiguió.
—En efecto no lo hiciste, tengo mis contactos —Scott guiñó el ojo y se aproximó a Irina–. En este medio todos se conocen preciosa, encontrarte fue una coincidencia. ¿Nos vamos? Hice reservaciones en el Hotel Crawford, no querrás que las perdamos.
—Acabo de llegar, no me puedo ir. ¿Acaso quieres que me corran?
—Tu jefe lo entenderá.
—No me digas, también a él lo conoces.
—Te explicaré en el auto, ¿nos vamos?
Irina se quedó pensando un segundo si ir con él o quedarse en la oficina. Finalmente tomó su abrigo, su bolso y sujetó a Scott del brazo provocando las miradas de todos en el despacho. Ella mantenía una discreta sonrisa, no le desagradaba del todo la compañía de Scott.
Él conducía un deportivo excesivamente caro, muy probablemente su salario como abogado no alcanzaría a cubrir ni una mensualidad del mismo. Irina cayó en la cuenta de que él provenía de una familia adinerada no sólo por el hecho de conducir un auto de lujo y vestir trajes a la medida, un sequito de guardaespaldas apareció atrás de él.
Apartó sus pensamientos cuando entraron al lujoso estacionamiento del hotel Crawford. Se alegró de haberse puesto su ajustado vestido negro de alta costura y sus zapatillas de diseñador, en su mano izquierda llevaba un costoso brazalete que su padre le había regalado. No es que vistiera así siempre, pero ese día había tenido cita en el juzgado y quiso causar una buena impresión.
Ambos esperaron un par de minutos en el auto mientras los guardias de seguridad revisaban el hotel. Una vez que el acceso fue seguro, ambos bajaron del auto. Todo ese ritual era tan extraño para ella.
El vestíbulo del hotel parecía bañado en oro. El piso de porcelana con incrustaciones de jade era demasiado resbaloso para los zapatos altos que llevaba, tuvo que sujetarse de lo que en un principio creyó era un simple jarrón, sin embargo, se trataba de una esplendorosa pieza de cristal cortado repleto de flores. Quedó maravillada con el aroma que aquellas delicadas y blancas gardenias desprendían, inundando con su perfume el vestíbulo. Por un breve instante recordó a Joshep. Al fondo había unas amplias escaleras con barandales llenos de grecas azul turquesa y oro que conducían al segundo piso en donde se encontraba el restaurante del hotel.
Jamás creyó maravillarse tanto con un lugar como lo hizo cuando las puertas del restaurante se abrieron, parecía un salón de baile como los que había visto en las películas de cuentos de hadas, le recordó su verano en París cuando visitó el palacio de Versalles. Gigantescos candelabros de swarovski colgaban del techo y los amplios ventanales ofrecían una preciosa vista del jardín que rodeaba al hotel. El techo tenía hermosas pinturas de querubines, muy distintas a las del palacio y sin embargo, le daban un aire tan similar.
Irina contuvo su sorpresa con un disimulado recorrido visual al restaurante y ahogó un "wow". No quería avergonzar a Scott, la realidad era que estaba extasiada por la belleza del lugar.
—Espero te guste el lugar, es mi escondite secreto, siempre que quiero pasar un momento en paz vengo aquí.
—Es muy bello Scott, demasiado ostentoso para ser un escondite.
—¿Te parece? –dijo con la mirada fija en ella.
—Gracias por traerme aquí.
Irina sonrió y fijó sus ojos en la carta. En realidad no tenía hambre, estaba más que maravillada con la vista del jardín y el hermoso lago lleno de patos y cisnes. Recordó a Joshep e imaginó que en lugar de Scott, era él quien estaba a su lado. Su mirada se iluminó, su sonrisa fue sincera y placentera. Él la miró con ese misticismo que lo caracterizaba.
—Me gustaría saber qué es lo que piensas, de pronto siento que no estás conmigo.
—Lo lamento es solo que me hiciste recordar algo.
—¿Algo o a alguien?
—¿Qué más da? —Irina le sonrió y regresó la mirada en la carta— ¿Qué vas a pedir?
—Me encanta la simplicidad con la que te conduces –dijo sonriendo, admirado por la pregunta de Irina.
—Me imagino que en tu medio nunca sales con una chica común y corriente, ¿soy tu reto acaso? ¿Una apuesta?
—Me refería a que la mayoría de las mujeres se intimidan con facilidad ante todo esto.
Scott hizo una mueca y señaló el restaurante.
—¿Me estas probando? ¿Intentas llevarme al límite para ver si soy capaz de encajar en tu medio o para asegurarte que no soy interesada?
—Yo no me refería a eso Irina.
—Creo que te equivocas conmigo Scott. Siento que mal interpretes mi decisión de haber aceptado salir contigo. No buscó escalar socialmente y si en algo te consuela, tampoco estoy interesada en ti.
Scott sonrió con ironía ante las palabras de Irina, quién lo miró desafiante.
—No te estoy probando Irina Brooks. Sé que eres una mujer diferente a todas con las que he salido.
—Asumo que has salido con muchas mujeres que probablemente estén más interesadas en ti de lo que yo estoy. No eres mi tipo en realidad. Siento decepcionarte Scott, agradezco tu sinceridad y como compensación te diré algo, tú también eres completamente diferente a… —Irina sujetó su pendiente, su mirada se oscureció, pensó que sólo había salido con un hombre pero no podía decirle eso al arrogante de Scott así que mintió—. A todos los hombres con los que he salido.
—Me gusta ser diferente, así me recordarás siempre —dijo con sutil arrogancia.
—¿Sabes? Esta reunión se está tornando incomoda. Además, tengo que regresar al bufete a las tres.
—Me fascina que seas fiel a tus principios y tan directa, no titubeaste al decir lo que sientes. La mayoría de las personas se andan con rodeos o fingen lo que no son.
—No quise ser grosera. De verdad lo siento Scott.
—Me agrada que no estemos con falsedades. Disfruto mucho tu presencia, pagaría por saber lo que piensas cuando pierdes la mirada y tu rostro se ilumina recordando, mataría por ser el hombre que te provoca esos sentimientos.
Ella se sonrojó y comenzó a ponerse nerviosa. De pronto, creyó que Scott podía leer sus más profundos pensamientos. Se sintió intimidada por el ambiente que la rodeaba y sobre todo por su penetrante mirada.
El resto de la tarde, después de que Scott la llevó de vuelta al trabajo, no dejó de pensar en su reunión con él. Casi no pudo dormir pensando en la arrogancia de Scott y tratando de encontrar una explicación al constante nerviosismo que le provocaba estar cerca de él.
Podía engañarlo al decirle que no era su tipo pero la realidad es que no le era del todo indiferente. Por un momento reprimió su sentimiento de culpa por intentar olvidar a Joshep.