Joshep llevó a Irina a dar un paseo por el lago. Las cosas no habían cambiado demasiado desde la última vez que estuvieron ahí. Parecía como si el tiempo se hubiera detenido.
—Te mentí —dijo Joshep.
—¿En qué?
—Cuando te dije que no sabía lo que había sucedido con la carta que te iba a enviar el día del atentado.
—Sigo sin entender.
—Marion se la dio a Enrique. Él me la dio cuando me recuperé por completo —Joshep la sacó de su chamarra y la sostuvo entre sus manos. Irina lo miró desconcertada—. Planeaba dártela cuando te volviera a ver. Pensé que las cosas no habrían cambiado y que sentirías lo mismo. En fin, quiero que la tengas. Si quieres puedes leerla ahora o cuando vuelvas a sentir por mí ese amor incondicional.
—¡Josh! Yo...
—No es necesario que digas nada —dijo sonriendo. La tomó de la mano y le besó los nudillos.
—Si no te molesta, creo que la leeré cuando esté completamente segura de lo que siento por tí.
—Estoy de acuerdo.
El cálido aire soplo por entre las hojas de los árboles. Irina disfrutó el paseo y la tranquilidad que ese lugar le ofrecía. Él la admiró en silencio. De pronto su rostro se ensombreció.
—Tu madre debe odiarme. Hanna también.
—Tienen una idea equivocada sobre ti.
—No sé si pueda con esto. Mi padre te odia y tu familia siente lo mismo hacia mí.
—Oye, no debe importarte lo que ellos sientan. Es nuestra vida, ¿recuerdas? Seremos tú y yo quienes estén juntos.
—¿Crees que las cosas tenían que pasar de este modo? Es decir si no te hubiera dejado ir a España quizá la historia sería diferente.
—Creo que así tenía que ser. Oye se hace noche, será mejor que regresemos.
Bernal seguía siendo un pueblo pintoresco. Recorrieron el lugar plácidamente caminando por sus empedradas calles rodeadas de flores de colores. Joshep compró unas gardenias y se las dio a Irina, sorprendiéndola con el detalle.
—Recordaste que me encantan las gardenias. Gracias. ¿Has hablado con Enrique?
—No. Será mejor que no los llame, podrían localizarnos.
—Lo dices como si nos estuvieran espiando.
—¿Quieres tomar el riesgo?
—No. Supongo que tienes razón, esperaré a que regresemos a la ciudad.
Joshep perdió la mirada por un segundo provocando la atención de Irina.
—¿En qué estás pensando?
—Cuando salí del hospital lo primero que hice fue comer un helado. Me pareció la cosa más exquisita del mundo. Marion había...
—¡Marion! —dijo molesta.
—Fue ella quien me llevó. Me sentía deprimido por todo lo que había pasado en mi vida. Fueron momentos de suma tensión en cuanto a mi recuperación. Ella siempre encontraba un motivo para convencerme de seguir luchando a pesar de mis limitaciones.
—Mi padre se mostró más compasivo conmigo cuando se enteró de tu muerte. Me reconcilié con él de cierto modo. Después huí de San Miguel. Regresaba cada fin de año solo al brindis. No me quedaba en las suntuosas cenas de gala.
—¿No saliste con nadie mientras creíste que yo...?
—No. Cuando decidí rehacer mi vida fue justo cuando apareciste.
—Y fue con Scott.
—Él se acercó a mí de una manera muy sutil. Había pasado los años de mi vida universitaria repeliendo a los hombres que se me acercaban con otras intenciones. Él me trató de una manera diferente.
—¿Te gusta? —preguntó rogando porque ella le dijera que no.
—Es diferente a ti. Ahora dime ya que estamos siendo honestos, ¿saliste con alguien mientras estuviste en España?
—¿Antes del accidente?
—O después —sugirió.
—Salí una vez con Marion.
—¡Entonces me engañaste! ¡Dijiste que entre ustedes no había pasado nada! —Respondió exaltada.
—Solo salimos a comer un helado. No pasó nada entre nosotros —Irina frunció el ceño, hizo un berrinche y se puso seria. Él sonrió—. ¿Estás celosa? No tengo ojos para nadie más que tú, deberías saberlo –dijo buscando su mano para sujetarla.
—¡Lo siento! No debí hacerte esa escena. ¡Es que no soporto a esa mujer! ¿Por qué sonríes? —preguntó enojada.
—Porque eso significa que en el fondo sientes algo por mí.
—¡Basta Josh! No deberían ser celos lo que sienta, eso es posesión. Además solo demuestra lo insegura que estoy respecto a ti.
—Como sea es un sentimiento. No te he perdido por completo.
La última noche que pasaron juntos acamparon cerca del lago. Una cortina de estrellas iluminó el paisaje. Platicaron hasta tarde y cuando finalmente durmieron lo hicieron abrazados.
Abarca era un penal de máxima seguridad, sin embargo un motín tomó por sorpresa a los guardias.
La noticia de la presunta fuga de un narcotraficante hizo que todos los medios volcaran su mirada en lo reos, las condiciones en las que vivían y la forma en la que eran tratados.
Irina y Joshep estaban desayunando en un restaurante de Bernal cuando escucharon la noticia. De inmediato, él encendió el celular. Veinte llamadas perdidas de Enrique y un mensaje urgente. Intentó comunicarse sin éxito con su amigo.
—¡Espérame aquí! Tengo que llamar al penal.
Joshep se levantó de la silla y se acercó al mostrador para pedir el teléfono. Mientras hablaba, su expresión se iba tornando cada vez más angustiada.
Al tratar de contener a los prisioneros, el padre de Joshep había sido herido de gravedad. Había sido trasladado a un hospital debido a su delicada condición.
Joshep colgó el teléfono y regresó a la mesa. Estaba inquieto.
—¡Tengo que volver! No pude comunicarme al penal pero le llamé a Enrique, dice que mi padre está muy mal.
—¡Iré contigo!
—¿Estas segura? —la sujetó del rostro tiernamente mirándola angustiado.
—Sí. No me quedaré con la preocupación de no saber si está bien. Además podríamos aprovechar esto para pedir que lo trasladen a un penal de mínima seguridad.
Ambos regresaron a la ciudad. De inmediato se dirigieron al Hospital Sinai en donde se encontraba internado Lucas.
Irina se quedó en la sala de espera mientras Joshep entró a ver a su padre. Ahí se encontraba también Norman, quien la rodeó como un lobo caza a su presa.
—Es una lástima.
—¿Perdón?
—Que Lucas este aquí. Él nunca se metió con nadie. Aunque si te soy sincero fue bastante conveniente que hubiera una fuga justo después de la revisión de su caso.
—¿Conveniente? No entiendo en qué sentido.
—Pues, básicamente que el motín en el penal fue un excelente pretexto para que él resultara gravemente herido. No hay culpables aunque sí muchos intereses de que se quede encerrado, que mejor que bajo tierra.
—Creo que su visión de las cosas señor Norman es sumamente dramática.
—¡Kyle! Llámame Kyle.
—Si lo que dice fuera cierto, el señor Duncan no hubiera sido trasladado a un hospital.
—Es porque alguien metió las manos por él.
—¿Tuvo algo que ver con su traslado señor Norman?
—¿Yo? No. Desafortunadamente cuando me enteré, mi trabajo estaba hecho. Era mi intención ayudarlo sin embargo alguien tomó la delantera.
—¿Sabe quién?
—Pues al principio creí que habías sido tú pero después me enteré que estabas fueras de la ciudad. ¡Hubiera sido todo un escándalo! Ahora estoy más intrigado por las razones que tuvo Scott Parker para ayudarlo.
—¡Scott! —dijo sorprendida con un tono casi imperceptible.
—Es a él a quien deberías agradecerle —su celular sonó, contestó cortante y colgó—. Perdón, tengo que contestar —caminó alejándose de ella y al colgar, regresó—. Ahora si me disculpas tengo que ir a cubrir una nota. Me gustaría hablar contigo con más calma, es importante. ¿Cuándo podemos ir a tomar un café?
—Después —dijo automáticamente con la mirada perdida al ver a Joshep caminando por el pasillo.
—Te buscaré. Adiós Irina –dijo sonriendo.
Joshep lucía agobiado, Tenía los ojos brillantes. Los talló antes de llegar a donde se encontraba Irina.
—¡Vámonos! Te llevaré a tu casa —la tomó de la mano y caminaron hacia la salida.
—¿Cómo está tu papá? —peguntó haciendo que se parara en seco.
—Estable. Tiene varias contusiones, un severo golpe en la cabeza muy cerca del ojo que casi le desprende la retina, una fractura de la clavícula, un esguince en el cuello. Esta sedado.
—¡Cielos! –dijo llevándose las manos a la boca preocupada.
—Necesito estar aquí. Espero no te importe si te dejo sola en tu departamento.
—Josh tengo algo que hacer pero volveré más tarde a acompañarte. Me iré sola, no me sentiría cómoda haciendo que te alejes de su lado por acompañarme.
—No quiero dejarte ir sola.
—Estaré bien, créeme.
Ella le dió un beso en la mejilla y se despidió de él. Tenía que hablar con Scott así que se dirigió al bufete. Al llegar, entró al edificio con su antigua credencial y subió hasta el piso quince.
Ana estaba sentada en su escritorio transcribiendo unos expedientes al momento que ella apreció totalmente irreconocible, con el cabello suelto, rizado y sin maquillaje. Llevaba unos pantalones de manta y un halter verde olivo.
—¡Irina! —se levantó de la silla y corrió a abrazarla—. ¿Cómo estás? ¿En dónde te metiste?
—Es una larga historia. ¿Está Scott? Quisiera hablar con él.
—Está en una junta. No sé cuánto tarde. ¿Lo esperas?
—Tengo algo que hacer, mejor regreso mañana.
—¿Tan importante es que no me puedes esperar? —preguntó mientras revisaba unos expedientes sin voltear a verla.
—¡Scott! —se pasó un mechón de cabello atrás de su oreja. Su respiración se agitó, estaba notablemente nerviosa. Cayó en cuenta de lo desarreglada que estaba.
—Pasa Irina. —Sólo desvió su mirada de los documentos para dirigirse a su asistente—. ¡Ana convoca la junta para las cinco! Y no me pases llamadas.
Él entró a su oficina sentándose en el sillón de piel frente a su escritorio. Con la mano hizo una seña para que ella se sentara. Nuevamente tuvo una actitud fría y hostil.
Ella evadió verlo a los ojos. Discretamente volteaba a verlo, notando que él ni siquiera volteaba a verla.
—¿Qué necesitas? —preguntó cortante mientras ordenaba los documentos que llevaba.
—Quería darte las gracias por haber ayudado a Lucas Duncan. Por llevarlo a un hospital.
—No hay problema.
—Scott yo... lamento haberme ido sin despedir la otra noche.
—¿Acaso te pedí una explicación?
—No —respondió sorprendida.
—Entonces ahórrate tus comentarios al respecto. ¿Eso es todo lo que querías decirme? —preguntó cortante.
—Nuevamente gracias por la ayuda —respondió molesta, se levantó del sillón y se dirigió a la puerta. Antes de salir tomó una bocanada de aire.
—¡Me caes mejor cuando no te comportas como un patán! ¡Estaba dispuesta a darte una explicación por mi comportamiento incluso una disculpa, pero no mereces ni que te dirija la palabra!
—¿Tú crees que soy estúpido? —preguntó elevando el tono de su voz.
—¿Qué? —preguntó asustada.
Scott se paró y caminó hasta quedar frente a ella.
—¿Crees que no sabía lo tuyo con Duncan? ¿Crees que no supe que pasaste todos estos días con él?
—Entre él y yo no pasó nada —dijo serena.
—¡Claro! —respondió burlón, recorriéndola de pies a cabeza.
—¡Pero qué clase de mujer crees que soy!
—¡Dímelo tú! —Irina se dispuso a darle una cacheta pero él sostuvo su mano por la muñeca. La miró fijamente a los ojos. Ella sintió una corriente eléctrica recorrer su cuerpo cuando él se acercó a sus labios hasta susurrar—. A pesar de todo, mis sentimientos hacia ti siguen intactos. Me gustas mucho, te quiero incluso más que la primera vez que te lo dije.
—¡Suéltame! ¡Me lastimas! —Scott la soltó y se dio la vuelta. Se pasó los dedos por el cabello, tomó una bocanada de aire y coloco las manos en su cintura. Irina prosiguió—. Si sabías lo de Joshep, ¿por qué no dijiste nada?
—¿Hubieras preferido que te reclamara? ¿Qué me comportara con un niño inmaduro y te armara una escenita?
—No quería hacerte daño. Él y yo somos amigos, nada más. Fuimos novios hace tiempo pero nuestra relación parece estar condenada al fracaso. Pensé que estaba muerto y de pronto apareció y yo...
—¡Te engañó y aun así lo perdonaste! —interrumpió.
—¡No! Fue un mal entendido.
—¿Sabes por qué ayudé al padre de Duncan? —Irina hizo un movimiento negando con la cabeza—. Porque estoy dispuesto a todo por ti. Incluso a perderte con tal de que estés bien. Así es el amor que siento por ti.
—Yo no sé que me pasa cuando estoy con él. Es como si me olvidara por completo del mundo que me rodea.
—¿Aún lo amas?
—¡No hagas esto por favor! —su mirada reflejó tristeza.
—Te ayudaré a sacar a su padre de prisión. Hablaré con Johns —miró su reloj—. Si me disculpas tengo una junta –dijo abriendo la puerta. Ella lo miró, no quería irse, sintió unas terribles ganas de abrazarlo pero se contuvo.
—Gracias Scott.
—Por cierto, tu auto ya no está en Abarca. Hice que lo llevaran de vuelta a tu departamento.
Ella lo miró sin decir nada y salió de su oficina.